ARTISTAGENS
Filosofía de la diferencia y educación
a
Autêntica
Copyright © 2006 by Sandra Mara Corazza
Coordinadores de la colección
Jorge Larrosa
Walter Kohan
Carátula
Sobreimagen Circo de Georges-Pierre Seurat, de 1891
Edición Electrónica
Conrado Esteves
Revisión
Dila Bragança de Mendonça
____________________________________________________________________
120 p.
ISBN 85-7526-205-X
1. Filosofía. I. Título
CDU 1
____________________________________________________________________________
2006
Belo Horizonte
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DIF
artistagens, fabulaciones, variaciones
Desde 2002:
gigantesco telar
ÍNDICE
Pág.
2. Como un can 12
Trazos 12
Riesgos 15
Saetas 19
Marcas 21
Referencias 21
Referencias 25
4. Bestialogía 26
Entonces, usted… 26
Con su olor a muerte 29
Huérfano, anarquista y ateo 31
Más que hartos 32
Los vivos no son creyentes 33
Ahora vamos a reír 35
¡Un esfuerzo más! 37
Referencias 38
5. El currículo 40
De la crueldad 40
Del terror 41
Del cinismo 43
Energética política 45
Referencias 45
Aguijón 46
Turbulencia 48
Inflexión 51
Desinencia 68
INTRODUCCIÓN O PRESENTACIÓN, ESTOY ALLÍ
Trazos
*
Décadent: decadente, decadentista. En francés en el original (N. de T.).
de dados de la existencia del educador. En un tiempo infinito, cada posible
combinación alguna vez se alcanza, infinitas veces. Cada una de estas
combinaciones expresa el mundo de la educación que ya se repitió infinitas veces y
juega su juego in infinitum.
12. La obra. Con su carácter de simulacro, esta escritura es singularidad que
perturba la realidad de la educación y que mejor representa su pensamiento como
juego afirmador del acaso. Excava el campo de la moralidad y la religión, las
motivaciones inconfesables que se ubican en el origen de los valores éticos
supuestamente absolutos, la valoración de la racionalidad científica. Entonces,
afirma una ciencia alegre, el lujo intelectual y la filosofía de los espíritus libres, que
celebran el cuerpo, los instintos y la Tierra.
13. Prohibiciones. Al escribir, nos olvidamos, por instantes, del mundo de los
estados de cosas de la educación, aunque nos hallásemos predestinados a este
mundo.
Odiamos, con todas las fuerzas, a la humanidad y la bondad educativas,
que nos provocan náuseas.
Nos rebelamos contra el mundo del Bien.
Nos dedicamos al partido del Mal.
Al escribir,
de modo insensato,
no existe ley que no nos deleitásemos en transgredir,
ni colectividad que no violásemos.
Escribir nos vuelve eminentemente trágicos.
Así, escribir es un movimiento impulsivo,
hecho en nombre de la condena del instante presente en beneficio del futuro.
Escribir nos hace en extremo aberrantes.
Exige la muerte de los seres aparecidos.
Renovada, nuestra escritura se desinteresa de cualquier beneficio,
prestigio, divulgación,
se opone al orden natural,
y se vincula a la muerte, que es la condición de la vida.
Ella se asume como una escritura mal-dita.
Y gloriosa, osa, imagina, crea problemas, como hace
todo aquel que es artista,
en lugar de resolver problemas.
De este modo combate la angustia y el disgusto.
14. Intempestiva. La escritura-artista es más profunda que el tiempo y la
eternidad. Lucha por el tiempo por venir, en el que se revigorizasen los modos de
expresión de la educación.
15. Estilo. Se vincula tal escritura a una prueba, a una selección, como objeto
de la voluntad y la libertad. Se repite la propia escritura y hace de esa repetición el
objeto de escribir, aquello que encadena la escritura, salva y cura a la repetición de lo
Mismo y de la Ley Moral. En ella, al mismo tiempo, existe todo un juego místico de
perdición y salvación, de muerte y vida, de dolencia y salud. Además de toda una
potencia, “que es la de la repetición del eterno retorno” (DELEUZE, 1988, p. 28).
16. Escritura-esquizo. La escritura-representativa se pregunta: — ¿Qué se
quiere decir? La escritura-artista: — ¿Cómo funciona? En los dos tipos de preguntas,
existen mundos diferentes. De un lado, se encuentra una escritura de la que se hace
exégesis o justificación, algo cognitivo, una lógica del conocimiento extra-
perspectivista. Del otro, una escritura para la que valen sólo funcionamientos
posicionales en el mismo complejo educativo, renuncia a cualquier interpretación,
opción exclusiva por la utilización operatoria. Maquinación de una escritura, que es
sólo productiva, ni expresiva, ni representativa. Privilegio de uso; productividad
respecto a la expresividad; utilización operatoria en detrimento del sentido exegético.
Persecución de una lógica de la invención. Escritura que no sale de la razón, pero
renueva el arte del pensamiento al remitir “el pensamiento hacia el arte”
(RAJCHMAN, 1991, p. 58.).
17. Un caso. (a) Escribir sobre educación tiene que ver con lo que, en ella, se
vivió o se vive. (b) ¿Y si no se vivió ni se vive algo que valiese la pena de ser
escrito? (c) ¿Cómo así? Todos viven; luego todos escriben. (d) Sólo que escribir es
un “caso de devenir”, “siempre inconcluso, siempre en vías de hacerse”, es un
proceso, “un pasaje de Vida”, que “derrama cualquier materia vivible o vivida” y
“atraviesa lo vivible y lo vivido” (DELEUZE, 1997, p. 11).
Riesgos
1. Ubi? (¿Dónde?) Escribir hecho un juego ideal, puro, inocente (cf. Deleuze,
1998). Las palabras van surgiendo de la imaginación de principios plásticos,
anárquicos y éticos; los que, aun inaplicables en la realidad educativa, no integran
reglas preexistentes. Cada acción de escribir – cada escritura-acción – inventa sus
reglas. A cada página, párrafo, frase, palabra, sílaba, letra, acento o punto, el acaso se
afirma y ramifica y constituye un impulso; en cuanto cada impulso produce eventos
ideales. Se escribe, al jugar, sin vencedores o vencidos. Ni un profesor ni una
profesora escriben, ya que sólo se escriben sin-sentidos. Escribir así, de modo
indiscernible, es la propia realidad del pensamiento educativo, lo inconsciente de
este pensamiento, pues cada palabra produce una distribución de singularidades
neutras o de eventos ideales. Esta escritura-acción no existe; o mejor, sólo existe en
el pensamiento educativo. Y no tiene otro efecto sino el de perturbar la realidad, la
moral y la economía de la educación. Así, ella se hace mediante actos enigmáticos,
no a través de actos sencillos y claros por sí mismos. Se trata de una escritura
apasionada por el pensamiento inefable. Escritura de un tiempo superficial de los
eventos tomados en su relación con el devenir, que de modo simultáneo remite al
pasado y al futuro. Escritura llevada a cabo en un campo trascendental impersonal y
pre-individual, cuya emisión ocurre por el aspecto problemático y paradójico de que
se reviste el lenguaje en su génesis. Escritura que carece de la conciencia de la
persona y el punto de vista del individuo como medios porque se efectúa sobre una
superficie in-consciente, ni individual ni personal. En esencia escritura productora de
artistagens, cuyo campo es una zona sometida a determinadas perturbaciones, donde
se producen algunos efectos. Escritura como efecto producido por un campo
trascendental, el que, a su vez, también a su turno produce un campo e impone
perturbaciones. Como singularidad en la cultura, es una escritura que, en su
momento, también produce nuevos modos de acontecer en el mundo. Ningún objeto
existe de esta escritura, ya que el propio objeto, sobre el que se ejerce la fuerza de
escribir, también es una fuerza. Escribir sobre la escritura-artista en educación
produce posturas diferentes de aquellas que la escritura produce sobre didáctica,
currículo, metodología, fundamentos, planeamiento, evaluación, etc. ¿Estilos de
literatura educativa? Una obra de arte, desde que la superficie física de las acciones y
pasiones cotidianas cediese el sitio a la superficie metafísica en que aparecen los
eventos educativos puros.
2. Las fuerzas. En cuanto el tiempo del mundo es infinito, no tuvo inicio y no
va a tener final, las fuerzas de la escritura-artista, aunque múltiples, son finitas,
presentes en toda parte. Fuerzas que sólo existen en plural, que no son cada una en
sí, sino sólo respecto a otras, y que no son algo, sino un operar sobre otras fuerzas.
No se puede decir que ellas producen efectos ni que se desencadenan a partir de algo
que las impulsase, porque incluiría distinguirlas de sus manifestaciones y
enmarcarlas en los parámetros de la causalidad. Tampoco pueden no ejercerse
porque ello sería atribuirles intencionalidad y enredarlas en el antropomorfismo. Con
sencillez las fuerzas de esta escritura se hacen efectivas, al irradiar voluntades de
potencia, al operar sobre otras, al resistir a otras, al querer extenderse hasta el límite,
al manifestar un desear-llegar-a-ser-más-fuerte, lo que explicita su carácter intrínseco
a la escritura misma.
3. El Afuera. Aquel que escribe sobre la presión del Afuera, del desierto, del
exilio, ve que se fragmenta la propia unidad subjetiva y desaparece la forma de
interioridad de cualquier esencia del Yo. Entonces, aquel Fuera-de-Sí, que dice “Yo
escribo”, no puede representar a un sujeto, no puede ambicionar un Yo idéntico a sí
mismo, porque integra un lenguaje sin sujeto atribuible. Las manos que escriben no
son de él, ni de nadie, mucho menos de algún autor, sólo son de un sujeto inventado.
Escriben una escritura anónima, despersonalizada, libre de las garras de cualquier
sujeto desaparecido en el discurso. Entonces, sólo existe un ser: el ser del lenguaje
que habita el espacio literario, lleno de un eterno movimiento (cf. BLANCHOT, 1987).
¿Quién escribe? Ahora, un Desdoblado, cuya palabra pasa a constituir un espacio de
transgresión, en que todo lo fijo se torna móvil, las verdades se estremecen y se ven
deshechas las dicotomías interno/externo, sujeto/objeto, yo/mundo. Esplendor de un
escribidor impersonal…
4. Reino del devenir. (a) ¿Andaba pensando: — ¿Hoy, qué podemos escribir
en educación, en nuestras condiciones de luz y visibilidad? (b) Ya, yo, preguntaba:
— ¿En esta escritura, cómo se ejercerían las relaciones de fuerzas móviles? — (c)
De mi parte, yo meditaba: — ¿Cómo sería escribir sobre lo informe, sobre lo no-
estratificado, sobre el espacio de singularidades salvajes donde las cosas aún no son?
(d) Y yo: — ¿Cuáles serían nuestros modos de existencia, pliegues, procesos de
subjetivación? (e) ¿Lerdo halló las respuestas para estas preguntas? Ni yo… Tal vez,
sólo valiese la pena decir: — Damos la escritura a aquellos que son incapaces de
hacerlo; pero éstos dan devenires a nuestra escritura, sin los que ella sería imposible.
5. Huracán, rayo, trueno. Trazadas en una zona de turbulencia, donde se
agitan puntos singulares y relaciones entre estos puntos, las palabras de la escritura-
artista no son ni cuerpos visibles, ni personas hablantes, sino un burbujear de fuerzas.
6. Nivel. En esta escritura, nada se determina, nada tiene forma. Todo está aún
por ocurrir, en un nivel constituido sólo de afectos y singularidades.
7. Desmembrado. Es preciso afectar y afectarse para poder escribir. Escribir
es ser desmembrado. Es metamorfosis constante. Es apertura de un futuro que nunca
comenzó. Errancia total.
8. Vivir. Escribir es un pensamiento de vida, no una fórmula de felicidad ni
una somnolencia gustosa, ni una irresponsabilidad divertida.
Profundo vitalismo: los modos de vida inspiran modos de pensar y escribir;
los modos de pensar y escribir crean modos de vivir.
La vida activa al pensamiento y la escritura; el pensamiento y la escritura
afirman la vida.
¿Cómo hacer de la escritura un arte de vivir? ¿Cómo volverla vivible?
¿Cómo crear una unidad entre vida activa y escritura afirmativa?
Escribir es duplicar el Afuera, como hace el navío con el mar.
Hacer del pensamiento una experiencia del Afuera,
escapar del sentido común,
desestructurar el buen sentido,
entrar en contacto con una violencia que nos saca del reconocimiento
y nos lanza ante el acaso,
que estremece certezas y el bienestar de la verdad.
Perder las referencias con nosotros y con el mundo exterior,
apartarnos del principio de realidad,
romper con las referencias cognitivas,
buscar una ruptura con la opinión,
poner en duda el propio pensamiento,
lo Divino, lo Verdadero, lo Bello, el Bien.
Escribir es crear,
aligerar y descargar la vida,
inventar nuevas posibilidades de vida,
hacer que surgiese lo que aún no existe,
en lugar de representar lo ya dado y admitido.
9. Quomodo? (¿Cómo?) La escritura representativa puede ser: (1) monista,
que considera al texto como consistente en una unidad, fundado sobre sí mismo,
inengendrado, resistente a lo que él mismo no es; (2) bipolar, que considera al texto
engendrado por el encuentro entre una forma y una materia. Tanto uno como el otro
modo de escribir evitan la descripción directa del propio texto y suponen una
sucesión temporal, que parte de algún principio textual, llega al texto constituido,
tras pasar por aquello que el esquema textual no tematizaría lo suficiente: la propia
operación textual. Así, un texto es algo a explicar y no aquello en que debería
encontrarse la explicación. Ya un texto de escritura-artista no se concluye, ni sobre él
se da una explicación; sino un proceso en desarrollo, una realidad relativa, una
determinada operación compleja, activada vitalmente. En cuanto se lleva a cabo, un
texto de estos no agota en una sola vez los potenciales de realidad educativa, sino
que señala su carácter de devenir. Por esto, tal texto tiene la capacidad de desfasarse
respecto a sí mismo, de resolver al desfasarse, de resultar en una incompatibilidad
inicial, rica en potenciales, en un sistema tenso, supersaturado, sobre el nivel de la
unidad. Es más una onda o un corpúsculo, una materia o una energía, que desdobla y
desfasa aquello que su autor posee. El texto de la escritura-artista es dispar; es
disparo; es sistema formado por emisiones de partículas, que incluye un estado de
disimetría; continua* de intensidades puras que operan como factores
individualizantes, en procesos de individuación constitutivos de individuos, pero que
no se agotan en éstos; bloques de devenires; conjugaciones de flujos; diferencia
fundamental. Precario, mutante y mutagénico, campo de realidad virtual, este texto
se agita en la resolución de un sistema objetivamente problemático.
10. Cur? (¿Por qué?) La escritura-artista utiliza, siempre, el arma de la
crítica, que ella misma forja, para escapar de los artificios que son el refugio de la
tradición, el espejismo de la erudición por sí misma, la abulia del buen sentido o la
anomia del sentido común, los valores superiores de la vida. Critica la secularización
en educación por medio de la errancia política y de la revolución permanente. Para
nomadizar el pensamiento, escribe, para seguir a Nietzsche, primero, como un
camello; luego, como un león; para escribir, en fin, como una criatura lúdica.
Metamorfosis que ocultan peligrosos simulacros…
11. Quibus auxiliis? (¿Por qué medios?) El deseo de escribir siempre se
dispone, al maquinar sobre un plano de inmanencia o de composición; plano que
debe constituirse al mismo tiempo que el deseo dispone la máquina, y el texto se
maquina y escribe. No basta decir sólo que este deseo es histórica o subjetivamente
determinado, porque estas determinaciones recurren a instancias estructurales que
desempeñan el papel de ley o de causa, de donde surgiría el texto. El deseo de
escribir es un operador efectivo, que se confunde con las variables de una
disposición; de modo que sólo se desea escribir en función de una disposición en la
que se está incluido; por ejemplo, un seminario, un partido, algunos
“relacionamientos de duplas, más que de parejas” (DELEUZE, GUATTARI, 1996, p.
68).
12. Quid? (¿Qué?) ¿Sobre qué se escribe en una escritura-artista, esquizo-
analítica, micropolítica, pragmática, diagramática, rizomática, cartográfica? (1) Se
escribe sobre la profesión, el trabajo, las aulas, las fiestas, el retiro, animales, chicos,
adultos, blancos, negros, público, privado, hombre, mujer, segmentos determinados,
planos organizativos; (2) también se escribe sobre desvíos, caídas, impulsos,
flexibilidades, flujos moleculares, micro-devenires, bloques de devenir, continua de
intensidad, conjugaciones de flujos, planos de consistencia; (3) incluso, se escribe
sobre líneas de fuga, velocidad, umbrales. Se escribe en una intertextualidad para
crear nuevas significaciones; de modo selectivo, se apropia de textos de la tradición
educativa o de argumentos rivales para dislocarles su sentido original.
13. ¡El problema máximo! Lanzar el texto cual una piedra mediante una
máquina de guerra: problema de la velocidad absoluta del pensamiento.
14. Teoría materialista. Elaborar una teoría materialista de la escritura es: (1)
expresar un mundo posible; (2) poner eventos a bailar; (3) desenmascarar la
mediocridad y la compasión; (4) denunciar la crueldad, la hipocresía y el
resentimiento; (5) execrar el prosaísmo, la vulgaridad y el tedio; (6) preguntar por el
valor de los valores; (7) transvalorar la moral tradicional que mora en la educación.
*
Continuuns: dice en latín en el original. Es el adjetivo: continuus, a, um [continuo, ininterrumpido;
seguido, consecutivo], el neutro continuum, que en plural es continua (N. de T.).
