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El cerebro

Autor: Ronquillo, J.M


1985
Aula abierta Salvat, Madrid

1. Un sistema para vivir en un medio

El cerebro es el órgano que rige nuestro cuerpo; el "ordenador" que deter-


mina el funcionamiento de nuestro organismo y de nuestra conducta. Se-
mejante tarea le obliga a estar permanentemente informado de lo que ocu-
rre fuera de él (en el interior y en el exterior del cuerpo), para actuar des-
pués en consecuencia: Los nervios son las vías, los "cables" de su relación
con el medio ambiente, y el conjunto nervios-cerebro constituye el deno-
minado sistema nervioso, un producto aún no definitivo de los mecanismos
forjados en el proceso de la evolución.

Todos los seres vivos nacen, crecen y mueren en un medio con condiciones
variables de luz, calor y alimentación; en la historia evolutiva solo han
perdurado las especies con capacidad para adaptarse a estas fluctuaciones
y, en el caso del hombre, para categorizar los estímulos derivados de ellas.
Semejante proceso de adecuación ha requerido, paralelamente, un sistema
muy integrado de entrada-salida de informaciones, un sistema cada vez
más voluminoso y complejo conforme las especies mejoraban cualitati-
vamente la relación con su entorno.

El sistema nervioso central del hombre es un claro ejemplo de este proceso.


Anatómicamente, el cerebro humano está formado por tres estructuras
distintas, con significado evolutivo diferente: en el centro se aloja la más
antigua, filogenéticamente hablando, compuesta por la formación reticular
mesencefálica, el mesencéfalo y las estructuras de la base cerebral, y en
conjunto se corresponde con el cerebro de los reptiles; en una segunda
etapa evolutiva, ya propia de los mamíferos, el primitivo núcleo reptiliano
sería recubierto por una capa de corteza cerebral o córtex primitivo,
llamado cerebro o lóbulo límbico; después, en una tercera fase
característica de los mamíferos más evolucionados, surgiría el neocórtex,
como envoltura de los dos cerebros primitivos anteriores.

El sistema nervioso animal puede responder a simples reflejos de adap-


tación, para lo cual se necesitan muy pocas conexiones entre las células
nerviosas (como ejemplo de este nivel de arco reflejo simple puede
señalarse el movimiento de la rodilla humana al ser golpeada con
suavidad); pero, a medida que los reflejos se hacen más complejos, la
función integradora del sistema nervioso central aumenta su importancia,
es mayor asimismo el número de conexiones intercelulares y aumenta
también la complejidad de los circuitos de transmisión (la postura de un
perro o la de un gato al orinar ilustra claramente las respuestas reflejas
complejas, en este caso frente a cambios internos).

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Con todo, el sistema nervioso central es algo más que un sistema de
transmisión que integra solo las funciones corporales. Por encima del nivel
reflejo, es un sistema "flexible" a través de la experiencia anterior, y capaz
de "retener" las experiencias pasadas. Para hacer frente a estas funciones
ha aumentado su complejidad, expresada en una ramificación múltiple de
los axones y de las dendritas (partes de 1a neurona o célula nerviosa), una
complicación y un mayor número de uniones entre las células nerviosas
(conexiones sinápticas), la aparición de vías alternativas, de mecanismos
excitadores e inhibidores y la expansión y la elaboración de las áreas de
asociación cortical, en las cuales pueden tener lugar a procesos tan
importantes corno el aprendizaje y el razonamiento.

La progresión del tamaño y de la complejidad del sistema nervioso, desde


las formas de vida más primitivas y rudimentarias -los insectos, por
ejemplo-, hasta el caso del hombre, como el más perfecto de los mamífe-
ros, va acompañada de un aumento progresivo de la plasticidad así como
de la selectividad de la conducta. Conforme el sistema nervioso se hace más
complicado y proliferativo, la conducta se hace más variable con respecto a
la respuesta, puesto que el animal puede seleccionar una acción entre una
serie de posibilidades.

