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Mélanges de la Casa de Velázquez

Nouvelle série
48-2 | 2018
Conexiones imperiales en ultramar

Los «papeles de Londres» y alertas sobre ingleses


Chiloé y las costas de la Patagonia Occidental ante los conflictos entre
España e Inglaterra: siglos XVII y XVIII
The «London papers» and alerts of English encroachment. Chiloé and the coasts
of Western Patagonia in the conflicts between Spain and England: 17 th and 18th
centuries
Les « papiers de Londres » et les avertissements à propos des Anglais. Chiloé et
les côtes de Patagonie occidentale face aux conflits entre l’Espagne et
l’Angleterre : XVIIe et XVIIIe siècles

Ximena Urbina Carrasco

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/mcv/8547
DOI: 10.4000/mcv.8547
ISSN: 2173-1306

Editor
Casa de Velázquez

Edición impresa
Fecha de publicación: 15 noviembre 2018
Paginación: 235-264
ISBN: 978-84-9096-223-7
ISSN: 0076-230X

Este documento es traído a usted por Université Lille 3

Referencia electrónica
Ximena Urbina Carrasco, « Los «papeles de Londres» y alertas sobre ingleses », Mélanges de la Casa de
Velázquez [En línea], 48-2 | 2018, Publicado el 18 octubre 2018, consultado el 24 noviembre 2018.
URL : http://journals.openedition.org/mcv/8547 ; DOI : 10.4000/mcv.8547

La revue Mélanges de la Casa de Velázquez est mise à disposition selon les termes de la Licence
Creative Commons Attribution - Pas d’Utilisation Commerciale - Pas de Modification 3.0 France.
miscellanées

Los «papeles de Londres»


y alertas sobre ingleses
Chiloé y las costas de la Patagonia Occidental
ante los conlictos entre España e Inglaterra:
siglos xvii y xviii

Ximena Urbina Carrasco


Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile

235
Se presentan tres casos en que la corona española tuvo «recelo» por la
supuesta inminencia de instalación de colonias inglesas en las costas más
australes de la Patagonia Occidental, territorio comprendido entre la pro-
vincia de Chiloé y el confín americano. Estos «recelos», que dieron lugar a
reales órdenes de reconocimiento marítimo que recaían en el gobernador
de Chiloé, fueron provocados por la llegada a la corte española de «pape-
les de Londres» en los que embajadores anunciaban que Inglaterra estaba
haciendo preparativos para tomar uno o más puertos en el mar del Sur.
Los casos permiten analizar cómo estos «papeles» que generaron «avisos»
y expediciones son coyunturas interesantes para comprender la circula-
ción de la información dentro del imperio español, y entre éste e Inglate-
rra, así como la dinámica de lo local (Chiloé) en relación con lo regional
(Chile, virreinato del Perú) y lo imperial (cortes de Madrid y Londres),
y viceversa. Ello ha sido hecho cruzando información de archivos chi-
lenos, españoles e ingleses, con la intención de analizar la historia de la
más radical periferia indiana a través de su vinculación con la historia
moderna europea.

Palabras clave: Chile, Chiloé, Inglaterra, «Papel de Londres», Pata-


gonia Occidental

Pour citer cet article / Para citar este artículo / To quote this article

Ximena Urbina Carrasco, «Los “papeles de Londres” y alertas sobre ingleses. Chiloé y las costas de la
Patagonia Occidental ante los conlictos entre España e Inglaterra: siglos xvii y xviii», Mélanges de la Casa de
Velázquez. Nouvelle série, 48 (2), 2018, pp. 235-264.

Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 48 (2), 2018, pp. 235-264. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.
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Les « papiers de Londres » et les avertissements à propos des Anglais.


Chiloé et les côtes de Patagonie occidentale face aux conlits
entre l’Espagne et l’Angleterre : xviie et xviiie siècles
Cet article présente trois cas lors lesquels la couronne espagnole a fait preuve
de méiance, en raison de l’imminence supposée de l’installation de colonies
anglaises sur les côtes les plus méridionales de la Patagonie occidentale, dans
un territoire situé entre la province de Chiloé et la frontière américaine. Cette
déiance, qui a donné lieu à des ordres royaux de reconnaissance maritime à
destination du gouverneur de Chiloé, trouve sa source dans l’arrivée à la cour
espagnole de « papeles de Londres » dans lesquels les ambassadeurs annon-
çaient que l’Angleterre se préparait à prendre un ou plusieurs ports de la mer
du Sud. Les exemples présentés nous permettent d’analyser comment ces
« papiers » qui ont généré des « avertissements » et des dépêches constituent
des cas intéressants pour comprendre la circulation de l’information au sein
236
de l’empire espagnol, et entre celui-ci et l’Angleterre, ainsi que la dynamique
du local (Chiloé) par rapport au régional (Chili, vice-royauté du Pérou) et à
l’impérial (tribunaux de Madrid et de Londres), et vice versa. Pour ce faire,
ont été croisées des informations provenant d’archives chiliennes, espagnoles
et anglaises, dans le but d’analyser l’histoire de la périphérie indienne la plus
marginale à travers son lien avec l’histoire européenne moderne.
Mots-clés : Angleterre, Chili, Chiloé, « papiers de Londres »,
Patagonie occidentale

The «London papers» and alerts of English encroachment. Chiloé and the
coasts of Western Patagonia in the conlicts between Spain and England:
17th and 18th centuries
here are three cases of «misgivings» of the Spanish crown due to the
alleged imminence of English settlements on the southernmost coasts of
Western Patagonia, a territory located between the province of Chiloé
and the American border. hese «misgivings», which gave rise to royal
maritime reconnaissance orders that fell back on the governor of Chiloé,
were provoked by the arrival at the Spanish court of «papeles de Londres»
in which the ambassadors announced that England was preparing to
take one or more ports from the South Sea. he cases allow us to analyze
how these «papers» that generated «warnings» and dispatches constitute
interesting cases to understand the circulation of information within
the Spanish Empire, and between the latter and England, as well as the
dynamics of the local (Chiloé) in relation to the regional (Chile, vice-
royalty of Peru) and imperial (courts of Madrid and London), and vice
versa. his was done by crossing information from Chilean, Spanish and
English archives, with the intention of analyzing the history of the most
radical Indian periphery through its link with modern European history.
Keywords: Chile, Chiloé, England, «london papers», Western
Patagonia

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C
irculación de la información intra y extra indiana
en la época moderna
La pretendida exclusividad española en las Indias Occidenta-
les duró mientras ésta pudo defenderlas, o mientras Inglaterra, Holanda y
Francia no se interesaron en atacarlas, ocuparlas o poblarlas1. La corona de
Castilla declaraba tener soberanía según el principio jurídico de la primera
(y sucesivas) toma de posesión en nombre de sus monarcas, de la bula del año
1493 y del tratado de Tordesillas, aún cuando no ocupaba todos los territo-
rios de hecho. Las otras coronas pusieron en práctica en América el principio
de la libre navegación y comunicación de los pueblos cada vez que quisie-
ron o pudieron. Los conlictos entre España e Inglaterra, Holanda o Francia
se proyectaron a América, envolviendo a esos territorios en la dinámica del
Viejo Mundo, ejecutando acciones bélicas en tiempos de guerra y planeando
ataques o instalación de enclaves como puntos de apoyo al comercio o a futu- 237
ras hostilidades, en tiempos tanto de guerra como de paz.
Francis Drake abrió la puerta a Inglaterra para el cruce interoceánico
cuando, a ines de 1578, salió al Pacíico, saqueó Valparaíso y atacó navíos
españoles en ese puerto, en el del Callao y en su recorrido hasta Huatulco,
Nueva España. Desde entonces, la defensa del Pacíico fue una preocupa-
ción2. Como consecuencia de ello, en 1584 desde España se envió una lota y
pobladores para fundar dos ciudades, pero los colonos murieron de hambre
y los que permanecieron en vida caminaron hacia el norte buscando sobre-
vivir, perdiéndose en el corazón de la Patagonia. El fracaso del proyecto
poblador en la orilla norte del Estrecho de Magallanes que ejecutó Pedro
Sarmiento de Gamboa dejó al confín austral desatendido y coniando en que
las feroces tormentas que no solo en invierno pueden azotar los pasos marí-
timos australes, y la larga navegación desde Europa, desalentaran a los «ene-
migos de la corona»3. Pero el atractivo del Perú era fuerte, e Inglaterra (así
como Holanda y Francia) ejecutaron acciones de saqueo en sus costas como,
de paso, en las del reino de Chile4. No pudieron, eso sí, generar comercio con

1
Este artículo es fruto del proyecto Fondecyt Regular no  1150852, 2015-2017, titulado
«Dimensión local de los conlictos imperiales entre España e Inglaterra en el período colonial: la
Patagonia Occidental», del que soy investigadora responsable. Se adscribe al grupo de estudios
«Circulación de la información, objetos y personas», del Instituto de Historia de la Pontiicia
Universidad Católica de Valparaíso. Asimismo, parte de la investigación fue realizada gracias a
la beca de «Investigador Residente» en la Casa de Velázquez, que disfruté durante mayo y junio
del 2016. Agradezco sinceramente los comentarios de los evaluadores de este artículo.
2
Bradley, 1989.
3
Id., 2001, p. 652.
4
En 1578-79, Drake; en 1587 y en 1594 los también ingleses Cavendish y Hawkins, respecti-
vamente. Los holandeses Mahu y Cordes, en 1598-1600; Van Noort en 1600, Van Spilbergen en
1614, Le Maire y Schouten en 1615, L’Hermite en 1623, Brouwer en 1643, atacando Chile y Perú,
como los ingleses Sharp en 1680, Davis en 1686, Strong en 1689, Rogers en 1708, Clipperton y

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las poblaciones indígenas locales, ni tampoco se logró instalar un enclave en


el Pacíico sudamericano con ines extractivos, de depósito, de refresco.
Lo que la corte quería proteger eran las riquezas del Perú. Se pensaba que
para apoderarse de ellas Inglaterra comenzaría con la ocupación de algún
punto de la costa austral chilena donde conseguiría, hipotéticamente, el
apoyo de los indígenas sometidos5. El punto que se creía más vulnerable era
Valdivia, puerto luvial inmediato al Pacíico, que había sido ocupado durante
unos meses de 1643 por Holanda6. Pero también la isla de Chiloé era consi-
derada un lugar que podría ser ocupado por extranjeros, por haber sido ata-
cada por holandeses en 1600 y 1643. Al acceder al mar del Sur, la provincia
de Chiloé era el primer lugar poblado de españoles y contaba con indígenas
encomendados y buenas maderas. El tercer punto vulnerable era el estrecho
de Magallanes y cabo de Hornos, cuya área o entorno geográico se conocía
poco desde Madrid7, y se consideraba supuestamente atractivo para Inglate-
rra por el hipotético oro en manos de los gigantes patagones, y por su lejanía
238 de Chile, que le podría garantizar permanencia sin ser visto (igs. 1a y 1b).

