COMUNICACIÓN 2
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MANUAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
GOBERNADORA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Lic. María Eugenia Vidal
SUBSECRETARIO DE EDUCACIÓN
Lic. Sergio Siciliano
PRESENTACIÓN
Este material que hoy llega a sus manos forma parte de una serie de módulos del Programa de
Educación a Distancia (Res. 106/18) de la Dirección de Educación de Adultos de la Provincia de Buenos
Aires. El mismo busca ampliar el acceso a la educación secundaria de aquellos jóvenes y adultos
mayores de 18 años que se encuentren imposibilitados de concurrir a nuestras escuelas.
La evolución de las tecnologías de la información y de la comunicación nos permite repensar el
modelo educativo de enseñanza-aprendizaje. El objetivo de la modalidad a distancia es superar las
limitaciones de tiempo y espacio de todos aquellos bonaerenses que quieran terminar sus estudios
secundarios. Este Programa tiene como propósito que los estudiantes puedan ingresar y egresar en
cualquier momento del año, avanzando según su propio ritmo y con la posibilidad de organizar su
trayecto formativo.
La Educación a Distancia es una herramienta que se suma a las ofertas de terminalidad secundaria
que ofrece la provincia de Buenos Aires en pos de alcanzar a aquellos que el sistema educativo no les
proponía una alternativa de estudio que no requiera concurrir a los servicios educativos presenciales
de tiempo completo y con desplazamiento diario.
Esta modalidad se caracteriza por la mediatización de la relación entre el docente y el estudiante, a
través de recursos de aprendizaje específicos que permiten la actividad autónoma de éstos.
Los estudiantes contarán así con el acompañamiento permanente de un profesor tutor a través de
los distintos recursos que ofrece el Campus Virtual (campusvirtualadultos.com.ar), y también en
instancias presenciales de encuentros individuales e intercambios abiertos grupales para compartir
intereses, preocupaciones, dudas, opiniones, explicaciones, materiales, etc.
Este material estará disponible tanto en formato digital como impreso, para que sin importar sus
posibilidades, los estudiantes tengan acceso al mismo. Completar sus estudios secundarios es,
fundamentalmente, dar un paso más en la construcción de su ciudadanía.
Bibliografía
LENGUA Y
COMUNICACIÓN 2
Introducción
En Lengua y Comunicación 1 pudimos acordar algunas cuestiones relacionadas con
la lengua y la literatura que es indispensable repasar antes de comenzar este nuevo
recorrido:
● El sistema lingüístico está constituido por signos que son arbitrarios: no existe una
razón que indique por qué determinada palabra nombra a un determinado objeto.
● Los usuarios aprendemos las relaciones existentes entre la lengua y lo que ella
nombra a través de nuestro intercambio social, nuestra negociación con el mundo y
sus palabras.
● Sólo porque circulan alrededor nuestro, podemos reconocer una gran cantidad de
textos, sabemos a qué práctica pertenecen, quiénes pueden ser sus productores, qué
significan, de qué manera y cómo los podemos usar. Es decir podemos determinar a
qué género discursivo pertenecen.
● Los diversos enunciados que recorren nuestras producciones orales y escritas están
inmersos en un gran entramado discursivo al que denominamos dialogismo.
● La noticia, la crónica, la nota de opinión y la divulgación científica son géneros
discursivos a los que relacionamos con la práctica periodística porque comparten el
tratamiento de determinados temas propios de esa actividad.
● Los textos organizan sus enunciados de manera bastante estable. La explicación y la
argumentación son modos (composición o estructura) de organizar lo que queremos
decir y algunos géneros discursivos como los textos científicos –en el primer caso- la
publicidad -en el segundo- suelen utilizarlas.
Lengua y Comunicación 2 veremos los siguientes contenidos:
LITERATURA:
Seguir un género: Planificar un proyecto personal de lecturas de un mismo género
(ciencia ficción, policial, terror, aventuras, etc.). Seleccionar las obras, organizar el tiempo
de lectura, decidir los propósitos del itinerario de lectura. Reconocer las características y
particularidades del género elegido, los autores representativos, la historia.
Utilizar las estrategias de lectura adecuadas a los propósitos específicos para el
abordaje de los diversos géneros literarios.
Leer textos de diferentes especies involucrados en el género. Organizar y prologar
antologías de obras del género elegido.
Ficción y no-ficción. El texto literario narrativo, el cuento de autor: realista y fantástico. Las
categorías del análisis literario. El matadero de Esteban Echeverría y el romanticismo.
Texto y contexto.
Seguir un autor: Planificar un proyecto personal de lecturas de textos de un mismo
autor. Dar cuenta de la representatividad cultural de dicho autor. Seleccionar las obras
a leer, organizar el tiempo de lectura, decidir los propósitos del itinerario de lectura.
Conocer la vida y obra del autor, y el contexto en el que vive y escribe. Leer textos
de diferentes especies escritor por el autor o vinculados con él. Organizar y prologar
compilaciones de obras del autor elegido.
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Reconocer las marcas de subjetividad y de objetividad: los propósitos en las distintas
situaciones de enunciación. Reflexionar acerca de los deícticos y sus efectos semánticos:
pronombres personales, demostrativos temporales y espaciales. Reflexionar acerca
del valor semántico de las diversas modalidades de la enunciación y del enunciado.
El uso de los tiempos verbales. Los conectores lógicos y temporales. Las secuencias
narrativas. Empleo los campos semánticos y sus efectos en el lector.
Escribir como lectores: comentar las obras, escribir reseñas, recomendar libros, etc.
Elaboración de la versión final adecuada a los marcos de circulación.
Esperamos que al finalizar ustedes puedan:
● Reconocer en la especificidad literaria la significación de los elementos de la
estructura narrativa: Narrador, tiempo y lugar-
● Reflexionar acerca de la incidencia de los elementos gramaticales en función del discurso.
● Comparar obras literarias con obras pertenecientes a otros lenguajes artísticos.
● Diferenciar las características propias de cada género literario para su posterior escritura.
● Escribir como lectores: comentar las obras, escribir reseñas, recomendar libros, etc.
● Leer, analizar y comprender textos conforme a su proyecto personal de lectura.
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UNIDAD 1 La construcción de una ficción
Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve
la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras
de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos,
cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que
los dioses me destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado; sin embargo, me siento
extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente
amenaza con ir más allá, hacia el otro.
No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos
cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores
estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas
de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme
mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se
elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo
abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro
poco menos que imposible de escalar.
Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido
a mis necesidades; sin embargo, no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna
cosa viviente salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera que me haya
cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una
persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para mí
no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de piedra cavadas en las
profundidades de los cimientos
Obras Completas H.P.Lovecraft. Buenos Aires, Diada, 2011
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» ACTIVIDAD 1
Después de leer el fragmento del cuento “El extraño” realicen la siguiente actividad:
a)Hay alguien que está contando una historia, ¿quién sería ese alguien? ¿Qué aspecto tendrá? ¿Podríamos
aventurar alguna edad, profesión, situación de vida, época desde la cual narra ese fragmento?
b)¿Quién está contando la historia se detiene en algunos aspectos de un lugar que le produce
determinadas sensaciones? Identifiquen cuáles de ellos están ligados a percepciones y sentimientos
que el narrador (así llamaremos a ese enunciador que cuenta la historia) enuncia abiertamente o
bien sugiere algunas sensaciones en su relato.
c)A partir de los aspectos que identificaron en b) pueden ir imaginando otros que no están dichos.
Describan cómo se imaginan la relación del narrador con la historia que cuenta. Utilicen la mayor
cantidad de características que puedan deducir e imaginar.
2. 1. Continuamos…
Continuamos con la
lectura del apunte
Ya podemos identificar algunos de los elementos que nos ayudan a
construir un texto de ficción: un narrador y unos hechos que ocurren en un
espacio y un tiempo determinados.
Seguramente lograron reconocer en la actividad pedida quién cuenta
la historia, esto es porque el fragmento leído tiene datos que permiten
reconstruirlo: referencias personales (“Tal es lo que los dioses me
destinaron… a mí”) o frases enteras que sirven para describirlo (“me siento
extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos
marchitos”), verbos que van relatando las acciones que realiza (“me aferro
con desesperación” “Debo haber vivido años en ese lugar”), y una ubicación
en un espacio determinado (“(…) que el castillo era infinitamente horrible”).
También vimos que en este texto de ficción el espacio no es solamente
un lugar, es decir, no hubiéramos obtenido grandes datos de quién era
el narrador, de qué le sucedía, con qué ánimo se encontraba si no fuera
porque existe una descripción de un espacio en el cual él se encuentra: no
dice solamente “ … el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos
oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas
y sombras”, sino que nos va describiendo más detalles de esa situación
específica, pero también sobre la angustia que transmite al estar solo y
oprimido en un ambiente horrorosamente detallado. Todos estos datos que
el narrador nos otorga forman parte de la construcción de lo que llamaremos
verosímil: este autor (H.P.Lovecraft) inventa un narrador- un ser extraño que
narra la angustia que siente ante su origen desconocido y el lugar que habita;
nos cuenta una historia, de tal manera que podemos introducirnos en ella,
imaginando aún más cosas que las que percibimos a simple vista: es decir,
Lovecraft además de crear al narrador, inventa también un mundo en el cual
el lugar específico, las sensaciones relacionadas con él que van apareciendo
se relacionan de una manera congruente, “encajan”, es decir este autor
construye un verosímil: un mundo que es creíble en esa narración. De eso
se trata el pacto de lectura referido anteriormente: encontrar un verosímil,
una historia creíble, en el texto literario que estamos leyendo.
En esta narración, todos los datos que forman parte de su verosimilitud se
relacionan con el espanto y el terror, género literario en el que se destacó el
escritor H.P. Lovecraft.
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» ACTIVIDAD 2
Ustedes también pueden tomar el rol de escritores. Como dijimos, los escritores no “sacan de la nada” sus
narraciones, sus verosímiles. Entonces, como primer trabajo de escritura de ficción, realizarán lo siguiente:
a)Recuerden algún lugar de la infancia, de la adolescencia, de la actualidad, que les parezca
interesante ya sea porque se tejieron historias barriales alrededor de él, porque allí les sucedieron
hechos agradables o desagradables, o simplemente porque por algún motivo aún lo tienen presente
en su memoria. Si no recuerdan ningún espacio significativo, pueden inventar alguno (de hecho eso
es lo que hacen los escritores).
Para la realización de esta situación de escritura, deberán además inventar un narrador que describa
ese espacio elegido con el mayor lujo de detalles posible, tratando al mismo tiempo de mostrar las
sensaciones que ese lugar les produce. Para poder construir ese narrador la sugerencia es que
describan el lugar como si fueran otra persona: un anciano, una niña, un ama de casa, un maestro,
etc. Esto los ayudará a tomar distancia del espacio real (o no) recordado para ir construyendo un
mundo posible ficcional.
2. 2. Para tener en cuenta
Continuamos con la
lectura del apunte Una vez realizada la actividad 2, lo que habrán obtenido es la narración de
una introducción a la manera del cuento de Lovecraft, en la cual habrán dado
pistas sobre quién es el narrador y cómo es el espacio en el que ocurrirán
los hechos que podrían ocurrir más adelante (los cuales también formarán
parte de una invención).
Resumiendo, a partir de la producción escrita que realizaron pudieron
reconocer que la categoría escritor –ustedes- no es lo mismo que la categoría
narrador - el que cuenta desde su punto de vista algo -. Además esta actividad
ayudó a evidenciar que al narrar un “lugar” - como el que ustedes recordaron
a través de su narrador - puede construirse como un espacio significativo
para los personajes en la medida que lo detallado describa sus sensaciones.
Vamos a continuar con la lectura de un fragmento del cuento “Agosto de 2026: Vendrán lluvias
suaves” del escritor norteamericano Ray Bradbury:
La voz del reloj cantó en la sala: tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete, como si
temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo y repitiendo
llamadas en el vacío. Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!
En la cocina el horno del desayuno emitió un seseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho tostadas
perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de jamón, dos tazas de café y dos vasos de
leche fresca.
–Hoy es cuatro de agosto de dos mil veintiséis –dijo una voz desde el techo de la cocina– en la ciudad de
Allendale, California. –Repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara–. Hoy es el cumpleaños
del señor Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del seguro y
también las cuentas de agua, gas y electricidad.
En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se deslizaron
bajo ojos eléctricos.
Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno! Pero
las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones de goma. Llovía
afuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: Lluvia, lluvia, aléjate... zapatones,
impermeables, hoy… Y la lluvia resonó golpeteando la casa vacía.
Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó la puerta, y descubrió un coche con el motor en marcha.
Después de una larga espera, la puerta descendió otra vez.
A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio
los echó en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta de metal que
después de digerirlos los llevó al océano distante. Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y
emergieron secos y relucientes.
Las nueve y cuarto, cantó el reloj, la hora de la limpieza.
Ray Bradbury, Crónicas marcianas, Buenos Aires, Minotauro, 1980, pp. 226-233.
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» ACTIVIDAD 3
Después de la lectura del fragmento del cuento “Agosto de 2026: Vendrán lluvias suaves”, responder
los siguientes interrogantes:
a)¿¿De qué manera ha construido Bradbury el espacio en su narración, con qué elementos? ¿Cómo
es su narrador? ¿Qué palabras o frases descriptivas ayudan a reconocerlo?
b)¿Cuál o cuáles son los elementos que les parecen más importantes en la construcción del
verosímil de esta narración?
c)¿Qué relaciones podrían establecer con el cuento de Lovecraft? ¿Qué es lo más significativo en
cada relato: el tiempo, la descripción?
2. 4. Recapitulando
Continuamos con la
lectura del apunte
No todas las ficciones construyen su verosímil utilizando el tiempo de una
manera tan evidente como en el texto de Bradbury, en el que esta categoría
literaria aparece exageradamente marcada. Sin embargo, tiempo y espacio
son dos elementos indispensables a la hora de construir la verosimilitud
de un relato porque si un texto de ficción ha de ser creíble dentro de ese
mundo posible construido, dentro de su verosímil, son dos elementos que
no pueden dejarse de lado.
Retomemos un poco el fragmento de Lovecraft para corroborar esto. Allí
decía: “(…) recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos
volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales
y grotescos, cargados de enredaderas (…)” Esta expresión, si bien no tiene
la exactitud de reloj del cuento de Bradbury, sí proporciona una mínima
ubicación temporal, y es este dato el que usa el autor para dar sentido a los
hechos narrados.
Volvamos a la pregunta que guía esta Clase: ¿Cómo construimos un texto de
ficción? A esta altura ya estamos en condiciones de afirmar que necesitamos
de una invención que nos ayude a buscar en nuestra memoria temas que
“digan” algo para nuestros lectores; también de una selección de frases y
palabras que construyan los sentidos de lo que queremos contar, y finalmente
organizar todo ello es decir disponer todos estos datos en un escrito.
A estos tres momentos, que son válidos para cualquier género discursivo,
agregamos que un texto de ficción, un texto literario, construye un verosímil
y para ello necesita de un narrador que relate los hechos en un tiempo y un
espacio significativos.
Además, las distintas maneras que tienen Lovecraft y Bradbury de construir
sus verosímiles tienen que ver también con que pertenecen a géneros
discursivos literarios diferentes. Recuerden que los géneros discursivos
-aunque no pueden clasificarse con exactitud- suelen reconocerse porque
son relativamente estables en el sentido de que comparten algunos rasgos
comunes. En este caso, los rasgos comunes serían: ambos textos son de
ficción, es decir, literarios; también ambos son cuentos, es decir, narraciones
breves. La diferencia de género tiene que ver con que el tema que tratan impone
una elección de frases y una forma de disponerlas en sus escritos totalmente
diferentes diferentes : el cuento de Lovecraft suele ubicarse dentro del género
de terror, y el de Bradbury, dentro del género ciencia ficción; el espacio y el
tiempo del primero nos acercan más a un mundo misterioso y el espacio y
el tiempo en el cuento de Bradbury nos arrojan a un hipotético futuro. Estos
dos elementos, trabajados en forma diferencial, hacen que un cuento pueda
ubicarse como más cercano a un género determinado que a otro.
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3. Algunas cuestiones que ayudan a escribir:
recursos de cohesión
Cuando escribimos debemos hacer elecciones que se relacionan con lo
que queremos decir; nos sucede a todos que es inevitable: esas decisiones
también hablan de nosotros y de nuestra relación con las palabras.
En esas determinaciones utilizamos los términos que nos parecen más
significativos y nos agradan mucho. A veces sucede que, nos parecen
tan representativos que, en esa práctica especial que es la escritura, los
repetimos muchas veces; posiblemente porque creemos que así quedará más
claro aquello que queremos expresar. En realidad esto revela un problema;
normalmente la reiteración de palabras aparece cuando hablamos ya que es
una característica de la oralidad porque es habitual que al hablar repitamos los
vocablos como un intento de fijar algo importante en medio de la conversación
que estamos entablando.
