Durante el siglo III d. de c. el imperio romano llegó a ser demasiado vasto, burocrático y complejo
para ser gobernado centralmente en forma eficiente.
Las razones de la caída del imperio han sido explicadas por los historiadores con diversos
argumentos:
- Las invasiones de los bárbaros venidos desde el oriente y el norte, determinadas por la
imposibilidad de estos pueblos de sustentar una población creciente en sus lugares de origen.
- La desorganización política y administrativa creciente del imperio, producto de la
descomposición moral y social.
- El deterioro de la situación económica general del imperio, determinado por el aumento de los
impuestos necesarios para compensar el déficit de la balanza de pagos con el oriente.
- La perdida dinámica del proceso conquistador y romanizador.
La primera manifestación del desmembramiento se dio cuando Dioclesiano intentó una división en
cuatro partes, norte, sur, oriente, occidente, y la definitiva, cuando Constantino, en 324 fundo una
nueva capital para el imperio en Bizancio, lo que termino por dividir el imperio en oriente y
occidente con Constantinopla y Roma como capitales respectivamente. El imperio de oriente
prosperó hasta que fue tomado por los turcos en 1453; mientras que el i. de occidente sufrió una
caída gradual que tomó los siglos V y VI los que corresponden a las invasiones de los bárbaros.
Como una buena parte de las regiones fundadas por Roma tenían cierta independencia económica
de las decisiones centrales, soportaron el embate bárbaro de mejor forma que Roma y sus vecinas.
El fundamento de las economías locales continuó siendo la agricultura y la organización
eclesiástica de la iglesia, basada en las circunscripciones administrativas del imperio, haciendo
corresponder cada diócesis con una cívitas manteniendo cierta correspondencia con el antiguo
sistema de lugares poblados. De este modo la palabra cívitas tomó el significado de ciudad
episcopal. Las más desarrolladas de las ciudades romanas que prevalecieron conservaron sus
funciones comerciales y se constituyeron más adelante, en centros del comercio interregional.
La relativa unidad económica del imperio desmembrado fue posible, mientras el mediterráneo
continuó abierto al comercio, hacia el interior de Europa, en cambio, la desorganización
económica y urbana fue mucho mayor.
A partir del siglo VII la conexión y el comercio por el mar quedó limitada y luego bloqueada, por la
rápida expansión del Islam. Esta combinación de circunstancias fue, más que la sola invasión de los
bárbaros, la que determino la lenta descomposición de la organización de los territorios romanos.
Una nueva invasión de pueblos navegantes, los vikingos, que amenazaron las costas del mar del
norte e Inglaterra, cortó sensiblemente los restos de comercio marítimo.
La consecuencia inmediata de esa descomposición, fue el decrecimiento y desaparición de una
parte de las ciudades fundadas por Roma, cuya población, muy disminuida, se diseminó por el
área rural dejando de estar agrupadas, esta situación es de mayor importancia para comprender el
fenómeno del feudalismo durante la edad media y verdaderamente esencial para entender el
sentido del proceso urbano desarrollado en este prolongado periodo.
El comienzo de la edad media europea se caracterizó, entonces, por la vuelta de una proporción
importante de la población a los niveles más rudimentarios de una sociedad agraria. Este
fenómeno tuvo:
- Expresión física: ocupación intensa del espacio geográfico con población dispersa
- Consecuencia política: cambio de la base del poder- Resultado económico: reemplazo del modelo
de producción excedentaria que había caracterizado a Roma, por un tipo de producción de
subsistencia.
La iglesia cristiana fue uno de los pocos, sino el único nexo que mantuvo la unidad de los antiguos
territorios romanos ante el vacío dejado por la desaparición del antiguo poder.
EL FEUDALISMO
El régimen señorial se instauró en toda Europa a partir del siglo V o VI se sostuvo, primero sobre
una base fundamentalmente agraria y luego, sobre el renaciente sistema de ciudades, dando
nacimiento al feudalismo, que se desarrolló como la nueva forma de organización del territorio,
sin embargo, los reinos romanizados se dividieron, tras un periodo de vacíos de poder y luchas a
nivel local, en unidades mas o menos independientes, en los que la autoridad del rey estuvo
sostenida por el poder militar de la nobleza que a su vez, se sustentó en la extensión, riqueza y
población de dominios habitados por campesinos, que podían ser reclutados para la guerra.
En la cúspide del poder del sistema el rey, dueño simbólico del territorio, concedía la propiedad a
las aristocracias guerreras, estructurando así la pirámide de su poder. En la base del sistema, entre
los campesinos, predominaba la economía domestica con una producción destinada al consumo
propio. En el medio se ubican los señores feudales en el echo los propietarios de la tierra,
gobernando con poderes absolutos y sometiendo a la población campesina a una servidumbre
completa de vida y haciendas, a cambio de una protección que consistía mas que en una política
de bien publico, en una dirección organizativa del conjunto.
El carácter fundamentalmente agrario de la sociedad feudal humanizó el paisaje, con una
ocupación más extensiva del territorio. Este cambio constituyó una variación importante respecto
de la situación anterior, en la que la actividad humana se había centrado sensiblemente alrededor
de las ciudades donde era fácil de controlar política, económica y militarmente.
EL PAPEL DE LA IGLESIA
La temprana edad media se extendió entre los siglos VI y IX, siendo un periodo de grandes ajustes
políticos, sociales y económicos. Calificado como románico cuando se habla de arquitectura, es un
periodo en que la influencia romanizadora es aun perceptible. Sin embargo, entre fines de los
siglos VIII y X Europa sufrió dos impactos que tuvieron grandes consecuencias: por el norte las
invasiones vikingas y por el sur la acometida de los Arabes. Que empeoraron la situación
económica de extensas zonas y determinaron grandes cambios en la estructura del poder, pero
tuvieron una gran influencia en el desarrollo de las ciudades: estas se convirtieron en el refugio y
baluarte de las poblaciones rurales y debieron modificar sus estructuras sociales, productivas y
políticas. El aislamiento que había garantizado seguridad al desmembrarse el imperio, ya no
constituyó una garantía y las poblaciones se agruparon para conseguir esa seguridad.
