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EXCAVACIONES

ARQUEOLÓGICAS
EN ASTURIAS 2013-2016
EXCAVACIONES
ARQUEOLÓGICAS
EN ASTURIAS 2013-2016
Promueve: Consejería de Educación y Cultura
Edita: Consejería de Educación y Cultura
Ediciones Trabe SL
Distribuye: Ediciones Trabe SL / www.trabe.org
Coordinador de la edición: Pablo León Gasalla
© De textos e ilustraciones: Los autores
© De la edición: Consejería de Educación y Cultura
Fotografías de cubierta: De izquierda a derecha y de arriba a abajo:
• Trinchera del sótano A en la casa de los Hevia (Villaviciosa)
• Castillete y tolva del Castiello de Sarabia (Mieres)
• Azagaya del nivel OL.2 de la cueva de El Olivo (Pruvia, Llanera)
• Centro campesino y alfarero de casa Juanín/Xuanín (Faro, Oviedo)
• Mandíbula con el canino de leche retenido de la cueva de El Sidrón (Piloña)
• Panel pictórico de la sala R en el castro de Chao Samartín (Grandas de Salime)
• Grabados digitales en la cueva de Trescalabres II (Quintana, Llanes)
• Tumbes de llábanes de la necrópolis de San Pedru de Vigaña (Miranda)
Imprime: Imprenta Mundo
Depósito legal: As-01200-2018
ISBN: 978-84-8053-923-4
ISSN: 1135-7339
LAS CUEVAS DE TRESCALABRES. QUINTANA, LLANES, ASTURIAS.
NUEVOS HALLAZGOS Y APORTACIONES A SU ARTE PARIETAL
Alberto Martínez-Villa
Centro Ecomuseo de la Fauna Glacial, Benia de Onís, Asturias

1. DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA

L a cueva de Trescalabres se ubica en la zona conocida


como Cuetu Trescalabres, sobre un cantil calizo que
delimita parte del Macizo de la Llera1 (Posada de Llanes)
en su vertiente sur. Está situada a unos 300 m –al Este–
de las cuevas de La Riera y Cuetu la Mina (Figura 1). A
la cavidad, en medio de un típico bosque atlántico, se
accede por un abrigo lateral colmatado en su lado oeste
por bloques y derrubios de ladera a cuyos lados se abren
dos cavidades2. Aquél se eleva unos 17 m sobre la vega del
río Calabres que corre a algo más de 100 m hacia el SO.
La boca de la cueva, conocida desde antiguo, en el extre-
mo este del abrigo, es de pequeñas dimensiones (1,70 x
1 m aproximadamente). Da paso a una sala de unos tres
metros y techo bajo de la que parten dos ramales. Uno, a
la izquierda, que da acceso por un escueto paso de 60 cm
a una galería estrecha pero de techo alto que desemboca
en una sala3 de unos 10 m2. Otro, el principal, conduce
serpenteante4 unos 8 m, a otra sala algo más amplia. Desde
uno de sus laterales arranca una estrecha gatera de unos
tres metros de largo donde se encuentran las pinturas (Fi-
Figura 1: Mapa de situación.
gura 2).
El actual suelo de la cueva –pasillo principal– está for-
mado por arcillas pardas y gelifractos –éstos se acumulan
especialmente a la entrada– observándose en varias zonas
restos líticos, óseos y malacofauna, ésta, por lo general,
propia del Asturiense. Otros pasajes están formados por
1
  Coordenadas ETRS89 Sacadas del SIGPAC 2016. 43º 25’ 28.46’’ suelos concrecionados y estalagmíticos. Da la sensación
N – 4º 51’ 8.44’’ W y Huso 30 UTM X. 350.060,77 – Y. 4.809.630,87 de que la cueva presenta un gran nivel de colmatación y
– Z. 20. Este trabajo resulta de nuestra investigación de tesis doctoral.
Quiero agradecer especialmente a Marelia Gil su apoyo y ayuda durante
que los trabajos de excavación se centraron en la zona del
la realización del mismo. abrigo donde, aún se aprecia una zanja de vaciado longitu-
2
  El abrigo parece discurrir a lo largo de un cantil calizo de unos dinal y paralela a la pared norte5. Un hecho que concuerda
30 m. Si la cueva se abre en el extremo este, en la parte oeste se encuen- con las prácticas de trabajo del conde de la Vega del Sella
tra otra cavidad, donde se han encontrado varios grabados digitales.
La zona se ve colmatada de bloques y derrubios desde la mitad del en yacimientos pequeños. Este prehistoriador solía reali-
afloramiento rocoso y hacia el lado oeste. Queda por hacer un examen
geológico de esa zona que determine la extensión del abrigo y el posible
yacimiento. 5
  En anteriores estudios sobre la cueva, el profesor J. A. Rodrí-
3
  En la parte final de este conducto hemos encontrado varios guez Asensio planteaba que fuese por trabajos de acondicionamiento de
grabados así como unas digitaciones en la última sala. la cueva para tareas agropecuarias apostando por la casi destrucción del
4
  En su mitad, y en la pared derecha a unos dos metros se apre- yacimiento. Rodríguez Asensio, J. A. (1992): «La cueva de Trescalabres
cian algunas líneas de grabados finos. (Posada de Llanes, Asturias) y sus pinturas». EAA 2. 82.