Fig. 1a. — Mapa general del territorio entre el río Bío Bío y el cabo de Hornos
PAO: Camila Fuenzalida P.

Shelvocke en 1719. En 1721, un barco francés, el San Luis, intentó desembarcar en La Serena,
pero fue repelido. En 1741, fue la expedición de George Anson. Véase Lohmann, 1973.
5
Por ejemplo, la relación sobre Chiloé hecha por un piloto, elevada al monarca en 1681,
advierte sobre este tema. Entre otros pasajes, dice: «Estos indios en general y todos los del
reino sin dejar ninguno, tienen la voluntad puesta a cualquier nación extranjera y los espe-
ran cada día. Cualquier nación que sea los han de abrazar…». Archivo General de Indias
(AGI), Audiencia de Chile (Chile), leg. 66, «Copia del papel escrito por el capitán Agustín
Hevia, piloto mayor del reino de Chile, que remite Fr. Dionisio Pérez de Cuellar de la orden
de San Francisco con carta de 12 de septiembre de 1681».
6
Guarda, 2001, caps. iii a v.
7
Martinic, 1992, t. I.

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Fig. 1b. — Zona ampliada del territorio


PAO: Camila Fuenzalida P.

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La historiografía ha atendido, para el caso del reino de Chile, los ataques8


y las reacciones defensivas a esos ataques (fortiicaciones)9. El mayor peligro
fue, en Chile, el inglés. Además de avisarse a las autoridades indianas en
casos de «rompimiento» con Inglaterra, en otras ocasiones, tanto en perío-
dos de guerra como de paz, por obra de los espías españoles, atentos a los
preparativos de naves «en la ría de Londres» por sospechar que pasarían a
«infestar» el mar del Sur, llegaba a la corte de Madrid algún «papel de Lon-
dres» enviado por el embajador o persona de importancia, en el que daba el
«aviso». Casi todos los relativos a las costas que nos ocupan, lo más marginal
de lo marginal del virreinato del Perú, fueron acciones que no se concreta-
ron, avisos errados10 y planes de los que en su momento España no se enteró
pero que la documentación nos revela11.
Hubo, también, avisos desde Holanda que generaron gran actividad en el
Perú en la primera mitad del siglo xvii. Eran planes de ataque fundamen-
tados en noticias dadas por residentes en el Callao acerca del estado de su
240 defensa, así como también desde Francia, sobre todo en la segunda mitad del
mismo siglo. Es el caso de la real cédula de 29 de junio de 1695 dada al capi-
tán general de Guatemala y al virrey del Perú para «avisar tenía entendido
de persona idedigna que en los puertos de Francia se estaban aprestando
cuatro fragatas de a cuarenta cañones, dos urcas grandes cargadas de provi-
sión y un navío de fuego con intento de pasar a este mar del Sur», lo que no
se concretó12.

8
Barros, 1884-1902, t. II al VI; y Vázquez de Acuña, 1992, que estudió los de Holanda.
9
Guarda, 1990.
10
Para el caso de Panamá y en tiempos de paz, sabemos que el marqués de Canales, emba-
jador de Inglaterra, dio noticia de estarse aprestando dos fragatas para ir a buscar (otro
documento dice bucear) la plata de un navío que se hundió junto a Panamá. Pero no había
ocurrido tal hundimiento. AGI, Lima, leg. 90, carta del presidente de Panamá al rey, Porto-
belo, 20 de febrero de 1697.
11
Un caso es el plan de ataque que el cripto-judío Simón de Cáceres presentó a Cromwell
en 1655, para que ocho barcos atravesaran el estrecho de Le Maire, consiguiesen el supuesto
oro de las minas de la ciudad de Valdivia, pasasen por la isla Mocha y se apoderasen del
tesoro conducido a Panamá y de la nao de Filipinas, en Acapulco, acción que sería paralela a
la hecha por otra lota en el Caribe. Böhm, 1980.
12
Enviada en julio, al mando de monsieur de Gennes. La cédula fue actualizada con otras
de 25 de agosto y 6 de diciembre, diciendo que «tenía entendido que habían salido france-
ses del puerto de la Rochela el día 3 de junio con el armamento de cuatro fragatas….», con
detalle de su armamento. El rey, asimismo, estimaba que luego de cruzar el estrecho de
Magallanes o el de Mayre, a inales de enero, harían aguada y leña «en la isla de Castro en
Chile, que era adonde llevaban su derrota, y en que se entendía se hallaban los ochenta pira-
tas que se mantenían en este mar con el navío nuevo que apresaron en Guayaquil el año de
692». El virrey opinó que en el mar del Sur «no hay cosa que pueda dar cuidado […] siendo
lo más importante de todo él lo que está ceñido en poco más de dos leguas, que son esta
Armada del mar del Sur […] esta plaza y Lima», aunque dispuso la defensa de las costas y que
la Armada del mar del Sur fuese a reforzar Castro antes de que la ocupen los franceses. No
hubo ni ataque ni había tales piratas franceses en Chiloé. AGI, Lima, leg. 90, carta del virrey
del Perú, conde de la Monclova, al rey, Callao, 3 de septiembre de 1696.

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Los papeles llegados desde Inglaterra, una vez considerados por el Con-
sejo de Estado, se enviaban al de Indias, que los transformaba en alarmas y
avisos a las autoridades, como por ejemplo el virrey del Perú, el gobernador
de Chile o los gobernadores de Valdivia y de Chiloé. Los distintos avisos,
que se tradujeron en órdenes para vigilar las costas desde Chiloé al estre-
cho de Magallanes y encontrar posibles refugios de ingleses, fueron el ori-
gen de intercambio epistolar y de circulación de noticias. Esta información
fue, a su vez, diversiicada por añadírsele antecedentes locales (por ejemplo,
haberse visto «velas sospechosas») que aumentaban la amenaza13. Además,
los indígenas que habitaban en las costas del extendido bordemar intermedio
entre Chiloé y el cabo de Hornos —que de tanto en tanto eran contactados
por esporádicas navegaciones salidas desde esa provincia14— daban noticias
sobre naufragios y recaladas europeas. Se puede pensar que estas noticias de
indios se fueron incubando, como un saber atemporal, y salieron a relucir
cuando había coyunturas de alarmas anunciadas desde España, generando
acciones inmediatas con importantes consecuencias locales. 241
Estas ocasiones de sospechas —«recelo de ingleses»— no han sido todavía
estudiadas. Y aunque la documentación de los archivos es más nutrida de
sospechas que de concreciones, hemos seleccionado los tres casos de mayor
envergadura por las reacciones que provocaron. Son episodios a escala local
que, al mismo tiempo, permiten comprender mejor la dimensión imperial de
la geopolítica hispano-inglesa en la Época Moderna.
Las noticias de posibles planes de ataque ingleses recibidas en Madrid
generaron intercambio de información dentro de la monarquía entre dife-
rentes interlocutores y escalas, y fueron nutriendo y modiicando las ideas
que se tenían de los ataques, determinando la toma de decisiones a nivel local
e imperial. Asimismo, las noticias fueron creando imágenes o representacio-
nes de territorios que, como Chiloé y su frontera sur (la Patagonia Occidental
o bordemarina) fueron valorados o considerados, y solo como estratégicos,
cuando los «enemigos de la Corona» se ijaron en ellos, adquiriendo impor-
tancia imperial. Y cuando Chiloé recibió la atención de la metrópoli, apro-
vechó para hacer notar su postergación a la vez que demostrar cómo era ella,
y no Valdivia, la verdadera «llave del mar del Sur». Así, estos territorios de
ultra-frontera o frontera más extrema inluyeron en la geopolítica española

13
Por ejemplo, cuando Felipe IV recibió, en septiembre de 1662, un aviso de Londres de
cómo los ingleses consideraban factible que una armada de ocho barcos podía apoderarse
desde Magallanes hasta Guatemala (AGI, Lima, leg. 64, carta del virrey del Perú al rey, 11 de
junio de 1663) e, informado de ello el virrey del Perú, envió un barco a reconocer «los parajes
de la costa de Chiloé» en 1664 (Biblioteca Nacional de Santiago [BN], Manuscritos Medina
[MM], t. 232, js. 353-354, carta del virrey del Perú al rey, Lima, 26 de octubre de 1664). No
hallaron lo buscado, pero se devolvieron al Perú con la noticia llegada a Santiago en octubre
de 1663 de haberse visto velas posiblemente enemigas en el puerto de Valdivia (BN, MM,
t. 232, js. 26 y 106, citado por Guarda, 1990, p. 9).
14
Urbina, 2013.

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porque siendo poco atractivos económicamente, y prácticamente descono-


cidos, a través de estos episodios o coyunturas, tuvieron la ocasión de entrar
en la dinámica de lo imperial. A su vez, se advierte cómo estas ocasiones
de intereses «imperiales», que generaron correspondencia cruzada, permi-
ten conocer las consideraciones locales que la gobernación de Chile tenía de
Chiloé y los pasos interoceánicos, y que Chiloé tenía de su propia frontera
sur. Estudiarlas, relacionando los avisos europeos y las acciones locales, per-
mite comprender el intercambio de noticias geoestratégicas entre las auto-
ridades, y las maneras por las que se producía y circulaba la información
dentro del imperio español, que es de manera muy distinta a la generada por
las vías tradicionales y centralistas15. La documentación de diferentes archi-
vos ha permitido relacionar la causa (un plan, una idea en Inglaterra) con su
difusión (lo que puede llegar a saber España) y los hechos concretos.