Las ciudades fortalecidas por la acumulación de población, encabezaron el contraataque contra los
vikingos en el norte y centro de Europa y contra los moros en España, de manera que la lucha
contra el enemigo significó establecer, consolidar y fortificar ciudades. Este fenómeno es
particularmente sensible en la península ibérica, donde la acción de reconquista contra los Arabes
estuvo jalonada de fundaciones, remodelaciones y ampliaciones de ciudades, circunstancia que
explica el método de conquista fundamentalmente urbano aplicado por España en América.
Las necesidades de la defensa contra las amenazas de mundo exterior llevaron al mundo medieval
europeo a desarrollar economías de mayor dinámica, mejores líneas de comunicación, rutas
comerciales más seguras, centros de abastecimiento alternativos, actividades de producción de
elementos militares y civiles, nuevas formas de artesanía, nuevos métodos más eficientes de
trabajo, etc. Situaciones que redundaron en una mayor dinámica y complejidad urbanas, en un
aumento de la población de las ciudades y de su centralizada respecto del territorio. Coopero a
esta “vivificación” de lo urbano, la evolución de la situación política general, en la que las
estructuras de poder de los reinos comenzaban a constituir territorios unitarios claramente
definidos por fronteras, encontraron en las ciudades mejores puntos de apoyo que en las
poblaciones dispersas.
La cuidad de la alta edad media, sin embargo, no apareció sino hasta el siglo XI y no se desarrollo
propiamente sino hasta los siglos XII y XIII.SE genero como contra parte de la sociedad feudal
agraria por el desarrollo de grupos específicos de comerciantes y artesanos.
El desenvolvimiento del comercio y la industria tuvo como consecuencia el cambio de la
composición de la sociedad medieval, apareció una nueva categoría de persona entre el siervo
sometido y el señor feudal: fue el ciudadano o burgués que no solo se dedicaba al comercio o la
producción, sino que prestaba organizaba y desarrollaba la serie de servicios que estas actividades
demandaban para mejor funcionar, armadores de bancos, alarifes, cuidadores de caballos,
albañiles, etc. fueron apareciendo hasta constituir una abigarrada serie de oficios y profesiones
estrictamente urbanos que hacen a una ciudad.
Las ciudades comenzaron a atraer cada vez a un numero mayor de personas del medio rural, en la
medida en que no solo ofrecieron seguridad y trabajo, sino una liberación de la servidumbre del
campo.
El desarrollo de la burguesía urbana significó un conflicto con el orden feudal, que, sin embargo,
no tuvo una connotación política, consistió simplemente en una búsqueda de un nuevo estado de
equilibrio que permitiese las franquicias necesarias, estado se alcanzo rápidamente cuando la
aristocracia percibió que los beneficios del nuevo sistema podían ser superiores a los del antiguo.
La ciudad medieval constituyó un área de libertades en medio del mundo rural, siendo percibida
como un lugar más democrático y liberal que este. Al mismo tiempo fueron cayendo poco apoco
en desuso los derechos señoriales siendo sustituido por tributos pagados por los ciudadanos por el
goce de servicios comunitarios, servicios de gobierno y servicios de defensa.
Paralelamente a este fenómeno de desarrollo de libertades urbanas y de constitución de derechos
y obligaciones ciudadanas, se fue dando su sanción jurídica por medio del establecimiento de
franquicias, fueros, cartas pueblas, etc. Y por la constitución de instituciones de bien público,
capaces de administrar los bienes entendidos como de comunidad, estos constituidos por calles,
plazas, murallas, edificios públicos, etc. se había constituido por la suma de cesiones de partes de
la propiedad personal que los privados habían venido haciendo, justamente para permitirse el
goce de esta propiedad. Este es el origen de los vienes comunes de uso publico y los sistemas de
contribuciones voluntarias para atender a su mejoramiento y manutención y a las obras
comunitarias excepcionales. En la medida que estas contribuciones se sistematizaron, se hicieron
regulares y orientaron al bien común futuro la ciudad llego a alcanzar una personería que le fue
propia y permanente, que comenzó a ser percibida como independiente de los ciudadanos de un
determinado tiempo y se constituye en un carácter nuevo de lo urbano. Apareció así el concepto
de comuna.
El desarrollo de las ciudades y de los derechos de los ciudadanos trajo consigo, además. De una
serie de cambios en el concepto de ley que se había tenido durante el régimen feudal. No se
trataba ya de un conjunto de obligaciones personales con el señor feudal, sino de una serie de
normas generales de común aplicación, más severas y especificas por la necesidad de mantener
una disciplina más estricta tanto dentro de la ciudad y un orden dentro de la vida diaria más
regular.
Como se ve, se volvía al concepto de ley que había existido durante el imperio romano, pero esta
ley lejos de emanar de un poder central o ser impuesta por él a las ciudades, se originaba en el
ejercicio de libertades, emanaba de la praxis y tenía por objeto la independencia de acción.
En algunos lugares la urbanización fue fomentada por las aristocracias locales que cobraron por el
uso de la tierra bien localizada a los comerciantes, por el uso de caminos bien tenidos a los viajeros
y por la seguridad y colocación de su producción a los industriales y artesanos, dando lugar a la
constitución de alianzas donde la nobleza llego a ocupar el lugar de una corporación mas en el
conjunto social. En otros lugares en cambio, la urbanización fue resistida por los caballeros, dando
lugar a las alianzas entre el pueblo y el poder del rey, siempre interesado en evitar un crecimiento
peligroso del poder de l nobleza. Estas diferencias dieron lugar a los distintos matices de municipio
o concepto de la administración del bien común que se encuentran en Europa.
Las nuevas circunstancias generadas determinaron un resurgimiento activo del comercio, que fue
posible por la generación de excedentes agrícolas producto de mejoras introducidas en los
cultivos, del crecimiento poblacional determinado por una relativa mayor abundancia y de la
introducción de una serie de técnicas y descubrimientos traídos desde oriente, aportados por las
cruzadas.
