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TEMA 22.

PROCESO DE HOMINIZACIÓN Y CULTURA


MATERIAL. LA APORTACIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA
HISTÓRICA.

Versión a

1- INTRODUCCIÓN: LUCES Y SOMBRAS EN LA INVESTIGACIÓN SOBRE


LOS ORÍGENES DEL HOMBRE.
2- LOS ANTECEDENTES.
3- ENTRE EL AUSTRALOPITECUS Y LOS HUMANOS ACTUALES
4- HOMÍNIDOS.
4-BIBLIOGRAFÍA.

1-Introducción: luces y sombras en la investigación sobre los orígenes del hombre.

La teoría de la evolución enunciada por Darwin en 1860 supuso un punto de


inflexión para la antropología histórica: el anterior concepto de un hombre "creacionista",
"acabado", creado por Dios a su imagen y semejanza (el hombre que describe la Biblia),
daba paso a un "homo naturalis", a un hombre cuyos orígenes se perdían en la noche de los
tiempos de la evolución animal. La resistencia que en el siglo XIX encontró tal propuesta
por motivos religiosos (y que todavía encuentran en determinadas confesiones) y
filosóficos, fue en su momento uno de los factores que retardó la investigación científica
respecto a los orígenes del hombre. Pero no el único: ni siquiera es aceptado de forma
unívoca ese esquema sumamente simplificador de una especie que es inevitablemente el
resultado de un proceso perfectivo de adaptación al medio, producto de un conjunto
ordenado y progresivo de cambios, selecciones y adaptación, tal como se propone en La
selección de las especies de Darwin o en general entre los darwinistas. Según dicho autor,
cualquier animal existe es el resultado de la mejor combinación posible de adaptaciones al
medio, lo que no nos explicaría, por ejemplo, por qué en determinadas condiciones los
animales no son capaces de adaptarse, y se extinguen, y en otras análogas en distinto
período o espacio sí lo son, o por qué muchas de las especies existentes no tienen un
agriotipo (especie a partir de la cual evolucionan) claro. Frente al evolucionismo, que
propondría un esquema de hominización en el que los distintos tipos humanos se van
sucediendo dando lugar a razas cada vez más evolucionadas y desarrollas, es preciso tener
en cuenta la teoría científica contingentalista, que admite la existencia de mutaciones
raciales genéticas (asociadas a factores tan dispares como puedan ser las radiaciones
solares, variaciones de los campos magnéticos, etc.) y saltos hacia atrás (regresiones) en la
evolución, dando lugar no siempre a especies perfectivas, y sin que resulte siempre válido
ese esquema de evolución gradual y apacible que postula el evolucionismo darwinista. Por
otro lado, mientras que la teoría darwinista presupone que una especie evoluciona hacia
otra significativamente distinta de modo gradual y universal, la teoría contingentalista
argumenta en contra de esta idea que muchas veces no toda la especie es la que ha
cambiado, produciéndose fenómenos de coexistencia entre la especie nueva y la no
evolucionada, sin que implique qué ésta tenga que desaparecer por su incapacidad de
adaptación o por selección ecológica.

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Un problema añadido es la conceptualización de "hombre": crucial para determinar
a qué nos referimos cuando hablamos de "homínido", "prehomínidos" y especie humana.
Por encima de otros conceptos filosóficos, se considera "hombre" a un ser capaz de
establecer actos reflexivos, de exteriorizar los resultados de una acción mental predictiva y
proyectiva. Es decir, es un hombre aquel ser reflexivo capaz de planificar una acción, de
prever las consecuencias de la misma antes de realizarla en la práctica, y posteriormente de
obrar en consecuencia a esa capacidad de reflexión mental. El hombre, según esta idea, es
capaz de pensar, a partir de sus experiencias e interacciones con el medio, sobre los
resultados de una acción (en la película 2001: una odisea en el espacio, dicha acción es
golpear con un huevo a modo de palanca sobre otros, origen de las armas), y adaptar dicha
reflexión y su posterior comprobación empírica a sus costumbres. Existen animales que
desarrollan conductas muy complejas (como puede ser la construcción, desde un punto de
vista tectónico increíblemente compleja, de un nido de golondrina); pero, a diferencia del
hombre, se trata de conductas instintivas heredadas, no modificables, que no tienen que ver
con un proceso previo de reflexión sobre sus consecuencias, ni con una experimentación y
decisión sobre la misma. Así pues, el hombre y los tipos prehomínidos pueden ser
estudiados a partir de los restos de su cultura material, del grado de complejidad de su
utillaje, de la específica adaptación a las cambiantes condiciones ecobiológicas sobre las
que se desenvuelve.

