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FRANCKE, Marfil Y PIAZZA, María del Carmen ( 2004) INVESTIGACION PARA LA

GERENCIA SOCIAL I, Material del Curso a Distancia, Maestría de Gerencia Social, Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú

Tema 2

EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

La investigación científica, tal y como ha venido siendo conceptualizada, no es un cometido


fácil. Implica actividades muy diversas y a ratos puede ser una tarea ardua. Generalmente,
requiere que el investigador esté muy conectado con otros colegas y mentores, pero a ratos
se siente como una labor muy solitaria. En algunas etapas, el proceso corre, como si tuviera
vida propia, y obliga a dedicarse muy intensamente a ella, pero a ratos supone labores
minuciosas y el proceso transcurre más lentamente y hasta se vuelve tedioso. Para
conseguir el certificado de “científico” hay que cumplir con altas exigencias y se requiere
desplegar habilidades diversas que no son igualmente fáciles de desarrollar para todas los
individuos. Además, no todos tenemos la vocación de ser investigadores. Por ello, la tarea
puede resultar mucho más difícil para unos que para otros.

CARACTERÍSTICAS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

“(…)un poema puede decirnos tanto sobre el amor o la soledad como un


completo estudio psicológico(...)” (Sabino, 1992: 16)

Hay diversos modos de generar conocimiento; el conocimiento científico es sólo


uno de ellos. Se distingue del conocimiento práctico, religioso, artístico, porque
en el proceso para generarlo se respetan los siguientes principios:

Rigurosidad: tanto en el uso del lenguaje -definiendo claramente y de manera


univoca los términos empleados- como en el registro de los procedimientos y
hallazgos.

Objetividad: alude a la intención de controlar los sentimientos, creencias e


ideas previas del investigador (pre-juicios) a fin de que no obnubilen su
capacidad analítica y su actitud crítica. No se pretende, hoy en día, neutralidad
frente a los problemas ni ocultar o ignorar la subjetividad del investigador, por el
contrario, porque se la reconoce, se busca mantenerla bajo control.

Racionalidad: se privilegia el pensamiento racional, en oposición a las


intuiciones, sentimientos, creencias religiosas o políticas, como medio
fundamental para obtener conclusiones o hacer afirmaciones acerca de la
realidad.
Sistematicidad o carácter metódico: los procesos de búsqueda, análisis e
interpretación se hacen de manera ordenada y sistemática, a fin de asegurar la
inclusión de toda la información posible y de todos los procedimientos necesarios
para minimizar la parcialidad y asegurar la calidad del conocimiento que se
obtenga. Se intenta construir sistemas de ideas, organizados y coherentes, a
partir de los cuales se pueda establecer generalizaciones o afirmaciones válidas
para conjuntos amplios de la población.

Falibilidad: se reconoce explícitamente la posibilidad de cometer


equivocaciones; se afirma que la investigación científica no produce la “verdad”
única e irrevocable sino algunas constataciones útiles para seguir avanzando,
pero provisionales. Se exige que las afirmaciones sean verificables por otros.
Porque se reconoce su falibilidad, se les somete permanentemente a crítica. De
allí el carácter dinámico y abierto, en constante cambio y recreación, del
conocimiento científico.

Construcción social: se reconoce que, como todo conocimiento o producto


humano, es una construcción social, histórica, cultural y, por tanto, no ajena
a las pugnas por cuotas de poder.

Fuente: Sabino (1992:16-18).

Las exigencias y habilidades requeridas para la investigación científica son altas, pero no
deben convertirse en medios para excluir a grupos importantes de población. Todos los
seres humanos tenemos la capacidad de generar conocimientos y resulta un imperativo
ético y un requisito para el desarrollo fundado en la realización de los derechos humanos
encontrar las maneras de estimular y guiar a quienes no son investigadores de vocación a
cultivar el afán de seguir aprendiendo y el espíritu crítico y cuestionador de verdades
establecidas. La universidad es uno de los lugares donde se intenta hacerlo.