Sin embargo, decimos que en la escritura es un inconveniente,
fundamentalmente para quienes tienen que leer lo que escribimos; porque la
repetición excesiva aporta confusión a los textos. No es fácil asignarle un sentido
a una escritura que no soluciona sus repeticiones porque, paradójicamente,
se pierde el referente; es decir aquello de lo que hablamos.
Por ejemplo:
No sé dónde nací, salvo que el castillo doce nací era infinitamente horrible,
un castillo lleno de pasadizos horribles y con altos y horribles cielos rasos
donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras horribles. Las piedras de
los agrietados pasadizos del castillo estaban siempre horriblemente húmedas
y con telarañas también húmedas.
Ya se habrán dado cuenta de que el escrito anterior es una reformulación del
fragmento del cuento El extraño. Si Lovecraft hubiera escrito de esta manera,
sin tener en cuenta la repetición de palabras, nos hubiera resultado muy difícil
construir los sentidos que están en el original porque los mismos términos
escritos una y otra vez nos hubieran complicado la lectura. Para solucionar
estas complicaciones la gramática ofrece, una vez más, su ayuda: los recursos
de cohesión.
Sustitución léxica
El sistema de la lengua nos permite el cambio de una palabra (referente)
por otra con un significado similar dentro del texto. Este procedimiento: se
llama sustitución léxica y se puede realizar con diferentes recursos:
●A través de la sinonimia: podemos sustituir las palabras por sinónimos;
es decir términos que comparten igualdad de significados dentro del
texto que escribimos.
“No sé dónde nací, salvo que el castillo doce nací era infinitamente horrible,
(…) lleno de pasadizos oscuros” (El extraño).
Si bien el término oscuro no es un reemplazo exacto de la palabra referente
horrible dentro del cuento, la sustituye con el mismo sentido.
●A través de la pronominalización: los pronombres resultan muy efectivos
para sustituir palabras porque no tienen un significado concreto y esto
nos permite utilizarlo en el reemplazo de cualquier término. Algunos
pronombres útiles: él, nosotros, ellos, lo, la, le, este, aquella, esa, los.
“A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras
como piedras. Un brazo de aluminio los echó en el vertedero (…)” (Vendrán
lluvias suaves”).
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“Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto
y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella
por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar” (El extraño).
En el primer ejemplo el pronombre los evita la repetición de los referentes
huevos y tostada.
En el segundo la palabra torre es sustituida por el pronombre ella.
●Por medio de la paráfrasis: cuando ya no nos quedan sinónimos o
cuando no los encontramos, podemos utilizar frases que tienen el mismo
significado que las palabras sustituidas.
“En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja (…)” (Vendrán
lluvias suaves”).
En la elección de palabras que Bradbury tuvo que realizar en la construcción
de su verosímil, el término referente reloj es sustituido por una frase que
retoma su significado: caja del tiempo.
●Por último encontramos como un recurso de sustitución un procedimiento
llamado elipsis: En la elipsis no hay sustitución de palabras, la repetición
se evita por la omisión del término de referencia, podemos recomponer
su significado por la cercanía de ese referente dentro del texto.
“Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó la puerta, y descubrió un
coche con el motor en marcha” (Vendrán lluvias suaves”).
La palabra garaje aparece sólo una vez en la oración. Sin embargo, su
correcta omisión antes de los verbos levantó y descubrió, no es problemática
porque recuperamos su presencia en el texto ya que se encuentra referida al
principio del enunciado.
Ahora bien, seguramente habrán notado que en los dos cuentos aparecen
algunas palabras repetidas lo cual entraría en contradicción con lo que
estamos aprendiendo en esta Clase.
La cuestión es que este tipo de repetición no está vista como un “problema
de escritura que produce confusión”. Todo lo contrario, en literatura la
repetición de algunas palabras es un procedimiento literario mediante el cual
el escritor al disponer las mismas determinadas palabras dentro de su texto,
está interesado en que produzcan sentidos importantes dentro de la historia.
Llovía afuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja:
Lluvia, lluvia, aléjate... zapatones, impermeables, hoy… Y la lluvia resonó
golpeteando la casa vacía.
ACTIVIDAD 5
Esta actividad propone continuar con su rol de escritores. Como tales, entonces, tendrán que
revisar y reescribir, si es necesario, el texto que produjeron en la actividad 2 en la que inventaron
un narrador y construyeron un espacio.
Los escritores revisan sus textos antes de considerarlos finalizados, es una tarea necesaria en la
que la sistematización de la lengua toma importancia.
Además de fijarse cómo utilizaron el tiempo para construir el verosímil; qué datos temporales
incorporaron que no sólo sean un adorno sino que constituyan algo significativo para lo que están
narrando, van a tener que controlar que “problemas de repetición” presentan en sus escritos y
corregirlos de acuerdo a los recursos de sustitución que estuvieron aprendiendo en la unidad 1.
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a DISTANCIA
Continuamos con la
4. Taller de lectura
lectura del apunte
En este espacio proponemos la lectura de un cuento del escritor argentino
Julio Cortázar, a quien ya conocimos en Lengua y Comunicación 1 por su texto
La inmiscusión terrupta. Las categorías narrativas que vimos en esta clase
(narrador, tiempo y espacio) aparecen dispuestas de un modo especial en
esta historia.
» ACTIVIDAD 6
Después de la lectura del cuento La noche boca arriba analicen:
●¿En cuántos espacios transcurren los hechos?
●¿Qué sucede con el tiempo narrativo?
●¿En qué situaciones los personajes viven hechos similares?
●¿Qué significado pueden atribuirle al final de la historia?
●¿Qué características del boom latinamericano se presentan en este cuento?
Si el tema les gustó, pueden conocer más ingresando a la página que se encuentra
a continuación.
RECOMENDADO
VIDEO
Los cortos fílmicos son también géneros discursivos en los que sus autores suelen versionar
textos literarios. Los invitamos a disfrutar los siguientes videos en los que con estilos diferentes se
reproducen los cuentos leídos. Con toda seguridad observarán nuevos modos de decir lo mismo.
El extraño
https://www.youtube.com/embed/sNX_dLeBKos?rel=0&controls=0&showinfo=0
Vendrán lluvias suaves
https://www.youtube.com/embed/53u4iD_Tkgc?rel=0&controls=0&showinfo=0
La noche boca arriba
https://www.youtube.com/embed/bCLtddjsU6c?rel=0&controls=0&showinfo=0
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H. P. Lovecraft, El extraño
Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel
que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones
y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles
descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus
ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el
arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos
recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir más allá, hacia el otro.
No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con
altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados
corredores estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como
de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y
quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles
arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el
ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella
por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.
Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber
atendido a mis necesidades; sin embargo, no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni
ninguna cosa viviente salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera
que me haya cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación
mental de una persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como
el castillo. Para mí no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas
de piedra cavadas en las profundidades de los cimientos. En mi fantasía asociaba estas cosas con los
hechos cotidianos y los hallaba más reales que las figuras en colores de seres vivos que veía en muchos
libros mohosos. En esos libros aprendí todo lo que sé. Maestro alguno me urgió o me guió, y no recuerdo
haber escuchado en todos esos años voces humanas…, ni siquiera la mía; ya que, si bien había leído
acerca de la palabra hablada nunca se me ocurrió hablar en voz alta. Mi aspecto era asimismo una
cuestión ajena a mi mente, ya que no había espejos en el castillo y me limitaba, por instinto, a verme
como un semejante de las figuras juveniles que veía dibujadas o pintadas en los libros. Tenía conciencia
de la juventud a causa de lo poco que recordaba.
Afuera, tendido en el pútrido foso, bajo los árboles tenebrosos y mudos, solía pasarme horas enteras
soñando lo que había leído en los libros; añoraba verme entre gentes alegres, en el mundo soleado
allende de la floresta interminable. Una vez traté de escapar del bosque, pero a medida que me alejaba
del castillo las sombras se hacían más densas y el aire más impregnado de crecientes temores, de
modo que eché a correr frenéticamente por el camino andado, no fuera a extraviarme en un laberinto
de lúgubre silencio.
Y así, a través de crepúsculos sin fin, soñaba y esperaba, aún cuando no supiera qué. Hasta que en mi
negra soledad, el deseo de luz se hizo tan frenético que ya no pude permanecer inactivo y mis manos
suplicantes se elevaron hacia esa única torre en ruinas que por encima de la arboleda se hundía en el
cielo exterior e ignoto. Y por fin resolví escalar la torre, aunque me cayera; ya que mejor era vislumbrar
un instante el cielo y perecer, que vivir sin haber contemplado jamás el día.
A la húmeda luz crepuscular subí los vetustos peldaños de piedra hasta llegar al nivel donde se
interrumpían, y de allí en adelante, trepando por pequeñas entrantes donde apenas cabía un pie, seguí
mi peligrosa ascensión. Horrendo y pavoroso era aquel cilindro rocoso, inerte y sin peldaños; negro,
ruinoso y solitario, siniestro con su mudo aleteo de espantados murciélagos. Pero más horrenda aún
era la lentitud de mi avance, ya que por más que trepase, las tinieblas que me envolvían no se disipaban
y un frío nuevo, como de moho venerable y embrujado, me invadió. Tiritando de frío me preguntaba por
qué no llegaba a la claridad, y, de haberme atrevido, habría mirado hacia abajo. Se me antojó que la
noche había caído de pronto sobre mí y en vano tanteé con la mano libre en busca del antepecho de
alguna ventana por la cual espiar hacia afuera y arriba y calcular a qué altura me encontraba.
De pronto, al cabo de una interminable y espantosa ascensión a ciegas por aquel precipicio cóncavo y
desesperado, sentí que la cabeza tocaba algo sólido; supe entonces que debía haber ganado la terraza o,
cuando menos, alguna clase de piso. Alcé la mano libre y, en la oscuridad, palpé un obstáculo, descubriendo
que era de piedra e inamovible. Luego vino un mortal rodeo a la torre, aferrándome de cualquier soporte
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que su viscosa pared pudiera ofrecer; hasta que finalmente mi mano, tanteando siempre, halló un punto
donde la valla cedía y reanudé la marcha hacia arriba, empujando la losa o puerta con la cabeza, ya que
utilizaba ambas manos en mi cauteloso avance. Arriba no apareció luz alguna y, a medida que mis manos
iban más y más alto, supe que por el momento mi ascensión había terminado, ya que la puerta daba a
una abertura que conducía a una superficie plana de piedra, de mayor circunferencia que la torre inferior,
sin duda el piso de alguna elevada y espaciosa cámara de observación. Me deslicé sigilosamente por
el recinto tratando que la pesada losa no volviera a su lugar, pero fracasé en mi intento. Mientras yacía
exhausto sobre el piso de piedra, oí el alucinante eco de su caída, pero con todo tuve la esperanza de
volver a levantarla cuando fuese necesario.
Creyéndome ya a una altura prodigiosa, muy por encima de las odiadas ramas del bosque, me incorporé
fatigosamente y tanteé la pared en busca de alguna ventana que me permitiese mirar por vez primera
el cielo y esa luna y esas estrellas sobre las que había leído. Pero ambas manos me decepcionaron, ya
que todo cuanto hallé fueron amplias estanterías de mármol cubiertas de aborrecibles cajas oblongas
de inquietante dimensión. Más reflexionaba y más me preguntaba qué extraños secretos podía albergar
aquel alto recinto construido a tan inmensa distancia del castillo subyacente. De pronto mis manos
tropezaron inesperadamente con el marco de una puerta, del cual colgaba una plancha de piedra de
superficie rugosa a causa de las extrañas incisiones que la cubrían. La puerta estaba cerrada, pero
haciendo un supremo esfuerzo superé todos los obstáculos y la abrí hacia adentro. Hecho esto, me
invadió el éxtasis más puro jamás conocido; a través de una ornamentada verja de hierro, y en el
extremo de una corta escalinata de piedra que ascendía desde la puerta recién descubierta, brillando
plácidamente en todo su esplendor estaba la luna llena, a la que nunca había visto antes, salvo en
sueños y en vagas visiones que no me atrevía a llamar recuerdos.
Seguro ahora de que había alcanzado la cima del castillo, subí rápidamente los pocos peldaños que
me separaban de la verja; pero en eso una nube tapó la luna haciéndome tropezar, y en la oscuridad
tuve que avanzar con mayor lentitud. Estaba todavía muy oscuro cuando llegué a la verja, que hallé
abierta tras un cuidadoso examen pero que no quise trasponer por temor a precipitarme desde la
increíble altura que había alcanzado. Luego volvió a salir la luna.
De todos los impactos imaginables, ninguno tan demoníaco como el de lo insondable y grotescamente
inconcebible. Nada de lo soportado antes podía compararse al terror de lo que ahora estaba viendo;
de las extraordinarias maravillas que el espectáculo implicaba. El panorama en sí era tan simple
como asombroso, ya que consistía meramente en esto: en lugar de una impresionante perspectiva
de copas de árboles vistas desde una altura imponente, se extendía a mi alrededor, al mismo nivel
de la verja, nada menos que la tierra firme, separada en compartimentos diversos por medio de lajas
de mármol y columnas, y sombreada por una antigua iglesia de piedra cuyo devastado capitel brillaba
fantasmagóricamente a la luz de la luna.
Medio inconsciente, abrí la verja y avancé bamboleándome por la senda de grava blanca que se
extendía en dos direcciones. Por aturdida y caótica que estuviera mi mente, persistía en ella ese frenético
anhelo de luz; ni siquiera el pasmoso descubrimiento de momentos antes podía detenerme. No sabía,
ni me importaba, si mi experiencia era locura, enajenación o magia, pero estaba resuelto a ir en pos
de luminosidad y alegría a toda costa. No sabía quién o qué era yo, ni cuáles podían ser mi ámbito y
mis circunstancias; sin embargo, a medida que proseguía mi tambaleante marcha, se insinuaba en
mí una especie de tímido recuerdo latente que hacía mi avance no del todo fortuito, sin rumbo fijo por
campo abierto; unas veces sin perder de vista el camino, otras abandonándolo para internarme, lleno
de curiosidad, por praderas en las que sólo alguna ruina ocasional revelaba la presencia, en tiempos
remotos, de una senda olvidada. En un momento dado tuve que cruzar a nado un rápido río cuyos
restos de mampostería agrietada y mohosa hablaban de un puente mucho tiempo atrás desaparecido.
Habían transcurrido más de dos horas cuando llegué a lo que aparentemente era mi meta: un
venerable castillo cubierto de hiedras, enclavado en un gran parque de espesa arboleda, de alucinante
familiaridad para mí, y sin embargo lleno de intrigantes novedades. Vi que el foso había sido rellenado
y que varias de las torres que yo bien conocía estaban demolidas, al mismo tiempo que se erguían
nuevas alas que confundían al espectador. Pero lo que observé con el máximo interés y deleite fueron
las ventanas abiertas, inundadas de esplendorosa claridad y que enviaban al exterior ecos de la más
alegre de las francachelas. Adelantándome hacia una de ellas, miré al interior y vi un grupo de personas
extrañamente vestidas, que departían entre sí con gran jarana. Como jamás había oído la voz humana,
apenas sí podía adivinar vagamente lo que decían. Algunas caras tenían expresiones que despertaban
en mí remotísimos recuerdos; otras me eran absolutamente ajenas.
EDUCACIÓN LENGUA 2
13
a DISTANCIA
Salté por la ventana y me introduje en la habitación, brillantemente iluminada, a la vez que mi mente
saltaba del único instante de esperanza al más negro de los desalientos. La pesadilla no tardó en venir,
ya que, no bien entré, se produjo una de las más aterradoras reacciones que hubiera podido concebir.
No había terminado de cruzar el umbral cuando cundió entre todos los presentes un inesperado y súbito
pavor, de horrible intensidad, que distorsionaba los rostros y arrancaba de todas las gargantas los
chillidos más espantosos. El desbande fue general, y en medio del griterío y del pánico varios sufrieron
desmayos, siendo arrastrados por los que huían enloquecidos. Muchos se taparon los ojos con las
manos y corrían a ciegas llevándose todo por delante, derribando los muebles y dándose contra las
paredes en su desesperado intento de ganar alguna de las numerosas puertas.
Solo y aturdido en el brillante recinto, escuchando los ecos cada vez más apagados de aquellos
espeluznantes gritos, comencé a temblar pensando qué podía ser aquello que me acechaba sin que yo
lo viera. A primera vista el lugar parecía vacío, pero cuando me dirigí a una de las alcobas creí detectar
una presencia… un amago de movimiento del otro lado del arco dorado que conducía a otra habitación,
similar a la primera. A medida que me aproximaba a la arcada comencé a percibir la presencia con
más nitidez; y luego, con el primero y último sonido que jamás emití -un aullido horrendo que me
repugnó casi tanto como su morbosa causa-, contemplé en toda su horrible intensidad el inconcebible,
indescriptible, inenarrable monstruo que, por obra de su mera aparición, había convertido una alegre
reunión en una horda de delirantes fugitivos.