2. Las neuronas

Una misión tan compleja como la que ha de llevar a cabo el sistema ner-
vioso requiere la presencia de un tipo de células altamente especializadas.
Estas unidades, muy numerosas por otra parte (el cerebro, por ejemplo,
posee de 10.000 a 20.000 millones) y verdaderos “eslabones” a partir de

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los cuales se construye el sistema nervioso, reciben el nombre de neuronas.

Las neuronas son un tipo de células de forma alargada, con una especie de
engrosamiento en uno de sus extremos (cuerpo), rodeado de una serie de
ramificaciones arborescentes que reciben el nombre de dendritas. El otro
extremo de la célula está formado por un alargamiento mayor, que se
denomina cilindro-eje o axón; algunos axones aparecen recubiertos de una
capa de sustancia grasa, llamada mielina; cuya misión es contribuir al
aumento de la velocidad del impulso nervioso.

En su funcionamiento, la neurona se asemeja a un diminuto sistema


nervioso: las dendritas actúan como sistema de entrada, por el que penetra
la información hasta el cuerpo celular, donde es elaborada y transformada
en lo que se denomina impulso nervioso; éste, a modo de respuesta, es
transmitido después, a través del axón, bien a neuronas próximas, bien al
órgano encargado de ejecutar la respuesta.

La forma como la neurona produce el impulso nervioso, bastante compli-


cada, fue desconocida para los hombres de ciencia durante años. En la
actualidad se sabe que la neurona funciona de manera similar a una pila
eléctrica; los cambios exteriores dan lugar a alteraciones en su membrana
celular*, a modo de apertura de un pequeño poro a través del cual la neu-
rona intercambia ciertas sustancias químicas con el exterior. Este
intercambio propicia el que, durante algún tiempo, existan en el interior de
la neurona sustancias químicas extrañas capaces de causar modificaciones
en su estado eléctrico. Pasado un tiempo muy breve, la neurona vuelve a
expulsar la sustancia extraña y recupera su estado eléctrico habitual, pero
la pequeña alteración producida se transmite ala largo del axón,
convirtiéndole así en un impulso nervioso.

Representación característica de una neurona. De su cuerpo, o soma, en el que se


encuentra el núcleo, el citoplasma y abundantes mitocondrias, pigmentos, etc.,
parten las dendritas, prolongaciones receptoras de los impulsos nerviosos
aferentes, y el axón, rodeado por una vaina de mielina.

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Aunque el funcionamiento de todas las neuronas es, en síntesis, el mismo,
en la actualidad se sabe que existe un tipo particular de neuronas, en los
centros periféricos de captación, cuyas dendritas se han adaptado para
recibir directamente la información exterior en forma de energía luminosa,
sonora, mecánica, etc., y transformarla en la energía nerviosa capaz de
hacer sentir al individuo el impulso luminoso, la señal acústica, la presión, el
dolor, etc.

Por lo general, las neuronas no actúan de forma aislada. Las dendritas de


una conectan con el axón de otra, mediante una forma particular de unión
llamada sinapsis: a través de la unión sináptica, diferentes neuronas se
asocian formando una fibra nerviosa por la que circula la información desde
los centros emisores hasta el cerebro, y desde éste a lo órganos encargados
de llevar a cabo la respuesta que el cerebro ha elaborado. Las neuronas se
pueden agrupar también por la parte de los axones, formando entonces
paquetes de fibras que se conocen normalmente con el nombre de nervios.

Santiago Ramón y Cajal

Santiago Ramón y Cajal es, sin duda, una de las figuras españolas más
eminentes en el campo de la ciencia. Nacido el día 1 de mayo de 1852, en
el pueblecito navarro de Petilla de Aragón, parece Que durante los primeros
años de su vida no demostró un excesivo entusiasmo hacia el estudio, por
lo Que su padre, modesto medico rural, decidió colocarle como aprendiz,
primero de un barbero, y más tarde de un zapatero. Estos hechos actuaron
sobre el joven Santiago como un potente revulsivo, ya Que, a partir de ese
momento, se dedica con mayor intensidad al estudio, obteniendo en 1873 la
Licenciatura en Medicina.