A diferencia de la escuela, donde tempranamente se coacta el ímpetu inquisitivo de las


personas -contradicciones del sistema educativo formal-, en la universidad se nos ofrece la
oportunidad de aprender a investigar y se nos exige que hagamos la prueba, que pongamos
en práctica las habilidades requeridas y despleguemos las reglas y procedimientos
establecidos para llevar a cabo una investigación: por ello se nos solicita una tesis para
graduarnos.

Este curso está dirigido a los alumnos de la Maestría en Gerencia Social que no tienen el
dominio o la especialización requeridos para hacer una investigación científica y busca
acompañarlos en la tarea de realizar su tesis así como en el desarrollo de competencias para
la gestión de procesos de conocimiento científico, en el marco de sus responsabilidades
como gerentes sociales.
LA TESIS: OTRA OPORTUNIDAD

La tesis es la prueba que marca el tránsito a la categoría de profesional. Permite a


la vez medir y someter a prueba nuestro dominio de los postulados y
conocimientos acumulados en el campo de la profesión, así como desplegar y
acrecentar nuestras habilidades y capacidades para la generación de nuevos
conocimientos. Por ello, deberíamos entender y asumir la tesis como una
oportunidad que hay que aprovechar. Pero lo cierto es que la mayoría de los
estudiantes se “atracan” prontamente en el proceso. Los entusiasmos iniciales se
diluyen más o menos rápidamente y la tesis se empieza a convertir en un
sufrimiento, en una deuda pendiente que va creciendo y que se desea olvidar. Lo
grave de esta historia tipificada como el síndrome TMT (“todo menos tesis”), es
no sólo que se abandona la posibilidad de obtener el título profesional al que el
alumno se ha hecho acreedor tras varios años de estudio y considerables
esfuerzos, sino que deja una herida o trauma, pues le hace creer que no es capaz
de generar conocimiento y lo conduce a renunciar a este propósito.

Sobre los diversos factores y dinámicas que inciden en este problema, sobre las
responsabilidades que tienen las instituciones educativas y los profesores en la
génesis y reproducción del mismo, no se seguirá abundando. Lo que interesa es
que los participantes en la Maestría de Gerencia Social –y cualquier otro lector-
puedan superar ese trauma, si lo tienen. La angustia paraliza y restringe la
libertad. Nuestra intención es pedirles, por ello, que reflexionen sobre sus
experiencias previas de investigación y de haber enfrentado la tarea de hacer una
tesis, invitarles a que encuentren los ámbitos que los satisfacen, lo que les gustó y
lo que les salió bien, e identifiquen los nudos, los momentos difíciles y de
quiebre; que analicen los factores que pudieron influir en las experiencias
frustrantes y que aíslen los factores personales y los pongan en duda. Que se den
la oportunidad de entrar a la tarea de pensar y llevar a cabo su tesis de Maestría
de Gerencia Social con tranquilidad y confianza en sus propias capacidades.

A continuación se presenta una propuesta que permite distinguir los procesos básicos que
están implicados en todo intento de generar conocimientos que tengan validez científica.
Dicha propuesta se inspira en los maestros latinoamericanos –Ander Egg, Sabino, Bunge,
entre otros-, quienes a su vez se han nutrido de epistemólogos y metodólogos clásicos.
También recoge nuestras experiencias de investigación y los aprendizajes que hemos ido
obteniendo a lo largo de nuestra trayectoria de enseñanza universitaria y de asesoría de
tesis.

El esquema que se ofrece es muy simple, con la idea de que sirva tanto a quien se propone
hacer un diagnóstico o una evaluación como a quienes se interesan en involucrarse en
procesos más complejos, atendiendo a los cánones clásicos o haciendo uso de los
instrumentos más modernos y sofisticados disponibles hoy en día para la investigación.
Cabe reiterar que se trata de una propuesta simplificada con fines didácticos, que no debe
tomarse como un recetario y “aplicarse” al pie de la letra.