No puedo siquiera decir aproximadamente a qué se parecía, pues era un compuesto de todo lo que es
impuro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Era una fantasmagórica sombra de podredumbre,
decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de algo que la
tierra misericordiosa debería ocultar por siempre jamás. Dios sabe que no era de este mundo -o al
menos había dejado de serlo-, y, sin embargo, con enorme horror de mi parte, pude ver en sus rasgos
carcomidos, con huesos que se entreveían, una repulsiva y lejana reminiscencia de formas humanas; y
en sus enmohecidas y destrozadas ropas, una indecible cualidad que me estremecía más aún.
Estaba casi paralizado, pero no tanto como para no hacer un débil esfuerzo hacia la salvación: un
tropezón hacia atrás que no pudo romper el hechizo en que me tenía apresado el monstruo sin voz y
sin nombre. Mis ojos, embrujados por aquellos asqueantes ojos vítreos que los miraba fijamente, se
negaban a cerrarse, si bien el terrible objeto, tras el primer impacto, se veía ahora más confuso. Traté
de levantar la mano y disipar la visión, pero estaba tan anonadado que el brazo no respondió por entero
a mi voluntad. Sin embargo, el intento fue suficiente como para alterar mi equilibrio y, bamboleándome,
di unos pasos hacia adelante para no caer. Al hacerlo adquirí de pronto la angustiosa noción de la
proximidad de la cosa, cuya inmunda respiración tenía casi la impresión de oír. Poco menos que
enloquecido, pude no obstante adelantar una mano para detener a la fétida imagen, que se acercaba
más y más, cuando de pronto mis dedos tocaron la extremidad putrefacta que el monstruo extendía por
debajo del arco dorado.
No chillé, pero todos los satánicos vampiros que cabalgan en el viento de la noche lo hicieron por mí,
a la vez que dejaron caer en mi mente una avalancha de anonadantes recuerdos.
Supe en ese mismo instante todo lo ocurrido; recordé hasta más allá del terrorífico castillo y sus
árboles; reconocí el edificio en el cual me hallaba; reconocí, lo más terrible, la impía abominación que
se erguía ante mí, mirándome de soslayo mientras apartaba de los suyos mis dedos manchados.
Pero en el cosmos existe el bálsamo además de la amargura, y ese bálsamo es el olvido. En el supremo
horror de ese instante olvidé lo que me había espantado y el estallido del recuerdo se desvaneció en un
caos de reiteradas imágenes. Como entre sueños, salí de aquel edificio fantasmal y execrado y eché a
correr rauda y silenciosamente a la luz de la luna. Cuando retorné al mausoleo de mármol y descendí los
peldaños, encontré que no podía mover la trampa de piedra; pero no lo lamenté, ya que había llegado a
odiar el viejo castillo y sus árboles. Ahora cabalgo junto a los fantasmas, burlones y cordiales, al viento
de la noche, y durante el día juego entre las catacumbas de Nefre-Ka, en el recóndito y desconocido
valle de Hadoth, a orillas del Nilo. Sé que la luz no es para mí, salvo la luz de la luna sobre las tumbas de
roca de Neb, como tampoco es para mí la alegría, salvo las innominadas fiestas de Nitokris bajo la Gran
Pirámide; y, sin embargo, en mi nueva y salvaje libertad agradezco casi la amargura de la alienación.
Pues aunque el olvido me ha dado la calma, no por eso ignoro que soy un extranjero; un extraño a
este siglo y a todos los que aún son hombres. Esto es lo que supe desde que extendí mis dedos hacia
esa cosa abominable surgida en aquel gran marco dorado; desde que extendí mis dedos y toqué la fría
e inexorable superficie del pulido espejo.
FIN
LENGUA 2 EDUCACIÓN
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a DISTANCIA
Ray Bradbury, Vendrán lluvias suaves
La voz del reloj cantó en la sala:
–Tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete.
Como si temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando,
repitiendo y repitiendo llamadas en el vacío.
–Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!
En la cocina el horno del desayuno emitió un siseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho
tostadas perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de tocineta, dos tazas de café
y dos vasos de leche fresca.
-Hoy es 4 de agosto de 2026 -dijo una voz desde el techo de la cocina- en la ciudad de Allendale,
California -repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara-. Hoy es el cumpleaños del
señor Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del
seguro y también las cuentas de agua, gas y electricidad.
En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se
deslizaron bajo ojos eléctricos.
-Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno!
Pero las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones
de goma. Llovía fuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: “Lluvia, lluvia,
aléjate… zapatones, impermeables, hoy.”.
Y la lluvia resonó golpeteando la casa vacía. Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó
la puerta y descubrió un coche con el motor en marcha. Después de una larga espera, la puerta
descendió otra vez.
A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de
aluminio los echó en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta
de metal que después de digerirlos los llevó al océano distante.
Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron secos y relucientes.
“Las nueve y cuarto”, cantó el reloj, “la hora de la limpieza”.
De las guaridas de los muros, salieron disparados los ratones mecánicos. Las habitaciones se
poblaron de animalitos de limpieza, todos goma y metal. Tropezaron con las sillas moviendo en
círculos los abigotados patines, frotando las alfombras y aspirando delicadamente el polvo oculto.
Luego, como invasores misteriosos, volvieron de sopetón a las cuevas. Los rosados ojos eléctricos
se apagaron. La casa estaba limpia.
Las diez. El sol asomó por detrás de la lluvia. La casa se alzaba en una ciudad de escombros
y cenizas. Era la única que quedaba en pie. De noche, la ciudad en ruinas emitía un resplandor
radiactivo que podía verse desde kilómetros a la redonda.
Las diez y cuarto. Los surtidores del jardín giraron en fuentes doradas llenando el aire de la mañana
con rocíos de luz. El agua golpeó las ventanas de vidrio y descendió por las paredes carbonizadas
del oeste, donde un fuego había quitado la pintura blanca. La fachada del oeste era negra, salvo
en cinco sitios. Aquí la silueta pintada de blanco de un hombre que regaba el césped. Allí, como en
una fotografía, una mujer agachada recogía unas flores. Un poco más lejos -las imágenes grabadas
en la madera en un instante titánico-, un niño con las manos levantadas; más arriba, la imagen de
una pelota en el aire, y frente al niño, una niña, con las manos en alto, preparada para atrapar una
pelota que nunca acabó de caer. Quedaban esas cinco manchas de pintura: el hombre, la mujer,
los niños, la pelota. El resto era una fina capa de carbón. La lluvia suave de los surtidores cubrió el
jardín con una luz en cascadas.
Hasta este día, qué bien había guardado la casa su propia paz. Con qué cuidado había preguntado:
“¿Quién está ahí? ¿Cuál es el santo y seña?”, y como los zorros solitarios y los gatos plañideros no
le respondieron, había cerrado herméticamente persianas y puertas, con unas precauciones de
solterona que bordeaban la paranoia mecánica.
Cualquier sonido la estremecía. Si un gorrión rozaba los vidrios, la persiana chasqueaba y el
pájaro huía, sobresaltado. No, ni siquiera un pájaro podía tocar la casa.
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a DISTANCIA
La casa era un altar con diez mil acólitos, grandes, pequeños, serviciales, atentos, en coros. Pero
los dioses habían desaparecido y los ritos continuaban insensatos e inútiles.
El mediodía.
Un perro aulló, temblando, en el balcón.
La puerta de la calle reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, en otro tiempo grande y gordo,
ahora huesudo y cubierto de llagas, entró y se movió por la casa dejando huellas de lodo. Detrás de
él zumbaron unos ratones irritados, irritados por tener que limpiar el lodo, irritados por la molestia.
Pues ni el fragmento de una hoja se escurría por debajo de la puerta sin que los paneles de los
muros se abrieran y los ratones de cobre salieran como rayos. El polvo, el pelo o el papel ofensivos,
hechos trizas por unas diminutas mandíbulas de acero, desaparecían en las guaridas. De allí unos
tubos los llevaban al sótano, y eran arrojados a la boca siseante de un incinerador que aguardaba
en un rincón oscuro como un Baal maligno.
El perro corrió escaleras arriba y aulló histéricamente, ante todas las puertas, hasta que al fin
comprendió, como ya comprendía la casa, que allí no había más que silencio.
Olfateó el aire y arañó la puerta de la cocina. Detrás de la puerta el horno preparaba unos
panqueques que llenaban la casa con aroma de jarabe de arce. El perro, tendido ante la puerta,
olfateaba con los ojos encendidos y el hocico espumoso. De pronto, echó a correr locamente en
círculos, mordiéndose la cola, y cayó muerto. Durante una hora estuvo tendido en la sala.
Las dos, cantó una voz.
Los regimientos de ratones advirtieron al fin el olor casi imperceptible de la descomposición, y
salieron murmurando suavemente como hojas grises arrastradas por un viento eléctrico.
Las dos y cuarto.
El perro había desaparecido.
En el sótano, el incinerador se iluminó de pronto y un remolino de chispas subió por la chimenea.
Las dos y treinta y cinco.
Unas mesas de bridge surgieron de las paredes del patio. Los naipes revolotearon sobre el tapete
en una lluvia de figuras. En un banco de roble aparecieron martinis y sándwiches de ensalada de
huevo. Sonó una música.
Pero en las mesas silenciosas nadie tocaba las cartas.
A las cuatro, las mesas se plegaron como grandes mariposas y volvieron a los muros.
Las cuatro y media.
Las paredes del cuarto de los niños resplandecieron de pronto.
Aparecieron animales: jirafas amarillas, leones azules, antílopes rosados, panteras lilas que
retozaban en una sustancia de cristal. Las paredes eran de vidrio y mostraban colores y escenas de
fantasía. Unas películas ocultas pasaban por unos piñones bien aceitados y animaban las paredes.
El piso del cuarto imitaba un ondulante campo de cereales. Por él corrían escarabajos de aluminio
y grillos de hierro, y en el aire caluroso y tranquilo unas mariposas de gasa rosada revoloteaban
sobre un punzante aroma de huellas animales. Había un zumbido como de abejas amarillas dentro
de fuelles oscuros, y el perezoso ronroneo de un león. Y había un galope de okapis y el murmullo
de una fresca lluvia selvática que caía como otros casos, sobre el pasto almidonado por el viento.
De pronto las paredes se disolvieron en llanuras de hierbas abrasadas, kilómetro tras kilómetro,
y en un cielo interminable y cálido. Los animales se retiraron a las malezas y los manantiales.
Era la hora de los niños.
Las cinco. La bañera se llenó de agua clara y caliente.
Las seis, las siete, las ocho. Los platos aparecieron y desaparecieron, como manipulados por
un mago, y en la biblioteca se oyó un clic. En la mesita de metal, frente al hogar donde ardía
animadamente el fuego, brotó un cigarro humeante, con media pulgada de ceniza blanda y gris.
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a DISTANCIA
Las nueve. En las camas se encendieron los ocultos circuitos eléctricos, pues las noches eran frescas
aquí.
Las nueve y cinco. Una voz habló desde el techo de la biblioteca.
-Señora McClellan, ¿qué poema le gustaría escuchar esta noche?
La casa estaba en silencio.
-Ya que no indica lo que prefiere -dijo la voz al fin-, elegiré un poema cualquiera.
Una suave música se alzó como fondo de la voz.
-Sara Teasdale. Su autor favorito, me parece…
Vendrán lluvias suaves y olores de tierra,
y golondrinas que girarán con brillante sonido;
y ranas que cantarán de noche en los estanques
y ciruelos de tembloroso blanco
y petirrojos que vestirán plumas de fuego
y silbarán en los alambres de las cercas;
y nadie sabrá nada de la guerra,
a nadie le interesará que haya terminado.
A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles,
si la humanidad se destruye totalmente;
y la misma primavera, al despertarse al alba,
apenas sabrá que hemos desaparecido.
El fuego ardió en el hogar de piedra y el cigarro cayó en el cenicero: un inmóvil montículo de
ceniza. Las sillas vacías se enfrentaban entre las paredes silenciosas, y sonaba la música.
A las diez la casa empezó a morir.
Soplaba el viento. La rama desprendida de un árbol entró por la ventana de la cocina.
La botella de solvente se hizo trizas y se derramó sobre el horno. En un instante las llamas
envolvieron el cuarto.
-¡Fuego! -gritó una voz.
Las luces se encendieron, las bombas vomitaron agua desde los techos. Pero el solvente se extendió
sobre el linóleo por debajo de la puerta de la cocina, lamiendo, devorando, mientras las voces repetían
a coro:
-¡Fuego, fuego, fuego!
La casa trató de salvarse. Las puertas se cerraron herméticamente, pero el calor había roto las
ventanas y el viento entró y avivó el fuego.
La casa cedió terreno cuando el fuego avanzó con una facilidad llameante de cuarto en cuarto en
diez millones de chispas furiosas y subió por la escalera. Las escurridizas ratas de agua chillaban
desde las paredes, disparaban agua y corrían a buscar más. Y los surtidores de las paredes
lanzaban chorros de lluvia mecánica.
Pero era demasiado tarde. En alguna parte, suspirando, una bomba se encogió y se detuvo.
La lluvia dejó de caer. La reserva del tanque de agua que durante muchos días tranquilos había
llenado bañeras y había limpiado platos estaba agotada.
El fuego crepitó escaleras arriba. En las habitaciones altas se nutrió de Picassos y de Matisses,
como de golosinas, asando y consumiendo las carnes aceitosas y encrespando tiernamente los
lienzos en negras virutas.
Después el fuego se tendió en las camas, se asomó a las ventanas y cambió el color de las
cortinas.
De pronto, refuerzos.
De los escotillones del desván salieron unas ciegas caras de robot y de las bocas de grifo brotó
un líquido verde.
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a DISTANCIA
El fuego retrocedió como un elefante que ha tropezado con una serpiente muerta. Y fueron veinte
serpientes las que se deslizaron por el suelo, matando el fuego con una venenosa, clara y fría espuma
verde.
Pero el fuego era inteligente y mandó llamas fuera de la casa, y entrando en el desván llegó hasta
las bombas. ¡Una explosión! El cerebro del desván, el director de las bombas, se deshizo sobre las
vigas en esquirlas de bronce.
El fuego entró en todos los armarios y palpó las ropas que colgaban allí.
La casa se estremeció, hueso de roble sobre hueso, y el esqueleto desnudo se retorció en las llamas,
revelando los alambres, los nervios, como si un cirujano hubiera arrancado la piel para que las venas
y los capilares rojos se estremecieran en el aire abrasador. ¡Socorro, socorro! ¡Fuego! ¡Corran, corran!
El calor rompió los espejos como hielos invernales, tempranos y quebradizos. Y las voces gimieron:
fuego, fuego, corran, corran, como una trágica canción infantil; una docena de voces, altas y bajas,
como voces de niños que agonizaban en un bosque, solos, solos. Y las voces fueron apagándose,
mientras las envolturas de los alambres estallaban como castañas calientes. Una, dos, tres, cuatro,
cinco voces murieron.
En el cuarto de los niños ardió la selva. Los leones azules rugieron, las jirafas moradas escaparon
dando saltos. Las panteras corrieron en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales
huyeron ante el fuego y desaparecieron en un lejano río humeante…
Murieron otras diez voces. Y en el último instante, bajo el alud de fuego, otros coros indiferentes
anunciaron la hora, tocaron música, segaron el césped con una segadora automática, o movieron
frenéticamente un paraguas, dentro y fuera de la casa, ante la puerta que se cerraba y se abría con
violencia. Ocurrieron mil cosas, como cuando en una relojería todos los relojes dan locamente la
hora, uno tras otro, en una escena de maniática confusión, aunque con cierta unidad; cantando y
chillando los últimos ratones de limpieza se lanzaron valientemente fuera de la casa ¡arrastrando las
horribles cenizas!
Y en la llameante biblioteca una voz leyó un poema tras otro con una sublime despreocupación,
hasta que se quemaron todos los carretes de película, hasta que todos los alambres se retorcieron
y se destruyeron todos los circuitos.
El fuego hizo estallar la casa y la dejó caer, extendiendo unas faldas de chispas y de humo.
En la cocina, un poco antes de la lluvia de fuego y madera, el horno preparó unos desayunos de
proporciones psicopáticas: diez docenas de huevos, seis hogazas de tostadas, veinte docenas de
lonjas de tocineta, que fueron devoradas por el fuego y encendieron otra vez el horno, que siseó
histéricamente.
El derrumbe. El desván se derrumbó sobre la cocina y la sala. La sala cayó al sótano, el sótano al
subsótano. La congeladora, el sillón, las cintas grabadoras, los circuitos y las camas se amontonaron
muy abajo como un desordenado túmulo de huesos.
Humo y silencio. Una gran cantidad de humo.
