en la asesoría filosófica
José Barrientos Rastrojo
La ciencia inicialmente proponía ser una descripción de la realidad. La ciencia dentro del ámbito
aristotélico se acercaba a este ideal, era mera contempladora de lo que estaba a nuestro alrededor y
empezaba a definir y conceptuar lo que está en nuestro entorno. La ciencia pertenece, de hecho, a la
red sémica de lo descriptivo. De forma sibilina, se bascula hacia el prescriptivismo cuando
determinadas ciencias abanderan peroratas acerca de cómo ha de ser el hombre. He aquí el gran
error.
Ha sido Foucault uno de los “ilustradores” de esta situación anómala[15]. Para determinadas
psicologías, con una buena voluntad (quedan acogidas al principio de inocencia hasta que no haya
datos que demuestren lo contrario), se establece normativamente la caracteriología de los humanos
sanos y enfermos. Decir que un motor no funciona bien en ciencia tiene su justificación. Argüir la
disfunción en el ámbito de lo humano es saber qué es un hombre sano[16], qué es la anormalidad y
correr del lado de la condena diagnóstica por los síntomas, antes que de la comprensión integral.
Sólo desde éstas atalayas podemos apoyar aquel aforismo lúgubre adorniano en que indicaba que
“si la vida se realizase de modo recto su destino se malograría”[17] . Porque el modo recto es el de
la generalidad, el de la unilateralidad, el del hombre unidimensional de Marcuse.
En toda ésta disquisición el más fuerte argumento en torno a esta razón de totalitarismos es
la hegeliana. Para Hegel la gran cuestión es que la razón debía llegar a la consideración de la
totalidad: “lo verdadero es el todo (...) lo verdadero sólo es real cómo sistema”[18]. Desde el
momento en que la razón se totaliza, el hombre desaparece y se hace siervo de ella, pasa de ser
artífice de creación a ser herramienta sustituible dentro de un sistema[19].
Hay argumentos suficientes para entender cómo una cientifización en la comprensión de la
persona lo manipula más que sanarlo. Éste tipo de acercamiento da un tratamiento sintomatológico,
nunca curará la enfermedad. A lo sumo nos aliviará el dolor, nos hará creer que estamos curados,
cambiará nuestras ideas para que no tengamos pensamientos negativos[20].
Hoy la razón[21] ha descendido a cada uno de los individuos. Se ha pasado, perdón por el
barbarismo, de una subjetividad trascendental a un trascendentalismo subjetivista. Hoy no se trata
de dar una teoría de curación global, sino de una comprensión del sujeto humano en su problemática
personal. Hacerlo consciente de la misma y no enclaustrarlo diagnósticamente en base a la última
edición del DSM[22].
No cabe duda que esto nos empuja inexorablemente a la necesidad de una consideración
interpretativa del cliente que se acerque a la consulta del asesor. Nos vincula con una mediación de
corte gadameriano. Él mismo se quejaba de que “no es posible tratar realmente a ninguna persona
que se considere a sí misma como si fuera sólo un <<caso>>”[23]
En todo este vagabundeo crítico parece que llegamos al acéfalo de Bataille. ¿Hemos de
renunciar a la razón? ¿Habremos de entregarnos a una concepción báquica de lo real? ¿No existe un
argumento que dé trabazón a nuestro trato con el cliente? ¿Se alza la insurrección de lo irracional
con la mano ensangrentada pero tan vacía que nos hace anhelar la nostalgia de la esclavitud del
pasado? ¿Hay vida y futuro inteligente al otro lado?
Nuestra respuesta no puede ser otra: Más allá del ritmo del acero[24] la rosa de Angelus
Silesius sigue floreciendo sin porque, no cuida de sí misma, ni pregunta si se la ve[25]. Nos
explicaremos.
Los estudios acerca de este ámbito de la asesoría filosófica han sido y están siendo bastante
fructíferos. La teoría socio-crítica con su interés emancipador (fundamentalmente los dos tomos de
la Teoría de la Acción comunicativa de Habermas), la teoría crítica de la sociedad de la Escuela de
Francfort (Adorno, Debord, Marcuse, Horkheimer) y la filosofía hermeneútica con la comprensión
y la posibilidad de fusión de horizontes (sobre todo el primer volumen de Verdad y método de
Gadamer) son las dos líneas maestras en esta dirección (aunque, por supuesto, no podríamos olvidar
a Heidegger (Sus Estudios sobre mística y por supuesto Ser y Tiempo) o a Ortega (Meditaciones
sobre el Quijote, El tema de nuestro tiempo, etc...).