El punto de partida de la investigación: toparse con problemas,


hacerse preguntas

No se emprende una investigación científica “porque me interesa un tema” o sólo porque


tiene que hacer una tesis. Es más, nadie investiga “temas”. Cuando nos interesa un tema,
buscamos información sobre éste, leemos, discutimos, aprendemos más sobre el mismo.
Pero eso no genera nuevo conocimiento, no es propiamente lo que llamamos “investigar”.
Tampoco el interés por un tema constituye suficiente motivación para sostener el esfuerzo a
lo largo de las etapas difíciles del proceso de investigación. Mantener el ímpetu y el
entusiasmo inicial con energía y convicción suficientes y seguir adelante hasta llegar a la
meta deseada, requiere una motivación profunda, un enganche emocional, algo más fuerte
que un simple “me interesa”.

Las personas, los grupos humanos, investigan cuando encuentran problemas, cuando se
topan con preguntas tan apremiantes que no los dejan seguir viviendo igual, que los
persiguen, invaden sus sueños y se cuelan en medio de sus actividades rutinarias. Un
problema es mucho más que un “tema”: un problema es algo que nos causa disgusto, que
nos preocupa, que nos rebela y nos desafía, pero que puede ser resuelto y que nosotros
consideramos al alcance de nuestra intervención. Por ello, un problema es algo que nos
motiva a la acción, que nos invita a tratar de resolverlo.

Los problemas sociales (en el sentido de que no son sólo de una persona o de una familia)
son, siempre o casi siempre, transformables en problemas de conocimiento. Cuando
quienes sufren o perciben un problema social deciden que el primer paso en el curso de
acción es entenderlo, éste se convierte en problema de conocimiento y asistimos, entonces,
a la génesis de un proceso de investigación.

Los problemas de conocimiento o investigación también pueden nacer de otra fuente: la


insatisfacción con el estado de la ciencia. Cuando una persona o grupo tiene dudas o se
siente insatisfecho sobre lo que se afirma como conocimiento veraz, cuando no les
convencen las “verdades establecidas” o se hacen preguntas sobre algunos aspectos o
afirmaciones que sustentan estas “certezas” compartidas ampliamente, el camino a
emprender es la investigación.

Hay pues diversas maneras de producirse los problemas de conocimiento y de iniciarse


procesos de investigación. También son diversos los tipos de investigación por los que se
puede optar. Así como no siempre se requiere encontrar un problema nunca antes
abordado, tampoco se precisa que una investigación sobre un problema ya estudiado
invente una manera diferente, una aproximación metodológica no experimentada antes.

Una nueva mirada, rigurosa y sistemática sobre información generada por otros para
validar una hipótesis puede generar nuevos conocimientos. Asimismo, una investigación
que reproduzca una propuesta metodológica y un proceso seguido por otros buscando
generar y procesar información adicional sobre el mismo problema, seguramente habrá de
generar nuevos conocimientos. Esta última afirmación es particularmente válida para la
investigación social porque, como el mar que en apariencia no cambia pero cada día tiene
otro movimiento, otro color y otro sonido, los problemas sociales siempre están cambiando,
nunca son exactamente iguales. Por ello, la investigación social es siempre una aventura,
una especie de viaje por un terreno desconocido.

Los momentos fundamentales

Como toda aventura, la investigación es un proceso dinámico y cambiante donde se


presentan muchos imprevistos y donde la propia información que se va generando obliga a
revisar lo que ya se tenía avanzado: las certezas previas. Se torna así en un proceso
iterativo, donde se requiere ir y volver, detenerse a revisar –en ocasiones- antes de seguir
avanzando. Por lo mismo, es un proceso creativo, donde no cabe la aplicación mecánica de
recetas, pero donde el riesgo de perderse o caerse por el barranco se reduce notablemente si
se respeta un protocolo básico o un código de conducta. De allí la insistencia en trabajar
atendiendo a los principios del conocimiento científico.

Dentro de este proceso continuo y sinuoso, podemos identificar algunos hitos claves: puntos
en el camino a los que debemos arribar, etapas o procesos que es preciso completar, antes
de seguir avanzando. Estos “hitos” nos ayudan a diferenciar cinco etapas o momentos clave 1.
No se trata de etapas cancelatorias: si bien no es recomendable adelantarse a una siguiente
etapa sin haber culminado la anterior, en la realidad casi nunca suceden las cosas “como
deberían ser”. Más bien, al investigar, casi siempre vamos avanzando en paralelo, casi
nunca iniciamos la segunda etapa después de haberse culminado la primera, o la cuarta
recién cuando se ha culminado la tercera. A veces sentimos la necesidad de volver a revisar
lo hecho en la primera etapa cuando ya estamos a la mitad o aún al final de la segunda. Esto
tiene que ver con el carácter iterativo y el carácter acumulativo del proceso de generación de
conocimientos.

