AMT
Buenos Aires, agosto de 2007
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• En lo que respecta a clásicas, esta orientación es la deudora más inmediata de la
tradición filológica (se encuentra alcanzada, por lo tanto, en la recordada
caracterización suassureana de la filología como segunda fase del desenvolvimiento
precientífico de la lingüística) y, de acuerdo con lo que se observa en ciertos aspectos de
su actualidad, se encamina a constituirse en un área de estudios culturales.
• En lo que respecta a literatura, esta orientación se nutre del resultado más consistente
de revisar toda la tradición filológica desde los paradigmas científicos y filosóficos que
hicieron su aparición en el siglo XX (estructualismo, posmodernismo, hermenéutica,
deconstructivismo, psicoanálisis, etcétera) y, al menos hasta el presente, parece estar
constituyéndose en un área de crítica de la cultura.
• En lo que respecta a lingüística, esta orientación deriva del resultado no planificado del
movimiento iniciado por Saussure en la primer década del siglo XX dirigido a
independizar el estudio y la reflexión sobre el lenguaje del pensamiento filosófico
general, y hoy constituye una disciplina científica (en cualquier sentido significativo
que tenga este término). [Vuelvo sobre este punto en el segundo eje; antes, un excursus.]
• Como muy rápidamente intenté esbozar, las tres orientaciones remiten a objetivos y
metodologías diferentes. En este sentido, nuestra actual carrera de Letras puede ser
descripta, sin abusar del lenguaje, como una multitud compuesta por al menos tres
carreras. Surge, entonces, una pregunta, para mí, verdaderamente significativa: ¿por
qué una carrera y no más bien tres? El eco de Leibniz («¿por qué el ser y no más bien la
nada?») es solo aparente, ya que no se trata de una pregunta dirigida a una cuestión
metafísica sino práctica. De una manera esquemática, la unidad de tres carreras en una
resuelve la tensión entre la disciplina y la profesión, entre el conocimiento
especializado y la inserción laboral. La unidad de la carrera de Letras viene dada por la
unidad del título para evitar problemas de acceso al mercado del trabajo: típicamente,
los egresados de nuestra carrera acceden a la docencia en el sistema de enseñanza
media, donde lengua y literatura siguen compartiendo el mismo espacio curricular (i. e.,
el último legado vigente de la tradición filológica). [Recordemos, muy marginalmente, que
esta vinculación entre nuestra carrera y la escuela media arranca en la primera década del siglo
XX, cuando se estableció el título de profesor como grado a otorgar por la FFyL.]
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académica de la UBA, ver lo que se hace en muchas cátedras y carreras de las facultades
de Ciencias Exactas, de Ciencias Sociales, de Medicina y de Psicología.
• Como esquemáticamente traté de señalar, la lingüística constituye una disciplina
científica y su desarrollo actual responde al devenir propio de una ciencia. Surge,
entonces, una nueva pregunta, que conecta esta dimensión con el primer eje de estas
notas: ¿forma la FFyL para la lingüística como ciencia? La ausencia de seminarios o
materias de corte metodológico en el diseño curricular de la carrera de Letras
(presentes, por lo demás, en otras carreras de nuestra Facultad, como en Historia o en
Ciencias Antropológicas) muestra un cierto descuido a este respecto. No obstante, el
mismo plan de estudios permite recuperar esta dimensión específica tanto por el lado
de algunos seminarios de grado, como por el lado del cursado de las materias
pertinentes en otros departamentos de la Facultad.
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