242 «Avisos» desde Londres, noticias de indios e información cartográica


como consecuencia del viaje de Narborough en 1671

El capitán John Narborough salió del puerto de Downs en octubre de 1669,


con dos naves, pero en una tormenta una de ellas volvió a Inglaterra mientras
que la otra cruzó el estrecho de Magallanes y se presentó a la entrada de Valdi-
via el 25 de diciembre de 167016. El gobernador de la plaza no creyó que fuese
camino a Oriente, como decían, y sospechando que el barco no navegaba en
solitario, sino acompañado por otros, tomó como rehenes a cuatro ingleses.
El capitán se vio obligado a dejarlos en Valdivia cuando seis días más tarde se
marchó a Inglaterra. Éste fue, en realidad, un viaje que tenía como objetivo la
prospección de futuros ataques para apropiarse de Valdivia o del estrecho de
Magallanes. Pero también es probable que el objetivo haya sido abiertamente
hostil, lo que se habría frustrado por el retroceso del segundo barco, plan
ofrecido al rey por un tal Carlos Enríquez que iba a bordo pero que huyó de
sus compañeros, intentando pedir amparo en Valdivia diciendo ser español,
personaje del que se ha ocupado la historiografía17.
Aunque la Sweepstakes no hizo daño alguno en Valdivia, su presencia generó
inmediatas consecuencias, por magniicarse la noticia con otra dada cuando
aún no se marchaba la nave. Magdalena, india que servía en uno de los fuertes
de Valdivia, dijo que, seis meses atrás, antes de ser capturada en una maloca
(«entrada» al territorio indígena para «escarmentar» a los indios y coger «pie-
zas» para ser vendidas como esclavos), cuando vivía aún con los suyos, llegó
por tierra un cacique proveniente de la isla de Chiloé con la novedad de estar

15
Brendecke, 2012.
16
Narborough et alii, An account of several late voyages and discoveries.
17
Martinic, 1982; Bradley, 1986; Barros, 1988; MacCarl, 2015.

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doce barcos de extranjeros frente al puerto, pero sin hacer daño aún18. Enterado
el gobernador de Valdivia, supuso que uno de esos doce barcos era el llegado
a Valdivia. Sin embargo, cuando el 31 de diciembre de 1670 el entrante gober-
nador de Chile, Juan Henríquez, recibió la noticia del de Valdivia (no se con-
serva esa carta), ésta había variado —no sabemos el por qué—, y era que había
doce navíos que no estaban en Chiloé, sino «batiendo» a la ciudad de Valdivia19.
Envió la alerta al Perú, sospechando que ese sería el objetivo inal, y la noticia la
recibió el virrey el 23 de enero de 167120, enterándose éste casi al mismo tiempo,
que Morgan había caído sobre el castillo de Chagres y llegado a la ciudad de
Panamá21. El virrey envió un barco para vigilar el espacio comprendido entre la
supuestamente amenazada Valdivia, el archipiélago de Juan Fernández —anti-
guo lugar de recaladas— y Panamá. Le interesó resguardar las costas virreinales
cercanas al Perú y nada dijo de Chiloé ni del estrecho de Magallanes.
La corte española se enteró de Narborough por la vía de Londres, y con
noticias diferentes. El embajador de España en esa ciudad, el conde de Molina,
informó a la corte peninsular que en junio de 1671 había regresado un barco 243
desde las costas del Pacíico sur. El conde supo que había cruzado el estrecho
de Magallanes y que había estado en las costas de Chile sin saber cuál había
sido su propósito. Consiguió una copia del diario que Narborough había lle-
vado y del mapa que había hecho del estrecho, en el que se expresaba el deta-
llado sondeo realizado, e informó que se estaba preparando en Londres otra
lota «con el mismo designio» de la anterior, para tomar el puerto de Valdivia
u otro. El embajador, demostrando desconocimiento del territorio del que
hablaba (Magallanes es solo uno de los pasos interoceánicos), propuso levan-
tar un castillo que vigilase el Estrecho y dar cartas de marca o licencia para
apresar barcos enemigos22. Y a pesar de casi enseguida haberse publicado el
referido mapa en un libro del cartógrafo real John Seller (ig. 2, p. 244), en
el que se decía que el viaje de Narborough había dado «grandes esperanzas
de poder tener un tráico en aquellas partes que quizá será de gran ventaja a

18
Urbina, 2017b.
19
BN, MM, t. 161, dcto. 3249, «Relación del socorro que el excelentísimo señor conde de
Lemos, virrey del Perú, envió a tierra irme para desalojar de Panamá al pirata inglés con
otros sucesos de aquel reino», sin fecha.
20
Archivo Nacional de Santiago (AN), Fondo Morla Vicuña (MV), vol.  5, pieza  48,
js. 172-176vo, «Relación de cartas, decretos y consultas sobre el peligro inglés en América
Meridional», sin fecha.
21
British Library (Londres), Add. ms. 21.539, Spanish American Papers, Melfort Papers,
carta del virrey del Perú, conde de Lemos, al presidente de Panamá, Juan Pérez de Guzmán,
Lima, 24 de enero de 1671. AGI, Lima, leg. 72, carta del virrey del Perú, Lima, 14 de febrero
de 1671. BN, MM, t. 161, dcto. 3227, carta del licenciado Don Pedro García de Ovalle al Sr.
Diego Sarmiento de Valladares, Lima, 10 de mayo de 1671.
22
AN, Fondo Capitanía General (CG), vol. 715, js. 157 y 157vo, carta del conde de Molina
a la reina, Londres, 10 de julio de 1671; BN, MM, t. 161, dcto. 3223, carta del conde de Molina
a la reina, Londres, 14 de julio de 1671; AN, Fondo Vidal Gormaz (VG), vol. 11, pza. 32, carta
del conde de Molina a la reina, Londres, 24 de julio de 1671.

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todo este reino respecto de la gran cantidad de oro y plata que hay en aquella
tierra23»; a pesar también de la noticia que llegó a la corte de Madrid de estar
preparando Inglaterra una escuadra; y de haber recibido la corte un memo-
rial el 4 de diciembre de 1671 presentado por el irlandés Ricardo White, en
el que hacía ver la importancia de Valdivia, y cómo en Londres estaba un tal
Diego de Peñaloza promoviendo que Inglaterra tomase plazas en el virrei-
nato24, el consejo de Estado desestimó la propuesta del embajador y no hubo
ninguna acción al respecto. Tampoco la hubo cuando el 28 de marzo de 1672
otro papel de Londres, esta vez del nuevo embajador, marqués del Fresno,
comunicaba a la reina que seis navíos se preparaban para unirse a otros en
Jamaica, tomar la isla de Santo Domingo o el castillo de Chagres y atacar el
Perú por el mar del Sur25. Hubo alertas generales, pero no especíicas para el
resguardo ni del cartograiado Estrecho, ni el mencionado Chiloé o la visi-
tada Valdivia, sino que la atención estuvo centrada en el Perú.

244

Fig. 2. — John hornton, «A new mapp of Magellan Straights discovered


by Capt. John Narbrough: (commander then of his Majesties ship
the Sweepstakes) as he sayled through the sade straights», 1675
Fuente: McMaster University Library, archivo digital [en línea],
<https://digitalarchive.mcmaster.ca/islandora/object/macrepo%3A26784>.

23
Traducción de una parte del libro de John Seller, adjunto a una carta del conde de Molina. BN,
MM, t. 161, dctos. 3241 y 3242, Consulta del consejo de Estado a la reina, 21 de octubre de 1671.
24
AGI, Indiferente General (IG), 1877.
25
he National Archives (Londres), State Papers 94: State Papers Foreign, Spain, 1577-
1780, carta del marqués del Fresno a la reina, Londres, 28 de marzo de 1672.

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Otra alarma hubo en diciembre de 1672 o enero de 1673, cuando el mar-


qués del Fresno alertó a la reina de que saldría una expedición de tres barcos
al mando de Enrique Morgan —el mismo que había tomado Panamá— a
«infestar» el mar del Sur26, atacando puertos y barcos. Esta noticia fue reci-
bida por el gobernador de Chile en diciembre de 1673, en la que, como en
los avisos de 1671 y 1672, no se ordenaba nada relativo al estrecho de Maga-
llanes, sino solo la protección de los puertos de Chile. Pero al responder,
el gobernador Henríquez, activo y atento a La Frontera (la araucana), hizo
notar a la corte el mal estado defensivo de Chile y la desconianza que tenía
en las paces dadas por los indígenas27. Este nuevo aviso, ahora sobre Morgan
y el «celo» de Henríquez, es la razón por la que —aunque nada sabía del
mapa de Narborough, de la factibilidad de ocupar el estrecho que difundía el
libro de Seller, ni del temor del conde de Molina—, motu proprio, envió una
expedición marítima a vigilar las costas cercanas al estrecho de Magallanes,
que salió, naturalmente, desde Chiloé28.
Al llegar el barco Nuestra Señora de Begoña a la isla en enero o febrero de 245
1674, su capitán, Juan de Ávalos, «no se atrevió a ponerlo en ejecución», es
decir, continuar navegación hacia el austro —tal era el temor que inspiraba (e
inspira) ese mar—, mientras que el gobernador de Chiloé, Francisco Gallardo,
puso al mando a un sargento mayor de la plaza, Jerónimo Díez de Mendoza.
Este navegó hasta una latitud indeterminada (no se ha conservado el diario) y
regresó en un mes, aproximadamente, llevando consigo «lenguas29».
Una de estas «lenguas» fue Talcapillán, indio chono quien, estando en
Chiloé, dos meses más tarde dijo que al sur de donde lo habían recogido
había dos poblaciones fortiicadas de «moronguincas» (huincas moros, es
decir, extranjeros que no son católicos, o sea, ingleses), llamadas Callanac
y Allauta, las que describió con detalle. Esta alarmante noticia provocó que
pasado el invierno, en octubre de 1674, el gobernador de Chiloé enviase una
nueva expedición30. Este viaje, aunque de origen local, tuvo importancia
virreinal, porque aunque nada hallaron, el chono aseguró que habían lle-
gado cerca de las poblaciones y, al ir a informar al virrey del Perú (Talca-
pillán incluido), éste dispuso la salida de una nueva y mayor expedición31.
26
BN, MM, t. 163, dcto. 3311, carta del gobernador de Chile a la reina, Santiago, 27 de
diciembre de 1673.
27
AGI, Chile, leg. 23, R.3, N.83, carta del gobernador de Chile al virrey del Perú, Santiago,
6 de diciembre de 1674.
28
Urbina, 2016b.
29
AGI, Chile, leg.  7, carta del gobernador de Chiloé al virrey del Perú, Chacao, 29 de
octubre de 1674.
30
AN, VG, vol. 7, pieza 4, «Relación del sargento mayor Don Bartolomé Gallardo hecha
en Lima de orden de V. E. sobre el viaje que hizo en reconocimiento a las poblaciones de los
ingleses con todo lo sucedido en él y paraje donde llegó» (1674-1675).
31
Archivo del Museo Naval de Madrid (Madrid) [AMNM], ms. 191, js. 39-69, «Relación
diaria del viaje marítimo y descubrimientos de las costas del sur que hizo por orden el exce-
lentísimo señor conde de Castellar, marqués de Malagón, virrey, gobernador y capitán de