15. Quando? (¿A qué horas escribir?) — Puede ser a cualquier hora. Se
prefiere la medianoche, el fin de la noche, la hora más nocturna, la más misteriosa, la
más oscura, la más desierta, hora de las brujas y las apariciones, de las hablas con el
demonio, hora de los grandes enigmas, hora del tránsito, del pasaje, hora en que
concluye un día e inicia el siguiente, punto crucial entre una y otra jornada.
16. Quis? (¿Quién?) — ¿Quién escribe de modo artista? Ahora, son los
animales de rapiña, los salvajes sagaces, los francotiradores, los osados, terrestres,
extranjeros, guerreros, legisladores, artistas, pensadores, poetas, afirmadores,
experimentadores y creadores, que obran en nombre de la doctrina del círculo
vicioso y con ella constituyen la condición sine qua non de la escritura universal.
Aquellos que escriben, se exceden y se reservan el derecho de malograr. Aquellos
que escriben no debido a que tuviesen un proyecto de escritura e intentasen llevarlo a
cabo, sino porque inician el acto de escribir para ver si existe una intensidad que
produjese algunos efectos. Escritores de la inocencia alegre de un en-fant* que sólo
sabe decir la única palabra ajuiciada: — ¡Sí!
Saetas
Marcas
Referencias
BLANCHOT, Maurice. O espaço literário [El espacio literario]. Rio de Janeiro: ROCCO, 1987.
DELEUZE, Gilles. Diferença e repetição [Diferencia y repetición]. Rio de Janeiro: Graal, 1988.
________. Crítica e clínica [Crítica y clínica]. São Paulo: Ed. 34, 1997.
________. Lógica do sentido [Lógica del sentido]. São Paulo: Perspectiva, 1998.
________. Francis Bacon: lógica de la sensación. Madrid: Arena Libros, 2002.
DELEUZE, Gilles; GUATTARI, Félix. 1874 – Três novelas ou “o que se passou?”. In: ________.
Mil platôs: capitalismo e esquizofrenia [Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia]. Vol. 3. Ed. 34,
1996.
NIETZSCHE, Friedrich W. Ecce homo: como alguém se torna o que é [Ecce homo: cómo alguien se
vuelve lo que es]. São Paulo: Companhia das Letras, 1995.
________. III Consideração Intempestiva: Schopenhauer educador [III Consideración intempestiva:
Schopenhauer educador]. In: _______. Escritos sobre educação [Escritos sobre educación]. Rio de
Janeiro: PUC-Rio; São Paulo: Loyola, 2003, p. 138-222.
RAJCHMAN, John. Lógica do sentido, ética do acontecimento [Lógica del sentido, ética del
acontecimiento]. In: ESCOBAR, C. H. Dossier Deleuze. Rio de Janeiro: Holón Editorial, 1991, p. 56-
61.
Referencias
BESTIALOGÍA
¿Y si preguntásemos cuándo eso comenzó a ir mal? ¿Hasta dónde se precisa
retroceder? ¿Será cierta la impresión de que eso va mal desde el inicio? Se requiere
bastante disponibilidad para creerlo y muy buena voluntad para soportarlo. Así,
requerimos mostrar que acaso estuviésemos contentándonos con muy toscos y mal
diferenciados conceptos. Quizás estuviésemos tomando medios de equivalencia por
sistemas de paso y transición. Y caer en todos los tipos de equívocos. Ahora, si
entrase en juego un diagnóstico diferencial, otra es la historia. Claro que no es del
mismo modo. Pensamos que no resulta inútil contrastar posiciones. Creemos que se
pueden obtener otras conclusiones. Pues, a pesar de todo, siempre estuvieron allí,
para “murmurar, susurrar bajo la instancia representativa” que las sofocaba; por eso,
“en compensación, se ponen a resonar hasta el límite de ruptura” (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 375).
Entonces, usted…
No sé, dicen, cuentan de todo, que, hace exactamente cien años, sus
contemporáneos quedaron disgustados. ¡Era una indecencia! En los Três ensaios
sobre a teoria da sexualidade [Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad] (Freud,
1972e), usted hablaba del chupar sensual, de incitar los lóbulos de la oreja, de las
zonas erógenas, del vómito histérico, de clítoris y glande, sexo oral y animal,
masturbación, autoerotismo, hemorroides, micción y constipación defecatoria,
erotismo anal y uretral, enuresis y polución nocturnas, pruritos y alcaloides,
secreciones y gusanos intestinales, membranas mucosas, baños calientes, agitación
mecánica ritmada, juntura de los muslos en las mocitas, pieles de las nalgas, descarga
de heces, escopofilia y crueldad, sadismo y masoquismo, exhibicionismo y
voyeurismo, fetichismo, homosexualidad o inversión, bisexualidad, transporte en
carruajes y viajes en tren, beber y fumar, molestar con ruido y disputas verbales,
erección del órgano masculino y lubricación de la vagina, complejo de castración y
envidia del pene. Pero usted habría molestado a sus contemporáneos porque afirmó la
existencia de una sexualidad infantil; y, sobre todo, el carácter infantil de toda
sexualidad humana.
Con anterioridad, al decir que “ni un solo autor reconoció con claridad la
existencia regular de un instinto sexual en la infancia” (F REUD, 1972e, p. 177-178),
se atribuyó a sí mismo un recurrente y enfático descubrimiento de la sexualidad
infantil: “Ya en 1896 (FREUD, 1972b) yo insistía en la importancia de los años de la
infancia respecto al origen de algunos fenómenos importantes vinculados a la vida
sexual, y desde entonces nunca dejé de enfatizar en el papel que el factor infantil
desempeña en la sexualidad” (FREUD, 1972e, p. 180). Así, parece que, hasta antes de
usted, existía una tendencia general a considerar a la infancia como un periodo de
felicidad perfecta y asexuada. Y que, desde entonces, ese mito de la asexualidad
habría sucumbido junto al mito sobre el paraíso de la infancia. Por lo menos, usted
garantizaba que era falsa la idea sobre lo infantil libre de pulsiones sexuales: “La
opinión popular tiene ideas muy precisas respecto a la índole y las características de
este instinto sexual. La concepción general indica que él está ausente en la infancia.
Entre tanto, tenemos motivo para creer que estos puntos de vista proveen una falsa
idea sobre la verdadera situación” (FREUD, 1972e, p. 135). Entonces, usted indicaba
la gravedad de las consecuencias de esta situación, al afirmar: una “característica de
la idea popular sobre el instinto sexual indica que él está ausente en la infancia”;
aunque fuese “un error que ha tenido graves consecuencias”, entre las que se halla,
“nuestra actual ignorancia sobre las condiciones fundamentales de la vida sexual”
(FREUD, 1972e, p. 177).
Sólo que, en sentido inverso, restauró el paso que acabara de dar. Ubicó a la
infancia en un pantano lujuriante, constituido por relaciones múltiples y caprichosas
entre infantes y adultos, al dislocar el factor hereditario de la explicación del
funcionamiento de la vida sexual hacia la prehistoria – como la denominaba – del
individuo, o sea, hacia su infancia. Creyó que sólo un estudio completo respecto a las
expresiones sexuales de la infancia revelaría las características esenciales del instinto
sexual y mostraría el curso de su desarrollo, para sobrepujar, incluso, la importancia
del factor hereditario. Afirmó el carácter infantil de los géneros – “las disposiciones
masculina y femenina”, que “con facilidad se reconocen en la infancia” – y la
execrable invariabilidad masculina de la libido, que ocultaba los verdaderos
problemas – “la libido es invariable y por necesidad de índole masculina, ocurriese
ella en hombres o en mujeres e independiente de ser su objeto un hombre o una
mujer” (FREUD, 1972e, p. 225-226). Tanto más terrible…
Para desarrollar este enfoque, precisó refutar a los sexólogos de la época, como
Krafft-Ebing, Havellock-Ellis, Hirschfeld. Precisó dejar de lado la teratología de
Geoffroy Saint-Hilaire e ir más allá de las ocurrencias excepcionales, extravagancias,
casos horripilantes, anomalías, aberraciones, depravación precoz – “erecciones,
masturbaciones y aun actividades que se asemejan al coito”. Incluso, llegó a
reprender a los educadores, al decir que temían los instintos sexuales y
estigmatizaban “toda expresión sexual” de los infantes como un “vicio” o “‘ruindad’
sexual” (FREUD, 1972e, p. 184-185). Además de esto, recomendó que fuesen
cautelosos en la escuela, pues “el temor a hacer exámenes o la tensión debido a un
trabajo difícil” podría “provocar la irrupción de expresiones sexuales”, lo que lleva al
infante “a tocar los órganos genitales” u ocasionar una “polución nocturna, con todas
sus consecuencias desorientadoras”. Al pensar en la educación, de modo
eminentemente sexual, alertó: “El comportamiento de los niños en la escuela, que
muestra al profesor un gran número de enigmas, en general debe relacionarse con el
surgimiento de su sexualidad”. Así, para usted, era un “hecho innegable” que la
“concentración de la atención en una tarea sexual y el esfuerzo intelectual en general”
producían “excitación sexual” (FREUD, 1972e, p. 209-210).
Al asegurar que los factores causantes de la histeria se remontaban a la infancia,
usted encontró, en la amnesia infantil, el punto ideal para comparar los estados
síquicos de los infantes y los adultos. Creyó descubrir la existencia regular de la
pulsión sexual en la infancia y la etapa infantil de la sexualidad adulta neurótica
repetida, exclusivamente, “en los resultados de la investigación sicoanalítica en
adultos”, ya que, “en aquella época”, era “imposible utilizar con amplitud la
observación directa en los niños”. Sólo en 1909, a partir de su Pequeño Hans (FREUD,
1972a), usted pudo “vislumbrar de modo directo la sicosexualidad infantil mediante
el análisis de algunos casos de dolencia neurótica durante los primeros años de
infancia” (FREUD, 1972e, p. 199). Aunque, en 1905, ya hubiese defendido la génesis
indiscutiblemente infantil de la sexualidad: “Las expresiones infantiles de la
sexualidad determinan no sólo los desvíos de la vida sexual normal sino también su
forma normal” (FREUD, 1972e, p. 218).
No dudemos. Aun en 1908, en el trabajo Sobre as teorias sexuais das crianças
[Sobre las teorías sexuales sobre los niños] (FREUD, 1972d), va usted a establecer
tres fuentes para la sexualidad infantil: la “observación directa respecto a lo que los
niños dicen y hacen”; lo que “conscientemente neuróticos adultos recuerdan de su
infancia y relatan durante el tratamiento sicoanalítico”; y los “recuerdos inconscientes
vertidos a material consciente, que resultan del sicoanálisis de neuróticos”. Usted
insistía en que la primera de estas fuentes – la observación directa de lo que los niños
dicen y hacen – aún no era suficiente para proveer los elementos necesarios para
aclarar las teorías sexuales, en función de que los adultos tienen una actitud que los
lleva a negar la actividad sexual infantil.
Al aceptar su comprobación respecto a que la “observación directa de los niños
tiene la desventaja de trabajar con datos que son fácilmente susceptibles de mala
interpretación”, Melanie Klein (KLEIN, 1971, 1975, 1994; KLEIN; RIVIERE, 1970) se
le unió, y creyó que, desde que los sicoanalistas empleasen “un método equivalente al
análisis de adultos” (KLEIN, 1975, p. 20), los infantes perfectamente podrían producir
una “neurosis de transferencia”; y que, “exactamente como en el caso de los adultos”,
surgiría una “situación de transferencia”. Ya Anna Freud creía que no se debería
aplicar a los infantes un método terapéutico análogo al empleado para adultos, pues el
ideal del yo infantil aún era muy débil. Anna reconocía que, en la situación
terapéutica, los infantes eran “seres muy diferentes de los adultos” (K LEIN, 1970, p.
199). Al paso que, para Melanie Klein, en lo inconsciente, los infantes en modo
alguno eran “fundamentalmente diferentes de los adultos”; por ello las “condiciones
prácticas y teóricas para la interpretación” eran “exactamente las mismas que para el
análisis de adultos” (KLEIN, 1970, p. 204). Así como en los adultos, ya en los
primeros años de vida, los niños “experimentan no sólo impulsos sexuales y angustia,
sino también sufren grandes desilusiones”. Tales conclusiones se obtuvieron por
medio del “análisis de los adultos”, seguido de la “observación directa de los niños”
(KLEIN, 1975, p. 25). Aunque esta observación viniese sólo a comprobar los
resultados obtenidos mediante la técnica de análisis de adultos (K LEIN, 1975, p. 207),
y revela, entonces, una analogía perfecta. Todas las posiciones tristes de morir…
No se debe decir sólo que, al proceder así, usted sexualizó lo infantil, en su
ausencia, sin que ello participase en efecto de esa sexualización. Al mismo tiempo
formal y político, el problema es mucho más serio, y también más original. Además
de terminar por inferir el inconsciente infantil directamente del adulto, le atribuyó
toda una sexualidad familiarista, constituida por padre, madre, hermanos, abuelos.
Con esa índole conservadora, que nada arriesga, usted produjo una antropomorfía
burguesa de la sexualidad. Y obligó al pansexualismo infantil a ingresar a las filas de
lo inadecuado.
Pues aquí entre nos, ¿quién es el mismo que había inventado ese paraíso asexuado,
del que hablaban antes de usted? ¿De qué tipo de fuerzas provenía el discurso sobre
la felicidad infantil asexuada? ¿De la ausencia de qué sexualidad se trataba? ¿Será
que no había otra sexualidad infantil? ¿Y si, al contrario de lo que usted y sus
contemporáneos pensaban, las pulsiones, los instintos y los deseos sexuales
estuviesen actuando, desde siempre, en los infantes? La pregunta tal vez fuese esta:
¿desde usted, qué sexualidad se implantó y vino funcionando? Si esa sexualidad se
giró hacia el lado de los infantes, ¿de qué modo se los sexualizó? ¿En qué
condiciones, por medio de su sexualidad, se los siconeurotizó? ¿Cuál es el uso
operatorio de lo que usted hace? ¿O que se hizo de su producción? ¿O qué se hizo
con ella? ¿O qué hizo ella en sí misma? Al fin, ¿usted qué acabó haciendo?
Al volverse hacia la infancia, como llave maestra para explicar la vida sexual
adulta, usted infantilizó el mito de Edipo rey, y llevó a los niños a entrar en el
embudo de un torbellino: deseo de la muerte del rival, que es el personaje del mismo
sexo, y deseo sexual por el personaje del sexo opuesto; o, en su forma considerada
negativa, esos deseos presentado de modo inverso. Usted interiorizó al Edipo en la
familia y lo exteriorizó en la escuela, la comunidad, las instituciones. Pobló a la
infancia de una sexualidad patológica, edipizó su inconsciente y lo volvió culpable,
castrado, incestuoso: “impulsos sexuales del niño respecto a los padres, que, a modo
de regla, ya se diferencian debido a la atracción por el sexo opuesto – el hijo se siente
atraído por la madre y la hija, por el padre” (K LEIN, 1975, p. 233-234). Afirmó que
“el complejo de Edipo” era el “fenómeno central del período sexual de la primera
infancia” (FREUD, 1972, p. 217). Comparó lo infantil con las prostitutas, al decir que
ellas “exploran la misma disposición polimorfa, o sea, infantil, para los fines de su
profesión” (FREUD, 1972e, p. 196). Creó una sexualidad de predominio genital, en la
que, hasta aun, lo “pre-genital” se refería: “Daremos el nombre de ‘pre-genitales’ a
las organizaciones de la vida sexual en que las zonas genitales aún no asumieron su
papel predominante” (FREUD, 1972e, p. 204). En esas acciones consistentes en
introducir a la sexualidad edípica como punto de partida y de llegada de lo humano,
usted promovió el objeto y el sujeto del deseo, enseñó a lo infantil a tener miedo a la
vida, mantuvo al deseo bajo las leyes de la falta, la castración, el falo. Leyes que
nutren la culpabilidad del que obedece, develan su matriz en un inconsciente
fantasmático y filial, crean una nueva versión del ideal ascético y sumergen a lo
infantil en un caldo de cultivo de mala conciencia (D ELEUZE; GUATTARI, 1976, p.
155, ss.).
E, sobre todo, de un modo, insuficiente y carente, además, de algún interés,
encontramos su “posición básica” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 454). La que
establece que, si usted mismo descubrió la sexualidad infantil, al mismo tiempo,
afianzó que, para convertirse en un adulto formal, productivo, lo infantil debería
ordenar que su libido se desexualizase debidamente, se sublimase, se desviase hacia
objetivos no sexuales: “Lo que describimos como el ‘carácter’ de una persona se
constituye en gran parte con el material de excitaciones sexuales y se compone de
instintos que se fijaron desde la infancia, con construcciones logradas mediante la
sublimación, y otras, empleadas para contener con eficacia los impulsos perversos
que se reconocieron como inutilizables” (FREUD, 1972e, p. 246).
Al abandonar la teoría de la seducción, girarse por completo hacia el mito e
infantilizar a Edipo-Rey, lo reconstituyó como un complejo. A través de este
complejo, inoculó una elevada carga de culpabilidad sexual y creó el impasse de un
fantasma individual privado. Volvió equivalentes el comportamiento infantil y el de
una “mujer común inculta en la que persiste la misma disposición perversa
polimorfa” (FREUD, 1972e, p. 196). Así, al ubicar a lo infantil bajo el yugo mortífero
de Edipo, más que transformarse en un “antepasado de tendencia edípica”, usted se
transformó en un “superego grupal”. Al ubicar a lo infantil en el lugar maldito, usted
instauró a Edipo como “límite interno, con todos los tipos de pequeños narcisos de
regreso” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 444). De ese modo acompañó de cerca la
posición religiosa-educativa de Comenio, que afirmaba: “Todos se corrompen y se
volverán abominables en todas sus pasiones” (COMENIO, 1985, p. 69).
