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El tono de la vida – Johan Huizinga

- Todo acontecimiento estaba rodeado de expresivas formas, estilo de vida rígido,


pero elevado. Todos los sucesos iban acompañados de mil bendiciones, sentencias y
formalidades.
- Miseria y necesidad más opresivas y dolorosas. El contraste entre la enfermedad y
la salud era más señalado. El frío e y las noches de invierno era un mal más grave. El
honor y la riqueza eran mas gozados, porque se distinguían con más intensidad.
- Todas las cosas de la vida tenían algo de ostentoso, pero cruelmente público.
- Todas las clases, órdenes y oficios, podían reconocerse por su traje.
- Todo suceso se anunciaba por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y música.
- El mismo contraste y colorido imperaba en el aspecto externo de la ciudad y del
campo. Las iglesias eran las que dominaban la silueta de la ciudad.
- Había un sonido que dominaba el rumor de la vida cotidiana: las campanas, eran
como unos buenos espíritus monitorios, que anunciaban ya sea el duelo, la alegría, el
reposo o la agitación.
- También las procesiones, si lo tiempos estaban revueltos tenían lugar muchas veces
a diario.
- Había además las entradas de los príncipes, y ejecuciones capitales.
- Para los crímenes mas horribles había inventado la justicia castigos espantosos.
- Con frecuencia eran los sacrificados grandes señores, y el pueblo gozaba de la
satisfacción por el rigor de la justicia y la grave advertencia sobre la mutabilidad de las
grandezas terrenales. La autoridad se encargaba de que sea un gran espectáculo.
- Más raras que las procesiones y las ejecuciones eran las predicaciones de los
misioneros, que venían de tiempo en tiempo para sacudir al pueblo con su voz (poderoso
efecto de la palabra hablada sobre un espíritu ingenuo e ignorante).
- Junto a la pasión y los novísimos era, ante todo, la condenación del lujo y de la
vanagloria el tema con que los predicadores populares conmovían a su auditorio.
- Tanto el hermano Ricardo como el hermano Tomás (predicadores) hacían encender
piras de objetos de lujo y vanidad, estas fueron un elemento repetido por la gran emoción
que causaban.
- No es solamente la emoción provocada por un gran duelo, o por un sermón fogoso,
o por los misterios de la fe, la que tiene por consecuencia un desbordamiento de
lágrimas. También se vertía un mar de lágrimas en todas las solemnidades profanas.
Llorar era distinguido y bello.
- Esta fácil emotividad se colmaba de una veneración semirreligiosa por la pompa y la
grandeza y se abría el curso en sinceras lágrimas.
- Pasiones que colman la vida de color: la codicia y la belicosidad. Son indispensables
los cronistas para comprender. Si los cronistas de la corte que conocían de cerca a sus
príncipes, no aciertan a ver ni a describir a aquellas personas de otro modo que en una
forma arcaica y pomposa, cuán grande tiene que haber sido el brillo de la realeza para la
fantasía popular.
- El mecanismo de la administración y de la hacienda pública había tomado formas
más complicadas, la política se proyecta en el espíritu del pueblo encarnado en figuras
individuales, simples y fijas. Las ideas políticas, son las de la canción popular y las del
libro de caballerías. Se reducen los reyes de la época a un número limitado de tipos;
cada uno de los cuales responde más o menos a un motivo de canciones o aventuras: el
príncipe noble y justo, el príncipe engañado por malos consejeros, el príncipe vengador
del honor de su estirpe, el príncipe amparado en la desgracia por la fidelidad de los
suyos.
- Los ciudadanos de un Estado del último período de la Edad Media, que soportan
pesadas cargas y carecen de voz en la administración de los fondos públicos, viven en
desconfianza, dudando de si se derrocha su dinero o si se emplea para el provecho y
utilidad del país. Esta desconfianza se traduce en la idea más simple de que el rey está
rodeado de consejeros codiciosos y astutos, o que el derroche tiene la culpa de que le
vaya mal al país.
- Empresas políticas fríamente calculadas, en ellas los príncipes obraban con una
impetuosidad temeraria que ponía en peligro su vida y su obra por caprichos personales.
- La política no está encerrada en los límites de la burocracia y del protocolo. Había
un vivo elemento de exaltación religiosa en la política.
- La corona estaba llena de peligros. Rivalidad entre las Casas de Orleáns y de
Borgoña (Francia). Luis de Orleáns, hermano del rey, cae bajo los golpes de los asesinos
que había pagado para ello su primo el duque de Borgoña, Juan “Sin Miedo”. Doce años