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Salieron desde el Callao y regresaron a Chiloé en marzo de 1676 después de


haber confesado el guía que no había nada en realidad, ya que «todo esto
lo había dicho porque le parecía que gustaban los españoles de esto, y que
nunca creyó que llegásemos tan adelante32».
Por lo tanto, solo el primer viaje, el de Díez de Mendoza, fue consecuencia
de un «papel de Londres» sobre Morgan, que lo es, a su vez, de la recomenda-
ción de Narborough de poner una base inglesa en el estrecho. Los otros dos
viajes son fruto de la noticia interna dada por un indio del confín austral. Por
eso, solo el primer viaje tenía como objetivo llegar al estrecho y, los otros, a
parajes en la costa entre Chiloé y el estrecho. Que Talcapillán haya dado la
noticia que dio es, a su vez, consecuencia del primer viaje, del de Díez de Men-
doza, que fue ocasionado por el interés del presidente de Chile por reconocer
unas costas en las que la esporádica vigilancia había estado siempre en manos
y a criterio del gobernador de Chiloé. Esta vigilancia recaía en eventuales ope-
raciones combinadas de jesuitas y soldados: unos buscando indígenas en los
246 canales e islas para llevarlos a Chiloé a iniciar su conversión, y otros, para bus-
car colonias de españoles o extranjeros, náufragos o sobrevivientes de las fun-
daciones de Sarmiento de Gamboa, poblaciones ocultas y atractivas que eran
llamadas «los Césares», en las que también creyó el jesuita Nicolás Mascardi
quien los buscó en esos mismos años, saliendo desde la misión de Chiloé33.
Por eso, cuando Talcapillán dijo que existían asentamientos de extranjeros en
algún paraje del sur, reactivó esta antigua creencia. En suma, se trata de una
relación local de Chiloé con su frontera sur.
Creo que el interés que tenía Mascardi (jesuita que fue exaltado luego
de su muerte a manos de los indios a quienes pretendía convertir, en 1674)
unido también a la noticia de las supuestas colonias inglesas reveladas por
Talcapillán explican que se haya realizado el sugerente mapa de América
del Sur en 1680. Este es un mapa que acompañaba una carta enviada a la
corte por el procurador general de la Compañía de Jesús en Indias, Alonso
de Pantoja, en la que respaldaba una antigua petición desde Chile, de fun-
dar un nuevo colegio de la orden para atender y aumentar las misiones. En
la carta se decía que los ingleses estaban «poblados» en Tierra del Fuego, y
advertía que con ello podrían conseguir hacerse dueños del mar del Sur34,

estos reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, el capitán de mar y guerra Pascual de Iriarte, en
el navío Nuestra Señora del Rosario, que continuó en el de la Santísima Trinidad, desde la
provincia de Chiloé hasta el estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, por el recelo de las
poblaciones que se suponían hechas por el inglés en aquellas costas, siendo piloto mayor
el capitán Guillermo Bautista de Echavarría, Año de 1675». AMNM, ms. 199, js. 576-619,
«Relación diaria del viaje que se ha hecho a las costas del estrecho de Magallanes, en el recelo
de enemigos de Europa, por Don Antonio de Vea, Año de 1675».
32
AMNM, ms. 199, js. 576-619, «Relación diaria del viaje que se ha hecho a las costas…»,
fo 606.
33
Rosso, 1950.
34
BN, MM, t. 387, pp. 82-86, informe del Consejo de Indias al rey, Madrid, 7 de febrero de
1681. No se conoce la carta, sino el informe que el Consejo hace de ella.

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mientras que el mapa muestra expresamente una «Población de ingleses


aquí en esta tierra del fuego35» (ig.  3). No sabemos porqué reapareció el
antiguo topónimo de Tierra del Fuego, no mencionado en la corresponden-
cia que hasta ahora he descrito.

247

Fig. 3. — Mapa de América del Sur con indicación de tierras


habitadas por extranjeros, ca. 1682
Fuente: AGI (Sevilla), Mapas y Planos, Perú-Chile, nº 176.

Enterado el Consejo de esta carta, por real orden de 26 de febrero de


1681 se pidieron informes a las autoridades de Chile sobre la población
inglesa dada por cierta por el jesuita 36. Esta petición demuestra cómo en

35
AGI, Mapas y Planos, Perú-Chile, no 176, «Mapa de América del Sur con indicación de
tierras habitadas por extranjeros», ca. 1682.
36
BN, MM, t. 166, dcto. 3383, «El Consejo de Indias informa a S.M.», 3 de febrero de 1681.
BN, MM, t. 166, dcto. 3385, Real orden al presidente de Chile, 26 de febrero de 1681.

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España no se recordaba el desengaño ocasionado por Talcapillán seis años


antes. Los informes consecuentes, hechos en Chile en 1682, hablan de los
viajes de Gallardo, y Vea/Iriarte, y además consideran muy improbable la
existencia de dichas colonias, debido a la hostilidad de la tierra reconocida.
Paralela a la carta y al mapa del procurador de la Compañía, en junio de
1681 otro jesuita elevó una petición para fundar una misión en el estrecho
de Magallanes, lo que era coincidente con la pretendida presencia inglesa
en Tierra del Fuego. Probablemente detrás de ello esté el interés de con-
tinuar con la labor de Mascardi, quien informó de «nuevas naciones» de
indios, y de conseguir el patrocinio de la Corona para ello a través del
argumento de la necesidad de tener una presencia española permanente
por medio de la orden37.
Este interés por el extremo austral coincidió con la noticia que se tuvo
en la corte de Madrid de haber recalado en 1682 los piratas ingleses Sharp
y Ringrose, al regreso de sus correrías por Chile y Perú, en una isla cercana
248 al Estrecho, a la que llamaron Duque de York. Dijeron los ingleses que era
contigua por el sur a una isla llamada Madre de Dios. Conocían el nom-
bre de esta isla por haberlo visto en un derrotero de aquellas costas que
habían obtenido cuando capturaron un barco español en el Pacíico38. En la
isla Duque de York hicieron mediciones de latitud y, luego, en su escritos y
mapas, comunicaron su recalada39 (ig. 4). De esta manera, el mapa de Rin-
grose —hecho sobre la base del derrotero robado—, «creó» una isla (Duque
de York) y reactivó a otra: Madre de Dios. El mapa de Ringrose, el de Pantoja
y la petición jesuita explican la real cédula de 4 de septiembre de 1683, en la
que se ordenó al presidente de Chile que
procure que la habitación de los españoles vaya dilatándose al estre-
cho de Magallanes y a la Tierra del Fuego para avecindarse en ella,
dando principio con disponer que algunos religiosos de la Compañía
de Jesús y seglares vayan a reconocer la isla Madre de Dios que dista
de Castro, Chile, hacia el Estrecho 80 o 100 leguas, para que siendo
habitable hagan asiento allí, así dichos religiosos como algunos sol-
dados de tres mil plazas que se pagan de mi real hacienda en Chile, el
número que le pareciere conveniente, eligiéndolos de pacíico natural
y de buenas costumbres, que vayan introduciendo de a poco con los
indios del Estrecho y de la Tierra del Fuego40.

37
AN, MV, vol. 20, pza. 17, carta del jesuita Francisco Ferreira al rey, Santiago, 8 de junio
de 1681.
38
A Buccaneer’s Atlas, ed. de Howse y Thrower, p. 253.
39
National Maritime Museum (Londres), Object ID: P/32, Mapa «Desde el golfo de
Penas hasta el archipiélago Madre de Dios», <http://collections.rmg.co.uk/collections/
objects/492506.html?_ga=1.247568455.1553796102.1478558681>.
40
AN, MV, vol. 20, pieza 20, Real cédula al presidente de Chile, José de Garro, Madrid, 4
de septiembre de 1683.

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249

Fig. 4. — Basil Ringrose, «Desde el golfo de Penas hasta el archipiélago


Madre de Dios», publicado en Id., A Waggoner. Shewing the making and
bearing of al the coasts from California to the Straights of Le Maire done
from the Spanish original by Basil Ringrose, 1682, p. 104
Fuente: National Maritime Museum (Londres), Object ID: P/32, [en línea], <http://collections.rmg.
co.uk/collections/objects/492506.html?_ga=1.247568455.1553796102.1478558681>.