En todo caso, la escasez de restos arqueológicos, los problemas que todavía hoy
presentan los medios de datación (mucho menos fiables de lo que hasta hace poco se quería
suponer: las pruebas del tipo Carbono 14 se basan en la descomposición gradual de dicho
material en los tejidos orgánicos, que puede también deberse a factores ambientales,
incendios, etc.) y la falta de un esquema evolutivo aplicado a los tipos prehomínidos son
aspectos que proyectan importantes sombras sobre el esquema de concepción del proceso
de hominización. Basta comprobar la continua variación cronológica y en el denominado
árbol evolutivo que se ha producido en los últimos veinte años para comprobar que se trata
de un campo sumamente resbaladizo, en el que estamos inmersos en una auténtica
revolución. Como aspecto positivo de la investigación prehistórica más reciente, es preciso
decir que los análisis cromosómicos constituyen un auxiliar de extraordinaria importancia
para poder "emparentar" o escindir en este esquema a los distintos subtipos homínidos.
También la aplicación de la medicina forense antropológica está dando frutos prometedores
a la hora de conocer las condiciones de vida, alimentación, enfermedades y demás
vicisitudes de cada subtipo. La antropología histórica también se ha visto auxiliada por la
realización de importantes estudios paleoclimáticos, que permiten establecer algo tan
importante, como veremos, como es sobre qué tipo de climas y medios biofaunísticos se
desarrolla cada tipo homínido, y por tanto permite prever las condiciones de su adaptación
al medio. Los estudios de la producción material permiten también conocer cuál era el
nivel de inteligencia de cada variedad homínida, lo que constituye en unión de los restos
como la capacidad craneal de los fósiles hallados establecer una correspondencia cada vez
más segura entre restos materiales y restos humanos. Por otro lado, desde que Cuvier
estableciese las leyes de correlación de la anatomía que permiten reconstruir la totalidad de
un cuerpo a partir de alguno de sus fragmentos (un diente basta para reconstruir toda la
mandíbula, un hueso de la cadera para saber cómo se articula la columna vertebral y las
extremidades inferiores, etc.), dicha disciplina se ha perfeccionado, por lo que la existencia
de fragmentos corporales, tratada dicha información mediante programas informáticos, es
suficiente como para reconstruir con gran precisión aspectos detallados de su anatomía,
existencia de mayor o menor capacidad craneal, robustez de las mandíbulas (y por tanto
forma de alimentación) y un sin fin de detalles. Si se estudia, por ejemplo, el esmalte de un

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diente con la ayuda de un microscopio electrónico, se advierten minúsculas estrías
invisibles para el ojo, que proporcionan indicios sobre el crecimiento del individuo; si se
encuentra un fémur oblicuo cuando la articulación de la rodilla es estable, estas
observaciones nos señalan una locomoción de tipo bípeda y arborícola. Es decir, cualquier
fragmento corporal permite en nuestros días una reconstrucción casi absoluta y con un alto
grado de fiabilidad sobre el ser al que perteneció.

Se trata de un panorama, pues, el de la reconstrucción del proceso de hominización,


sobre el que coexisten luces y sombras, grandes incógnitas y continuos cambios en los
paradigmas que antes se daban como seguros, y prometedores avances, especialmente
gracias al concurso de las ciencias auxiliares, o de descubrimientos de tanta trascendencia
como el del yacimiento de la Sierra de Atapuerca. Pero si somos capaces de admitir la
provisionalidad de muchas de las conclusiones hoy aceptadas por la comunidad científica,
e incluso aceptar las notables diferencias de interpretación que entre la misma se producen,
es posible llegar a un esquema de comprensión del largo proceso que une al hombre con su
estadio prehomínido.

2- Los antecedentes.

"El hombre proviene del mono" es una simplificación excesiva; pues da a entender
que el hombre es un chimpancé evolucionado. Más afortunada sería la expresión "el
hombre proviene de un mono": proviene de una especie que fue antepasada común a los
dos linajes citados, el de los monos superiores de África (como el chimpancé, el gorila,
etc.) por una parte, y el de los prehumanos por otra. El hombre sólo es entonces un "mono"
en el sentido amplio de su "posición" en la clasificación animal (como señala Joël de
Rosnay, no podemos ignorar nuestra filiación: la llevamos en el cuerpo): pero su
especificidad es haber logrado superar esta condición. Se comprueba más que un "origen"
definido del hombre, una larga evolución, una filiación zoológica en el curso de la cual las
distintas características se van incorporando.

Nos remitiremos, pues, a las grandes etapas evolutivas, prestando especial atención
a los factores que explican los cambios entre las mismas.

Al menos cabe remontarse a finales del cretáceo, hace unos setenta millones de
años, en el alba del terciario, momento en el que estaban desapareciendo los dinosaurios,
en un entorno que está sufriendo profundas modificaciones. Sabemos que la historia de la
evolución está muy vinculada a la del clima. En esa época África es una isla, y también lo
son América del Sur y Asia. En el continente que agrupaba Europa, América del Norte y
Groenlandia aparecerán unos animales pequeños: los primeros monos, que descienden de
insectívoros. Empiezan a proliferar en medio de una flora completamente nueva,
constituida por las primeras plantas con flores y frutos. Los monos que conquistan este
nuevo entorno rompen con la costumbre alimenticia de ingerir sólo insectos, lo que
provocará a largo plazo grandes cambios morfológicos. Por ejemplo, la necesidad de
aferrarse al tronco de las plantas para poder recoger frutos y poder trepar en el momento de
la recolección, la caja torácica se ensancha, aumentando de esta forma la amplitud de las
extremidades superiores, que además se dotan de una clavícula. Por la misma razón, para
escalar, las garras son molestas, por lo que se convertirán en uñas planas. Y la pata va a
poseer un dedo oponible a los demás (dedo prensátil, dedo pulgar), lo que permitirá que
estos animales primitivos cojan, con el conjunto de sus extremidades, frutos, piedras o
trozos de madera.

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Tiene gran importancia en el desarrollo de la inteligencia la manipulación de
objetos. De hecho, en el período clave de desarrollo de las relaciones espaciales y
conceptuales, el niño en la especie humana tiene una tendencia natural a la manipulación
manual (como estudió el psicólogo Jean Piaget). Estos monos primitivos presentaban, pues,
un esquema morfológico, una morfología corporal y unos hábitos alimenticios que les
sitúan en el camino específico de lo que será el desarrollo de las principales características
humanas: bipedismo, manipulación, capacidad prensátil, alimentación omnívora, desarrollo
de la capacidad craneal, etc., por lo que deben ser situados siquiera como antecedentes de
la evolución humana.

