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Un problema añadido es la conceptualización de "hombre": crucial para determinar
a qué nos referimos cuando hablamos de "homínido", "prehomínidos" y especie humana.
Por encima de otros conceptos filosóficos, se considera "hombre" a un ser capaz de
establecer actos reflexivos, de exteriorizar los resultados de una acción mental predictiva y
proyectiva. Es decir, es un hombre aquel ser reflexivo capaz de planificar una acción, de
prever las consecuencias de la misma antes de realizarla en la práctica, y posteriormente de
obrar en consecuencia a esa capacidad de reflexión mental. El hombre, según esta idea, es
capaz de pensar, a partir de sus experiencias e interacciones con el medio, sobre los
resultados de una acción (en la película 2001: una odisea en el espacio, dicha acción es
golpear con un huevo a modo de palanca sobre otros, origen de las armas), y adaptar dicha
reflexión y su posterior comprobación empírica a sus costumbres. Existen animales que
desarrollan conductas muy complejas (como puede ser la construcción, desde un punto de
vista tectónico increíblemente compleja, de un nido de golondrina); pero, a diferencia del
hombre, se trata de conductas instintivas heredadas, no modificables, que no tienen que ver
con un proceso previo de reflexión sobre sus consecuencias, ni con una experimentación y
decisión sobre la misma. Así pues, el hombre y los tipos prehomínidos pueden ser
estudiados a partir de los restos de su cultura material, del grado de complejidad de su
utillaje, de la específica adaptación a las cambiantes condiciones ecobiológicas sobre las
que se desenvuelve.
En todo caso, la escasez de restos arqueológicos, los problemas que todavía hoy
presentan los medios de datación (mucho menos fiables de lo que hasta hace poco se quería
suponer: las pruebas del tipo Carbono 14 se basan en la descomposición gradual de dicho
material en los tejidos orgánicos, que puede también deberse a factores ambientales,
incendios, etc.) y la falta de un esquema evolutivo aplicado a los tipos prehomínidos son
aspectos que proyectan importantes sombras sobre el esquema de concepción del proceso
de hominización. Basta comprobar la continua variación cronológica y en el denominado
árbol evolutivo que se ha producido en los últimos veinte años para comprobar que se trata
de un campo sumamente resbaladizo, en el que estamos inmersos en una auténtica
revolución. Como aspecto positivo de la investigación prehistórica más reciente, es preciso
decir que los análisis cromosómicos constituyen un auxiliar de extraordinaria importancia
para poder "emparentar" o escindir en este esquema a los distintos subtipos homínidos.
También la aplicación de la medicina forense antropológica está dando frutos prometedores
a la hora de conocer las condiciones de vida, alimentación, enfermedades y demás
vicisitudes de cada subtipo. La antropología histórica también se ha visto auxiliada por la
realización de importantes estudios paleoclimáticos, que permiten establecer algo tan
importante, como veremos, como es sobre qué tipo de climas y medios biofaunísticos se
desarrolla cada tipo homínido, y por tanto permite prever las condiciones de su adaptación
al medio. Los estudios de la producción material permiten también conocer cuál era el
nivel de inteligencia de cada variedad homínida, lo que constituye en unión de los restos
como la capacidad craneal de los fósiles hallados establecer una correspondencia cada vez
más segura entre restos materiales y restos humanos. Por otro lado, desde que Cuvier
estableciese las leyes de correlación de la anatomía que permiten reconstruir la totalidad de
un cuerpo a partir de alguno de sus fragmentos (un diente basta para reconstruir toda la
mandíbula, un hueso de la cadera para saber cómo se articula la columna vertebral y las
extremidades inferiores, etc.), dicha disciplina se ha perfeccionado, por lo que la existencia
de fragmentos corporales, tratada dicha información mediante programas informáticos, es
suficiente como para reconstruir con gran precisión aspectos detallados de su anatomía,
existencia de mayor o menor capacidad craneal, robustez de las mandíbulas (y por tanto
forma de alimentación) y un sin fin de detalles. Si se estudia, por ejemplo, el esmalte de un
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diente con la ayuda de un microscopio electrónico, se advierten minúsculas estrías
invisibles para el ojo, que proporcionan indicios sobre el crecimiento del individuo; si se
encuentra un fémur oblicuo cuando la articulación de la rodilla es estable, estas
observaciones nos señalan una locomoción de tipo bípeda y arborícola. Es decir, cualquier
fragmento corporal permite en nuestros días una reconstrucción casi absoluta y con un alto
grado de fiabilidad sobre el ser al que perteneció.