Usted hizo que el pecado y la paranoia girasen en torno a una Santa Trinidad, en el
marco de Edipo, del Yo y la Familia; el-yo-transa-con-papá-odia-y-mata-a-mamá; el-
yo-transa-con-mamá-odia-y-mata-a-papá. O, en lugar de tales figuras, usted dio
margen para que esas acciones se realizasen de modo estructural, como universales
estructurales de la subjetividad: en lo imaginario, en el lenguaje, en la cultura. Lo que
nada cambió el estado pecaminoso de lo infantil, ni alteró el postulado familiarista y
sus correlatos paranoicos: lo personológico y lo egótico. Hace dos milenios, a los
infantes los declararon pecadores; hace un siglo, los atrajeron hacia la tentación de
papá-mamá-yo, desde cuando ya eran infantes culpados. Ocurre que, aunque usted
hubiese dicho que estaba abandonando la concepción sexológica y había preferido el
abordaje síquico de lo sexual, desde el modo edípico de la sexualidad, usted
promovió lo que se mostró más persistente y de mayor alcance: creó reglas exegéticas
para descodificar no sólo la sexualidad, sino todo el funcionamiento de la vida
infantil, en sí misma o respecto a la adulta. Usted enseñó a todos a mirar, escuchar y
hablar sobre la infancia, siempre con una clave descodificadora en la mano: ¿qué
quiere decir lo infantil? ¿Qué representa? ¿Qué significa? ¿Cuál es la génesis infantil
respecto a lo que un adulto siente, hace, piensa, habla, escribe, sueña? ¿Cuál es el
origen infantil de las dificultades y cualidades adultas? Así, usted terminó por crear
una potente máquina significativamente edípica respecto a la infancia. Una máquina
que no se harta de hacer prisioneros.
La sexualidad infantil, sobre la que usted tanto habló, no se refiere a cualquier
sexualidad, en su indeterminación y multiplicidad, y siempre se la trató como una
sexualidad unívoca. En ella, usted introdujo el despotismo edípico. Y lo que creyó
haber subvertido con una mano lo codificó con la otra: “Por motivos inconfesables se
niega la existencia de una sexualidad infantil, pero también por motivos poco
reconocibles se reduce esa sexualidad a desear a mamá y a querer el lugar del padre”.
Su chantaje consistió en eso: o se reconocía “el carácter edípico de la sexualidad
infantil” o se abandonaba “toda posición respecto a la sexualidad” (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 132). Usted edipizó lo infantil y le mutiló otras posibilidades de
sexualidad, que invistiesen el campo social, mediante sus amores, en sus
determinaciones económicas, políticas, raciales, históricas, culturales, etc. O sea, su
tópico – que pasó a ser el nuestro – no consistió en reconocer la sexualidad infantil,
aun porque ella siempre existió, de modo diferente, en cada tipo de socius, sino en
reconocer a tal sexualidad como exclusivamente edípica. Así, el sicoanálisis, ese
“nuevo avatar del ‘ideal ascético’” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 342), que usted
creó, adhirió a la piel de lo infantil todas las familias artificiales y toda “podredura
edípica” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 343). Llevó a la tierra pantanosa del Edipo,
con su olor a muerte, a dejar de delirar la historia, los continentes, los reinos, las
razas, las culturas. Quedaron fuera del proceso reflexivo…
Usted…
– Me equivoco, en tantas páginas, al haber dicho “usted”. Pues, cuando se dice
“usted”, sólo se trata de un nombre mal elaborado, de un pronombre de trato para
todo el sicoanálisis. Sólo que no solamente para él, también para lo que viene de otro
lugar y más profundo, constituido por fuerzas más potentes, más subterráneas que
usted, que el sicoanálisis, la ideología, la familia, el yo. Fuerzas que pretenden vencer
las del deseo infantil y llevarlas a la resignación infinita. Fuerzas que tratan de
sustituir todo lo activo, agresivo, productivo, conquistador y artista en el propio
inconsciente, que, por índole, es infantil; por tanto, “huérfano, anarquista y ateo”
(DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 394).
Entonces, de nuevo…
– Usted y el sicoanálisis son muy representativos y representan unidades muy
grandes, conjuntos estadísticos, molares. Ustedes son muy interpretativos e
interpretan en exceso el significado y el significante. Ustedes crearon “un último
padre” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 146) y “la formación de un nuevo tipo de
padres, animadores de mala conciencia” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 421). Padres
(¿su nombre podría ser otro?), que nos enseñaron a interpretar, respecto a “nuestro
modo de creer y ser devoto” (D ELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 217), y que nos hicieron
retomar creencias antiguas en nombre de una estructura del inconsciente: “Somos aún
devotos” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 388). No por acaso usted afirmó que el
tópico de la sexualidad infantil no podría expresarse mejor de lo que lo había hecho
E. D. Dekker, un escritor holandés del siglo XIX, que señaló: “El niño ya peca en
cuanto los padres creen que él desconoce el pecado” (F REUD, 1972c, p. 138). ¡Qué
riesgoso destino!
Otra vez…
– Y el sicoanálisis no creó a Edipo. Se contentó con vivirlo, desarrollarlo,
confirmarlo, darle una forma médica y altamente mercantil. En él, existían muchos
intereses en juego: continuar con las creencias, poner la muerte en el deseo, disipar
los flujos infantiles, bloquear las conexiones sexuales.
Sólo que aún no se vio todo, porque “los vivos no son creyentes” (D ELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 377). Apenas nos pueden acusar de un único crimen terrible: el
de no vivir a plenitud la vida. Pero, no se preocupen: los infantes no inventamos las
teorías sobre la cópula violenta, el nacimiento a través del ano o el determinismo
sexual. Somos los depositarios de una larga tradición religiosa, mediante la que nos
consideran hijos del pecado de la carne. Pecadores, somos todos, incluso los infantes,
afirmó Comenio. El mismo Satanás, para vengarse de su condena, siempre quiso
destruirnos, como “los arbolitos de Dios”, al herirnos de varias formas con “sus muy
fraudulentas maquinaciones” y “con el veneno infernal (de los ejemplos de las varias
impiedades y de los malos instintos)”, nos quiso infectar “hasta las raíces”, para que
nos secásemos por completo y cayésemos, o, al menos, marcháramos, definiéramos y
nos volviéramos inútiles (COMENIO, 1985, p. 67). Por eso, deberíamos ser educados.
Rousseau (1992) ya mostraba que no se podría forzar nuestra índole, pero también
que no podríamos ser educados sin ser desnaturalizados. Para ello, la ley de los
pedagogos debería ser inflexible como una ley natural. Un tema sobre educarnos de
modo negativo. O sea, una educación negativa que consideraba a nuestra índole en el
mismo orden que la Naturaleza, dotada de incompletudes, deficiencias y fallas. Cabía
a la educación complementarnos, es decir, suplir nuestra índole y hacer como que ella
nos fuese útil. Así, nos salvaríamos de la carencia natural a través del suplemento
pedagógico. Pero, para que ello aconteciese, era esencial que nuestra sexualidad se
vigilase constantemente. Con obsesión, Rousseau aconsejaba a los pedagogos: “Por
tanto atiendan con cuidado al joven. Él podrá defenderse de todo pero corresponde a
ustedes defenderlo de sí mismo. No lo dejen muy solo ni de día ni de noche, al menos
duerman en su habitación” (ROUSSEAU, 1992, p. 396).
Hoy, sabemos por qué, durante tanto tiempo, se consideró altamente peligroso al
onanismo. Debido a que hacía entrar en juego lo que parecía fuese un exceso de
deseo (SHÉRER, 1983). Apartaba nuestras vidas de la verdadera finalidad de la
sexualidad, tomada en su vertiente heterosexual, o sea, la reproducción. Si
continuáramos siendo onanistas, llevaríamos a cabo la perversión del desvío sin fin.
Rousseau fue otro precursor de las teorías sexuales, llamadas infantiles, que Freud
creyó haber identificado, por primera vez, y que Bentham ya tejiera como la red de la
invisible índole moral de los criminales. Al hacer eco al cristianismo, todos ellos
atribuyeron a la masturbación infantil la ausencia de madurez. Hablaron muy mal
sobre el auto-erotismo y le contrapusieron la concepción higiénica de la sexualidad,
convertida en instrumento pedagógico, que se dedicaba al dominio del propio cuerpo
para usos conyugales, para investir una formación social que conviniese mejor al
orden reproductor. Así nuestra sexualidad surgió como producto de la represión
consentida del deseo.
Al menos el sicoanálisis llegó hasta el final. Aquel estado de supuesta inocencia,
con el que todos nos observaban, implicaba diversiones y juegos, pero desde que no
fuésemos los que fijásemos las reglas y distribuyéramos los premios. Ustedes crearon
nuestra sexualidad y la rodearon con “su secretito”, que emergía del inconsciente
edípico. También ustedes hallaron un “medio médico para publicarlo, convertirlo en
el secreto de todos y cada uno” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 342; p. 444-445). Por
eso, ustedes y sus problemas pervirtieron nuestra sexualidad. Por eso, nuestra
sexualidad – que era un problema de flujo, no un secreto de Polichinela que tenía un
origen edípico-narcisista – ya surgió lista, desde el inicio, pervertida, como un
monstruito, como si fuésemos adultos empequeñecidos que tenían como única
posibilidad de desear la admisión de la ley del Edipo.
Ni el sexo, ni la famosa latencia, nada los apartó a ustedes de nosotros. Uno nació
frente al otro, en lo negativo del otro. En definitiva, nuestra inocencia pareció
sexualizada mediante el factor edipizante. Nuestra sexualidad se inscribió en el marco
de Narciso y de Edipo, el Yo y la Familia, tierra edípica por excelencia. Entonces,
¿por qué alguien pudiera horrorizarse con el hecho de que nos excitamos, tenemos
libido, gozamos? El sicoanálisis dio continuidad a la religión, aunque fuese difícil,
para los sicoanalistas y pedagogos de inspiración sicoanalítica, admitir que es la
religión moralizada. Tal posición colaboró para que nuestra amenaza fuese
permanente: somos la prueba viva de que los adultos cometieron el pecado sexual e
incestuoso.
El pequeño-Edipo revela la “misión de la familia” que “consiste en producir
neuróticos a través de su edipización” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 459). Revela
nuestra persistencia en ustedes, al mismo tiempo que colabora para la destrucción de
nuestro propio mito (SHÉRER, 1983, p. 54). El sicoanálisis no los enfocó a ustedes
como modelados por nosotros y a partir de nosotros, sino a nosotros estructurados por
ustedes, cuyo desenvolvimiento se lleva a cabo en los marcos que ustedes prepararon.
Existe una penetración nuestra en ustedes, y nos inducen ustedes a su imagen y
semejanza. El Edipo es el ejemplo privilegiado de esa infantilización adulteradora.
Sólo El Anti-Edipo sustenta la tesis sobre la anterioridad de ustedes respecto a
nosotros mismos y sobre la proyección constante sobre nosotros de sus limitaciones
(SHÉRER, 1983, p. 55). Nunca es posible, para nosotros, la revelación de nada que
ustedes no hubiesen sometido a la ley edípica, que ordena nuestro deseo: – ¡Nunca
salían del círculo de papá-mamá-yo! El punto de autocrítica del pequeño-Edipo es
aquel en el que descubrimos su opuesto como un principio positivo de no-
consistencia que concluye por disolverlo. Ha llegado el momento de fuga del
inconsciente edípico, de destrucción del yo, de borradura del títere infantil, de la
culpabilidad, de la ley y la castración.
¿Cómo todo eso no nos haría reír? Ahora, vamos a reír. No invocaremos ninguna
venganza, ningún resentimiento, porque en esa tierra no nacemos ni en ella vivimos.
Tampoco sabemos cómo lidiar con la angustia anti-sexual múltiple de ustedes, ni si
ella aún los seguirá. Y, a decir verdad, ¿eso nada nos interesa, pues lo que ella es, a no
ser aun Edipo, y tanto más virulento? Hallamos que sería mucho más productivo e,
incluso, preferible, si ustedes preguntasen sobre cuáles son nuestros amores en la
contemporaneidad. Pues, siempre “con mundos hacemos amor. Y nuestro amor se
dirige hacia esa propiedad libidinal del ser amado, de encerrarse o abrirse sobre
mundos más vastos, masas y grandes conjuntos”. Así, las “personas a las que
dedicamos nuestros amores, incluso los parientes, sólo intervienen como puntos de
conexión, de disyunción, de conjunción de flujos cuyo tenor libidinal de acometida
propiamente inconsciente ellas traducen” (DELEUZE; GUATTARI, 1976, p. 372).
En primer lugar, somos aquellos que constituyen bandos portadores de flujos
vitales, antes que duplas heterosexuales. Nuestro sexo es neutro, y nuestra sexualidad
se halla en toda parte, en un régimen de dispersión de sus elementos moleculares. Los
enriquecemos a ustedes en lugar de infectarlos. Ya su moral ambiciona que fuésemos
o asexuados o sexuados a través del Edipo. Nada tenemos que ver con la carencia de
deseo, sino con el modo de la presencia del deseo en la multiplicidad. Constituimos
verdaderas falanges de enfants libidinosos que resisten a dejarse des-sexualizar.
Existimos mezclados con ustedes, además, en acciones ajenas al Edipo. Confundimos
“todos los códigos” y deshacemos “todas las tierras” (D ELEUZE; GUATTARI, 1976, p.
417). Las “grotescas interpretaciones pedagógicas” (S HÉRER, 1983, p. 86), que nos
edipizaron, como perversos polimorfos, las formularon ustedes sólo para
tranquilizarse. Ellas exigieron la sublimación de nuestros actos, sólo que éstos
transbordan toda normatividad sexual y las concepciones evolutivamente normativas
de nuestra sexualidad. Sexualidad libre, que nunca se confunde con la reproducción
edípica y apenas se adapta al principio del placer.
– Sin duda, es un error quedarse en la oposición de esas dimensiones: ustedes y
nosotros. Se trata de la diferencia entre dos tipos de colecciones, órdenes, conexiones
e interacciones. Ustedes y nosotros nunca dejamos de pasar de uno a otro polo.
Mientras, por acaso, ¿saben quiénes son los “enemigos naturales” (NIETZSCHE,
1939, p. 170) de nuestra sexualidad? Ora, nada menos que los padres y los maestros,
como humanistas, abstractos, fantasmáticos, egoístas, a los que renunciamos. ¿Ven
que al Edipo se lo pedagogizó mediante la exclusiva genitalidad heterosexual?
¿Reconoces que ustedes crearon la sicosis social anti-sexual y una pedofilia
pedagógica? ¿Identifican que, en el admirable interés pedagógico, que nutren por
nosotros, existen señales de una verdadera pederastia, que explicaría mejor su
dedicación a nuestra educación y no a la paternidad o la maternidad sustitutivas?
¿Ustedes desean dominar a seres inmaduros o es Edipo en acción útil? ¿Ustedes se
creen vacíos de deseo para aplicar mejor sus mejor vendidas metodologías y seguir su
curso apartado de cualquier erotización? ¿Ustedes aún dudan si Emilio y Rousseau o
Rousseau y Sofía fueron amantes?
Ustedes son las correas de los otros y de sí mismos (DELEUZE; GUATTARI, 1976,
p. 440). Seres paranoicamente sexuados, aborrecidos y segregadores de la muerte.
Nosotros somos señores cansados del permanente triunfo de esclavos. Ustedes
ajustan cuentas con la propia infancia, es cierto, pero la odian hasta la muerte.
Proyectan de modo fantasmático un ser maleable que desearía la interrupción del
propio deseo. ¡Ustedes están locos! No nos hallamos inmovilizados en el Edipo. Para
eso somos mucha alegría pura. Estallamos el caño inmundo de las falsedades
familiares. Hacemos pasar un diluvio de derivas misteriosas. Liberamos flujos que
manan placeres. Recortamos esquizas y nos humilla el socius civilizado. Nuestros
cuerpos porosos pueden haber nacido del pecado, pero, en justicia, fue el gozo de
ustedes. Inocentemente anedípicos como somos, ¿por qué deberíamos vivir y morir
como criminales? Por un lado, nuestra culpabilidad, por otro, la absolución de
ustedes: son arcaísmos, aunque con función actual. Somos los pequeños culpados,
siempre, tanto más culpados cuanto obedecemos más estrictamente. Hace mucho
tiempo, ustedes dicen: – ¡Por tu culpa soy neurótico e infeliz! Porque deseaste a tu
madre y quisiste matar a tu padre. ¡Por tu culpa pequé! ¡Ahora, pueden dejar eso! ¡Al
inconsciente ya se lo destriangularizó debidamente!
Ya llegó nuestra hora, investida con su potencia absurda. Hora de reventar la
soldadura entre el mito y la sexualidad, lo que liberó nuestros n sexos. Entonces, nos
lanzaron “en total a una empresa diversa, huérfana, al montar una máquina deseante
infernal” y nuestro “deseo relacionarlo con un mundo libidinal de conexiones y
cortes, de flujos y esquizas”, “al atravesar, misturar, subvertir estructuras y órdenes,
mineral, vegetal, animal, infantil, social” y deshacer “las figuras de escarnio de
Edipo, al llevar siempre hacia adelante un proceso desterritorializador” (DELEUZE;
GUATTARI, 1976, p. 496). Pero no se trata sólo de sexualidad infantil. Está claro, se
trata de política, como un juego en esencia ubicuo.
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Bertrand Brasil, 1992.
SHÉRER, René. La pedagogía pervertida. Barcelona: Laertes, 1983.
EL CURRÍCULO
¿En realidad qué es el currículo cuando usted se refiere a ello? Hito delicado.
