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Apuntes docentes

La explicación en la Universidad..
Entre la tentación del reduccionismo y la pereza cognitiva.
Por Eduardo Marostica

“Los alumnos quieren todo ya” escucho afirmar a un colega. “Cada vez vienen con peor
formación y piensan que ésto es de un día para otros”

“Esto” es la universidad, una carrera de ingeniería, y la idea preformateada de cómo


“debería ser” un estudiante de ingeniería está bastante clara. Todos son bastante vagos, quieren todo
rápido y en la secundario no les enseñaron nada de lo que necesitan para estar a la altura de las
exigencias de una carrera de grado.

Al decir vagos, y todos, no estoy incurriendo en un microsexismo semántico, porque en este


deber ser del alumno futuro ingeniero no hay lugar para las mujeres. La ingeniería es una carrera de
hombres, carajo. Más allá de las estadísticas que desmienten estas ideas precámbricas, ya que
algunas carreras, como Química y Sistemas, las chicas participan en un 50% del alumnado.

El deber ser y el anhelo van reajustando sus diferencias año tras año. Cuando las sucesivas
decepciones y tropiezos (¿esperados’), refuerzan el pensamiento de mi compañero, que asegura, sin
medias tintas, que el estudiantado viene cada vez peor. El anhelo termina convirtiéndose en una
efímera quimera, irrealizable, la ingeniería es para otros y otras. ¿Discurso elitista? ¡Pero por favor!

Y hay más. Un bien preciado, como la autonomía de quien ingresa a la Universidad, se ve


asistida por padres y madres que ayudan a sus hijxs gestionando alguna excepcionalidad, un pedido
de regularidad, un ingreso fuera de fecha. Todxs somxs hijxs de la comodidad. Seguimos las leyes
del menor esfuerzo.

Pero vuelvo al primer párrafo, el querer todo ¡ya!, este síndrome posmoderno de la
inmediatez, ¿es patrimonio exclusivo de la juventud? ¿Qué significa para ellos y ellas la
ingeniería?, y más aún, qué significa una carrera de ingeniería? ¿Cuáles son sus expectativas? ¿Les
preguntamos claramente esos tópicos? Más bien creo que se les baja línea pero no se lxs escucha.

Una carrera de trote de 10km no es lo mismo que una de 21 km ni una de 42km. Y la


preparación para cada una de ellas es diferente. Pero hoy día cualquier curso que se da en la
facultad, por más que sea una capacitación genera la idea que mi nene va a ala Universidad. Ir a la
Universidad puede sostener un imaginario de ascenso social pero no por ello está accediendo al bien
de la educación superior. No puede aprehenderlo.

La ingeniería y las carreras de grado en general, para usar una metáfora gastronómica, se
cocinan a fuego lento, muy lento. La prueba está en que hay muchísimxs caídxs del sistema. Lxs
docentes para estas chicas y chicos son la continuidad del fracaso para quienes creían que la
ingeniería era otra cosa.

Un amigo se asombraba que un muchacho originario del noroeste argentino, un coya, se


hubiera graduado en el Instituto Balseiro. Claro, esas personas las vemos ofreciendo lechucitas de
barro, que les compramos dadivosamente mientras disfrutamos una cerveza. Tenemos la vista
acostumbrada a que esas personas viven demostrando lástima y no estudiando una ingeniería
nuclear y más aún graduándose. Tenemos prejuicios severos de cuán lejos pueden llegar . Muchas
veces, nuestras expectativas sobre ciertas personas, marcan su techo de posibilidades. Aunque el
sistema se empeñe en demostrarnos engañosamente a esos casos como cuando querés vos podés.
¿Y cuáles son nuestras expectativas para con nuestro alumnado?

Y acá aparece la explicación como un reduccionismo del acto de enseñar. La papilla


predigerida que la madre loba regurgita para que su cría, sin dientes, pueda alimentarse. Y muchos
docentes nos creemos que sin explicación no hay aprendizaje. Cuando Ranciere desnudó este mito
fundacional de la pedagogía cuando escribió sobre experiencia de Jacotot. Y la comodidad de que la
explicación docente ilumine las mentes de sus alumnxs, ahorrandoles el esfuerzo de entender por sí
mismos. ¿Es esa nuestra misión como docentes? ¿Y nuestrxs alumnxs esperan eso? Se juntarían así
el hambre y las ganas de cocinar. Y pienso que el reduccionismo de la explicación genera pereza
cognitiva. No aprendo sin explicación, supone un estudiante y el círculo se convierte en vicioso. Es
buen docente porque explica. Afirman y así se refuerza el mito.

La tentación del reduccionismo de la tarea docente está presente. Aliviar la tensión cognitiva
para que nuestro alumnado aprenda sólo genera acostumbramiento. En palabras de Paulo Freire, se
enseña a depender. Y de esa manera el pensamiento emancipador resulta, aunque parezca una
exageración, una deuda siempre presente.

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