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Hasta llegar

a Borges…
Sergio Pitol

Por lo general, en la niñez, después de agotar los como es debido, por los cantos homéricos y la tra-
cuentos infantiles, mi generación comenzaba a gedia griega. Entonces me quedaba estupefacto,
leer novelas de aventuras, las de Julio Verne o las de recordando el desencuentro que pocos años atrás
Emilio Salgari. El entorno actual técnico–visual, había tenido con aquel universo de maravillas, al
me comentan, ha desplazado aquella educación. tropezar con él en la escuela. Envueltos en un des-
Era rarísimo el caso de que un adolescente se apa- lumbramiento nos placía entreverar al azar todos
sionara por ambos autores. Se estaba con Verne o los siglos y las nacionalidades. Saltar hedónica-
con Salgari. Tertium non datur! Sin embargo la in- mente de los griegos al Siglo de Oro, al Medioevo,
mensa literatura restante podía coexistir con cada leer en un mismo día a Shakespeare, Molière y
uno de esos modelos antagónicos. Los jóvenes Quevedo; pero debo confesar que en ese mismo
lectores nos deslizábamos con libertad hacia periodo de grandezas también frecuentaba otra
otros territorios, al principio los de Stevenson, área, la del mero entretenimiento, donde autores
Kipling, Mark Twain y Walter Scott, para des- y obras nunca aparecían en los manuales de litera-
pués dejarnos llevar por el imponente torrente tura, ni se mencionaban en las aulas académicas.
novelístico del XIX y principios del XX. Stendhal, En mi época esos autores eran A. J. Cronin, Louis
Balzac, Flaubert, Tolstoi, Dostoievski, Gogol, los Bromfield, Lin Yu Tang, Margaret Mitchell, Vicki
Episodios nacionales de Galdós y algunas de sus Baum, unos cuantos más. Fuera del ámbito fami-
novelas, La regenta, y sobre todo nos aventurába- liar, con nadie comentábamos esas lecturas. Hay
mos a penetrar la espesa y diversificada selva in- un misterio en la relación de la obra literaria y el
glesa en donde nos perdíamos y encontrábamos tiempo. Muchos libros que nos llenaron a mí y a
constantemente. Había meses en que no se deseaba mis contemporáneos de entusiasmo hace treinta,
salir de Dickens, convivir con su Londres alucinan- cuarenta, cincuenta años, se han convertido en
te, conocer sus personajes delirantes, desorbitados letra muerta. No me refiero a los libros de mero
y geniales, tanto los buenos como los villanos, y entretenimiento escritos para ser leídos sólo una
soñar utópicamente en un mundo poblado por tan vez y cuya mayor característica es ser intercam-
asombrosa fauna humana. biables como los productos de esos autores men-
En la siguiente fase, al final de la adolescencia y cionados, sino a otros, que al momento de su apa-
la primera juventud, se añade a la novela la poesía. rición fueron saludados universalmente como
Nace una fascinación por ella y una necesidad obras importantes; novedosos, apreciados por sus
insaciable de conocer todos los poemas del mun- pares y por críticos muy agudos y que ahora nada
do. Se descubre también a los clásicos, empezando, significan. Fueron destellos, iluminaciones fugaces,

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Mark Twain Robert Louis Stevenson

ecos de la moda y la publicidad, efectos de algunos por la trama. Era tal mi torpeza que los consideraba
fenómenos extraliterarios que rozan la sociedad como pequeños textos que describían con cierta
y perturban por algún tiempo el imaginario co- pericia una anécdota o una mínima suma de anéc-
lectivo. Al alejarse o desaparecer el efecto esa litera- dotas cuyo final consistía en la revelación de un
tura envejece, se despoja de sus atributos y muere. misterio insinuado desde los párrafos iniciales y
Su existencia es efímera: una descarga de rayos y latente en el entero trayecto del relato. Por lo ge-
relámpagos; luego, una oscuridad profunda los neral eran lecturas placenteras, pero jamás hubiera
envuelve para siempre. podido igualar un cuento con una novela, ese uni-
En ese periodo entre la adolescencia y la primera verso con multitud de tramas, con docenas o cen-
juventud uno ya sabe cuáles son sus columnas más tenas de personajes, con una variedad de tonali-
firmes en el universo literario. Las mías fueron dades, donde aparecían seres angelicales y villanos
Henry James, Thomas Mann, Benito Pérez Galdós atroces, huérfanos patéticos y ancianos pueriles
y William Faulkner, y por otra parte, la más íntima, y grotescos, gente de varias clases, capítulos tor-
Borges, Chéjov y Alfonso Reyes. Estos últimos me mentosos que daban paso a otros de una comici-
transmitieron, entre otras cosas, una pasión por el dad enloquecida. ¿Cómo poner en el mismo nivel
cuento. No es que no conociera ese género, había a Los hermanos Karamazov, La cartuja de Parma o
leído una buena cantidad de cuentos; muchas re- Los papeles de Pickwick con una pequeña historia
vistas y suplementos literarios los publicaban. Era donde todo se reducía a unos cuantos elemen-
un género ampliamente leído en la época, pero yo tos? La comparación me era imposible, me pare-
lo veía con cierta displicencia, atraído únicamente cía ridícula.

