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Las enfermedades

infecciosas del siglo XXI


ÍNDICE
1. Las viejas enfermedades del siglo XXI ··············································································· 3

a. Las enfermedades más comunes

b. Las principales causas y las medidas de prevención

2. Casos de estudio ···························································································································· 6

a. Las enfermedades tropicales desatendidas (África Oriental)

b. El Sida, la epidemia que nunca termina (África Meridional)

c. El cólera y los países en conflicto (Yemen)

d. La malaria, la enfermedad del mosquito (República Centroafricana)

e. La difteria y los refugiados rohingya (Bangladesh)

3. Las enfermedades infecciosas y los refugiados ····························································· 11


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Las viejas
enfermedades del
siglo XXI

A comienzos del siglo XX, las enfermedades infecciosas representaban la principal


causa de mortalidad en el planeta. Los avances médicos tanto en prevención como
en curación durante todo el siglo permitieron que la mayoría de estas enfermedades
dejaran de ser mortales. La viruela se convirtió en la primera enfermedad erradicada
de la naturaleza por el ser humano en 1980. Aunque estos avances se hicieron notar
especialmente en los países más ricos, la lucha contra las enfermedades infecciosas
puede considerarse un éxito a escala global durante el siglo XX.

Sin embargo, los comienzos del siglo XXI están siendo una época de estancamiento
o incluso retroceso en cuanto a los avances previos en la cura y prevención de estas
enfermedades. La crisis económica mundial de 2008, el estallido de diversos conflictos
bélicos de gran envergadura y los primeros efectos visibles del cambio climático han
generado desplazamientos, migraciones y crisis humanitarias desconocidas desde
hacía décadas.

Todos estos factores han afectado a la salud y el bienestar de millones de personas a


lo largo y ancho del planeta, pero especialmente en las zonas más pobres del mundo.
Antiguas enfermedades infecciosas que prácticamente dejaron de existir en los países
más ricos del planeta están reapareciendo en zonas tropicales y áreas de conflicto.

Las enfermedades más comunes


●● Enfermedades tropicales desatendidas (ETD)

Se engloba en esta categoría a 17 enfermedades que resultan casi desconocidas


actualmente en el llamado mundo desarrollado, no suponen un riesgo de transmisión
mundial y afectan a personas que viven en países tropicales pobres. Todas ellas pueden
provocar discapacidades a largo plazo, desfiguración física e, incluso, la muerte.
Algunas causaron estragos en Europa en el pasado, pero ya han sido prácticamente
erradicadas, como la lepra, otras, como el pian o la úlcera de Buruli, son generalmente
desconocidas en el mundo occidental.
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●● VIH / Sida

Transmitido por primera vez probablemente en los años 20 del pasado siglo de un
simio a un ser humano, el sida se convirtió en una epidemia mundial en los años 80.
Inicialmente se consideró que solo afectaba a los homosexuales y usuarios de drogas
inyectables siendo marcada con un fuerte estigma social. Tras su fulgurante expansión,
la mortalidad derivada del Sida consiguió ser controlada para finales de siglo en la
mayor parte de los países ricos. No así en África central y meridional, donde sigue
habiendo altos índices de infección y mortalidad.

●● Cólera

El cólera es una enfermedad intestinal aguda que provoca diarreas, vómitos y


deshidratación. Aunque es fácilmente tratable mediante soluciones salinas que se
transmiten por vía oral, si no se hace a tiempo puede llegar a provocar la muerte del
paciente en pocas horas. Causada por una bacteria, provocó seis grandes pandemias
a lo largo del siglo XIX y XX, provocando millones de muertes a lo largo del planeta. Se
transmite por el agua y, por tanto, afecta particularmente a poblaciones que no cuentan
con unas infraestructuras de saneamiento y de salubridad mínimas.

●● Malaria

La malaria es una enfermedad que se transmite por la picadura de un mosquito que


habita fundamentalmente en zonas tropicales y subtropicales del planeta. Provoca
altas fiebres y es la primera causa de la mortalidad infantil en África. La malaria no tiene
tratamiento, por lo que la prevención es la única solución. Los métodos de prevención
más eficaces son los espráis anti mosquitos y, fundamentalmente las mosquiteras. A
pesar de tratarse de métodos relativamente baratos, son inaccesibles para muchas
personas que se encuentran en una situación de extrema pobreza en muchos países
de África y Sur América.