Finalizada su carrera, ocupa una plaza de médico militar que le obliga a


trasladarse a Cuba, de donde ha de regresar al cabo de un año aquejado de
malaria. De nuevo en España, reinicia sus estudios alcanzando en 1877 el
doctorado en Medicina por la Universidad de Madrid, y ganando poste-
riormente la plaza de director del Museo Anatómico de la Universidad de
Zaragoza, cargo que ocupó hasta que pasó a desempeñar la cátedra de

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Anatomía de la Universidad de Valencia.

Dos hechos parecen marcar claramente la vida de Ramón y Cajal; en primer


lugar, el regalo de un magnifico microscopio Zeiss que Je hizo la Diputación
de Zaragoza en pago a unas conferencias que pronunció sobre la vacuna
anticolérica: y, en segundo lugar, el contacto que en 1880 tiene con los
métodos hacia el estudio del tejida nervioso, permitiéndole establecer la
teoría neuronal según la cual, dicho tejido está formado únicamente por un
tipo de células las neuronas.

El apoyo que recibe del doctor Kollinker le abre las puertas de Europa,
donde sus trabajos son reconocidos hasta tal grado, Que le sirven para
obtener en 1906, junto con su maestro Camilo Golgi, el Premio Nobel de
Medicina por sus teorías, todavía hoy básicas para el estudio del sistema
nervioso. Tras este reconocimiento universal, las condecoraciones, los
nombramientos, y toda clase de honores en general, caen sobre Ramón y
Cajal quien continúa su infatigable labor investigadora hasta que en 1922 se
retira definitivamente muriendo en Madrid el 18 de octubre de 1934.

3. Un tipo de unión muy particular

Las fibras que componen el sistema nervioso de un animal no conducen


directamente el impulso nervioso desde los centros de percepción al ce-
rebro, o desde éste a los órganos efectores, sino que cuanto mayor es la
complejidad del sistema, mayor es el número de cruces entre las fibras.

La sinapsis, punto de unión entre dos neuronas (muchos científicos


consideran que las uniones de las neuronas con las células de los órganos
efectores -músculos, glándulas, etc.- son también de tipo sináptico), tiene
una importancia capital en este tipo de cruces, en los que la neurona no
solo se une a otra de ¡as que componen una fibra, sino a cuatro, seis o más
neuronas pertenecientes a fibras diferentes. En estos casos, la sinapsis
funciona como un elemento retardador de la propagación del impulso
nervioso, retardo absolutamente necesario para que pueda actuar el me-
canismo relacionado con la capacidad de elección.

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La sinapsis hace posible la excitación o la inhibición de la neurona siguiente.
El impulso que llega por un axón a una sinapsis determinada puede ser
bloqueado por la llegada simultánea de otros impulsos a través de otros
axones o, por el contrario, aumentado y potenciado, seleccionándole en
cada caso las dendritas de la neurona a la que ha de ir dirigido. De esta
forma se consigue cribar la información que llega al cerebro, y se posibilita
a éste la eliminación de gran cantidad de datos que carecen de interés o
son secundarios para el estado general del individuo. Así, por ejemplo, una
persona absorta en el estudio o la lectura puede dejar de percibir la
información que le llega de otros receptores, de forma que no es consciente
del roce de su cuerpo con la silla o de sus pies con el suelo, e incluso deja
de oír sonidos de cierta intensidad.

Este tipo de inhibición, o bloqueo de información, resulta esencial para


sobrevivir en un mundo en el Que la cantidad de información y de estímulos
llega a ser abrumadora para el individuo. Del mismo modo, los estímulos
más importantes para su supervivencia son potenciados en la en crucijada

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sináptica, hasta el extremo de hacer imposible su no detección.