Vemos cómo la Corona se valía del interés jesuita para cumplir un obje-
tivo geopolítico. El presidente de Chile no «procuró» lo que la real orden
decía, sino que respondió dando cuenta de las tres expediciones realizadas
entre 1674 y 1676, del desengaño de Talcapillán, y de la adversidad del terri-
torio del que se sospechaba. No se puso en práctica y la isla Madre de Dios
no se pobló: primó el conocimiento local.
Por otro lado, como se ve, es en esta real cédula en la que que se nombra
la isla Madre de Dios, pero no en la carta de Pantoja. Es decir, desde España
se «agrega» la atención hacia dicha isla y esto es porque la nombra Ringrose.
Y, a su vez, es quizá por la mención de Ringrose a Madre de Dios y por la
nominación de una isla nueva (Duque de York) que el marino gallego Seixas
y Lovera da por existentes dos colonias inglesas en el libro en el que descri-
bió el estrecho de Magallanes 169041 y en el mapa que hizo ese mismo año

41
Biblioteca del Congreso (Washington), Taboas geraes de toda a navegação. Mapas
generales originales y universales de todo el orbe con los puertos principales y fortalezas de
ambas Indias y una descripción topográica de la región Austral Magallánica, año de 1692,
Mapa «Strait of Magellan and Tierra del Fuego (1690 Spanish map insert)», de Francisco
de Seyxas y Lovera.

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(ig. 5): una en la costa patagónica occidental y otra en Tierra del Fuego42. En


todo recuerdan a las dos de Talcapillán. Todo lo anterior muestra los cruces
y recovecos del tránsito de la información, así como permite en una pequeña
escala ver un caso de historia conectada o historia transnacional43.

250

Fig. 5. — Francisco de Seyxas y Lovera, «Strait of Magellan and Tierra del Fuego
(1690 Spanish map insert)», mapa agregado en 1692 al manuscrito Taboas geraes de
toda a navegação. Mapas generales originales y universales de todo el orbe
con los puertos principales y fortalezas de ambas Indias
y una descripción topográica de la región Austral Magallánica, año de 1692
Fuente: Biblioteca del Congreso, Geografía y Mapas, [en línea],
<https://www.loc.gov/item/78653638/>.

Por último, la Relación ya citada del piloto Hevia, remitida a la metrópoli


por el franciscano Pérez de Cuellar, de 1681, y un informe hecho en Lima, de
1684 (probablemente por un «procurador» enviado desde Chiloé para hacer
tal gestión), son peticiones de los vecinos de Chiloé para despoblar la isla
y para que sus habitantes se trasladen a Chile44. La razón que se daba era
ofrecer a los ingleses un Chiloé despoblado de indios con quienes podían
aliarse. Pero en realidad, lo que se quería en la isla era aprovechar la coyun-

42
Seyxas y Lovera, 1690.
43
Yun, 2009.
44
Véanse AN, MV, vol. 20, pza. 18, informe (sin datos de autor ni destinatario) fechado en
Lima, 24 de enero de 1684; y AGI, Chile, leg. 66, copia del papel que remite Fr. Dionisio Pérez
de Cuellar de la orden de San Francisco con carta de 12 de septiembre de 1681.

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tura de atención a la isla para conseguir abandonar aquella vida, pobre y


carente de todo. Este era un antiguo sentir de los chilotes desde que la gran
rebelión mapuche y huilliche de 1600 los dejó doblemente aislados, pero, por
voluntad del rey, manteniendo la retaguardia de la frontera de Chile45.
Como se ve y se verá en los otros dos casos, la corona española no tenía
ni aspiraba a tener la «entera noticia», que ni siquiera tenía en los centros, y
que constituía el fundamento de la administración46. Lugares desconocidos
y vulnerables, indios que saben más que españoles, el protagonismo de una
provincia olvidada y noticias y mapas que dan por segura la presencia inglesa
en las inmensidades australes, deben ser considerados cuando se habla de
circulación de la información en la monarquía hispánica.

El episodio de 1750: la isla Inche

Dos meses antes de declararse la llamada Guerra del Asiento o de la Oreja 251
de Jenkins, que inalizó por un tratado en 1748, en agosto de 1739 el con-
tralmirante inglés Edward Vernon zarpó desde Portsmouth para caer por
sorpresa en Portobelo en noviembre del mismo año. Otra lota, al mando
de Anson, compuesta por siete barcos, debía asolar las costas de Chile —
comenzando por Valdivia— y de Perú antes de tomar Panamá, tal como
rezaba el proyecto de Hutchinson, que fue presentado a la corte de Inglaterra
en 173947. Las acciones de Anson en 1741 y 1742, y las cuantiosas pérdidas a
la corona española han sido estudiadas48, pero casi nada se ha dicho sobre sus
consecuencias en Chile, ocurridas cuando ya estaba vigente la paz.
Anson zarpó de St. Helen en septiembre de 1740, rumbo al cabo de Hornos.
El primer lugar de encuentro luego del cruce por el Cabo sería la isla Nuestra
Señora del Socorro (llamada hoy Guamblín) y, si aquello fallaba, sería en la
misma Valdivia, o, en tercer lugar, en la isla de Juan Fernández. Después de
una larga tormenta, uno de los barcos, la fragata Wager, encalló en una de las
islas del archipiélago de Guayaneco, en el área del golfo de Penas, mientras
los demás lograron arribar a Juan Fernández, donde se repusieron para luego
ejecutar importantes ataques y saqueos en Perú.
En la desolada isla, la tripulación de la Wager se dividió. La mayor parte,
desobedeciendo al capitán Cheap, se volvió a Inglaterra con uno de los botes
auxiliares, mientras que de los 19 que quedaron solo 3 lograron sobrevivir, al
ser conducidos hacia el norte por indígenas en un penoso y largo viaje hacia

45
Urbina, R., 1983.
46
Brendecke, 2012.
47
British Library (Londres), Manuscritos, Western Manuscripts, Add. ms. 19.054, Pro-
puesta de Henry Hutchinson, Londres, 11 de septiembre de 1739. Véase también Williams,
1967, pp. 18-26, citado en Bradley, 1999, p. 522.
48
Williams, 2002.

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Chiloé por entre islas, canales y mar abierto, siendo el líder de ello el chono
Martín Olleta49. Al llegar los náufragos a Chiloé en junio de 1742 la reacción
de la provincia insular no fue de alarma, ni de temor y vigilancia de posibles
enclaves en la desconocida y brava costa austral —los hechos conirmaban
la imposibilidad europea de sobrevivir sin auxilio y sin que se enterase Chi-
loé—, sino de interés por recuperar anclas y cañones que llevaba la fragata,
porque la falta de metal era muy marcada en Chiloé. Así, el gobernador de
las islas, Francisco Gutiérrez de Espejo, envió a ines de 1742 dos «piraguas»
a recoger hierro —probablemente iba Olleta como guía— las que conduje-
ron 21 quintales a la isla50. En consecuencia, el nuevo gobernador Martínez
de Tineo ordenó al sargento mayor de la plaza, el irlandés Mateo Abraham
Evrard, que organizara la manera de recuperar los 28 cañones de bronce y
hierro y las anclas, y de llevarlos a Chiloé, lo que ejecutó entre ines de 1743 y
febrero de 1744. Asimismo, los jesuitas se interesaron por trasladar a Chiloé
las «nuevas naciones» de indios que los ingleses informaron que les parecía
252 no habían tenido —como los chonos— contacto anterior con europeos51.
El episodio no había transcendido el ámbito local, no existía sospecha de pre-
sencia inglesa en las costas australes, y el resto de la lota de Anson no había
atacado Chile. Pero en 1746 llegó a la corte un «papel de Londres» informando
que se estaba preparando una escuadra de 17  navíos de guerra para pasar a
América52, por lo que el rey ordenó que dos barcos pasasen desde El Ferrol a la
defensa del Pacíico sur53. Llegados al Callao, en octubre de 1748, el virrey los
envió a reconocer «las costas de Chile» (no Chiloé), aun cuando, informado,
decía que no tenía «el menor recelo de que navío alguno se haya atrevido a inter-
nar a este mar54». No hallaron nada, ni siquiera en Juan Fernández que fue sos-
pechosa luego de la recalada de Anson, y el virrey dispuso su retorno a Europa.

49
Tres libros se publicaron en Inglaterra por cuatro de los tripulantes de la Wager: Byron,
he narrative of the honourable John Byron, 1768; Campbell, he sequel to Bulkeley and
Cummins’s voyage, 1747; Bulkekey y Cummins, A voyage to the South-Seas, 1743.
50
AN, CG, vol. 379, js. 408 ssq, «Relación de cargo y data del ierro que hemos recibido en
esta real caja de nuestro cargo perteneciente a S. Majestad del navío naufragado del enemigo
inglés en 3 partidas según y como consta en los libros reales de nuestro cargo», Chacao, 12
de abril de 1745.
51
Real Biblioteca, Palacio Real (Madrid), MF/446, «Historia geographica e hidrographica
con derrotero general correlativo al plan del reino de Chile que remite a nuestro monarca el
señor Don Carlos III, que Dios guarde, rey de las Españas y de las Indias, su gobernador y
capitán general Don Manuel de Amat y Junient».
52
AGI, Chile, leg. 186, carta del presidente de Chile al marqués de la Ensenada, Santiago,
25 de abril de 1747. En la carta se lee que la noticia de Londres fue recibida por el rey el 5 de
agosto de 1746. En una segunda carta, de 18 de marzo de 1748 el presidente de Chile hace ver
al ministro de Indias que el terremoto y tsunami de Lima de octubre de 1748 puede alentar
al inglés a «introducciones ilícitas» en Perú.
53
AGI, Lima, leg. 643, carta del marqués de la Ensenada al virrey del Perú, Madrid, 18 de
abril de 1748. El Castilla y el Europa iban al mando de Francisco de Orozco.
54
AGI, Lima, leg. 643, carta del virrey del Perú al marqués de la Ensenada, Lima, 12 de
diciembre de 1748.