Dejamos aquí esta indagación para centrarnos en la que es de nuestro interés. La posibilidad
de la insurrección en la asesoría filosófica.
4.-Un pequeño divertimento antes de la irrupción de lo poiético.
“El gran pecado contra la gente es la
singularidad”[38]
Recapitulemos. Llegar a la comprensión de la persona desde el ámbito de lo conceptual
definido (también prescriptivista) es cosificarla, dilapidarla en lo que dicho. Sin embargo tal
dimensión es necesaria. En caso contrario llegaríamos a la anarquía y el desvarío.
No nos cabe duda que la consejería filosóficas intentan ayudar a su cliente en pos de la
resolución de problemas colocándolo en una suerte de paritorio de pensamiento (no sólo psicológico
[39]).
Imaginemos que tenemos dos niños que están en una habitación con el aire acondicionado
encendido. Uno de ellos dice tener calor y el otro frío. Uno quiere que apaguemos el aparato de aire
y el otro que elevemos la temperatura[40].
Un asesor intentaría caminar con el cliente, cualquiera de los dos niños, para encontrar una solución
común o individual. Se preguntaría la posibilidad de establecer una temperatura acorde a la
termodinámica de los dos cuerpo. Intentaría razonar que uno saliera de la sala para que el otro
acomodase la temperatura a su gusto.
No obstante, la postura más inteligente sería aquella en la que se apelase una técnica creativa
(técnica “Ganar-Ganar”) como la que propone Robert Harry en Introduction to Creative Thinking.
Para ello se hace necesario buscar los beneficios de los dos niños. Constituye éste un salto
cualitativo con respecto a las soluciones anteriores. Ya no nos ubicamos en el ámbito de la
comprensión sino en el de la creación. Ciertamente en el caso anterior se ha tenido que INVENTAR
la solución, no obstante lo importante era COMPRENDER. Por ejemplo apercibir a uno de los dos
que el otro está enfermo, apercibir a uno de los dos sobre el significado social que tendría apagar
para el otro el aparato de aire acondicionado (quizá el problema del “que se muere de calor” no se
inserte en una cuestión termodinámica sino en una cuestión económica –para ahorrar energía quiere
apagar el aparato- o religiosa –le da miedo esa “fuerza calorífica” que le remite a la sensación de un
bufido del demonio-, etc...)
Niño A afirma tener frío Niño B afirma tener calor
Conflicto:
Están en la misma
habitación
La gran cuestión que surge es la siguiente. Siguiendo el gráfico parecería que se ha operado
un cambio en cada uno de los individuos. Ahora las líneas corren parejas. Es una posibilidad de
actuación. No obstante, se corre el riesgo de un cierto prescriptivismo: Hemos manipulado al cliente
para que ahora opte por una nueva dirección en relación al conflicto. ¿Supone esto aceptar la
diferencia o procede a la sistematización del individuo?
Cuando alguien nos llega a una consulta de enfermería viene a dilucidar un problema de
relación con el mundo. Aquel emblemático “cambia tú para cambiar el mundo” es un terrorismo
dentro de una sociedad abierta a la tolerancia y decidida en el respeto a las libertades. Se trataría de
insertar a la persona dentro del diálogo con la sociedad, si es que esto le causa “molestia”.
Por consiguiente, la situación ideal consistiría en que las líneas permanecieran en el mismo
sentido sin que por ello el conflicto permaneciese[41]. Esto también es algo que puede hacer el
consejero, asesor o como quiera llamársele.
Por una parte, ya hemos intelegido una solución, una open-ended, una apertura de
perspectivas puede manteniéndonos en la misma situación aparentemente dejar solventado el
problema.
Por ejemplo: en el mes de Ramadán hay determinados actos que una persona no puede
hacer. Supongamos que tales creencias las sigue el novio de una mujer española. A ella le molesta
esta situación restrictiva durante este mes. El conocimiento profundo de esta tradición, de sus
caracteres no sólo religiosos sino sociales, espirituales y de otra índole suponen una apertura de
mente. Así, sin que la situación cambie, el conflicto puede desaparecer. El novio seguirá
practicando los actos propios de Ramadán. Ella lo COMPRENDERÁ (y no sólo lo soportará).
