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¿Desinformación o Indiferencia? Poder del Consumidor.

En la actualidad el sector agroalimentario es una de las industrias más grandes del mundo,
encargada de procesar alimentos, conservar y distribuir los alimentos alrededor del mundo.
Las cuestiones de calidad e inocuidad de los alimentos han recibido una intensa cobertura
de los medios de comunicación en los últimos años, lo que ha llevado a los consumidores
y a las partes interesadas de la cadena agroalimentaria a cambiar sus creencias, actitudes
y comportamiento. Los consumidores consideraban que la amplia disponibilidad,
conveniencia y bajo precio eran suficientes para suplir sus necesidades, habían sido
indiferentes frente a este tema. Sin embargo, esto ha cambiado, ahora los consumidores
quieren saber, entre otras cosas, lo que, sucedido durante la producción de los alimentos,
el porqué de tantos aditivos alimentarios son necesarios y que tan sanos y seguros son los
productos procesados (Aguilera, 2017), debido a que ahora existe más información en las
etiquetas de los alimentos, esto a causa de las reglamentaciones dadas por las políticas
alimentarias. Estos cambios se han reflejado en los recientes desarrollos en los patrones
de suministro, compra y consumo de alimentos. También ha aumentado el interés, no solo
en el papel y los mecanismos de información, sino también en la evaluación de las diversas
técnicas y vehículos para difundir información. Se han dedicado muchos esfuerzos a
evaluar los efectos de la publicidad y la cobertura de los medios de calidad y seguridad
alimentaria, investigar el papel de la confianza y la credibilidad de las fuentes de
información, y analizar el interés del consumidor y el uso de las señales de información
disponibles (Verbeke, 2005). Pero la desinformación o indiferencia por parte del
consumidor, solamente es una de las tantas afectaciones, también lo son las practicas
utilizadas con las que suelen engañar a los consumidores que no se afectan directamente.

En Colombia, principalmente en el departamento del Valle del Cauca existe una


problemática que amenaza fuertemente a la población vallecaucana, debido a que, es uno
de los departamentos con mayor monocultivo de caña de azúcar, terminando con casi
cualquier otra forma de agricultura en la región. Este cultivo se da a lo largo de la región,
más hacia el Este, en la vía que conecta Cali-Palmira, donde se observa un mar verde de
plantas de caña. En el tiempo de cosecha donde se da la quema indiscriminada de esta
caña que afecta a las poblaciones aledañas, dado que perjudica el sistema respiratorio de
humanos y animales, un estudio realizado en 2015 por la Universidad de Sao Paulo, Brasil,
determino que la salud de personas mayores, niños y asmáticos sufría especialmente por
estos incendios deliberados de la quema de caña de azúcar, la quema no solo afecta la
salud de personas y animales, también la fumigación aérea con glifosato, un agroquímico
que favorece la maduración de la caña de azúcar, pero que además acaba con el resto de
cultivos sobre lo que cae arrastrado por el viento. Varios cultivos diferentes a la caña de
azúcar se ven estropeados o acabados por el cultivo de caña y la fumigación de glifosato,
Lidia Treviño, una campesina de la vereda El Bolo, Palmira, expone: “En los tiempos de mis
padres había cacao, árboles frutales… Ahora ya casi no se cosecha nada, salvo cuando la
caña está de menos de ocho meses. Todo lo demás son pérdidas”. Sin embargo, “El Valle
del Cauca es uno de los departamentos con mayor concentración de la tierra del país”,
sostiene Mario Pérez, profesor de la Universidad del Valle. “La caña es un cultivo que crece
unos dos metros. Así que, si tienes un pequeño predio y no quieres cultivar caña, terminas
siendo impactado por ella”, añade Pérez. (Rodero, 2017). Poco a poco las comunidades se
vieron en la obligación de vender o de alquilar sus predios a los agroindustriales cañeros
pues, a la vez que no contaron con políticas que les apoyaran en sus formas de producción
alternativa a la caña, tampoco previeron el futuro de confinamiento y despojo que les
esperaba. La pérdida paulatina de tierras ocasionó desplazamiento de las comunidades
rurales hacia la ciudad, fragmentación de la cultura, afectación a los modos de vida
tradicionales, y una sobreexplotación y contaminación de los bienes naturales (Torres,
Mendéz, Torres, & Barba, 2017). Además, de la cantidad de agua que se gasta durante
este proceso es alarmante, se da la sobreexplotación de los ríos, que puede llegar a
producir inestabilidad geológica en tierras del valle del Río Cauca.