●● Difteria

La difteria se manifiesta generalmente por una fiebre alta y dolor de garganta. Es una
enfermedad producida por una bacteria que suele dar los primeros síntomas entre dos
y cinco días después de la exposición. Acaba afectando a los nervios y puede provocar
parálisis y, en último término, la muerte. Se propaga por el aire, por contacto directo o a
través de tejidos contaminados. Su tratamiento es sencillo y su prevención también es
simple, pero en poblaciones no inmunizadas y en situaciones de insalubridad puede
causar estragos. Es particularmente mortal en niños.
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Las principales causas y medidas de prevención
La mayoría de las enfermedades mencionadas son relativamente fáciles de prevenir.
Sin embargo, cuando hablamos de grupos humanos que, por distintos motivos, se ven
inmersos en situaciones de hacinamiento, insalubridad y extrema pobreza, la solución
más sencilla puede volverse imposible. Los desastres naturales, las guerras y las
situaciones de desplazamiento forzoso masivo son las principales causas de los brotes
de estas enfermedades infecciosas.

El tratamiento en ocasiones es costoso y solo puede ser proporcionado por


organizaciones humanitarias que actúen en la zona. Es aquí donde la prevención
toma un papel fundamental. La concienciación en el desarrollo de prácticas sexuales
seguras o de hábitos de higiene básicos como el lavado de manos pueden resultar
muy efectivos y salvar miles de vidas.

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Casos de estudio

Las enfermedades tropicales desatendidas


(África Oriental)
La costa norte del Golfo de Guinea está actualmente dividida en una serie de países
que se extienden desde el mar hacia la sabana sudanesa occidental, atravesando
extensas zonas de selvas y praderas. A pesar de su diversidad geográfica, sus
divisiones fronterizas y la multiplicidad de culturas que acogen, todos estos países
comparten una historia de esclavismo, colonización y, desde su independencia, de
inestabilidad y pobreza.

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Desde que la mayoría de países de la zona se independizaron en 1960, los golpes de
estado, las guerras, y las crisis económicas han generado una extendida pobreza y
sistemas de salud muy deficientes. ETD como la lepra o la úlcera de Buruli, han podido
extenderse por los países de la región debido a estas circunstancias. Algunas, como el
pian, se dieron por extinguidas a lo largo del siglo XX y han vuelto a reaparecer en la
zona en los últimos años. En general, todas ellas provocan efectos físicos muy graves
a los que la padecen, mayoritariamente a los niños.

A pesar de que la mayor parte de la población de la región es actualmente cristiana o


musulmana, países como Togo o Benín son considerados la cuna de la religión vudú.
Esta religión sigue manteniendo un fuerte arraigo en la sociedad y lleva a muchos a
buscar un origen mágico a ciertas enfermedades. Muchas ETD, debido a sus efectos
físicos tan evidentes, han sido consideradas como maldiciones, añadiendo un estigma
social a los, ya de por sí, graves perjuicios para la salud de los enfermos.

En los últimos años, se están logrando ciertos avances que permiten mirar al futuro
con cierta esperanza en la región. El fin de la guerra en Costa de Marfil, los avances
médicos y el trabajo de organizaciones humanitarias han generado una mejora en las
vida de millones de personas. Gracias a las investigaciones desarrolladas por el médico
español Oriol Mitjá, el pian podría erradicarse completamente en los próximos años.
Los grandes retos ahora consisten en facilitar el acceso a la sanidad a personas que
sufren estas enfermedades y la formación del personal sanitario en el reconocimiento
de sus signos externos.

El Sida, la epidemia que nunca termina


(África Meridional)
El 70% de los 37 millones de enfermos de sida en el mundo viven actualmente en el
África subsahariana, según ONUSida. En este continente, la enfermedad se transmite
mayoritariamente a través de las relaciones sexuales heterosexuales y hay más mujeres
afectadas que hombres.

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Una persona que no recibe tratamiento suele morir a los ocho años de haber contraído
el sida, mientras que aquellas que comienzan a recibirlo en las primeras fases de la
enfermedad tiene una esperanza de vida igual a la de la población no infectada. Por
este motivo, un diagnóstico temprano es clave. Algo que muchas veces no ocurre,
especialmente entre hombres, por el estigma que aún pesa sobre la enfermedad y
hace que muchos no quieran acudir a hacerse la prueba.

El hecho de que muchas personas sean portadoras del virus sin conocimiento ha
facilitado que la enfermedad se propague y afecte a millones de personas en países
como Botsuana, Zimbabue, Sudáfrica o Namibia. La situación de pobreza en la que se
encuentran muchos de los enfermos en estos países, su inadecuada nutrición y la falta
de acceso a atención sanitaria y a medicamentos han hecho que la enfermedad sea
mucho más letal que en el resto del planeta.