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las cuevas de trescalabres. quintana, llanes, asturias. nuevos hallazgos y aportaciones a su arte parietal

Figura 2: Topografía de Trescalabres I y II.

zar, en ese tipo de cuevas, una trinchera exploratoria de un tigaciones en las memorias sobre el Asturiense7 y en las
metro de ancho6 (Figura 3). excavaciones de La Riera y Balmori8. La síntesis de la ex-
ploración será publicada por H. Obermaier en El hombre
2. INVESTIGACIONES fósil9, donde describe dos niveles de ocupación:

La cavidad fue estudiada por el Conde de la Vega del 7


  Vega del Sella, Conde de (1923): El Asturiense: nueva industria
Sella entre 1921 y 1922 haciendo referencia de sus inves- preneolítica. CIPP 7. Museo de Ciencias Naturales, Madrid, 25 y 49.
8
  Vega del Sella, Conde de (1930): Las cuevas de La Riera y Bal-
mori (Asturias). CIPP 38. Museo de Ciencias Naturales, Madrid, 17.
6
  Márquez Uría. M.ª C. (1974): «Trabajos de campo realizados 9
  Obermaier, H. (1925): El hombre fósil. Comisión de Investiga-
por el conde de la Vega del Sella». BIDEA 83, Oviedo, 816. ciones Paleontológicas y Prehistóricas 9. Madrid, 188-189.

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alberto martínez-villa

Esta suposición se basa en el estudio de los testigos adosa-


dos a lo largo de las paredes del pasaje que desde el abrigo
exterior da acceso a la cueva. Testigos que marcan el pun-
to de máxima acumulación y el descenso hacia la entrada
de la caverna oscilando su altura entre medio metro en el
extremo oeste hasta un metro sesenta en la zona interior,
siendo el punto de máxima cota en el centro más de tres
metros. La altura y buzamiento de las costras superiores y
de las columnas carbonatadas de conchas adosadas a techos
y paredes parecen apuntar a esa supuesta colmatación y
taponado de la pequeña boca de entrada. Se trata, pues, de
un típico conchero holocénico con abundancia de especies
como Patella sp. y Trochoccoclea crassa.
Figura 3: Fotografía de la zona. Abrigo y boca de Trescalabres II. Las pinturas rupestres fueron descubiertas y publica-
das a principios de los años noventa a por J. A. Rodríguez
Asensio16.

• a) Asturiense.
• b) Solutrense Superior «poco abundante, con pun- 3. DESCRIPCIÓN DE LAS PINTURAS Y GRABADOS
tas de hojas de laurel y puntas de muesca».
Este último nivel aportó una escasa industria lítica Si bien las principales manifestaciones de arte se en-
(50 piezas de la colección Vega del Sella), que fue estu- cuentran al final de la cueva, a lo largo de la galería de
diada por el profesor Jordá en los años cincuenta (1953), acceso se aprecian pequeñas evidencias que describiremos
destacando una punta de laurel unifacial en cuarcita y otra más adelante con más detalle17. Comenzando por el arco
punta bifacial de muesca en sílex. La asociación de este de paso del pequeño vestíbulo de entrada, en una arista del
tipo de útiles llevó a pensar a Jordá Cerdá10 que se trata- techo se puede ver una mancha negruzca alargada y estre-
ba de una ocupación temprana del Solutrense Superior cha (unos 15 por 4 cm) y varias manchas rojas y grabados
en Asturias. Un resumen descriptivo de la industria fue en la pared derecha de pasaje que lleva al final de la cueva.
realizado por L. G. Strauss en su tesis sobre el Solutrense Como se indicaba, las pinturas zoomorfas se encuen-
Vasco-Cantábrico11 situándola en una publicación anterior tran en el final del corredor, en una estrecha gatera que
en el Solutrense Superior12. lleva a una pequeña sala final. Las primeras figuras pinta-
Dentro del nivel asturiense fue hallado un astil de cier- das en rojo ocre son una cabeza de bóvido, una mancha
vo tipo «bastón de mando» con perforación ovalada en la roja bajo ella y unos posibles cuernos en lira o, más bien,
zona central, similar a otro hallado en Jonfría13. El conde una vulva. Un metro más adelante, sobre una arcada y en
de la Vega del Sella comparaba este tipo de piezas con otras un lateral de la gatera, se encuentran las siguientes grafías,
halladas por él en la cercana cueva de Balmori14. La memo- en este caso un signo tipo vulva, algún trazo rojo junto a
ria de excavación de La Riera y Balmori da más datos sobre él y una figura de bóvido de cuerpo entero (la cabeza muy
aquella pieza, situándola en una pequeña oquedad «acom- perdida). Pasamos a describir cada una de ellas (Figura 4).
pañada del marisco propio del Asturiense y recubierto por
una costra estalagmítica». Esta descripción llevó al profesor
3.1. Grupo 1. Figuras pintadas en el fondo de la cueva
G. Clark15 en su tesis El Asturiense Cantábrico a suponer
que esa costra sellaba todo el yacimiento. Este extremo hoy El primer grupo está formado por una cabeza de bó-
por hoy es difícil de demostrar aunque se puede suponer. vido (N.º 1), situada casi a ras de suelo sobre una pequeña
hornacina, en posición casi horizontal y adaptándose a la
forma de la roca, en especial la parte inferior. Mira hacia
10
  Jordá Cerdá, F. (1953): «La cueva de Trescalabres y el Solutrense
en Asturias». BIDEA XVIII, 46-58. la derecha (boca de la cueva) y se pintó a 30 cm del suelo
11
  Straus. L. G. (1983): El Solutrense Vasco-Cantábrico. Una nueva
perspectiva. Museo de Cultura, Madrid, 53.
12
  Straus, L. G. (1974): «Notas preliminares sobre el Solutrense 16
  Rodríguez Asensio, J. A. (1992: 82-87). Recientemente al estu-
de Asturias». BIDEA XXVIII, 491. diar sus expresiones gráficas y realizar la topografía de la misma, se han
13
 Obermaier 1925: 385. descubierto nuevas grafías que vienen a completar los hallazgos de 1987.
14
  Vega del Sella (1923:28-28). 17
  Como es costumbre en nuestros trabajos siempre seguimos el
15
  Clark, G. (1976): El Asturiense Cantábrico. CSIC, Madrid, 70-71. orden de anteriores publicaciones para no crear confusión.

