FAMILIA, CONTROL SOCIAL Y DESVIACIÒN: CAUSAS DE LA
CRIMINALIDAD EN VENEZUELA
Desde hace algunos años, varios investigadores han
coincidido en que los problemas de desviación en la adolescencia guardan relación con algunos contextos sociales como la comunidad, la familia y el grupo de iguales (Haynie, Silver y Teasdale, 2006). El presente trabajo desde la Sociología Criminal, se enfoca al estudio del fenómeno de la criminalidad en Venezuela, relacionando los elementos del control social informal, esto es la familia y los grupos de iguales, como factores detonantes en la desviación de los jóvenes y en el aumento de la criminalidad en nuestro país. Para ello, se analiza la familia como institución y sus funciones en el proceso de socialización, así como el papel de los denominados grupos de pares en la conformación de la personalidad desviada y su incidencia en los altos índices de criminalidad que ha afectado nuestra sociedad. Finalmente, se hacen un conjunto de propuestas, a los fines de que se tomen en cuenta, en la conformación de las políticas criminales que contribuyan a la prevención y disminución de dicho fenómeno.
PALABRAS CLAVES: control social, familia, grupos de
iguales, criminalidad. PONENCIA: FAMILIA, CONTROL SOCIAL Y DESVIACIÒN: UNA MIRADA A LAS CAUSAS DE LA CRIMINALIDAD EN VENEZUELA
Un conjunto de investigaciones teórico-prácticas
coinciden en afirmar, que las tasas de delincuencia juvenil, varían de forma sustantiva entre las ciudades y esto guarda relación con las propias características del medio social,(Chung y Steinberg, 2006; Sampson,2004;Sampson, Raudenbush y Earls, 1997;. Una de ellas es la característica estructural de la comunidad (v. gr. pobreza, clase social, desempleo, movilidad residencial, etc.) y la otra por los procesos sociales que en ésta se desarrollan (v. gr. lazos vecinales, vinculaciones sociales, control social informal, desorden, etc.) (Leventhal y Brooks-Gunn, 2000; Mrug y Windle, 2009). En el marco de lo anterior, existe una discusión acadèmica muy valiosa sobre la manera en cómo las características tanto estructurales como sociales de los controles sociales informales se asocian con la delincuencia juvenil en Venezuela (Leventhal y Brooks-Gunn, 2000). Con base en estos estudios, el propósito principal de este trabajo es analizar en una muestra de adolescentes venezolanos, si los desordenes en la familia y en los grupos de iguales, presentan una relación en la conformación de la delincuencia juvenil, mediante prácticas parentales y del grupo de pares desviados. La Criminología ha desarrollado una base teórico- empírica que respalda un conjunto de argumentos sobre relaciones directas, indirectas e incluso, bidireccionales entre variables referidas al funcionamiento familiar, amigos de pares desviados y delincuencia juvenil(v. gr. Chung y Steinberg, 2006; Gottfredson y Hirschi, 1990; Rodríguez, Mirón y Rial, 2012. Con referencia a esto, los problemas de crianza se han asociado a la desviación de los hijos, pero también a la toma de contacto de ellos con amigos delincuentes. El grupo de iguales antisociales, representa uno de los instigadores más fuertes de la delincuencia juvenil, cuya influencia es explicada regularmente por mecanismos de aprendizaje y/o de presión grupal (Mirón y Otero-López, 2005; Patterson, Dishion y Yoerger, 2000). Las investigaciones han revelado que la implicación con amigos desviados puede contribuir substancialmente a explicar los efectos de las prácticas parentales en la delincuencia juvenil (Deutsch, Crockett, Wolff y Russell, 2012; Mirón y Otero-López, 2005).
Un enfoque sociológico de la familia
El significado intensamente emocional de las relaciones
familiares para la mayoría de los miembros de la sociedad ha sido observado a través de toda la historia del hombre. Los filósofos y los científicos sociales han afirmado que la sociedad es una estructura formada de familias, y que las peculiaridades de determinada sociedad pueden ser descritas delineando sus relaciones familiares. La familia, pues, está formada por individuos, pero es igualmente parte de una red social más grande. Así, todos estamos bajo la constante vigilancia de nuestros parientes, que se sienten en libertad de criticar, sugerir, ordenar, halagar, elogiar o amenazar para que, desempeñemos nuestras obligaciones funcionales. Aun en las sociedades más industrializadas y urbanas, en donde se supone que la persona sigue una vida desarraigada y anónima, la mayor parte de las personas están en frecuente interacción con los otros miembros de la familia. Los deberes familiares son responsabilidad funcional directa de todo el mundo en la sociedad, con raras excepciones. Casi todo el mundo nace dentro de una familia y funda una propia. Cada persona es pariente de muchas. Por otro lado, muchas personas pueden escapar de sus deberes religiosos que otros dan por supuestos, o de las cargas políticas de la sociedad. Casi ninguna de las responsabilidades funcionales familiares pueden ser delegadas en otros, como pueden serlo obligaciones más especializadas en una situación de trabajo. La participación en las actividades familiares tiene una interesante cualidad más y es que aun cuando no está respaldada por los castigos formales que sostienen a otras muchas clases de obligaciones, no obstante, casi todo el mundo toma parte en ellas. Por ejemplo: nosotros debemos ocuparnos en actos económicos o pro- ductivos o enfrentarnos a la alternativa de morir de hambre. Debemos pagar impuestos, comparecer en los tribunales o afrontar los castigos físicos y la fuerza. Sin embargo, el individuo que no quiere casarse o rehúsa hablar con su hermano o padre, no afronta tales castigos. Sin embargo, tan penetrantes y recurrentes son las presiones sociales, y tan entrelazadas se hallan con premios y castigos directos o indirectos, que casi todos o se conforman o pretenden conformarse a las imposiciones familiares.
Además, como sugeríamos anteriormente, la familia es la
base fundamental e instrumental de una más amplia estructura social, porque todas las demás instituciones dependen de sus contribuciones. La conducta funcional que se aprende dentro de la familia llega a ser el modelo o prototipo de la conducta funcional requerida en otros segmentos de la sociedad. El contenido del proceso de socialización es la tradición cultural de la sociedad; al pasarlos a la siguiente generación, la familia actúa como conducto o correa de transmisión por medio del cual la cultura se mantiene viva. Además, la gama total de comportamientos de cada individuo, cómo distribuye su tiempo y su energía, es más fácilmente visible a la familia que a los extraños. Los miembros de la familia pueden evaluar cómo está distribuyendo el individuo su tiempo y su dinero en varias de sus actividades funcionales. Consecuentemente, la familia actúa como una fuente de presión sobre él, para ajustarlo (para trabajar más fuerte y jugar menos, o ir a la iglesia menos y estudiar más sus lecciones de la escuela). En todas estas formas, la familia es un instrumento o agente de una sociedad más extensa; su falla al no desempeñar adecuadamente su cometido significa que no pueden alcanzarse efectivamente las metas de la sociedad más extensa. Una nueva característica impresionante de la familia, es que sus principales funciones son separables una de la otra, pero de hecho no se separan en ningún sistema familiar conocido. La familia contribuye a la sociedad con los siguientes servicios: reproducción de los jóvenes, manutención física de los miembros de la fami- lia, colocación social del niño, socialización y control social. Claramente, todas estas actividades podrían separarse. La madre podría enviar a su hijo a ser alimentado a los comedores públicos de su vecindad, y naturalmente algunas madres haraganas mandan a sus hijos a comprar sus comidas ya hechas en la bodega más cercana. Aquellos que dan la vida a un niño, no necesitan necesariamente socializarlo. Pueden enviar al niño a los especialistas, y ciertamente éstos adquieren una responsabilidad cada vez mayor en esta tarea según va creciendo el niño. Los padres pueden seleccionarse, como han sugerido algunos autores, por sus cualidades como reproductores; pero tales cualidades pueden no incluir gran talento para adiestrar a los jóvenes. La atribución de situación social puede realizarse por un fortuito sorteo de lotes, por pruebas de cociente de inteligencia o exámenes periódicos de habilidades físicas o intelectuales, o por encuestas de popularidad, sin hacer caso de los padres del individuo, los que lo socializaron o alimentaron u otros que dirigieron su comportamiento diario.