6 L O S U N I V E R S I T A R I O S
N u e v a é p o c a
HASTA LLEGAR A BORGES…

La casa de Balzac en París Página del manuscrito de Lucien Leuwen de Stendhal

Página del manuscrito de La educación sentimental de Gustave Flaubert

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Jorge Luis Borges

Esa concepción cambió en una fecha precisa: go, el día en que aparecía un suplemento cultural
el año mil novecientos cincuenta y dos. Es decir, excepcional, el mejor de todos los que desde en-
hace cincuenta años. tonces han existido: México en la Cultura, dirigido
Recuerdo claramente el inicio de mi redención. por Fernando Benítez. En sus páginas encontré por
Tenía yo dieciocho años y viajaba de Córdoba a la primera vez un cuento, de cuyo autor no tenía la
Ciudad de México. El autobús hacía una parada menor referencia. Aparecía como ilustración de
de media hora en Tehuacán para que los pasaje- un magnífico ensayo sobre literatura fantástica en
ros bajásemos a comer al restaurante de un hotel. Hispanoamérica, escrito por el peruano José Du-
Allí compré un periódico para matar el tiempo rand. El cuento era “La casa de Asterión”; lo leí
que me distanciaba de la capital. Era un domin- con estupor, con gratitud, con infinito asombro.

8 L O S U N I V E R S I T A R I O S
N u e v a é p o c a
HASTA LLEGAR A BORGES…

Rudyard Kipling Charles Dickens

Tal vez el mayor deslumbramiento que conocí minuciosidad ese crimen. Aquel hombre había
en mi juventud fue el lenguaje de Borges. Al lle- destruido a su padre, manchado su reputación,
gar a la frase final tuve la sensación de que una para, con falsas pruebas, apoderarse de sus bie-
corriente eléctrica recorría mi sistema nervioso. nes y enviarlo a la cárcel, donde muere. En los
Exultaba una felicidad que ninguna lectura me tribunales Emma Zunz declaró haber sido viola-
había producido. Aquellas palabras: “¿Lo creerás, da y que, desesperada, le disparó un balazo con
Ariadna? —dijo Teseo—, el Minotauro apenas se la misma pistola con la que la conminó al ultra-
defendió”, dichas de paso, como al azar, revelaban je. Emma sale libre; su venganza se ha cumpli-
el misterio oculto del relato: la identidad del extra- do. Todos los cuentos de Borges obedecen a esa
ño protagonista y su resignada inmolación. Me regla: cada acto, cada palabra, cada pensamiento
quedé atónito, deslumbrado. Jamás había llega- esbozado está dirigido para llegar a una revela-
do a imaginar que el lenguaje pudiera alcanzar ción final. La develación del misterio en los re-
esos grados de intensidad, levedad y extrañeza. latos borgianos suele ser contundentemente efec-
Todo lo que sucede en un cuento tiene que tiva. Al cerrarse el relato todo aquello que era
apuntar hacia la solución final, ya se ha dicho. ininteligible en el transcurso de la lectura se vuel-
Los movimientos erráticos de Emma Zunz, la ve cristalino. “La casa de Asterión” sigue esa tra-
de Borges: buscar en los muelles a un marinero yectoria, aunque con procedimientos más re-
cualquiera, ir con él a un hotel de paso donde le finados. El monólogo del protagonista es más
permite rudamente desvirgarla, dirigirse inme- esquivo, más oblicuo, y, por lo mismo, la revela-
diatamente al despacho del ex socio de su padre, ción del enigma al final es más apabullante, digna
ultimarlo a balazos. Hasta allí no se entiende la de un genio.
secuencia de esos actos; sólo lo logramos en el Leer a Borges sigue siendo uno de los privile-
párrafo final. Emma Zunz ha tramado con sabia gios que me ha deparado la vida.

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