En este cambio cualitativo fueron determinantes los nuevos métodos de labranza, el abono de los
campos y el riego agrícola, que permitieron ampliar la superficie arable en todo Europa. Como
consecuencia, la población agraria paso rápidamente d un nivel de subsistencia a uno de
producción expedientaría por el solo hecho desistir un incentivo comercial, produciéndose un
cambio en su base económica, los campesinos dejaron de producir todo lo que necesitaban para
producir solo aquello en lo que eran mas eficientes, pasando a comprar en la ciudad con el dinero
producto de la venta de sus excedentes, los productos artesanales e industriales que ya no
confeccionaban. Esto echo a andar la maquina del progreso y produjo, en un fenómeno muy
interactivo, el desarrollo de las ciudades y del campo. En un par de siglos la población europea
creció hasta niveles que fueron comparables con los del siglo XIX y a pesar del terrible embate de
la peste negra sobre la población de las ciudades no perdió su dinámica
La realidad urbana medieval se visualiza mejor en un esquema que muestra en un eje temporal,
los momentos que se pueden distinguir en la evolución de la ciudad medieval, en relación con los
hechos históricos más importantes.
Clasificadas en base a sus orígenes podemos decir que existen cinco grandes categorías de
ciudades en la Europa medieval, tres de ellas corresponden ciudades de crecimiento orgánico:
- Ciudades de origen romano; comprende a la vez a aquellas que pudieron conservar su estatus a
lo largo de la alta edad media, aun cuando se redujeron considerablemente en tamaño, y a las que
fueron abandonadas, después de la caída del imperio, pero que se establecieron de nuevo en sus
emplazamientos originales.
- Burgos construidos como bases militares fortificadas y que más tarde fueron adquiriendo
funciones comerciales.
Las restantes categorías corresponden a ciudades nuevas que fueron establecidas oficialmente en
un momento dado, con completo estatus urbano, basadas o no en un plan predeterminado:
- Ciudades bastide, fundadas en Francia, Inglaterra y Gales.- Ciudades de nueva planta fundadas en
toda Europa en general
Esta clasificación se ajusta en grandes rasgos a un orden cronológico..
Cualesquiera que fueran sus orígenes, las ciudades medievales de los cinco grupos enumerados al
principio tienen contextos sociales, económicos y políticos similares en la mayor parte de los
países europeos. Son también parecidas en lo que respecta a la mayoría de los detalles visuales: la
misma clase de edificios vernáculos locales cubre tanto la retícula formal de las nuevas ciudades
planeadas, como los trazados informales e incontrolados de las no planteadas de la misma época.
Las partes que componen la ciudad medieval normalmente son la muralla, con sus torres y
puertas, las calles y espacios afines destinados ala circulación, el mercado, alojado a veces en el
interior de un edificio y dotado de otros establecimientos comerciales, la iglesia, que, en general
se alza en su propio espacio urbano, y la gran masa de edificios de la ciudad y los espacios
destinados a jardines privados conexos a aquellos.
LA MURRALLA
Se puede establecer un mínimo de distinción categórica entre las defensas de las ciudades inglesas
y las de Europa continental. En Inglaterra desde el punto de vista militar, la importancia de las
murallas se redujo enormemente a causa del estado de paz que reinaba en la isla, en consecuencia
estas sirvieron principalmente de barreras aduaneras, protegiendo los intereses comerciales de los
ciudadanos. Sin embargo, en el resto de Europa, la muralla retuvo su función militar primaria,
además de su uso como barrera de portazgo.
LAS CALLES
Todas las ciudades medievales disponían de un espacio, si no de varios, donde se tenía lugar el
mercado, en consecuencia, las principales vías publicas que unían el centro con las puertas de la
ciudad, aunque con frecuencia eran poco mas que estrechos e irregulares callejones en las
ciudades de crecimiento orgánico, constituían extensiones lineales del mercado como rutas de
comunicación, y la noción de una red de trafico se hallaba tan ausente como la noción de trafico
rodado permanente. La fachada que se abría a la calle tenia, por lo tanto, un notable valor
comercial, especialmente en las inmediaciones de las puertas y del mercado, y su desarrollo en
forma continua fue lo normal. Mas adelante también se convirtió en un echo usual el que se
formaran estrechos pasajes que, partiendo de las calles, daban acceso a calles menores y
permitían el desarrollo de jardines traseros como patios.
Los desplazamientos en las ciudades medievales se efectuaban generalmente a pie y el transporte
de mercadería se realizaba mediante animales de carga.
A lo largo de oda la edad media se manifiesta la tendencia de los edificios a invadir cada vez mas
las calles (e incluso los puentes) y los espacios públicos abiertos. Los intentos de regularización
gradual fueron poco afortunados. Los pisos superiores fueron aumentando sus vuelos sobre las
calles hasta el extremo de poder estrechar la mano al vecino de enfrente.
Existe un estero tipo de ciudad medieval con calles estrechas entre edificaciones regulares, donde
la situación usual era de superpoblación y desorden, situación pintoresca, pero insalubre, donde el
espacio privado al aire libre es limitado, con excepción de los espacios de la iglesia y el mercado, y
que la urbanización tenia densidad uniforme en todas partes de la ciudad. La verdad es que la
ciudad medieval se hallaba más próxima a una actual aldea o población rural que a una abarrotada
aglomeración urbana comercial.
EL MERCADO
LA PLAZA DE LA IGLESIA
El espacio situado ante la iglesia, el pavis medieval, no debe confundirse con aquella parte del
cementerio contiguo a la iglesia. Era el pavis donde los fieles se reunían antes y después del oficio
divino, donde se escuchaban los ocasionales sermones al aire libre, donde venían a pasar las
procesiones. Era en ese lugar contiguo a la fachada occidental de la iglesia, donde la gente de
fuera d la ciudad dejaba sus caballos, por lo cual pronto se construyeron establos de vario tipos. El
pavis obligaba a que las iglesias estuvieran situadas dentro de su propio espacio. Como lindaba
frecuentemente con la plaza del mercado, la existencia de un núcleo bipartito es una característica
típica de las ciudades medievales, tanto de las planeadas como de las no planeadas.
CONCLUCION Y CRITICA
Al caer el imperio romano, que mantenía un cierto orden de vida donde cada individuo tenia un
rol definido dentro de la sociedad, el hombre se vio indefenso frente al medio, la población ya
disminuida de las ciudades del imperio se vio obligada a dispersarse en busca de una nueva forma
de vida que le devolviera la seguridad perdida.
La perdida de la fe de la población en las deidades y religiones paganas, hasta entonces poderosas,
envista de su fracaso en detener las calamidades e invasiones, da fuerza al cristianismo, una
religión al fin y al cabo una religión esperanzadora y de salvación, iglesia que hábilmente mezcla
paganismo y cristianismo, la evidencia de esto se advierte hasta hoy en la costumbre cristiana de
un culto a las imágenes con fuerte sentido local.