Concretamente, algunos de los factores señalados como
“causantes” de la desviación del ideal de la vida familiar son los siguientes: Algunos hombres y mujeres ambiciosos o de éxito desean evadirse del control de grupo, y dejarlo para establecer sus propias vidas en algún otro ambiente. Ahí, naturalmente, no intentan desarrollar un patrón comunal de vida familiar. Los padres tratan de ayudar a sus propios hijos a asegurarse algunas ventajas sobre los otros niños, donde esto es posible. Los padres no sólo se sienten infelices por no estar con sus hijos con bastante frecuencia (adviértase que los jóvenes no “estarán en casa a la hora de las comidas”), sino que tal vez algunos sienten que la misma relación esposo-esposa está un tanto vacía porque los hijos no ocupan en ella su habitual sitio central. La pareja generalmente desean más intimidad de la que se permite en los ordenamientos comunales. Finalmente, es más bien alto el costo de cuidar a los niños fuera de la familia.
El papel básico de la socialización
¿Cómo se estableció este eslabón? El control social so-
bre el cuidado del niño, y por tanto sobre la unidad social responsable de él, ha llegado a ser más importante precisamente en la medida en que el animal humano al evolucionar ha venido a depender cada vez más de la cultura y no de sus instintos o impulsos. Esto es: la comunidad humana y su cultura han venido a depender de la efectividad de la socialización; por ejemplo: cómo adquiere el niño los valores, actitudes o comportamientos de su comunidad y familia. Consecuentemente, la comunidad debe modelar o guiar la unidad que pasa los valores a su siguiente generación. El momento exacto en que se da este cambio evolutivo, de una dependencia de los patrones biológicos a una de- pendencia de los patrones culturales, del poco o ningún interés de la comunidad acerca de quién se une con quién o sobre la efectividad del cuidado del niño, a los sistemas de matrimonios arreglados por los padres, se entierra en lo pasado. Parece claro, sin embargo, que una creciente dependencia de la socialización requiere que la comunidad humana controle más la elección del compañero, al igual que el subsecuente comportamiento familiar de la pareja.
En épocas pasadas, la dependencia del hombre de su
cultura lo presionaba a establecer reglas de legitimidad; es decir: reglas que definen quién tiene el derecho a procrear y a educar a un miembro completamente aceptado de la sociedad. Estas reglas determinan la colocación social del niño. Hasta que tal decisión se tome, ninguna decisión puede tomarse en relación con su cuidado físico de socialización. Así, pues, la legitimidad, y por lo tanto la ilegitimidad, es una característica fundamental de la familia humana, no compartida por ninguna agrupación animal, y es un concepto central para entender el comportamiento familiar. Por estas razones, consideraremos ahora varios de sus aspectos.
DISOLUCION DE LOS SISTEMAS DE OBLIGACIONES FAMILIARES
La desorganización familiar es un tópico común de
murmuraciones, debido en parte a que todos pueden su- frir uno u otro de sus varios tipos y debido a que estas experiencias son probablemente dramáticas, por implicar difíciles elecciones morales y ajustes personales. Todos nosotros, al morir, dejamos una brecha en el sistema de obligaciones de nuestra familia. Muchos de nosotros nos divorciamos o somos hijos del divorcio. Y aún más: muchos que no han sido tocados por el divorcio saben que su familia, aparentemente intacta, no es más que una fachada que esconde a personas que no comparten verdaderamente un mismo hogar. La disfuncionalidad de la familia puede definirse como “el rompimiento de la unidad familiar, la disolución o fractura de una estructura de funciones sociales, cuando uno o más miembros dejan de desempeñar adecuadamente sus obligaciones funcionales”. Con esta definición, los principales tipos de desorganización familiar son los siguientes: Ilegitimidad. Esta es una unidad familiar incompleta. Puede incluirse aquí, junto con otras formas de fallos funcionales en la familia, debido a que falta el “padre-esposo” y por lo tanto no desempeña sus deberes, tal como éstos son definidos por la sociedad o por la madre. Además, cuando menos una fuente de ilegitimidad, se encuentra en el fracaso de los miembros de la familia, tanto del padre como de la madre, en llevar al cabo sus obligaciones funcionales. Anulación, separación, divorcio y abandono. Aquí, la disolución familiar se presenta debido a que un esposo o ambos deciden dejarse mutuamente y así cesan de desempeñar sus obligaciones funcionales. “Las familias de nuez vana.” Aquí, los miembros de la familia continúan viviendo juntos, pero tienen muy poca comunicación o interacción mutua y especialmente dejan de prestarse apoyo emocional entre sí. Ausencia involuntaria de uno de los esposos. Algunas familias se disuelven debido a que el esposo o la esposa muere, está en prisión o se separa de la familia debido a guerras, depresión o alguna otra catástrofe. Principales fallos funcionales “involuntarios dentro de la familia pueden incluir graves patologías mentales, emocionales o físicas. Un niño puede ser retrasado mental; un niño o un esposo pueden volverse psicópatas. Las graves y continuas patologías médicas, pueden igualmente provocar una falla funcional importante. A continuación haremos hincapié en el divorcio y la muerte de preferencia a las otras disfunciones; pero un estudio más completo las incluiría a todas ellas. Una mirada a esa gama de procesos y resultados sugiere que ocasionalmente todos somos testigos o experi- mentamos alguna forma de desorganización familiar. Obsérvese también que la sociedad más extensa está más interesada en ciertas formas de desorganización que en otras e intenta ponerles solución. Es probable que la sociedad se interese acerca de un caso de ilegitimidad, por ejemplo, y recientemente las agencias sociales se han interesado algo en el efecto del grave retraso mental o de la enfermedad emocional o mental en la estructura funcional de la familia, y han empezado a ofrecer ayuda profesional en un intento de resolver este problema. A las agencias formales de la sociedad, virtualmente no les interesa la “familia de nuez vana”, sin embargo, y no existe ningún procedimiento oficial por medio del cual las agencias exteriores puedan intervenir en tales casos. El índice de desorganización familiar de todos los ti- pos permanece desconocido. No sabemos cuántas familias en nuestro país sufren o han sufrido una o más de estas dificultades, con excepción del divorcio y la muerte. Aunque la sociedad presenta un alto índice de desorganización de un tipo, esto no quiere decir que el sistema familiar se está rompiendo o los resultados estén cambiando; por ejemplo: el índice de divorcio en Japón durante el principio del Período Meiji (después de 1868) era extremadamente alto, al igual que lo era en los países árabes durante el mismo período. Sin embargo, estas dos grandes culturas han tenido altos índices de divorcios anteriores al período moderno. Debido a que los cambios fundamentales en los sistemas familiares introducen nuevos valores, generalmente sig- nifican un aumento de las fallas funcionales. Ya que algunas personas aceptarán los nuevos modos y otras no, habrá un considerable desacuerdo sobre cuáles son, en verdad, las obligaciones funcionales. Entonces, necesariamente se juzgará que muchas personas han fallado en el desempeño de sus obligaciones funcionales, de acuerdo con los viejos o los nuevos estándares. En cualquier sociedad, el divorcio puede verse como un infortunio personal de uno o de ambos esposos, pero debe verse igualmente como un invento social, una especie de válvula de escape a las tensiones inevitables del matrimonio mismo. No sólo se permite el divorcio en casi todas las sociedades del mundo, sino que en las sociedades más primitivas el índice de divorcio ha sido más alto que en Estados Unidos actualmente. En nuestro país los índices de divorcios en los últimos 10 años….Pero aunque el divorcio