después, la venganza: Juan “Sin Miedo” muere asesinado. Los asesinatos de estos dos
príncipes, con su secuela de venganzas y luchas sin fin, han impreso un sello de odio en
la historia de Francia durante un siglo entero. El espíritu popular ve todas las desdichas
que experimenta Francia a la luz de aquel gran motivo dramático.
- Elemento importante: el colorido chillón de la pasión violenta, animaba tanto a los
pueblos como a los príncipes.
- En el siglo XV se desborda la pasión espontánea y salta por encima de la propia
conveniencia y del cálculo. Si esta pasión va de la mano con el sentimiento de poder,
como en el caso de los príncipes, entonces obra con doble vehemencia.
- Era la venganza el momento esencial que regía las acciones y los destinos de los
príncipes y los países. Felipe “El Bueno” es para ellos, en primera línea, el vengador.
El partidismo:
- La adhesión a los príncipes tenía un carácter de impulsividad infantil, era un
espontáneo sentimiento de lealtad y compañerismo. sentimiento partidista, no político.
- La última Edad Media es la época de las grandes luchas de partidos.
- falta de fundamento suficiente para esas luchas partidistas. Existían causas
económicas en estas agrupaciones de partido; punto de vista más psicológico.
- En la época feudal había por todas partes pequeñas guerras locales, por el único
motivo de la endivia por el bien ajeno también por el propio honor. El orgullo de la
familia, la sed de venganza, la lealtad apasionada por parte de los súbditos, son
impulsos primarios.
- A medida que se extiende y consolida el poder del Estado, se polarizan todas estas
guerras de familia y se concentran en partidos, no conciben la causa de su antagonismo
más que partiendo de la base de la solidaridad y el honor colectivo.
- intensidad del sentimiento partidista y de la lealtad a los príncipes era aumentada
por el poderoso efecto que ejercían los signos de partidos, colores, emblemas, divisas,
santos y señas.
- La ciega pasión con que el hombre se entregaba a su partido, señor y a sus propios
negocios era en parte una forma de expresión de aquel inconmovible sentido del
derecho, que le era propio, de aquella certidumbre de que todo acto exige una postrera
sanción.
- El sentido de la justicia era todavía pagano en sus ¾ partes. Era necesidad de
venganza.
- La Iglesia había tratado de endulzar los usos jurídicos, impulsando a la
mansedumbre, a la paz y al carácter conciliador; pero el sentido del derecho no se había
modificado por ello. Al contrario, se había hecho más extremado, incorporando a la
necesidad de sanción el odio al pecado.
- El pecado era con frecuencia, aquello que hace el enemigo.
- Se sentía más la urgente necesidad de que el Estado castigase con rigor. El
sentimiento de inseguridad, el exagerado temor, que implora del poder público una
política terrorista, se había hecho crónico.
- La idea de que hay que purgar todo crimen fue retrocediendo paulatinamente, a
medida que se consolidaba la idea de que el crimen significa un peligro para la sociedad
y un ataque a la majestad divina. Época de florecimiento de una justicia minuciosa y
cruel. Se experimentaba la más grande satisfacción ante los actos ejemplares de justicia,
que practicaban los príncipes por sí mismos.
- De tiempo en tiempo iniciaban las autoridades campañas de rigurosa justicia, contra
ladrones, bandoleros, brujas, encantadores y contra la sodomía.
- Lo que nos sorprende en la crueldad de la administración de la justicia es el placer
del espectáculo de feria que el pueblo experimenta con ella.
- Muchas veces no sólo se le niega al condenado a muerte el viático, sino también la
posibilidad de confesarse. No se quería salvar sus almas, se quería aumentar la angustia
de la muerte con la certeza de las penas del infierno.
- La Edad Media sólo conoce los dos extremos: la plenitud del castigo cruel o la
gracia. En la práctica del perdón no siempre daba el impulso decisivo la pura
misericordia.
- El contraste directo de crueldad y misericordia impera también en las costumbres y
no sólo en la administración de la justicia.
- El gusto por las ejecuciones va siempre acompañado y resulta hasta cierto punto
justificado por un sentimiento de justicia. Por el contrario, en la carencia de ternura, en la
burla cruel y en la alegría del mal ajeno, con que se contempla la desgracia de los
míseros, falta incluso este elemento de justicia.
- El pueblo oscila entre angustias infernales y el más infantil regocijo. Vive entre los
extremos de la negación absoluta de toda alegría terrestre y un afán insensato de
riqueza y goce.

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