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La sospecha renació cuando en 1748 se publicó en Londres el relato auto-


rizado del viaje de la expedición de Anson55. Allí se revelaba que otra de las
naves de la lota, el Anna, en medio de la misma tormenta que estrelló a la
Wager contra las rocas, había encontrado refugio en una bahía en la latitud
47, y había recibido asistencia de parte de los chonos. Luego de un mes repo-
niéndose se reunió con el resto de la lota en Juan Fernández. En el diario
de viaje se recomendaba tener un establecimiento inglés en el puerto donde
había estado el Anna. Rápidamente esta parte del libro, traducida, así como
los mapas respectivos (de la «Bahía Ana Pink» o Inche, y de Juan Fernández)
se dieron a conocer en la correspondencia con las autoridades indianas56. En
adelante, se le llamó isla de Inche o bahía del «pingue Ana».
La alarma se agravó cuando en 1749 otro «papel de Londres» anunció la
«segura noticia» de que Inglaterra estaba preparando una fragata para tomar
posesiones en el Pacíico sur y que ciertamente sería en la bahía del «pingue
Ana» y en Juan Fernández. Una inmediata real orden dispuso la ocupación
de ambas islas57. El virrey envió una fragata desde el Callao a conducir per- 253
sonas, bastimentos y todo lo necesario a la isla Robinson Crusoe (la mayor
del archipiélago de Juan Fernández), que quedó al mando de un gobernador,
y a dirigirse inmediatamente a Chiloé para recoger tropa y guías indígenas
para fundar un fuerte en la pequeñísima e inmediata a la costa isla de Inche.
Eran acciones reactivas ante la manifestación expresa inglesa. Ambos pues-
tos, se pensaba, serían utilizados por el enemigo como trampolín para atacar
las costas de tierra irme después del cruce interoceánico. De esta manera, el
bordemar al sur de Chiloé, que para la provincia insular no constituía fuente
de desconianza, si lo fue para la Corona, a partir de la «Noticia» de Anson y
de este «papel de Londres».
Este episodio regional dirigido por el virrey debe ser consecuencia del
dado a conocer por Demetrio Ramos en un artículo que dedicó a «sospe-
chas» con documentación del Archivo de Simancas, explicando cómo en
1748, a poco de irmarse la paz, «se abría un curioso capítulo de alarmas que
venía a dar fundamento a las cautelas que se tenían desde que se iniciaron las
negociaciones». Se había descubierto que Inglaterra preparaba secretamente
unas fragatas con una misión desconocida58. Anson, que estaría a cargo de

55
Walter (ed.), A voyage round the world, 1748.
56
«Noticia de la bahía descubierta en el archipiélago de Chonos por el pinque nombrado
La Ana…». Era una transcripción del libro de Richard Walter, Libro 2o, cap. iii, pp. 139-142.
57
AGI, Chile, leg. 433, carta del marqués de la Ensenada al virrey del Perú, Aranjuez, 7 de
mayo de 1749: «El rey ha recibido segura noticia de que en Inglaterra se estaba habilitando una
fragata con catorce cañones aunque capaz de montar muchos más, y que se destina a pasar a
ese mar del Sur a hacer varios reconocimientos de las islas de él. Convida a aquella nación y
corte la práctica de esta idea, la noticia que el almirante Anson da en la obra y relación que ha
impreso de su viaje desde su salida de Inglaterra hasta su vuelta del continente e islas de esos
mares, y las ventajas que se promete de que por su nación se ocupase alguna de ellas».
58
Ramos, 1980, p. 339.

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ella, dijo a las autoridades españolas que la expedición tenía como objetivo
hacer nuevos descubrimientos sin quebrantar los derechos de España, cru-
zando el cabo de Hornos para llegar a Juan Fernández, desde donde lleva-
rían a cabo los reconocimientos, para regresar a Inglaterra por el estrecho de
Magallanes59. El célebre marino Jorge Juan opinó que lo que hacía Inglaterra
era aprovechar la paz para adelantar una toma de posesiones que evitara los
inconvenientes que tuvo Anson y recomendó que España pusiese una colo-
nia antes que Inglaterra, poblándola con católicos extranjeros (para evitar
despoblar la metrópoli). Aconsejaba, además, que se cuidaran las plazas que
ofrecieran condiciones de operaciones a escuadras enemigas: maderas, gente
marinera, carpinteros y calafates. Enumeraba Valdivia, Valparaíso, Callao,
Panamá y sobre todo Guayaquil60. Ni se menciona a Chiloé.
No hubo tal expedición inglesa. El poblado de Juan Fernández, fundado
en marzo de 1740, fue completamente arrasado por el maremoto que siguió
al terremoto del 24 de mayo de 1751 —murieron 40 personas además del
254 gobernador y su familia— pero se reconstituyó inmediatamente y se man-
tuvo en el tiempo. El fuerte de madera que fundó Abraham Evrard61 en la
isla de Tenquehuén (frente a la de Inche, previamente reconocida por Manuel
Brizuela que había sido enviado de avanzada meses antes62), solo duró 18
meses: el gobernador de Chiloé logró convencer a sus superiores que era solo
un punto en la inmensidad de la Patagonia63.
La coyuntura de 1749 fue aprovechada por el gobernador de Chiloé, Narciso
de Santa María, para llamar la atención sobre aquella provincia. Pero lejos de
pedir su despoblación, como antaño, pidió su refuerzo. Dijo que los parajes
eran hostiles (lógicamente, a las maneras europeas de ocupar el territorio) y
que los indios, aunque no estaban evangelizados, no constituían amenaza y

59
Archivo General de Simancas (Simancas), Estado, Inglaterra, leg. 6915, carta del emba-
jador español en Londres, Ricardo Wall, al secretario de Estado, Londres, 24 de abril de 1749,
y respuesta del secretario de Estado, José de Carvajal, Aranjuez, 10 de mayo de 1749, ambas
citadas en Ramos, 1980, p. 340.
60
Carta de Jorge Juan al marqués de la Ensenada, 13 de mayo de 1750, citada en ibid.,
p. 340.
61
No se ha conservado el diario o informe de la expedición, ni tampoco el plano gene-
ral que hizo entre Chiloé y el estrecho de Magallanes, del que sabemos que se realizó por
una mención en: AGI, Lima, leg. 643, carta del virrey conde de Superunda al marqués de la
Ensenada, Lima, 20 de diciembre de 1750. El viaje se conoce porque está descrito, en térmi-
nos generales, en AGI, Lima, leg. 643, carta del gobernador de Chiloé, Antonio Narciso de
Santa María, al virrey del Perú, Chacao, 24 de octubre de 1750, y porque está mencionado
en Real Biblioteca, Palacio Real (Madrid), MF/446, «Historia geographica e hidrographica
con derrotero general correlativo al plan del reino de Chile que remite a nuestro monarca el
señor Don Carlos III, que Dios guarde, rey de las Españas y de las Indias, su gobernador y
capitán general Don Manuel de Amat y Junient».
62
AGI, Lima, leg. 643, «Diario y derrotero que hace el ayudante Manuel Brizuela de la isla
de Tenqueguen en el archipiélago de los Chonos desde el puerto de San Antonio de Chacao,
donde me hice a la vela el día 21 de marzo del año de 1750».
63
Urbina, 2014.

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que incluso estaba al corriente de su frontera sur a través de ellos. Dijo también
que aunque los ingleses se asentasen en Inche, desde allí no tendrían posibili-
dad de acceder ni a Chiloé ni a ninguna parte, excepto que «haya algún estero
o abra o que pase a las pampas, lo que hasta ahora se ignora»; y que si desde
Chiloé se quisiese poblar esa isla, habría que abastecerlos con todo, «como se
hace con el peñón del África», por lo que si lo hicieran los ingleses necesita-
rían apoderarse de Chiloé64. Así, fue el primero en llamar la atención sobre
la importancia estratégica de ella: «en esta provincia se debe cargar la mayor
atención, como que es la llave de todo este mar65».
Su intención se vio concretada con el virrey Manuel de Amat y Junient
(1761-1776), que había sido gobernador y capitán general de Chile (1755 y
1761). Como consecuencia de ésta y del caso que se expondrá a continuación,
el virrey manifestó al rey, con vigor, la importancia estratégica de Chiloé y
consiguió que se aprobaran las peticiones que hizo: su elevación a la cate-
goría de gobernación-intendencia, la fundación de una nueva ciudad (San
Carlos de Chiloé), la construcción de un sistema de fuertes en el canal de 255
Chacao, la llegada de gobernadores con mayor graduación y, inalmente, la
ampliación del presupuesto militar. La atención dada a la provincia de Chi-
loé fue tanta en relación con su etapa anterior que eso explica la actitud de
idelidad al rey y al virrey Abascal que tomó Chiloé durante el movimiento
independentista de Chile.

Sospechas desde España sobre la isla Madre de Dios, 1767-1779

A la corte llegó un «papel de Londres», fechado en septiembre de 1765, en


el que se dada por seguro que Inglaterra ocuparía alguna isla o costa austral
en el Atlántico o Pacíico66. Para enero de 1766 ya se podía agregar que un
francés de apellido Potier había difundido en el virreinato del Perú que debía
ir en comisión secreta en un barco inglés a levantar planos y registrar las
costas67, encargado por Inglaterra; y, en los últimos días de ese año, ya «no

64
AGI, Chile, leg. 98, carta del gobernador de Chiloé, Antonio Narciso de Santa María,
al presidente de Chile, Domingo Ortiz de Rozas, Chacao, 30 de enero de 1750; AGI, Lima,
leg. 643, carta del gobernador de Chiloé al virrey del Perú, Chacao, 7 de febrero de 1750;
mismo archivo, Chile, leg. 433, carta del gobernador de Chiloé al presidente de Chile, Cha-
cao, 16 de marzo de 1750.
65
AGI, Chile, leg. 433, carta del gobernador de Chiloé, Santa María, al presidente de Chile,
Chacao 11 de marzo de 1750.
66
AGI, Lima, leg. 1498, carta del virrey Manuel de Amat a Julián de Arriaga, Lima, 23 de
febrero de 1767. No conocemos el citado «papel», sino solo por la referencia que a él hizo el
virrey Amat, quien también agregó que esto le fue comunicado en carta fechada en Madrid
el 24 de enero de 1766.
67
No está esa real orden, pero conocemos su contenido por la carta recién citada y por
AGI, Lima, leg. 1498, carta de Julián de Arriaga a Manuel de Amat, San Ildefonso, 20 de
agosto de 1767.