Curiosa la vida del currículo. Extraña toda la atmósfera de. Todo tipo de tiempo,
todos los lugares, toda hora. ¿Ningún deseo propio? Ninguno. Lo repentino debe
arremolinarse por su causa. Pena perturbarlo. Su carácter. Algo que ocurre: algún
currículo. Una actividad tan rica. ¿Cómo llamarla? Nombres: salvaje, bárbara,
civilizada. Primitiva, despótica, capitalista. Lugares: selva, desierto, capital. Aldea,
ciudad, red. Personajes: Yocasta, Layo, Edipo. Modos: cuerpo, memoria, axiomática.
Vínculos: fetiches, ídolos, simulacros. Afectos: crueldad, terror, cinismo. O anti-
Édipo [El anti-Edipo] (DELEUZE; GUATTARI, 1976) fuerza a pensar. Hasta en el
currículo – ¿Buena idea? Hablar sobre dónde se estuvo. Costumbres extrañas. Aire.
Agua. Fuego. Nieve. Sol. Fiestas, profesiones, deportes. Arte. Ciencia. Filosofía.
Abandono de la mala conciencia. De los dispositivos de negatividad y
culpabilización. Maldito sea el pensamiento depresivo. No más crispaciones
humanistas. Siempre los flujos que huyen. Gran cuerpo social. Cuerpo sin órganos:
forma reterritorializada: socius. Cada sociedad produce uno. Cada uno produce
currículo. Tipos generales: más que representaciones de una sociedad. Existe una
historia universal del currículo. Producción deseante. Relaciones entre deseo y poder.
Entre socius y máquinas deseantes. No evolucionistas. Coexistencia: en una
formación social. – Cierre sus ojos y abra su boca. ¿Qué? Barreras y canales.
Válvulas mitrales. Energía que horada. Intensidades viajeras. Inevitable costo de la
aventura. Multiplicidad funcional. Tierra del milagro. Explosión. – En fin, reír. Más
danza y menos piedad.
De la crueldad
Entonces se era más feliz. ¿O no? ¿O ahora sí? ¿Usted volvería allá? Apenas
comenzando. ¿Volvería? De cualquier modo no. Inútil volver atrás. Aun imposible. –
¿Por qué? Algún motivo. Aun muy anterior al capitalismo. Abra sus ojos y cierre su
boca. Tal vez para. – Sí. Lo pensé. Llegó. ¿Vale qué? El cuerpo pleno de la tierra. La
inengendrada. Húmeda o arenosa. Grande y dulce madre. Fuerza de gravedad.
Indispensable en la codificación de los flujos. Y canta: – ¿Cómo vuela el tiempo, eh?
¿Dónde está ahora? ¿De qué tipo es la máquina curricular? Influjos germinales de
intensidad. Sinergia entre humano y máquinas. Técnicas: prolongan la fuerza. Social:
humanos: piezas. Abstracta: el deseo. – ¿Cuáles sus usos? Único tema. Conexiones
con las máquinas deseantes. Coeficientes variables de afinidad entre. De eso
depende. Flujos todos codificados: de mujeres y niños, rebaños y simientes, esperma
y menstruación. Deriva histórica y colectiva. Medio ambiente y hábitat. – Vea ahora.
Voy a ver si puedo. Allí todo el tiempo. Y siempre va a estar, por todos los siglos. –
Olvide. Basta sin prisa. Organiza disyunciones inclusivas sobre molécula gigante
(Numen). Distribuye estados, según campos de presencia o zonas de intensidad. –
¡Pronto! Concebido en la oscuridad. En el suelo muy mojado terroso. Elementos
moleculares de un micro-inconsciente. Pero que no existe con independencia de las
formaciones sociales macroscópicas. Resistente a la centralización del poder.
Representación es siempre represión: refrenamiento del deseo. Un sistema.
Primitivo. Por cierto, perverso. Marca los cuerpos con trazos de fuego. Escribe
alfabeto en los cuerpos. Un geografismo. Palabra hablada: signo plurívoco: también
algo designado. Grafismo conectado a la voz. Orden de connotación. Abraham.
Isaac. Jacob. Mitos sobre los orígenes autóctonos. Dogón. Iniciaciones rituales.
Dolor es un placer para la mirada. Plus-valía que el ojo obtiene. Teatro de la
crueldad. Voz. Signo en la carne viva. Mirada que goza. Hierros. Domar. Marcar.
Volver capaz de alianza. Formar en la relación acreedor-deudor. Nietzsche etnólogo.
¿Cómo pagar con sufrimiento? Ecuación de la deuda: daño causado = dolor a sufrir
+ mirada evaluadora. Plus-valía de código: compensa relación rota entre voz de
alianza y marca que no penetrara lo suficiente. Código: memorizado en el cuerpo.
Tatuar. Cortar. Instrumentar. Mutilar. Cercar. Iniciar. Nada escapa: ni el prestigio del
jefe, ni la riqueza de los comerciantes. Relaciones de parentesco codifican flujos de
dioses, personas, privilegios. No privatización de los órganos. Familia: una praxis.
Estrategias de alianza y filiación: estrictamente codificadas. Juego. Deuda establece
alianzas. Ella es la unidad de alianza. Codifica flujos. Condiciona filiaciones.
Alianza-deuda: trabajo prehistórico de la humanidad. Mnemotécnica terrible.
Economía libidinal de placer y dolor. Después: memoria de palabras: – Yo debo.
Entonces, olvídese la tierra. Memoria de ellas refrena a la bio-cósmica.
Moralización. Despunta: economía de mercado. Desmoronamiento del modo este. –
¿Currículo territorializante? Él escudriña y proclama con aspereza: – En mí, sólo el
deseo y lo social. Además, como en los otros. Simples, viles. Pero él debe hacer eso.
Debe hacer algo. Esa es la parte divertida del pre-Estado. Una lava: invasión de
flujos descodificados. Debía de ser. Ella. – ¿Desfiguración? Lo mismo atenuado.
Nada vacía. Tenue. Ellos llegan como la fatalidad. – ¡Muerto! – gritan. – ¡No! La
muerte llega de afuera. Es sólo algo distinto que se va a pasar. ¡Oh, algo maravilloso!
Aprisa. – Ajá. Pero un momento. Una formación social se apropia y, de modo
abrupto, se vuelve a configurar en las antiguas instituciones o revive prácticas
mediante recombinación selectiva de sus propósitos. Los propósitos de una
formación social se vuelven a combinar de modo selectivo. Reconfigurada en las
antiguas instituciones. Se apropia. Prácticas revividas. De modo abrupto.
Del terror
Del cinismo
¿Dónde desapareció él? Siempre el mismo estribillo. Alguna señal. – Ora con
franqueza. En los poros del antiguo cuerpo. En los intervalos. Si la máquina
despótica vino de afuera, la capitalista sube de adentro. En la barriga de. Cortes que
atraviesan y transforman al socius. Llegada a la civilización. Flujos descodificados
fluyen. Atraviesan el currículo de lado a lado. Descodificar: comprender un código y
traducirlo. Potencia. Económica. Máquina capitalista. No más necesidad: marcar los
cuerpos: fabricar una memoria. Toma de los códigos territoriales. Sustitución de la
sobrecodificación despótica. Por una axiomática. Generalizada. Segundo gran
movimiento de desterritorialización. De modo directo el capital se apropia de la
producción. Hora del mayor cinismo. En vez de la crueldad y del terror. No es lo
contrario de la mala conciencia. Correlato. Para beneficiar al sistema. Al servicio de
sus fines. Nietzsche anti-humanista. – ¡Salve! No, nadie roba. La más extraña
devoción. Y forma. Nuevo cuerpo pleno: capital. Plus-valía se vuelve inmodificable:
de flujos. Ahora. Axiomática rigurosa de las cantidades abstractas monetarias y de
trabajo. Mundial. Relaciones directas entre entidades basadas sobre cualidades
abstractas. Flujos de relaciones fijas e limitadas entre hombres y cosas. Trocados por
unidades abstractas de equivalencia. Equivalencias entre. Bienes. Cuerpos. Acciones.
Ideas. Conocimientos. Valores. Fantasías. Mercancías. Abstracción: de los flujos de
producción por el capital mercantil. De los Estados por el capital financiero y deudas
públicas. De los medios de producción por el capital industrial. Deuda:
desterritorializada en la unidad abstracta: libres flujos de dioses, cuerpos, imágenes:
reterritorializada en la axiomática. – ¿Pero existen flujos esquizos que escapan?
Representación: actividad productora: productores no marcados: capital toma
alianzas y filiaciones: pasan por el capital-dinero. Subyugado Estado despótico. Se
vuelve inmanente. Se vuelve concreto lo abstracto. Naturaliza lo artificial. Integrado
en una agencia burocrática de reterritorialización. La familia: facticia, residual.
Madre es territorialidad. Padre es signo despótico. El yo se halla en el medio:
dividido, cortado. Pequeño triángulo. Centro del mundo. Funcionamiento del
microcosmos: olvidar que el cuerpo del capital se separa de las máquinas deseantes.
Antiproducción: funciona por su cuenta. Reino de la privatización. Dinero.
Trabajadores. Órganos. Sustrato. Respeto por la persona. Igualdad entre hombres. –
¿Oculta el funcionamiento de la clase burguesa? Se cree que sí. Lugar de retención y
resonancia. Fuera. Pero subconjunto al que se aplica todo campo social. Táctica
sobre la que se cierra. Refutación. Dobladura. Reproducción social en su modelo.
Retorno del tirano bajo formas inesperadas. Personas individuales, imágenes de
segundo orden, imágenes de imágenes del capital, simulacros que representan
personas sociales: el padre, la madre, el hijo. Capitalismo ocupa con imágenes su
campo de inmanencia. El patrón, el jefe, el cura, el tira, el soldado, el profesor:
conjunto de partida. En el conjunto de llegada: familia. Para el currículo. Puras
figuras. Funciones. El capitalista: derivada del flujo de capital. El trabajador:
derivada del flujo de trabajo. Estimulado por las imágenes, ¿cada uno qué responde?
Ora: – Papá-mamá-yo… Edipo llega. Y se queda. Formación colonial íntima.
Responde a la forma de soberanía nacional. Pequeñas colonias: somos. Resultado de
la historia universal. Como el capitalismo. – Sí. Lo pensé. Partió. Currículo de la
burguesía: clase única. – ¡Yo quería mucho eso! El orden, la casta, la jerarquía:
descodificadas. No existen señores: esclavos que ordenan a esclavos. Intereses pre-
conscientes de clase se oponen a deseos inconscientes de grupo. Preguntar.
Responder. – ¿Por qué las masas desean el fascismo? ¿Por qué se desea contra los
propios intereses? ¿Por qué se hace investimentos reaccionarios? ¿Cómo se vuelve
fascista? – Con rapidez. Pero un momento. Mi corazón. ¿Quién? – ¡Ora! Falla. –
¿Por qué esa imposición? Un nuevo estado de cosas. No satisfecho más en
sobrecodificar territorialidades enladrilladas. – ¡Lo dañado del Estado! Post-Estado.
Reinsuflamiento del Urstaat. Interno al sistema. Nosotros: ahí encerrados para ser
domesticados. – ¡Congraciado! Antes: también privatización de la propiedad.
También constitución de grandes fortunas. También producción mercantil. También
expropiación y proletarización. ¡Pero aún no era la máquina capitalista! Roma. China
imperial. El dinero no engendraba al dinero. Universalidad del capitalismo. Después
de que la muerte subió de dentro. Desterritorialización firme. El currículo se define
por. Del suelo por privatización. De los instrumentos de producción por apropiación.
De los medios de consumo por disolución de la familia y de la corporación. Del
trabajador en beneficio del trabajo. De la riqueza a través de la abstracción
monetaria. Ilimitada la relación entre capital y fuerza de trabajo. Acumulación del
capital-dios, de donde emanan las fuerzas del trabajo. – Primero he de. Currículo
humanista: inmanencia física del campo social y conservación de un Urstaat
espiritualizado. Configuraciones fluctuantes: líneas y puntos sin identidad
discernible. – ¿Qué cuento es ese de que el dinero engendra dinero? ¿O el valor una
plus-valía? ¿Que el trabajo cualificado equivaliese a un quantum determinado? El
Banco desmaterializa a la moneda. Operaciones financieras. El Estado asegura la
conversión: oro, crédito, tasa de interés, mercados de capital. No existe límite
externo. Sólo interno: el mismo capital. Límite dislocado, habitado y vivido. Lo que
el capital descodifica con una mano, lo axiomatiza con la otra. Es al mismo tiempo.
El currículo: liberado por la máquina capitalista. Organiza los códigos científico y
técnico. Innovaciones curriculares: siempre atrasadas. Dependen de su efecto sobre
la rentabilidad global de las empresas y del mercado y del capital comercial y
financiero. Axiomática social y capital de conocimiento. Relación insidiosa.
Imbecilidad. Organizada. Lado muerto de la vida este. Sin potencialidad
revolucionaria. Pero el currículo utiliza. Lenguaje de los flujos descodificados:
eléctrico, electrónico, medios técnicos de expresión, televisión, computador.
Asignificantes: deseo, soplos, gritos. De n dimensiones. Palabras: tratadas: cosas.
Quiebra de la dupla voz-grafismo. Lingüística capitalista y esquizo. Hjelmslev.
Capitalismo analfabeto. Muerte de la escritura. Gutenberg. Él. Función actual,
folclórica, residual. – Currículo: ¿agente integrado de la integración capitalista?
¿Destructor? ¿Creación consistía en?
Energética política
Entonces, ¡alto ahí! ¿El capitalismo hace pasar flujos esquizos? Quién lo dice.
Capitalismo y esquizofrenia. ¿Única y misma economía? Único y mismo proceso
productivo. ¿La producción capitalista paraliza al proceso esquizo? Transforma al
sujeto en entidad clínica. ¿Hace del esquizo un enfermo? Encierra a los locos.
¿Vigila a artistas y científicos? Constituye máquina de represión-refrenamiento
frente a los flujos descodificados. – ¿Por qué? El capitalismo es el límite de toda
sociedad. Él no tiene límites. Tiene: producción y circulación. Axiomatiza los flujos
de descodificación. Reterritorializa los flujos desterritorializados. Más inhumano que
cualquier otro socius. Sólo en la esquizofrenia halla límite externo, que no cesa de
repeler y conjurar. En cuanto produce límites relativos inmanentes, que alarga sin
detenerse. Esquiza es su desvío y muerte. No su identidad. – ¡De ningún modo!
Límite dislocado: Edipo. Neutralizar esquiza. Interioriza Edipo. Deseo se une allí.
Límite absoluto de toda sociedad: esquiza. Hace pasar flujos en estado libre, que
devuelven a la producción deseante. Capitalismo sólo funciona si la inhibe, la repele
y la conjura. Triángulo edípico es territorialidad íntima: corresponde a los esfuerzos
de reterritorialización social. Potencia capitalista: campo de inmanencia
desterritorializado. Y no cesar de ocuparlo. Flujo-esquiza o corte-flujo: definen al
capitalismo y la esquizofrenia. – Pero, no es lo mismo. Diferencia de
funcionamiento. ¿Descodificaciones retomadas en una axiomática? ¿Se queda en los
grandes conjuntos o se atraviesa las barreras? Si el capitalismo va a desaparecer,
algún día, no va a ser por carencia, sino por exceso. Energética que disloca límites. –
Programación. Teoría general del currículo: una teoría generalizada de los flujos.
Políticas de la creación. Intervenciones micro-políticas. Contra fascismos. No más
un sistema de creencias en lugar de la producción. Ni formas expresivas. No teatro
íntimo. Ni familiar. No estructural. No neo-idealismo de la falta. No simbólico. Ni
culto restaurado de la castración. No ideología antropomórfica. Ni sistemático. No
representativo. Ni figurativo. Figural es abstracto. Realidad: respecto a lo Real en su
producción. Producción del currículo. Rezongo. Zumbe. Aullido. Triángulo mágico.
Puntos-signos. Esencias vagas. Campos. Devenires. Oficinas. Fábricas.
Establecimientos. Una nueva tierra. Un pueblo por venir. A lo largo de la
desterritorialización. Raspadura de ilusiones, títeres, culpas, leyes. – Con rapidez,
pero con prudencia, con gran paciencia. Currículo-esquizo. Inorganizado.
Transbordante. Zigzagueante. Sólo maquínico.
Referencias
Aguijón
(Erecto hecho un cabo de escoba. Piel tan unida al cuerpo que, al mínimo corte, se
rasga toda. Balanza en una cuerda entre dos parapetos. No reflejado, no representado,
vestido de imposibilidad. – ¿Ma dove, bambino, dove? Trocado al nacer. Niñito encantado.
Un gnomo. Asoma. Cul-de-sac. Entonces, al reír, salta riente al muro. Se escarrancha de
encuentro a un monte de basura. Sus zapatos de vidrio se abaten, destructivos, sobre los
saberes sabidos. Un vaso de agua se despedaza. – Les ronds! ¡Les ponts! Chevaux de bois!