Lógicamente, esta capacidad de elección, relacionada con el grado de


evolución de las distintas especies, hace que el número de sinapsis exis-
tentes en cada una de ellas varíe de forma considerable. Animales muy
elementales, como la medusa, no poseen prácticamente uniones sinápticas,
por lo que cualquier impulso nervioso se transmite en ellos sin ningún tipo
de demora, y se distribuye por todo su cuerpo sin ningún retraso, sin
ninguna interferencia, pero también sin ninguna posibilidad de elección.

Por el contrario, el cerebro humanó posee cientos de billones de uniones


sinápticas, que le permiten no solo seleccionar los impulsos básicos y eli-
minar los superfluos, sino orientar también el impulso nervioso directa-
mente hacia e! órgano que ha de recio birlo, y de este hacia el órgano al
que corresponda efectuar y desarrollar la acción.

El método de Golgi
Camilo Golgi es uno de los histólogos que más ha contribuido al
conocimiento del sistema nervioso. Basándose en los trabajos de Fleming,
Koch y Ehrlich, crea en 1873 un nuevo sistema de tinción de tejidos que no

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estaba basado, como los anteriores, en compuestos orgánicos, sino en las
sales de plata. Gracias a este método, el compleja sistema nervioso no
aparece ya como una masa de neuronas, sino que solo unas pocas -
aproximadamente un 10%quedan teñidas por las sales de plata, con lo que
resulta fácil poder discernir la estructura de estas minúsculas e intrincadas
células. Este método fue posteriormente mejorado por Ramón y Cajal y Río
Ortega.

4. La química del impulso nervioso

La unión sináptica entre dos neuronas no se realiza de forma que las


dendritas de una queden pegadas al axón de la otra. Entre ambos elemen-
tos aparece siempre un pequeño espacio (espacio o hendidura sináptica)
que hace que el impulso nervioso se transmita de una forma bastante com-
pleja. En efecto: la llegada de un impulso al terminal de un axón origina la
contracción de unas vesículas situadas en dicho lugar, y la secreción de
unas sustancias que van a parar a la hendidura sináptica. Estas sustancias
reciben el nombre de neurorreguladores divididos en dos grandes grupos:
neurotransmisores y neuromoduladores.

La importancia adquirida en los últimos tiempos por este tipo de sustancias


se basa no solamente en la misión que cumplen en la transmisión del
impulso nervioso, sino en que en ellas, según parece, se encuentra la
génesis de ciertas enfermedades neurológicas, como el mal de Parkinson, o
de enfermedades mentales como la esquizofrenia y la depresión.

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Los neurorreguladores -más en concreto, los neurotransmisores-, una vez
vertidos en la hendidura sináptica, entran en contacto con la membrana
celular de la neurona siguiente (particularmente en un punto de la misma
que se llama receptor post sináptico) y producen una serie de cambios que,
si son suficientemente intensos, provocan en la misma la apertura de un
poro desencadenante del impulso nervioso.

La cantidad óptima de neurorreguladores está controlada por un segundo


receptor, llamado pre-sináptico: su misión consiste en "avisar" a los me-
canismos de síntesis y producción de estas sustancias en la neurona, e im-
pedir su acumulación en la hendidura inter-sináptica. Por el contrario, el re-
ceptor post-sináptico "exige" la producción de más neurorreguladores si la
acción de éstos no ha sido suficiente como para provocar los cambios
eléctricos deseados.
En algunas enfermedades cerebrales, como la esquizofrenia, lo que se hace
es suministrar al paciente fármacos que bloqueen la acción del receptor
post-sináptico ante uno de los neurorreguladores más conocidos, la do-
pamina. De esta forma se logra una gran concentración de dopamina, fa-
bricada por cada axón con mayor continuidad al no recibir de la neurona
anterior ninguna información que le indique que dicha sustancia ha He- ,
gado a su lugar de destino.

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Los neuromoduladores, descubiertos más recientemente, son sustancias
que, en vez de actuar de forma directa sobre la transmisión nerviosa, lo ha-
cen cambiando la receptividad y el estado basal de neuronas situadas a
considerable distancia de la que los produce, lo que evidentemente modifica
también la transmisión nerviosa, aunque sea de forma indirecta; su papel
seria similar al de las hormonas, es decir, el de sustancias capaces de
actuar lejos de su punto de secreción, modificando el estado de otras
células (en este caso se trataría de neuronas, que van a responder de
manera muy distinta a la acción de los diferentes neurotransmisores).