En términos ontológicos, la caída del imperio provoco, la perdida de la noción de integridad y
totalidad de la cultura romana, con la consiguiente reducción de la noción del mundo a poco mas
de lo que veían los ojos, se pierde el concepto de universo sistemático y ordenado.
De este modo la iglesia devuelve ese orden, en consecuencia las ciudades episcopales, los
monasterios y los conventos fueron elementos esenciales la vida urbana, formando la base del
sistema de relaciones comerciales dando poco a poco origen al resurgimiento del urbanismo como
forma de vida.
La sociedad se vuelve, en esta época, polarizada y extremista, en que la población civil dispersa
pasa a depender de quien pueda darle protección, quedando condenada ala servidumbre, donde
el poder lo tienen los que resultaran mejor parados luego de la caída del imperio y el clero
constituye el único ente estable.
Mas tarde, en la ciudad el hombre encontró en los asentamientos urbanos una respuesta a sus
necesidades: protección, abastecimiento y en especial libertad, vivir en la ciudad o comerciar en
ella significaba independencia y autonomía, arrancar de la servidumbre y del abuso del señor
feudal.
Con respecto a la forma urbana medieval es importante preguntarse como se veía el urbanismo,
hasta que punto era importante para el hombre conseguir el orden y la belleza. Según Zucker,
“exceptuando las relativamente escasas ciudades planificadas, la estructuración de la ciudad como
tal no era ni comprendida ni deseada por los constructores” lo que no significa que no hubiera
preocupación alguna por la organización espacial o la estética, pues los pueblos se unían para
tomar decisiones colectivas como ensanche de calles, mantenimiento o ampliación de murallas,
etc. sin embargo, la preocupación por la estética se presento mas en Italia que en el resto del
continente “en el siglo XIII, bolonia tenia contratados una serie de arquitectos cuya misión
consistía en supervisar todas las obras y edificios públicos” podría considerarse esto como un
presagio del renacimiento, donde se desarrollarían los siglos de urbanismo mas ordenadamente
desarrollado.
Las razones de la caída del imperio han sido explicadas por los historiadores con
diversos argumentos:
Como una buena parte de las regiones fundadas por Roma tenían cierta
independencia económica de las decisiones centrales, soportaron el embate bárbaro de
mejor forma que Roma y sus vecinas.
A partir del siglo VII la conexión y el comercio por el mar quedó limitada y luego
bloqueada, por la rápida expansión del Islam. Esta combinación de circunstancias fue,
más que la sola invasión de los bárbaros, la que determino la lenta descomposición de
la organización de los territorios romanos.
Una nueva invasión de pueblos navegantes, los vikingos, que amenazaron las costas
del mar del norte e Inglaterra, cortó sensiblemente los restos de comercio marítimo.
La iglesia cristiana fue uno de los pocos, sino el único nexo que mantuvo la unidad de
los antiguos territorios romanos ante el vacío dejado por la desaparición del antiguo
poder.
EL FEUDALISMO
En la cúspide del poder del sistema el rey, dueño simbólico del territorio, concedía la
propiedad a las aristocracias guerreras, estructurando así la pirámide de su poder. En
la base del sistema, entre los campesinos, predominaba la economía domestica con
una producción destinada al consumo propio. En el medio se ubican los señores
feudales en el echo los propietarios de la tierra, gobernando con poderes absolutos y
sometiendo a la población campesina a una servidumbre completa de vida y
haciendas, a cambio de una protección que consistía mas que en una política de bien
publico, en una dirección organizativa del conjunto.
EL PAPEL DE LA IGLESIA
Un elemento importante de considerar cuando se analiza la ruralización sufrida por la
población europea después de la caída de roma, es el rol que juega en la organización
del territorio la iglesia cristiana básicamente la católica.
El monaterio constituía, en realidad, una nueva especie de polis, donde las personas
que pensaban de una misma manera no solo se reunían en ceremonias ocasionales sino
para habitar permanentemente. La colonia monástica pasó a ser una verdadera
ciudadela, fue allí, también donde se estableció el valor práctico de la moderación, el
orden, la regularidad, la honradez y la disciplina, antes de que estas cualidades se
transmitieran a la ciudad medieval en forma de invenciones: el reloj, el libro de
contabilidad, etc.
La temprana edad media se extendió entre los siglos VI y IX, siendo un periodo de
grandes ajustes políticos, sociales y económicos. Calificado como románico cuando se
habla de arquitectura, es un periodo en que la influencia romanizadora es aun
perceptible. Sin embargo, entre fines de los siglos VIII y X Europa sufrió dos impactos
que tuvieron grandes consecuencias: por el norte las invasiones vikingas y por el sur
la acometida de los Arabes. Que empeoraron la situación económica de extensas zonas
y determinaron grandes cambios en la estructura del poder, pero tuvieron una gran
influencia en el desarrollo de las ciudades: estas se convirtieron en el refugio y
baluarte de las poblaciones rurales y debieron modificar sus estructuras sociales,
productivas y políticas. El aislamiento que había garantizado seguridad al
desmembrarse el imperio, ya no constituyó una garantía y las poblaciones se
agruparon para conseguir esa seguridad.
La cuidad de la alta edad media, sin embargo, no apareció sino hasta el siglo XI y no
se desarrollo propiamente sino hasta los siglos XII y XIII.SE genero como contra
parte de la sociedad feudal agraria por el desarrollo de grupos específicos de
comerciantes y artesanos.
Las ciudades comenzaron a atraer cada vez a un numero mayor de personas del
medio rural, en la medida en que no solo ofrecieron seguridad y trabajo, sino una
liberación de la servidumbre del campo.
Como se ve, se volvía al concepto de ley que había existido durante el imperio romano,
pero esta ley lejos de emanar de un poder central o ser impuesta por él a las ciudades,
se originaba en el ejercicio de libertades, emanaba de la praxis y tenía por objeto la
independencia de acción.