El más antiguo de ese prolijo conjunto de monos fue bautizado con el nombre de
Purgatorius (por una cuestión anecdótica más que descriptiva: las condiciones de su
descubrimiento, en las montañas Rocosas de América del Norte, constituían un verdadero
"purgatorio". Se trata de un animal del tamaño de una rata, que vive en los árboles pero no
desdeña los insectos. Estos pequeños primates van a colonizar Eurasia, después la isla
formada por África y Arabia, que estaba entonces cubierta por una espesa selva tropical.
Allí aparecerán, hace unos 35 millones de años, los primeros verdaderos antepasados
comunes del hombre y de los grandes monos, los primates superiores. Esos grandes simios
están aislados en África, lo que favorece un origen único del linaje humano.

El paso entre los primates inferiores y superiores tiene lugar como consecuencia de
la adaptación de aquellos a las nuevas condiciones de sequía, que comportaron la creación
de especies nuevas no sólo entre los primates. En la cuenca de Fayum (la región actual El
Cairo) y en Omán, vivía un mono pequeño, cuadrúpedo, que fue bautizado como
aegiptopiteco, porque se descubrió en primer lugar en Egipto. Es del tamaño de un gato,
con una gran cola, mucho pelo, y, a diferencia de sus predecesores, tienen un ligero
desarrollo cerebral frontal: tiene 40 cm3 de capacidad craneana (frente a los actuales 1.400
del hombre), lo que pese a ser una cifra modesta permite suponerle cierta gama de
reacciones. Gracias al desarrollo de su sistema nervioso central, puede practicar nuevas
aptitudes. La visión, especialmente se desarrolla, y supera al olfato. De la misma forma, el
cerebro, básicamente olfativo como es común en las especies más primitivas (una
organización de los esquemas cognitivos y de las reacciones instintivas como respuesta a
estímulos olfativos: en muchas especies, por ejemplo, las complejas pautas conductuales de
las relaciones sexuales son una reacción más codificada a la existencia de femoronas,
hormonas olfativas), pasa a organizarse de acuerdo a las pautas proporcionadas por la
visión. El aegiptopiteco y en general los Purgatorius ven en relieve, como corresponde a
una adaptación a la vida en los árboles (necesidad de una correcta orientación de la
profundidad). Al mismo tiempo, se supone que estos pequeños primates ensayan
comportamientos sociales: se comunican por mímica. Algunas especies similares que de la
actualidad, como los lemures africanos, o los tarsianos asiáticos tienen dicho
comportamiento, y los endocráneos (especialmente el tamaño de algunas partes de su
encéfalo) de los Purgatorius parecen apuntar en la dirección de pautas conductuales
sociales más articuladas. Por otro lado, existe entre ellos un disomorfismo sexual
importante, lo que sugiere que vivían en grupos en los que cada sexo desempeñaría una
función distinta.

Su descendiente, el procónsul, vive en la selva, más al sur, con unos 150 cm 3 de


capacidad craneal. En realidad constituyen un conjunto de varias especies, las más grandes
de las cuales tienen el tamaño de un pequeño chimpancé. Pero se trata de una especie
importante, pues conocerán un acontecimiento geográfico de la mayor importancia: hace

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unos17 millones de años, la placa África-Arabia se une a la de Europa-Asia. Los monos
africanos, como el procónsul, aprovecharán el puente (descenso en el nivel de las aguas del
mar que permite un tránsito entre dichos continentes) y se difunden por Europa y Asia.
Algunos evolucionan y provocan un nuevo ramillete de especies, especialmente el
keniapiteco ("mono de Kenia"), pero también el driopiteco ("mono de las caderas"), en
Europa, y algo más tarde el ramapiteco en Asia (que durante algún tiempo se consideraba
dentro de la familia humana por error).

Gracias a las técnicas recientes se han descubierto en algunos fragmentos de dientes


de ramapiteco anticuerpos que garantizan su parentesco con los orangutanes y no con los
hombres (también un rostro de ramapiteco, descubierto en Pakistán, mostraba la semejanza
morfológica respecto a los orangutanes). Los dientes del australopitecus mostraron, en
cambio, que están muy cerca de los humanos.

Sin embargo, la expresión "eslabón perdido" intenta expresar el vacío de un


antepasado común a partir del cual se bifurcaron los hombres y también los grandes simios
africanos: un precedente a partir del cual se crearán dos ramas, una que evoluciona hacia
los chimpancés y los gorilas y otra hacia los australopitecus y después al hombre.
No existe consenso respecto a la fecha en que esta separación tuvo lugar. Los
biólogos hablan de 5 millones de años, mientras la paleontología sostenía que aconteció
hace unos quince. En todo caso, no parece descabellado pensar en que dicho
acontecimiento tuviera lugar hace unos 7 millones de años, como por consenso se acepta
en la actualidad. Los chimpancés y los hombres tienen un material genético coincidente en
un 99%, como revela el estudio del ADN. Por tanto, es preciso afirmar que debieron tener
un antepasado común. Parece claro que los descendientes de los grandes simios que se
quedaron en África dieron nacimiento a nuestros antepasados.

El origen africano de los antecesores de los homínidos parece cada vez más
probado. Durante mucho tiempo se sostuvo el origen asiático de dicho antepasado común.
Sin embargo, el propio Darwin ya sugirió la idea de que en África podría estar la clave de
la evolución humana. Teilhard de Chardin también corroboró dicha idea, tras haber
dedicado su vida a buscar en Asia dichos antecedentes, reconociendo su error poco antes de
morir.