Chaîne de dames! Dos à dos! Balancé! Los niños lo ven y, con estridencia, gritan: – ¡Pero
es real! Sin duda, aunque amenazase con extrañamiento. – Siete años como pastor Jacob
servía a Labán, padre de Raquel, serrana bella. Pero no servía al padre, la servía a ella,
pues sólo a ella como premio pretendía. – Al ver el triste pastor que con engaños así se le
negase su pastora, como si no la hubiera merecido, comenzó a servir otros siete años y
decía: – Más sirviera, ¡si no fuera tan corta la vida para tan gran amor! Como un navío
gigantesco, asustador, en las aguas tranquilas, seguras, de la sabiduría adquirida, él no
lleva orden. Balancea su panza, deshace el enmarañado cabello, rasca sus harapos. Mira
de soslayo. Titubea. Se tambalea. – ’Stamos en pleno mar… Era un cuadro dantesco el
tumbadillo… Que de las alfalfas enrojece el brillo, a bañarse en sangre. Vibración de
hierros… Estallido de azotes… Legiones de hombres negros como la noche, horrendos al
danzar… Negras mujeres que suspenden, a los senos, magros niños, cuyas bocas negras
riega la sangre de las madres. Y se ríe la orquesta irónica, estridente… Y de la ronda
fantástica la serpiente hace locas espirales… Presa en los eslabones de una sola cadena, la
multitud hambrienta se tambalea. ¡Y allí llora y danza! ¡Cual un sueño dantesco vuelan las
sombras! ¡Gritos, ayes, maldiciones, preces resuenan! ¡Y se ríe Satanás!... – ¡Señor dios de
los desgraciados! ¡Dime vos, señor dios! ¡¿Si es locura, si es verdad tanto horror imperante
en los cielos?! Oh, mar, ¿por qué no apagas, con la esponja de tus olas de tu manto esta
mancha?... ¡Astros! ¡Noches! ¡Tempestades! ¡El giro de las inmensidades! ¡Barre los
mares, huracán! El pasa por nosotros. – ¡Juego limpio, por favor! Estira los brazos,
suspira, enrolla el cuerpo. Sus suaves manos claman juntas. Ithyphalliko, silla de montar.
Lanza un puñal. Hace la señal de los caballeros templarios. – ¡Dígame sólo una palabra!
Un cangrejo con ojos rojos hinca las garras en su corazón. – ¡Devorador de pasión! Ils me
disent, tes yeux, clairs comme le cristal: – Pour toi, bizarre amant, quel est donc mon
mérite? – El ojo es el cadáver de la luz, del corazón. Al exhalar cenizas, sus trazos se
vuelven cenicientos. Envejecidos. Resecos. Yergue un brazo entorpecido. En la mano
izquierda sostiene una bengala fina de marfil con cabo violeta y un castaño de plata en
forma de cabeza de dragón. – Era una vez una mujer sin nombre que daba el nombre a las
cosas. Arpa eolia. – Ahora me puedo rascar con tranquilidad. Retira la pierna de encima de
la mesa y va a danzar. – Bals musette? Centelleos azules verdes amarillos marrones.
Vibraciones metálicas. Él nada es más sino sus huesos: imprevisto, incomprensible,
inasimilable. Gargareante. Áspero. Escrofuloso. – Ellos van a luchar. – ¡¿Por mí?! ¿Quién
quiere?)
Turbulencia
(Lupercalia: 15 de febrero. Tras sacrificar un perro, dos luperci tocan con el cuchillo del
sacrificio el frente. Entonces, corren alrededor del Palatino. – ¡Ah, mas a ella no se la va a
zurrar con trozos de cuero de cabra! – ¿Para qué? Ya es fértil. Importuna. Matraquea.
Altiva, fluctuante, seductora. Toma aliento despacio y avanza con lentitud hacia las luces de
la sala. El fulgor mana. ¿Aurora borealis? No, llegan los bomberos. Ciclistas, con las
bocinas que suenan, corren entre los autos. – Quelle soupe! En las manos, anillos con
piedras preciosas. En los tobillos, cadenas de oro como grilletes. Cabello trenzado.
Traviesa de brillantes y penacho de plumas de pavo real en la cabeza. Vestido de negro
organdí. Escote profundo. Botones de diamante y rubí en la chaqueta. Broche camafeo.
Zarcillos y pulseras de diamantes. Cinto bordado en oro. Atacada por un espasmo, refriega
la capa de barro adherida a sus zapatos. – ¡Ay, qué cosa! – Consérvese, consérvese,
consérvese… – ¡El hombre del saco te va a pegar, si sigues cambiando tanto! – Toque de
difunto. ¿Ay, quién moriría? Mira, ¡fue el pobre Ti Zé, señor! Viejo, tan viejito, ningún otro
había. Para cumplir 100 años, le faltaba un día. A los 94 era pastor… Tocadora de flauta.
Danzarina. Mujer de Rodas. Perfumada. Aromatics elixir. Figura siniestra. De mirar
maligno. Escupe fuego. Mulier toto iactans y corpore amores. – Eran para ella el mayor
flagelo, un sufrimiento que no tenía paralelo… Da un paso. – ¡Oh Sol, libérame de la
gravedad! Lava mi sangre de los humores pesados que extinguen la alegría de vivir.
Enséñame la levedad. ¡Mi metamorfosis se dirige hacia tu fuego! Un perro cazador se
acerca y rezonga. – ¡Ah, ese dog-god tiene incluso alma! ¡Un bello espectáculo! Una
pantomima. Un beso y un queso. Lilies of the valley. Amapolas. Tulipanes. Rododendros. –
Je ne crois à ni père ni mère. Ja na pas à papa-mama… Gotas de sudor brillan en su testa.
Calorones de hora en hora. – ¡Soy una flecha arrojada contra tu hornillo! – Dicen, no sé,
cuentan de todo. Que a ella la vieron excavar en una tumba, porque deseaba quemar restos
del muerto. Repetía la loca que, así, tendría cenizas para volver a llenar antiguos
ceniceros… A su lado, un camello con arreos rojos aguarda. Tomar del cuello. Rabo y pelos.
Patas rosadas. Una escala de seda lleva hacia la silla que se balancea. El camello se
arrodilla para recibirla. Ella sube. Lo reprende en árabe. Va a comenzar. El erâstes y su
erômenos bienvenido. Descalzos, túnica y calzado a lo dorio: muestra muslos. Se empujan.
Llamas tatuadas en las cabezas. – ¡Agraciado! Sus pies vueltos hacia atrás, los talones en
el frente… Seres de fuga. – Seul l’esprit est capable de chier.)
Responsable del arte de pensar, ella no siempre fue ella. En ella sería un error
buscar cualquier univocidad. En los 1960, ella era el trazado que moldeaba el
terreno. Una constatación impiadosa. Entonces, ella era esto. Denunciaba la buena
voluntad, la afinación con lo Verdadero y el Bien. Claro, Nietzsche, además de
mostrar su carácter moral, ya había luchado contra ella. En nombre de la gaya
ciencia. De allí, quizás, la ambivalencia productiva: ¿una nueva imagen o sin
imagen? Se trataba de un pensamiento que no obedecía a ninguna imagen previa, que
lo orientaría, que de antemano determinaría lo que en él significaba orientarse. La
Imagen, como sinónimo de Modelo, era representativa, trascendente, con forma
subyacente, reglas previas. Corría 1969. Allí, aún se posibilitó encontrar una
geografía mental del pensamiento, con ejes y orientaciones. No un movimiento
ascensional o una profundidad. Sino, una reconquista nietzscheana. Elogio de la
superficie. En la reivindicación por una nueva. Clamor para que la filosofía fuese sin.
Tanto a comienzos como al final de los 60, el sentido parecía equivaler. Después, en
los 80, ella se asociaba a la forma del Estado. Entonces, la demolición. Pensamiento-
vampiro: sin imagen, ni para crear modelo, ni para hacer copia. Rizoma, espacio liso,
exterioridad pura. Un desierto. Moviente. El pensamiento como multiplicidad.
¡Claro! Aquel que se disloca fuera de las estrías del espacio mental, impuesto por las
imágenes clásicas y sus modelos. Llegamos a los 90. Y ella recibía el nombre
inesperado: plano de inmanencia. Ni un concepto pensado ni pensable. Una potencia
de Uno-Todo. Condiciones internas. Presupuestos implícitos. Conjunto de
postulados. Pre-filosóficos. No-filosóficos. Nóumeno. Una criba. Un grito.
Puramente diferencial y repetitivo. Ese recorrido: ¿aún oscuro? Pero, tenemos
condiciones para comprender el conjunto. Bref. Antes del 80, la reivindicación por
un pensamiento liberado de presupuestos pre-filosóficos. Y de estriajes. Un
pensamiento sin imagen. Luego, la exposición de un plano no-filosófico necesario
para la filosofía. ¿Y qué cambió? Hubo radicalización: continuaba propuesto lo
carente de imagen. Mientras, la exigencia: un plano totalmente inmanente. Desde
entonces, lo pre-filosófico ya no se abolió porque integraba de modo intrínseco a la
filosofía. ¡Tal vez, fuese incluso convincente que lo no-filosófico estuviese más en el
núcleo de la filosofía que ella misma! Se modificara el entendimiento de pre-
filosófico, remitido antes a la imagen dogmática, como objetivo y conceptual, o
subjetivo y no-conceptual. También la idea de que no existía sólo una imagen, sino
que el plano se trazaba al mismo tiempo en que se creaban los conceptos. Cada
filósofo constituye su plano o se instala en uno ya constituido. Un plano como
campo, suelo, tierra. Albergue de los conceptos. Garante de su existencia autónoma.
La crítica ya no se dirigía a la Imagen, sino al plano en el que la inmanencia no fuese
absoluta, en el que el movimiento no fuese infinito. Un plano sin coordenadas
espacio-temporales, sin horizonte, sin móviles determinados. Porque, mientras el
plano fuese inmanente a algo, corría el riesgo de reintroducirse lo trascendente. El
pensamiento sin pasa a considerarse sin modelo, sin forma, sin trascendencia.
Inmanencia pura. Esta vez, una imagen puramente inmanente. Pensamiento pleno de
la inmanencia. Fluido, fluyente. Duración pura. Traspaso insensato de sentido.
Integrado por sueños, procesos patológicos, experiencias esotéricas, embriaguez,
exceso. Ahora, entre el plano y los conceptos, personajes de existencia misteriosa:
conceptuales. Imagen del Pensamiento-Ser. Ser-Naturaleza. Ser-Caos. Ser-CsO. Por
su fluencia y vibración, la imagen se vuelve cercana a la materia. Materia del ser o
imagen del pensamiento. Materia: más de lo que el idealista denomina
representación y más de lo que el realista denomina cosa. En medio del camino. La
imagen migra de Modelo o Forma hacia Materia. ¿Cómo se posibilitó eso?
¡Recorrido conceptual de difícil comprensión! ¡Es necesario multiplicar las
precauciones e ir más despacio! ¿En algún momento, no parece increíble que el
concepto de Imagen significase Modelo? ¿Si el mismo Platón contrapuso la Idea (el
Modelo) y la Imagen (la Copia)? ¿Existe fusión entre Modelo y Copia en el concepto
de Imagen? ¿O, en Platón, existe otra dualidad más allá de aquella entre Idea e
Imagen, entre inteligible y sensible? En consecuencia, existen dos especies de
imágenes que la Idea debe seleccionar. Se precisa distinguir entre los candidatos bien
fundamentados y los falsos. De un lado, las copias o íconos y, de otro, simulacros o
disímiles. Por tanto, Imagen sin semejanza. La Copia interioriza la semejanza con la
Idea, en cuanto el simulacro interioriza la disimilitud. El Modelo del simulacro ya no
es lo Mismo, como es el caso de la Copia, sino el Otro, lo que ya es desemejanza.
Por esto, sencillamente, es abolida la dualidad entre esencia y apariencia. Sólo que
Kant y Hegel ya lo habían hecho… Se trataba de afirmar y de reconocer como
positivo el simulacro. ¡Todas nuestras esperanzas! La imagen sin semejanza no
remite a un modelo, que se le insubordina, al ser ella misma desemejanza. Por eso, se
presenta un tipo de imagen que nada tiene que ver con la copia y que, además, es
rebelde tanto a la copia como al modelo. Una imagen en devenir-loco que produce
un a-fundamento universal. Tercera síntesis del tiempo. Eterno retorno de la
diferencia. Coextensiva a la materia fluente o a su variación. Una especie de Ser-
Tiempo de que se nutre la filosofía y que ella instaura. Imagen, como el plano
temporal no-filosófico, previo a la filosofía y que subyace a su ejercicio. Mientras
tanto, ¿por qué esos dislocamientos en el concepto de imagen? Ora, porque se habían
escrito Cinema 1 e 2 [Cine 1 y 2], con sus imágenes autotemporalizadas. Herencia
directa. ¿No es por acaso que Cinema 2 concluye donde comienza O que é a
filosofia? [¿Qué es filosofía?]. De modo irremediable, la concepción y el estatuto
ontológico del concepto de imagen se modificaron. El concepto quedó lleno. De todo
tipo de velocidades, de movimientos y de profundidad del tiempo. Como las
imágenes del cine. Se definieron las diferencias entre formas de pensamiento y
creación: arte, ciencia y filosofía. Y sus cruces. ¿Bergson junto a Spinoza? En el
mismo nivel de importancia. Ya la filosofía no precisaba luchar contra sus propias
ilusiones ni deshacerse de la imagen. Se tiene la impresión de que esa idea recién
hubiese llegado. Pero ella estuvo allí. Todo el tiempo. La filosofía adquiere la
necesidad vital de trazar un plano, porque se dedica a obtener un poco de la
consistencia que todo lo deshace. No obstante, sin renunciar a lo infinito del
movimiento y sus velocidades. Así, para siempre, movimiento infinito e imagen se
vuelven solidarios. Un corte en el caos. Por fin, se comprenden los efectos de
trascendencia que marcan la historia de la filosofía. La produce la detención del
movimiento. No la imagen que, en sí misma, es movimiento, sino la detención sobre
la imagen. Si existen tantas imágenes distintas del pensamiento se debe a que cada
una criba el caos de modo diferente, selecciona de modo diferente lo que
corresponde por derecho al pensamiento. Ningún plano puede abarcar todo el caos.
Cada uno lo corta a su manera. Esas operaciones permiten que los conceptos y los
planos se encuentren, se distribuyan, se reagrupen. Tiempo estratigráfico. Claro que,
desde este punto de vista, ¡no estamos seguros de que la filosofía no tuviese futuro!
E, incluso, no estamos seguros de que ella no fuese nada más sino un gran amor…
Turbulencia
(– ¡Aló!, ¡Hola! Hi! Bonjour! Comment ça va? – Nil novi sub sole? El espía por detrás.
Con su cara de conejo. La cuerda alrededor del cuello. Las tripas parecen desligarse.
Acaban por descargarse. Camisa de algodón azul, casaca de lino negro, pantalones grises a
cuadros. Mordisquea una hoja de menta. Saborea un mango. Su hígado pide el divorcio por
malos tratos y exageraciones de crueldad. El rostro congelado en un rabioso signo de
pregunta. – ¿Terracota? Si un pensamiento entrase algún día en su cabeza moriría de
inanición. – ¡Hey! ¡Manos arriba! – Por ninguna criatura viva siento rencor. Sólo l’amour
grec. Ella atiza. – ¡Usted va a amontonar dificultad! Patea sus testículos. Confusión.
Barullo. ¡Bajo el andamio, aquel alboroto! La audaz. - ¿Qué tal que yo golpease su pecho?
Cual momia cayó duro. – ¡Muy desagradable! Fabulada por la memoria. Con gestos
elaborados, inspira. – ¡Mil veces matar a aquel que inventó lo abdominal! – ¡Mil veces
irritar a aquel que inventó el apoyo! – No llores todavía. La tercera. Opulenta cabellera
color miel. Línea graciosa del mentón y el cuello. Estructura ósea bien constituida. Nariz
fina. Piel eternamente iluminada por la luz del sol poniente. Ojos color jade. Labios
carnosos y resueltos. Perfecta simetría de la confluencia genética. Mujer misteriosa. En el
lecho. En el sepulcro. Continente negro. ¡Caramba!, ni Freud… El hombre hace usted-sabe-
qué. – ¿Qué está ocurriendo? Un doctor con estetoscopio. – Vengo a consultarlo, Doctor. El
mal que tengo y me martiriza los días, me arrebata la razón y la mocedad, es un cáncer que
nunca cicatriza. Tengo un corazón que no palpita. Cabeza que no piensa, sólo divaga. Un
tedio sombrío me envenena los días. Tedio que mata. Tedio que asesina. Como los besos
vendidos en las orgías de interminables noches libertinas. Todos sus amantes. – Entren y
disfruten… – ¿Y si las dos hipótesis fueran falsas? ¿Y si fuese aún más complicado de lo
que decimos? – It is very difficult… – Ora, ¡carajo!, ya no vas a preguntar por el ser, sino
por el pensar. A él lo apedrean con cascote, chinelas, orinales llenos de porquería. Le
muerden los talones. – ¡Es impresionante la semejanza entre los dos! ¡La misma crítica de
las ilusiones! – La femme cependant necesita aire puro. ¡Pobre musa! Hélas! – De la
montaña. – ¿La mágica? – Monte de Venus. – ¡Arrepiéntase! ¡Polvito del polvo! – ¡Oh, el
fuego del infierno, eh! Un río de bilis que mana. Lo amargo del amor. – ¡Oh, pequeñita de
ojos virginales! Te busco. Pero, tú no me escuchas. ¿Será que no sabes que eres la única
conductora de mi alma? – Cet démon, il n’est pas allá… – Sólo algo me preocupa una vez
más… – ¿Membrum virile? – ¿El semen puede convertirse en adiposidad al existir
continencia? – Aquí reside Hércules. Que nada malo entre aquí. – ¡Poco importa! En
condiciones artificiales, el destino decide.)
Gottfried: – Querido Friedrich, aquí estamos. Trajimos con nosotros a este
Extranjero. Hijo de Diógenes y de Hipatia, viene de Citio en Chipre. Pero él es
diferente (héteron) a los compañeros de Zenón. Él piensa en realidad como un
filósofo, pues pertenece al círculo de Fiódor, Francis, Franz, Henri, David, Louis,
Arthur, Stéphane, Jean-Luc y Virginia.