Además, como ya se ha dicho, hay muchas formas de hacer investigación y no en todas se


presentan tan nítidamente diferenciadas las etapas que se señalan. De allí que alertamos,
como lo hacen los maestros en quienes nos inspiramos, que esta propuesta no debe tomarse
como un recetario en cinco pasos sino como lo que es: un recurso didáctico para apoyar el
aprendizaje de los nuevos investigadores. Lo que quisiéramos es que los lectores se
informen y reflexionen sobre la lógica interna del proceso de investigación a fin de que ésta
pueda pasar a ser de su dominio, es decir, que puedan hacerla propia y manejarla, con
rigurosidad y flexibilidad al mismo tiempo, respetando las reglas básicas sin que ello coacte
su creatividad.

Los cinco grandes momentos o etapas en un proceso de investigación científica serían:

1. La formulación del problema o momento “teórico-inquisitivo”


2. El diseño de la investigación o momento “metodológico”
3. La recopilación y ordenamiento de los datos o momento “empírico”

1
Nuestra propuesta está fuertemente inspirada en Sabino (1992:40-44), no obstante, diferenciamos cinco en vez de
cuatro momentos por razones didácticas. En todo caso, quede claro al lector que las clasificaciones, periodizaciones y
tipologías, son recursos analíticos y siempre tienen algo de arbitrarias, ya que se trata de diferenciaciones
artificialmente introducidas para hacer más manejable, didácticamente, lo que en la realidad se presenta como un
continuo.
4. El análisis e interpretación de los datos y la prueba de las hipótesis o momento
“técnico”
5. El momento de aporte al debate teórico y levantamiento de nuevas preguntas o
momento “teórico-propositivo”.

5
Momento
teórico
propositivo

1
Pregunta de
investigación
4
Momento
técnico

2
Momento
3
metodológico
Momento
empírico

Revisemos a qué aludimos con estos nombres, cuáles son las tareas fundamentales que es
preciso llevar a cabo en cada uno de estos momentos y qué capacidades o competencias se
requiere desplegar.
a. Formulación del problema e hipótesis (momento teórico-inquisitivo)

“Podrías indicarme cual es el camino más corto?” -preguntó Alicia al conejo. “Todo depende
de a dónde quieres ir”, le contesto éste” (Carrol, L. Alicia en el país de las maravillas).

La etapa inicial o punto de partida de cualquier proceso de generación de nuevos


conocimientos, es la formulación del problema. Sólo cuando tenemos claro qué es lo que
queremos conocer o entender mejor, podemos plantearnos una estrategia, un plan, para
generar ese conocimiento. Como dijo el sabio conejo a Alicia, en “Alicia en el País de las
Maravillas”, sólo puede llegar a su destino quien sabe a dónde quiere ir.

La formulación del problema comienza con las preguntas o con la identificación de


inquietudes, dudas, insatisfacciones, respecto al estado del conocimiento, las cuales se
pueden traducir en preguntas. Pero allí no acaba la formulación del problema; recién
empieza. La(s) preguntas(s) que motivan el inicio de la investigación equivalen a una
piedrecilla que podría ser un diamante en bruto. Para saber si en verdad se trata de un
diamante y conocer la fuerza e intensidad de su luz, hay que trabajarla, limpiar las
adherencias, tallarla y darle forma, afinar sus aristas y pulir sus múltiples caras para que
puedan brillar e iluminar con sus reflejos. De similar manera, las preguntas que nos
motivan a iniciar una investigación, una evaluación, sistematización de experiencias o
diagnóstico social, deben contrastarse con el conocimiento existente, descartándose
aquéllas que resulten improcedentes (sea porque ya existen respuestas claras y
satisfactorias, sea porque por que no conducen a caminos fructíferos, o porque por ser el
problema muy complejo, hay que decidirse por una sola puerta de entrada para su mejor
abordaje), y, a la luz de las teorías e interpretaciones vigentes, darle forma, consistencia y
solidez al problema de conocimiento.

