SI FUERAS IDIOTA
Historias
Diario El Mundo
RODRIGO TERRASA
Madrid
26 FEB. 2019 01:34
Un estudio de las universidades de Texas y Princeton, uno de los más ambiciosos hasta la fecha,
prueba que la retórica simple de los políticos actuales es parte de una tendencia que se ha
prolongado durante el último siglo: del pensamiento analítico se ha pasado a la emoción
Una noche de junio de 2015, en una de tantas crisis existenciales de Podemos, Íñigo Errejón tuiteó
lo siguiente: "La hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los
sectores aliados laterales. Afirmación - apertura". 4.300 retuits. Sólo unos días antes, durante un
acto electoral en Sevilla, Mariano Rajoy, entonces presidente del Gobierno, resumía la mejora
económica del país como sólo él sabía hacer: "España es una gran nación y los españoles muy
españoles... y mucho españoles". Ovación en la sala.
Entre un mensaje y otro apenas hay unas semanas de diferencia y quizás un siglo de historia de la
comunicación política revuelta entre un caso y el otro. Entre el mitin de toda la vida y las redes
sociales, entre el análisis más elitista y la más básica de las emociones, entre el argumento esnob y
una completa bagatela.
La retórica aparentemente simple del ex presidente, un fantástico orador capaz de analizar a la vez
la crisis de Cataluña con aquello de "un plato es un plato y un vaso es un vaso", no es ninguna
rareza. Tampoco lo es, por ejemplo, el aparentemente inigualable estilo de Donald Trump en la Casa
Blanca y su "make America great again". Todo forma parte de una tendencia en el ámbito de la
comunicación política que arrancó hace un siglo y que ha viralizado (nunca mejor dicho) por todo el
planeta.
Si hace cuatro años un trabajo del Boston Globe demostraba que el lenguaje del presidente de
EEUU era tan básico que hasta un niño de 9 años lo podía comprender sin dificultad, ahora un
complejo análisis elaborado por expertos en lingüística y psicología de las universidades de Texas y
Princeton ha confirmado que Trump no es una extravagante excepción en la historia, sino el último
síntoma de un proceso histórico. Los políticos de todo el mundo han ido abandonando el discurso
racional y el pensamiento analítico y han decidido dirigirse a los votantes con mensajes simples y
elementales que sólo transmiten seguridad y emoción.
El trabajo, liderado por la estudiante Kayla N. Jordan, editado por el psicólogo Steven Pinker, uno
de los intelectuales más influyentes del mundo, y publicado en la prestigiosa revista Proceedings of
the National Academy of Sciences (PNAS), ha analizado más de 33.000 textos de todos los
presidentes de Estados Unidos desde finales del siglo XVIII, así como intervenciones en debates,
entrevistas, campañas de primarias y discursos. También mensajes de líderes internacionales y
contenido publicado en medios de comunicación, más de 5.000 novelas, 12.000 subtítulos de
películas y más de dos millones de artículos del New York Times o transcripciones de programas de
la CNN. Jamás se había hecho un estudio tan ambicioso.
Cada texto se ha revisado palabra por palabra para trazar el retrato robot del mensaje. "Los antiguos
estudios psicológicos nos dicen que la organización de ideas de forma lógica, jerárquica y compleja
se asocia con el uso de más artículos y preposiciones. Y quienes organizan sus ideas de manera más
informal y simple, confiando más en las historias, usan más pronombres, verbos auxiliares y
adverbios", explica Kayla N. Jordan desde el departamento de Psicología de la Universidad de Texas.
"En los líderes políticos, podemos ver las mismas diferencias. Algunas figuras políticas comunican
sus ideas formalmente y se enfocan en ideas y conceptos mientras que otras lo hacen de manera
más informal y se enfocan en personas y acciones. En nuestro estudio, encontramos que todas las
figuras políticas se están comunicando cada vez más de manera más informal, más narrativa".
Traducido al español: cuando un político utiliza preposiciones, conjunciones o adverbios
enunciativos como "posiblemente" o "seguramente", o expresiones como "por lo visto" o "al
parecer" está elaborando un discurso racional en el que se establecen relaciones lógicas entre lo
que uno plantea y sus consecuencias. Sin embargo, cuando tiende a utilizar pronombres, sustantivos
y verbos es porque lo importante ya no son las razones sino las cosas, las personas, los
hechos. "España va bien". Y punto.