En la actualidad, cualquier persona sexualmente activa se encuentra en un grupo


de riesgo en el sur de África y muchos niños nacen portando el virus que les han
transmitido sus propias madres. En los últimos años, la aplicación de retrovirales a
todas las mujeres embarazadas para prevenir la transmisión a sus hijos ha dado muy
buenos resultados. La reducción de costes de los tratamientos y la ampliación de las
coberturas sanitarias han generado importantes avances.

El reto de cara al futuro es luchar contra el estigma social de la enfermedad que


dificulta su prevención y su diagnóstico temprano. El trabajo local con las comunidades
y la coordinación con los programas estatales de prevención y diagnóstico serán tan
importantes como las medidas destinadas al tratamiento de las personas infectadas.

El cólera y los países en conflicto


(Yemen)

Yemen lleva desde 2014 en una situación de guerra que se ha agravado especialmente
desde noviembre. La guerra ha llevado al 80 por ciento de la población de Yemen a vivir
en necesidad de ayuda humanitaria. Se estima que 1 de cada 2 personas se encuentran
en riesgo de inanición a causa del conflicto y 370.000 niños padecen desnutrición
aguda. Todos estos factores llevaron a Joung-ah Ghedini-Williams, coordinadora de
emergencias de ACNUR, a calificar la guerra en Yemen como “una de las mayores
tragedias de nuestra generación”. 8
Más de dos millones de personas han sido desplazadas forzosamente de sus hogares.
Los desplazados internos se enfrentan ya a un promedio de al menos un año fuera
de sus casas y dependen enteramente de la ayuda humanitaria para sobrevivir. La
solidaridad entre los vecinos está siendo fundamental, aunque los esfuerzos para
poder alojarles durante largos periodos están siendo enormes, particularmente bajo
los continuos bombardeos que han arrasado las infraestructuras básicas de casi todas
las poblaciones.

Las condiciones infrahumanas en las que los millones de desplazados internos y


refugiados yemeníes deben sobrevivir día a día han sido una de las principales causas
de un brote de cólera que está teniendo terribles consecuencias. Según la OMS,
se calcula que más de un millón de personas estarían afectadas por la enfermedad
y la epidemia ya habría costado más de 2.000 vidas. La falta de agua potable y la
destrucción de las infraestructuras sanitarias por todo el país están facilitando que la
enfermedad siga expandiéndose fuera de control.

Las organizaciones internacionales están intentando subsanar, en la medida de las


posibilidades, las miserias que tienen que padecer los millones de yemeníes afectados
por el conflicto y la epidemia. Hasta la fecha, todas las mediaciones internacionales han
fracasado y la guerra no da visos de llegar a su fin. La imposibilidad de reconstruir las
infraestructuras de saneamiento y de hacer llegar agua potable a la población civil solo
llevarán a un empeoramiento de la situación y a la continuación de la propagación de
enfermedades contagiosas como el cólera.

La malaria, la enfermedad del mosquito


(República Centroafricana)
En marzo de 2013, el grupo armado Seleka entraba en la capital de la República
Centroafricana, Bangui, provocando un desplazamiento masivo de la población
y una crisis humanitaria sin precedentes en el país. Desde entonces, los Seleka se
desmovilizaron y el otro gran actor armado de la guerra interna, la milicia anti-Balaka,
firmó un acuerdo de paz con el Gobierno en 2015. En 2016, se celebraron las primeras
elecciones democráticas. Sin embargo, la violencia azota de nuevo el país desde 2017
y muchos desplazados no han podido regresar a sus hogares.

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La malaria es una enfermedad endémica en la República Centroafricana y la principal
causa de mortalidad del país. Según datos de la OMS de 2016, habría más de 1.400.000
casos de malaria en el país y al menos 4.000 personas habrían muerto por este motivo
desde 2010. Más de 4.500.000 personas estarían actualmente en riesgo de contraer la
enfermedad en la República Centroafricana.

Los centroafricanos previenen el contagio de la única forma posible, tratando de evitar


la picadura de mosquito bien con mosquiteras o espráis o bien estando a refugio en las
horas del día más propicias a las picaduras. Sin embargo, la llegada de la guerra y el
desplazamiento forzaso ha dejado a miles de personas indefensas ante una posibilidad
de contagio. Muchos desplazados ni siquiera pueden permitirse una mosquitera y se
encuentran expuestos en todo momento a una picadura que podría costarles la vida.

Las organizaciones internacionales como ACNUR están tratando de hacer llegar a los
refugiados y desplazados internos mosquiteras y espráis, una ayuda fundamental hasta que
pueda llegar el fin de la guerra y los afectados por el conflicto regresen a sus casas. Los
ataques contra civiles y fuerzas de la ONU por parte de los actores armados en el conflicto en
las últimas fechas no hacen pensar que pueda haber una solución a corto plazo.