El primer australopitecus, descubierto en 1924, fue tomado por error como un


"pariente del chimpancé". Se creía en aquella época que los orígenes del hombre eran
relativamente recientes, de unos 800.000 años como máximo. Sin embargo, las pruebas de
datación del cráneo descubierto en 1959 en Tanzania mostraron una antigüedad de 1,7
millones de años. Desde entonces, en Kenia, Tanzania, Etiopía y regiones próximas, se han
encontrado unos 250.000 fósiles, entre los cuales hay unas 2.000 osamentas humanas y
prehumanas, la mayor parte de las cuales corresponden a hace 2 ó 3 millones de años.
Todavía se puede precisar más: fósiles de 7 millones de años de antigüedad hasta 5
millones se han encontrado en Kenia. Los de 4 millones en Kenia, Tanzania y Etiopía. Los
de 3 millones en las regiones anteriores y también Sudáfrica y el Chad. Esqueletos con una
datación de 2 millones de años se han encontrado en dichas regiones y también en Europa
y Asia, siendo mucho más recientes los de Australia y América. De esta forma, se puede
deducir que el hombre salió de un pequeño núcleo ubicado en África, y se expandió
lentamente por dicho continente y después por el mundo entero. Por tanto, África, hace
unos 7 millones de años, es un momento y lugar clave en la evolución humana.

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El sivapiteco, el keniapiteco, el uranopiteco, el gigantopiteco y muchos otros
oreopitecos u otavipitecos (especies descubiertas sucesivamente) han sido colocadas en el
lugar de ese núcleo primigenio que constituye la especie a partir de la cual, se supone,
evolucionarán los homínidos. Los científicos no muestran un acuerdo al respecto.
Únicamente puede decirse que el keniapiteco (que ya existía hace 15 millones de años)
reúne suficientes condiciones para ser aceptado como un posible candidato a ocupar dicha
posición: su cráneo muestra pruebas de adaptación a la sabana, como caninos reducidos,
molares más grandes con esmalte más grueso y desgaste diferenciado, lo que indica que la
infancia se prolongó: la mayor dilación en la erupción dental supone que la fase de adultez,
de independencia respecto a la madre, también sucede más tarde (nuestros dientes tardan
en salir tres veces más que los de un chimpancé), y por tanto el período de aprendizaje, de
"educación" es más prolongado, lo que implica una mayor complejidad en los
conocimientos y destrezas que domina la especie.

El keniapiteco es un gran simio, un cuadrúpedo arborícola dotado de miembros


superiores de sólida articulación, que se yergue de vez en cuando. Posee un cerebro más
grande que el de sus antepasados, de unos 300 cm3, un rostro algo más reducido, y no
posee cola. Habita en la sabana y el bosque, comiendo frutos, tubérculos, rizomas (como
prueba el grosor de los dientes), y su desarrollo cerebral garantiza el que vivía en sociedad.
Sin embargo, hace 7 millones de años tiene lugar un acontecimiento crucial desde
le punto de vista geológico, que provocará una aceleración de la evolución. El valle del
Rift se desploma, algunos de sus bordes se levantan y forman poco a poco un verdadero
muro, constituyendo una falla gigantesca que recorre el África oriental hasta el Mar Rojo y
Jordania, y termina en el Mediterráneo (con más de 6.000 Km de largo y más de 4.000 m.
de profundidad en el lago Tanganika, y que es observable a simple vista desde la Luna). Al
producirse dicha falla, el clima cambió: continuó lloviendo en el Oeste, pero cada vez
menos en el Este, al abrigo de esta muralla. A este lado, según confirma la paleobotánica, la
flora se transforma, la selva retrocede, dando paso a la sabana y posteriormente a la estepa.
Esta división en dos entornos pudo suscitar con el paso del tiempo dos evoluciones
diferentes: los del Oeste generaron los actuales simios, gorilas y chimpancés; los del Este
darán lugar a los prehumanos, y posteriormente a los humanos.

Los dos mil restos humanos encontrados hasta el momento han sido descubiertos
todos sin excepción al Este del valle del Rift. Ni un solo hueso de chimpancé o pregorila ha
sido descubierto en los estratos correspondientes a los períodos señalados en el Este del
valle del Rift. Así pues, todo parece indicar que una pequeña región del África oriental, con
forma de gajo de naranja, habría dado un nuevo impulso a la evolución de los primates
hacia el hombre.

En condiciones de sequía se producirán los cambios (por adaptación) que


configuran las características peculiares del ser humano, como bipedismo, alimentación
omnívora, desarrollo del cerebro, invención de herramientas, etc. Un pequeño grupo de
antepasados que posee, genéticamente, rasgos determinados que constituyen ventajas para
sobrevivir mejor pasará por selección natural a ser mayoría de esta población, por poder
sobrevivir más tiempo y llegar a poder reproducirse: tal vez las diferencias estriben en un
crecimiento distinto de la pelvis, que les permite erguirse con mayor facilitad y ver mejor
la presa y a sus enemigos naturales, atacar y defenderse, transportar mejor el alimento o a
sus hijos. A causa de una mutación genética, algunos individuos poseen una pelvis más
ancha y menos alta, que les molesta para poder caminar a cuatro patas. Sin embargo, en
este entorno esta circunstancia no constituye una desventaja, sino lo contrario: poder ver

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por encima de la vegetación arbustiva de la sabana. Al mismo tiempo, un clima más seco y
de elevadas temperaturas propiciaría la pérdida de pelo para facilitar la transpiración que
producía la sequía y que, para llevar a los bebés, las madres tuvieran que sostenerlos en
brazos (mientras en los simios los pequeños se sujetan ellos mismos, aferrados del pelo de
la madre). También puede pensarse que si sostienen de pie se ofrece menos superficie
corporal al sol.

Las circunvalaciones del cerebro, que pueden deducirse del estudio de los cráneos,
están menos marcadas en la frente que a los costados, lo que es lógico si el cuerpo está
erguido, pues la parte alta del cerebro no toca el hueso y deja por tanto menos huellas. Este
ser bípedo va a originar una multitud de especies nuevas, que no son hombres todavía y
cuyos fósiles antiguos provienen de hace siete millones de años: los australopitecus,
heterogéneo conjunto de prehumanos.