Una asesoría filosófica nos puede liberar de tabúes, las categorías de ninfomanía, locura, el
deseo incontrolable de aparentar, etc. pueden iluminarse ante una consulta filosófica por una teoría
crítica. El desapego, incluso la repulsión que nos provocaría ver estas actitudes en otros, será
COMPRENDIDA por nosotros. Para ellos no habremos de forjarnos pensamientos positivos, como
los de algunas psicologías, u obligar al otro a ser de otra forma distinta.
Ahora bien, hay otra alternativa que da otra vuelta de tuerca a lo anterior: Encontrar la
poiesis en el mismo conflicto. Usar el conflicto como motor de arranque que subleve la mente hacia
la búsqueda de lo positivo que podría encerrar. Por ejemplo, si no existiera la posibilidad de llevar
un jersey podríamos promover en el friolero a apercibirse de que con esta experiencia puede hacer
más fuerte su carácter. Podría ayudarle a incitar a su ingenio y encontrar otra solución. No se trata
tanto de modificar la representación de la realidad en nuestra intelección, sino además de modificar
poiéticamente la realidad, descubrir la urdimbre creadora para beneficiarnos de ella. Es un cambio
de la óptica habitual paupérrima y atosigada por una cotidianidad que no deja posibilidad a la
poiesis. Este cambio de óptica es vito-existenciario. Así, creando DAMOS a la realidad, y
DESCUBRIMOS en ella narratividades nuevas.
Otro ejemplo más temerario. Nadie querría que se le mueran sus padres. Ahora bien, ¿no
supondría algo positivo para un hombre apocado de 30 años que ha vivido sobreprotegido por sus
progenitores que sus padres mueran? ¿No le promovería hacia una emancipación forzosa que de
otra forma nunca lo haría? ¿No le ayudaría a encontrar alguien que lo quisiera (¿el amor de su
vida?) o experiencias novedosas creadas a partir de éste hecho traumático?
Cuando Miguel Ángel vio la roca que gestaría su obra maestra lo hizo bajo una experiencia
totalmente distinta que la de un minero. Él supo (y no lo decimos desde el plano intelectivo sino
desde el existencial, vital, etc...) que allí estaba su Moisés[42].
Situación 1: Conflicto Solución 1 artística: De cada línea se crea una nueva figura por
torsión
Solución 2 artística: El conflicto cobra sentido
(Aspas de un molino)
De esta forma, estamos gestando un giro copernicano en la consulta filosófica. Por supuesto,
mantenemos que el acabamiento formal de la consulta puede ceñirse al punto en el que el cliente ha
conseguido dilucidar el problema que le aqueja.
No obstante, en el caso de que el cliente así lo desease, podríamos ser abanderados de esta
suerte de insurrección. Precisamente, siendo un insurrecto, no anárquico, es como los problemas
“sistémicos”, de los que se hace eco Adorno, quedan como desafío y no como penumbra y extravío
en el poder de lo establecido.
¿Existe el riesgo de que el arte se convierta en defensa ideológica de lo establecido? Éste es
el caso del poeta que se fagocita a sí mismo. Derrocha sus energías en ofrecer un poema cuando lo
que tiene a su lado es a alguien sediento que le pide un vaso de agua. Es obvio que el peligro queda
latente ahí. Por eso nos parece oportuno proponer una filosofía entendida como un “hacerse cargo”
de lo real. No obviar la tensión óntico-existencial que impone la realidad en su darseNOS.
De cualquier modo, recordemos que la poesía nunca fue estéril. Por ejemplo retrocedamos a los
románticos del círculo de Jena[48].
Defendemos, pues, un arte o estética demiúrgica[49] frente a una estetización de la realidad,
objeto de las críticas de Adorno, Marcuse o Debord.
Se pretende hacer emerger de la realidad su propia condición artística, de los mismos
problemas. Y esto no sólo en el sentido de aquietar conciencias, sino ante todo de movilizarlas,
proponer insubordinaciones interiores que afloren hacia el exterior. Eso sí siempre con entonando la
frase de Austin de que todo impulso del sentimiento ha de ser dirigido por la razón[50].
6.-Un último apunte para nunca acabar: Sean labios como cálices mullidos.
Hay una última cuestión que me ha ocupado (más que preocupado) en la constitución de éste
último punto a lo largo de los últimos años. También últimamente en mis conversaciones con el Dr.
Aranovich: ¿De dónde debería despertar esas soluciones? ¿Nos deberíamos ver reflejados en un
fondo insobornable en el sentido orteguiano, o en el ser en el sentido heideggeriano para luego optar
por la solución?