En algunos lugares la urbanización fue fomentada por las aristocracias locales que
cobraron por el uso de la tierra bien localizada a los comerciantes, por el uso de
caminos bien tenidos a los viajeros y por la seguridad y colocación de su producción a
los industriales y artesanos, dando lugar a la constitución de alianzas donde la nobleza
llego a ocupar el lugar de una corporación mas en el conjunto social. En otros lugares
en cambio, la urbanización fue resistida por los caballeros, dando lugar a las alianzas
entre el pueblo y el poder del rey, siempre interesado en evitar un crecimiento
peligroso del poder de l nobleza. Estas diferencias dieron lugar a los distintos matices
de municipio o concepto de la administración del bien común que se encuentran en
Europa.
Clasificadas en base a sus orígenes podemos decir que existen cinco grandes
categorías de ciudades en la Europa medieval, tres de ellas corresponden ciudades de
crecimiento orgánico:
Burgos construidos como bases militares fortificadas y que más tarde fueron
adquiriendo funciones comerciales.
Cualesquiera que fueran sus orígenes, las ciudades medievales de los cinco grupos
enumerados al principio tienen contextos sociales, económicos y políticos similares en
la mayor parte de los países europeos. Son también parecidas en lo que respecta a la
mayoría de los detalles visuales: la misma clase de edificios vernáculos locales cubre
tanto la retícula formal de las nuevas ciudades planeadas, como los trazados
informales e incontrolados de las no planteadas de la misma época. Las partes que
componen la ciudad medieval normalmente son la muralla, con sus torres y puertas,
las calles y espacios afines destinados ala circulación, el mercado, alojado a veces en el
interior de un edificio y dotado de otros establecimientos comerciales, la iglesia, que,
en general se alza en su propio espacio urbano, y la gran masa de edificios de la
ciudad y los espacios destinados a jardines privados conexos a aquellos.
LA MURRALLA
LAS CALLES
Existe un estero tipo de ciudad medieval con calles estrechas entre edificaciones
regulares, donde la situación usual era de superpoblación y desorden, situación
pintoresca, pero insalubre, donde el espacio privado al aire libre es limitado, con
excepción de los espacios de la iglesia y el mercado, y que la urbanización tenia
densidad uniforme en todas partes de la ciudad. La verdad es que la ciudad medieval
se hallaba más próxima a una actual aldea o población rural que a una abarrotada
aglomeración urbana comercial.
EL MERCADO
LA PLAZA DE LA IGLESIA
El espacio situado ante la iglesia, el pavis medieval, no debe confundirse con aquella
parte del cementerio contiguo a la iglesia. Era el pavis donde los fieles se reunían antes
y después del oficio divino, donde se escuchaban los ocasionales sermones al aire libre,
donde venían a pasar las procesiones. Era en ese lugar contiguo a la fachada
occidental de la iglesia, donde la gente de fuera d la ciudad dejaba sus caballos, por lo
cual pronto se construyeron establos de vario tipos. El pavis obligaba a que las iglesias
estuvieran situadas dentro de su propio espacio. Como lindaba frecuentemente con la
plaza del mercado, la existencia de un núcleo bipartito es una característica típica de
las ciudades medievales, tanto de las planeadas como de las no planeadas.
CONCLUCION Y CRITICA
Al caer el imperio romano, que mantenía un cierto orden de vida donde cada
individuo tenia un rol definido dentro de la sociedad, el hombre se vio indefenso frente
al medio, la población ya disminuida de las ciudades del imperio se vio obligada a
dispersarse en busca de una nueva forma de vida que le devolviera la seguridad
perdida.
De este modo la iglesia devuelve ese orden, en consecuencia las ciudades episcopales,
los monasterios y los conventos fueron elementos esenciales la vida urbana, formando
la base del sistema de relaciones comerciales dando poco a poco origen al
resurgimiento del urbanismo como forma de vida.
INTRODUCCION
La edad media es vista normalmente como un periodo de inamovilidad social en que
el feudalismo es la única forma de vida, el clero resulta opresor y corrupto, el
comercio prácticamente no se desarrolla, pero en especial es percibida como una
etapa donde la ciudad y el urbanismo no existían.
El presente informe rompe con esta imagen estereotipada de la edad media, partiendo
de la base de que la ciudad es la expresión física de un fenómeno social, se aborda el
urbanismo en la época, desde el punto de vista del contexto histórico que potencia o
impide su desarrollo, lo social, económico, religioso, etc.
Para la Edad Media, se habla que comenzó a partir de la caída del Imperio romano de
Occidente, y culmina en el siglo XV, a partir del Renacimiento. No obstante, las fechas
anteriores no deben de ser tomadas como referencias fijas, ya que nunca ha existido un
cambio brusco entre una época y otra de desarrollo cultural de un continente.
Presuntamente, este término lo utilizó por vez primera el historiador Flavio Biondo de
Forli, en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperli decades (Décadas de
historia desde la decadencia del Imperio Romano), escrita treinta años antes de su
publicación, en 1438. El término implicó en su origen una parálisis del progreso,
considerando a la Edad Media como un período de estancamiento cultural, ubicada
cronológicamente entre la gloriosa Antigüedad Clásica, y el Renacimiento. De todos
modos, en la actualidad, investigaciones consideran a este período como uno de los más
importantes dentro de la evolución de Europa.
El término Renacimiento fue utilizado por vez primera en 1855, por el historiador francés
Jules Michelet, en el que se refería al “descubrimiento del mundo y del hombre”, en el siglo
XVI. Jakob Burckhardt, historiador suizo, amplió este concepto en su obra La Civilización
del Renacimiento Italiano(1860), en la que delimitó el Renacimiento al situarlo en el
periodo comprendido entre el respectivo desarrollo artístico de os pintores Giotto y Miguel
Ángel, y definió a esta época como el nacimiento de la humanidad y de la conciencia
moderna tras un largo periodo de decadencia.
La más reciente investigación ha puesto fin al concepto de la Edad Media como una época
obscura e inactiva y ha mostrado cómo el siglo previo al Renacimiento estuvo repleto de
logros. Gracias a la scriptoria(aulas dedicadas al estudio) de los monasterios medievales se
conservaron obras de autores latinos como Virgilio, Ovidio, Cicerón y Séneca. El sistema
legal de la Europa moderna tuvo su origen en el desarrollo del Derecho civil y del Derecho
canónico durante los siglos XII y XIII, y los pensadores renacentistas continuaron la
tradición medieval de los estudios de gramática y retórica. En el campo de la teología,
durante el Renacimiento se continuaron las tradiciones medievales del escolasticismo y las
establecidas por las obras de santo Tomás de Aquino, Juan Escoto y Guillermo de Ockham.