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ofrecía duda» a España que los ingleses habían ocupado «alguna isla de esos
mares, o los del sur, y acaso en sus costas68». Esto ocurría en un contexto de
paz, porque la de 1763 había puesto in a la Guerra de los Siete Años.
En consecuencia, el 4 de enero de 1767 se ordenó al virrey que vigilase el
mar desde los puertos de su jurisdicción, especialmente Chiloé69. En febrero
llegó a Madrid otro «papel de Londres» en el que se decía que el embajador
de Francia en ese país, el conde de Fuentes, había informado en carta de
enero de 1767 hecha en París de lo siguiente: el comandante de una fragata
francesa, que regresaba desde las islas Malvinas, a su paso por las Madeiras
había hablado con un inglés residente, quien le había dicho que dos fragatas
inglesas —que habían recalado allí en su viaje de ida hacia las costas ame-
ricanas— iban a hacer «un establecimiento». Al inglés le pareció que iban a
hacerlo en la isla Madre de Dios70. El ser esa despoblada isla la sospechosa
puede explicarse por el recuerdo de la visita a ella de Ringrose en 1682, y su
mención en el ya citado mapa.
256 Aunque pronto España se enteró de la ocupación que Inglaterra hizo de las
Malvinas o Falkland, la mención del inglés de las Madeiras a la isla Madre de
Dios hizo que se mantuviese la sospecha sobre ella, porque
no por eso disminuye los recelos de que intenten o hayan intentado
otros en islas o tierra irme de la banda del sur, y aún hay modernos
reiterados anuncios de que su idea sea en el Puerto de el hambre que
ellos nombran Famine, y también en la isla de Madre de Dios71.

La mención al Puerto del Hambre —nombre con el que se recordaba a las


frustradas colonias del Estrecho— creemos que tiene su origen en el reco-
rrido que hizo John Byron por el estrecho de Magallanes en 1765, porque,
en el mismo viaje en que fundó Puerto Egmont en las Falkland, recorrió
y cartograió el Estrecho. O la mención pudo provenir de la expedición de
los capitanes Samuel Wallis y Phillip Carteret, quienes el 17 de diciembre
de 1766 llegaron al Estrecho para continuar los reconocimientos hechos por
Byron72. Pero en Chile las búsquedas se hicieron en Madre de Dios y no en el
interior del Estrecho73.
Recibidas las reales órdenes para buscar un establecimiento inglés en la
isla Madre de Dios, en noviembre de 1767, el gobernador de Chile Antonio
de Guill y Gonzaga las traspasó al de Chiloé, Manuel de Castelblanco. Este
68
AGI, Lima, leg. 1118, carta de Julián de Arriaga al gobernador de las Malvinas, Felipe
Ruiz Puente, Madrid, 29 de diciembre de 1766.
69
AGI, IG, leg. 412, Real orden al gobernador de Chile, Madrid, 4 de enero de 1767.
70
AGI, IG, leg. 412, Real orden al gobernador de Chile, Madrid, 7 de febrero de 1767.
71
Archivo General de Simancas (Simancas), Serie Estado, Inglaterra, Correspondencia
diplomática con Inglaterra, leg. 6962, carta de Juan de Arriaga a Bucarelli, Madrid, 25 de
febrero de 1768, citado en Senatore, 2007, p. 35, nota 44.
72
Martinic, 2007, p. 33.
73
Urbina, 2017a.

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primer viaje sería para informarse, pero no para atacar (se entendía que en
Chiloé no había capacidad para ello). La orden precisaba que se fuese con dos
de las mejores «embarcaciones del país», con los prácticos de más experiencia,
alguna persona que hable inglés; víveres y municiones necesarias; y que no se
dijese en Chiloé el verdadero motivo del viaje, sino que era una empresa para
«sacar de ellas [las islas del intermedio] indios que quieran reducirse»74.
Guill y Gonzaga no sospechaba de una ocupación inglesa en la isla Madre
de Dios, dado un patrullaje hecho desde Chile durante el verano anterior75.
Tampoco tenía sospechas el gobernador de Chiloé, porque en enero de ese
año el jesuita José García había regresado a la provincia desde un recono-
cimiento marítimo por el bordemar austral para buscar indígenas y trasla-
darlos a la misión de la isla de Cailín, sin haber visto nada extraño. Aun así,
Castelblanco obedeció y envió allí a sus oiciales. Mientras la instrucción
general que les dio decía que debían ir en la búsqueda de españoles náufragos
perdidos «de los que corren rumores entre los indios recientemente traslada-
dos» («los Césares»), la instrucción reservada dada al comandante expresaba 257
que se iban a buscar dos fragatas inglesas «con el destino de establecerse en
estas costas del sur»76.
Iban al mando del alférez de caballería de la plaza, Pedro Mansilla, ya
«práctico» en aquellos laberintos de mar y tierra, al mando del «barcolongo»,
y como segundo al mando de una «piragua grande77», al también práctico
cabo Mateo Mansilla. La tripulación era de oiciales, 16 «soldados milicia-
nos», 4 prácticos, entre oiciales, milicianos y un indio, y 8 de la «gente del
sur», también nombrados «naturales guaiguenes, por prácticos en aquellas
costas»78, que se embarcarían en el puerto de Queil, isla de Quinchao79. En
ésta, como en las demás expediciones, el tránsito por aquel laberinto de
cursos de agua del siempre tempestuoso Pacíico austral, solo era posible
por contarse con la asistencia de los indígenas como pilotos y remeros, y su
conocimiento para saber cómo transitar, dónde recalar y dónde buscar los

74
AGI, IG, leg.  412, carta del presidente de Chile al gobernador de Chiloé, Manuel de
Castelblanco, Santiago, 14 de noviembre de 1767.
75
AGI, IG, leg.  412, carta del presidente de Chile a Julián de Arriaga. Santiago, 16 de
noviembre de 1767.
76
AGI, IG, leg. 412, instrucciones reservadas dadas por el gobernador de Chiloé, Manuel
de Castelblanco, Queil, 24 de diciembre de 1767.
77
Embarcación «de la tierra», una dalca indígena españolizada.
78
Mientras la piragua debía avanzar a la manera indígena, esto es, yendo por los canales
interiores, cruzando la lengua de tierra que es el istmo de Ofqui con la piragua desarmada,
y volviéndola armar al otro lado de él, el barcolongo iría por «mar afuera» hasta encontrarse
ambos en la isla del Cirujano o la de San Javier, al interior del golfo de Penas, para recorrer
juntas las islas y costas hasta el estrecho de Magallanes. AGI, IG, leg. 412, instrucción dada
por el gobernador de Chiloé en Castro, 24 de diciembre de 1767.
79
Este era el lugar donde comenzó a funcionar la misión de los «nuevos» indígenas tras-
ladados por el padre Pedro Flores y los viajes que lo siguieron, que se conocieron en Chiloé
como consecuencia del naufragio de la fragata Wager.

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mariscos. El grupo zarpó de Chacao el 21 de diciembre de 1767 y regresó al


mismo puerto el 1 de mayo de 176880. No se encontró nada —nada había—,
aunque al informar de esto el gobernador de Chile siguió dando importancia
a la alarma, «pues si logran los ingleses sus proyectos será muy difícil desalo-
jarlos, y en tiempo de paz se harán dueños de los caudales, y en el de guerra
embarazarán la comunicación y giro del comercio y se seguirán otras malas
consecuencias81…».
Los diarios de esta expedición y de las siguientes son casi la única fuente
disponible (excepto cartas de jesuitas y el diario de uno de ellos, José García)
para conocer parte de ese mundo austral. Casi nada sabemos hoy del pasado
de esas soledades que estuvieron apenas pobladas por cortos grupos men-
cionados en esos diarios hechos por soldados de la plaza de Chacao. Consti-
tuyen también una fuente hasta ahora no bien aprovechada para conocer el
proceso en que el territorio en cuestión comenzó a ser dotado de contenido
geográico e histórico desde el punto de vista europeo, porque el temor al
258 enemigo inglés puso en el mapa a islas y lugares antes siquiera considerados.
Se trataba, entonces, de una geografía que de imaginaria se fue convirtiendo
en empírica. Las navegaciones litorales e imprecisas noticias que circulaban
sobre esos parajes permitieron que se fuera trazando una imagen de la Pata-
gonia bordemarina occidental y que se distinguieran islas (Inche, Madre de
Dios) y pasos interoceánicos (Magallanes, Hornos, Le Mayre): el proceso de
la «construcción» de una imagen de un territorio generada por un incentivo
externo (vigilar al inglés).
Pasado el invierno, el nuevo gobernador de Chiloé Carlos de Beranger dio
instrucciones a una nueva expedición que salió en busca de un establecimiento
inglés «en las alturas del cabo de Hornos, con seguridad ija de hallarse ya
colocada82». La razón de esta segunda expedición está explicada en las instruc-
ciones reservadas, dadas a los comandantes de la empresa: el piloto Francisco
Machado y el teniente José de Sotomayor. En ellas se dice que los indios con-
ducidos a Chiloé en la expedición de Mansilla, tomados a la altura de 53º 27’,
declararon «por señas […] que a dos jornadas más arriba había nación83». Por
lo tanto, en esta nueva expedición se debía buscar aquello que los indios dije-
ron, llegando hasta la latitud 55º, ver la isla de Inche (o puerto San Fernando de
80
El diario que llevó Pedro Mansilla se conserva aún inédito en AGI, IG, leg. 412, «Testi-
monio de los autos sobre el reconocimiento de la isla Madre de Dios y expedición que salió a
este in de la provincia de Chiloé habilitada por su gobernador Don Manuel de Castelblanco
hasta los 53 grados 19 minutos de latitud al sur, en virtud de las reales órdenes expedidas en
4 de enero, 7 de febrero y 16 del mismo del año pasado de 1767 que salió a cargo del alférez
Don Pedro Mancilla».
81
AGI, IG, leg. 412, carta del gobernador interino de Chile, Juan de Balmaceda, a Julián de
Arriaga, Santiago, 28 de noviembre de 1768.
82
«Diario de navegación de Don Francisco Machado en la costa occidental de América del
sur», AMNM, ms. 165.
83
«Diario de navegación de Don Francisco Machado en la costa occidental de América del
sur», AMNM, ms. 165.