Creo que en ninguno de los dos casos hay solución si no cambiamos la clave musical en que
entendemos ese fondo insobornable o el ser heideggeriano. No se trata de ir hacia dentro de
nosotros. En el fondo no está la verdad como contenido. Un joven no encuentra su vocación
haciendo ejercicios espirituales y buscando en ellos a qué debe dedicar los prístinos años que le
quedan por delante (aunque puede ser muy útil). Un retiro puede ayudarle a apercibirse de lo
alterada que está su vida.
Ese fondo insobornable, o el ser, no está escrito como contenido o dirección sino como formalidad.
No nos dice hacía dónde caminar sino cómo caminar para qué éste sea un buena senda. No indica
con el dedo índice sino que nos enseña a elevarnos con verdad. Quizá la palabra del Dr. Aranovich
nos resulte adecuada: AUTENTICIDAD.
Se trata de una actitud dialéctica fundada en estas insignias, una sensibilidad, una llamada de
la experiencia que nos compele a actuar con una formalidad específica.
No sólo sería suficiente ir evaluando, confrontando en autenticidad cada una de nuestros actos,
decisiones, deliberaciones, etc... La autenticidad requiere irle añadiendo la novedad de la
insurrección.
Resulta una solución famélica escuchar desde y el interior de uno mismo para encontrar la senda.
Escuchar desde el ser, que indicaría Heidegger, o desde la otra cara del yo superficial de la Dra.
Cavallé[52] es insuficiente. Hay que ARRANCAR posibilidades a lo exterior. No es pura
contemplación sino metacontemplación (quedando en la “meta”, en lo “allende”, y no en la
“contemplación”). Esta segunda piel (y tercera, cuarta, etc...) de la contemplación está sedienta de
una postura activa. Por ejemplo, a través de una suerte de diálogo: aportar lo mejor de uno mismo y
esperar a que se desperece el milagro. Vayamos a los ejemplos.
Desde éstas latitudes filosófico-metapoiéticas podemos contemplar un atardecer en el mar y
realmente escuchar y destapar el velo de la belleza del instante (probablemente sea una visión
vetada al veraneante que rie creyéndonos adormilados).
Si escribimos unos versos, si elevamos la mirada desde un objetivo fotográfico hacia un paisaje o si,
meramente, compartimos esa situación con otra persona buscando ver lo que se refleja en sus
pupilas es cuando, subrepticiamente, robamos a la realidad, su desarrollo poiético que no aparece en
la escucha por muy atenta que sea.
No queremos abundar en esta digresión sino perfilar las inmediaciones de la sublevación
aludida.
En resumidas cuentas, no hay teoría filosófica, técnica o desarrollo científico que pueda
solucionar los problemas de la persona a lo sumo ponernos en el sendero hacia su solución. Yo no
diría que “la filosofía, por su esencia, nuca facilita más las cosas sino que las dificulta”[53]. A mi
entender, la filosofía, nos ayuda a descubrir lo original de lo real y, precisamente por esta razón, nos
vincula con lo originario de la misma.
No hay lugar para gruñidos seniles con el paso de los años. Permanece siempre la actitud retante,
esperanza y de desasosiego existencial impregnado de aquello a lo que tiende el hombre por
naturaleza: la admiración.
En soledad se mantiene este ordenador (el ventilador ha parado) por el que crepitan mis palabras. Él
si envejece, yo espero empezar a acerlo sólo cuando mi corazón haya parado.
¡Triste soledad la de mi computadora sin esperanza! Y es que ni siquiera yo pienso acompañarla.
La vida es demasiado desbordante para dejar que pase sin dejarme seducir por ella.
“Nadie presta oido al viento que soplará mañana; y sin embargo el heroismo de la vida moderna
nos rodea y nos apremia”[54]
“Sean labios como cálices mullidos en que emergen tirabuzones desenfrenados. Sean
pasiones que estallan en la unión de sensuales símbolos que apuntan por encima de lo hosco del
transcurso de colirios trasparentes. Porque si la tierra es cerrazón, la ternura fútil de un beso que
se da más allá del tiempo hace a Guillermo maestro, arcano ancestro que descubre todas las
respuestas, efímero mercenario que cínicamente dice no saber nada cuando lo tiene todo en su
mano. Sea falacia de mendicidad poseer espesuras de estrellas en su cielo cuando ella está tan
cerca, al tenerla tan ahí, tan suya, tan diosa”.
En esto consiste mi propuesta de la asesoría filosófica: hacer del agostado verano de lo
cotidiano una eterna primavera a través del beso con la realidad.
Pues eso.