Friedrich: – Pero, querido Gottfried, ¿cómo piensa este Extranjero? ¿Como un
hombre? ¿Como un dios? ¿Él no piensa como un dios disfrazado de hombre? ¿Sin
saberlo, no te acompaña un dios-pensador en lugar de un pensador-extraño? No
olvides que, para Homero, hay dioses que asumen la apariencia de extranjeros
llegados de otros lugares… Aunque existiesen aquellos que son compañeros de los
hombres que operan con un pensamiento extraño. ¿No será el Dios de los
Extranjeros (tón xénion theòn) el único que piensa extrañamente? Por cierto, ¡el que
te acompaña es uno de esos pensadores superiores que viene a pensar junto a
nosotros, que somos tan débiles! ¿No será él un dios refutador (teòs tis elegktikós)?
¿Piensa como político? ¿Como sofista? Bien puede ser que pensase enloquecido…
¿Pero cómo saberlo, si el pensamiento sigue tan diversos caminos?
Gottfried: – Ahora, Friedrich, el pensar de este Extranjero recorre la Tierra.
Cuando indagas si él piensa como un dios, ¿a qué concepto te refieres: al pensar de
los poetas o a aquel de un dios sophós, cuya divinidad parece encarnarse en el
filósofo? Quédate tranquilo, amigo, encuentro que el Extranjero piensa como un
hombre-divino (theîos anêr). Su pensar es más sobrio que el de los fervorosos
amigos de la Erística. Es comedido (metrióteros), como en todos los verdaderos
filósofos. Lo veo no como un dios-pensador, sino como un pensador-divino, ya que
así considero a todos los filósofos.
Friedrich: – Querido amigo, tienes razón. Mientras tanto, temo que el pensar del
filósofo no fuese nada fácil de determinar, así como lo divino. Para el juicio
desagradable de las multitudes, corre siempre el riesgo de la estupidez. A unos, les
parece que él nada vale, y a otros, que todo vale. Y, en otras ocasiones, da la
impresión de hallarse por completo en delirio. ¿No se trata de un dios-pensador que
asume otra forma, aunque siguiese siendo dios – pero ¿cuál dios? –, para participar
del pensar humano y en la eventualidad refutarlo? Dinos, Extranjero, al final,
¿piensas como un dios o como un hombre? ¿O nada de eso, sino como un hombre-
divino?
Gottfried: – Y si así fuese, Extranjero, ¿cómo discernir el pensar filosófico, de
entre las apariencias que él asume (phantazómenoi), debido a la estupidez de los
demás hombres (dia tèn tôn állon ágnoian)? ¿Cómo examinar la multiplicidad
propia según el modo de pensar que tiene el filósofo? ¿O si pensar constituye o no
parte del mundo?
Friedrich: – Así como la diosa, en el prólogo del poema de Parménides, dice al
joven que es preciso que él se instruyese sobre todas las cosas, sobre la verdad y las
opiniones, modalidad de las apariencias, ¿te parece que el pensar filosófico
corresponde al orden de la apariencia? ¿Es necesario examinar la propia apariencia
en cuanto imagen? ¿Imagen visual? ¿Imagen hablada? ¿Discurso (lógos)?
Gottfried: – ¿Lo que preguntas es si, de entre los diferentes modos que se tiene de
pensar, existe uno falso?
Friedrich: – ¿El pensamiento falso sería propio del pensar del sofista, que, en
último análisis, es el pensar que se confronta con los eleatas? ¿El pensar sofístico no
implica la máxima socrática del gnôthi seautón? ¿La filosofía de la diferencia no
comienza por ese pensar? Si nuestras preguntas no fueren desagradables, deseo
preguntarte, directamente: ¿qué es pensar?
Gottfried: – ¿Para quién?
Friedrich: – Para el artista, el científico y el filósofo.
Gottfried: – Precisamente, ¿qué deseas saber?
Friedrich: – ¿Existe un único modo de pensar o más de uno?
Gottfried: – La pregunta que propones, Friedrich, es muy importante. Se parece a
aquellas que formulamos, en el camino hacia acá. Entonces, el Extranjero discutía
los mismos problemas, a cuyo propósito dice que oyó muchas enseñanzas y no las
olvidó.
Friedrich: – Por favor, Extranjero, no te niegues al primer favor que pedimos.
¿Pero, antes, dinos si prefieres desarrollarlo o deseas mostrarlo en una larga
exposición o emplear el método interrogativo?
Extranjero: – Con compañeros así, tan distintos, Friedrich, el método más
interesante es con un interlocutor. De lo contrario, tal vez valiese más la pena
argumentar sólo para mí mismo.
Friedrich: – En ese caso, elige a quién, de entre los que aquí estamos, deseas
como interlocutor. Ahora, si aceptas un consejo mío, toma a ese joven, Baruch.
Extranjero: – ¡Oh! ¡Friedrich! Me siento algo inseguro. El problema que propones
exige una larga conversación. Consiento de buen grado en que Baruch me replique,
pues antes ya conversé con él y ahora tú lo recomiendas.
Baruch: – Hazlo, pues, así, Extranjero, como dice Friedrich, que a todos nos vas a
dejar satisfechos.
Extranjero: – Toda palabra demás va a ser superflua. Tú, Baruch, de aquí en
adelante, debes proceder a la discusión. Y si este trabajo llegara a fatigarte acusa a
tus amigos aquí presentes y no a mi.
Baruch: – No creo que va luego a fatigarme. Si, mientras tanto, eso ocurre, vamos
a tomar a Heinrich, que aquí se halla, mi compañero en el gymnásion. Él ya está
acostumbrado a efectuar el mismo trabajo.
Extranjero: – Muy bien. La decisión de cambiar de interlocutor dependerá de ti y
podrás tomarla durante nuestra discusión. Cabe, pues, tratar sobre la filosofía que
lleva más lejos a la afirmación de la creación. A no ser que tuvieses otro camino que
proponernos.
Baruch: – No, no sé de ningún otro.
Extranjero: – Entonces, ¿concuerdas en que investigásemos el arte de pensar para
Deleuze? Desde que se estableciese bien que no se trata de conocimiento, sino de
pensamiento. Tengamos presente que la pregunta ¿“Qué es la filosofía”? es idéntica a
las preguntas ¿“Qué significa pensar”? y ¿“Qué es orientarse en el pensamiento”?
Baruch: – ¿Cuál es el inicio de ese pensamiento que, en su instauración filosófica,
se debe a la impaciencia y a los vértigos nietzscheanos?
Extranjero: – Como en la época de Platón, en que a los griegos los dominaba la
doxa, y sólo la filosofía podría mostrar el mundo verdadero, Deleuze inicia por el
diagnóstico respecto a que también estamos condenados a la opinión y a las fáciles
certidumbres de aquellos que lo saben todo. La opinión lucha contra el caos, que es
multiplicidad de posibilidades. Incapaz de vivir con el caos, al sentirse engullida por
él, la opinión intenta vencerlo, huye de él, e impone un pensamiento único.
Baruch: – Pero, ¿esa fuga no es sólo aparente? ¿El caos no continúa allí y juega a
los dados con nuestra vida?
Extranjero: – Ante el caos, lo que le importa al filósofo no es ni vencer al caos, ni
huir de él. Sino convivir con él y extraer de él posibilidades creativas y velocidades
infinitas.
Baruch: – Ahora, dinos, Extranjero, ¿existe el caos?
Extranjero: – No, el caos no existe. Es una abstracción. En el lenguaje
cosmológico, puede decirse que el caos es conjunto de posibles. En la física, que es
oscuridad sin fondo. En la síquica, es aturdimiento universal. El caos es inseparable
de una criba, que hace surgir algo. Es pura diversidad disyuntiva. En cuanto este algo
es un artículo indefinido, que designa a cualquier singularidad.
Baruch: – ¿Cómo se hace surgir algo del caos?
Extranjero: – Es preciso que intervenga una criba, como una membrana elástica y
sin forma, como un campo electromagnético.
Baruch: – ¿Esa criba es una máquina infinitamente maquinada que constituye a la
Naturaleza?
Extranjero: – Si el caos no existe se debe a que es el reverso de la gran criba y
porque compone, hasta el infinito, series del todo y de las partes. Esas series sólo nos
parecen aleatorias, caóticas, en función de nuestra incapacidad para seguirlas o de la
insuficiencia de nuestras cribas personales.
Baruch: – Entonces, Extranjero, entendida en su relación con el caos, la filosofía
no se empeña en adquirir un conocimiento capaz de llevar a cabo la correspondencia
entre el concepto y un estado de cosas. Pero se dedica a atribuir consistencia a los
conceptos, por la vía de la producción de sentido, ¿no es así?
Extranjero: – Desde que ella no busca ascender al plano de inmanencia para
alcanzar una verdad posterior.
Baruch: – Entonces, ¿tenemos un monólogo del concepto, anticomunicativo,
antidiscursivo y antijuicios?
Extranjero: – No se puede juzgar si no existiese preocupación con la posible
existencia de verdades.
Baruch: – Al ser así, ¿esa filosofía qué produce sobre el pensamiento?
Extranjero: – Produce una subversión de la imagen clásica, dogmática, moral de
la filosofía. Imagen basada en el reconocimiento: aquella que dice que, fuera de sí, el
pensamiento reconoce en lo material lo que en lo formal ya posee. Imagen que
supone que, por un lado, existe el intelecto, como facultad del pensamiento,
mientras, del otro, se halla la cosa, objeto externo, correlato del intelecto. Se conoce
como adecuación. La verdad es la correspondencia entre la cosa, aquello que en
esencia ella es, y la representación de la cosa, a través del intelecto.
Baruch: – Para la imagen dogmática, pensar significa conocer. ¿Y lo pensado
rompe con la doxa, con la opinión, y abarca a las cosas en su esencia?
Extranjero: – Pensar es rechazar las cosas como aparecen, a favor de las cosas
como en verdad ellas son. Es responder de modo correcto a la pregunta: – ¿Qué es?
Es conocer las cosas, los objetos, los entes, en su verdadera naturaleza. El
pensamiento se halla en el ser de las cosas. Él pre-figura las ideas innatas y, en el
contacto con las cosas, las reconoce. En el cogito cartesiano, todos lo saben, de modo
pre-filosófico, en el sentido común, lo que significa pensar, yo, ser. El primer
concepto del plano cartesiano es el cogito, a partir del cual los otros conceptos
conquistan su objetividad. Con la condición de vincularse por puntos al primer
concepto, de responder a problemas sometidos a las mismas condiciones, y de
permanecer en el mismo plano.
Baruch: – Al subvertir la imagen dogmática del pensamiento, ¿por necesidad la
filosofía de la diferencia crea?
Extranjero: – Ella trata al pensamiento como experimentación y viaje. La imagen
del pensamiento como encuentro. Y, junto a ello, concibe a la vida como proceso
creador, como una obra de arte, vinculado a la producción de singularidades y de
diferencias.
Baruch: – En esa propuesta creadora, ¿a qué elementos se los implica en el pensar
como la fuerza responsable de extraer sentido del sinsentido que nos rodea?
Extranjero: – A la filosofía como creación la constituyen tres instancias
correlacionadas: el plano de inmanencia que ella traza, los personajes conceptuales
que inventa, y los conceptos que crea.
Baruch: – Entonces, en lugar de contemplar, reflexionar, comunicar – verbos
clásicos de la imagen dogmática –, ¿los tres verbos principales de esta filosofía son:
trazar, inventar, crear?
Extranjero: – A la filosofía se la debe examinar por lo que produce y por los
efectos que causa. Se trata de preguntar si los conceptos, el plano y los personajes
son importantes, interesantes, notables.
Baruch: – ¿Qué le da materialidad a la filosofía?
Extranjero: – El plano de inmanencia, que es el piso y el horizonte de los
conceptos. Lo que hace que los conceptos no se destrocen y se vuelvan
trascendentes.
Baruch: – ¿Y existe algún “sujeto”?
Extranjero: – Aquel que le permite al filósofo crear y explorar los conceptos: el
personaje conceptual. Sócrates es el personaje de Platón. Dionisos, Zaratustra y el
Anticristo son personajes conceptuales de Nietzsche.
Baruch: – ¿Esa filosofía posibilita que se pensase lo intratable, lo impensable, la
omisión del olvido, lo no-pensado del pensamiento, la exterioridad, su afuera, lo
diferente de sí, su otro?
Extranjero: – Pensar no es reconocer. No es un ejercicio de buena voluntad. No es
la correcta aplicación de un método. No tiene que ver con la verdad. No pregunta
sobre la esencia de las cosas.
Baruch: – Pero, entonces, ¿qué es pensar?
Extranjero: – Pensar es encontrar signos.
Baruch: – ¿Los signos nos fuerzan y obligan a pensar? ¿Arrancan al pensamiento
de su adormecimiento y de sus posibilidades meramente abstractas? ¿De ese modo se
puede pensar el caos?
Extranjero: – ¡Eso! Pensar como evento y como sentido. Cuando algo se designa,
el sentido siempre se presupone.
Baruch: – ¿Entonces, tras la salida, nos instalamos en el pleno sentido, sin
requerir ir de los sonidos a las imágenes, ni de las imágenes hacia el sentido?
Extranjero: – Nunca expresamos el sentido de aquello que decimos, aunque
pudiésemos tomar al sentido de lo que decimos como objeto de nuevas
proposiciones. En una regresión infinita…
Baruch: – ¿El sentido, pues, es distinto de lo que las proposiciones significan,
expresan o designan?
Extranjero: – Él es un extra-ser. Hace existir lo que lo expresa. Se hace existir en
lo que lo expresa.
Baruch: – ¿Por eso el evento se transfiere en los márgenes de lo que acontece, se
da en las fronteras entre las cosas, y las proposiciones, entre lo que se ve y lo que se
dice?
Extranjero: – El evento es lo único capaz de destruir al verbo ser y al atributo.
Baruch: – Pensar por conceptos y producir sentido tiene una vinculación esencial
con el lenguaje, ¿no es así?
Extranjero: – Los conceptos son expresiones del lenguaje. El pensamiento es un
corolario del ordenamiento del lenguaje. La filosofía es un juego de conceptos con
consistencia en sus devenires.
Baruch: – Extranjero, sólo no podemos olvidar a la lógica aristotélica, que nos
llevó a pensar por medio de proposiciones, dotadas de la estructura ternaria sujeto-y-
predicado, vinculada por el ES del verbo ser. No podemos olvidar que, en vez de
“Sócrates filosofa”, ella propone la forma lógica “Sócrates es filósofo”; en lugar de
“El árbol verdea”, “El árbol es verde”. Y que ese terminó por convertirse en el modo
dogmático de pensar…
Extranjero: – Ya en Deleuze, el pensar establece que el encuentro con las
relaciones penetrase y lo corrompiese todo, minase el Ser, lo hiciese vacilar. En lugar
del ES designativo propone el Y, que logra que las relaciones se desplazasen fuera de
sus términos y fuera del conjunto de sus términos, fuera de todo y pudiera
determinarse como Ser, Uno o Todo.
Baruch: – Entonces, ¿se trata de un modo de degradar a la filosofía como teoría
de lo que es para constituirla como teoría de lo que hacemos?
Extranjero: – Al decir lo que hace, el pensamiento sólo dice lo que es.
Reconstruye la inmanencia al sustituir a las unidades abstractas por multiplicidades
concretas, al ES de la unificación por el Y…, Y…, en cuanto proceso o devenir –
una multiplicidad para cada cosa, un mundo de fragmentos no-totalizables que se
comunican a través de relaciones externas.
Baruch: – Entonces, ¿se trata de querer el evento, de vivirlo por completo? Y no
por la mitad…
Extranjero: – De vivir según una ética de las cantidades intensivas, que tiene dos
principios: afirmar hasta lo más bajo y no explicarse mucho.
Baruch: – De vivir según la ética estoica, que nos decía: – ¡No seas inferior al
evento! – ¡Vuélvete hijo de tus propios eventos!
Extranjero: – Existe una dignidad del evento: – ¡Sé digno de él! Lo contrario de
una moral de la salvación.
Baruch: – Eventum tantum. Pedagogía filosófica que enseña al alma a que viviese
su vida, y no a salvarla… A la voluntad abyecta de ser amado oponer una potencia de
amar. Extraer el puro evento que nos une a aquellos que amamos. Aquellos que no
esperan más de nosotros como nosotros de ellos. Ya que sólo el evento nos espera…
Extranjero: – Transposición de la especulación ontológica hacia un horizonte
ético, hacia un campo de fuerzas, de sentido y de valor.
Baruch: – Transvaloración de Nietzsche y de Deleuze: desculpabilizar la
existencia, romper con la movilización de los afectos tristes, que son los principios
de la ley, de la finalidad, de la causalidad, de toda exterioridad o todo trascendente
natural o sobrenatural.
Extranjero: – Para volver a la existencia terrena más leve y alegre… Una ética
que va contra la actitud resentida o vengativa, que desea detener las velocidades e
intensidades, a través de la lógica representativa. Lógica que agrupa a los seres por la
continuidad, que los toma en la extensión y en las cualidades, según el modelo de lo
idéntico.
Baruch: – ¿El pensamiento de Nietzsche fue vital para ese concepto de pensar
como evento?
Extranjero: – Nietzsche restituyó la intuición del evento, en el punto en que las
palabras se inscriben en cuanto diferenciante intensivo en un proceso de creación.
Baruch: – La crítica nietzscheana a la filosofía de la representación se dirigió al
acto clasificatorio o de significación, que desprecia todo lo singular (ni individual ni
universal), disipa la diferencia vital intensiva, y se da apenas lo idéntico, la
semejanza o la diferencia de los semejantes, apenas la forma y el concepto.