3- Entre el australopitecus y los humanos actuales

Hace ocho millones de años, en África oriental, los primeros prehumanos ya se


distinguen (incluso espacialmente) del resto de los grandes simios: caminan de pie y se
mantienen erguidos. La pelvis es más ancha y robusta y menos alta, los miembros
superiores son más cortos, el cráneo se articula de forma distinta respecto a la columna
vertebral. En Tanzania se han descubierto algunas huellas de un bípedo fosilizadas sobre
una roca volcánica, lo que certifica su capacidad de andar sin apoyar las extremidades
superiores.

Durante mucho tiempo se creyó que los australopitecus constituían una única
especie. Su mundo es bastante más complicado, en realidad. Entre hace 8 millones y 1
millón de años,África experimentó una verdadera proliferación de especies. Entre ellas,
algunos grupos evolucionarán para producir los primeros hombres, pero no por ello las
especies dejan de desarrollar su descendencia más clásica. Son a veces contemporáneas
unas de otras, por lo tanto, y no es raro que un antepasado de una sea al mismo tiempo su
primo.

Los australopitecus propiamente dichos se desarrollaron hace unos 4 millones de


años, a partir de especies más arcaicas, como los motopitecos, ardipitecos, etc.,
extendiéndose hasta hace un millón de años. Toda esa población vive en África oriental,
gran provincia dividida en cuencas, lo que favorece la diversificación de las especies: se
habla de anamensis para designar a la variedad del lago Turkana, más abierto en cuanto a
vegetación, y de afarensis en la cuenca de Afar, más boscosa.

Las cuencas de sedimentos de hace 4 a 8 millones de años, período esencial para


comprender los homínidos, son escasas y pequeñas, pero sí se conoce con proximidad lo
que caracteriza al conjunto de dichos grupos. El estudio de la osamenta de un esqueleto
australopiteco correspondiente a una joven (a la que se dio el nombre de Lucy) de hace 3
millones de años por el equipo de Yves Coppens en 1974 en el Afar etíope, ha dado lugar a
estudios profundos sobre su anatomía (existen múltiples tesis doctorales sobre su codo, su
rodilla...). El ejemplar citado da el retrato robot del australopitecus: no medía más de un
metro de estatura, era ligeramente caída de hombros, con los miembros superiores algo
más largos que los nuestros en proporción a los inferiores, cabeza pequeña, manos capaces
de coger objetos pero también de aferrarse a las ramas: pues pese a ser bípeda, también se
sube a los árboles. Su forma de andar debió ser de paso corto, más rápido que el humano,

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un poco al trote y algo ondulado. Por las dimensiones de la pelvis, puede deducirse que el
bebé era de movimientos más parecidos al hombre que a los chimpancés recién nacidos. El
codo y la espalda presentan ajustes más sólidos que en los humanos, como corresponde a
un ser capaz de subir a los árboles, las falanges están más redondeadas, y su rodilla posee
gran amplitud de rotación.

Vive en sociedad. Como todos los primates, es vegetariana, y se alimenta de frutas


y también tubérculos.

En la misma época, los australopitecus anamensis o africanus de África del Sur


poseen una rodilla más parecida a la humana, y una morfología prácticamente moderna, lo
que le aproxima más que al andar humano que a los afarensis, aún con muchos rasgos
arborícoras. Viven aproximadamente hace 4 millones de años, y tal vez estén en la línea
evolutiva directa que desembocará en los hombres.

A los australopitecus citados les sucederán otros, los robustos: sus miembros
inferiores están mejor ensamblados, caminan mejor que sus antecesores, aunque su cerebro
sigue siendo modesto (unos 500 cm3), pero mejor irrigado. Su dentadura se adapta a la
mengua de la cantidad de arbustos y por tanto de frutos, y les permite aprovechar una
alimentación más coriácea, más fibrosa, mordiendo.

Un factor de gran importancia desde el punto de vista de la antropología humana es


la capacidad de crear herramientas. Parece claro, por las coincidencias entre restos óseos y
piedras talladas, que los australopitecus empleaban cierto utillaje. Las huellas encontradas
en pequeñas piedras muestran que esos útiles servían para limpiar raíces o tubérculos, y no
para cortar carne o raspar huesos. Es posible que los australopitecus afarensis, que aún no
gozan de plena libertad manual, fuesen los primeros fabricantes, lo que va en contra de la
teoría tradicional que sostiene que cuando el homínido camina erguido, entonces libera las
manos y puede construir instrumentos. Más bien el esquema sería al contrario: como señala
André Leroi-Gourhan, al descubrir la herramienta el prehumano necesitó liberar las manos
y adoptó la posición erguida.

En todo caso, la posición erguida libera la cabeza y al mismo tiempo permite el


crecimiento de la bóveda craneana. El cerebro, entonces, sólo tiene que ocupar el sitio
disponible. Es posible que el crecimiento del cerebro provoque, a su vez, una disminución
del tiempo de embarazo: el cerebro de los fetos aumenta de tamaño y el parto debe
adelantarse, lo que permite que el desarrollo cerebral continúe después del nacimiento.
Parece que la posición del bebé, que ahora se presenta de cabeza, también resulta de la
posición erguida.

Otra consecuencia es evidente: al mantenerse erguido, el australopiteco utiliza más


las manos y puede perfeccionar sus herramientas. No se trata de una actividad
exclusivamente humana: los monos, por ejemplo, saben quitar hojas de las ramas para
alcanzar termitas, o capturarlas introduciendo un palo en el hormiguero, o utilizar piedras
para romper nueces. Pero fabricar una herramienta con otra herramienta, como hace el
australopitecus, parece una etapa superior, y los monos no llegan a eso.