Si bien el punto de partida es tener preguntas (de allí la caracterización del momento como
“indagatorio”), ello no basta: éstas tienen que ser informadas, filtradas, consolidadas, hasta
producirse una formulación coherente del problema que se va a investigar. Se requiere un
balance crítico y una lectura atenta, dialogante, del conocimiento existente y de los enfoques
conceptuales con los cuales éste se ha construido. Ese es el trabajo teórico que supone esta
primera etapa, momento crucial del proceso de investigación. En el proceso, las preguntas
se pueden transformar en hipótesis. Esto es recomendable aunque, como toda herramienta,
las hipótesis no siempre son indispensables o posibles de formular, como veremos en el
tema 6.

Si la investigación es una aventura, una especie de travesía en la oscuridad o por un terreno


desconocido, es de sabios equiparse lo más posible antes de emprender el viaje: conseguir
una brújula y sextante y estudiar los mapas celestiales. Los objetivos de la investigación
vendrían a ser las estrellas que ayudan a retomar el rumbo en la oscuridad y el balance de
los conocimientos e interpretaciones existentes (o “marco teórico”) equivaldría a los relatos
de los viajeros que nos antecedieron.

Con el problema claramente identificado y planteado, con objetivos de investigación para


guiar el recojo y el análisis de los datos, el investigador puede elaborar un primer perfil del
proyecto o anteproyecto de investigación (Sabino 1992:111). Este primer perfil o borrador es
un documento con el cual el investigador o tesista tiene que convencer y asegurar el apoyo
que requerirá para poder llevar adelante su aventura. Por ello, debe ser claro, directo y
convincente. Es también la plataforma de partida, el sólido terreno sobre el cual se puede
imaginar y diseñar el resto del proceso: la ruta del viajero y los medios que se van a
emplear. Por eso, no se le debe escatimar tiempo ni dedicación: cuanta más claridad se
tenga antes de partir, más seguridad se tendrá de que se podrá arribar a buen puerto.

De otra parte, es importante tener en cuenta que el tiempo invertido en este primer
momento es también un tiempo de práctica y habilitación de algunas de las capacidades
fundamentales que habrá de desplegar el investigador en lo que resta de la trayectoria:

 la capacidad de formular preguntas o de ser inquisitivos;


 la capacidad de buscar y ubicar información existente, hasta llegar al “punto
de saturación” o solvencia temática;
 la capacidad de leer sistemática y críticamente;
 la capacidad de argumentar, exponer razones y sustentarlas ;
 la capacidad de sintetizar; y
 la capacidad de comunicar por escrito, de manera clara y directa, sin dar
lugar a ambigüedades.

b. El diseño de la investigación (momento metodológico)

Para aventurarse por un terreno desconocido no bastan los buenos discursos (propósitos
claros y bien fundamentados), ni haber ejercitado suficientemente las capacidades
fundamentales. Se requiere, además, tener un plan. Es decir, distinguir claramente qué se
va a hacer, cómo, con quién y con qué recursos. El segundo momento del proceso alude al
diseño de la estrategia y del plan operativo de la investigación. Es un momento que supone
tomar decisiones, elegir un camino y desechar otros. Requiere dominar algunas
herramientas técnicas y un conocimiento cuando menos panorámico de las diversas
opciones metodológicas abiertas para la investigación social2.

Este segundo momento comienza con la determinación del tipo de datos o información que
se requiere para validar las hipótesis o responder a las preguntas que guiarán la
investigación. Para ello, hay una herramienta muy útil, más aún si se la emplea en pareja: el
binomio variable-indicadores. La definición conceptual de las principales variables es clave,
además, para asegurar la rigurosidad en el uso del lenguaje, la univocidad de los términos
empleados por el investigador, requisito para la certificación de cientificidad del
conocimiento resultante de la investigación. La definición operativa de las variables, o
determinación de los indicadores, que son los datos que van a indicar la presencia y calidad
de las variables, facilita enormemente la identificación de las fuentes o lugares donde se
puede encontrar la información. A partir de aquí, el plan operativo de la investigación puede
fluir casi mecánicamente, pues el tipo de datos y las fuentes condicionan fuertemente las
técnicas e instrumentos que podemos emplear para conseguir, recopilar, ordenar y procesar
la información.