Extranjero: – Así, la filosofía de la representación deja de reconocer la potencia
inherente al propio acto interpretativo – lo que da forma y no puede aprehenderse
mediante lo que él forma.
Baruch: – ¿Podemos decir que a evento y lenguaje se los piensa juntos? ¿Que las
palabras reciben en sí y sobre sí los eventos, que se llevan a cabo como contra-
ejecución en la ejecución, que actualizan algo y provocan un diferenciante? ¿Que el
objeto no es lo designado, sino lo expresado o expresable, nunca presente, sino
siempre ya pasado o aún por venir?
Extranjero: – El evento corresponde en esencia al lenguaje, conserva una relación
esencial con él. Aunque el lenguaje fuese lo que se dice sobre las cosas…
Baruch: – ¿El evento no preexiste en el lenguaje?
Extranjero: – No, él lo habita, sin confundirse con él.
Baruch: – ¿Por eso lo puro expreso no se confunde con la expresión?
Extranjero: – El evento no es lo que acontece. Es en lo que acontece lo puro
expreso que nos provee señal y espera.
Baruch: – Por tanto, ¿él implica otra lógica del sentido, otro tiempo?
Extranjero: – Él es inatribuible e imprevisible. Es lo que existe para ser
comprendido. Lo que debe quererse. Lo que debe representarse en lo que acontece.
Tiene: una extensión – conexión todo-partes, que forma una serie infinita, sin
comienzo ni fin; una vibración – como una onda sonora o luminosa; un individuo –
que es creatividad, formación de algo nuevo, lo que aprehende el evento; objetos
externos – flujos, del Eterno Retorno.
Baruch: – ¿Aprehenderse a sí mismo como evento es desear y comprender todos
los otros eventos como individuos, sin representar a todos los otros individuos como
eventos?
Extranjero: – Es concebir una subjetividad en esencia fortuita, como un actor-
danzarín, que explora una serie de individualidades en cada otra individualidad que
él cree ser.
Baruch: – Dinos, Extranjero: ¿qué es ese pensamiento sin las fuerzas efectivas
que operan sobre él y las determinaciones afectivas que nos fuerzan a pensar?
Extranjero: – Nada, nada es. El pensar se da en el infinitivo del presente – y no en
la primera persona del indicativo. Al producir el movimiento del pensamiento,
podemos pensar de otro modo. Pensar es crear los nuevos conceptos requeridos por
la experiencia real, y no sólo posible (es decir, abstracta), para dar lugar a nuevas
experimentaciones de la vida.
Baruch: – Como ya vimos con anterioridad, la fuerza de una filosofía se mide a
través de los conceptos que crea, o cuyo sentido renueva, y que impone un nuevo
intercalado a las cosas y a las acciones. ¿Se trata de una vida, que no consiste sólo en
su confrontación con la muerte y de una inmanencia que no produce trascendencia?
Extranjero: – Concepto y creación se aluden entre sí para contra-ejecutar el
evento. Como vértigo filosófico, la inmanencia está en juego en la labor filosófica.
Zona pre-individual e impersonal, más allá o más acá de la idea de conciencia,
convoca a lo trascendental, para oponerlo a lo trascendente y a toda forma dada en el
campo de la conciencia – a la trascendencia del sujeto, como también a la del objeto.
Baruch: – ¿Se trata de la inmanencia absoluta, ontológica, no fenomenológica o
crítica?
Extranjero: – Expresa lo que existe de salvaje y potente, en un plano tal de
pensamiento. El ser es inmanente sólo a sí mismo, pero siempre se halla en
movimiento. Inmanencia es potencia, beatitud completa, constituida por
virtualidades, eventos, singularidades. Un vitalismo trascendental.
Baruch: – Todo eso va muy rápido para mí. Necesito de alguna desaceleración.
Por eso, pregunto: si el acto filosófico por excelencia consiste en crear conceptos, al
final de cuentas, ¿qué es un concepto?
Extranjero: – Es una aventura del pensamiento, que instituye uno o varios
eventos. Aventura que permite un punto de vista sobre el mundo, sobre lo vivido:
reaprendizaje de lo vivido, resignificación del mundo. Es un sobrevuelo, un ave que
sobrevuela lo vivido. Lo forman partes conceptuales, que también pueden, a su vez,
tomarse como conceptos y, así, generan una extensión hacia el infinito.
Baruch: – ¿Nos puedes dar algunos ejemplos?
Extranjero: – Al concepto de Yo en Descartes lo forman tres componentes: dudar,
pensar, existir. Cada uno de ellos, a su vez, ya es concepto que tiene sus
componentes conceptuales. Deleuze utiliza el concepto de Eterno Retorno, del plano
de inmanencia nietzscheano, para operar el concepto de Repetición, como repetición
de la diferencia – lo contrario al concepto de Eterno Retorno como producción de lo
Mismo o de lo Idéntico.
Baruch: – En su formulación, ¿interesa la producción de sentido y la consistencia
entre los conceptos?
Extranjero: – El concepto como evento no es proposicional. La filosofía no es
discursiva. En la lógica y en la ciencia, una proposición se define por su referencia a
cosas o estados de cosas. Pero el concepto, filosófico, es auto-referente. Ni la ciencia
ni la lógica operan mediante conceptos porque las funciones científicas suponen una
referencia en acto, son coordinaciones necesarias de estados de cosas u
objetividades, como términos variables independientes. Las funciones lógicas recaen
sobre la referencia en sí misma o como posibilidad proposicional, determinan las
condiciones de referencia de las proposiciones en general. Ya los conceptos remiten
sólo a puros eventos incorpóreos, distintos de sus actualizaciones en cuerpos y
estados corpóreos, y constituyen consistencia, no referencia.
Baruch: – En el plano, ¿a qué son inmanentes los conceptos?
Extranjero: – Son inmanentes a un horizonte. Tienen endoconsistencia y
exoconsistencia. Son rizomas, es decir, sistemas a-centrados y no-jerárquicos.
Baruch: – Llevan a cabo conexiones, vinculaciones, uniones horizontalmente en
un mismo plano. Pero, ¿verticalmente, nunca salen de ese plano?
Extranjero: – Debido a su inmanencia, los conceptos evitan llevar a cabo
experiencias que centrasen el pensamiento en realidades ulteriores, sobrenaturales,
místicas o que buscaran sus referencias en estados de cosas (hechos) y en verdades
fuera del plano. En el sentido escolástico, los conceptos desterritorializan el pensar
mediante figuras de cuño trascendental.
Baruch: – Con todo, sin referirse a nada externo a sí mismo, ¿el concepto no es
una función?
Extranjero: – El concepto busca consistencia en los eventos. Se plantea a sí
mismo y plantea su objeto: autoposición del concepto. Él es autopoyético.
Baruch: – Así, el pensamiento conceptual no se interesa por ninguna
correspondencia representativa, sino por la propia coherencia y producción de
sentido. En ese caso, ¿podemos afirmar que la auto-referencialidad se convierte en
un método filosófico, es decir, un modo determinado de hacer filosofía? ¿Eso
significa pensar por conceptos?
Extranjero: – El concepto expresa el evento, que se efectúa en un estado de cosas.
Pensar no es tratar a los conceptos como nociones generales, sino como eventos. No
como universales, sino como singularidades. No salir del plano de inmanencia y
buscar una referencia ulterior, sino crear sentido en el propio plano. Pues, si la
verdad existe, se halla en el sentido de las conjunciones de los conceptos en el plano.
Luego, ella es sentido construido.
Baruch: – Si los conceptos a nada son inmanentes, ¿a qué remiten?
Extranjero: – A problemas, que son el sentido de la invención conceptual y el
verdadero objeto de una pedagogía del concepto.
Baruch: – Si a los conceptos se los crea para solucionar problemas que se
considera mal vistos o mal planteados, exigen un problema, con el que vuelven a
manejar o substituyen conceptos precedentes?
Extranjero: – Puede ser un problema, pero también una encrucijada de problemas,
en que se alían a otros conceptos coexistentes.
Baruch: – ¿Esos problemas, en cuanto creaciones del pensamiento, tienen que ver
con interrogantes? ¿Tales como los que venimos formulando aquí?
Extranjero: – No, porque el interrogante es sólo una proposición suspendida, el
pálido doble de una afirmativa que se supone le sirve como respuesta. Por ejemplo,
si preguntásemos – ¿Cuáles son los personajes del Sofista? –, ¿estaremos llevando al
pensamiento a producir algo interesante? ¿A lograr que accediese al movimiento
infinito que lo libera de lo verdadero, como supuesto paradigma, y reconquistase un
poder inmanente de creación? ¿O sólo se lo lleva al reconocimiento?
Baruch: – ¿La imagen adecuada no será la del vapor? ¿Aquel que se desprende de
los cuerpos, de las cosas, de los estados de cosas? Como en la historia, ¿no se trata
de alcanzar la niebla no-histórica que supera a los factores actuales para favorecer
una creación de novedad?
Extranjero: – Se trata de la esfera de lo virtual. La lógica mata dos veces al
concepto. El concepto renace porque no es una función científica, ni una proposición
lógica. No pertenece a ningún sistema discursivo. Carece de referencia. El concepto
se muestra y lo único que hace es mostrarse.
Baruch: – Entonces, los conceptos son verdaderos monstruos que renacen de sus
fragmentos… Pero, Extranjero. ¿qué decir sobre conceptos o conjuntos de conceptos
vagos o confusos, simples agregados de percepciones y afecciones, que se
constituyen en lo vivido como inmanente a un sujeto, a una conciencia? ¿Por
ejemplo, el concepto de gordo? ¿No es él un conjunto vivido, no un enunciado
científico ni una proposición lógica? ¿No es él una simple opinión del sujeto,
valoración subjetiva, juicio de gusto o juicio empírico? ¿Los conceptos que integran
el mundo de lo vivido son o no conceptos filosóficos?
Extranjero: – Con los conceptos sobre lo vivido se reconstituyen funciones
científicas o lógicas, o se invierte un nuevo tipo de función propiamente filosófica.
El mundo de lo vivido es un fundamento principal para el concepto filosófico.
Baruch: – ¿Lo filosófico se confunde con lo vivido, aun definido como
inmanencia de un flujo del sujeto? ¿Los conceptos filosóficos son funciones de lo
vivido? ¿Esas funciones se convierten en principales?
Extranjero: – Ahora, Baruch, no se puede confundir lo filosófico con lo vivido. La
fenomenología ya lo hizo en demasía… Para el pensamiento de la diferencia, en el
seno de la inmanencia de lo que un sujeto vive, se necesita descubrir actos de
trascendencia.
Baruch: – En ese sentido, ¿el sujeto deja de ser empírico y pasa a ser
trascendental? ¿Las opiniones y los juicios dejan de ser empíricos y se transforman
en protocreencias, Urdoxa (opinión disfrazada), opiniones originarias como
proposiciones?
Extranjero: – El concepto sólo tiene una consistencia definida mediante sus
componentes internos. Él es evento como puro sentido que explora sus componentes.
Baruch: – Por lo que dijiste, al comienzo de nuestro diálogo, ese universo del
pensamiento también abarca el plano de inmanencia. Respecto a lo que entendí, él
consiste en la posibilidad de pensar lo impensable. Parece que el plano es al mismo
tiempo lo que debe pensarse y lo que no puede pensarse. Pregunto: ¿él sería lo no-
pensado del pensamiento? ¿El pensamiento-otro (pensée autrement) que confunde a
la sintaxis y organiza el pensamiento en una lógica al revés?
Extranjero: – Sí, se puede afirmar eso. El plano de inmanencia es ajeno a las
estructuras y se acopla a los procesos. Es diagrama, y también horizonte y piso. Un
campo, donde los conceptos se producen, circulan y entrechocan. Una atmósfera. Un
reservorio. Un medio indivisible.
Baruch: – ¿Podemos afirmar que el pensamiento-otro multiplica devenires? Y
que, como todo devenir, ¿se compone de flujos y reflujos nómades, singularidades?
¿Que se ha liberado de las categorías, del culto al todo, de los pares de tensiones,
como bien/mal? ¿Que opone al pensamiento binario la inocencia del devenir? ¿Que
es un pensamiento marcado no por la venganza ni por la mala conciencia, sino por la
voluntad de poder? ¿Que el artista es un creador, por tanto un estuprador de la hoja,
del lienzo, del barro? ¿Ya que no existe creación sin luchas entre pliegues y
estructuras, líneas de fuga y nominación?
Extranjero: – El pensador (el creador) siempre es un ignorante… Del valor de las
opiniones establecidas y de las verdades recibidas. La filosofía de Deleuze es una
filosofía de campo. Sólo que ese campo no es pensable por sí mismo. Su mapeo sólo
es posible a través de la definición correlativa de los conceptos que lo pueblan.
Baruch: – ¿Los conceptos precisan de un campo virtual previo y el plano de
inmanencia no subsiste sin los conceptos?
Extranjero: – El plano de inmanencia o planómeno (imagen del pensamiento)
despoblado de conceptos es ciego. En el límite, es el caos. Y, a su vez, el concepto,
extraído de su elemento intuitivo, es vacío. El plano siempre se expresa en plural. Es
un corte en el caos. Cortar es captar un fragmento del caos, que permanece libre en
todas las otras direcciones. Es una criba, que selecciona y fija, determina y contiene
un río…
Baruch: – De Heráclito… ¿Conceptos y plano de inmanencia siempre son
contemporáneos?
Extranjero: – Se trata de un construccionismo filosófico. Siempre que los
conceptos se crean, es necesario instaurar un planómeno. Comprender lo que pasa
con un concepto es, de modo simultáneo, entender el plano de inmanencia, pues ellos
resuenan, se correlacionan. Pero no se confunden.
Baruch: – Aún no entendí: ¿cuál es la relación entre filosofía y vida? O sea:
¿cuáles son los efectos de la idea del plano de inmanencia y del concepto, en nuestra
vida inmediata, individual o colectiva?
Extranjero: – El plano es la máquina abstracta. Los conceptos son disposiciones
concretas, configuraciones de la máquina, sus piezas.
Baruch: – En nuestra vida inmediata, así, ¿está en juego una lucha contra el caos,
responsable de la disolución de lo consistente? ¿Por eso, el plano desvía del caos la
consistencia que se provee a los conceptos? ¿El plano es el espacio liso, vectorial,
cortado mediante intensidades, fuerzas creativas de actualización de la diferencia
múltiple, que pasan por medio de lo virtual, como un corte, que desvía de él la
consistencia?
Extranjero: – El plano es la posibilidad de orientación del pensamiento.
Baruch: – ¡Ah, al fin, creo que entendí! ¡Como el espacio pre-filosófico traza
coordenadas para la construcción conceptual, el plano es la morada del concepto!
Extranjero: – En el plano común de inmanencia, virtual, están todos los cuerpos,
todas las almas, todos los individuos.
Baruch: – ¿Pero qué es lo virtual?
Extranjero: – Lo virtual es la virtualidad que se ha vuelto consistente. La entidad
que se forma sobre un plano que corta el caos.
Baruch: – ¿Es lo que se denomina evento o la parte de lo que escapa a su propia
actualización en todo lo que acontece?
Extranjero: – El evento se actualiza en un estado de cosas, en un cuerpo, en un
vivido. Pero todo evento posee una parte sombría y secreta, que no deja de sustraerse
o de acrecentarse en su actualización. No inicia ni acaba, sino guarda o conserva el
movimiento infinito al que le da consistencia. Es lo virtual que se distingue de lo
actual. Pero un virtual que ya no es caótico, que se ha vuelto consistente o real, sobre
el plano que lo arranca del caos.
Baruch: – Por eso a Deleuze le agrada repetir a Proust: “real sin ser actual, ideal
sin ser abstracto”…
Extranjero: – El evento es trascendente, debido a que sobrevuela el estado de
cosas, los cuerpos, lo vivido. Pero sólo la inmanencia pura le provee la capacidad de
sobrevolarse a sí mismo, en sí mismo, y sobre el plano. Entonces cuando él se hace
trans-descendente. Movimientos del evento…
Baruch: – Desde cuando él es inmaterial, incorpóreo, invisible: pura reserva.
Desde cuando él no es eterno, y además no es tiempo: es devenir. Es un tiempo
muerto, una espera infinita que ya pasó infinitamente…
Extranjero: – Espera y reserva. Nada pasa ahí. Todavía, todo cambia, debido a
que el devenir no deja de conducir al evento, que se actualiza en otro lugar, en otro
momento. El concepto tiene una potencia repetidora, la realidad de un virtual, de un
incorpóreo, de un impasible, pues él aprehende el evento, su devenir, sus variaciones.
Baruch: – Sólo que, Extranjero, para mí, existe algo aún muy enigmático: la
instancia intermedia de los personajes conceptuales. Tienen una existencia fluida
entre el concepto y el plano pre-conceptual, cierto. Pero, ¿de dónde proceden?
¿Cómo aparecen?
Extranjero: – La filosofía pasa por el estudio de esos personajes, de sus cambios
según los planos, de su variedad según los conceptos. Da vida a los personajes
conceptuales, que no pueden aparecer por sí mismos, pero que están allí y deben
reconstituirse.
Baruch: – Quedo confuso porque los personajes conceptuales, a veces, tienen un
nombre propio, como Sócrates, en el platonismo. Pero, otras veces, a personajes
como Teeteto, Teodoro, Fedón, Equécrates, Critón, Simias, Glaucón, de los Diálogos
platónicos, no se los considera personajes conceptuales.
Extranjero: – Todo personaje conceptual es original, único, notable. Él opera los
movimientos que describen el plano del pensamiento e intervienen en la creación de
los conceptos del pensador.
Baruch: – ¿Aun los personajes antipáticos – como el capitalista, en Marx – o
simpáticos – como el proletario, o el amigo para los griegos – corresponden al plano
que trazan y a los conceptos que crean?