La aurora se asomó débilmente por el Este. Entre las ruinas se levantaba solo una pared. Dentro
de la pared una última voz repetía y repetía, una y otra vez, mientras el sol se elevaba sobre el
montón de escombros humeantes:
-Hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es…
FIN
LENGUA 2 EDUCACIÓN
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a DISTANCIA
Julio Cortázar, La noche boca arriba
Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la
motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio
que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los
altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la
máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba
los pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la
calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle
larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las
aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como
correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su
involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina
se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con
el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la
visión. Fue como dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la
moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar
la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo
alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en
su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba
la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del
accidente no tenía más que rasguños en la piernas. “Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la
máquina de costado…”; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con
guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo
tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible,
dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja
goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era
un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no
parecía muy estropeada. “Natural”, dijo él. “Como que me la ligué encima…” Los dos rieron y el vigilante
le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo
llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros,
cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a
hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían
cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera
sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre
el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le
acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban
de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en
la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a
pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no
volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en
que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban
a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando
de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara
contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. “Huele a guerra”,
pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido
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a DISTANCIA
inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños
abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos,
probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo
teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal
que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el
miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al
corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo
más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales
palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor
que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de
sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado,
colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros,
pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba
ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto,
entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando
a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia
le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que
subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero
que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando
blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y
dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin
embargo en la calle es peor; y quedarse.
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más
precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente
en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los
ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un
poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor
del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o
confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado
de copas de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus
pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los
arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el
silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla
otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del
puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector.
Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la
Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le
estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le
hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches.
Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de
las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya
habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que
los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo
sagrado, del otro lado de los cazadores.
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte,
vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el
primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo
rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo
atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome
agua y va a ver que duerme bien.
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a DISTANCIA
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara
violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a
veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin… Pero no quería seguir pensando
en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas
que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en
la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta
camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía
apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado
que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había
ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo
habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía
la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien
como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el
golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio
mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la
contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro.
Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio
hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá
pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba
apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio
el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender.
Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse
y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas
helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente
el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria
podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales
de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que
gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que
iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que
ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca,
tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un
esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose,
luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba
hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las
antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de
los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados,
en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras
como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban
por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de
paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo
llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con
un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata
incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de
repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra
roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto
que era su verdadero corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba.
Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de
agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó
buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados.
Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero
gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a
amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba
mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano
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sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío
otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él
boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de
sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los
ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir
de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo
subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras,
las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y
el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte.
Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que
lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a
muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el
cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba
a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos
los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con
luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo
sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien
se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos
cerrados entre las hogueras.
FIN
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a DISTANCIA
UNIDAD 2 La vida es cuento, algunos géneros discursivos también
Porque nuestro cuerpo está preparado para moverse mucho. Yo diría que la escasez de espacio
es una tortura tan grande como la de la gota que según dicen utilizan los chinos. Ya sabes a qué
tortura me refiero: tú estás atado a un poste y te cae una gota en la cabeza, la primera gota; un
minuto después, te cae la segunda, y luego la tercera, la cuarta, la quinta... claro, consideradas
de una en una, las gotas no suponen nada, pero cuando ya ha pasado un día y te han dado en la
cabeza 1.440 gotas, o cuando después de una semana estás esperando la gota número 10.080,
entonces es una tortura enloquecedora, y la muerte resulta mil veces más deseable. Y con la
falta de espacio viene a suceder más o menos lo mismo. En esta cárcel, el tramo más largo lo
constituyen los 160 pasos que hay de una pared a otra del patio, y el espacio libre que queda en
las celdas no pasará de cuatro metros cuadrados. Claro, normalmente no lo notas. Pero, a veces,
por cualquier bobada, tomas conciencia de ello, y comienzas a sentir la gota en la cabeza.”
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“Señores y señoras: tengan ustedes la completa seguridad de que quién les habla no es ningún
improvisado en el tema de la presente conferencia. Muy por el contrario, pueden ustedes confiar en
que, dentro de su humildad. Tachar. Pueden ustedes estar seguros de que, modestia aparte, quien
les habla conoce el tema. Y ese conocimiento no proviene de puras especulaciones teóricas o de
saberes adquiridos en otro lado que no sea la pura experiencia.(…) Lo nuestro, señores, tiene mucho
de cirujano. Y lo digo por la finura, por la delicadeza, por el toque justo, por el movimiento perfectamente
coordinado. La importancia de la tarea bien hecha. No todos lo ven así.
(…) El hombre tenía una jarra de agua y una copa sobre la mesa. Con la vista recorrió un imaginario
auditorio, escrutando las caras del público fantasmal.
(…)Si ustedes me lo permiten, intentaré explicarlo. Esto. Cuando él viene, cuando a él lo traen, ya está
directamente destrozado y aún no le tocaron un pelo. ¿Y saben ustedes por qué sucede esto, señores?
Porque todo es una cuestión mental. Es puramente mental”.
(…)Una sombra pareció atormentar el rostro del hombre. Llevó su mano crispada a la frente. Luego,
levantó la mirada y la clavó en algún punto distante. Yo no podía dejar de mirarlo fascinado”.
» ACTIVIDAD 7
Lean los siguientes fragmentos extraídos de textos literarios y analicen el narrador que aparece en
cada uno de ellos. Pueden hacerse algunas de estas preguntas para orientar el análisis:
a)¿En qué persona gramatical está? ¿Influye eso en el texto?
b)¿Sabe mucho o poco de lo que está contando?
c)¿Deja traslucir su opinión en su narración?
d)¿Es uno de los personajes o sólo un narrador exterior a la historia?
e)¿Según lo que nos cuenta, nos es posible deducir qué está pasando o qué va a pasar?
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a DISTANCIA
TEXTO 1
“Deja caer las agujas sobre el regazo. La mecedora se mueve imperceptiblemente. Paula tiene
una de esas extrañas impresiones que la acometen de tiempo en tiempo; la necesidad imperiosa
de aprehender todo lo que sus sentidos puedan alcanzar en el instante. Trata de ordenar sus
inmediatas intuiciones, identificarlas y hacerlas conocimiento: movimiento de la mecedora, dolor
en el pie izquierdo, picazón en la raíz del cabello, gusto a canela, canto del canario flauta, luz
violeta en la ventana, sombras moradas a ambos lados de la pieza, olor a viejo, a lana, a paquetes
de cartas. Apenas ha concluido el análisis cuando la invade una violenta infelicidad, una opresión
física como un bolo histérico que le sube a las fauces y le impulsa a correr, a marcharse, a cambiar
de vida; cosas a las que una profunda inspiración, cerrar dos segundos los ojos y llamarse a sí
misma estúpida bastan para anular fácilmente.
La juventud de Paula ha sido triste y silenciosa, como ocurre en los pueblos a toda muchacha que
prefiera la lectura a los paseos por la plaza, desdeñe pretendientes regulares y se someta al espacio
de una casa como suficiente dimensión de vida. Por eso, al apartar ahora los claros ojos del tejido
—un pull-over gris simplísimo—, se acentúa en su rostro la sombría conformidad del que alcanza
la paz a través de moderado razonamiento y no con el alegre desorden de una existencia total. Es
una muchacha triste, buena, sola. Tiene veinticinco años, terrores nocturnos, algo de melancolía.
Toca Schumann en el piano y a veces Mendelssohn; no canta nunca pero su madre, muerta ya,
recordaba antaño haberla oído silbar quedamente cuando tenía quince años, por las tardes”.
Julio Cortázar, Bruja
TEXTO 2
“Traga Rubén no brinques Rubén sóplate Rubén no te orines en la cama Rubén no toques
Rubén no llores Rubén estate quieto Rubén no saltes en la cama Rubén no saques la cabeza por
la ventanilla Rubén no rompas el vaso Rubén, no le saques la lengua a la maestra Rubén no rayes
las paredes Rubén di los buenos días Rubén deja el yoyo Rubén no juegues trompo Rubén no
faltes al catecismo Rubén amárrate la trenza del zapato Rubén haz las tareas Rubén no rompas
los juguetes Rubén reza Rubén no te metas el dedo en la nariz Rubén no juegues con la comida
no te pases la vida jugando con la vida Rubén.
Estudia Rubén no te jubiles Rubén no fumes Rubén no salgas con tus amigos Rubén no te
pelees con tu hermana Rubén, Rubén no te montes en la parrilla de las motos Rubén estudia
química Rubén no trasnoches Rubén no corras Rubén no ensucies tantas camisetas Rubén
saluda a tu tía Paulina Rubén no andes en patota Rubén no hables tanto, estudia la matemática
Rubén no te metas con la muchacha del servicio Rubén no pongas tan alto el tocadisco Rubén no
cantes serenatas Rubén no te pongas de delegado del curso Rubén no te comprometas Rubén
no te vayas a dejar raspar Rubén no le respondas a tu padre Rubén, Rubén córtate el pelo, toma
ejemplo Rubén.”
Britto García, Luis, Rubén
TEXTO 3
“Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa
lentitud de un verdugo de pesadilla.
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche? Escribí:
mi lengua se pudre ¿Yo escribí eso, hoy, un día de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la
noche?
Y ahora, escribo: me llamaron - ¿importa cuándo?- el orador de la Revolución. Escribo: una risa
larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la Revolución. Escribo:
mi boca no ríe. La podredumbre prohíbe, a mi boca, la risa.
Yo, Juan José Castelli, que escribí que un tumor me pudre la lengua, ¿sé todavía, que una risa
larga y trastornada cruje en mi vientre, que hoy es la noche de un día de junio, y que llueve, y que el
invierno llega a las puertas de una ciudad que exterminó la utopía pero no su memoria?”
Andrés Rivera, La Revolución es un sueño eterno
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TEXTO 4
“La sesión siete mil cincuenta y cuatro del Congreso Galáctico estaba reunida en solemne
cónclave en la vasta sala de conferencias semicircular de Erón, segundo planeta de Arturo.
Lentamente, el presidente delegado se puso en pie.. Su marcado semblante de arturiano enrojeció
con excitación, al contemplar a los delegados que le rodeaban. Su sentido dramático le impulsó a
realizar una breve pausa antes de hacer el anuncio oficial… pues, al fin y al cabo, la entrada de un
nuevo sistema planetario en la gran familia galáctica no es algo que pueda ocurrir dos veces en la
vida de u hombre.
Allí se encontraban seres de todos los tipos y formas humanas. Algunos eran altos y esbeltos,
otros grandes y corpulentos y otros bajos y gordos. Había los de cabello largo y resistente, los que
tenían un escaso vello gris que les cubría la cabeza y la cara, otros con grandes rizos rubios, y otros
completamente calvos. Había un delegado de piel verde, uno con una nariz de veinte centímetros y
otro con una cola atrofiada. Internamente la variación casi infinita.
Pero todos se asemejaban en dos cosas: eran humanoides y poseían inteligencia.”
Isaac Asimov, Homo Sol
Continuamos con la
2. Había una vez: los cuentos populares
lectura del apunte A partir de esta clase y con lo que aprendieron en la anterior, consideramos
que como estudiantes están más preparados para transitar con mayor
complejidad otro espacio, otros géneros en los que la lengua se despliega
con otras convenciones. Les proponemos ingresar en un lugar especial en
el que nada es lo que parece, un territorio en el que las palabras pueden
tomar otro significado muy diferente al que nos tienen acostumbrados, una
región poblada de personajes que pueden parecerse tanto a nosotros que sus
acciones nos conmueven o enfurecen; o que tal vez sean tan distintos que nos
replanteen hacia dónde va la especie humana, qué relaciones han establecido
los hombres y mujeres con el miedo, con la muerte o con lo diferente.
Les estamos planteando algo tan sencillo como complejo: leer ficción, o lo
que es lo mismo negociar significados con la historia que se nos va a contar,
construir el pacto del cual hablamos en la clase 1. Si bien hasta ahora pudimos
acercamos brevemente a la literatura con la lectura de algunos textos, a partir
de ahora vamos a dedicarle mucho más tiempo, ya que entendemos que es
un “discurso especial” que refiere tanto a sí mismo como a otros discursos
también especiales como los de la ciencia, la historia, la filosofía, etc.
En relación a esta mirada acerca de lo literario, Roland Barthes, un estudioso
de las formas en que el lenguaje se presenta en el mundo social, dijo:
“(…) sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas
: lenguaje. A esa trampa, a ese magnífico engaño que permite escuchar la lengua fuera
al
del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte, yo
la llamo literatura”.
Muchos siglos atrás decir “literatura” no tenía el significado de “invención”
que le damos hoy, refería a cualquier actividad relacionada con la escritura,
por lo tanto podía incluir textos de ficción u otros relacionados con historia o
filosofía. En ese momento leer y escribir era un signo de distinción, un saber
ligado a las clases económicamente poderosas.
Ahora bien, esto suponía que las clases populares, campesinos en su mayoría,
que no sabían leer y escribir tenían restringido su acceso a esas prácticas. En
realidad en estos sectores , si bien no tenían ninguna posibilidad de acceder a la
letra escrita, las personas se las ingeniaban para crear historias que contenían
muchísimos saberes de su experiencia social -pensemos en las guerras cuyos
efectos sufrían, en las luchas por las coronas de las que formaban parte
involuntariamente, las hambrunas relacionadas con su condición de vasallaje,
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las pestes de las que eran las primeras víctimas, etc.-; de su experiencia
filosófica (el pensamiento religioso estaba presente en sus vidas a través de
la lecturas bíblicas que escuchaban en la iglesia y que conformaba sus reglas
de comportamiento y fundamentalmente de sus experiencias de vida que
volcaban en las historias orales que creaban y en las que la ficción acudía
irremediablemente para elevar las cualidades del protagonista, para atrapar
a los oyentes o para justificar las acciones de los personajes. Es decir, a veces
la realidad que contaban no era demasiado atractiva o convincente, entonces
los narradores orales le agregaban un “toque” de imaginación para atraer a
un público que – aunque no leía ni escribía- era muy exigente.
En estos relatos orales, las personas volcaban su forma de pensar, de mirar
el mundo, de reconstruir lo que habían escuchado o vivido, historias que iban
modificándose, a medida que pasaban de boca en boca, con la subjetividad
o profesionalidad de los narradores populares que agregaban o quitaban
fragmentos y de esta manera reformulaban una historia escrita muchísimo
tiempo atrás.
En las narraciones que nos vienen de tiempos remotos (ya sean mitos o
relatos folclóricos), podemos reconstruir la mentalidad que recorría la época
en que fueron creados .Las creencias, temores y deseos se volcaban en
esas historias en las que los héroes no siempre eran señores poderosos sino
muchachos pobres que con su inteligencia, bondad o picardía podían vencer al
más poderoso señor de la región, quedarse a veces con la princesa, a veces con
el reino y siempre con la aceptación de los oyentes que quedaban atrapados
en un sinfín de mágicas aventuras en las que se veían personificados. Estos
cuentos, que hoy conocemos como infantiles, son verdaderos documentos
que reflejan cómo la inmensa masa de iletrados que poblaba el mundo
representaba en sus narraciones la cruel realidad que los rodeaba.
Según el historiador Robert Darnton, quien se dedicó a recopilar y analizar
los cuentos populares europeos:
“En las reuniones nocturnas junto a la chimenea los hombres reparaban sus herramientas
y las mujeres escuchaban los cuentos que los folcloristas registrarían 300 años después,
los mismos que tenían ya siglos de antigüedad. Ya fueran que estuvieran destinados a
divertir a los adultos o asustar a los niños,(…) los cuentos pertenecían a un fondo de
cultura popular que los campesinos atesoraron durante siglos con muy pocas pérdidas.”
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Fue a consultar al libro de las obras buenas y aprovechando que la puerta del cielo quedó abierta,
el viejo Herrero entró y se sentó rápido en la silla de San Pedro.
Cuando San Pedro volvió a decirle a Miseria que no estaba anotado, lo encontró muy sentado en
su silla...
Disjustado fue a darle parte a Dios, y Nuestro Señor le dice:
-¿Y qué, no recuerdas la tercera gracia que pidió Miseria? Ahora, Pedro, si Miseria se sentó, no
hay quien lo haga levantar...
Así el viejo se quedó en el cielo sin haberlo pedido directamente.
Antonia Ercilia Páez. Alto Bayo. General Roca. La Rioja, 1950.
La narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la comarca.
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Al otro día viene otro diablo. El hombre le pide que lo deje comer con la familia como última vé,
y le dice que no. Éste venía enseñado y no trepó a la higuera ni se sentó en el banco. Entonce el
hombre se pone las apargata, y le dice al diablo:
-Bueno, vamo por fin.
Pero el hombre con las apargata salió caminando y cada paso que daba era una legua, y en
seguida se perdió del diablo y no lo vio má. Y así ganó el hombre.
Paulino Silvano Olivera, 59 años. Eldorado. Iguazú. Misiones, 1961
» ACTIVIDAD 8
Después de leer las tres leyendas respondan las siguientes preguntas:
a)¿Qué elemento narrativo tienen en común las tres historias?
b)¿Qué situaciones de los tres relatos pueden relacionar con la transculturización?
c)¿Les parece que las tres versionas reproducen la oralidad propia de las historias originales?