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las cuevas de trescalabres. quintana, llanes, asturias. nuevos hallazgos y aportaciones a su arte parietal

Figura 4: Fotografía general de los paneles del grupo 1 y 2.

actual. Mide algo más de 60 cm de largo, la parte más tista pretendiese dar un cierto volumen a la figura con un
ancha 40 cm (desde la base del cuerno al arranque del recurso donde, en vez de sombrear o perfilar la frente del
cuello), el extremo del hocico 10 cm y los cuernos 20 cm. animal, jugó con la profundidad rectilínea de la misma
El trazo rojo intenso es continuo, bastante potente en obviando una técnica de modelado por otra más lineal.
la parte de la testuz, de unos tres centímetros de grueso No obstante la figura gana fuerza y potencia cuando
presentando una doble línea, más fina en algunas partes la observamos desde la entrada de la gatera, de una manera
como en el cuerno derecho y parte inferior del hocico. La más afrontada a la posición de los cuernos. La cabeza tien-
figura se presenta de una manera bastante geométrica sin de a ganar volumetría y expresividad, se aprecia una forma
detenerse en detalles anatómicos. La zona baja del morro más rotunda y naturalista donde la doble linea inferior nos
presenta una línea que podría coincidir con la boca del permite apreciar claramente lo que sería la típica papada
animal. Se trata de un trazo que, partiendo de la parte del animal. Por tanto, parece que ese punto de visión sería
baja de aquél, llega a superarlo, en la zona frontal, un par el apropiado y más cómodo para apreciar el uro (Figura 5).
de centímetros. El detalle visto en la fotografía nos hace Bajo esta figura se observa un punto rojo de 3 cm
pensar que se trate de la boca y posiblemente la lengua, (N.º 3) y a la izquierda, a unos 10 cm y sobre una pequeña
todo ejecutado de una manera muy esquemática. Las as- costra que parece taparla en parte, dos líneas (N.º 2) finas
tas se representan hacia adelante, ligeramente torcidas, ascendentes de un centímetro de grueso y 11 cms de largo
apuntadas y en forma de «c» o gancho en una perspectiva que pueden interpretarse como dos cuernos en lira en po-
biangular oblicua. Así la posición de la cabeza y de la sición frontal (separados en su parte superior en 13 cm)18.
cornamenta se dibujan de diferente manera. La primera
de perfil con el morro ligeramente levantado, mientras
que los cuernos buscan una cierta profundidad con esa   Esta forma no fue descrita en la publicación de J. A. Rodríguez
18

posición semioblicua. En el fondo, parece como si el ar- Asensio.

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alberto martínez-villa

contorneado con línea continua, perdida en la zona trasera


del lomo (se aprecian algunos pigmentos) y en la parte
superior de la cabeza (acción de carbonatos de la pared).
Muestra las cuatro patas abiertas simulando el movimiento,
con especial detalle las delanteras, en las que se perfilan
las rodillas y se dibujan, con doble contorno y algo de
sombreado, partes de las mismas. Los cuartos traseros se
dibujan –con los mismos recursos que los anteriores– en
perfecta perspectiva marcando la zona inguinal y aprove-
chando un resalte de la roca para darle volumen al muslo.
La representación de éstos –abierta y ligeramente estirados
hacia atrás– es menos natural, en cuanto a la sensación de
movimiento, que aquella que dan las patas delanteras di-
Figura 5: Fotografía de la figura 1. Uro: perspectiva bujadas una por delante de la otra pero con cierta rigidez.
y detalle del morro. Si bien las extremidades no se completan, las traseras pa-
recen rematarse pero sin detenerse mucho en el detalle de
sus pezuñas que parecen más bien ser pequeños muñones.
El resto de la figura es bastante plana si se exceptúa un
intento de marcar, mediante una línea paralela (doble con-
torno) en el pecho, la anatomía de éste. El cuello grueso
y muy alargado para las proporciones de la figura conecta
con un lomo recto buscando esa sensación de estiramiento
de la imagen como si estuviese caminando de manera for-
zada (efecto también buscado por la forma de dibujar las
patas). La cola es un trazo largo y la cabeza, de morro (16 x
6 cm) cuadrado, se inclina hacia abajo. Como se indicaba,
ésta, se ha perdido en parte. A pesar de ello, el estudio de
la imagen permite seguir, a duras penas, restos de la línea
de la frente que termina en un pequeño engrosamiento
del pigmento, un moño del que parte una línea ascen-
Figura 6: Fotografía de la posible vulva del grupo 1. dente que se puede identificar con el cuerno izquierdo y
parte del derecho vistos en una perspectiva semioblicua.
Unos centímetros por debajo, una pequeña mancha podría
marcar el ojo del animal. Al igual que la figura del grupo 1
Aunque tampoco descartamos, por su forma, que se trate creemos que la posición del observador estaría más atrás.
de otra vulva, asociando bóvido y signo femenino como Hoy las condiciones de la caverna han cambiado sustan-
ocurre en el siguiente conjunto de la cueva (Figura 6). cialmente respecto a cuando se ejecutaron las pinturas. De
hecho la sala está muy tomada por espeleotemas y coladas
que pudieron no existir en aquel entonces.
3.2. Grupo 2. Figuras pintadas al fondo de la cueva La segunda grafía (N.º 5) es una vulva (Figura 7) li-
geramente ovalada –más ancha por arriba– de 28 cm de
El segundo grupo, a un metro de las anteriores, está
alto y 24 cm de ancho situada bajo las patas del animal (a
constituido por dos grafías principales y algunos trazos
10 cm). Cerrada por abajo y abierta por la zona superior
sueltos. Todos están pintados en rojo ocre como los ante- donde las líneas se rematan por un engrosamiento a modo
riores (Figura 7). Se trata de un gran bóvido (N.º 4) y de de voluta mostrando lo que serían los labios (forma de
un signo tipo vulva (N.º 5). Fueron pintados sobre la pared vaso o lira que se veía en el anterior caso). Una línea la
y bóveda de la gatera, en su arco de entrada. Al igual que parte en dos mostrando la hendidura central de la misma.
las anteriores se sitúan muy cerca del suelo (un metro). El Aprovecha los surcos y abultamientos naturales de la roca
zoomorfo mira hacia el interior de la cueva y es de buenas para darle mayor naturalismo. Los primeros se rellenan
dimensiones. Las medidas del animal superan los 70 cm de color remarcando los bordes y los relieves de la pared
de largo, una cruz de 29 cm y una longitud corporal de 48 proporcionando un volumen especial a la forma. A su de-
cm. Representado de perfil se ve bien trazado el cuerpo recha, y también aprovechando una pequeña hendidura