El platonismo y el aristotelismo fueron cruciales para el pensamiento filosófico
renacentista. Los avances en las disciplinas matemáticas (y también en astronomía) estaban
en deuda con los precedentes medievales. Las escuelas Salerno y Montpellier fueron
destacados centros de educación en la medicina durante la Edad Media.
El Renacimiento italiano fue sobre todo un fenómeno urbano, un producto de las ciudades
que florecieron en el centro y norte de Italia, como Florencia, Ferrara, Milán y Venecia,
cuya riqueza financió los logros culturales renacentistas. Estas mismas ciudades no eran
producto del Renacimiento, sino del periodo de gran expansión demográfica de los siglos
XII y XIII. Los comerciantes medievales italianos desarrollaron técnicas mercantiles y
financieras como la contabilidad o las letras de cambio. La creación de la deuda pública
(concepto desconocido en épocas pasadas) permitió a esas ciudades financiar su expansión
territorial mediante la conquista militar. Sus mercaderes controlaron el comercio y las
finanzas europeas; esta fluida sociedad mercantil constataba claramente con la sociedad
rural de la Europa medieval. Era una sociedad menos jerárquica y más preocupada por sus
objetivos seculares.
Por supuesto, la edad media no acabó de forma repentina. No obstante, sería falso
considerar la historia como una perpetua continuidad y, por tanto, al renacimiento como
una mera continuación de la edad media. Una de las más significativas rupturas
renacentistas con la tradición medieval se encuentra en el campo de la historia. Las obras
Historiarum florentini populi libri XII (Doce libros de historias florentinas, 1420) de
Leonardo Bruno, las Istorie fiorentine (Historias florentinas, 1525) de Nicolás Maquiavelo,
Storia d´Italia (Historia de Italia, 1561-1564) de Francesco Guicciardini y Methodus ad
facilem historiarum cognitionem (Método para facilitar el conocimiento de la historia,
1566) de Jean Bodin (Bodino), estaban escritas bajo un punto de vista secular del tiempo y
con una actitud crítica hacia las fuentes históricas. La historia se convirtió en una rama de
la literatura más que de la teología; los historiadores renacentistas rechazaron la división
medieval cristiana de la historia, que se iniciaba con la Creación, seguida por la
encarnación de Jesús, para terminar con el posterior Juicio Final. La visión renacentista de
la historia también constaba de tres partes: comenzaba con la antigüedad, continuaba con la
edad media y se completaba con la edad de oro, o renacimiento, que acababa de iniciarse.
Mientras que los eruditos medievales contemplaban con recelo el mundo pagano griego y
romano creyendo que vivían en la última etapa histórica, previa al Juicio Final, sus colegas
renacentistas exaltaban el mundo clásico, condenaban el medievo como una etapa ignorante
y bárbara y proclamaban su propia era como la época de la luz y de regreso al clasicismo.
Esta visión era expresada por muchos pensadores renacentistas que recibieron el nombre de
humanistas.
La idea renacentista del humanismo supuso otra ruptura cultural con la tradición medieval.
Según el profesor estadounidense Paul Oscar Kristeller, este término, frecuentemente mal
interpretado, significa la tendencia general del renacimiento a “conceder la mayor
importancia a los estudios clásicos y a considerar la antigüedad clásica como la pauta
común y el modelo a seguir en toda la actividad cultural”. Se estudiaron los textos clásicos
y se enjuiciaron por sus propios valores; desde este momento ya no se utilizarían más para
embellecer y justificar la civilización cristiana. El gran interés por la antigüedad tuvo su
expresión en la febril y fructífera búsqueda de manuscritos clásicos; se redescubrieron los
Diálogos de Platón, los textos históricos de Heródoto y Tucídides, las obras de los
dramaturgos y poetas griegos, así como de los Padres de la Iglesia, que se publicaron
críticamente por primera vez. El estudio de la lengua griega se desarrolló en los siglos XV
y XVI gracias a la emigración de eruditos bizantinos que, tras la caída de Constantinopla en
manos del Imperio otomano en 1453, la enseñaron en Florencia, Ferrara y Milán. El estudio
de la literatura antigua, de la historia y de la filosofía moral, aunque a veces degeneró en
una imitación de los clásicos, tenía por objetivo crear seres humanos libres y civilizados,
personas de gusto y juicio, ciudadanos, en definitiva, más que sacerdotes y monjes.
La perfección del cuerpo humano mediante el entrenamiento físico, ideal que raramente se
conoció en la edad media, se convirtió en uno de los objetivos de la educación renacentista.
Los estudios humanísticos, junto a los grandes logros artísticos de la época, fueron
fomentados y apoyados económicamente por grandes familias como los Medici en
Florencia, los Este en Ferrara, los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantua, los duques de
Urbino, los dogos en Venecia y el Papado en Roma.
En el campo del derecho, se tendió a sustituir el abstracto método dialéctico de los juristas
medievales por una interpretación filológica e histórica de las fuentes del Derecho romano.
Por lo que respecta al pensamiento político, los teóricos renacentistas recusaron, pero no
anularon, la proposición medieval de que la preservación de la libertad, del derecho y de la
justicia constituía el objetivo fundamental de la vida política. Los renacentistas aseveraron
que la misión central del gobernante era mantener la seguridad y la paz. Maquiavelo
sostenía que la virtú (la fuerza creativa) del gobernante era la clave para el mantenimiento
de su propia posición y el bienestar de sus súbditos, idea consonante con la política de la
época.
La Edad Media estaba caracterizada por una rígida sociedad estatal dentro de un sistema
feudal. La vida se centraba en pequeñas áreas dominadas por un señor, centrando sus
actividades principalmente en la agricultura, por lo que era escaso el desarrollo de ciudades.
Se autoabastecían, y por ello el dinero no era fundamental para el intercambio. El rey
pagaba en tierras a los grandes señores que se las cedían a sus vasallos a cambio de sus
servicios. A partir de los siglos XIII y XIV hay un progreso en las ciudades que continuará.