Es posible que el nivel de competencia comunicativa de los australopitecus


consistiese en la emisión de sonidos modulados o mediante mímica, porque carecen de la
posibilidad mecánica de hablar de modo articulado. Lo mismo sucede en los monos: la

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profundidad de su paladar y la posición de la laringe les impiden articular palabras. Pero
una cosa es el lenguaje articulado y otra la capacidad de conceptualización: también los
chimpancés pueden almacenar en el lenguaje de los sordomudos cientos de conceptos. Sin
embargo, el lenguaje tal como lo conocemos hoy se generalizó verdaderamente sólo 3
millones de años después, con el hombre.

Los australopitecus coincidirían con el hombre uno o dos millones de años. No


ocupaban el mismo medio, pero sí cohabitaron ocasionalmente en las mismas zonas, en
una convivencia que no tuvo por qué ser siempre violenta: el que ocasionalmente algún
homínido cazase y devorase algún ejemplar de australopiteco no es motivo suficiente para
suponer que la desaparición de dicha raza fuese debida a un exterminio masivo. Más bien
su desaparición de debe a mecanismos de selección natural: hace un millón de años, en un
medio que sigue secándose y enfriándose progresivamente, el australopitecus se adapta
cada vez menos, y es más vulnerable. Al contrario que los hombres, los australopitecus no
pueden marcharse de su nicho ecológico, y sus especies se tornan cada vez menos
fecundas, hasta terminar por desaparecer cientos de miles de años después. Se impone en
cambio el hombre: es más grande, se mantiene más erguido, es omnívoro, como carne, es
muy oportunista y dispone cada vez de mejores herramientas.

4- Homínidos.

Hace unos 3 millones de años, al mismo tiempo conviven prehumanos arcaicos que
trotan, australopitecus más sólidos como el anamensis o africanus que marchan sobre sus
patas posteriores y los primeros representantes del género humano, que comienzan a cazar.
Dos universos se reúnen: el de los prehumanos, que van a extinguirse, y el de los humanos,
que acaban de "nacer".
Entre éstos se tenía hasta hace poco la costumbre de clasificarlos en tres formas:
hábilis, erectus y sapiens. Pero más recientemente se han descubierto otras variedades,
como el Homo rudolfensis y el Homo ergaster. La abundancia de especies australopitecas
explica la proliferación de distintas especies homínidas. Es muy difícil establecer los lazos
entre todas estas poblaciones, e incluso es cuestionable el que se trate de verdaderas
especies. Los Homo evolucionaron de un modo tan regular que para Yves Coppens hábilis,
erectus y sapiens serían más bien fases de una misma especie: el género humano.

Lo característico del mismo serían los pies. Es una de las últimas adquisiciones de
la humanidad: un pie muy específico, que se impone porque es bípedo, con dedos
paralelos. Posee además miembros superiores menos sólidos que los de sus antepasados y,
por el contrario, miembros inferiores más estables, pues sube con menor frecuente a los
árboles. Tiene la mandíbula más redonda, con caninos e incisivos más desarrollados,
molares menores que los del australopitecus (debido a que es omnívoro, y renuncia a la
alimentación de vegetales más duros); y, por supuesto, posee un cerebro más grandes,
dotado de complejas circunvalaciones. Por otra parte, tiene aún menos pelo que los
australopitecus.

Probablemente es de raza negra, pues vive en un medio muy abierto, donde la


acción solar es importante. Por otra parte, hace unos 2,5 millones de años se produjo una
crisis climática muy severa, que provocó una prolongada sequía.

Fruto también de dicha crisis, se modifica la flora y la fauna: los árboles


desaparecen en beneficio de las gramíneas, extinguiéndose gran cantidad de especies

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animales. Los australopitecus, de cuerpo grande y poderosas mandíbulas, se precipitarán
sobre los vegetales fibrosos y coriáceos, sobre tubérculos y frutos de cáscara dura. Los
hombres, de cerebro más desarrollado y molares estrechos y largos, se arreglarán con una
alimentación mixta, de vegetales y carne: frutos, granos, ranas, tubérculos, elefantes... Su
menú era tan variado como permitían sus dientes: los sólidos les permitían quebrar los
granos y los frutos de piel dura. Y, como muestran los cráneos de animales que tienen
huellas de golpes de piedras, ya son cazadores avezadas: capturan gacelas, hipopótamos,
pero también caracoles, etc.: es un individuo muy oportunista.

Lleva a la presa a determinados lugares (donde proliferan huesos y demás restos de


sus banquetes), lo que indica que el comer ha pasado a ser una actividad social. Los
grandes simios comen ellos mismos las presas o las roban. Por primera vez hay un
individuo que comparte, que por tanto participa de una forma de organización social. Hace
unos 2 millones de años, ya intentaba construir abrigos primitivos, protecciones circulares
o semicirculares de las cuales queda algún vestigio.

La adaptación a la sequía significó una modificación en las vías respiratorias y un


descenso de la laringe. El hombre es el único vertebrado que posee una laringe en posición
baja, lo que le permite, con el establecimiento de las cuerdas vocales, la instalación de una
suerte de caja de resonancia entre éstas y la boca, combinada con el ahondamiento y
reducción del hueso mandibular posterior a los incisivos (paladar), lo que concede mayor
movilidad a la lengua. El lenguaje, si aún no es articulado como el nuestro, ya es mucho
más elaborado. Algunos estudios de cráneos han puesto de manifiesto la presencia en los
homo de una región cerebral frontal que hoy corresponde al área de Broca, responsable del
lenguaje. La evolución del vocabulario, la sintaxis, debido de seguir muy pronto a la
articulación de estas paleofrases.