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Figura 7: Fotografía del grupo 2. Uro y vulva.

roma de la pared, un trazo de 7 cm se dispuso vertical- 3.3. Grupo 3. Pasaje de entrada


mente (N.º 7). Algo más a la derecha y sobre el arco de la
gatera se aprecian restos de manchas rojas muy tomadas Tal como se comentaba al principio, la exploración
por la carbonatación de la pared (N.º 8). Al menos se ve de la cueva ha permitido encontrar otras pequeñas ma-
una larga línea y rasgos dispersos. nifestaciones gráficas. El primer grupo19 (Figura 8) se en-
Este grupo y el anterior parecen pintados de manera cuentra a pocos metros de la entrada al cruzar un pequeño
muy forzada tanto por la estrechez del conducto, en el arco que desde la primera sala da paso al pasaje que con-
duce al final de la cueva. Sobre la parte superior de una
que apenas cabe una persona, como por su proximidad
pared bastante lisa se aprecia en la parte baja un trazo,
al suelo. No obstante, pensamos que el plano de trabajo
de apariencia reciente, longitudinal (40 cm de largo) y
desde el que se pintaron debía estar algo más bajo que el
grabado con un objeto romo (N.º 9). Sobre él, y a más de
actual. El nivel presente está constituido por arcillas par-
dos metros del actual suelo, se ven unas líneas realizadas
das donde se ven algunas conchas y huesos. Posiblemente
se trate de una colmatación posterior a la ejecución de las
pinturas. Aunque sin una excavación será muy difícil de   Este grupo tampoco se menciona en la publicación de Rodrí-
19

determinar. guez Asensio, al igual que el grupo 4.

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alberto martínez-villa

Figura 9: Fotografía de detalle del grupo 4.

Figura 8: Fotografía y dibujo de figura


de un posible cáprido. Grupo 3.
manera ascendente. Son trazos finos y repetidos que llegan
a configurar una línea de unos dos centímetros de grosor.
La galería final contiene (N.º 15) en una de sus pare-
des unas digitaciones de 15 cm realizadas sobre la arcilla
con grabado muy fino (N.º 10). Se trata de un trazo largo blanda de la misma y rodeando un pequeño espeleotema.
vertical que se continúa con otro ovalado que termina Es difícil precisar su antigüedad.
de manera ascendente y se acompaña de otro pequeño y
ligeramente curvo de 6 cm. Podrían interpretarse como
4. PARALELOS E HIPÓTESIS CRONOLÓGICA
parte del hocico, cuerno y cuello de un animal (proba-
blemente un cáprido). La figura tiene unos 31 cm de alto
y 18 de largo. Las figuras más significativas de la cueva son, sin
Siguiendo el pasaje en su primera curva y a 80 cm duda, las pinturas de los grupos 1 y 2, en concreto los
del suelo, en una pequeña oquedad se aprecian restos de dos bóvidos, especialmente el segundo y la vulva que le
pintura roja de unos 13 cm (N.º 11) y siguiendo, bajo otro acompaña. Tanto su estilo como la forma de representar
entrante del techo y a 1,40 m del suelo (N.º 12), más restos estas figuraciones nos pueden ayudar a contextualizar me-
de pintura roja (35 cm). jor estas grafías.
Comenzando por la forma n.º 4 del grupo 2 (uro
completo y por tanto más representativa); se encuentran
3.4. Grupo 4. Galería izquierda
varios paralelos en cuevas de la Cornisa Cantábrica re-
La última formación (Figura 9) se ha descubierto en el cogidos, sintéticamente, por G. Sauvet20 dentro de ese
pasaje que gira hacia la izquierda, en un punto donde aquél mundo de figuras rojas que domina las primeras etapas
se estrecha y previo a un escalón rocoso que da paso a la del arte paleolítico de la región: Covalanas21, Garma22,
sala final. La pared se ve muy rozada y gastada por el paso
continuo. Los grabados se encuentran como a un metro
veinte del suelo observándose varios trazos finos y otros
20
  Sauvet, G. (2015): «Una nueva figura roja en la cueva de El
Buxu (Cangas de Onís, Asturias)». Zephyrus LXXV. 165-172. Se trata
más complejos formando un conjunto de unos 60 cm. de las cuevas de El Buxu, Pasiega, Castillo, Garma y Haza. Así como
Los grabados más finos se observan en la parte superior del la francesa de Combier.
grupo (N.º 13). Se trazan de manera horizontal y paralelos 21
  Moure, J. A.; González Sainz, C. y González Morales, M. R.
entre sí sobre un raspado o estriado –en parte– realizado (1991): Las cuevas de Ramales de la Victoria (Cantabria). Arte rupestre
sobre la pared, algunos se cortan entre sí queriendo cons- paleolítico en las cuevas de Covalanas y La Haza. Universidad de Canta-
bria, Santander, 35. Guarda similitudes con Trescalabres 2-1, como son
truir algún tipo de figura rectangular. Tanto en el extremo
la doble línea de contorno de las patas traseras, el morro cuadrangular,
superior como inferior se ven más líneas finas perdidas. El la disposición de las patas, la actitud en un caminar forzado, etc.
centro del conjunto se constituye por varios trazos curvos 22
  Arias, P. et al. (1997): «El proyecto “Estudio integral del com-
(N.º 14), algunos superpuestos a los anteriores, alineados de plejo arqueológico de La Garma (Omoño, Cantabria)”. Primeros re-