Pero corre peligro de perderse en el camino quien se deja seducir por la vía del diseño
lógico, mecánico, que se limita a tomar decisiones operativas, es decir, a definir variables,
indicadores y fuentes de información. Se requiere, paralelamente, pensar en el conjunto del
proceso que se viene, tomar decisiones de tipo estratégico, adelantándose a obstáculos e

2
Por investigación social nos referimos de manera amplia a la gama de temáticas abordadas por las disciplinas sociales:
historia, geografía, antropología, economía, sociología, linguística, ciencias de la comunicación, entre otras.
imaginando otras vías posibles de conseguir la información o fuentes alternativas. Para ello
se cuenta con otro binomio útil: diseño estratégico- plan operativo. Como en la parábola del
lisiado y el ciego: el ciego sólo puede avanzar a trompicones y corre peligro de dar vueltas en
círculo, el lisiado solo no puede caminar, pero ve bien y hasta muy lejos. Juntos pueden
llegar a buen puerto. Cualquier plan operativo, por bien hecho que esté, es ciego si no
cuenta con el respaldo de un plan estratégico que adelante una mirada al conjunto del
proceso y provea rutas alternativas si se presentan obstáculos no sospechados.

Por ello, a la par que se van definiendo variables e indicadores, el/la investigador(a) tiene
que soltar su creatividad e imaginar cómo podría llevarse a cabo la investigación: qué
puertas deberá tocar para conseguir la información, a quienes deberá convencer para que
compartan la información y con qué argumentos podrá generar los apoyos y consensos
requeridos. Y también preguntarse si existe algún otro camino para conseguir la
información necesaria para validar las hipótesis o si hay otro tipo de
información/indicadores a los que se pueda recurrir para abordar las preguntas de la
investigación y llegar a los objetivos que se han planteado.

En este punto del proceso, es importante dar una mirada hacia atrás y revisar el primer
producto del proceso: la delimitación y sustentación del problema, los aspectos de éste que
se ha elegido abordar, los objetivos de conocimiento propuestos, las hipótesis.

Pues, generalmente, hay más de una manera de abordar un problema de conocimiento y


casi nunca una sola entrada conduce a una comprensión global y cabal del mismo. Así que,
si el razonamiento estratégico, el análisis de obstáculos y el ejercicio de imaginación indican
que será muy difícil o costoso conseguir la información requerida, se pueden ajustar los
objetivos o bien, repensar las hipótesis, variables e indicadores, hasta conseguir un plan
viable y factible en los plazos y con los recursos disponibles. De esa manera, diseño
estratégico y plan operativo, van avanzando en paralelo y en diálogo, reforzándose
mutuamente y dándole consistencia al proyecto de investigación.

Llamamos a este momento metodológico porque se concentra en la elaboración del modelo.


Cual arquitecto que construye una maqueta, responde a la pregunta ¿cómo lo voy a llevar a
cabo? y sustenta las decisiones respectivas. Al culminar el proceso de diseño y luego de
examinar la consistencia de la propuesta, el investigador está en condiciones de completar
el documento que expone el proyecto de investigación (o plan de tesis, si fuera el caso). En
este segundo momento se requiere desplegar la capacidad creativa: imaginar procesos,
analizar su viabilidad e inventar cursos de acción. Asimismo, se requiere conocer los
distintos métodos y herramientas existentes para recolectar y procesar información y tener
criterios para seleccionar los que se van a emplear.

c. Recopilación de información (momento empírico)

Este es el momento de generar evidencias empíricas, es decir, información fáctica que


permita validar las hipótesis e intentar responder a las preguntas planteadas. Para ello, es
necesario, basándose en técnicas y herramientas ya validadas, diseñar los instrumentos
propios y el protocolo o curso más o menos detallado de las acciones que se realizarán.