También la sequía acercó a los individuos: indujo un embarazo más breve en un


medio mucho más expuesto, y obligó a que la madre y el niño permanecieran junto mucho
más tiempo. Lo cual, contando con la aparición de la conciencia, hizo nacer la emoción.

El homínido, dotado de cierta inteligencia, y debiendo cazar, se ve impulsado a


viajar, sobre todo cuando la caza en una región escasea. Se trata de grupos pequeños, de
unos veinte a treinta individuos,. Se han observado reacciones similares entre los inuit de
Groenlandia. Cuando aumenta la población, acaba llegando a un umbral más allá del cual
existe una gran presión sobre el medio, y entonces, para dispersarse, por razones de
supervivencia, se separa un grupo pequeño y se marcha a decenas de kilómetros de
distancia. En un medio determinado, hay una relación entre la cantidad de herbívoros,
carnívoros y omnívoros. Calculando la proporción de fósiles de hombres que se encuentran
en un yacimiento de un mismo período, cuando las cifras son lo suficientemente
importantes como para que la estadística resulte significativa, se puede estimar la
población: esto da alrededor de un hombre por diez kilómetros cuadrados, lo que
corresponde, por ejemplo, a la densidad en algunas regiones de Australia de poblaciones
aborígenes.

Basta un pequeño desplazamiento de 50 Km. por generación para llegar desde la


región original del Oriente africano hasta Europa en apenas 15.000 años, lo que a escala
prehistórica es casi instantáneo. Y a partir de la cuna africana van a progresar hasta el
extremo de Occidente y de Oriente, donde hay piedras talladas o fósiles de más de dos
millones de años.

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Por los fósiles hallados, parece que después de una explosión de formas
esteafricanas, el conquistador del mundo fue sólo una misma especie, a la cual damos
nombres de etapas evolutivas o grados sucesivos: habilis, erectus, sapiens.

El Homo erectus posee un cerebro algo más grande que el hábilis (unos 900 cm3);
se comporta, ocupa terrenos y fabrica herramientas de un modo más refinado. Pasa de la
talla simple -piedra que golpea a otra piedra- a la percusión suave: protege su piedra con un
trozo de madera o de hueso, y esto le permite controlar mejor la rotura de la otra piedra y
hacer utensilios más finos. A lo largo de un millón de años, las armas fueron
perfeccionándose. Según Lero-Gourhan, la prehistoria podría leerse desde el punto de vista
de las aristas: al compararse las mismas cantidades de sílex tallado en cada época, advirtió
que el largo de la arista cortante aumenta lentamente: 10 cm. por cada kilo de material en
las primeras astas (hace 3 millones de años), 40 cm. en las primeras de dos filos, y, más
tarde, piedras talladas de 2 metros, en el caso de las herramientas del Neandertal (hace
50.000 años) y de 20 m. en el caso de las de Cro-Magnon (20.000 años). Un tipo de talla
como la "técnica Levallois" exige aplicar una docena de golpes precisos antes de conseguir
la hendidura deseada, lo que supone la elaboración de una estrategia y una buena capacidad
de abstracción.

En todo caso, laa aptitudes han evolucionado de forma muy lenta: el homo erectus
empleó una misma técnica durante cientos de miles de años.

La organización social del homo erectus también será precaria: los análisis de los
yacimientos revelan que existen en un mismo lugar restos de alimentos y de tallas, de
cortes de carne... Todo debía de hacerse en el mismo lugar. A medida que se avanza en el
tiempo, se advierte en los erectus una especialización de las áreas del campamento: hay un
lugar donde se duerme, otro donde se come, y un sitio donde se talla. Lo cual indica que
hay forma de organización de las tareas. Más tarde esos lugares estarán completamente
separados, a veces por varios cientos de metros.
El erectus dominó el fuego hace unos 500.000 años. Pudo haberlo dominado antes,
pero inicialmente no tenía necesidad de emplearlo. La cocción de los alimentos, que se
generalizará, posibilitará un progresivo ablandamiento de las mandíbulas, que permitirá un
desarrollo de la capacidad craneal. A partir de ese momento, los cambios se sucederán a
mayor velocidad en la escala temporal.

El erectus dejará paso al Homo sapiens, el hombre moderno. La transformación es


gradual, y se produce en todas partes de manera homogénea, en Asia, en África.. con la
excepción europea del Neandertal, en Europa

De cráneo bajo, de rostro hinchado y arcos ciliares protuberantes en forma de


visera, hasta el punto de que inicialmente no fue aceptado por la comunidad científica por
ser poco "presentable" desde el punto de vista de la mentalidad de ese "hombre creado a
imagen de Dios", se tardó muchos años desde su descubrimiento en incluirlo entre los
antepasados próximos de la familia humana. Parece descender del Homo hábiles que pobló
Europa muy pronto, hace unos 2,5 millones de años. Debido a las sucesivas glaciaciones,
este continente se convirtió en una especie de isla encerrada por los Alpes y por las
regiones del norte cubiertas de hielo. Los primeros hábiles se hallaban aislados, en el
sentido propio de la palabra, y no evolucionaron como sus semejantes en los demás
continentes. El Neandertal nació de esta deriva. Posee una visera en las órbitas, casi nada
de frente, ningún mentón. Vivió en Europa desde hace 2,5 millones de años hasta hace sólo

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35.000, y llegó a cohabitar con otro sapiens, el Cro-Magnon (bautizado de este modo por
encontrarse sus primeros restos en Cro-Magnon, en Francia). Este último evolucionó por su
lado, en Asia y África, antes de llegar tardíamente a Europa, hace unos 40.000 años.