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las cuevas de trescalabres. quintana, llanes, asturias. nuevos hallazgos y aportaciones a su arte parietal

Pasiega A 23 y C24 o la cabeza de uro de El Castillo25 (caso cueva de Tito Bustillo27. A ella se suma la figura de un
similar al bóvido N.º 1 del Grupo 1). Todos presentan bóvido28. Ambos situados en el mismo pasaje y próximos
ciertas características comunes: trazo rojo continuo, salvo entre sí.
algún caso como Covalanas o La Garma26 que aparecen Uros en rojo, aunque de un estilo diferente a los aquí
realizados usando punteado o mixto como la cabeza de El tratados, también se encuentran en la base del panel de
Castillo; tendencia a pintar los cuernos abiertos (en lira Candamo (Muro de los Grabados)29 donde se asocian a
en casos) con perspectiva biangular oblicua, y de manera hileras de puntos. Un tipo de relación (uro-puntos) que se
simple y esquemática destacando el moñete de la frente; rastrea desde el Auriñaciense hasta el Solutrense en Francia
el cuerpo, de perfil, se suele dibujar muy estirado aunque (Abrí Blanchard, Tête-du-Lion o Isturitz) como reconocen
respetando esa fortaleza de la zona del cuello y pecho de D. Gárate, O. Rivero y J. Ríos-Garaizar30, vinculando este
los bóvidos; variabilidad en el tratamiento de las patas; el fenómeno a otros casos como son Covalanas y Pasiega A.
hocico se representa de manera geometrizante (tendencia Nuevamente se quiere entroncar esa tradición de figuras
trapezoidal o cuadrangular) y alargado como el resto de
rojas31 a periodos ante-magdalenienses como defiende G.
la figura. Los cuerpos se pueden modelar con doble con-
Sauvet para los bóvidos ya mencionados32, horizonte o
torno y algunos sombreados pero, nuevamente, de una
contexto cronológico con el que estamos de acuerdo. Pa-
manera poco trabajada y esquemática, como a grandes
rece muy interesante esta conexión de bóvido con líneas o
trazos.
masas de puntos al igual que la vinculación de signo tipo
Tanto el primer uro (cabeza del Grupo 1, N.º 1) como
el segundo bóvido de Trescalabres (Grupo 2, N.º 4), guar-
dan, a nuestro entender, mayor similitud, dentro de este 27
  Menéndez, M. y García, B. (2014): «El nuevo horizonte de
pequeño conjunto iconográfico, con las figuras de La Pa- pinturas rojas de la cueva del Buxu, Asturias, España». M.ª S. Corchón
siega A o El Buxu. Es especialmente relevante este último y M. Menéndez (eds.), Cien años de arte rupestre paleolítico. Universidad
caso: por su proximidad, al encontrarse dentro de la mis- de Salamanca, Salamanca, 65-73. Este horizonte se encuadra en los
orígenes del arte paleolítico.
ma área geográfica, como por el tipo de asociación animal 28
 Sauvet, 2015: 165-172.
y signo, que muestran ambos casos (Buxu y Trescalabres). 29
  Corchón M. S. et al. (2014): «El arte parietal paleolítico de la
La cueva de El Buxu ha mostrado un nuevo e intere- cueva de La Peña (Candamo, Asturias): cien años después de Eduardo
sante horizonte de pinturas rojas donde, al inventario de Hernández-Pacheco». M.ª S. Corchón y M. Menéndez (eds.), Cien años
varios puntos y signos, se han unido una vulva con una de arte rupestre paleolítico. Universidad de Salamanca, Salamanca, 31-51.
30
  Gárate, D.; Rivero, O. y Ríos-Garaizar, J. (2015): «Evaluating
composición de sus pigmentos y estructura que la relacio-
Aurignacian art in Iberia... if really exists», Palethnology, 236-255. Inclu-