VIDEO
Observen el siguiente video relacionado con la Leyenda de la Salamanca y luego realicen la actividad 9
“La Salamanca- La casa de los espíritus - Bloque 3”.
https://www.youtube.com/watch?v=1wQp4Ytqo3U
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» ACTIVIDAD 9
Después de observar el video de la clase 2, lean la siguiente leyenda en la que se mantiene la tradición
literaria en la que el diablo vuelve a aparecer como figura central y luego respondan las siguientes
preguntas:
a) ¿En qué coinciden las dos representaciones de la Salamanca: la que presenta el video (Tucumán)
y la que cuenta la leyenda (Santiago del Estero)?
b) ¿Qué diferencias pudieron observar?
c) En la clase dijimos que los narradores orales imprimían algunas características a su narración para
hacerla más interesante, para generar suspenso, retener al público oyente, etc. ¿Les parece que el
documental que observaron acude a esos recursos en algún momento?
La leyenda de la salamanca es general en toda la Provincia. No hay apenas lugar, donde la gente no crea
ver o sospeche la existencia de una salamanca.
Según la leyenda la Salamanca es un lugar diabólico, donde el “supay” enseña sus artes, donde las brujas
efectúan sus reuniones tres veces por semana y donde acuden los que se inician en la práctica del maleficio
o los que van a aprender toda suerte de maña, destreza o habilidad.
A la Salamanca concurre, según la imaginación popular el famoso cantor o guitarrero o bailarín del pago;
la moza que enamora; la vieja bruja que prepara los “gualichos”, la curandera, el bravo domador o cazador,
el que “piala” con destreza; el corredor de las carreras cuadreras; y todo aquel que de un modo u otro se ha
destacado en la pelea, en el amor o en el trabajo.
Por lo general, la Salamanca es un lugar oculto entre los breñales, de difícil acceso, cuya entrada conduce
a una cueva amplia y lóbrega. Allí se baila, se hace música, se celebran aquelarres y orgías. Las viejas y
viejos se transforman en jóvenes, los enfermos curan, la fealdad se cubre de hermosura.
Pero para entrar es preciso armarse de gran valor. Completamente desnudo, el neófito, hombre o mujer,
debe introducirse a la Salamanca con un iniciado. A la entrada de la caverna existe un Cristo “cabeza
abajo” al que hay que pegar y escupir. Ya, en el recinto subterráneo, se ven los animales más repugnantes y
asquerosos: arañas peludas, sapos y escuerzos de gran tamaño, ampalaguas, víboras y umucutis, ante los
cuales debe el iniciado permanecer impasible “aunque las víboras se envuelvan en el cuerpo”. Si ha podido
vencer la repugnancia o el miedo que tales animales producen, es sometido a nuevas pruebas, y al final, si
resulta vencedor, el neófito “puede pedir lo que quiera”. En caso contrario, se vuelve loco al salir.
Como entretenimiento, durante la reunión, se hace música con bombo, violín, guitarra y arpa; se queman
cohetes de estruendo; y se celebran bacanales que duran toda la noche.
Es creencia general que la música de la Salamanca sólo deja de sonar cuando alguien se arrima a la cueva
y que los animales que pasan por cerca de ella se “espantan” y huyen despavoridos.
Recuperado de: http://www.santiagociudad.gov.ar/secciudad/cultura/leyendas/lasalamanca.php
Seguramente en algún momento de sus vidas escucharon algún relato o pudieron ver en cine o
televisión películas que volvían a recrear viejas leyendas. Escriban el argumento de esa historia, qué
significados recuerdan haber construido en ese momento y cuáles agregan ahora luego de haberse
acercado a sus características, origen y divulgación.
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a DISTANCIA
En la actualidad asociamos el mito con el género literario, creado por la
imaginación del hombre. Sin embargo, en su origen fueron escuchados como
“reales” –recordemos su carácter oral- y considerados verdades absolutas
porque daban explicaciones creíbles para hechos que, de otro modo, eran
inexplicables. Algunos temas se repiten en los mitos de distintas culturas y
en los lugares más distantes del mundo como por ejemplo, el del origen del
universo y la aparición del primer humano en la Tierra.
Pero no se trataba únicamente de explicaciones de lo incomprensible, cuando
se producían amenazas naturales –como epidemias o sequías- las personas
intervenían solicitando ayuda o protección a sus dioses, los únicos capaces de
recuperar el equilibrio perdido. Esta participación se llevaba a cabo mediante
distintos actos religiosos o ritos en los cuales los mitos volvían a reafirmarse y
transmitirse. Por este motivo se formularon como explicaciones sagradas que
se transmitieron de generación en generación.
Los seres humanos siempre necesitaron encontrar respuestas a los procesos
de la naturaleza o a otras cuestiones humanas que no podían comprender. La
gente no puede vivir sin tales explicaciones porque de alguna manera resulta
tranquilizante tener una respuesta para todo, da la ilusión de poder controlar
y manejar el mundo. En aquellos tiempos en que no había ninguna ciencia se
inventaron todos los mitos que hoy leemos como narraciones literarias.
Los relatos míticos más conocidos pertenecen a Grecia y Roma, pero otros
pueblos europeos también tenían mitos, como los celtas y los normandos. En
América los pueblos originarios dieron forma a sus creencias a través de una
variada mitología.
El mito y la leyenda comparten la estructura narrativa y el sentido mágico de
las historias pero tienen una sutil diferencia: las explicaciones fabulosas de los
mitos incluían la presencia de dioses o héroes de cualidades sobrehumanas,
las leyendas se desarrollaban en el mundo de los mortales, es decir que en sus
acciones participaban sólo los hombres, mujeres, niños, y el mundo natural a
través de animales y plantas.
El mito de Perséfone
Perséfone es hija de Zeus y Deméter (hija de Cronos y Rea, hermana de Zeus, y diosa de la
fertilidad y el trigo). Su tío Hades (hermano de Zeus y dios de los Infiernos), se enamoró de ella y
un día la raptó.
La joven se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las ninfas y hermanas de
padre, Atenea y Artemisa, y en el momento en que va a tomar una flor, la tierra se abrió y por la
grieta Hades la toma y se la lleva.
De esta manera, Perséfone se convirtió en la diosa de los Infiernos. Aparentemente, el rapto se
realizó con la cómplice ayuda de Zeus, pero en la ausencia de Deméter, por lo que ésta inició unos
largos y tristes viajes en busca de su adorada hija, durante los cuales la tierra se volvió estéril.
Al tiempo, Zeus se arrepintió y ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era
posible pues la muchacha había comido un grano de granada, mientras estuvo en el Infierno, no
se sabe si por voluntad propia o tentada por Hades. El problema era que un bocado de cualquier
producto del Tártaro o infierno, implicaba quedar encadenado a él para siempre.
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a DISTANCIA
Para suavizar la situación, Zeus dispuso que Perséfone pasara parte del año en los confines de
la Tierra, junto a Hades, y la otra parte sobre la tierra con su madre, mientras Deméter prometiera
cumplir su función germinadora y volviera al Olimpo.
El mito cuenta que el origen de la Primavera radica precisamente en este rapto, pues cuando
Perséfone es llevada a los Infiernos, las flores se entristecieron y murieron, pero cuando regresa, las
flores renacen por la alegría que les causa el retorno de la joven. Como la presencia de Perséfone
en la tierra se vuelve cíclica, así el nacimiento de las flores también lo hace.
Por otra parte, durante el tiempo en que Perséfone se mantiene alejada de su madre, Deméter y
confinada al Tártaro, o mundo subterráneo, como la esposa de Hades, la tierra se vuelve estéril y
sobreviene la triste estación del Invierno.
» ACTIVIDAD 10
Después de la lectura de los mitos leídos en la clase, analicen:
a) ¿Qué características míticas comparten las dos historias?
b) ¿Qué cuestiones del mundo natural tratan de explicar?
c) ¿En qué se diferencian?
d) ¿Por qué los pueblos que crearon estas historias, los consideraban relatos sagrados?
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Continuamos con la
3. El cuento fantástico: la distorsión de la realidad
lectura del apunte Las narraciones fantásticas, al igual que los mitos y las leyendas, son
consideradas un subgénero dentro de la literatura.
En este modo de ficcionalizar, lo fantástico irrumpe en el mundo presentado
en la historia - que se presenta parecido a nuestra realidad- instalando
una inquietud con sus formas ajenas a lo que consideramos como “real y
verdadero”: por ejemplo: metamorfosis, creaciones extrañas, fantasmas, los
sueños vividos como realidad.
La representación de lo fantástico varía según la época en que cada
narración fue creada. Por ejemplo en el siglo XIX tiene como tema principal el
horror. Incluye lo sobrenatural y terrorífico vinculado al espanto y a lo nocturno.
La literatura fantástica contemporánea, no intenta instalar el terror como
centro de la historia sino que apunta a que el lector se sumerja en una historia
en la que lo extraño e inexplicable cuestione la lógica del mundo en que
vivimos. Busca instalar en los lectores la sensación de que existe un mundo
desconocido que puede irrumpir en el nuestro como una muestra de que
existen temas sobre los que aún no tenemos todas las respuestas.
Estas narraciones se construyen como una llamada de atención sobre
aquello que creemos conocer: la muerte, la posibilidad de otras vidas, la
transfiguración humana.
En general se define como una literatura cuyas narraciones incluyen la
invención de una realidad sobre la cual ya tenemos alguna experiencia
porque su construcción es una copia del mundo que nos rodea interrumpida
abruptamente por un hecho extraño, ajeno a lo que pensamos como lógico.
El escritor se extraña, se pregunta sobre la posibilidad de las situaciones que
está leyendo; se ve increpado a “pactar” –volvemos siempre a este término
porque ejemplifica muy bien, lo que nos pasa cuando leemos- con las situaciones
planteadas para poder darles un significado. El lector se ve obligado a tomar
distancia y cuestionarse sobre la aceptación o no de los hechos.
» ACTIVIDAD 11
Después de leer el cuento Clotilde Ifrán, respondan las siguientes preguntas:
a) ¿Quién es en realidad Clotilde Ifrán? ¿Cómo se dieron cuenta? Ejemplifiquen con citas textuales.
b) ¿A qué clase de género narrativo pertenecería este cuento? Justifiquen su respuesta;tengan
presente el tema y además, consideren su cercanía con lo posible y su grado de incertidumbre.
Recuerden: el narrador, es la voz que cuenta la historia y no debe ser confundido con el autor (persona
real que escribe el cuento). El autor inventa al narrador al igual que a los personajes. Un narrador es
“objetivo”, cuando relata lo que sucede sin intervenir con sus opiniones en la historia, sin evaluar; en
cambio es “subjetivo” cuando trata de mostrar los hechos desde un punto de vista personal, juzgando
o criticando a algún personaje o situación. Entonces:
c) ¿Qué tipo de narrador aparece en este cuento?
d) Desde un comienzo dimos como supuesto que “Clotilde Ifrán” era un cuento ¿Por qué?
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» ACTIVIDAD 12 Obligatoria
El siguiente párrafo corresponde al comienzo del cuento “Decadencia y caída” del escritor argentino
Marco Denevi. Luego de su lectura respondan:
a) ¿A qué persona gramatical corresponde el narrador?
¿Se involucra con lo narrado? ¿Cuál es su responsabilidad en los hechos?
b) ¿El respeto con que se dirige al “señor” es real o su actitud se acerca a la ironía?
c) ¿Qué es un pelidonte? Imaginen una historia relacionada con su origen que pueda incluirse en el
relato. Consideren qué puede haber hecho para que toda la familia se “desbande”
d) Les proponemos, también, que continúen con tres párrafos más esta extraña historia planteada
desde una voz muy especial. Recuerden que, como vimos en la Clase 1, la construcción de un ambiente
ayudará en el relato a la construcción del mundo en el que el pelidonte realizó sus presuntas fechorías.
“El señor no debiera, y permítame el atrevimiento, prestar oídos a lo que digan por ahí. Yo estoy en
condiciones de informar al señor sobre lo que realmente ocurrió. El motivo por el cual esa ilustre familia,
cuyos antepasados se remontan a la época del Virreinato (aunque entonces fuesen modestos curtidores de
cueros), debió abandonar la mansión de la calle que, fíjese la ironía, lleva su apellido, y desperdigarse por
departamentos, hoteles y hasta pensiones aunque esto último yo no lo puedo creer, la razón que los indujo
a ese desbande, a despedir a una servidumbre que alguna vez fue de treinta personas y a llevar un estilo de
vida que no condice con sus antecedentes, porque ahora los niños trabajan en la administración pública y
en compañías de seguros y las niñas hacen de maniquí mientras los señores mayores se conforman con dar
un paseíto a pie por Plaza Francia, la culpa insisto, de todas esas calamidades las tuvo el pelidonte”
Si el tema les gustó, pueden conocer más ingresando a la página que se encuentra
a continuación.
RECOMENDADO
VIDEO
En la Unidad pudieron leer que los españoles pasaron de la oralidad a la escritura las narraciones
de los pueblos originarios. Si bien este pasaje en un primer momento fue manuscrito, con el tiempo
los españoles trasladaron a sus colonias en América todas sus costumbres, ideologías y objetos
de consumo, entre estos últimos la imprenta. Observen el siguiente video en el que resume la
importancia que esta “tecnología” tuvo en la circulación masiva de la letra impresa.
¿Qué pasó?: Imprenta (capítulo completo) - Canal Encuentro
https://www.youtube.com/watch?v=rvEK2Qhf-JU&feature=youtu.be
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UNIDAD 3 Cada cuento con su tema
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Una definición posible de ciencia ficción es la que pertenece David Pringle,
crítico y editor literario: “una forma de narrativa fantástica que explota las
perspectivas imaginativas de la ciencia moderna”, es decir un tipo de relato
disparado por los significados que la ciencia despierta en la ficción. Las
historias que surgen de esta combinación presentan los extremos impensables
que los adelantos científicos pueden alcanzar. Al mismo tiempo, constituyen
verdaderas críticas a la dirección que estos avances puedan tomar sobre el
hombre y la sociedad futura.
En este sentido, muchos textos incluidos en este género están producidos
por una relación ética entre el escritor y su producción ya que desde estos
relatos se cuestiona el nuevo paradigma al que la humanidad parece dirigirse.
Lean el siguiente relato:
Los Colonos - Ray Bradbury
Los hombres de la Tierra llegaron a Marte.
Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque
se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos
tenía una razón diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas;
venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o
alejarse de algo.
Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba
desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL
CIELO. ¡VISITE MARTE! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas
docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la Tierra. Y a
esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta
tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás
de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está
en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños. Y
cuando los estados de Illinois, lowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes, y más
aún, cuando los Estados Unidos son sólo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una
pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las
llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.
No era raro, por lo tanto, que los primeros hombres fueran pocos. Crecieron y crecieron en número
hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores.
Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.
Bradbury,R. Crónicas Marcianas, Buenos Aires, Edit. Minotauro, 2018
El Peatón (adaptación)
Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar
la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través
de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y
miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué
camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o
era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas
de aire frío, como humo de cigarro.
(…)El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando,
sin que sus pisadas resonaran en la acera.
(…) En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el
mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus
pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas
las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de
sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes,
recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los
raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.
(…) La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un
halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en
el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil
kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.
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(…) ¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead
titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento
desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día,
en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él.
Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se
sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos
corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero
ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna.
Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino
cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de
luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz.
Una voz metálica llamó:
-Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva!
Mead se detuvo.
- ¡Arriba las manos!
- Pero... – dijo Mead.
- ¡Arriba las manos, o dispararemos!
La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes
sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las
fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más;
no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas.
- ¿Su nombre? - dijo el coche de policía con un susurro metálico.
- ¡Leonard Mead!
- ¿Ocupación o profesión?
- Imagino que ustedes me llamarían un escritor.
- Sin profesión -dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo.
La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja.
- Sí, puede ser así - dijo.
No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como
tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión,
donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca
los tocaba realmente.
- ¿Qué estaba haciendo afuera?
- Sólo caminando dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara.
- ¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?
- Caminando para tomar aire. Caminando para ver.
- ¡Su dirección!
- Calle Saint James, once, sur.
- ¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?
- Sí.
-¿Y tiene usted televisor?
- No.
- ¿No?
Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.
- ¿Es usted casado, señor Mead?
- No.
- No es casado - dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.
- Nadie me quiere - dijo Leonard Mead con una sonrisa.
- ¡No hable si no le preguntan!
¿Sólo caminando, señor Mead?
- Sí.
- Pero no ha dicho para qué.
- Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.
- ¿Ha hecho esto a menudo?
- Todas las noches durante años.
- El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba
débilmente.
- Bueno, señor Mead - dijo el coche.
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- ¿Eso es todo? - preguntó Mead cortésmente.
- Sí - dijo la voz - Acérquese. - Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche
se abrió de par en par - Entre.
- Un minuto. ¡No he hecho nada!
- Señor Mead...
Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla
delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero,
nadie en el coche.
Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una
cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No
había allí nada blando.
- ¿Hacia dónde me llevan?
- Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.
Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas
nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces.
(…)El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas
con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en
todo el resto de la helada noche de noviembre.