2- Los antecedentes.
"El hombre proviene del mono" es una simplificación excesiva; pues da a entender
que el hombre es un chimpancé evolucionado. Más afortunada sería la expresión "el
hombre proviene de un mono": proviene de una especie que fue antepasada común a los
dos linajes citados, el de los monos superiores de África (como el chimpancé, el gorila,
etc.) por una parte, y el de los prehumanos por otra. El hombre sólo es entonces un "mono"
en el sentido amplio de su "posición" en la clasificación animal (como señala Joël de
Rosnay, no podemos ignorar nuestra filiación: la llevamos en el cuerpo): pero su
especificidad es haber logrado superar esta condición. Se comprueba más que un "origen"
definido del hombre, una larga evolución, una filiación zoológica en el curso de la cual las
distintas características se van incorporando.
Nos remitiremos, pues, a las grandes etapas evolutivas, prestando especial atención
a los factores que explican los cambios entre las mismas.
Al menos cabe remontarse a finales del cretáceo, hace unos setenta millones de
años, en el alba del terciario, momento en el que estaban desapareciendo los dinosaurios,
en un entorno que está sufriendo profundas modificaciones. Sabemos que la historia de la
evolución está muy vinculada a la del clima. En esa época África es una isla, y también lo
son América del Sur y Asia. En el continente que agrupaba Europa, América del Norte y
Groenlandia aparecerán unos animales pequeños: los primeros monos, que descienden de
insectívoros. Empiezan a proliferar en medio de una flora completamente nueva,
constituida por las primeras plantas con flores y frutos. Los monos que conquistan este
nuevo entorno rompen con la costumbre alimenticia de ingerir sólo insectos, lo que
provocará a largo plazo grandes cambios morfológicos. Por ejemplo, la necesidad de
aferrarse al tronco de las plantas para poder recoger frutos y poder trepar en el momento de
la recolección, la caja torácica se ensancha, aumentando de esta forma la amplitud de las
extremidades superiores, que además se dotan de una clavícula. Por la misma razón, para
escalar, las garras son molestas, por lo que se convertirán en uñas planas. Y la pata va a
poseer un dedo oponible a los demás (dedo prensátil, dedo pulgar), lo que permitirá que
estos animales primitivos cojan, con el conjunto de sus extremidades, frutos, piedras o
trozos de madera.
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Tiene gran importancia en el desarrollo de la inteligencia la manipulación de
objetos. De hecho, en el período clave de desarrollo de las relaciones espaciales y
conceptuales, el niño en la especie humana tiene una tendencia natural a la manipulación
manual (como estudió el psicólogo Jean Piaget). Estos monos primitivos presentaban, pues,
un esquema morfológico, una morfología corporal y unos hábitos alimenticios que les
sitúan en el camino específico de lo que será el desarrollo de las principales características
humanas: bipedismo, manipulación, capacidad prensátil, alimentación omnívora, desarrollo
de la capacidad craneal, etc., por lo que deben ser situados siquiera como antecedentes de
la evolución humana.
El más antiguo de ese prolijo conjunto de monos fue bautizado con el nombre de
Purgatorius (por una cuestión anecdótica más que descriptiva: las condiciones de su
descubrimiento, en las montañas Rocosas de América del Norte, constituían un verdadero
"purgatorio". Se trata de un animal del tamaño de una rata, que vive en los árboles pero no
desdeña los insectos. Estos pequeños primates van a colonizar Eurasia, después la isla
formada por África y Arabia, que estaba entonces cubierta por una espesa selva tropical.
Allí aparecerán, hace unos 35 millones de años, los primeros verdaderos antepasados
comunes del hombre y de los grandes monos, los primates superiores. Esos grandes simios
están aislados en África, lo que favorece un origen único del linaje humano.