na con los mismos ideomorfos femeninos de la cercana yen también el caso de Trescalabres con el bóvido del grupo 2. Nuestra
revisión no permite ver ninguna agrupación de puntos salvo difusas
manchas frente a él pero que se deben corresponder con figuras perdi-
sultados». Actas del II Congreso de Arqueología Peninsular de Zamora, das por acción de la carbonatación de la pared. Por contra, sí aparece un
147-162. punto bajo la testud del otro uro del grupo 1. Éste no se menciona en el
23
  Breuil, H.; Obermaier, H. y Alcalde del Río, H. (1913): La citado artículo. Creemos que los citados puntos son alguna sombra que
Pasiega á Puente Viesgo (Santander, Espagne). Mónaco, 12-13. El bóvido fue interpretada como tales en la visita de D. Gárate a la cueva en 2002.
de Pasiega A es el número 40. Está de perfil, patas delanteras en movi- Por tanto, descartamos esa interesante asociación de figura y signo para
miento y carece de cuartos traseros. Fuerte maxilar y forma cuadrada de el caso de Trescalabres (bóvido Grupo 2), salvo que queramos verla en
la cabeza, doble línea pectoral como Trescalabres 2-1. La potencia de la el caso de la cabeza de uro (Grupo 1). Esta figura sí nos parece que está
forma de la cabeza también nos recuerda a Trescalabres 1-1. El segundo más próxima, por su potencia, al toro de Pasiega A.
bóvido de la Pasiega A es el n.º 27. Se trata de una figura muy estirada, 31
  Fortea, J. (2007): «El arte paleolíco del oriente de Asturias»,
algo esquemática. Guarda cierta similitud con Trescalabres 2-1 en la for- en El arte rupestre prehistórico del oreinte de Asturias (S. Ríos, C. Gar-
ma de tratar los cuartos traseros al marcar el arranque de los dos muslos. cía de Castro, M. de la Rasilla y J. Fortea), pp. 218-219. Gárate, D.
24
  Breuil, Obermaier y Alcalde del Río, 1913: 24. Figura n.º 79. (2006): Análisis y caracterización de los conjuntos parietales con grafías
25
  Alcalde del Río; Breuil, H. y Sierra, L. (1911): Les Cavernes de zoomorfas punteadas. Una expresión pictórica propia del Paleolítico Supe-
la région cantabrique (Espagne). Mónaco, 129. Se trata de la figura 70 rior Cantábrico. Tesis doctoral. Universidad de Cantabria, Santander.
de su inventario. Gárate, D. (2008): «Las pinturas zoomorfas punteadas del Paleolítico
26
  Este caso estudiado por D. Gárate en su tesis doctoral muestra Superior Cantábrico: hacia una cronología dilatada de una tradición
varios rasgos que ayudan a su interpretación cronológica. A este bóvido gráfica homogénea». Trabajos de Prehistoria, 5-2, pp. 29-47; González
se le superpuso un megaceros de color violeta. Posteriormente se repa- Sainz, C. (2013): «Una introducción al arte parietal paleolítico de la
só con grabado añadiendo un ojo y corrigiendo la perspectiva de los región cantábrica». Arte sin artistas. Una mirada al Paleolítico. Museo
cuernos de biangular recta a oblicua. Entre el uro pintado y repasado Arqueológico de Madrid, Alcalá de Henares, 169-170; Menéndez, M.
existe un lapso temporal que marca la ejecución de la pintura violácea. (2014): «Desde Candamo hasta la cueva de El Pindal: un siglo de es-
Gárate, D. (2006): Análisis y caracterización de los conjuntos parietales tudios del arte paleolítico en Asturias». Entamu XVIII, UNED, pp.
con grafías zoomorfas punteadas. Una expresión pictórica propia del Paleo- 205-226; Balbín, 2014.
lítico Superior Cantábrico. Universidad de Cantabria, p. 135. 32
  Sauvet, G., 2015: 170.

