POR
DO'N I S M A E L O A L Y O Y M A D B O Í T ü
MADRID
J. GÓNGORA Y ÁLVABKZ, IMPRESOR
A n c h a de S a n Bernardo, 8 6 .
18S1
CONFLICTOS DE LOS PODERES DEL ESTADO
LOS
ГОР.
DON I S M A E L C A L V O Y MADROÑO
MADRID
fiÓNGORA Y ÁLVABKZ, IMPRESOR
A n c h a de San Bernardo, 8 6 .
1891
PODERES DEL ESTADO
eon la segunda, porque aun siendo también una asociación para todos
los fines, se halla limitada por determinado territorio, donde aquéllos
se realizan de manera especial, según el grado y clase de cultura q u e
une á sus individuos, contribuyendo á ello poderosamente la c o m u -
nidad histórica, la comunidad del lenguaje, la unidad de proceden-
cia originaria, tener la misma religión, identidad de aspiraciones, con
otras muchas y diversas causas más ó menos secundarias que impri-
men notoriamente carácter al desarrollo total de la vida de los g r u -
pos en que la humanidad se muestra dividida. Y como el derecho es
expresión de la actividad libre, que acompaña siempre con formas
determinadas á cada nueva dirección de cultura que toma también
cada agrupación independiente, siguiendo á ésta por tales derroteros
para que en ella resulte siempre la compatibilidad del bien de cada
uno de los individuos con el de los restantes, y con el de la totalidad,
por eso no podrían nunca constituir un solo Estado dos nacionalida-
des ó agrupaciones cuya diferencia de cultura fuese muy grande,
tanto en el grado como en el género; siendo evidente, en consecuen-
cia, que unas mismas leyes no serían de igual manera adaptables á
España y á Marruecos, aunque llegasen ambas potencias á aparecer
unidas bajo un solo gobierno, hasta que se identificasen en las con-
diciones de existencia, borradas las diferencias de origen y de tradi-
ciones, y se confundiesen en una sola unidad sus habitantes.
Pero á veces, países que tienen la misma cultura y podrían formar
un solo Estado, como sucede con España y Portugal, por causas ac-
cidentales están separados, cuando verdaderamente por su historia y
por sus tradiciones constituyen una sola nacionalidad únicamente.
Déjase conocer, por lo que indicado queda, que el Estado se p r o -
pone ante todo el cumplimiento del derecho, no siendo otro, en efec-
to, el principal de sus fines, aunque puede tomar á su cargo otros,
aprovechando su organización para aquellos que, siendo convenien-
tes, acaso necesarios á la sociedad, no tienen sin embargo en ésta
organismos propios que los realicen. Y ¿cuál será la forma especial
en que la sociedad ha de constituirse, para que esto se verifique? ¿Qué
instituciones creará? ¿Qué centros de acción deberá establecer?
Hemos de fijarnos, en primer lugar, en el hecho de que á todos
interesa que el derecho se cumpla, pues de no cumplirse, nada ni na-
die está seguro. La fuerza, la astucia, y todas las pasiones desenca-
denadas reinarían sin freno, y el que hoy despojase á otro, lo sería él
mañana, cuando la enfermedad ó la decrepitud le debilitasen; y la
sociedad entera se estacionaría, como acontece en ciertos pueblos,
— 12 —
III
tUiíirían, no uno de los Poderes del lisiado nacional, sino lodos los
Poderes de l;i sociedad Municipio.
Plnheiro Ferreira sostiene, por su parle, la división en los cinco
Poderes siguientes: legislativo, ejecutivo, judicial, conservador y
electoral; y de esta opinión se muestra Lastarria. en una de sus
obras (I), a u n q u e luego desecha en otra (2) el Poder conservador y
se decide por la clasificación de Aristóteles y Mnnlesquieu.
Cuan lamentable es la confusión que resulla de incluir la función
electoral entre los poderes del Estado, salta desde luego á la vista;
razón por la cual séame permitido , en refutación de semejante
doctrina, que recuerde sólo el hecho de que la función electoral es
el ejercicio de un poder, poro no confiado al listado, sino ejercido
por la Sociedad, y es el medio de que se vale ésta para nombrar sus
representantes, y organizar asi los poderes públicos. De otro modo
no podría concebirse la función electoral que va encaminada á corre-
gir y reformar constantemente por medio de la delegación de pode-
res, que supone, el Derecho constituido, "con arreglo á las necesida-
des que la misma Sociedad experimenta en el proceso de los tiempos.
IV
Si las diversas funciones del poder han de ser ejercidas por una
sola entidad jurídica, ya sea individual, ya colectiva; ó si han de
constituir tantas instituciones ó series de instituciones como son las
funciones del Poder; ó en otros términos, como lia de estar o r g a n i -
zado el poder público del listado, es la segunda de las cuestiones que
debemos proponer en este trabajo.
Fuera de duda está que en los Estados nacionales modernos cuya
extensión impide el gobierno directo del pueblo por el pueblo, ha-
ciendo indispensable, por lo tanto, la representación, lo más racional
es la creación de órganos particulares para cada una de las funciones
del Poder, las cuales sean ejercidas con entera independencia, pero
no con separación absoluta, á fin de que armonizadas, todas produz-
can en conjunto la unidad suprema de la acción total del Estado. Así
lo han entendido la mayor parte de los tratadistas de Derecho consti-
tucional, desde Monlesquieu á nuestros días, ya estimando como éste
que el fundamento de la división de los poderes es el de evitar la t i -
genuina de todas las fuerzas vivas del país, como tampoco me deten-
dré á exponer por qué causa la función ejecutiva debe ser desempe-
ñada por autoridades unipersonales, auxiliadas en ciertos casos de
cuerpos consultivos cuya misión sea la de ilustrarlas con su consejo;
ni que el poder judicial debe constituir una jerarquía de tribunales,
tan alejada de las agitaciones de los demás poderes, como para que,
juzgando con arreglo á las leyes, no tengan sus individuos que reci-
bir inspiraciones sino de Dios y de su conciencia; ni que, por último,
el poder regulador necesita ser ejercido por el Jefe Supremo del E s -
tado, quien personifica realmente y da forma visible á la unidad
abstracta de la soberanía.
(1) Figiieroti.
— 2!) —
(1) Constitución fie 1312, art. 15; de 1837, art. 12: de 1845, art. 12; de 1 8 5 6 ,
artículo 15.
— 30 —
VI