Bradbury, R.”Las doradas Manzanas del Sol”
» ACTIVIDAD 13
Después de leer el cuento El peatón realicen el siguiente análisis:
a) ¿Qué representación de humanidad plantea el cuento, qué lugar ocupará el hombre, cuál las
máquinas?
b) ¿Qué crítica se realiza al mundo científico o tecnológico?
c) ¿Qué forma tomará el poder y los derechos civiles en el futuro hipotetizado en el cuento?
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—Porque el exterior no era tan rugoso y frío como eso, sino cálido y suave. Los ojos miraban con
ternura y estaban vivos y los labios de la boca temblaban y eran suaves sobre los míos.
Las líneas de fuerza de Brock palpitaban y se agitaban, palpitaban y se agitaban.
—¡Lo lamento! —dijo Ames—. ¡Lo lamento!
—Me has recordado que en otro tiempo fui mujer y supe amar, que esos ojos hacían algo más que
ver y que no había nadie que lo hiciera por mí... y ahora no tengo ojos para hacerlo.
Con violencia, ella añadió una porción de materia a la rugosa y áspera cabeza y dijo:
—Ahora, deja que ellos lo hagan —y desapareció.
Y Ames vio y recordó que en otro tiempo él fue un hombre. La fuerza de su vórtice partió la cabeza
en dos y partió a través de las galaxias siguiendo las huellas energéticas de Brock, de vuelta al
infinito destino de la vida.
Y los ojos de la destrozada cabeza de Materia aún centelleaban con lo que Brock colocó allí
en representación de las lágrimas. La cabeza de Materia hizo lo que los seres energéticos ya no
podían hacer y lloró por toda la humanidad y por la frágil belleza de los cuerpos que abandonaron
un billón de años atrás.
Isaac Asimov
» ACTIVIDAD 14
En el cuento I. Asimov hipotetiza sobre una posible transformación de la materia en energía. En
el relato los seres que sostienen la conversación son sólo energía fluyendo en el espacio porque
la humanidad ha perdido su condición material a lo largo de un trillón de años luz. Uno de ellos,
Ames, como parte de un proceso de creación artística, trata de recrear la forma humana tan
remota como olvidada.
Les proponemos que imaginen y escriban, como parte del cuento, un párrafo que explique las
razones que motivaron tal transformación. Algunas ideas ¿una guerra nuclear, lluvia ácida,
manipulación genética masiva?
“Desde muy temprano, como un fantasma, como una sombra andando por la pieza. En el espejo
del baño reventándose un granito o lavándose los dientes para sacarse el gusto a podrido de la
boca. Y su cara cada vez más ajena, más muerta que iluminada por algún gesto elocuente.
Después del último comprimido se ha puesto resignado y se ha metido en la cama. En la mesita
de luz, en el cajón, ahí, tan al alcance de la mano, lo que guarda desde hace algunos días envuelto
en un pañuelo sucio, gris.
“Debo aprender a vivir así”, se repite y no puede, no puede dormirse, entonces hurga en el cajón
de la mesita y lo toca, lo acaricia suavemente y lo saca. Palmo a palmo va sintiendo esas líneas
inconfundibles, va penetrando en los pliegues de una ceremonia inevitable.
El juego de levantar las manos aferradas al envoltorio gris es ya un juego sin emoción, y eso lo
hace sentirse peor, porque es consciente de que no va a animarse a desenvolverlo y hacer de una
vez por todas lo que tiene pensado, lo que quisiera hacer. Es más fuerte el deseo de postergarse,
de dejarse estar un rato más.
Después, nuevamente ese bulto humedecido por el sudor de sus manos adentro del cajón de
la mesita, y sus ojos clavados en la foto de Dardo, de Dardo con el traje de la primera comunión.”
Aquella visita, Carlos Dámaso Martínez
“Usted había hecho las cosas con tanta limpieza que nadie, ni siquiera el muerto, hubiese podido
culparlo del asesinato.
En la noche, cuando las sustancias se sumergen en una identidad de aristas y de planos que sólo
la luz podría romper, usted vino armado de un cuchillo curvo, de hoja vibrante y sonora y se detuvo
junto a la habitación. Escuchó, y al no hallar más réplica que la del silencio, empujó la puerta; no
con la lentitud sistemática del personaje de Poe, aquel que le tenía odio a un ojo. Sino con alegre
decisión, como cuando se entra en casa de la novia o se acude a recibir un aumento de sueldo.
Usted empujó la puerta, y sólo un motivo de elemental precaución pudo disuadirlo de silbar una
tonada. Que, no está de más decirlo, hubiera sido Gimiendo por ti.
Ralph solía dormir de costado, ofreciendo un flanco a las miradas de los cuchillos. Usted se
acercó despacio, calculando la distancia que lo separaba del lecho; cuando estuvo a un metro,
hizo alto. La ventana, que Ralph dejaba abierta para recibir la brisa del amanecer (y levantarse a
cerrarla por mero placer de dormir nuevamente hasta las diez), permitía el acceso a los letreros
luminosos. Nueva York estaba rumorosa y llena de caprichos esa noche, y a usted le causó gracia
observar la competencia entablada, sin cuartel, entre las marcas de cigarrillos y los distintos tipos
de neumáticos.”
Puzzle, Julio Cortázar
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Podemos notar cómo se incorporan en la narración numerosas descripciones,
que acumulan significados relacionados con lo policial y organizan la
información necesaria para que el lector anticipe una historia cargada de
enigmas y complicidades. Este es un recurso literario llamado focalización; es
una de las características del género policial que lo hace el preferido para sus
seguidores. En la focalización, el punto de vista del narrador orienta la historia
y da cuenta de la relación que éste tiene con el mundo que va a representar
en su relato.
Por ejemplo, en el último fragmento, el narrador desmenuza ante su
interlocutor el encuentro entre éste y Ralph, con lo cual le da a entender
que conoce todo acerca de lo ocurrido en esa noche: la entrada silenciosa al
cuarto, la postura de Ralph, su reacción ante las luces nocturnas de la ciudad.
» ACTIVIDAD 15
Como vimos en la unidad 1, lo verosímil de una narración se construye con todos los recursos que
posibilitan que esa “invención literaria” resulte creíble. Los elementos que posibilitan el pacto de
lectura entre el texto policial y el lector son copia –o mímesis- de la realidad, una ficción “parecida” a
lo real. Entonces, en los fragmentos leídos:
a) Analicen con qué elementos se construye la verosimilitud propia del género policial.
b) ¿De qué manera en cada texto se instala el clima propicio para una narración policial?
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La loca y el relato del crimen
I
Gordo, difuso, melancólico, el traje de filafil verde nilo flotándole en el cuerpo, Almada salió
ensayando un aire de secreta euforia para tratar de borrar su abatimiento.
Las calles se aquietaban ya; oscuras y lustrosas bajaban con un suave declive y lo hacían avanzar
plácidamente, sosteniendo el ala del sombrero cuando el viento del río le tocaba la cara. En ese
momento las coperas entraban en el primer turno. A cualquier hora hay hombres buscando una
mujer, andan por la ciudad bajo el sol pálido, cruzan furtivamente hacia los dancings que en el
atardecer dejan caer sobre la ciudad una música dulce. Almada se sentía perdido, lleno de miedo
y de desprecio. Con el desaliento regresaba el recuerdo de Larry: el cuerpo distante de la mujer,
blando sobre la banqueta de cuero, las rodillas abiertas, el pelo rojo contra las lámparas celestes
del New Deal. Verla de lejos, a pleno día, la piel gastada, las ojeras, vacilando contra la luz malva
que bajaba del cielo: altiva, borracha, indiferente, como si él fuera una planta o un bicho. “Poder
humillarla una vez”, pensó. “Quebrarla en dos para hacerla gemir y entregarse”.
En la esquina, el local del New Deal era una mancha ocre, corroída, más pervertida aún bajo
la neblina de las seis de la tarde. Parado enfrente, retacón, ensimismado, Almada encendió un
cigarrillo y levantó la cara como buscando en el aire el perfume maligno de Larry. Se sentía fuerte
ahora, capaz de todo, capaz de entrar al cabaret y sacarla de un brazo y cachetearla hasta que
obedeciera. “Años que quiero levantar vuelo”, pensó de pronto. “Ponerme por mi cuenta en Panamá,
Quito, Ecuador”. En un costado, tendida en un zaguán, vio el bulto sucio de una mujer que dormía
envuelta en trapos. Almada la empujó con un pie.
-Che, vos -dijo.
La mujer se sentó tanteando el aire y levantó la cara como enceguecida.
-¿Cómo te llamás? -dijo él.
-¿Quién?
-Vos. ¿O no me oís?
-Echevarne Angélica Inés -dijo ella, rígida-. Echevarne Angélica Inés, que me dicen Anahí.
-¿Y qué hacés acá?
-Nada -dijo ella-. ¿Me das plata?
-Ahá, ¿querés plata?
-La mujer se apretaba contra el cuerpo un viejo sobretodo de varón que la envolvía como una
túnica.
-Bueno -dijo él-. Si te arrodillás y me besás los pies te doy mil pesos.
-¿Eh?
-¿Ves? Mirá -dijo Almada agitando el billete entre sus deditos mochos-. Te arrodillás y te lo doy.
-Yo soy ella, soy Anahí. La pecadora, la gitana.
-¿Escuchaste? -dijo Almada-. ¿O estás borracha?
-La macarena, ay macarena, llena de tules -cantó la mujer y empezó a arrodillarse contra los
trapos que le cubrían la piel hasta hundir su cara entre las piernas de Almada. Él la miró desde lo
alto, majestuoso, un brillo húmedo en sus ojitos de gato.
-Ahí tenés. Yo soy Almada -dijo, y le alcanzó el billete-. Comprate perfume.
-La pecadora. Reina y madre -dijo ella-. No hubo nunca en todo este país un hombre más hermoso
que Juan Bautista Bairoletto, el jinete.
Por el tragaluz del dancing se oía sonar un piano débilmente, indeciso. Almada cerró las manos
en los bolsillos y enfiló hacia la música, hacia los cortinados color sangre de la entrada.
-La macarena, ay macarena -cantaba la loca-. Llena de tules y sedas, la macarena, ay, llena de
tules -cantó la loca.
Antúnez entró en el pasillo amarillento de la pensión de Viamonte y Reconquista, sosegado,
manso ya, agradecido a esa sutil combinación de los hechos de la vida que él llamaba su destino.
Hacía una semana que vivía con Larry. Antes se encontraban cada vez que él se demoraba en el
New Deal sin elegir o querer admitir que iba por ella; después, en la cama, los dos se usaban con
frialdad y eficacia, lentos, perversamente. Antúnez se despertaba pasado el mediodía y bajaba a
la calle, olvidado ya del resplandor agrio de la luz en las persianas entornadas. Hasta que al fin
una mañana, sin nada que lo hiciera prever, ella se paró desnuda en medio del cuarto y como si
hablara sola le pidió que no se fuera. Antúnez se largó a reír: “¿Para qué?”, dijo. “¿Quedarme?”, dijo
él, un hombre pesado, envejecido. “¿Para qué?”, le había dicho, pero ya estaba decidido, porque
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a DISTANCIA
en ese momento empezaba a ser consciente de su inexorable decadencia, de los signos de ese
fracaso que él había elegido llamar su destino. Entonces se dejó estar en esa pieza, sin nada que
hacer salvo asomarse al balconcito de fierro para mirar la bajada de Viamonte y verla venir, lerda,
envuelta en la neblina del amanecer. Se acostumbró al modo que tenía ella de entrar trayendo el
cansancio de los hombres que le habían pagado copas y arrimarse, como encandilada, para dejar
la plata sobre la mesa de luz. Se acostumbró también al pacto, a la secreta y querida decisión de
no hablar del dinero, como si los dos supieran que la mujer pagaba de esa forma el modo que tenía
él de protegerla de los miedos que de golpe le daban de morirse o de volverse loca.
Nos queda poco de juego, a ella y a mí”, pensó llegando al recodo del pasillo, y en ese momento,
antes de abrir la puerta de la pieza supo que la mujer se le había ido y que todo empezaba a
perderse. Lo que no pudo imaginar fue que del otro lado encontraría la desdicha y la lástima, los
signos de la muerte en los cajones abiertos y los muebles vacíos, en los frascos, perfumes y polvos
de Larry tirados por el suelo: la despedida o el adiós escrito con rouge en el espejo del ropero, como
un anuncio que hubiera querido dejarle la mujer antes de irse.
Vino él vino Almada vino a llevarme sabe todo lo nuestro vino al cabaret y es como un bicho una
basura oh dios mío ándate por favor te lo pido salvate vos Juan vino a buscarme esta tarde es una
rata olvídame te lo pido olvídame como si nunca hubiera estado en tu vida yo Larry por lo que más
quieras no me busques porque él te va a matar.
Antúnez leyó las letras temblorosas, dibujadas como una red en su cara reflejada en la luna del espejo.
II
A Emilio Renzi le interesaba la lingüística pero se ganaba la vida haciendo bibliográficas en el
diario El Mundo: haber pasado cinco años en la facultad especializándose en la fonología de
Trubetzkoi y terminar escribiendo reseñas de media página sobre el desolado panorama literario
nacional era sin duda la causa de su melancolía, de ese aspecto concentrado y un poco metafísico
que lo acercaba a los personajes de Roberto Arlt.
El tipo que hacía policiales estaba enfermo la tarde en que la noticia del asesinato de Larry llegó
al diario. El viejo Luna decidió mandar a Renzi a cubrir la información porque pensó que obligarlo a
mezclarse en esa historia de putas baratas y cafishios le iba a hacer bien. Habían encontrado a la
mujer cosida a puñaladas a la vuelta del New Deal; el único testigo del crimen era una pordiosera
medio loca que decía llamarse Angélica Echevarne. Cuando la encontraron acunaba el cadáver
como si fuera una muñeca y repetía una historia incomprensible. La policía detuvo esa misma
mañana a Juan Antúnez, el tipo que vivía con la copera, y el asunto parecía resuelto.
-Trata de ver si podés inventar algo que sirva -le dijo el viejo Luna-. Andate hasta el Departamento
que a las seis dejan entrar al periodismo.
En el Departamento de Policía Renzi encontró a un solo periodista, un tal Rinaldi, que hacía
crímenes en el diario La Prensa. El tipo era alto y tenía la piel esponjosa, como si recién hubiera
salido del agua. Los hicieron pasar a una salita pintada de celeste que parecía un cine: cuatro
lámparas alumbraban con una luz violenta una especie de escenario de madera. Por allí sacaron
a un hombre altivo que se tapaba la cara con las manos esposadas: enseguida el lugar se llenó de
fotógrafos que le tomaron instantáneas desde todos los ángulos. El tipo parecía flotar en una niebla
y cuando bajó las manos miró a Renzi con ojos suaves.
-Yo no he sido -dijo-. Ha sido el gordo Almada, pero a ese lo protegen de arriba.
Incómodo, Renzi sintió que el hombre le hablaba sólo a él y le exigía ayuda.
-Seguro fue este -dijo Rinaldi cuando se lo llevaron-. Soy capaz de olfatear un criminal a cien
metros: todos tienen la misma cara de gato meado, todos dicen que no fueron y hablan como si
estuvieran soñando.
-Me pareció que decía la verdad.
-Siempre parecen decir la verdad. Ahí está la loca. La vieja entró mirando la luz y se movió por la
tarima con un leve balanceo, como si caminara atada. En cuanto empezó a oírla, Renzi encendió
su grabador.
-Yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas
el corazón que pertenece que perteneció y va a pertenecer a Juan Bautista Bairoletto el jinete por
ese hombre le estoy diciendo váyase de aquí enemigo mala entraña o no ve que quiere sacarme
la piel a lonjas y hacer visos encajes ropa de tul trenzando el pelo de la Anahí gitana la macarena,
ay macarena una arrastrada sos no tenés alma y el brillo en esa mano un pedernal tomo ácido te
juro si te acercas tomo ácido pecadora loca de envidia porque estoy limpia yo de todo mal soy una
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a DISTANCIA
santa Echevarne Angélica Inés que me dicen Anahí tenía razón Hitler cuando dijo hay que matar a
todos los entrerrianos soy bruja y soy gitana y soy la reina que teje un tul hay que tapar el brillo de
esa mano un pedernal, el brillo que la hizo morir por qué te sacás el antifaz mascarita que me vio
o no me vio y le habló de ese dinero Madre María Madre María en el zaguán Anahí fue gitana y fue
reina y fue amiga de Evita Perón y dónde está el purgatorio si no estuviera en Lanús donde llevaron
a la virgen con careta en esa máquina con un moño de tul para taparle la cara que la he tenido
blanca por la inocencia.
-Parece una parodia de Macbeth -susurró, erudito, Rinaldi-. Se acuerda, ¿no? El cuento contado
por un loco que nada significa.
-Por un idiota, no por un loco -rectificó Renzi-. Por un idiota. ¿Y quién le dijo que no significa nada?
La mujer seguía hablando de cara a la luz.