es común entre las sociedades del mundo, expresa el alto grado de hostilidad entre el hombre y la mujer Un patrón universal, es el intento que hacen las familias de casar a sus jóvenes con individuos con similares antecedentes aproximadamente. Esto significa que ambos tendrán hábitos y gustos similares, eliminando así muchas zonas de desacuerdo potencial. En segundo lugar, todas las sociedades definen ciertas clases de desacuerdos o dificultades como poco importantes y no deben tomarse como base para el divorcio. Naturalmente que lo que es trivial y lo que es importante variará de una sociedad a otra. Por ejemplo: en la China clásica, cualquier desacato por parte de la mujer hacia los parientes ancianos de su esposo se veía como causa suficiente para el divorcio. Por otro lado, aunque en los países occidentales se requiere que las jóvenes esposas sean atentas con los padres políticos, ninguno requiere que sean es- pecialmente deferentes hacia ellos. Algunas molestias se definen como características del sexo, y por lo tanto no deben ser tomadas en serio. Por ejemplo, en Estados Unidos, los esposos se quejan “típicamente” de que sus esposas no pueden manejar el presupuesto, que no llegan a tiempo y que se preocupan demasiado por los vestidos; pero éstos rasgos se ven como “típicos de mujeres” y no suficientemente graves como para justificar un divorcio. Otro patrón por medio del cual la infelicidad y tensión marital se mantienen dentro de ciertos límites es sim- plemente disminuir las expectaciones acerca de lo que traerá la vida matrimonial. En las sociedades occidentales se da a los jóvenes una perspectiva un tanto romántica del matrimonio y del amor, y es decepcionante encontrar que, en el mejor de los casos, el matrimonio está contento y aburrido, y en el peor de los casos, tiene un continuo padecer. En la mayor parte de las sociedades, sin embargo, se enseñaba a los jóvenes que en el mejor de los casos ellos podían contar con el respeto y el adecuado desempeño de los deberes por parte de su esposa, pero que no podrían esperar la felicidad y naturalmente no podrían divorciarse si fracasaban en obtenerla. Las sociedades igualmente varían en sus definiciones de: 1) cuánto debe soportar o tolerar una persona antes de buscar una solución formal a su problema marital, y 2) cuáles son las soluciones permisibles. Los esposos y las esposas en este país en el siglo XIX, se mostraban deseosos de tolerar un más alto nivel de discordia antes de buscar el divorcio que sus correspondientes actualmente. Como soluciones a la hostilidad marital, en algunos países como el nuestro, (España, Italia y Brasil) sólo se permiten separaciones legales y, durante ese tiempo, las parejas no pueden buscar nuevos esposos. En el antiguo sistema familiar chino, un hombre podía introducir a una concubina en su propio hogar como solución a sus dificultades maritales.
Aumento del índice de divorcio
A pesar de la infelicidad personal que causa el divorcio y la difundida condenación de su propagación, los índices de divorcio han aumentado en todos los países del mundo. En la mayoría, los índices se han elevado más rápidamente que en Estados Unidos, donde el aumento empezó hace un siglo. Este cambio es el resultado de la interacción de varios factores. Tal vez el más importante es la reprobación del divorcio mismo. Con seguridad puede decirse que hace medio siglo casi todo el que se divorciaba perdía alguna estima en su círculo social, en el caso de que no fuera expulsado completamente. Segundo, las alternativas disponibles a los divorciados han cambiado, respecto a la forma apropiada de llevar un matrimonio y considerar un mayor o menor error moral el contraer un nuevo matrimonio, y así, estar más o menos propensas al divorcio. Por ejemplo: como mencionamos anteriormente, el índice de divorcio es más alto en las sociedades matrilineales, el ajuste marital es bajo entre las parejas con antecedentes sociales distintos, y el índice de divorcios es más alto hacia la clase social inferior. Veamos otras diferencias en la propensión al divorcio. Entre la población campesina de los países occidentales el índice de divorcio es más alto para los terratenientes que para los trabajadores campesinos. Así, la introducción gradual del moderno sistema de fa- milia conyugal, frágiles como son sus unidades, puede en realidad hacer que descienda el índice de divorcios entre los agricultores de este segmento de la población mundial.
Aunque las Iglesias en muchos países, no aprueban el
divorcio, varían en el grado en el cual lo deploran o condenan. Consecuentemente, deben de existir diferenciales de divorcio en relación con la afiliación a las Iglesias. Sin embargo, es difícil medir hasta qué grado los miembros de las diferentes Iglesias son propensos al divorcio, ya que los censos nunca preguntan por la afiliación religiosa de la población, y así faltan los datos básicos. Los factores sociológicos que pueden crear estas apa- rentes diferencias deberían ser evidentes. Primero, las Iglesias varían en su oposición al divorcio, pero la afiliación a una Iglesia en sí misma no determina si las parejas se divorciarán o no. Como ya se ha mencionado, deben tenerse en cuenta muchas otras variables además de las predisposiciones hacia o en contra del divorcio. Además, el índice de disolución marital total y voluntaria, esto es, incluyendo todas las formas de abdicación voluntaria de las obligaciones funcionales, no solamente el divorcio, puede ser casi tan alto entre las personas que se oponen enérgicamente al divorcio como entre el resto de la población. Segundo, es probable que aquellos que no están afiliados a ninguna Iglesia se opongan ideológicamente menos al divorcio, y que por otra parte puedan desviarse en otras formas secundarias, y así su índice de divorcio es un tanto más alto. Tercero, cualquier forma de matrimonio mixto es un índice de distintos antecedentes sociales entre la esposa y el esposo, y así puede esperarse que lleve a un índice de divorcios un tanto más elevado. En cualquier caso, parece probable que las diferencias de comportamiento entre aquellos que no son creyentes y los que se adhieren llenos de fe a su Iglesia son probablemente mayores que las diferencias entre aquellos que pertenecen a diferentes Iglesias. Por último, parece probable que habrá más conflicto en los matrimonios mixtos entre un esposo católico y una esposa protestante. En los matrimonios mixtos es probable que el padre católico insista en que sus hijos sean educados como católicos más de lo que los padres protestantes insisten en que sus hijos sean educados como protestantes. Además, cuando la esposa es la católica y el esposo el protestante, es probable que ella tolere más conflicto que las mujeres protestantes antes de iniciar una demanda de divorcio. (En la mayoría de los casos es la mujer la que inicia la demanda.) A estas asociaciones entre los antecedentes sociales y el divorcio se deben agregar algunas cosas. Una es la mayor propensión al divorcio cuando el matrimonio tiene lugar a muy cortas edades (quince a diecinueve años). Otra es la reprobación del matrimonio por los amigos o parientes, y las diversas opiniones del esposo y de la esposa con respecto a sus mutuas obligaciones funcionales. La importancia de ambosfactores podría parecer generalmente evidente por sí misma, pero debe hacerse un breve comentario con respecto a la reprobación de tal matrimonio por parte de los parientes o amigos. Este puede considerarse como un índice de dos series de factores. Una es la simple predicción que los parientes y amigos hacen acerca de la posibilidad del buen éxito del matrimonio. Después de todo, ellos conocen a uno o a ambos de los futuros esposos. Además, sin embargo, su apoyo puede igualmente ser un factor directo para unir más a la pareja. Analizar el por qué se divorcian las personas, al igual que el análisis de cualquier decisión importante que se extiende a un largo período, es especialmente difícil. Como ya se ha anotado, está compuesto de valores y predisposición.