La vida urbana favorece el desarrollo de la burguesía, comercio e industria, y como
consecuencia, acaban con el feudalismo, al que le sucederá el capitalismo. En la Edad
Media predominan la industria y la economía de mercado, que producen cambios en la
civilización. Al iniciarse el periodo del Renacimiento se forman las naciones modernas
mediante la centralización del poder en manos de un rey, que en los grandes reinos como
Inglaterra, Francia, y España pretenden acentuar su poder para que alcancen tanta autoridad
como la del Papado. Así surge el concepto de estado hacia 1500. Italia, por su parte, no
sigue el mismo proceso de unidad nacional, e divide en comunidades urbanas
independientes, y en estas unidades es donde hay un mayor impulso del renacimiento
cultural.
La única institución europea con carácter universal fue la Iglesia, pero incluso en ella se
había producido una fragmentación de la autoridad. Todo el poder en el seno de la jerarquía
eclesiástica estaba en las manos de los obispos de cada región. El papa tenía una cierta
preeminencia basada en el hecho de ser sucesor de san Pedro, primer obispo de Roma, a
quien Cristo le había otorgado la máxima autoridad eclesiástica. No obstante, la elaborada
maquinaria del gobierno eclesiástico y la idea de una Iglesia encabezada por el papa no se
desarrollarían hasta pasados 500 años. La Iglesia se veía a sí misma como una comunidad
espiritual de creyentes cristianos, exiliados del reino de Dios, que aguardaba en un mundo
hostil el día de la salvación. Los miembros más destacados de esta comunidad se hallaban
en los monasterios, diseminados por toda Europa y alejados de la jerarquía eclesiástica.
El hombre renacentista adquiere una nueva visión de la vida. Mientras que el hombre
medieval aceptaba el orden preestablecido de las cosas del mundo por creerlo obra de Dios
(teocentrismo). El hombre renacentista, en cambio, se considera a sí mismo como el meollo
del universo (antropocentrismo), de esta forma el mundo deja de ser un “valle de lágrimas”
para convertirse en un lugar de belleza digno de ser gozado. La confianza en el poder de la
razón junto a la observación y la experimentación promueve el sentido crítico y la
curiosidad científica.
Surge un nuevo modelo del hombre ideal que es una síntesis armónica de los tipos
medievales del clérigo y del caballero: el cortesano. Éste debe desarrollar sus cualidades
físicas en el manejo de las armas y en la destreza en los juegos a la vez que cultiva sus
cualidades espirituales con el conocimiento de las letras y el cultivo de la inteligencia.
El hombre renacentista prefería invitar a una dama a disfrutar del amor y de la vida antes de
que la vejez o la muerte destruyan su belleza. La estética renacentista debía tener ciertas
características bien definidas, como los límites claros y contornos precisos. Debía de ser
armoniosa en el sentido de la proporción, poseer belleza serena. Se debía emprender la
búsqueda de la belleza como un fin. Se daba gran valoración a la naturaleza idealizada
donde todo debía de ser armónico, además de relajante y muy equilibrado.
En la Edad Media la poesía adquiere varios aspectos: por un lado se le identifica como una
época de barbarie, como un prolongado sueño de inteligencia, como una época tenebrosa y
de obscuridad; pero surge una poesía predominante espiritual, con una fuerza centrífuga
hacia Dios. El arte era un accesorio de la religión.
Los hombres creían que el Medium Evum (medio evo) era el lapso que un hombre vive en
el mundo entre el pecado y su expiación, mediante la penitencia, para lograr en la otra vida,
la Edad Definitiva. El universo se concebía limitada y comprensible: la Tierra y el hombre
construían su centro; el Cielo y el Infierno son los lugares para su vida futura. La poesía se
sometió también a esta forma de arte que en un sentido amplio, podemos llamar social, en
cuanto se ponían al servicio de las colectivas necesidades religiosas. Surgen los poemas
dedicados a los Caballeros que lograban la victoria en diversos combates como el poema
del Mio Cid, El Cantar de los Siete Infantes de Lara, y otros. Dante Alghieri se consolidó
como el poeta más grande del medio evo. Descubriendo en su obra La Divina Comedia los
horrores del infierno y la gloria del paraíso, sintetizando y coronando la actitud religiosa del
medio evo, marca el fin de la Edad Media
El Renacimiento fue una gran época para los descubrimientos: Cristóbal Colón descubre
América, se confirma la redondez de la Tierra, se inventa la imprenta, se descubre la teoría
heliocéntrica, prosperan las literaturas y las artes, la prosa florece con la aparición de
nuevos géneros. Todo esto para dar renacer a todos los escritores que surgen en España,
Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Inglaterra y Austria.
Dentro del Renacimiento surge la poesía Nuhuátl, la cual fue creada no para leerse ni
recitarse, sino para cantarse en reuniones artísticas muy refinadas por los intérpretes líricos.
Será menester esperar aún siglos para que la distancia creciente entre el poder
económico y la debilidad social y política de las capas superiores urbanas
produzca las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII.
Una ciudad medieval: observá las dos líneas de muralla que protegen tanto el
centro civil y comercial (la plaza y el ayuntamiento) y el religioso ( la catedral)
Por lo demás, como se ha observado a veces con toda razón, la ciudad medieval
continúa muy compenetrada con el campo. Los ciudadanos llevan en ella una vida
semirrural. En su interior, sus murallas albergan viñas, huertos, incluso prados y
campos, ganado, estercoleros.
Entre los siglos X y XIII, la faz de las ciudades de Occidente cambia. Hay una
función que se hace esencial en ellas, que reanima las viejas ciudades y crea
otras nuevas: la función económica, función comercial y también artesanal. La
ciudad se convierte en el hogar de lo que los señores feudales detestan: la
vergonzosa actividad económica. Pero el principal frente de las tensiones sociales
es el campo. La lucha se hace endémica entre señores y campesinos. A veces se
desata en crisis de gran violencia. Todo ello es debido a que, si en las ciudades de
los siglos XI al XIII, las revueltas están encabezadas por los burgueses ansiosos
por asegurarse el poder político que garantiza el libre ejercicio de sus actividades
profesionales, y por lo tanto su fortuna, y les confiere un prestigio proporcional a
su poder económico, en el campo, en cambio, las revueltas de los campesinos no
tienen sólo por objeto mejorar su situación, fijando, disminuyendo o aboliendo los
servicios y las prestaciones gratuitas que cargan pesadamente sobre ellos, sino
que son con frecuencia la simple expresión de la lucha por la vida. La mayoría de
los campesinos constituyen esta masa casi al borde del límite alimentario, del
hambre y de la epidemia.