88
alberto martínez-villa

vulva con uro tal como la vemos en El Buxu y Trescala- ciones, meandriformes, oquedades coloreadas o con trazos
bres33. Esta cueva, como ya se expresó, muestra un caso y puntos a su alrededor, alineaciones de barras verticales,
claro en el grupo 2 y posiblemente en el ejemplo del grupo etc43. De hecho, ese horizonte de signos parece claro en
1 con la cabeza de bóvido y la posible vulva junto a él. cuevas como Tito Bustillo, donde se han encuadrado en
El signo femenino del grupo 2 de Trescalabres y el torno al 30000 BP44, una cueva que muestra un largo uso
posible del grupo 134 se unen a ese conjunto sígnico de pictórico con un importante horizonte gráfico dentro de
especial importancia en la cuenca del río Sella y de la ma- esas primeras etapas del arte que parece llegar hasta el Gra-
rina. Área rica e intensa en esta clase de expresiones es- vetiense45. Esas fechas tempranas encajan perfectamente,
quemáticas referidas explícitamente al exterior del órgano también, con la serie de fases artísticas de Llonín46. El pa-
sexual femíneo. El mayor número de figuras de este tipo, nel de esta cueva muestra un primer momento de figura-
pintadas en rojo, se encuentran en la mencionada cueva ciones rojas, entre las que destacan una forma femenina y
de Tito Bustillo35 pero también en El Sidrón, Balmori36, una vulva que «recuerda esquemas similares del Camarín
Pindal37, Llonín38 o Pruneda39. A este tipo de ideomorfo de las Vulvas de Tito Bustillo»47.
habría que unir aquellos que se encuentran grabados en la
entrada de El Covarón (La Pereda, Llanes)40. 5. CUEVA DE TRESCALABRES II48
Se trata de un conjunto de signos muy homogéneo
tanto por el tipo de iconografía (algunas formas más ex- A una decena de metros, al oeste, de la entrada de
presivas que otras) como por su concentración espacial Trescalabres I y siguiendo la misma línea del cantil calizo
en la misma comarca. Un hecho único en el Paleolítico que marca la visera del abrigo, se abre una pequeña boca
Europeo como señala R. Balbín41. Las representaciones de de unos dos metros cuadrados (Figura 10). Ésta da acceso
vulvas se han venido enmarcando cronológicamente en a una cueva conocida en los años ochenta por algunos
las primeras etapas del arte paleolítico cantábrico42 dentro grupos espeleológicos49. La entrada se sitúa unos dos me-
de ese mundo de figuraciones rojas y expresiones no zoo- tros sobre el suelo del vestíbulo. Hay que descolgarse hasta
morfas como digitaciones cortas, alineaciones de puntua- llegar a un pasaje que continúa por una sala de unos 20
m², la cual se ramifica en dos conductos, uno al este y otro
al sur. El primero se va colapsando por diferentes costras
33
  Podemos sumar un tercer caso. Al revisar los grabados exte-
y espeleotemas, el segundo da paso a una galería en forma
riores de El Covarón se pudieron identificar dos estrechas vulvas. Al
seguir las lineas horizontales del conjunto parece intuirse la forma de de tubo de un metro de ancho por unos 70 cm de alto
un bóvido sobre ellas.
34
  La disposición en lira de ésta nos recuerda a las formas exterio-
res de las vulvas de Tito Bustillo. 43
  Fortea, J. (2007), Gárate, D. (2006): Gárate, D. (2008) Gon-
35
  Balbín, R. y Moure, J. A. (1981):»Pinturas y grabados de la zález Sainz, C. (2013) Menéndez, M. (2014) Balbín (2014).
cueva de Tito Bustillo (Asturias). Conjuntos II a VII». BSEAA XLVII. 44
 Balbín et al. (2007): «Trabajos arqueológicos realizados en el
Universidad de Valladolid. 10-14. conjunto prehistórico de Ardines en Ribadesella desde el año 1998».
36
  Mallo Viesca, M. y Suárez Díaz J. M. (1973):»Las pinturas de Excavaciones Arqueológicas de Asturias 1999-2002. Oviedo, 27.
la cueva de La Riera y Balmori». Zephyrus XXIII y XXIV. Universidad Pike, A. et al. (2012): «U-Series Dating of Paleolíthic Art in 11
de Salamanca. 19-37. caves in Spain». Sciencie 336, 1409-1413.
37
  Jorda, F. y Berenguer, M. (1954):»La cueva de El Pindal (Astu- 45
 Balbín, 2007: 35.
rias). Nuevas aportaciones». BIDEA XXIII. Oviedo, 331-377. 46
  Fortea, J. et al. (2004): «Lárt parietal et la séquence archéolo-
38
  Fortea, J. et al. (2004): «Lárt parietal et la séquence archéolo- gique paléolithique de la Grotte de Llonin (peñamellera Alta, Asturies,
gique paléolithique de la Grotte de Llonin (peñamellera Alta, Asturies, Espagne)», Préhistoire, Art et Sociétés LIX, 7-29.
Espagne)». Préhistoire, Art et Sociétés LIX 7-29. 47
  Fortea, J. et al. (2007): «La cueva de Llonín (Llonín, Peñame-
39
  Martínez-Villa, A. (2014): «Nuevas evidencias de arte rupestre llera Alta). Campañas de 1999 a 2002». Excavaciones Arqueológicas de
en el Paleolítico del valle Sella-Güeña. Contexto y territorio». Cien Asturias 1999-2002. Oviedo, 83.
años de arte rupestre paleolítico (Eds. S. Corchón y M. Menéndez). Uni- 48
  El hallazgo se produjo el 15 de abril de 2017 al realizar la explo-
versidad de Salamanca. Salamanca. 301-318. Al lado de un gran signo ración del complejo Trescalabres dentro de nuestro trabajo de investi-
rectangular y a unos metros de un ciervo rojo se ven trazas de signos gación de este sistema. Este descubrimiento fue realizado entre Marelia
circulares que se podrían interpretar como vulvas. Gil y Alberto Martínez-Villa. Confirmada esta pequeña muestra de arte
40
  Este estudio corresponde a un proyecto de investigación, del se comunicó a la Dirección General de Patrimonio mediante llamada
que formamos parte, dirigido por Mario Menéndez. Durante 2015 y y correo electrónico, así como al director del Museo Arqueológico de
2016 se ha hecho una revisión de las grafías de esta cueva y se han Asturias para que se tomaran las medidas de protección oportunas.
practicado diversos sondeos. 49
  Se conoce como Ll-2 y fue explorada por el grupo Hades en
41
  Balbín, R. (2014). «Los caminos más antiguos de la imagen: 1987 y posteriormente por el grupo CADE en 1993. Información apor-
el Sella». En Expresión simbólica y territorial: los cursos fluviales y el tada por Pablo Solares de la Federación Asturiana de Espeleología. A la
arte paleolítico en Europa (Ed M. A. de Blas). RIDEA, Oviedo. 80. espera de un estudio más detallado de la cavidad y de este conjunto se
42
 Balbín, 2014: 80. ha adelantado en esta nota el hallazgo.

89
las cuevas de trescalabres. quintana, llanes, asturias. nuevos hallazgos y aportaciones a su arte parietal

Figura 11: Fotografía de grabados digitales. Trescalabres II.