El paso entre los primates inferiores y superiores tiene lugar como consecuencia de
la adaptación de aquellos a las nuevas condiciones de sequía, que comportaron la creación
de especies nuevas no sólo entre los primates. En la cuenca de Fayum (la región actual El
Cairo) y en Omán, vivía un mono pequeño, cuadrúpedo, que fue bautizado como
aegiptopiteco, porque se descubrió en primer lugar en Egipto. Es del tamaño de un gato,
con una gran cola, mucho pelo, y, a diferencia de sus predecesores, tienen un ligero
desarrollo cerebral frontal: tiene 40 cm3 de capacidad craneana (frente a los actuales 1.400
del hombre), lo que pese a ser una cifra modesta permite suponerle cierta gama de
reacciones. Gracias al desarrollo de su sistema nervioso central, puede practicar nuevas
aptitudes. La visión, especialmente se desarrolla, y supera al olfato. De la misma forma, el
cerebro, básicamente olfativo como es común en las especies más primitivas (una
organización de los esquemas cognitivos y de las reacciones instintivas como respuesta a
estímulos olfativos: en muchas especies, por ejemplo, las complejas pautas conductuales de
las relaciones sexuales son una reacción más codificada a la existencia de femoronas,
hormonas olfativas), pasa a organizarse de acuerdo a las pautas proporcionadas por la
visión. El aegiptopiteco y en general los Purgatorius ven en relieve, como corresponde a
una adaptación a la vida en los árboles (necesidad de una correcta orientación de la
profundidad). Al mismo tiempo, se supone que estos pequeños primates ensayan
comportamientos sociales: se comunican por mímica. Algunas especies similares que de la
actualidad, como los lemures africanos, o los tarsianos asiáticos tienen dicho
comportamiento, y los endocráneos (especialmente el tamaño de algunas partes de su
encéfalo) de los Purgatorius parecen apuntar en la dirección de pautas conductuales
sociales más articuladas. Por otro lado, existe entre ellos un disomorfismo sexual
importante, lo que sugiere que vivían en grupos en los que cada sexo desempeñaría una
función distinta.
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unos17 millones de años, la placa África-Arabia se une a la de Europa-Asia. Los monos
africanos, como el procónsul, aprovecharán el puente (descenso en el nivel de las aguas del
mar que permite un tránsito entre dichos continentes) y se difunden por Europa y Asia.
Algunos evolucionan y provocan un nuevo ramillete de especies, especialmente el
keniapiteco ("mono de Kenia"), pero también el driopiteco ("mono de las caderas"), en
Europa, y algo más tarde el ramapiteco en Asia (que durante algún tiempo se consideraba
dentro de la familia humana por error).
El origen africano de los antecesores de los homínidos parece cada vez más
probado. Durante mucho tiempo se sostuvo el origen asiático de dicho antepasado común.
Sin embargo, el propio Darwin ya sugirió la idea de que en África podría estar la clave de
la evolución humana. Teilhard de Chardin también corroboró dicha idea, tras haber
dedicado su vida a buscar en Asia dichos antecedentes, reconociendo su error poco antes de
morir.
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El sivapiteco, el keniapiteco, el uranopiteco, el gigantopiteco y muchos otros
oreopitecos u otavipitecos (especies descubiertas sucesivamente) han sido colocadas en el
lugar de ese núcleo primigenio que constituye la especie a partir de la cual, se supone,
evolucionarán los homínidos. Los científicos no muestran un acuerdo al respecto.
Únicamente puede decirse que el keniapiteco (que ya existía hace 15 millones de años)
reúne suficientes condiciones para ser aceptado como un posible candidato a ocupar dicha
posición: su cráneo muestra pruebas de adaptación a la sabana, como caninos reducidos,
molares más grandes con esmalte más grueso y desgaste diferenciado, lo que indica que la
infancia se prolongó: la mayor dilación en la erupción dental supone que la fase de adultez,
de independencia respecto a la madre, también sucede más tarde (nuestros dientes tardan
en salir tres veces más que los de un chimpancé), y por tanto el período de aprendizaje, de
"educación" es más prolongado, lo que implica una mayor complejidad en los
conocimientos y destrezas que domina la especie.
Los dos mil restos humanos encontrados hasta el momento han sido descubiertos
todos sin excepción al Este del valle del Rift. Ni un solo hueso de chimpancé o pregorila ha
sido descubierto en los estratos correspondientes a los períodos señalados en el Este del
valle del Rift. Así pues, todo parece indicar que una pequeña región del África oriental, con
forma de gajo de naranja, habría dado un nuevo impulso a la evolución de los primates
hacia el hombre.