En la actualidad se conocen más de cuarenta sustancias neurotransmisoras


o neuromoduladoras (la dopamina ya mencionada, la noradrenalina, la
acetilcolina, la serotonina, las endorfinas, etc.), pero algunos autores de
reconocida solvencia opinan que este número supone únicamente un 10%
de las sustancias que actúan en nuestro cerebro.

 Estado basar: indicador del grado de concentración de ciertas


sustancias en el interior de la célula.

5. Endorfinas, ¿drogas cerebrales?

Dentro de los continuos descubrimientos de nuevos neurorreguladores, el


hallazgo de las endorfinas produjo una considerable conmoción en el mundo
científico. Estas sustancias, conocidas también como opiáceos endógenos se
encuentra-n en el cerebro y en otros tejidos del cuerpo humano y su acción
es similar a la de ciertos alcaloides derivados de la planta del opio como la
morfina o la heroína.

Las primeras noticias sobre las endorfinas proceden de 1973, cuando varios
investigadores demostraron, de forma independiente, la existencia en el
sistema nervioso central de algunos mamíferos de receptores opiáceos que
no parecían responder a las características de ninguno de los neuro-
transmisores conocidos. De forma simultánea, prácticamente, un grupo de
investigadores de la Universidad de California descubriría que la estimu-
lación eléctrica de ciertas zonas del cerebro podía aliviar, e incluso hacer

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desaparecer, el dolor en algunos animales. Posteriores estudios farmaco-
lógicos pusieron de manifiesto las notables semejanzas existentes entre
este tipo de analgesia, producida por estimulación eléctrica, y la conseguida
por medio de la administración de morfina, descubriendo incluso que ciertas
sustancias inhibidoras del efecto de la morfina, como la naloxona eran
capaces también de hacer desaparecer el efecto producido por la
estimulación eléctrica del cerebro.

Todas estas investigaciones culminaron en 1974, cuando diversos científicos


consiguieron aislar del cerebro de distintos animales una serie de sustancias
cuyas características coincidían con las anteriormente descritas, sustancias
que, en principio, recibieron el nombre de encefalinas y, posteriormente, el
de endorfinas.

El opio fluye de las incisiones practicadas en las capsulas aun no maduras de la adormidera,
Papaver somniferum.

La función exacta de las endorfinas en el organismo es uno de los proble-


mas aún no resueltos por la ciencia, lo mismo que el número total de este
tipo de sustancias. El rasgo común a todas ellas es su capacidad para pro-
ducir analgesia, y, como las drogas derivadas de la morfina, provocar
simultáneamente tolerancia y dependencia. También parece seguro su
efecto sobre el sistema motor llegándose a pensar que la analgesia produ-
cida por métodos de acupuntura puede deberse a la liberación de endorfinas
por parte del cerebro.

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Algunos trabajos recientes parecen señalar también Que la concentración de
endorfinas en sangre aumenta en las situaciones de stress por lo que tal
vez tengan un importante papel en cuanto a las respuestas emocionales y a
las conductas inducidas por el ambiente.

Dejando aparte su importancia en el campo de la lucha contra la depen-


dencia de la droga, algunos autores han creído ver en las endorfinas el
origen de enfermedades como la depresión o la esquizofrenia, al descubrir
un aumento de estas sustancias en el líquido cefalorraquídeo de los
enfermos, y han supuesto que la sintomatología de dichas dolencias podría
mejorarse proporcionando al paciente fármacos antagonistas de la morfina.
Asimismo, la administración de endorfinas parece tener ciertos efectos
antidepresivos.

De cualquier forma, las endorfinas constituyen un atractivo campo de


investigación por su papel en la transmisión nerviosa, ya que existen indi-
cios manifiestos de que su función puede ser tanto neurotransmisora como
neurorreguladora.

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