Ajuste a la muerte y al divorcio
Tal vez se muere un poco cuando, como en el cuso del
divorcio, una liga que empezó con amor termina con hostilidad, sin que ninguno sea por completo inocente y ninguno intente en realidad tal resultado. Debido a este elemento destructivo en el divorcio, muchos analistas sociales han destacado las similitudes entre el ajuste al divorcio y a la muerte. Esta es una forma de afirmar que el verdadero significado de la muerte es social y no biológico. Las cualidades únicas de cada relación hacen la experiencia universal de la muerte peculiarmente dolorosa: ninguno puede verdaderamente reemplazar a la persona que ha muerto. Pero aunque cada muerte y cada divorcio es único, aquellos que lo sufren pasan a través de muchas experiencias comunes. Empiezan con ciertas semejanzas en la situación vital tanto de los dolientes como de los divorciados. Estas pueden enumerarse brevemente.
1. La cesación de la satisfacción sexual.
2. La pérdida de la amistad, amor o seguridad. 3. La pérdida de un modelo adulto para los niños. Un aumento del peso del trabajo doméstico del esposo que se queda, especialmente en el manejo de los niños. 4. El aumento de los problemas económicos, especial- mente si el esposo ha muerto o abandonado el hogar; y 5. Una redistribución de las tareas y responsabilida- des del hogar. Sin embargo, en contra de estas similaridades no debe perderse de vista una diferencia fundamental entre estos dos problemas de ajuste. En todas las sociedades, los ritos y costumbres en relación con la muerte y el duelo están íntimamente tejidos dentro de una red institucional. Las obligaciones y los derechos están íntimamente especificados y apoyados por los parientes y amigos. Sin embargo, en algunas sociedades (los países occidentales son los ejemplos más conspicuos) los patrones del ajuste posterior al divorcio no están bien institucionalizados. Consideremos un caso, el de los árabes, en los cuales un alto índice de divorcio ha sido parte de la tradición familiar por muchas generaciones. Según la costumbre árabe, una parte del precio de novia (de un tercio a una mitad) no se pagaba cuando se cele- braba el matrimonio, pero tenía que pagarse si había divorcio. Esto servía como un pequeño freno a la decisión caprichosa del hombre de repudiar a su esposa. Entre los ricos, los intercambios matrimoniales eran costosos, y cuando menos las primeras esposas era probable que fueran de familias de alto rango. Además, ya que un hombre podía agregar una esposa o una concubina si la primera esposa le disgustaba, tenía muy pocos motivos para el divorcio. En todos los niveles de rango y de riqueza había un sentimiento bastante fuerte de que un hombre no debería divorciarse de una mujer que le había dado hijos. Así, el divorcio era más probable que tuviera lugar entre la clase social que había invertido poco dinero en el matrimonio específico (de modo que hubiera poco litigio acerca de la división de la propiedad) y entre las parejas con pocos hijos. Bajo la ley mahometana, una mujer era heredera tic parte de la propiedad de su familia; tenía derecho a la mitad de la parte de un hermano. Ella no tomaba posesión de esta propiedad; pero, como consecuencia, siempre tenía derecho moral a ser protegida por su línea paterna. Así, cuando regresaba a su familia paterna después de haberse? divorciado, podía contar con un apoyo. Si sus hijos eran muy pequeños se los llevaba con ella; pero no había duda alguna sobre quién era responsable de su cuidado; su anterior esposo. Además, su propia lamí lia podía contar con que recibiría un precio de novia adicional en su segundo matrimonio, debido a que el alto índice de movimiento marital casi garantizaba que habría disponible un segundo marido. Finalmente, no era probable que el matrimonio hubiera estado basado en una relación amorosa, por lo que el choque emocional del divorcio no sería grande. Estos arreglos significaban que la mayoría de los cabos sueltos creados por el divorcio estaban bien cubiertos. Similarmente, en la mayor parte de las sociedades pri- mitivas, el lugar del niño siempre estaba claro. Si era una sociedad matrilineal, el niño pertenecía a la línea materna; si era patrilineal, a la línea paterna. En un sistema matrilineal, el hombre podía regresar a la casa de su madre y esperar ser bien recibido. Un divorcio requería la devolución del precio de novia; pero en una sociedad en donde el índice de divorcios es alto, el precio de novia es bajo, de modo que no se presentaban grandes dificultades. También en este caso las obligaciones específicas y las posiciones de todas las personas interesadas se conocen con anterioridad y por tanto disminuyen los problemas posteriores al divorcio. Por lo contrario, en los países occidentales existen muy pocos arreglos estructurales para manejar los problemas de ajuste posterior al divorcio. El divorciado no es ni soltero ni casado. Su familia (de él o de ella) y sus amigos no tienen una verdadera obligación de ayudarlos a arreglar un nuevo matrimonio. No está claro qué obligaciones mutuas tienen los ex esposos y las éx esposas. Sólo las reglas legales definen las obligaciones del padre para con sus hijos. Muy raramente se le concede al padre la custodia, y al pasar del tiempo él puede ver tan raramente a sus hijos como para perder su voluntad de obedecer las estipula- ciones legales. Por otro lado, tanto los amigos como los parientes sienten una fuerte obligación moral de ayudar al viudo o a la viuda y de consolarla o consolarlo. Por otra parte, al ser forzadas a moverse a través de una serie de ritos, se recuerda a la persona doliente la obligación de seguir formando parte del grupo social. Tanto los amigos como los parientes tratan de interpretar el significado de la muerte, y en esta expresión de interés se obtiene algo de consuelo. Se exige moralmente a los parientes que ayuden si se les requiere, y no afrontan una situación de lealtades divididas como es el caso típico cuando la familia está desorganizada por el divorcio. Los esposos muertos son buenos esposos. Si había hostilidad entre las familias y los parientes políticos o disgustos familiares, se hacen a un lado. La mayor parte de los esposos que sobreviven se sienten culpables de ello; pero algunas de las costumbres y de los ritos de muerte dan considerable apoyo a la persona so- breviviente. Por lo contrario, la culpa que nace del divorcio no se mitiga por tranquilidades institucionalmente requeridas. Ninguno tiene la obligación de solidarizarse. Se supone que uno debe demostrar su compasión a los miembros supervivientes de una familia; pero en el caso del divorcio no está claro si uno debe compadecer u ofrecer un brindis y empezar a ayudar al divorciado a buscar un nuevo compañero. En casi todas las sociedades es más probable que la mujer quede viuda que su esposo quede viudo, debido a que la mortalidad masculina es más alta. Por otra parte, la muerte del esposo pone de relieve una serie más elaborada de ritos mortuorios debido a que se le considera de mayor importancia social. Se piensa que su pérdida produce mayor efecto en la estructura familiar. El luto, que en el aspecto psicodinámico es necesario para integrar completamente la muerte del esposo en los patrones vitales del esposo superviviente, se lleva con más detalles en los países no occidentales. Generalmente se requiere que una viuda mantenga su posición como viuda por un período más largo que el que un hombre debe guardar a su esposa. En la India, la viuda brahman se suponía que no debía volver a casarse, y aparentemente había una considerable conformidad con esta regla hasta en época reciente, en tal grado, que el índice de fertilidad de los brahmanes ha sido más bajo que el de otras castas indias principales. En China, y en menor grado en Japón, se tenía la misma regla. La evidencia demográfica sugiere que las viudas de hecho se casaban, aunque sin duda alguna esto ocurría mucho más frecuentemente en las clases sociales inferiores que en las superiores. Esta idealización de lo que la viuda debía a su difunto esposo está probablemente ligada con la definición de que la mujer depende del hombre. El mandato de permanecer fiel aun después de la muerte, sin duda alguna, intensificaba la regla por la cual ella debía serle fiel mientras vivía. Debido a que el significado social de la edad difiere en el hombre y en la mujer, de modo que un hombre viejo puede casarse con una mujer más joven, y debido a que las sociedades casi nunca obligan al celibato a los viudos, es más probable que el viudo encuentre nueva esposa que no que lo haga la viuda. En Estados Unidos, aproximadamente doble número de viudos, en relación con las viudas, se vuelven a casar durante los primeros cinco años después de la muerte de sus cónyuges. Por otro lado, los países occidentales han derribado generalmente sus detalladas reglas acerca de la duración de los períodos de luto, incluyendo la reprobación de aquellos que se vuelven a casar poco después de que su cónyuge muere. Actualmente hay pocas o ningunas reglas formales que regulen la duración del período de luto, y los hombres y las mujeres que se casan relativamente pronto no son criticados con severidad. Por otra parte, las cambiantes determinaciones de edad y la insistencia tanto de la generación joven como de la vieja en que las personas mayores deben vivir en familias separadas, presionan nuevamente hacia el matrimonio como una forma de ajuste. Por último, ya que un creciente número de divorciados se encuentran disponibles para casarse nuevamente, las oportunidades de volverse a casar tanto para las viudas como para los viudos son mucho más altas de lo que eran hace una generación.