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por encima de la vegetación arbustiva de la sabana. Al mismo tiempo, un clima más seco y
de elevadas temperaturas propiciaría la pérdida de pelo para facilitar la transpiración que
producía la sequía y que, para llevar a los bebés, las madres tuvieran que sostenerlos en
brazos (mientras en los simios los pequeños se sujetan ellos mismos, aferrados del pelo de
la madre). También puede pensarse que si sostienen de pie se ofrece menos superficie
corporal al sol.
Las circunvalaciones del cerebro, que pueden deducirse del estudio de los cráneos,
están menos marcadas en la frente que a los costados, lo que es lógico si el cuerpo está
erguido, pues la parte alta del cerebro no toca el hueso y deja por tanto menos huellas. Este
ser bípedo va a originar una multitud de especies nuevas, que no son hombres todavía y
cuyos fósiles antiguos provienen de hace siete millones de años: los australopitecus,
heterogéneo conjunto de prehumanos.
Durante mucho tiempo se creyó que los australopitecus constituían una única
especie. Su mundo es bastante más complicado, en realidad. Entre hace 8 millones y 1
millón de años,África experimentó una verdadera proliferación de especies. Entre ellas,
algunos grupos evolucionarán para producir los primeros hombres, pero no por ello las
especies dejan de desarrollar su descendencia más clásica. Son a veces contemporáneas
unas de otras, por lo tanto, y no es raro que un antepasado de una sea al mismo tiempo su
primo.
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un poco al trote y algo ondulado. Por las dimensiones de la pelvis, puede deducirse que el
bebé era de movimientos más parecidos al hombre que a los chimpancés recién nacidos. El
codo y la espalda presentan ajustes más sólidos que en los humanos, como corresponde a
un ser capaz de subir a los árboles, las falanges están más redondeadas, y su rodilla posee
gran amplitud de rotación.
A los australopitecus citados les sucederán otros, los robustos: sus miembros
inferiores están mejor ensamblados, caminan mejor que sus antecesores, aunque su cerebro
sigue siendo modesto (unos 500 cm3), pero mejor irrigado. Su dentadura se adapta a la
mengua de la cantidad de arbustos y por tanto de frutos, y les permite aprovechar una
alimentación más coriácea, más fibrosa, mordiendo.
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profundidad de su paladar y la posición de la laringe les impiden articular palabras. Pero
una cosa es el lenguaje articulado y otra la capacidad de conceptualización: también los
chimpancés pueden almacenar en el lenguaje de los sordomudos cientos de conceptos. Sin
embargo, el lenguaje tal como lo conocemos hoy se generalizó verdaderamente sólo 3
millones de años después, con el hombre.
4- Homínidos.
Hace unos 3 millones de años, al mismo tiempo conviven prehumanos arcaicos que
trotan, australopitecus más sólidos como el anamensis o africanus que marchan sobre sus
patas posteriores y los primeros representantes del género humano, que comienzan a cazar.
Dos universos se reúnen: el de los prehumanos, que van a extinguirse, y el de los humanos,
que acaban de "nacer".
Entre éstos se tenía hasta hace poco la costumbre de clasificarlos en tres formas:
hábilis, erectus y sapiens. Pero más recientemente se han descubierto otras variedades,
como el Homo rudolfensis y el Homo ergaster. La abundancia de especies australopitecas
explica la proliferación de distintas especies homínidas. Es muy difícil establecer los lazos
entre todas estas poblaciones, e incluso es cuestionable el que se trate de verdaderas
especies. Los Homo evolucionaron de un modo tan regular que para Yves Coppens hábilis,
erectus y sapiens serían más bien fases de una misma especie: el género humano.
Lo característico del mismo serían los pies. Es una de las últimas adquisiciones de
la humanidad: un pie muy específico, que se impone porque es bípedo, con dedos
paralelos. Posee además miembros superiores menos sólidos que los de sus antepasados y,
por el contrario, miembros inferiores más estables, pues sube con menor frecuente a los
árboles. Tiene la mandíbula más redonda, con caninos e incisivos más desarrollados,
molares menores que los del australopitecus (debido a que es omnívoro, y renuncia a la
alimentación de vegetales más duros); y, por supuesto, posee un cerebro más grandes,
dotado de complejas circunvalaciones. Por otra parte, tiene aún menos pelo que los
australopitecus.