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Tenquehuén), entrar y reconocer el estrecho de Magallanes hasta la isla Delina


y Puerto del Hambre, y volver pasando por la isla Madre de Dios. Así, la sos-
pecha que había en la corte de Madrid hacia la isla Madre de Dios volvió, por
las noticias dadas por indios, a recaer en el estrecho de Magallanes. Zarparon
de Chacao el 17 de diciembre de 1768, con una goleta y dos piraguas, y volvie-
ron a Quicaví el 8 de mayo siguiente. En este caso, así como en el de la india
Magdalena (en el contexto de la expedición de Narborough) y el de Talcapillán,
vemos cómo las noticias de indios tuvieron un papel determinante en la toma
de decisiones de las autoridades, porque ellos eran las verdaderas llaves de la
tierra adentro en los siglos xvi y xvii.
Cuando Beranger llegó a Chiloé se enteró de la antigua atención puesta
por la provincia a la isla de Inche (o Tenquehuén) y de las sospechas que
seguía despertando, lo que mencionó en una carta al gobernador de Buenos
Aires. Por eso, éste último nombró a la isla en una carta a la corte de España
y en consecuencia una real orden dispuso que se le registrase84. Ese es el
origen de una tercera expedición, a Inche, que tuvo que ordenar Beranger 259
en obedecimiento a esta información que se devolvía como la imagen de
un espejo. El viaje estuvo a cargo del comandante José Rius junto al alférez
Pedro Mansilla, en dos piraguas, durante noviembre y diciembre de 177085.
Se habían hecho tres prolijos reconocimientos en los veranos entre 1767
y 1771. Cuando inalizó el último, Beranger dijo tener «comandado a los
indios guaiguenes, que navegan continuamente el archipiélago, con cargo a
sus caciques, que diesen cuenta de inmediato de cualquier embarcación que
avisten o novedad que ocurra86». Pronto, la nueva relación comercial entre
ambas coronas acabó con las sospechas, y la labor del piloto José de Mora-
leda, quien hizo prolijos reconocimientos hidrográicos en el archipiélago de
los Chonos (1786-1788 y 1792-1793), como más tarde lo hicieron Parker King
y Fitz-Roy (1826-1830), permitió avanzar en la comprensión de un mundo
bordemarino tan disímil al resto de América.

 
La historiografía dice que Chile fue el granero del Perú y el «puesto avan-
zado defensivo en el lanco del sudoeste del imperio87». Además de haber sido
el reino de Chile mucho más que eso, tales airmaciones deben ser matizadas
mediante el estudio del efectivo papel jugado por Chile en la defensa. Ello se
comprende mejor estudiando los ataques, los fuertes y sus defensores, pero

84
AGI, Lima, leg. 1498, carta del gobernador de Chiloé, Carlos de Beranger, a Julián de
Arriaga, San Carlos, 18 de marzo de 1770.
85
AGI, Lima, leg. 1035, «Diario de José Rius». También está en AGI, Chile, leg. 219. Corres-
pondencia e instrucciones en AGI Chile, leg. 435.
86
AGI, Lima, leg.  1035, Información de Carlos de Beranger, gobernador de Chiloé, al
virrey del Perú, San Carlos de Chiloé, 4 de enero de 1771.
87
Jay Tepaske, 2002, p. 37.

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también los planes de ataque de extranjeros y las apreciaciones que las auto-
ridades tuvieron acerca de ellos, que obligaron a opinar acerca de la situación
de Chile, desde dentro y fuera del reino. Baste decir que el estrecho de Maga-
llanes, el cabo de Hornos, las islas Madre de Dios, Inche y Juan Fernández,
así como Valdivia, son mencionados en la documentación como lugares que
atender sólo porque las nombran y las cartografían los enemigos. Esas men-
ciones, así como los «papeles de Londres» y los planes de ataque, estudiados
en su conjunto, han permitido comprender mejor cómo Inglaterra obtenía y
consideraba la información, y cómo España conocía los territorios que recla-
maba como suyos solo por la atención puesta por Inglaterra: los «papeles de
Londres» y el «recelo de ingleses» fueron el motor de acciones políticas en la
frontera más extrema del imperio español.
En las coyunturas presentadas, puede verse cómo a la gobernación de Chi-
loé —la más austral del virreinato peruano, que se comunicaba exclusiva-
mente con Lima y solo mediante un barco anual (lo que cambió a partir de
260 1767, a consecuencia del episodio de la isla Madre de Dios)— le fue otorgado
un papel cada vez más notorio en la vigilancia del territorio a sus espaldas.
Esto fue así porque se entendía que el interés inglés era establecer una o más
bases o establecimientos de apoyo para operaciones hacia las costas del Perú.
Pero esta vigilancia no sólo debía hacerse en el estrecho de Magallanes, sino
también al interior de los archipiélagos australes y de sus golfos, lo que úni-
camente era posible si se ejecutaba desde Chiloé con embarcaciones «de la
tierra», guías, pilotos y «lenguas» chonos, no sujetos ni encomendados sino
libres navegantes de aquellos parajes. Y así fue como Chiloé vigiló posibles
asentamientos ingleses; en efecto, los indios contactados generaron nueva
información no sobre los asentamientos ingleses que se buscaban, sino sobre
otros, lo que dejó evidenció a la autoridad la urgencia en atender a la provin-
cia insular de Chiloé.
Este estudio ha podido conirmar lo sugerente que es abordar los rumores
como dispositivo de acción política88 y el valor que tenían las informaciones
sobre barcos o colonias extranjeras dichas por indios en la toma de deci-
siones. También, para el caso de Chile, es interesante estudiar el rol de los
españoles «traidores» y de los extranjeros espías que daban información al
enemigo acerca de las Indias, así como la diplomacia española en relación
a la geopolítica de América del sur, amenazada por el enemigo externo y el
interno (los araucanos)89.

88
Muy interesante el caso del rumor en Cuba sobre Haití, Naranjo, 2004.
89
No se trata América en Hugon, 2004, pero sí vincula estrechamente a la frontera arau-
cana con los intereses de Felipe III en Europa. Díaz Blanco, 2010.

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Documentación inédita

Archivo General de Indias (Sevilla):


— Audiencia de Chile, leg. 7, 23, 66, 98, 186, 433.
— Audiencia de Lima, leg. 64, 72, 90, 643, 1035, 1118, 1498.
— Indiferente General, leg. 412, 1877.
— Mapas y Planos, Perú-Chile, mapa 176.
Archivo del Museo Naval de Madrid (Madrid):
— Manuscritos, mss. 165, 191, 199.
Archivo Nacional (Santiago):
— Fondo Capitanía General, vol. 379, 715.
— Fondo Morla Vicuña, vol. 5, pieza 48; vol. 20, piezas 17, 18 y 20.
— Fondo Vidal Gormaz, vol. 7, pieza 4; vol. 11, pieza 32.
Biblioteca Nacional (Santiago):
— Manuscritos Medina, t. 161, 163, 166, 232, 387.
British Library (Londres):
— Add. ms. 21.539, Spanish American Papers, Melfort Papers. 261
— Add. ms. 19054, Manuscritos, Western Manuscripts.
National Maritime Museum (Londres):
— Object ID: P/32.
Real Biblioteca, Palacio Real (Madrid):
— MF/446 [microilm].
he National Archives (Londres):
— State Papers 94, State Papers Foreign, Spain, 1577-1780.

Fuentes

Bulkeley, John, Cummins, John, A voyage to the South-Seas in the years 1740-1.
Containing a faithful narrative of the loss of his majesty’s ship the Wager, the
whole compiled by persons concerned in the facts related, viz, John Bulkeley
and John Cummins, Londres, Jacob Robinson Publisher, 1743.
Byron, John, he narrative of the honourable John Byron: containing an account
of the great distresses sufered by himself and his companions on the coast of
Patagonia, Londres, Impreso para S. Baker, G. Leich y T. Davies, 1768.
Campbell, Alexander, he sequel to Bulkeley and Cummins’s voyage to the
South-Seas, Londres, editado por el autor, 1747.
A Buccaneer’s Atlas: Basil Ringroses South Sea Waggoner: a Sea Atlas and Sai-
ling Directions of the Paciic Coast of Americas, 1682, ed. de Derek Howse,
Norman Thrower, Berkeley, University of California Press, 1992.
Narborough, John, Tasman, Jasmen, Wood, John, Martens, Frederick,
An account of several late voyages and discoveries to the south and north.
Towards the streights of Magellan, the South Seas, the vast tracts of land be-
yond Hollandia Nova, also towards Nova Zembla, Greenland or Engrond-
land, Londres, Impreso para Sam. Smith and Benj. Walford, printers to
the Royal Society, at the Prince’s Arms, in S. Paul’s Churchyard, 1694.

Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 48 (2), 2018, pp. 235-264. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.
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Seyxas y Lovera, Francisco, Descripción Geographica y Derrotero de la


Región Austral Magallánica, Madrid, Impreso por Antonio de Zafra,
1690.
Walter, Richard (ed.), A voyage round the world, in the years MDCCXL, I,
II, III, IV, by George Anson, esq., commander in chief of a squadron of His
Majesty’s ships, sent upon an expedition to the South-Seas, Londres, Impre-
so para el autor por John y Paul Knapton, 1748.

Bibliografía

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Bradley, Peter (1986), «Narborough’s Don Carlos», he Mariner’s Mirror,
72 (4), pp. 465-475.
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