Tejedor medieval. La mujer estuvo siempre
presente en el trabajo textil, por ejemplo, como en este caso, devanando la lana que luego
sería tejida por su marido. También podía suceder que se contrataran devanadoras que
solían hacer el trabajo en sus casas y luego llevarlo ellas mismas al taller.
La iglesia de Notre Dame de París es una de las mayores representantes del arte
gótico. En ella se escucharon organa y discantos de Leonino y Perotino, los
grandes c
Higiene en la Edad Media
¿Cómo era la higiene de las personas en la
edad media europea? ¿a qué olían las ciudades, las casas y las personas de esa época?
Hasta hace muy poco tiempo los europeos eran conocidos en México por su falta de baño y
los olores que desprendían. Quién no recuerda el dicho “hueles a francés”, utilizado para
expresar que una persona desprendía un tufo desagradable derivado de falta de baño.
Según he podido constatar en mis visitas y vivencias en aquél continente, esta costumbre
afortunadamente ha cambiado. Sin embargo, si hasta hace unos años los europeos eran
conocidos por su falta de limpieza, lo más lógico es pensar que los europeos de la edad
media más bien se caracterizaban por “oler a francés”. No me sorprendería que esa fuera
una de las causas de que la industria del perfume se hubiera desarrollado tanto en ese país.
Para su descargo yo argumentaría que, al menos en los países del norte de Europa, en la
época medieval tener un baño en invierno implicaba un desafío a la muerte.
Al parecer, a la caída del imperio romano decayó la costumbre del baño y muchas otras
relacionadas con la higiene, aunque se mantuvo durante algún tiempo. Sin embargo,
conforme transcurrió la edad media las ciudades europeas se transformaron en
asentamientos humanos fétidos e insalubres, que fueron fértil caldo de cultivo de
catastróficas pandemias.
Como este post no tiene ánimo académico ni de investigación profunda, decidí recopilar y
editar algunos datos curiosos sobre este tema que encontré en la red y que pueden resultar
entretenidos. Veamos algunos de ellos:
Baño
Baños medievales
Para mediados del siglo XIII, los baños públicos eran tan numerosos en París que los
estuviers, o propietarios, formaron su propio gremio. La popularidad de estos baños
públicos desencadenó otras actividades. De hecho, la palabra en inglés stew, cuya una de
sus acepciones significa burdel, proviene del francés etuves, o baño público. En el siglo XV
estos términos eran considerados sinónimos en varias ciudades de la Europa medieval.
El baño era también una parte importante en los rituales de los caballeros medievales. Para
su nombramiento, el candidato debía bañarse antes de pasar la noche en oración, con la
finalidad de que estuviera corporal y espiritualmente purificado antes de convertirse en
caballero.
La actitud de la iglesia hacia el baño no era positiva, lo condenaba ya que lo veía como un
lujo innecesario y pecaminoso. Estudiosos también señalan que esa actitud proviene en
parte de los primeros cristianos, donde los ascetas y eremitas evitaban el baño como un
modo de autoflagelación. Es probable que de documentos religiosos que condenaban al
baño es de donde proviene la actual concepción de que la gente de la edad media no se
bañaba.
Parece ser, sin embargo, que la sana costumbre del baño se vino abajo de la mano de las
grandes epidemias medievales, cuando comienza a pensarse que el agua es la culpable de
los contagios entre los cuerpos, porque a través de los poros de la piel se podía acceder a
todos los órganos. Empieza entonces la época del baño “en seco”, restringiéndose el uso del
agua a manos y cara. Esta situación se mantendría hasta casi el siglo XIX.
Necesidades fisiológicas
La orina humana en la edad media tuvo muchos usos. Esta era recogida en vasijas
(dispuestas en las calles y en los rellanos de las escaleras) y se utilizaba en las lavanderías
(por su alto contenido en amoniaco). La blancura de las lanas y los linos de senadores,
emperadores, reyes, nobles y caballeros procedía de los orines de los pobres, los siervos y
los campesinos.
Por muy desagradable que parezca, en la edad media la orina también era empleada para la
higiene bucal: los europeos de esa época se lavaban la boca con sus propios orines. Los
iberos, por ejemplo, almacenaban su orina en recipientes, la dejaban reposar un tiempo y
luego tomaban pequeñas cantidades para su uso como dentífrico. Los romanos adoptaron
esta costumbre, aunque como eran un poco más finos, mezclaban la orina con piedra pómez
y colorantes para hacer más llevadero el enjuague.
Parece que esta costumbre celtíbera caló hondo en la España de los siglos posteriores. En el
siglo XVI el licenciado Francisco Martínez aconseja en su obra Coloquio sobre la Materia
de la Boca y Maravillosa Obra de la Dentadura, lavarse la boca con agua fresca por la
mañana para templar el color de las encías y luego usar los orines. Cuenta cómo una señora
que tenía muy afectada la boca por una piorrea, acudió a varios doctores sin encontrar
mejoría a su dolencia. Ante semejante fracaso, un labrador le aconsejó que “tomase a las
mañanas los orines”, obteniendo un óptimo resultado, a lo que parece. Pero en esa época la
práctica no terminaba de convencer más allá de los Pirineos, como refleja este pasaje de
Erasmo de Rotterdam:
“Es preciso ser muy cuidadoso de tener los dientes limpios, pues blanquearlos con polvos
es propio de jovencitos. Frotarlos con sal y alúmina es muy perjudicial y servirse de la
orina para este propósito es cosa de españoles“.
La Roma antigua, o Córdoba y Sevilla en tiempos de los romanos y de los árabes estaban
más limpias que Paris o Londres en el medioevo, en cuyas casas no había desagües ni
baños. ¿Qué hacían entonces las personas? Habitualmente, frente a una necesidad
imperiosa el individuo se apartaba discretamente a una esquina. El escritor alemán Goethe
contaba que una vez que estuvo alojado en un hostal en Garda, Italia, al preguntar dónde
podía hacer sus necesidades, le indicaron tranquilamente que en el patio. La gente utilizaba
los callejones traseros de las casas o cualquier cauce cercano. Nombres de los como el del
francés Merderon revelan su antiguo uso. Los baños vertían sus desechos en fosas o pozos
negros, con frecuencia situados junto a los de agua potable, lo que aumentaba el riesgo de
enfermedades.
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