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animales. Los australopitecus, de cuerpo grande y poderosas mandíbulas, se precipitarán
sobre los vegetales fibrosos y coriáceos, sobre tubérculos y frutos de cáscara dura. Los
hombres, de cerebro más desarrollado y molares estrechos y largos, se arreglarán con una
alimentación mixta, de vegetales y carne: frutos, granos, ranas, tubérculos, elefantes... Su
menú era tan variado como permitían sus dientes: los sólidos les permitían quebrar los
granos y los frutos de piel dura. Y, como muestran los cráneos de animales que tienen
huellas de golpes de piedras, ya son cazadores avezadas: capturan gacelas, hipopótamos,
pero también caracoles, etc.: es un individuo muy oportunista.
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Por los fósiles hallados, parece que después de una explosión de formas
esteafricanas, el conquistador del mundo fue sólo una misma especie, a la cual damos
nombres de etapas evolutivas o grados sucesivos: habilis, erectus, sapiens.
El Homo erectus posee un cerebro algo más grande que el hábilis (unos 900 cm3);
se comporta, ocupa terrenos y fabrica herramientas de un modo más refinado. Pasa de la
talla simple -piedra que golpea a otra piedra- a la percusión suave: protege su piedra con un
trozo de madera o de hueso, y esto le permite controlar mejor la rotura de la otra piedra y
hacer utensilios más finos. A lo largo de un millón de años, las armas fueron
perfeccionándose. Según Lero-Gourhan, la prehistoria podría leerse desde el punto de vista
de las aristas: al compararse las mismas cantidades de sílex tallado en cada época, advirtió
que el largo de la arista cortante aumenta lentamente: 10 cm. por cada kilo de material en
las primeras astas (hace 3 millones de años), 40 cm. en las primeras de dos filos, y, más
tarde, piedras talladas de 2 metros, en el caso de las herramientas del Neandertal (hace
50.000 años) y de 20 m. en el caso de las de Cro-Magnon (20.000 años). Un tipo de talla
como la "técnica Levallois" exige aplicar una docena de golpes precisos antes de conseguir
la hendidura deseada, lo que supone la elaboración de una estrategia y una buena capacidad
de abstracción.
En todo caso, laa aptitudes han evolucionado de forma muy lenta: el homo erectus
empleó una misma técnica durante cientos de miles de años.
La organización social del homo erectus también será precaria: los análisis de los
yacimientos revelan que existen en un mismo lugar restos de alimentos y de tallas, de
cortes de carne... Todo debía de hacerse en el mismo lugar. A medida que se avanza en el
tiempo, se advierte en los erectus una especialización de las áreas del campamento: hay un
lugar donde se duerme, otro donde se come, y un sitio donde se talla. Lo cual indica que
hay forma de organización de las tareas. Más tarde esos lugares estarán completamente
separados, a veces por varios cientos de metros.
El erectus dominó el fuego hace unos 500.000 años. Pudo haberlo dominado antes,
pero inicialmente no tenía necesidad de emplearlo. La cocción de los alimentos, que se
generalizará, posibilitará un progresivo ablandamiento de las mandíbulas, que permitirá un
desarrollo de la capacidad craneal. A partir de ese momento, los cambios se sucederán a
mayor velocidad en la escala temporal.
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35.000, y llegó a cohabitar con otro sapiens, el Cro-Magnon (bautizado de este modo por
encontrarse sus primeros restos en Cro-Magnon, en Francia). Este último evolucionó por su
lado, en Asia y África, antes de llegar tardíamente a Europa, hace unos 40.000 años.
Por otra parte, sólo algunos individuos tienen derecho a la sepultura especialmente
decorada (como la de las cuevas pintadas), lo que indica que ya hay una selección social.
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La evolución entre el cuerpo del Cro-Magnon y el cuerpo actual del hombre es
mínima: el esqueleto se torna algo más grácil, y también la musculatura; se reducen los
dientes y también su cantidad. Disminuye el tiempo de gestación (hasta el punto de que
Morris y otros antropólogos hablan del hombre como un "nidífugo temprano": cuando nace
es el animal más desvalido sobre la Tierra durante un período tan largo). La madre y el
niño conviven durante más tiempo, lo que implica un desarrollo de las relaciones de
dependencia y solidaridad que influyen a nivel social. La población aumentará
rápidamente: 150.000 humanos en un pequeño rincón de África hace 3 millones de años,
varios millones en el planeta hace 2 millones de años, entre 10 y 20 millones hace diez mil
años...
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