En los países occidentales, ninguna norma moral de-
clara que las personas deben volver a casarse después del divorcio o del duelo, pero innumerables presiones sociales conducen hacia esa solución. En nuestra sociedad, los adultos viven en parejas, alternan en parejas y conversan mutuamente acerca de sus unidades familiares. La persona que estuvo casada, pero que en la actualidad no lo está, no encaja fácilmente en estos arreglos. Cuidar a los niños sin un esposo es cansado y difícil. Es muy probable que los mismos niños, acostumbrados a las relaciones en parejas, sugieran a sus padres, ya sean divorciados, viudos o viudas, que se vuelvan a casar. También es muy probable que los amigos de una y otra parte les presenten a compañeros elegibles. A pesar de que en nuestra generación hay un poco más de tolerancia acerca de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, es probable que éstas sean torpes, tediosas o embarazosas, si continúan por un largo período, sin la legitimación del matrimonio. Parece probable que la mayor parte de la gente empieza a tomar parte en el proceso del cortejo y “citas” antes de haberse ajustado completamente a la pérdida de sus anteriores esposos, ya sea por divorcio o por muerte. Su habilidad para participar en tal interacción es, en parte, un índice de su ajuste, pero a su vez conduce a un ajuste más completo, ya que la persona doliente o divorciada empieza a verse a sí misma bajo una nueva Luz, como un compañero elegible, o simplemente como un hombre o mujer más que como el ex esposo de Tal y Tal. En relaciones de trabajo, el individuo encuentra que tanto los parientes como los amigos no están deseosos de mantener viva la vieja serie de relaciones y que se orientan hacia lo presente o lo futuro. Cada persona debe alimentar su propia pena dentro de sí misma, y con el tiempo cada vez menos personas desean compartirla. Como consecuencia, en el mercado relativamente libre del cortejo en Estados Unidos, mucho más de 90% de aquellos que pierden un esposo por la muerte o el divorcio, eventualmente se ve Los hijos y la disolución familiar
¿Qué les pasa a los hijos cuando la familia se rompe?
Actualmente no es posible una respuesta precisa a esta pregunta si consideramos seriamente las diferencias de patrones funcionales entre los diversos tipos de disoluciones familiares esbozados al principio de este capítulo. Es claro que los niños que se crían en un hogar feliz es más probable que crezcan felices y psicológicamente saludables. Sin embargo, los niños de una familia “de nuez vana” no lo son, aunque el divorcio no haya tenido lugar. Los estudios acerca de la disolución familiar generalmente sólo han enfocado las diferencias entre los niños del divorcio y los otros; pero una comparación tan grosera deja de averiguar los hechos centrales; es decir: lo adecuadamente que los diversos miembros de la familia desempeñan sus obligaciones funcionales mutuas. En verdad, ni siquiera podemos saber cuántos niños están comprendidos cada año en estas diversas formas de disolución familiar, ya que no sabemos cuántos casos se dan de cada una. Durante 1955, aproximadamente 343,000 niños menores estuvieron comprendidos en casos de divor- cio o de anulación; en ese año quedaron huérfanos 350,000 niños. Hacia esa época, a mediados de 1955, había “3.3 millones de niños menores de dieciocho años, o sea, 5.9% de la población total, cuyos padres se habían divorciado, y solamente 2.7 millones de huérfanos”. Así unos 6 millones de niños menores tuvieron que ajustarse a estas formas principales de desorganización marital en ese período. Los estudios psiquiátricos hacen hincapié en las difi- cultades experimentadas por las personas que cuando niños vivieron en familias “de nuez vana”, en las cuales las personas cumplían sus deberes formales mutuamente, pero no daban comprensión, afecto o apoyo, y tenían muy poco interés en comunicarse unos con otros. Investigaciones recientes han empezado a descubrir los efectos destructivos, especialmente en una hermana mayor, cuando un niño que es retrasado mental grave continúa en la familia. Consecuencias caóticas similares pueden resultar cuando un niño o un padre se vuelven psicópatas. Estas diversas categorías sugieren, por su complejidad y gravedad potencial, que muchos hogares superficialmente intactos pueden producir en los niños un efecto insano, y que muchos hogares con un solo padre pueden tener un relativo éxito al producir niños saludables y felices.
Sin los datos necesarios, entonces, la pregunta no puede
contestarse adecuadamente. Un tipo de encuestas subraya la necesidad de categorías más significativas en nuestra información acerca de lo que les pasa a los niños cuando el hogar se rompe. Muchos estudios han demostrado que la delincuencia está ligada a los hogares rotos. Parte de esta liga se crea por el hecho de que los índices de divorcio y mortalidad son más altos en las zonas de arrabales, en donde los índices de delincuencia son igualmente más altos. La asociación, pues, puede ser en parte espuria. Otro elemento en este eslabón es la falta de una ade- cuada sociabilización. El padre faltante no puede ser un modelo adecuado para los niños ni servir de fuente adi- cional de autoridad para reforzar la conformidad con las leyes sociales. Esta última falla se daría, naturalmente, tanto si el matrimonio se rompiera por la muerte como por el divorcio.
