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A nadie se le escapa que el crecimiento económico que ha registrado la

economía mundial en los últimos años ha tenido una serie de vientos de


cola que han sido fundamentales. Entre estas «ayuditas» figura en lugar
destacado la política acomodaticia de los principales bancos
centrales del mundo, que han inyectado dinero a la
economía. En el caso del Banco Central Europeo (BCE), lleva unos
cuantos años comprando tanto deuda pública como privada en el
mercado de bonos, lo que algunos han calculado que ha rebajado en 50
puntos básicos los precios reales. En todo caso, y a la vista de los
anuncios que ha realizado el BCE a lo largo de los últimos meses de 2017,
todo apunta a que el esperado endurecimiento de la política monetaria
no se producirá hasta bien entrado 2019, de modo que el riesgo de un
encarecimiento de la financiación de la deuda todavía no está muy
próximo.
En relación con el BCE no hay que olvidar que en 2019 es cuando está
previsto el relevo de Mario Draghi al frente de la institución, y si las
previsiones no fallan, todo apunta a que el actual presidente del Banco
Central de Alemania, Jeins Weidmann, será el próximo inquilino de la
«Eurotower» en Fráncfort. Este nombramiento, de confirmarse, no será
ni mucho menos baladí porque él lleva años reclamando a Draghi una
normalización de la política monetaria, sobre todo una vez que la
economía europea ha recuperado la senda del crecimiento, por
lo que el final de 2018 y 2019 serán sin duda los años del giro en la
política monetaria europea.
Los analistas de Deustche Bank creen que «el final de la compra de
bonos de deuda pública por parte del BCE, lo que podría ocurrir en
septiembre de este año, será el mayor riesgo para la economía global que
se producirá en 2018».

El final de la compra de bonos de deuda pública por parte del BCE será

uno de los hitos de todo 2018

En el caso de Estados Unidos, el otro gran polo económico mundial, la


Reserva Federal (FED) le ha tomado la delantera a Europa en cuanto a
normalización de la política monetaria. En concreto, en diciembre la FED
volvió a colocar los tipos de interés por encima del 1% tras encarecerlos
un cuarto de punto. La última vez que estuvieron a este nivel fue a final
de octubre de 2008, dos meses antes del gran recorte que los dejó
estancados al 0% durante siete años. En paralelo, la FED anunció la hoja
de ruta para desprenderse de los activos que acumuló durante los años
de la crisis para estimular el crecimiento económico.
Según un informe de Wells Fargo «los bancos centrales han absorbido
más de la emisiones totales de bonos realizada por los países del G-10 en
los últimos dos años, pero en 2019 este volumen de compras bajará al
40% del total de las emisiones».

Desde Crédito y Caución sus analistas creen que «aunque nuestro


escenario de referencia es una política de ajuste bien guiada y dirigida
por parte de la Reserva Federal existe una probabilidad moderada de que
el crecimiento de los tipos de interés provoque que los flujos de capital se
alejen de las economías emergentes, lo que tendría un alto impacto en la
economía global, ya que dificultaría el acceso financiero y las
oportunidades de crecimiento. En tal escenario, las empresas, los
hogares y los gobiernos en todo el mundo se enfrentarán a costes
financieros más altos».