La difteria y los refugiados rohingya


(Bangladesh)
En agosto de 2017, millones de personas comenzaron a llegar a la frontera entre
Bangladesh y Myanmmar. Pertenecían a la etnia rohingya, un grupo minoritario que
habita desde hace siglos en el norte de Myanmmar. Aunque los episodios de violencia
contra esta comunidad han sido intermitentes a lo largo de la historia, el verano pasado
comenzó una persecución violenta contra esta etnia, que habitaba en el estado de
Rakhine, al norte del país.

Hasta este último estallido de violencia, Bangladesh acogía a 198.000 refugiados


rohingya, alojados mayoritariamente en campos y refugios en la región de Cox’s Bazar.
En apenas un mes, el número de refugiados se disparó hasta el medio millón de personas
que pasaron a depender de la ayuda humanitaria para sobrevivir y desbordaron la
capacidad de los campos. Cientos de miles de personas han seguido llegando al
país, construyendo infraviviendas allí donde encontraban espacio y sobreviviendo en
condiciones de hacinamiento e insalubridad.

Al comienzo de la crisis, la posibilidad de que se diera un brote de cólera en los campos


fue la primera preocupación por parte de los trabajadores sanitarios. Sin embargo,
desde comienzos de este año, la difteria se ha extendido, afectando fundamentalmente
a niños (75% de los afectados son menores de 15 años), y provocando decenas de
muertes. Más de 4.000 personas contrajeron la enfermedad en el primer mes de 2018,
según UNICEF.

El Gobierno bangladesí y las numerosas


organizaciones humanitarias presentes
en la zona han logrado mejorar poco a
poco las condiciones de insalubridad que
permitieron el brote de esta enfermedad.
Se han instalado letrinas, se han construido
infraestructuras de saneamiento y se ha
tratado de mejorar, en la medida de lo
posible, los servicios sanitarios. El trabajo
más importante ha sido el de inmunización,
dado que la enfermedad es fácilmente
prevenible con una vacuna que, sin
embargo, muy pocos rohingya habían
recibido antes del desplazamiento. 10
3
Las enfermedades
infecciosas y los
refugiados

Más allá de cobrarse millones de vidas, destruir ciudades e infraestructuras y arruinar


económicamente a los países donde se desarrollan, las guerras y las crisis humanitarias
que han estallado desde comienzos de siglo han provocado desplazamientos masivos
de refugiados. Millones de familias han tenido que dejarlo todo atrás y buscar refugio
en campos ubicados en lugares no siempre aptos para ser habitados por poblaciones
tan numerosas.

Esto ha supuesto un reto a la hora de dar unas condiciones de vida digna a estas
personas y lograr unos niveles de salubridad mínimos para evitar la propagación de
enfermedades. ACNUR tiene por mandato proteger los derechos de los refugiados y,
por ello, la salud de la población desplazada es una de las principales prioridades de
la organización.

La Convención sobre Refugiados de 1951 establece que éstos deben tener acceso a
servicios de salud equivalentes a los de la población de acogida y, de acuerdo con el
derecho internacional, todas las personas tienen derecho al disfrute del más alto nivel
posible de salud física y mental. La principal función de ACNUR en la consecución
de estos objetivos es el planeamiento, coordinación, supervisión y evaluación de los
diversos programas de salud y nutrición que se implementan en los campos.

Una de las primeras acciones cuando se produce una situación de crisis humanitaria
como las descritas anteriormente es la inmunización que, siendo una acción
relativamente barata, puede salvar millones de vidas. Muchos de los refugiados no
habían recibido vacunas contra enfermedades como el sarampión o la difteria antes
de su desplazamiento por lo que se encuentran en una situación de alto riesgo de
infección en los campos. Para poder desarrollar este tipo de campañas que garantizan
la salud de las personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares, lograr
recaudar fondos privados es fundamental. Las aportaciones individuales pueden
generar un impacto enorme dado que pequeñas sumas pueden servir para enviar una
mosquitera (5€) que prevenga de la malaria o para vacunar a dos niños (16€) contra una
enfermedad curable que podría resultar mortal.

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Una vez superada esta primera fase de inmunización, ACNUR y las organizaciones
socias con las que trabaja en los campos, buscan mejorar los servicios sanitarios,
asegurar que se mantiene una distribución adecuada de alimentos y, en general, un
mejoramiento de los sistemas de salud pública para hacer frente a otras enfermedades
como las crónicas, cardiovasculares y el cáncer. Gracias a este trabajo, millones de
refugiados en todo el mundo pueden sobrevivir, manteniendo la esperanza de regresar
algún día a sus hogares con una salud que les permita reconstruir sus vidas.

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www.eacnur.org

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