Si bien todavía se da mucho aprecio a la investigación de campo que busca levantar datos
originales, no toda investigación requiere la producción de datos “de primera mano”. Hoy
en día, muchos estados, organismos internacionales y grandes empresas públicas y
privadas, generan información confiable periódica o permanentemente, tienen sistemas
creados para dicho fin, hacen control de calidad de la información y la publican
regularmente. De manera que el investigador en los albores del siglo XXI enfrenta una
situación muy distinta a la de hace cincuenta años: ahora hay información abundante, a
veces hasta en exceso y es importante aprovecharla. Ello, porque generar nueva información
es costoso. Dependiendo del tipo de información y dónde se pueda encontrar, puede costar
más en términos de la preparación profesional y del tiempo que se invierta en la recolección
y análisis, o bien ser más costosa en cuanto al procesamiento por medios computarizados.
Por eso, antes de decidir si habrá de generarse información primaria nueva, cabe explorar
las fuentes secundarias existentes y evaluar su calidad y confiabilidad.

El análisis detallado y exhaustivo de las fuentes secundarias y terciarias equivale al “trabajo


de campo” de la investigación basada en fuentes primarias. Pero, este tercer momento se
suele adelantar bastante cuando las investigaciones se basan exclusivamente en el análisis
de información documental o cuantitativa preexistente. En este tipo de investigaciones
“documentales”, las fronteras entre los momentos segundo y tercero de la investigación
suelen hacerse borrosas y ambas etapas se superponen en medida significativa.

Cualquiera sea el caso, en este momento tercero de la investigación se requiere que el


investigador despliegue su capacidad de organización para avanzar ordenadamente, con
una secuencia lógica. Se precisa, asimismo, paciencia y minuciosidad para asegurar un
recojo exhaustivo de la información, a fin de que al emprender el análisis y la interpretación
se disponga de toda la información requerida para dar respuesta a las preguntas y someter a
prueba las hipótesis.

d. Análisis e interpretación (momento técnico)

Es la etapa en la cual la información se ordena y procesa, generándose nuevos valores, si se


trata de un procesamiento estadístico, o nuevas categorías agregadas, si se trata de
información no cuantitativa. Esos nuevos valores (o significados) son analizados en sí
mismos y luego sometidos a procesamientos o pruebas adicionales. Así, de manera gradual
y sucesiva, se va analizando la información. Es un trabajo de gabinete, a veces arduo y
factible de prolongarse durante un buen tiempo.

El análisis, en términos muy gruesos, consiste en desagregar la información en sus


componentes o características esenciales (éstos elementos son los indicadores pre-
definidos, en unos casos, o bien indicadores que se determinan sobre la base de una
primera mirada global de la información recolectada, en otros) y describirlas, en sus rasgos
morfológicos (cantidad y calidad) y –cuando la data con que se cuenta lo permite- en sus
tendencias de cambio. Luego, en un segundo procesamiento, se comienza a examinar
binomios o conjuntos de datos para analizar sus relaciones y determinar cómo se
influencian unos a otros y en qué direcciones. Los productos que se van generando a través
de estos procesamientos requieren ser interpretados por el investigador, a partir del marco
teórico o “estado del arte” del conocimiento.
A manera de ejemplo, reflexionemos un momento en qué consiste y cómo se hace un
análisis de sangre. Se toma una muestra y, mediante procesos bio-químicos, se aíslan unos
de otros los elementos que la componen: glóbulos blancos y rojos, lípidos, etc. y se mide su
presencia. Ello da primer resultado: una tabla en la cual se consigna qué proporción de cada
uno de estos elementos hay en la sangre del sujeto. Esos datos, producto del primer
procesamiento, deben ser interpretados. Gracias a que se cuenta con bases de datos de
muchísimas muestras de sangre, la investigación médica ha podido establecer una tabla de
valores “normales” o rangos dentro de los cuales se considera que no hay indicación de
enfermedad o condición de riesgo para la salud de la persona. La comparación de los
valores individuales resultantes del análisis de una muestra contra esa tabla de valores
normales permite una primera interpretación: los valores del individuo están dentro o fuera
de “lo normal”. Si se encuentran valores que están fuera de “lo normal”, el médico
recomendará nuevos análisis, es decir, en la muestra de sangre se buscarán otros
indicadores (presencia de ciertos elementos poco comunes, por ejemplo). Asimismo,
acudirá a otras fuentes de datos para buscar mayores indicaciones de lo puede estar
causando la “anormalidad”: se pedirá al paciente hacerse otros análisis o pruebas. La
interpretación de los resultados de tales análisis y pruebas se hará, una vez mas,
contrastándola con tablas de “valores normales” y resultados de investigaciones científicas
realizadas con anterioridad.