En cualquier caso, si la posición de clase de los padres
se mantiene constante, los índices de delincuencia son más altos para los hogares rotos que para los intactos, y más elevados para los niños de hogares rotos por la separación o por el divorcio que para los hogares rotos por la muerte del padre. Esta diferencia era de esperar, debido a la ayuda y el apoyo que la persona doliente recibe y la menor probabilidad de que los niños que han perdido a un padre por la muerte hayan vivido a través de un período de discordia, peleas o problemas de identificación o lealtad. Sin embargo, los padres que conocen estos hechos no pueden decidir con éxito vivir en mutua armonía. Casi todos crearían un hogar feliz si pudieran. La verdadera elección es si continúan viviendo juntos en desarmonía o si se divorcian. Y ¿cuáles son las consecuencias de estas elecciones para los hijos? Como se mencionó anteriormente, los datos no son claros; pero un cuerpo importante de información sugiere que la “separación” que generalmente significa que los padres continúan interactuando infelizmente el uno con el otro, pero evitan el divorcio, puede llevar a la delincuencia juvenil más que el divorcio mismo. Sheldon y Eleanor Glueck relacionaron la delincuencia juvenil con varios tipos de hogares rotos. Es ligeramente más probable que los delincuentes vengan de hogares divorciados que de hogares intactos. Sin embargo, los niños de hogares de viudos o viudas tienen casi 50% más de probabilidades de ver delincuentes que los de hogares intactos. LA CRIMINALIDAD COMO PRODUCTO DE LA SOCIALIZACIÓN Casi todos los miembros de las sociedades modernas cometen algunos delitos, pero la mayoría de las personas no se consideran criminales y no son considerados así por los miembros de sus grupos. Incluso los presos que no se identifican con el criminal típico insisten en que no son realmente criminales. En la conversación cotidiana usamos frases como "personalidad criminal", "criminal endurecido", "criminal confirmado" o "delincuente incorregible" para referirse a personas que se conciben como criminales y persisten en su criminalidad. Por lo general, cuando hablamos de un delincuente o criminal, tenemos en mente a una persona que aparentemente es un incorregible paria, pero la criminalidad de tales personas, como la criminalidad de las personas que cometen sólo crímenes ocasionales, se aprende.
En los esfuerzos de las familias y otros grupos para
prevenir la delincuencia, a menudo los niños son conducidos involuntariamente a grupos en los que la adquisición de una "personalidad criminal" es casi inevitable. La secuencia de la alienación puede ser delineada como sigue:
1. A los ojos de un niño, un comportamiento apropiado
como juego puede incluir romper ventanas, subir sobre techos o engrasar las vías del tranvía. Tales definiciones de "juego" son similares a "diversión" en Halloween. Pero para muchos adultos, incluyendo padres, policías y las víctimas de la obra, el comportamiento es malo o delincuente y debe ser restringido o suprimido. 2. Las demandas para la supresión del mal son hechas en el niño por los miembros de la comunidad, incluyendo sus padres. Las exigencias pueden conducir a un cambio de la definición de los actos específicos como mal a una definición del actor como mal. 3. Ante las demandas de los adultos, el niño siente que se le está haciendo una injusticia y, lo que es más importante, que su comunidad y, quizás, sus padres, lo consideran diferente de los niños buenos. Este reconocimiento, por su parte, conduce a una mayor integración con el grupo que comparte sus actividades lúdicas, ya que los otros miembros se encuentran con experimentos similares. 4. La comunidad entonces examina y mira con recelo sobre todas sus actividades, sus compañeros, sus lugares de reunión, su habla y su personalidad, y se hace más seguro de su definición de él como mal o malo. 5. El niño descubre que ha sido definido; Tan malo y que incluso sus esfuerzos por ser buenos son interpretados como evidencia de su maldad. Se integra más estrechamente con su grupo de juego, que ha sido redefinido como pandilla delincuente tanto por la comunidad como por los miembros del grupo, y comienza a considerar a sí mismo y a sus compañeros como malos. Se define como malo y se vuelve malo porque ha sido definido como malo. 6. Una vez que la comunidad lo ha definido como malo, Sabe cómo hacer frente a él; De hecho, no sabe cómo tratar con él hasta que lo define como malo. Es amenazado, castigado, aconsejado, analizado, supervisado y comprometido con una institución. Obtiene un "record" con la policía y otras agencias. 7. A medida que la comunidad se enfrenta con él, aclara su concepción de él y su concepción de sí mismo. Se define a sí mismo como lo definen, como "incorregible", "delincuente" o "criminal". Ha adoptado el sistema de clasificación de la comunidad, la separación entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Se hace leal a los grupos en los que la membrecía consiste en personas malas como él, se educa en el crimen y aprende que la comunidad que lo ha definido como malo, contiene muchos elementos que apoyan su maldad. Esta dramatización del mal desempeña probablemente un papel más importante en la toma de la personalidad criminal o criminal confirmada que cualquier otra experiencia. Un proceso para hacer un criminal, es un proceso de etiquetado, definición, identificación, segregación, descripción, dimensionamiento, toma de conciencia y auto-consciente; Se trata de una forma de estimular, sugerir, enfatizar, y evocar los mismos rasgos de los que se quejan.
Desviación secundaria. Cuando la sociedad responde a la
conducta desviada degradando, aislando y estigmatizando al infractor, puede convertirse en una persona "cuya vida e identidad se organizan alrededor de los hechos de la desviación". "Mientras que la desviación inicial o" primaria "pudo haber sido causada por cualquier número de factores, tales como excitación sexual o presión de grupo, la desviación secundaria resulta de la reacción de la sociedad a la conducta original. Además de definir al individuo como desviado y, por lo tanto, influir en su concepción de sí mismo, las respuestas punitivas de la sociedad a menudo se consideran injustas y degradantes. La amargura, la retirada y la última La aceptación de la desviación como una forma de vida puede ser el resultado. De esta manera, las reacciones de la sociedad, especialmente cuando involucran un sentido de indignación y rechazo, pueden agravar un problema en lugar de resolverlo. La concepción de justicia en el niño Moralidad y reglas. Piaget comienza con la premisa de que "toda moralidad consiste en un sistema de reglas, y la esencia de la moralidad debe buscarse en el respeto que el individuo adquiere por estas reglas" (p.13). Estudiar la concepción del niño de las reglas. Observando a los niños y pidiéndoles que explicaran el juego y respondieran a las posibles variaciones, descubrió una intrincada "jurisprudencia" de los mármoles, un sistema de reglas que regula casi cualquier contingencia que pudiera surgir en el curso del juego. Sin embargo, Piaget no estaba interesado principalmente en el contenido de las reglas sino en cómo el niño percibía su obligación. Se identificaron dos tipos de reglas: 1. Reglas basadas en el respeto a la autoridad, en las cuales el sentimiento de obligación del niño se deriva de su respeto por la persona que enuncia la regla -un adulto o un niño mayor. Para el niño la regla es una "ley divina", cuyo significado es incomprensible, pero que debe obedecer ciegamente. No entiende que hay un propósito para una regla; En cambio, el cumplimiento se efectúa mediante castigo. Así, el primer tipo de regla es una regla coercitiva. 2. Reglas basadas en el respeto mutuo entre compañeros. En este contexto el niño entiende que las reglas son necesarias para asegurar una competencia justa y abierta en el juego.
La moralidad de la restricción. Después de haber
formulado sus conceptos básicos - coercitivo v. Reglas racionales, respeto a la autoridad v. Respeto mutuo, restricción v. Cooperación - Piaget los aplica en el estudio de las diferencias de desarrollo. Concluye que hay dos etapas principales en el desarrollo del juicio moral en los niños, la primera (de 3 a 8 años) caracterizada por el respeto a la autoridad y la moralidad de la restricción, la segunda (de 9 a 12 años) por el ascenso gradual del respeto mutuo y la moralidad de la cooperación. Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget advierte contra el exceso de énfasis en las edades específicas), el niño tiende a percibir las reglas como leyes fijas y externamente impuestas. Él los interpreta literalmente y no entiende que el espíritu de las reglas debe a veces anular la letra si el propósito para el cual se establecieron las reglas es alcanzado. Para el niño pequeño, el bien se define en términos absolutos: todo acto que se ajusta a la regla literal es bueno; Cualquier acto que no sea conforme, independientemente de las circunstancias atenuantes, es malo. A pesar de esta rígida adhesión a la letra de las reglas, hay poca aceptación interna de ellas. Las reglas son exteriores al niño. Asì como las leyes físicas, son percibidas como "realidades" externas que influyen en el comportamiento por fuerza de la naturaleza. Esta orientación Piaget la llama "realismo moral".