-Por qué me dicen traidora sabe por qué le voy a decir porque a mí me amaba el hombre más
hermoso en esta tierra Juan Bautista Bairoletto jinete de poncho inflado en el aire es un globo un
globo gordo que nota bajo la luz amarilla no te acerqués si te acercás te digo no me toqués con
la espada porque en la luz es donde yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por
dentro los ganglios las entrañas el corazón que perteneció que pertenece y que va a pertenecer.
-Vuelve a empezar -dijo Rinaldi.
-Tal vez está tratando de hacerse entender.
-¿Quién? ¿Esa? Pero no ve lo rayada que está -dijo mientras se levantaba de la butaca-. ¿Viene?
-No. Me quedo.
-Oiga, viejo. ¿No se dio cuenta que repite siempre lo mismo desde que la encontraron?
-Por eso -dijo Renzi controlando la cinta del grabador-. Por eso quiero escuchar: porque repite
siempre lo mismo.
Tres horas más tarde Emilio Renzi desplegaba sobre el sorprendido escritorio del viejo Luna una
transcripción literal del monólogo de la loca, subrayado con lápices de distintos colores y cruzado
de marcas y de números.
-Tengo la prueba de que Antúnez no mató a la mujer. Fue otro, un tipo que él nombró, un tal
Almada, el gordo Almada.
-¿Qué me contás? -dijo Luna, sarcástico-. Así que Antúnez dice que fue Almada y vos le creés.
-No. Es la loca que lo dice; la loca que hace diez horas repite siempre lo mismo sin decir nada. Pero
precisamente porque repite lo mismo se la puede entender. Hay una serie de reglas en lingüística,
un código que se usa para analizar el lenguaje psicótico.
-Decime, pibe -dijo Luna lentamente-. ¿Me estás cargando?
-Espere, déjeme hablar un minuto. En un delirio el loco repite, o mejor, está obligado a repetir
ciertas estructuras verbales que son fijas, como un molde, ¿se da cuenta?, un molde que va
llenando con palabras. Para analizar esa estructura hay treinta y seis categorías verbales que se
llaman operadores lógicos. Son como un mapa, usted los pone sobre lo que dicen y se da cuenta
que el delirio está ordenado, que repite esas fórmulas. Lo que no entra en ese orden, lo que no se
puede clasificar, lo que sobra, el desperdicio, es lo nuevo: es lo que el loco trata de decir a pesar
de la compulsión repetitiva. Yo analicé con ese método el delirio de esa mujer. Si usted mira va a
ver que ella repite una cantidad de fórmulas, pero hay una serie de frases, de palabras que no se
pueden clasificar, que quedan fuera de esa estructura. Yo hice eso y separé esas palabras y ¿qué
quedó? -dijo Renzi levantando la cara para mirar al viejo Luna-. ¿Sabe qué queda? Esta frase: El
hombre gordo la esperaba en el zaguán y no me vio y le habló de dinero y brilló esa mano que la
hizo morir. ¿Se da cuenta? -remató Renzi, triunfal-. El asesino es el gordo Almada.
El viejo Luna lo miró impresionado y se inclinó sobre el papel.
-¿Ve? -insistió Renzi-. Fíjese que ella va diciendo esas palabras, las subrayadas en rojo, las va
diciendo entre los agujeros que se pueden hacer en medio de lo que está obligada a repetir, la
historia de Bairoletto, la virgen y todo el delirio. Si se fija en las diferentes versiones va a ver que las
únicas palabras que cambian de lugar son esas con las que ella trata de contar lo que vio.
-Che, pero qué bárbaro. ¿Eso lo aprendiste en la facultad?
-No me joda.
-No te jodo, en serio te digo. ¿Y ahora qué vas a hacer con todos estos papeles? ¿La tesis?
-¿Cómo qué voy a hacer? Lo vamos a publicar en el diario.
El viejo Luna sonrió como si le doliera algo.
-Tranquilizate, pibe. ¿O te pensás que este diario se dedica a la lingüística?
Hay que publicarlo, ¿no se da cuenta? Así lo pueden usar los abogados de Antúnez. ¿No ve que
ese tipo es inocente?
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-Oíme, el tipo ese está cocinado, no tiene abogados, es un cafishio, la mató porque a la larga
siempre terminan así las locas esas. Me parece fenómeno el jueguito de palabras, pero paramos
acá. Hacé una nota de cincuenta líneas contando que a la mina la mataron a puñaladas.
-Escuche, señor Luna -lo cortó Renzi-. Ese tipo se va a pasar lo que le queda de vida metido en
cana.
-Ya sé. Pero yo hace treinta años que estoy metido en este negocio y sé una cosa: no hay que
buscarse problemas con la policía. Si ellos te dicen que lo mató la Virgen María, vos escribís que lo
mató la Virgen María.
-Está bien -dijo Renzi juntando los papeles-. En ese caso voy a mandarle los papeles al juez.
-Decime, ¿vos te querés arruinar la vida? ¿Una loca de testigo para salvar a un cafishio? ¿Por qué
te querés mezclar? -en la cara le brillaban un dulce sosiego, una calma que nunca le había visto-.
Mira, tomate el día franco, andá al cine, hacé lo que quieras, pero no armés lío. Si te enredás con
la policía te echo del diario.
Renzi se sentó frente a la máquina y puso un papel en blanco. Iba a redactar su renuncia; iba a
escribir una carta al juez. Por las ventanas, las luces de la ciudad parecían grietas en la oscuridad.
Prendió un cigarrillo y estuvo quieto, pensando en Almada, en Larry, oyendo a la loca que hablaba
de Bairoletto. Después bajo la cara y se largó a escribir casi sin pensar, como si alguien le dictara:
Gordo, difuso, melancólico, el traje de filafil verde nilo flotándole en el cuerpo -empezó a escribir
Renzi-, Almada salió ensayando un aire de secreta euforia para tratar de borrar su abatimiento.
Ricardo Piglia
» ACTIVIDAD 16
Después de la lectura del texto “La loca y el relato del crimen”. Analicen:
a) ¿Qué diferencias encuentran con los policiales tradicionales?
b) ¿Qué nuevas situaciones y personajes aparecen en esta historia?
c) ¿Por qué creen que el párrafo final es igual al inicial?
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del modo indicativo, como sucede en el siguiente fragmento de La loca y el
relato del crimen:
“Las calles se aquietaban ya; oscuras y lustrosas bajaban con un suave
declive y lo hacían avanzar plácidamente, sosteniendo el ala del sombrero
cuando el viento del río le tocaba la cara”.
Otra posibilidad es escribir las acciones concluidas dentro de la historia en
pretérito perfecto del mismo modo verbal. Por ejemplo, en El Peatón:
“Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la
ciudad”.
Por último, narramos los hechos realizados antes del tiempo planteado en
la historia en pretérito pluscuamperfecto también del modo indicativo como
en el ejemplo que sigue del cuento La loca y el relato del crimen:
“(…)y en ese momento, antes de abrir la puerta de la pieza supo que la
mujer se le había ido y que todo empezaba a perderse.”
» ACTIVIDAD 17 Obligatoria
Lean el comienzo del siguiente cuento policial.
“Miré una vez más la foto: una cara juvenil, de ojos grandes, labios sensuales y pelo agresivamente negro,
Era bonita, pero carecía de esa belleza de camafeo, armoniosa y aburrida; tenía cierta capacidad seductora,
a mitad de camino entre la inocencia y la perversidad.
-Se llama Mercedes Gasset y va a estar en el hotel Los Faraones, el sábado, al mediodía.
Asentí con un ligero movimiento de cabeza. Me entregaron el cincuenta por ciento de lo pactado y el
pasaje de ida y vuelta. Dijeron que confiaban en mí, que el resto lo recibiría al final del trabajo, Asentí otra
vez y pregunté si habían pensado en algún sitio en especial. Uno de ellos dijo que la Cueva de los Verdes
podría ser el lugar adecuado y dijo que no me costaría mucho llevarla hasta ahí. Realmente confiaban en mí,
se lo agradecí y comprendí que era hora de despedirse. En un par de días tendría que volar a Lanzarote para
encontrarme con esa tal Mercedes Gasset.
El vuelo fue tranquilo, debí soportar un compañero de asiento que había resuelto mitigar su soledad, o
el miedo a las alturas, contándome el encanto de las islas Canarias. Le concedí un par de monosílabos y
simulé un sueño reparador, logré que me dejara en paz. No me interesaban las islas y jamás había estado
en Lanzarote, solo tenía una vaga referencia por un cuento, o cierto capítulo de novela, en donde un hombre
se encontraba con una mujer joven, para disfrutar del fin de semana. También yo me iba a encontrar con
una mujer joven pero no iba a disfrutar del fin de semana; iba a matarla.
La vi en el lobby del hotel y cometí el error de no consultar la foto. Así, en persona, el azabache de su pelo
resultaba más inquietante. Miraba hacia uno y otro lado, indecisa, buscando a alguien. Por fin se acercó a la
barra y pidió un vaso de leche fría.”
Un día después, Vicente Batista
Desde el lugar del narrador, escriban un fragmento focalizador que continúe con el significado instalado
en la narración. Para ello deben prestar atención en lo que se está contando (es el comienzo de un
policial) y pensar en qué podría detener su mirada este narrador (1ra. persona) para crear un clima
anticipador de la historia. Tengan en cuenta los tiempos verbales que van a utilizar.
Si el tema les gustó, pueden conocer más ingresando a la página que se encuentra
a continuación.
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VIDEO
Había una vez... (El Cuento Policial) - Canal Encuentro
https://www.youtube.com/watch?time_continue=180&v=69Tn1vTXn1U
OESTERHELD Y EL ETERNAUTA
El Eternauta es una historieta argentina de ciencia ficción creada por el guionista Héctor Germán
Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López : El argumento se centra en la historia de una
invasión alienígena a Buenos Aires, contada al propio autor Oesterheld por un sobreviviente que viaja
en tiempo.
Los siguientes videos están relacionados con el género ciencia-ficción , la historieta y con El Eternauta.
Su observación los acercará más a la extraordinaria obra de H.G.Oestergeld y Solano López.
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UNIDAD 4 La literatura realista o el espejo del mundo
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1. 1. Realismo no es realidad
Como dijimos, la literatura realista es un modo de escribir ficción que intenta
mostrar una realidad tal cual es. Para ello construye su verosímil haciendo
una mímesis o copia de la vida cotidiana sin embellecerla o exagerarla.
Podemos decir que los escritores realistas tratan de mostrar el mundo
“tal como se ve”. La descripción minuciosa y la relación hombre-sociedad
es una característica presente en los orígenes y que aún persiste en las
narraciones realistas.
Sin embargo consideremos que cualquier construcción ficcional de lo real,
ya es en sí misma una distorsión por lo tanto debemos tener en cuenta que
no existe una literatura realista como sinónimo de verdadera, sino una
manera ficcional de trasladar una mirada sobre la realidad.
Para lograr el objetivo de realizar el retrato fiel de la realidad los escritores
realistas utilizan una serie de procedimientos o técnicas de escritura
que afectan a algunos elementos de la narración: narrador, diálogos,
descripciones y personajes.
1. 2. El narrador
El narrador omnisciente es el que aparece con mayor frecuencia: cuenta
en 3ra persona gramatical y por lo general en un pasado narrado en pretérito
perfecto e imperfecto del modo indicativo (unidad 3). Conoce perfectamente
a los personajes, su psicología, sus deseos, etc. Describe y analiza sus
pensamientos más profundos y las circunstancian que atraviesan.
Lean el siguiente fragmento del cuento Cantata para los hijos de Gracimiano
del escritor argentino Daniel Moyano.
“El hombre y la mujer despertaron con los huesos fríos, como dos arañas inútiles expuestas al sol.
Estaban tendidos en la expresión donde los había dejado el deseo, fatigado en una interminable
reiteración mecánica de un impulso iniciado hacía tiempo. Lo único visible del hombre era un
largo brazo caído hacia el piso de tierra, y de la mujer un mechón negro de cabellos. El resto
era una construcción topográfica de huesos puntiagudos debajo de la frazada, que latía en su
fragilidad impulsada por cuatro pulmones. Últimamente cada acto de amor les sabía a duelo, pero
lo ocultaban ante el temor de que fuese verdad. Estaban ambos boca arriba, casi juntos. Pensaban.
El problema que tenían era cómo decirles a por lo menos dos de los nueve hijos, los mayores,
que ese día los entregarían a otras familias que pudiesen alimentarlos. Para los siete restantes,
menores y sin entendimiento, era un simple problema de combinar palabras, que para ellos, más
que significados, serían simplemente sonidos.”
Cantata para los hijos de Gracimiano- Daniel Moyano
1. 3. La descripción
Una de los aspectos más relevantes del realismo es la fiel representación de
los espacios narrados mediante una observación precisa y una transcripción
minuciosa. Para lograr este efecto recurren a los adjetivos para transmitir
con mayor énfasis sensaciones, impresiones y estados de ánimo.
Los adjetivos son las palabras que agregan mayor significado a los términos
que acompañan. Por ejemplo: Tu mirada transparente me acompaña.
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Las descripciones resultan útiles para la escritura realista porque expresan
una manera de percibir el mundo a través de una combinación especial de
palabras. También contribuye a una mejor caracterización de los personajes
y a la creación de ambientes de suspenso, intriga, etc. en los que se
desarrollará la historia.
Lean los siguientes fragmentos y luego realicen la actividad 18.
“Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios
chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles,
apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la
locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire
helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en
seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo.”
Manuel Mujica Láinez, El hambre
“Era como si el fin de semana se desinflara de pronto, como esos globos rojos de papel que se
encienden para fin de año y que de repente y por el motivo que sea (porque los encendimos con
demasiado kerosene, porque demoramos en soltarlos, porque se enredaron en el cable de la luz
o porque los sorprendió una ráfaga de viento) se balancean, se incendian y se vienen abajo. Los
domingos a la tarde era como si esa euforia, ese gusto por vivir que arrancaba los viernes después
de la escuela, nos abandonara de repente”.
Eduardo Sacheri, Domingos a la tarde
“ (…) De tantas cosas relacionadas con mi padre me acuerdo especialmente de aquellos regresos
a casa después del trabajo. Eran siempre noches grandes, cargadas de estrellas y de silencio.
Así las veo. Avanzábamos a través de un decorado de casas mudas y luces fantasmales en las
ventanas y en los patios. Yo me sentía extraviado en esa oscuridad y la sensación no me gustaba.
Quería llegar rápido, para que pasara la noche, y luego el día, y otra noche, y otro día, hasta que el
cerco de las noches y los días se rompiera. ¿Y mi padre? ¿Qué pensaba? ¿ Qué significaba para
él ese tránsito entre la agitación de la jornada y la promesa del descanso? ¿En qué medida mi
presencia le servía de compañía, de incentivo, de alivio? ¿Me vería como yo me veo ahora en el
recuerdo? Lo que veo es un cachorro impaciente, agazapado en el fondo de sí mismo, esperando
su oportunidad para dar un salto. Mi padre pedaleaba y yo trotaba a su lado. No teníamos otra
referencia que el foco de la bicicleta alumbrando un óvalo de tierra, hipnótico, surgido como desde
un sueño, renovándose en una calle que podría no tener un fin. Esa luz mínima marcaba el camino
y finalmente nos sacaba de la oscuridad.(…)”
Antonio Dal Masetto, El padre
» ACTIVIDAD 18
Después de leer los fragmentos de la unidad 4, analicen:
a) ¿Qué se describe en cada uno?
b) ¿Por qué las descripciones incorporadas en cada relato son importantes? ¿Qué agregan? ¿Qué
pasaría si cada narración fuera menos descriptiva?
1. 4. Los diálogos
Continuamos con la
lectura del apunte
El género realista introduce los diálogos con diversas variedades
lingüísticas; el objetivo es construir la realidad de los personajes a través de
su forma de hablar.
Los escritores realistas no sólo transcriben las conversaciones de los
personajes sino también agregan observaciones sobre los modos en que
se producen los diálogos, los gestos que acompañan las palabras, los
sentimientos que las producen, etc.
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“Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera
gustado nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por
favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono,
pensó la chica: era por el cumpleaños.
–No me gusta que vayas –le había dicho–. Es una fiesta de ricos.
–Los ricos también se van al cielo–dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.
–Qué cielo ni cielo –dijo la madre–. Lo que pasa es que a usted, m’hijita, le gusta cagar más
arriba del culo.
A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era
una de las mejores alumnas de su grado.
–Yo voy a ir porque estoy invitada –dijo–. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
–Ah, sí, tu amiga –dijo la madre. Hizo una pausa–. Oíme, Rosaura –dijo por fin–, esa no es tu
amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.
Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
–Callate –gritó–. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga.
Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras
su madre hacía la limpieza.Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le
gustaba enormemente todo lo que había en esa casa. Y la gente también le gustaba”
Liliana Heker, La fiesta ajena
1. 5. Los personajes
Los protagonistas de las historias realistas no sobresalen de lo normal,
no tienen características especiales; por el contrario, como el objetivo es
retratar lo más fielmente posible la sociedad de una determinada época,
presenta personajes corrientes fácilmente reconocibles: funcionarios,
médicos, burgueses, maestras, madres de familia, campesinos, sacerdotes,
etc., cuyos sentimientos y actitudes pueden ser también los de los lectores
que se sienten parte de la realidad que se está representando.El autor
realista escogía los tipos sociales más interesantes, especialmente de la
clase media, y los describía como la representación de ciertos rasgos de
carácter: el desdichado, el bondadoso, el tacaño, el chismoso, el marido
engañado, el burgués adinerado, etc.
“Nena Daconte era casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía
irradiaba la resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de enero, y estaba arropada hasta el
cuello con un abrigo de nucas de visón que no podía comprarse con el sueldo de un año de toda la
guarnición fronteriza. Billy Sánchez de Ávila, su marido, que conducía el coche, era un año menor
que ella, y casi tan bello, y llevaba una chaqueta de cuadros escoceses y una gorra de pelotero. Al
contrario de su esposa, era alto y atlético y tenía las mandíbulas de hierro de los matones tímidos.
Pero lo que revelaba mejor la condición de ambos era el automóvil platinado, cuyo interior exhalaba
un aliento de bestia viva, como no se había visto otro por aquella frontera de pobres. Los asientos
posteriores iban atiborrados de maletas demasiado nuevas y muchas cajas de regalos todavía sin
abrir. Ahí estaba, además, el saxofón tenor que había sido la pasión dominante en la vida de Nena
Daconte antes de que sucumbiera al amor contrariado de su tierno pandillero de balneario.”
Gabriel García Márquez, El rastro de tu sangre en la nieve
ACTIVIDAD 19
El realismo ha tenido expresiones en diversas actividades humanas, por ejemplo en la pintura que
al igual que la literatura también trató de copiar en sus producciones, la realidad circundante. En
este ejercicio de escritura, les pedimos que en primer lugar elijan una de las siguientes imágenes y
luego, como narradores realistas, construyan una pequeña historia relacionada con los personajes
presentes en la pintura seleccionada, el ambiente en que se encuentran, qué situación pueden estar
atravesando, sus características psicológicas, etc. No olviden que las descripciones son fundamentales
en la literatura realista.
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a DISTANCIA
Continuamos con la
2. Literatura, realismo e historia: El matadero
lectura del apunte Anterior al realismo, explicado al inicio de esta clase, surgió en América otro
movimiento literario llamado Romanticismo. Importado de Europa, significó
dentro de la letras americanas “Un exceso de retórica, de adjetivación, de
melodrama contagió a buena parte de la literatura de los nuevos países y,
al mismo tiempo que obligatorias obras fundadoras, dio lugar al ampuloso
lenguaje presente aún hoy en los discursos políticos y oficiales” (Laura Ramos).
Si bien la literatura realista surgió posteriormente como una respuesta y un
rechazo a la exageración estilística del Romanticismo, en el cual la realidad
se centraba en la subjetividad del narrador - por lo general influenciado y
conmovido por un contexto opresivo ya se tratara de amores no correspondidos
o realidades políticas adversas – podemos encontrar el algunas producciones
románticas la misma obsesión descriptiva del realismo.
En América fue un movimiento que coincidió con la formación de los
nuevos estados independizados de Europa. Esta contextualización convirtió
al Romanticismo en mucho más que una forma de escribir literatura, se
tradujo en la manifestación de muchos autores ante una realidad nacional
con la que no acordaban. Los protagonistas de los cuentos y novelas escritos
en este período (1830-1860) se construyeron como héroes que perseguían
ideales, por lo general políticos, imposibles de conseguir. Este héroe
romántico lucha contra el poder injusto y arbitrario tanto de la autoridad
de turno como de la Iglesia Católica a la que consideran un resabio de las
prejuiciosas costumbres españolas vigentes en la Colonia. Obviamente el
recurso literario que mejor resultaba para detallar estos sentimientos fue la
detallada descripción de personajes, ambientes y acciones puesta al servicio
de las intenciones ideológicas de los autores de esta etapa.
Un excepcional texto, ejemplificador de esto último, es El matadero,
considerado la primera ficción argentina, escrito por Esteban Echeverría
desde su destierro en la Banda Oriental (hoy Uruguay). Para algunos
críticos literarios este cuento adelanta el realismo en el Río de la Plata. La
narración centra las acciones en el matadero de Buenos Aires, dominado
por seguidores del caudillo Juan Manuel de Rosas.
Como una característica propia del Romanticismo, el relato se construye
desde la mirada de un unitario en el destierro enfrentado ideológicamente
al régimen rosista. Para lograr el impacto deseado, se identifican el lugar y
los protagonistas como parte de la barbarie federal opuesta a la civilización
unitaria.
“Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los pantanos
se pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una
tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente
sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas del alto. El Plata creciendo embravecido empujó esas
aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes,
arboledas, caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad
circunvalada del Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sud por un piélago blanquecino
en cuya superficie flotaban a la ventura algunos barquichuelos y negreaban las chimeneas y las
copas de los árboles, echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como
implorando misericordia al Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas
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gimoteaban haciendo novenarios y continuas plegarias. Los predicadores atronaban el templo y
hacían crujir el púlpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La
cólera divina rebosando se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros pecadores! ¡Ay de vosotros
unitarios impíos que os mofáis de la iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra
de los ungidos del Señor! ¡Ay de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará
la hora tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad,
vuestras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra
tierra las plagas del Señor. La justicia y el Dios de la Federación os declarará malditos.”
Texto completo disponible en:
http://bibliotecadigital.educ.ar/uploads/contents/EstebanEcheverra-Elmatadero0.pdf
» ACTIVIDAD 20
Después de leer el fragmento de El Matadero analicen:
a) ¿Qué imagen de Buenos Aires se construye a través de la descripción?
b) La ironía es un procedimiento literario con el cual se quiere decir algo manifestando lo contrario.
¿Qué significados sobre la Iglesia o el poder de Rosas introduce el fragmento a través de la ironía?
2. 2. Análisis de El matadero
Continuamos con la
lectura del apunte No sólo las descripciones y la ironía constituyeron el mejor recurso con que
Echeverría construyó su relato. Los diálogos –otro recurso realista- resultaron
efectivos en la caracterización de los personajes. Anteriormente dijimos que
en los textos literarios muchas veces los personajes aparecen hablando
determinada variedad de lengua, la cual puede darnos características de
ese personaje: su edad, su lugar social, su ideología, su personalidad, su
profesión, su culturización. La lengua adoptada asigna un sentido al texto
ficcional porque de alguna manera organiza las ideas que circulan dentro de
él, ayudando al lector a interpretar mejor las situaciones que se presentan.
En el caso de El matadero los personajes están divididos en dos grupos,
federales y unitarios. Los primeros son representados como incultos y
brutales, en cambio los unitarios, con los que se identifica el narrador, son
personas educados cuya forma de hablar aparece muy diferenciada del
habla popular de los habitantes del matadero.
En el siguiente fragmento el nivel de lengua determina la diferencia entre
unitarios y federales, que además ya estaba dada desde lo ideológico. El
habla de los federales pertenece a la barbarie mientras que los unitarios
representan la civilización: el lenguaje que circula dentro del matadero, junto
con las descripciones ambientales del lugar y de los personajes reafirma la
ideología que da sentido al texto.
“Sea como fuera; a la noticia de la providencia gubernativa, los corrales del Alto se llenaron, a pesar
del barro, de carniceros, achuradores y curiosos, quienes recibieron con grandes vociferaciones y
palmoteos los cincuenta novillos destinados al matadero.
-Chica, pero gorda -exclamaban.- ¡Viva la Federación! ¡Viva el Restaurador!
Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Federación estaba en todas partes,
hasta entre las inmundicias del matadero y no había fiesta sin Restaurador como no hay sermón
sin Agustín. Cuentan que al oír tan desaforados gritos las últimas ratas que agonizaban de hambre
en sus cuevas, se reanimaron y echaron a correr desatentadas conociendo que volvían a aquellos
lugares la acostumbrada alegría y la algazara precursora de abundancia.
“(…) el carnicero en un grupo descuartizaba a golpe de hacha, colgaba en otro los cuartos en
los ganchos a su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo en aquél, de entre la chusma que
ojeaba y aguardaba la presa de achura salía de cuando en cuando una mugrienta mano a dar
un tarazcón con el cuchillo al sebo o a los cuartos de la res, lo que originaba gritos y explosión de
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cólera del carnicero y el continuo hervidero de los grupos, -dichos y gritería descompasada de los
muchachos.
-Ahí se mete el sebo en las tetas, la tía -gritaba uno.
-Aquel lo escondió en el alzapón -replicaba la negra.
-¡Che!, negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un tajo -exclamaba el carnicero.
-¿Qué le hago ño, Juan?, ¡no sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas.
-Son para esa bruja: a la m…
-¡A la bruja! ¡a la bruja! -repitieron los muchachos-: ¡se lleva la riñonada y el tongorí! -y cayeron
sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro.
Hacia otra parte, entre tanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá
una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre,
caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en hilera
400 negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro
cuchillo del carnicero había dejado en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y
vejigas y las henchían de aire de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura.”
“Atáronle un pañuelo por la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogíase el joven, pateaba,
hacía rechinar los dientes. Tomaban ora sus miembros la flexibilidad del junco, ora la dureza del fierro
y su espina dorsal era el eje de un movimiento parecido al de la serpiente. Gotas de sudor fluían por
su rostro grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de su cuello
y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
-Átenlo primero -exclamó el Juez.
-Está rugiendo de rabia -articuló un sayón.
En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa volcando su cuerpo
boca abajo. Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual soltaron las ataduras
que las comprimían en la espalda. Sintiéndolas libres el joven, por un movimiento brusco en el
cual pareció agotarse toda su fuerza y vitalidad, se incorporó primero sobre sus brazos, después
sobre sus rodillas y se desplomó al momento murmurando: -Primero degollarme que desnudarme,
infame canalla.
Sus fuerzas se habían agotado; inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de
desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven
y extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa. Los sayones quedaron
inmobles y los espectadores estupefactos.
-Reventó de rabia el salvaje unitario -dijo uno.
-Tenía un río de sangre en las venas -articuló otro.
-Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado a lo serio
-exclamó el juez frunciendo el ceño de tigre-. Es preciso dar parte, desátenlo y vamos.
Verificaron la orden; echaron llave a la puerta y en un momento se escurrió la chusma en pos del
caballo del Juez cabizbajo y taciturno.
Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas.
En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que propagaban a
verga y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse que federación saldría de sus cabezas y
cuchillas. Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón
de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre
decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y
por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el Matadero.
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Por primera vez aparece manifestada en la literatura argentina la
oposición civilización/barbarie -modernidad/atraso- constituyendo una de
las simbolizaciones recurrentes en la construcción de nuestra nacionalidad.
En este escenario la ficción argentina va a resignificar muchas veces las
tensiones que cruzaron la cultura argentina y dejaron su marca en una
particular forma de mirar el mundo y tratar de comprender su historia.
A unitarios y federales no los separó una polémica teórica centrada en los
destinos del país. Fue una división profunda: dos concepciones antagónicas
de la realidad argentina, dos maneras opuestas de sentir el concepto “patria”.
El matadero refleja esa separación. Y es más que una narración literaria,
escrita por Echeverría -posiblemente en 1840- desde el destierro obligado,
es un panfleto político que da cuenta de las diferencias culturales llevadas
al extremo del horror que recorrían la sociedad argentina de esa época.Por
ejemplo, en el último fragmento, el narrador desmenuza ante su interlocutor
el encuentro entre éste y Ralph, con lo cual le da a entender que conoce todo
acerca de lo ocurrido en esa noche: la entrada silenciosa al cuarto, la postura
de Ralph, su reacción ante las luces nocturnas de la ciudad.
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El ámbito agreste y salvaje de la Misiones que él conoció, le dan marco a sus historias. Cuentos
de Amor, de Locura y de Muerte no es ni más ni menos que una de las primeras compilaciones de
relatos que Quiroga publicó; en ellos encontramos tempranamente toda su destreza como narrador
y también lo esencial de su visión del mundo. A lo largo de las páginas de Cuentos de Amor y Locura
el lector se encuentra con unas cuantas de sus historias imperecederas y un buen número de
personajes que quedarán en la memoria del lector como si los hubiera conocido a lo largo de una
voluminosa novela. La vida de Quiroga fue una parábola trágica.
En cuentos de amor de locura y de muerte nos encontramos con el Quiroga que ha conocido muy
de cerca las realidades del amor, de la locura y la muerte, realidades que son, en última instancia,
la constante fatal que traspone los cuentos escritos por un ser ermitaño como hombre y como
escritor. Cuentos de un hombre incomunicado en plena selva, en la zona lindante con Misiones, y
también ya alejado de lo que aprendió leyendo a Maupassant o a Chejov. Algunos cuentos reunidos
en el volumen de 1917 podrán parecer al lector ingenuo, fuera de quicio y morbosos, así y todo,
no dejan de ser el homenaje a la maestría en un género que es casi dominio literario del sub-
continente latinoamericano. A pesar de la horrenda ocurrencia que encierra La gallina degollada,
puede advertirse la espeluznante frialdad de la narración, como allí impera una lógica inconmovible
y mortífera. Los cuatro niños idiotas han sacado provecho en el corral de la lección como descabezar
a su propia hermana, la única normal en la casa. En El solitario un hombre ofuscado con un trabajo
de orfebre le arranca la vida a su esposa hundiéndole un alfiler en el corazón.
En Quiroga no subsiste la idea de éxito o de felicidad forjada en sus cuentos. Los seres tan solo se
limitan a luchar, a enfrentarse entre sí y a luchar contra los obstáculos de la naturaleza. En La noche,
el celador de una tienda y su mujer remontan el Paraná cuando se halla peligrosamente crecido.
El hombre es emponzoñado por una raya y la mujer se ve obligada a remar sola a través de la
noche. Los personajes que se vuelven protagonistas de los cuentos son individuos incomunicados,
ermitaños, que han optado por la selva como lugar de vida a la avidez social de las ciudades. A
través de todos sus cuentos el escritor uruguayo va dejando claro la ineptitud del hombre de la
ciudad y subrayando la superioridad de los hombres y los animales.
A estos últimos los dibuja inmersos en una felicidad casi ideal, dejando atrás a las torpezas
humanas. En la Miel Silvestre un joven de la ciudad tras dar un paseo por la selva como si hiciera
una caminata por un parque, ingiere un poco de miel silvestre, es víctima de una parálisis y
fallece engullido por las hormigas. En La Insolación, dos perros se tumban a la sombra durante
una insoportable oleada cálida, mientras su amo se esfuerza trabajando temerariamente bajo
el sol que ya se ha llevado la vida de un caballo. En definitiva, Horacio Quiroga pone especial
énfasis en el contraste entre la descomposición de la vida humana y la natural armonía en que
viven los animales.
Reseña escrita por Fernando Pineda
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» ACTIVIDAD 21 Obligatoria
Luego de leer el texto completo de El matadero, escriban una reseña del mismo. Recuerden que la
reseña es un género discursivo argumentativo en el que deben escribir su opinión sobre este relato;
pueden incluir algunos aspectos de la vida del autor (si lo creen pertinente), detalles de la narración,
algún fragmento ejemplificativo, etc. La idea es convencer o no de su validez como texto literario a los
posibles lectores de su reseña.
Si el tema les gustó, pueden conocer más ingresando a la página que se encuentra
a continuación.
VIDEO
El realismo literario - Canal Encuentro
https://youtu.be/RMcYEIxus9A
Bibliografía y Webgrafía
● Alvarado, Maite. “Escritura e invención en la escuela”, en: A.A.V.V., Los CBC y la enseñanza de la lengua,
Buenos Aires, AZ, 1997.
● Cuesta, Carolina: “Hacia la construcción de una nueva mirada sobre los lectores y la lectura” en Lulú
Coquette, Revista de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Año 1, N° 1. Bs. As. Editorial El Hacedor. 2001
● Egan, K.: “Cap. I - Imaginación y aprendizaje y Conclusión: Un complemento de fantasía e imaginación:
su poder en la enseñanza” en Fantasía e imaginación: su poder en la enseñanza. Ediciones Morata, S.L.
y Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1994.
● Bas, A.: Escribir, apuntes sobre una práctica, Buenos Aires, Eudeba, 1999
● Cassany, D.: Hacia una perspectiva sociocultural de la comprensión lectora
Disponible en http://www.lecturayvida.fahce.unlp.edu.ar/numeros/a25n2/25_02_Cassany.pdf
● Gandolfo, E: El libro de los género, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma,2007
● Sardi, V.: La ficción como creadora de mundos posibles, Buenos Aires, Ed.Longseller, 2003
● Cuesta Carolina: La maquinaria literaria, Buenos Aires, Longseller, 2001
● Sarli D´Arielli Valeria: Los discursos sociales, Buenos Aires, Longseller, 2001
● Morinigo Mariano: Realidad y ficción de El matadero, 1965
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