Extranjero: – El rostro y el cuerpo de los filósofos abrigan a los personajes
conceptuales, que les proporcionan un aspecto extraño, sobre todo en la mirada,
como si otros viesen a través de sus ojos. Los personajes no representan a los
filósofos, pero son sus heterónimos. Los filósofos son idiosincrasias de sus
personajes. Y su destino es transformarse en ellos. Al mismo tiempo en que ellos se
vuelven siempre algo diferentes de lo que son históricamente. Y renacen como tigres
o diablos…
Baruch: – El personaje es el agente de la enunciación filosófica, no dicho sino que
piensa…
Extranjero: – En filosofía, el Yo siempre es una tercera persona.
Baruch: – Sí. Yo quiero como Zaratustra… Los personajes no son
personificaciones míticas, personas históricas, ni héroes literarios o novelescos. El
que se halla en Nietzsche no es el Dionisos de los mitos… Porque devenir no es ser.
Y el mismo Nietzsche deviene Dionisos. Entonces, ¿existe diferencia entre los
personajes conceptuales y las figuras estéticas?
Extranjero: – Los personajes son potencias de conceptos, que operan sobre un
plano de inmanencia. Y producen conceptos. Las figuras estéticas son potencias de
afectos y perceptos, que operan sobre un plano de composición. Y producen afectos.
Baruch: – ¿Pero ambos, arte y filosofía, recortan el caos, es decir, piensan?
Extranjero: – El arte piensa mediante afectos y perceptos, mientras la filosofía
piensa a través de conceptos. Esos pensamientos pasan uno por el otro, en una
intensidad que los co-determinan. Entre las figuras estéticas y los personajes
conceptuales, existen alianzas, bifurcaciones y substituciones.
Baruch: – Entonces, ¿el concepto puede tanto ser de afecto, cuanto el afecto
puede ser afecto del concepto?
Extranjero: – El plano de composición del arte y el plano de consistencia de la
filosofía pueden deslizarse entre sí. Algunas extensiones de uno pueden ser ocupadas
por entidades del otro. Aunque el plano y aquello que lo ocupase fuesen partes
distintas, heterogéneas.
Baruch: – Así un pensador puede modificar lo que fuese pensar… ¿Pero, al trazar
un nuevo plano de inmanencia, en vez de crear nuevos conceptos, el filósofo puede
poblarlo con entidades poéticas, novelescas, pictóricas, musicales? ¿Y el artista
puede efectuar el acontecer inverso?
Extranjero: – Pensadores como Hölderlin, Rimbaud, Mallarmé, Pessoa no
constituyen una síntesis entre arte y filosofía. Ellos, tampoco, son filósofos a medias.
¡Son más que filósofos! Acróbatas de un malabarismo perpetuo, bifurcan, se instalan
en la propia diferencia.
Baruch: – ¿Tanto los personajes conceptuales como las figuras estéticas son
irreductibles a tipos sicosociales?
Extranjero: – Un campo social incluye dinamismos poderosos, en que los
movimientos de los personajes, de las figuras y los tipos sicosociales se interpenetran
de modo incesante. El extranjero, el migrante, el excluido, el transeúnte, el
autóctono…
Baruch: – Para no mezclarlos, es necesario diagnosticar verdaderos tipos
sicosociales o personajes o figuras, en una sociedad dada, en un momento dado.
Mientras tanto, no me parece fácil… ¿Qué operaciones realizan?
Extranjero: – Los tipos sicosociales vuelven perceptibles las formaciones de
territorios, los vectores de desterritorialización, los procesos de reterritorialización.
Baruch: – ¿Y las figuras estéticas?
Extranjero: – Hablan en el lenguaje de las sensaciones, que hacen entrar en las
palabras, en los colores, en los sonidos o en las piedras. Ven la Vida en lo viviente y
lo Viviente en lo vivido. Son atletas afectivos…
Baruch: – ¿Y los personajes conceptuales?
Extranjero: – Los personajes expresan los territorios, desterritorializaciones y
reterritorializaciones del pensamiento.
Baruch: – ¿Eso quiere decir que los personajes nos pre-existen? ¿Asumen una
nueva existencia, como condiciones internas del pensamiento para su ejercicio real?
¿Piensan en nosotros?
Extranjero: – Son pensadores. Así, el Amigo, el Juez, el Legislador no son estados
privados, públicos o jurídicos, sino lo que cabe de derecho al pensamiento.
Baruch: – ¿Los personajes conceptuales y los tipos sicosociales remiten uno a
otro y se conjugan, sin confundirse?
Extranjero: – Con la época y con el medio en que aparecen, los trazos de los
personajes tienen relaciones que sólo los tipos sicosociales permiten valorar. Los
movimientos físicos y mentales de los tipos sicosociales son susceptibles de una
determinación pensante y pensada, que los arranca tanto de los estados de cosas
históricas de una sociedad, como de lo vivido de los individuos. Y hace de ellos
trazos de personajes conceptuales, o eventos del pensamiento, sobre el plano trazado
o bajo los conceptos creados.
Baruch: – Al fin, ¿cuáles son los trazos de los personajes conceptuales? ¿Esos
trazos varían con los planos de inmanencia? Sobre un mismo plano, ¿diferentes
trazos pueden mezclarse para componer un personaje?
Extranjero: – Existen trazos páticos: el Idiota, el Loco, una Momia, un gran
maníaco. El esquizofrénico es un personaje conceptual que vive en el pensador y lo
fuerza a pensar, así como también es un tipo sicosocial que reprime lo vivo: los dos
se conjugan. Existen trazos de relación: el Amigo, que sólo se relaciona con su
amigo, Pretendiente y Rival, que disputan la cosa o concepto, más el Joven, una
Novia. Existen también trazos dinámicos: danzar como Nietzsche o pensar como
surfista. Los trazos jurídicos se presentan cuando el pensamiento exige lo que le es
de derecho. Ya los trazos existenciales dicen respecto a la filosofía que inventa
posibilidades de vida.
Baruch: – ¿El personaje conceptual y el plano de inmanencia están en
presuposición recíproca?
Extranjero: – Ora el personaje precede al plano, ora lo sigue. Él aparece dos
veces: en primer lugar, se sumerge en el caos y obtiene de allí determinaciones, de
las que hace los trazos diagramáticos de un plano. Entonces, como si fuesen dados,
los juega en el acaso-caos y los lanza sobre la mesa. Para cada dado que cae, hace
corresponder los trazos de un personaje y los componentes de un concepto, que viene
a ocupar la mesa.
Baruch: – ¿Los personajes intervienen entre el caos y los trazos diagramáticos de
los planos? ¿Y también entre éstos y los trazos intensivos de los conceptos?
¿Constituyen los puntos de vista según los cuales se distinguen o se aproximan los
planos? ¿Son los que constituyen las condiciones bajo las que cada plano de
inmanencia se ve completado por conceptos del mismo grupo?
Extranjero: – El plano de inmanencia tiene trazos diagramáticos. El concepto
tiene trazos intensivos. Ya el personaje conceptual es punto de vista y condición. Los
trazos personalísticos de los personajes se unen a los diagramáticos del plano y a los
intensivos de los conceptos.
Baruch: – A partir de lo que entendí, los conceptos no se deducen del plano de
inmanencia. Se necesita al personaje conceptual para crearlos sobre el plano y para
trazar el propio plano. Mientras tanto, me parece que esas dos operaciones no se
confunden en el personaje, una vez que él es un operador distinto.
Extranjero: – Los planos son innumerables, se agrupan o se separan según los
puntos de vista constituidos por los personajes. Cada personaje tiene varios trazos,
los que pueden crear a otros personajes sobre el mismo plano o sobre otro plano de
inmanencia. De este modo, existe una proliferación de personajes conceptuales. Así
como existe una infinidad de conceptos posibles sobre un plano. Existen grupos de
conceptos, que resuenan entre sí y lanzan puentes. Existen familias de planos.
Existen tipos de personajes, según la posibilidad de encuentro sobre un mismo plano
y en un grupo. O sea, es un mundo muy rico…
Baruch: – Veo que esa filosofía gira alrededor de una trinidad de elementos: uno
pre-filosófico, de inmanencia – el plano; otro pro-filosófico, de insistencia – los
personajes conceptuales; el tercero, filosófico, de consistencia – los conceptos. ¿Es
así?
Extranjero: – Sólo que aún existe una facultad de co-adaptación de esos tres
elementos, una regla de correspondencia de las tres instancias: el gusto filosófico. La
razón es la facultad que traza el plano de inmanencia. La imaginación inventa los
personajes conceptuales. El entendimiento crea los conceptos. Ya el gusto es la triple
facultad del concepto aún indeterminado, del personaje conceptual aún en los
limbos, del plano de inmanencia aún transparente.
Baruch: – Ah, es el amor por el concepto bien constituido, como un nuevo rasgo,
¿no? ¿No se da lo mismo en el arte? ¡Existe un gusto también por los monstruos,
según el cual deben elaborarse bien!
Extranjero: – Así es…
Baruch: – Entonces, ¿existe, por un lado, lo que se puede denominar de mal gusto
en filosofía? ¿Sería aquello que carece de interés por naturaleza?
Extranjero: – El mal gusto consiste en la reducción de los conceptos a
proposiciones o a simples opiniones. Lo carente de interés consiste en conceptos
inconsistentes, o por demás regulares, o en conceptos más universales, que son los
más débiles.
Baruch: – ¿Por otro lado, existe un buen gusto?
Extranjero: – Es el plano de inmanencia trazado, que opera por conmociones. El
personaje conceptual, que opera mediante sacudidas. El concepto creado, que opera a
través de descargas. Ahora, lo problemático, por naturaleza, es la relación de las tres
instancias. Nada se sabe si no se construyese el plano, el concepto, el personaje. Son
categorías del Espíritu…
Baruch: – Al enrumbar hacia el final, Extranjero, importa hablar, un poco más,
sobre los órdenes de creación que se sumergen y recortan el caos, que producen
sentidos.
Extranjero: Como ya vimos, son tres órdenes de creación: la filosofía, el arte y la
ciencia.
Baruch: – Ya sé que ellas se distinguen en función de comportamientos diferentes
ante el caos. Pero, ¿podemos ver, en primer lugar, las distinciones entre filosofía y
ciencia?
Extranjero: El plano filosófico de inmanencia corta al caos, le da consistencia, lo
hace no más transparente. La ciencia da referencia al caos, renuncia a los
movimientos y velocidades infinitos, renuncia al devenir.
Baruch: – Entonces, ¿la ciencia no se ocupa de conceptos?
Extranjero: No, se ocupa de funciones, que se presentan en forma de
proposiciones. El caos trae lo posible, pero con consistencia y referencia entrópicas.
La ciencia actualiza lo virtual, a través de las funciones, al buscar retirar de él la
referencia. Por eso, instaura un plano de referencia.
Baruch: – ¿Debido a su exigencia de paradigmas de verdad?
Extranjero: Esa exigencia inhibe el poder inmanente del concepto (consistencia y
sentido en el juego de los planos), en detrimento de verdades capaces de establecer
una correspondencia entre el objeto (estado de cosas-hechos) y la idea (modelo
hipotético). Así, la ciencia es paradigmática, lucha para dominar el caos y
transformarlo en verificación.
Baruch: – Pero, como ya referiste, también existe la lógica.
Extranjero: Los prospectos designan a los elementos de la proposición lógica:
función proposicional, variables, valor de verdad (igual a verdadero y falso). Por
esencia la lógica es reduccionista: desea hacer del concepto una función. El concepto
proposicional opera una logicización de los functivos, que se convierten en los
prospectos de una proposición, es decir, llevan a cabo el paso de la proposición
científica a proposición lógica. Cuando se vuelve proposicional, el concepto pierde
todos los caracteres que tenía como concepto filosófico. Por ejemplo: “Leopold
Bloom es hombre” y “Molly Bloom es mujer” son apenas prospectos con valor
informativo.
Baruch: – ¿Y en cuanto a otras relaciones entre arte y filosofía?
Extranjero: El arte deja el caos sensible. Traza un plano de composición mezclado
de bloques de sensación, es decir, compuestos de perceptos y afectos. Conserva y se
conserva a sí. La obra de arte es un ser de sensación y nada más: existe en sí.
Baruch: – ¿Pero qué son perceptos y afectos?
Extranjero: Perceptos y afectos son sensaciones, seres que valen por sí mismos y
exceden cualquier vivido. Se pinta, se esculpe, se compone, se escribe con
sensaciones.
Baruch: – ¿El afecto es lo semejante: “como el cachorro”, por ejemplo?
Extranjero: Los afectos no son semejanzas, sino devenires. Algo pasa de uno a
otro. Ese algo es la sensación. Cosas, animales y personas alcanzan, en la zona del
afecto, un punto que precede a toda su diferenciación natural.
Baruch: – Las figuras estéticas del arte son sensaciones. ¿Ya estas son
percepciones, que remiten a un objeto o a un sujeto?
Extranjero: Son perceptos y afectos, paisajes y rostros, visiones y devenires. Los
afectos son los devenires no-humanos de lo humano. Los perceptos son los paisajes
no-humanos de la Naturaleza. Nathalie Sarraute no escribe con recuerdos de
infancia, sino a través de bloques de perceptos y afectos de infancia, que son
devenires-infantiles del presente. Las fabulaciones creadoras nada tienen que ver con
imaginación, recuerdos, fantasmas. Los estados perceptivos y los pasos afectivos de
lo vivido se exceden. En el arte, se es un vidente, alguien que se vuelve. Se crean
potencias semipersonales o presencias eficaces. Así se acrecientan nuevas variedades
en el mundo.
Baruch: – Pero, ¿también el concepto no se compone de perceptos y afectos,
paisajes y rostros, visiones y devenires?
Extranjero: Aunque todo fuese devenir, no se trata del mismo devenir. El de la
sensación es el acto por medio del cual algo o alguien no deja de devenir-otro y
continúa para ser lo que es – alteridad en una materia de expresión. El devenir
conceptual es el acto por el cual el evento esquiva lo que es – heterogeneidad
absoluta.
Baruch: – Entonces, nunca estamos en el mundo, nos volvemos con el mundo.
Extranjero: Más que eso: nos volvemos universo… Finis.
Desinencia
(Aischrología. Lenguaje feo, vergonzoso. Ética a Nicómano – ¿Que padre, eh? ¡¿Se
tocan campanas para ese destino?! Riverrun. – Noche oscura. Calle oscura. Un revólver.
Un bandido. Y yo. – ¿La bolsa o la vida? Miré mi bolsa. Miré mi vida. Y respondí: – Escoja.
Ambas están vacías. Una multitud de andrajosos se acerca a través de los charcos de
barrosos y cargan amuletos en forma de vaginas y de falos. También hay antorchas, con la
misma función apotropaica. Olisboi. – ¿De Mileto? – ¡Escoger entre el hambre del hombre
y la vida del bicho es difícil! – Ignorante… Por entre las brechas, la neblina se desplaza
hacia atrás y la revela. En algún sitio. Con toca y capa de piel de zorro blanco, enrollada
hasta el cuello, ella sale de su carruaje. En el frente, en el pecho, dos suculentas mazas
maduras. Saca las manos, perfumadas con agua de rosas, del inmenso manguito y las agita
en el aire. Con los labios húmedos (sus dardos del amor), grita que paren, pues ella es
alguien, hasta un metalenguaje. – ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! Ríen burlonamente. – Here
Comes Everybody. Aquello estaba echando por tierra un mantra. – ¡Denles brioches! O que
los azoten con violencia – dice ella vehemente. Desgañitada. Bramando. Gargantea. Burlas
la hacen callar. Frunce la frente. Badajadas llegan de campanarios diversos. Frente a ella,
el padre de barriga de sapo se bendice. Prostitución sagrada. – Hieròs gamós. Máquina
infernal, ella es la imagen del mundo que no se comprende en palabras. Escandalosa, es
contraveneno la ballestera – Ars. Su amor es como fatum, como fatalidad, único, inocente.
Lazo de ojos. Brillantes. Inyectados. Verdeantes. Rechaza el socratismo estético. Es forma y
caos. Luz y noche. Apariencia y esencia. Imagen y música. Apolo y Dionisos. Aristófanes y
Las tesmoforias. Tristán e Isolda. Eloísa y Abelardo. Cruzada de los niños. – Llego no sé de
dónde. Soy no sé quién. Muero no sé cuándo. Voy no sé a dónde. Me espanto por ser tan
alegre. Juegos de pensares y quereres y haceres de los artistas – El non plus ultra. – Tà
aphrodísia. Entonces, se gira y dice: – … a les rayons du ciel dans le cul. – Por decisión de
los ángeles y juicio de los santos, excomulgo, expulso, execro y maldigo. El puerco. Maldito
sea de día. Maldito sea de noche. Maldito sea cuando acuesta. Y maldito sea cuando se
levanta. Maldito sea cuando sale. Maldito sea cuando regresa. Ordeno que nadie mantenga
con él comunicación oral o escrita. Que nadie le haga favor alguno. Que nadie permanezca
con él bajo el mismo techo o a menos de cuatro codos. Que nadie lea algo que él hubiera
escrito o transcrito. – He also believed that pleasure… – Existen muchos peores que él, pero
muy pocos mejores. – Yo le daría todo cuanto tengo. Con ahínco. Si él me quisiese. Yo sería
su esclava. Por él, yo iría hasta el infierno.)
*
TOMADO DE: CORAZZA, Sandra Mara. Artistagens. Filosofia da diferença e educação . Belo Horizonte: Autêntica,
2006. 117 p.
VERSIÓN: Gonzalo Jiménez Mahecha, Profesor Depto. Humanidades y Filosofía – Universidad de Nariño.