El tipo de muestreo elegido para esta investigación fue
no probabilístico. Por dificultades presupuestarias se resolvió usar una muestra por conveniencia. Los planteles educativos, que han colaborado en estudios anteriores, se localizan en comunidades en las que habitan familias con un nivel socioeconómico medio-bajo. En total, formaron parte de este estudio 470 (46,9%) chicos y 532 (53,1%) chicas. La edad promedio de estos adolescentes fue de 14, 46 años (D.T: 1,77). Un 53,2% de la muestra reportó vivir con ambos padres, una cuarta parte con su madre y hermanos, 6,2% solo con su madre y 1,4% solo con su padre. El 33% de las madres de estos jóvenes son amas de casa, una cuarta parte profesionales, 26% trabajadoras calificadas y 15,1% no calificadas. Un 20% de los padres son profesionales, 45% trabajadores calificados y un tercio desempeñan trabajos no calificados. 3.2. Variables Conducta parental El Abusive and Supportive Environments Parenting Inventory (EASE-PI) (1997), es un cuestionario elaborado para evaluar el apoyo y el maltrato que se da en el entorno familiar. En esta investigación se consideró la subescala de apoyo (12 ítems) para medir esta forma de conducta parental (ver lista de los ítems de esta escala en el Anexo). Aplicando una escala de 5 puntos que va de 0(Nunca) a 4(Con mucha frecuencia), los adolescentes reportaron la frecuencia con la que perciben ayuda, consuelo y afecto de sus padres. Para medir la supervisión familiar se adoptó el Parental Monitoring Index de Esbensen y Weerman (2005). Para esta investigación se ajustaron 3 de los ítems originales y se añadieron 2 más para evaluar la supervisión paterna con los amigos (ver lista de los ítems de esta escala en el Anexo). Las categorías de respuesta también sepresentan en escala tipo Likert que varía de 0 (Nunca/A ninguno) a 3 (Siempre/A todos) puntos. Se obtuvo un coeficiente alpha de Cronbach de . 70. Amigos antisociales Se decidió elaborar un grupo de ítems para estimar la conducta antisocial y delincuencia de los amigos. Estos indicadores, aun cuando son propios, se soportan en la revisión de la literatura en el área. Esta variable se midió preguntándole al adolescente sobre la cantidad de amigos residentes en su comunidad que incurren en consumo de drogas ilegales, vandalismo, agresión, robo y, además, que portan armas y han sido arrestados por la policía (ver lista de los ítems en el Anexo). El rango de respuesta, formulado en escala tipo Likert, varía entre 0 (Ninguno) y 3 (Todos) puntos. El coeficiente de confiabilidad alpha de Cronbach fue de .83. Percepción de desorden social y eficacia colectiva Es importante acotar que para medir los efectos de la comunidad, en este estudio se asume un enfoque subjetivo fundamentado principalmente en información a nivel individual. Con referencia a esto, Gracia, Fuentes y García (2010) comentan que para estudiar la influencia de la comunidad en la conducta de los jóvenes hay cierto acuerdo en lo valioso de ofrecer mayor importancia a las experiencias y percepciones sobre las condiciones de este entorno. En algunos casos resulta más útil este tipo de información con respecto a las medidas objetivas como, por ejemplo, las basadas en censos o en registros de unidades geográficas pre-determinadas. Una razón es que este tipo de medidas no son totalmente coherentes con la manera como la comunidad es vista por sus residentes. Es más, para algunos autores son las percepciones de la comunidad las que afectan la conducta mediante su impacto en el adolescentes y en el funcionamiento familiar (Ver Roosa, White, Zeiders y Tein, 2009, para una revisión). La percepción de desorden social se evaluó con algunos ítems adaptados de una medida empleada en la Encuesta Internacional de Autoinforme (ISRD-2) (Birkbeck, Morillo y Crespo, 2010). A los adolescentes se les consultó sobre 7 características relacionadas con la presencia en su zona residencial de violencia, delincuencia, comercio y consumo de alcohol/drogas y escándalo en espacios públicos (ver lista de los ítems en el Anexo). Los estudiantes respondieron a una escala Likert de 4 puntos que oscila entre 0 (Totalmente en desacuerdo) y 3 (Totalmente de acuerdo). La consistencia interna hallada fue de .88 (alpha Cronbach). La percepción de eficacia colectiva fue estimada con tres ítems tomados también de la Encuesta Internacional de Autoinforme (ISRD-2) (Birkbeck et al., 2010) y que han sido empleados en otras investigaciones sobre contextos comunitarios (v. gr. Cohen, Inagami y Finch, 2008). El primero hace referencia al vínculo entre los vecinos (v. gr. Los vecinos está muy unidos en mi comunidad), el segundo, al hecho de si los vecinos son personas que generan confianza (v. gr. Los vecinos de mi comunidad son de confiar) y el tercero evalúa el control social informal (v. gr. Mis vecinos se dan cuenta cuando me estoy portando mal y me lo hacen saber) (ver lista de los ítems en el Anexo). Los participantes calificaron cada ítem en una escala Likert de 4 puntos. Para esta investigación se construyó un indicador de eficacia colectiva sumando las puntuaciones de los tres ítems. La confiabilidad fue de .70 (alpha Cronbach). Delincuencia juvenil En esta investigación se usó una adaptación del Cuestionario de Conductas Antisociales (CCA) propuesto originalmente por Luengo y su grupo de investigación (Luengo, Carrillo, Otero y Romero, 1994; Mirón y Otero-López, 2005). Con este auto-informe se midieron 21 ítems relacionados con delincuencia juvenil (ver lista de los ítems en el Anexo). Es conveniente aclarar que estas variables evalúan acciones que, de ser detectadas por los órganos de control social de este país, se convertirían en delito. Por ejemplo, se evaluó si el adolescente ha incurrido en algunos comportamientos como lesiones personales, robo, hurto, porte ilícito de arma, instigación para delinquir, intento de homicidio, desacato a la autoridad y tráfico de drogas. Las categorías de respuesta presentadas en formato tipo Likert varían de 0 (Nunca) a 4 (Siempre) puntos. Para calcular un índice global de delincuencia juvenil se sumaron las puntuaciones de los 21 ítems. 4. Resultados 4.1. Descriptivos y coeficientes de correlación de Pearson La Tabla 1 resume los estadísticos descriptivos de las variables de estudio. En promedio, los adolescentes de esta muestra perciben altos niveles de apoyo tanto de la madre como del padre, así como de supervisión parental. El número de amigos que, por término medio, están implicados en conductas antisociales es muy bajo; pero, al examinar el rango observado, se encuentran jóvenes que reportan que la mayoría de sus amigos han incurrido en casi todas las conductas antisociales evaluadas. Con base en estos resultados, los niveles de desorden social percibido son, en promedio, de moderados a bajos; aunque, el rango observado revela que hay sujetos que perciben muy altos niveles de incivilidad en sus zonas residenciales. Por término medio, los niveles de eficacia colectiva percibida también son de moderados a bajos aun cuando la variabilidad de las puntuaciones en este indicador es considerable, toda vez que hay adolescentes que revelan no percibir eficacia colectiva en su comunidad y, al contrario, otros que perciben altos niveles. Sin embargo, no se observa ningún adolescente que consiga puntuar el nivel máximo de eficacia colectiva percibida medido en este estudio. Por