Figura 10: Fotografía de la entrada de Trescalabres II.

con una longitud de unos 20 m. Ésta conduce al interior las cuevas de Los Canes, Covaciella y Subores en el Cares-
de la caverna. Deva. La forma de envolver los espeleotemas, protube-
Nos centramos en el vestíbulo. Su suelo es de arcillas rancias e irregularidades de la pared nos recuerda mucho
pardo oscuras. Se pueden ver restos óseos, algunos cantos a la cueva de Los Canes en Cabrales51. Esa profusión de
de cuarcitas rotos de manera antrópica y pequeños car- trazos curvilíneos y descendentes agrupados en pequeños
bones. Da la sensación que pudiera ser la superficie de paneles, como se indicaba, se encuentran tanto en la men-
un yacimiento conectado con un abrigo exterior y oculto cionada cueva como en Tempranas52.
por derrubios de ladera y formaciones cálcicas. Hacia el
centro de la sala se ve colgar una hilera de estalactitas muy
alteradas y cubiertas por algas, líquenes y hongos. Es una 6. CONCLUSIÓN
fila de unos dos metros por 70 cm, muy visible y donde
se pueden contemplar, en su cara sur, diferentes grabados La cueva de Trescalabres es un interesante yacimien-
digitales, con una pátina y alteración similar a las del resto to paleolítico, aún por estudiar en profundidad, como
del espeleotema donde fueron trazados (Figuras 11 y 12). A muestran los últimos hallazgos. Da la sensación de que
la zona le llega la luz del día. las primeras investigaciones se centraron en un área con-
Los grabados se trazan en bandas de unos diez centí- creta del abrigo pero la inspección de la zona muestra que
metros y de cuatro trazos bastante marcados hechos con buena parte del mismo puede estar aún oculta. Los nue-
los dedos. Recorren la superficie de la estalactita bordean- vos hallazgos permiten especular sobre las posibilidades
do sus protuberancias de manera descendente y serpen- arqueológicas de esta estación paleolítica.
teante con longitudes de 30 a 40 cm. Se pueden definir Sobre las pinturas y otras manifestaciones gráficas, es
cinco grupos. Si la mayoría de los trazos son verticales, aún pronto para significarse en cuanto a una cronología
en el conjunto 2 se observan, en el extremo inferior del pero tanto el estudio del estilo como los paralelos de las
espeleotema, unas líneas más cortas horizontales, incluso figuras de bóvidos y vulvas, así como la asociación de
parecen rematar a modo de estrella en la parte roma de la ambos, parecen llevarnos a momentos que se han deno-
estalagmita. Un caso similar se puede ver en la cueva de minado pre-magdalenienses o ante-magdalenienses. No
Los Canes. sería descartable, si atendemos a la única evidencia de
A falta de un estudio más detallado de Trescalabres II,
encontramos un paralelo claro50 con este tipo de técnica
y grafías en la cercana cueva de Las Tempranas, a menos
51
  Arias, P. et al. (1981): «Notas sobre los grabados digitales de la
cueva de Los Canes (Arangas, Cabrales)», BIDEA 104. Oviedo,. 937-
de un kilómetro al norte; en Quintanal, a un kilómetro al
956
este; El Covarón, a tres kilómetros también al este; o en 52
  Rodríguez Asensio, A. y Noval, M. (2012): «Cueva Tempranas
(Posada, Llanes, Asturias)». Arias, P.; Corchón M.ª S. y M. Menéndez
(eds.), Actas de la Primera Mesa Redonda. El Paleolítico Superior Can-
50
  Otros casos cantábricos son Chufín, Altamira, Clotilde, Hor- tábrico. San Román de Candamo. Asturias, Abril 2007). Universidad de
nos de la Peña, Chimeneas, Salitre, Ekain, Altxerri, etc. Cantabria, Santander, 255-264.

90
alberto martínez-villa

Figura 12: Fotografía de grabados digitales. Trescalabres II.

ocupación paleolítica de la cueva adscrita, como se vio, Arias, P. et al. (1981): «Notas sobre los grabados digitales de la
al Solutrense. Ocupación que pudiese coincidir con el cueva de Los Canes (Arangas, Cabrales)». BIDEA 104. Oviedo. 937-956.
momento de realización de estas pinturas, no descartán- Arias, P. et al. (1997): «El proyecto “Estudio integral del complejo
arqueológico de La Garma (Omoño, Cantabria)”. Primeros resultados».
dose, a modo de hipótesis, un estadio anterior. Si bien
Actas del II Congreso de Arqueología Peninsular de Zamora, 147-162.
las figuras de los uros fueron encuadradas por Rodríguez Balbín, R. y Moure, J. A. (1981): «Pinturas y grabados de la
Asensio53, en su momento, en el estilo iv antiguo de Le- cueva de Tito Bustillo (Asturias). Conjuntos II a VII». BSEAA XLVII.
roi-Gourhan, tanto su forma compositiva paralelizable Universidad de Valladolid, Valladolid, 5-43.
con casos atribuidos al Gravetiense y Solutrense como se Breuil, H.; Obermaier, H. y Alcalde del Río, H. (1913): La
ha visto anteriormente, como su interesante asociación Pasiega á Puente Viesgo (Santander, Espagne). Mónaco.
a vulvas –nada indica que ambas figuras no sean coetá- Balbín et al. (2007): «Trabajos arqueológicos realizados en el
conjunto prehistórico de Ardines en Ribadesella desde el año 1998».
neas– empujan a creer que se está ante unas grafías más
Excavaciones Arqueológicas de Asturias 1999-2002. Oviedo, 23-36.
antiguas, al menos Pre-solutrenses/Gravetienses o dentro Balbín, R. (2014): «Los caminos más antiguos de la imagen: el
de un Solutrense Inicial. Sella». En Expresión simbólica y territorial: los cursos fluviales y el arte
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cueva de La Peña (Candamo, Asturias): cien años después de Eduardo
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Menéndez, M. (2014): «Desde Candamo hasta la cueva de El
Pindal: un siglo de estudios del arte paleolítico en Asturias». Entamu
53
  Rodríguez Asensio (1992: 87). XVIII, UNED, pp. 205-226.

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las cuevas de trescalabres. quintana, llanes, asturias. nuevos hallazgos y aportaciones a su arte parietal

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dad de Salamanca, Salamanca, 301-318.

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