Aun cuando estas prácticas son legales en Colombia, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, un
año antes, a punto de expirar el plazo legal, el Ejecutivo había derogado el decreto,
aprobado en 1994, que obligaba a acabar con las quemas de caña en 10 años. Y este
método ha sido utilizado sin pausa desde entonces. (Rodero, 2017), por intereses políticos
es que se mueve esta economía, las leyes que se aprueban no son más que el provecho
individual de una cierta población adinerada que con su poder, manipula lo político.
La fumigación con glifosato está regida por las Resoluciones 341 y 1065 de 2001, expedidas
por el Instituto Colombiano Agropecuario- ICA, dictan que éstas deben realizarse a
distancias mayores a 200 metros de centros poblados, centros de salud o educativos, y
cuerpos de agua. Por otro lado, esta normativa afirma que no se pueden realizarse
fumigaciones cuando la temperatura supere los 30 grados centígrados, lo cual implica para
los ingenios priorizar la primera hora de la mañana para realizar dicha aspersión. Sin
embargo, desde mayo de 2015 se prendieron las alarmas sobre el uso de este pesticida
después de que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la
Organización Mundial para la Salud incluyera al glifosato entre los plaguicidas
“probablemente carcinogénicos para humanos”, pues se encontró suficiente evidencia de
carcinogenicidad en animales y, aun, limitada evidencia de carcinogenicidad en humanos.
Esto implicó que el gobierno colombiano restringiera las fumigaciones aéreas con glifosato
en su programa de erradicación de cultivos ilícitos de amapola y coca. (Torres, Mendéz,
Torres, & Barba, 2017).

El gobierno no dimensiona los efectos adversos que pueden traer estas practicas para la
salud humana y animal, ya que, es un sistema que compite por el uso del suelo y del agua,
y que afecta la calidad ambiental, las prácticas sociales y culturales tradicionales, y la
calidad de vida y salud de las comunidades vecinas al monocultivo, puede afirmarse que
esta agroindustria genera conflictos con las comunidades étnicas, a la vez que ocasiona
impactos que aumentan la brecha de injusticia y pobreza en la región (Torres, Mendéz,
Torres, & Barba, 2017). Pero este sistema es uno de los tantos que afecta y pone en riesgo
a la población. Por ejemplo, en el vídeo Food INC, referente a las semillas transgénicas
elaboradas por la multinacional Monsanto que hace todo lo posible por amparar sus
prácticas con leyes, obligando a campesinos con predios a cultivar con esa semilla y no con
semillas naturales, sin ninguna mutación genética, así, las políticas económicas
tradicionales han tenido poco en cuenta los impactos sobre la base ecosistémica que
soporta la producción de bienes y servicios requeridos por la sociedad.

Pero esto no es el fin de todo, aún existe vida dentro de tanta muerte. Los grupos de
investigaciones de algunas Universidades, como el grupo de investigación gestión integral
del riego para el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria (REGAR), escuelas como la
de ingeniería sanitaria y ambiental, agrícola y alimentos de la Universidad del Valle, así
como otras Universidades a nivel nacional, centran sus estudios en estas problemáticas
que afectan a la comunidad en general, capacitan personas para desarrollar nuevas
técnicas que sean integras, informan a la población sobre algunas enfermedades que
causan muchos de los alimentos procesados que se consumen diariamente, además de
varios estudios realizados por la Organización mundial para la salud (OMS), la FAO,
demuestran y dan a conocer la realidad de la seguridad alimentaria y las técnicas de
elaboración de alimentos procesados, dando al consumidor mayor alerta y aviso al
momento de comprar cualquier alimento en el mercado.

Es importante no ser pasivos en estos temas. La industria alimentaria es manejada por un


pequeño grupo de multinacionales, estas se han adueñado de todos los alimentos desde
su semilla hasta su comercialización, tanto los trabajadores como los animales son
abusados, pero esto no se trata de lo que se come hoy en día, sino de lo que se permite
saber y conocer, cada vez la comida se ha vuelto más peligrosa y menos sana (Kenner,
2008), dando como resultado alimentos sin valor nutritivo, sin un valor agregado, que por lo
general suelen ser de bajo costo, aprovechándose de la gente que no posee los suficientes
recursos económicos para comprar otro tipo de alimentos más saludables. Debido a esto
se deben tomar medidas para exigir una industria alimentaria con prácticas sanas,
beneficiosas, que no reine la desinformación y la indiferencia, que lo que se comercialice y
se venda este bajo condiciones seguras, donde se certifique una inocuidad y seguridad
alimentaria, que cada persona este inequívoca de que lo que come paso por un sistema de
control y que además se proporcione mejores tácticas y técnicas para la preservación del
medio ambiente. El cuidado de animales y el mejor trato de los trabajadores, es compromiso
de cada consumidor a la hora de elegir su alimento, siempre teniendo en mente una
responsabilidad social.

Bibliografía
Aguilera, J. M. (2017). Food Engineering into the XXI Century. AIChE.
Kenner, E. R. (Dirección). (2008). Food INC [Película].
Rodero, P. (17 de Octubre de 2017). El humo asfixiante del cañaveral colombiano. El
País.
Torres, I. V., Mendéz, F., Torres, A. M., & Barba, L. E. (2017). Análisis interdisciplinario de
los efectos de la fumigación con glifosato en tres comunidades étnicas del Alto
Cauca. Santiago de Cali: Universidad del Valle.
Verbeke, W. (2005). Agriculture and the food industry in the information age. European
Review of Agricultural Economics, 347-368.

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