La subida de los tipos de interés oficiales tendrán su correspondiente

reflejo en el interés de los bonos a diez años, que sirven de referencia para

el mercado

Estas subidas de los tipos de interés oficiales tendrán su correspondiente


reflejo en el interés de los bonos a 10 años, que sirven de referencia para
el mercado. Bloomberg prevé que en el caso del bono americano
el tipo de interés pase del actual 2,44% al 2,90% a finales de
año, en el caso del británico del 1,26 al 1,70% mientras que el alemán
aumentará del 0,45% al 0,90% y, desde casi el subsuelo de las
rentabilidades, el bono japonés a diez años pasará del 0,05% al 0,10% a
finales de 2018.
La realidad es que con la inflación y los salarios al alza, como se puede
ver en el gráfico adjunto, fruto del fuerte crecimiento económico, los
gobernadores de los bancos centrales se han quedado sin argumentos
para seguir manteniendo los precios oficiales del dinero en niveles tan
artificialmente bajos, cosa que se ha encargado de recordar el
mencionado Weidmann cada vez que ha tenido ocasión.
La actividad económica global, durante este 2017, aún tiene un panorama incierto.
Los últimos pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalan que el
ritmo decrecimiento mundial sigue siendo débil y hay riesgos latentes, como el giro
al proteccionismo por el que algunas naciones avanzadas han optado. Este entorno,
sin duda, marca la pauta para que la política monetaria siga teniendo un papel
fundamental en la instrumentación de políticas económicas en todo el planeta.

En los últimos años, el instrumento monetario más utilizado por los bancos
centrales han sido los movimientos en las tasas de interés, aunque la emisión
monetaria, física y digital, ha cambiado los parámetros del mundo.

A raíz de la crisis financiera global de 2008, la política monetaria se relacionó con


los déficits gubernamentales, y la intervención de los bancos centrales fue
fundamental para incentivar la economía con políticas monetarias laxas, que
incluyeron incentivos y reducción de tasas a niveles mínimos históricos.

En el momento en que la actividad productiva parecía que había respondido a estos


estímulos, en diciembre de 2015 la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) elevó
sus tipos de interés por primera vez en siete años. Todo indicaba que las tasas
gradualmente regresarían a su nivel y los bancos centrales en el mundo seguirían
esta tendencia, pero la realidad fue que, en la economía mundial, surgieron nuevos
riesgos.

Hoy en día, podemos observar una divergencia en las direcciones en las que los
principales bancos centrales mueven el precio del dinero, sea en Estados Unidos,
Europa, Japón, China, Inglaterra o el propio México.

Ejemplo de ello es que, mientras que la Fed (que este año ha elevado en tres
ocasiones sus tipos de referencia) ha anunciado que se espera un nuevo aumento
en la tasa objetivo para 2017 y que, además, habrá otros tres para el próximo año,
en Europa, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido mantener el precio del
dinero en cero y anunció que mantendrá su postura de incentivos.

En economías en desarrollo también hay divergencias: mientras que el Banco


Popular de China subió, por primera vez en cuatro años, sus tasas de corto plazo
para controlar los niveles de deuda y reforzar la estabilidad financiera, en México
hay quienes afirman que la etapa de alza en tasas está cerca de su fin, porque, con
el afán de controlar la inflación, el precio del dinero ha crecido a una velocidad
importante, al pasar del 3.75%, todavía en junio del año anterior, al 7.0%, al cierre
del primer semestre de 2017.

Es un hecho que el ciclo del dinero barato llegó a su fin. En el mediano o largo
plazo, la política monetaria a nivel global tenderá a normalizarse, pero de manera
moderada, responsable y oportuna. Incluso, mayor liquidez podría provocar
burbujas en algunos mercados hipotecarios o de deuda. La propia Fed ha sido
cautelosa al momento de realizar cambios en las tasas, a fin de evitar movimientos
abruptos en los mercados.

Por otra parte, aunque un apretón monetario excesivo puede frenar la economía a
través de menores créditos (por el alto costo del dinero), estamos lejos del fin de los
incrementos en los tipos de interés, mientras la inflación siga con su tendencia
ascendente.

Lo único cierto es que la intervención de los bancos centrales será determinante en


estos momentos en que el crecimiento económico es débil y se ve amenazado por la
incertidumbre del rumbo de la globalización y por menores flujos de comercio que
se puedan registrar ante el auge de políticas comerciales proteccionistas.

La política monetaria y sus instrumentos de intervención son fundamentales para


las acciones que se tomen en favor de garantizar la estabilidad macroeconómica y
financiera, para controlar la inflación, para dar certidumbre y reducir la
especulación, los niveles de deuda o el tipo de cambio, entre otros, todo de acuerdo
con las necesidades más urgentes de cada país o región, porque, de no cuidar los
fundamentales económicos, el costo financiero puede ser mucho mayor.

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