Hoy en día, muchos médicos piensan que es mejor obtener toda la información posible de
una sola vez y solicitan al paciente todos los análisis desde el inicio, aun cuando no saben
cuán necesaria será toda esa información. La estrategia puede justificarse con diversos
argumentos, pero el costo puede ser elevado e innecesario. Casos similares se pueden
producir entre los investigadores sociales, especialmente, cuando no se tiene claramente
enfocado un problema o aquellos aspectos del problema en los que se desea centrar el
análisis.

Sea por falta de claridad en la definición del problema o porque el trabajo de campo ha sido
hecho con mucho cuidado y respeto por las propias dinámicas sociales en curso, el
investigador social a menudo se encuentra con que tiene mucha más información de la
originalmente prevista y que la riqueza y el potencial informativo de ésta rebasa largamente
los requerimientos de las hipótesis y preguntas de investigación. En no pocas ocasiones, tal
acervo encandila al investigador y éste, en el afán de “hacer hablar” a los datos, empieza a
explorar sucesivas rutas corriendo el peligro de perderse en un laberinto. Para evitar ese
riesgo, es importante tener siempre presente a dónde se quiere llegar; para ello, son claves
los objetivos y las preguntas de investigación o las hipótesis.
Existen a la fecha diversos programas computarizados que han hecho mucho más liviana y
rápida la tarea de procesamiento de la información. No obstante, ningún programa puede
sustituir las competencias del investigador: los datos procesados y las relaciones
matemáticas calculadas con alta precisión siempre requieren de la interpretación del
investigador, armado de un marco teórico coherente y de preguntas o hipótesis, del mismo
modo que se requiere de un médico, alguien que domina el conocimiento especializado
acumulado, para interpretar los resultados de los análisis sangre y otros exámenes de salud.

e. Nuevas preguntas y aportes al debate conceptual y metodológico


(momento teórico-propositivo)

Es la etapa final del proceso, a la cual no necesariamente se llega siempre en todas las
investigaciones. Se trata del momento en el cual, habiendo respondido a las preguntas de
investigación y validado o no las hipótesis, el investigador pone a debate con el resto de la
comunidad científica nuevas hipótesis o planteamientos teóricos que se derivan de la
inserción del caso específico investigado en el conjunto de conocimientos acumulados
previamente.

En este momento, el investigador sale de su trabajo solitario, de esa especie de “dialogo


controlado” que ha establecido entre los datos y las hipótesis, durante el momento técnico o
interpretativo, tratando de validarlas o refutarlas, y retoma el diálogo más amplio con la
comunidad científica: revisa las teorías o interpretaciones existentes sobre la problemática
general, refrenda algunas proposiciones, cuestiona otras, abre nuevas preguntas, propone
nuevas categorías y herramientas para el análisis, basado en su evidencia empírica y en los
resultados de su investigación. En otras palabras, lleva la interpretación más allá del caso o
población especifica con la que realizó el trabajo de campo y aborda el problema de una
manera más amplia, contribuyendo a la construcción de nuevas teorías o interpretaciones o
a la consolidación de las existentes. Este momento requiere un dominio muy profundo y
exhaustivo de la literatura existente sobre el problema y sobre la temática en la que éste se
inscribe. Por ello suele ser transitado mayormente por equipos altamente especializados
que se dedican exclusivamente a la investigación, o por individuos que han tomado a la
investigación como su principal o única ocupación.
Momento 1
¿?

Momento 2

Momento 3

Momento 4

Momento 5

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