El estudio es fácilmente extrapolable a nuestro país. Por ejemplo, en Texas y Princeton han
analizado especialmente el uso de los pronombres personales. Así, aquellos políticos con mayor
capacidad de influencia tienden a utilizar el "nosotros", mientras que los líderes más inseguros
abusan del "yo".
"El político que emplea el nosotros lo que hace es intentar transmitir que hay un montón de gente
que le sigue, que tiene la seguridad de saber que los demás van a estar de acuerdo, que lo que él
piensa lo piensa cualquiera", explica Inés Olza, investigadora en Lingüística del Instituto Cultura y
Sociedad de la Universidad de Navarra. Es el "yes we can" de Obama, la "América real" de Trump o
el "nosotros somos la España que madruga" que repite ahora la derecha española. "Por contra -
insiste Olza- si estás más inseguro de ti mismo y lo que quieres es reafirmarte, hablas más en
primera persona del singular. Pedro Sánchez, por ejemplo, tiende mucho al "yo"".
"Lo que están haciendo es una concentración en contra de mi persona", dijo Sánchez tras la reciente
manifestación de Colón. "Lo que yo estoy haciendo como presidente es resolver una crisis de
Estado".
Hablábamos antes de un trabajo del Boston Globe que aplicó a los discursos de los candidatos
americanos un algoritmo que medía la complejidad de sus textos en función del número de palabras
por frase y el número de sílabas por palabra. Inés Olza lo aplicó en 2015 a nuestros políticos en un
trabajo para Papel y el resultado decía que el lenguaje de Rajoy lo podía entender un niño de 12
años y el de Pedro Sánchez, uno de 13.
"Esto no significa que nuestros políticos sean más tontos ahora que antes ni que el votante sea más
simple", matiza la investigadora. "Seguramente Donald Trump no tiene el nivel intelectual que
sugieren sus mensajes. Él es sólo el paradigma de una tendencia que nos dice que para tener éxito
hoy en día hay que presentarse así, con un lenguaje muy sencillo y con un alto nivel de seguridad en
lo que dices, sea cierto o no".
En su libro Sin palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política (ed. Debate), el
periodista Mark Thomson, presidente del New York Times, aseguraba que el éxito de Trump
dependió en gran medida de la creencia de que era un hombre franco que no tenía nada que ver
con el lenguaje convencional de la política. Un sondeo de Fox News reveló, de hecho, en 2015 que el
44% de los votantes americanos y un 62% de los republicanos creían que Donald Trump decía "las
cosas como son". Vox presume de lo mismo en España, de ser un partido "de extremo sentido
común".
"Lo último que quiere Trump es que su público piense que recita un guion preparado", escribe
Thomson en su libro. "Trump habla como si la verdad y las políticas correctas fueran evidencias
palmarias, mientras que esos supuestos y sabios consejeros que afirman que el mundo es un lugar
complicado y que la actividad política consiste en abordar esa complejidad son idiotas o están a
sueldo de alguien. (...) Su estilo deja de lado cualquier clase de inteligencia retórica".
¿Cómo hemos pasado de los complejos discursos de Roosevelt o Churchill a las bravuconadas del
actual inquilino de la Casa Blanca? ¿Qué ha pasado entre Azaña y Abascal?
El estudio publicado en PNAS señala varios factores, principalmente la transformación de los medios
de comunicación (desde los discursos impresos en los periódicos a las stories de Instagram) y la
ampliación de la base de votantes con la incorporación de los jóvenes y las mujeres. "Es una
paradoja del éxito de la democracia que ocurre desde los tiempos de Platón", explica Steven Pinker
a Papel. "Los líderes políticos tienen que dirigirse a un grupo mayor de votantes cada vez y esto no
lleva a una mejora de la calidad de su comunicación, sino a una mayor simplicidad y emocionalidad.
Y esto no tiene nada que ver con sus habilidades comunicativas, sino a su necesidad de conseguir
votos".
ES UNA PARADOJA DEL ÉXITO DE LA DEMOCRAC IA.
LOS POLÍTICOS TIENEN QUE DIRIGIRSE A MÁS
VOTANTES Y ESTO NO L LEVA A UNA MEJOR
COMUNICACIÓN, SINO A UNA MAYOR SIMPLICID AD
Steven Pinker