Pese a la oposición tradicional que se ha intentado establecer entre el "bárbaro"


Neandertal y el "civilizado" Cro-Magnon, son muy cercanos: ocupan los mismos lugares,
uno después del otro, poseen herramientas y un modo de vida comparable. El Neandertal es
diestro, creativo; posee un lenguaje elaborado; entierra a sus muertos; recoge objetos por
placer: se han encontrado colecciones de fósiles y de minerales en habitaciones
neandertalienses de 80.000 años. Acoge muy bien el viraje tecnológico del paleolítico
superior, en forma de armas cada vez más evolucionadas. Sin embargo, no se han
encontrado individuos que puedan parecer mezcla de Neandertales y Cro-Magnon, por lo
que algunos investigadores se preguntan si no se trata de dos especies diferentes.

Respeto a la explicación de la desaparición del Neandertal, cabe preguntarse si no


desaparecería a manos del Cro-Magnon. En algunas grutas se han identificado un nivel
Neandertal y otro Cro-Magnon, otro Neandertal y otro Cro-Magnon más, como se hubiera
habido ocupaciones sucesivas, temporales o agresivas. Pero todo parece indicar que el
Neandertal desapareció de forma suave. El Cro-Magnon estaba mejor equipado cultural y
biológicamente.

El Cro-Magnon es el hombre moderno: en lo fundamental, no se diferencia de


nosotros. Posee esqueleto grácil y un cerebro desarrollado que le permite desarrollar aún
más su pensamiento simbólico. Terminará por colonizar el planeta: empuja en todas partes,
invade América atravesando el estrecho de Bering, que no estaba sumergido, unos 100.000
años antes que Colón. Y se las arregla para llegar en embarcaciones hasta Australia, hace
unos 60.000 años.
Esta población particular de cromagnones va a hacer en Europa lo que no hizo en
África ni Asia: proyecta su imaginación y, al menos desde hace 40.000 años, dibuja en
objetos y en las paredes. Sin embargo, las cavernas con pinturas no suponen el nacimiento
del arte, que es un proceso progresivo: los Neandertal manifestaban una gran curiosidad,
recolectaban minerales, perforaban conchas y dientes para hacer collares, inventaban
instrumentos musicales a partir de huesos. El uso del color ocre es mucho más antiguo, se
utilizaba hace cientos de miles de años.

La conciencia y su consecuencia, el pensamiento simbólico, se elaboraron con


lentitud en el curso de generaciones. Pero lo nuevo de hace 100.000 años es la capacidad
del hombre para imaginar otro mundo, hasta el punto de preparar el viaje a la eternidad,
descubrir la noción de tiempo y de finitud, entregarse a rituales y otros actos gratuitos
(desde el punto de vista de la supervivencia primaria), enterrar a los semejantes, pintar, etc.
La conciencia reflexiva tiene que ver con advertir que cada individuo es único y no puede
ser reemplazado, que la desaparición de un ser es un drama sin retorno: eso abarca la
conciencia de uno mismo, de los otros, del medio y del tiempo, proyecta al individuo hacia
forma de sublimar esta muerte, como el deseo de perdurar en la conciencia de los demás,
de realizar actos que sean recordados, el retener explicaciones míticas que se transmitan de
generación en generación: aspectos que constituyen los límites de lo que podemos
denominar la conciencia humana.

Por otra parte, sólo algunos individuos tienen derecho a la sepultura especialmente
decorada (como la de las cuevas pintadas), lo que indica que ya hay una selección social.

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La evolución entre el cuerpo del Cro-Magnon y el cuerpo actual del hombre es
mínima: el esqueleto se torna algo más grácil, y también la musculatura; se reducen los
dientes y también su cantidad. Disminuye el tiempo de gestación (hasta el punto de que
Morris y otros antropólogos hablan del hombre como un "nidífugo temprano": cuando nace
es el animal más desvalido sobre la Tierra durante un período tan largo). La madre y el
niño conviven durante más tiempo, lo que implica un desarrollo de las relaciones de
dependencia y solidaridad que influyen a nivel social. La población aumentará
rápidamente: 150.000 humanos en un pequeño rincón de África hace 3 millones de años,
varios millones en el planeta hace 2 millones de años, entre 10 y 20 millones hace diez mil
años...

La reflexión antropológica-filosófica sobre el decurso de la evolución apuntaría a


múltiples aspectos, de entre los que merecen destacados algunos. Las razas actuales no
constituyen un factor de diferenciación que tenga demasiado sentido biológico: todos
somos sapiens sapiens. Es verdad que hay poblaciones en le seno de las cuales los
individuos están más próximos unos de otros que todos ellos de otras poblaciones, pero
realmente no hay razas humanas. La mezcla es tal que a nivel de los tejidos, de la célula, de
la molécula, estas distinciones no tienen ningún sentido. En última instancia, todos
poseemos un solo origen: somos de procedencia africana, nacidos como especie hace unos
tres millones de años. Por otra parte, el hombre surgió lentamente del mundo animal,
después de una prolongada lucha contra la naturaleza, imponiendo la cultura contra un
innato determinismo: los restos de esta a veces denominada injustamente "larga noche
animal" sería, desde el punto de vista psicoanalítico, la existencia de un Sujeto del
Inconsciente, instancia simbólica donde se habrían refugiado los instintos más primarios e
incompatibles con la vida en sociedad. Sin embargo, ese instinto de agresividad colectivo
que lleva por ejemplo a producir las grandes guerras y catástrofes humanas (desconocidas
en la trayectoria de la hominización) es mucho más reciente: tiene que ver con la edad de
los metales, con el arraigo del sentido de propiedad de tierras y posesión de yacimientos,
por tanto alejado de la lucha por la supervivencia y, desde este punto de vista, no
específicamente instancia animal.

4- BIBLIOGRAFÍA.

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TEILHARD DE CHARDIN: El fenómeno humano. Madrid, 1982.

Ver Bibliografía actualizada en mi tema (Tema 22PD). GRA.

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