último, se puede detallar que la máxima puntuación conseguida en la escala de delincuencia juvenil fue de 44 puntos. La incidencia de conductas que pudieran ser susceptibles de sanción jurídica es, en promedio, muy baja en esta muestra2. Esta tabla también contiene el patrón de relaciones entre las variables de estudio. Hay que destacar el hecho de que todas las correlaciones fueron significativas y se dieron en la dirección esperada. En particular, se observa que el apoyo de la madre y del padre, así como su supervisión, se relacionan negativamente con la delincuencia de los hijos. Interactuar con amigos que experimentan comportamientos antisociales se asocia positivamente con la actividad delictiva de los adolescentes. Desde una perspectiva contextual, el desorden social percibido correlaciona positivamente con la desviación 2 Como dato adicional, el 70% de los adolescentes de esta muestra reporta nunca haber experimentado conductas delictivas, con respecto a un 30% que sí ha incurrido en alguna de ellas, lo que significa que también la prevalencia de este tipo de comportamientos es baja. juvenil mientras que la ANEXO Escala de apoyo parental
¿Con qué frecuencia tu madre/padre realiza las conductas
que aparecen a continuación? 1. Consolarte cuando estás triste 2. Confiar en ti 3. Abrazarte para mostrarte afecto y/o apoyo 4. Ayudarte cuando tienes problemas 5. Decirte que le importas 6. Ayudarte a superar momentos de crisis 7. Decirte algo para hacerte sentir bien 8. Respetar tu individualidad, tu manera de ser 9. Respetar tus sentimientos 10. Escuchar tu punto de vista y hacerte ver que le importas 11. Hablar contigo de temas importantes para ti 12. Apoyarte emocionalmente Nunca= 0; Pocas veces= 1; Algunas veces= 2; Bastantes veces= 3; Con mucha frecuencia= 4 Ítems sobre supervisión parental 1. ¿Tus padres se dan cuenta cuando llegas tarde a casa?* 2. ¿Tus padres saben dónde estás cuando no te encuentras en casa? 3. ¿Cuando estás fuera de casa te comportas de acuerdo con lo que tus padres consideran correcto? 4. ¿Tus padres te piden que les informes dónde y con quién te encuentras mediante llamadas, mensajes de texto, correos o notas? 5. ¿Tus padres conocen a tus amigos?** *Nunca= 0; A veces = 1; A menudo = 2; Siempre = 3 **A ninguno= 0; A algunos= 1; A casi todos= 2; A todos= 3
Ítems sobre amigos antisociales
¿Cuántos de tus amigos/as que viven en tu comunidad han realizado o les ha sucedido lo que te indicamos a continuación? 1. Destrozar cosas en lugares públicos 2. Llevar armas de fuego/armas blancas 3. Amenazar o atacar a otras personas 4. Discutir violentamente con los padres o los profesores 5. Robar 6. Destrozar cosas de otras personas 7. Ser detenido por la policía
Ninguno= 0; Algunos= 1; Muchos= 2; Todos= 3 Escala de
desorden social
¿Qué tan de acuerdo estás con las siguientes afirmaciones
con respecto a la comunidad o lugar en el que vives? 1. Hay mucha delincuencia en mi comunidad 2. Hay muchas ventas de droga en mi comunidad 3. Hay muchas peleas en la zona donde vivo 4. En mi comunidad hay mucho consumo de alcohol 5. Hay mucho consumo de drogas en la zona donde vivo 6. Hay mucha venta de alcohol en mi comunidad 7. En la zona donde vivo se escucha música a alto volumen en espacios públicos (parques, calles, plazas, etc.) Totalmente en desacuerdo= 0; En desacuerdo= 1; De acuerdo= 2; Totalmente de acuerdo= 3
Escala de eficacia colectiva
¿Qué tan de acuerdo estás con las siguientes afirmaciones con respecto a la comunidad o lugar en el que vives? 1. Los vecinos están muy unidos en mi comunidad 2. Los vecinos de mi comunidad son de confiar 3. Mis vecinos se dan cuenta cuando me estoy portando mal y me lo hacen saber Totalmente en desacuerdo= 0; En desacuerdo= 1; De acuerdo= 2; Totalmente de acuerdo= 3
Ítems sobre delincuencia juvenil
¿Tú has realizado, y con qué frecuencia, las conductas que aparecen a continuación? 1. Darle una golpiza o paliza a alguien 2. Robar cosas de un carro estacionado 3. Entrar a robar en una vivienda 4. Forcejear con alguien para robarle 5. Pegar una patada a alguien 6. Robar cosas de una tienda estando abierta 7. Robar en una vivienda en particular 8. Andar con un arma (navaja, pistola, etc.) por si se necesita en una pelea 9. Robar una moto, bicicleta, para dar una vuelta 10. Atacar a un policía, para impedir que detenga a alguien 11. Convencer a alguien de que haga algo ilegal 12. Agredir a alguien con intención de matarlo 13. Robar objetos del colegio 14. Ofrecer resistencia a un policía que pretende detenerte 15. Formar parte de un robo utilizando armas 16. Robar el bolso o la cartera de alguien cuando va por la calle 17. Vender drogas 18. Ser detenido por vender drogas 19. Robar cosas de los morrales de tus compañeros de colegio 20. Atracar a alguien 21. Entrar a robar una tienda cerrada
Nunca= 0; Casi nunca= 1; Algunas veces= 2; Casi siempre= 3;
Siempre= 4 Esta sección considera tres aspectos de la socialización y la ley: (1) el desarrollo de un sentido de la justicia; (2) el problema de la responsabilidad penal; y (3) la criminalidad como un producto de la socialización.
La ley es una manera de hacer a los hombres responsables de sus
actos. En la cultura occidental, la responsabilidad moral y legal se atribuye únicamente a la conducta que es deliberada y para las personas que son capaces de tomar decisiones maduras. El accidente pura tiene la responsabilidad moral; un accidente causado por la negligencia se atribuye a la persona que estaba descuidado. Los niños pequeños no son considerados responsables, y por lo tanto la ley no los reconoce el capaz de formar contratos o cometer delitos. El problema irritante para el sistema legal es el hecho de que no todos los miembros de la sociedad tienen la capacidad de ajustarse a las normas legales. Esta incapacidad puede ser debido a los defectos biológicos, que limitan las posibilidades de socialización Efectiva, o los trastornos mentales que a menudo tienen su origen en la primera infancia. La regla M'Naghten inicia el moderno derecho de la responsabilidad penal, donde los afectados por una enfermedad o deficiencia mental. Comienza con un caso en Arose en 1843, cuando Daniel M'Naghten intentó asesinar al primer ministro de la reina Victoria. El primer ministro escapó, pero su secretaria murió. M'Naghten al parecer sufría de delirios de persecución, y el jurado lo encontró "no culpable por razones de demencia".
En el juicio sobre la locura de M'Naghten se introdujeron nuevas
ideas acerca de la insanidad, las cuales ponen en duda tras un siglo XVIII, la denominada "bestia salvaje", donde un hombre puede no ser responsable de sus actos, si él no sabía lo que estaba haciendo, así como una bestia salvaje. Los abogados de M'Naghten, Refiriéndose al tratado del Dr. Isaac Ray de Jurisprudencia Médica de la locura, argumentaron que en los aspectos básicos de la personalidad no debería ser Considerado decisivo, porque la mente es una unidad, cada parte o aspecto afectan a la otra. El hombre podría saber lo que estaba haciendo, o podría ser capaz de distinguir entre el bien y el mal, y sin embargo ser gobernado por la enfermedad mental tanto, como para hacerlo incapaz de tomar decisiones sensatas.
Hubo malestar considerable en los altos niveles sobre la
absolución de M'Naghten, y la Reina, que ya había sufrido tres intentos contra su vida, no estaba de humor para consentir a los asesinos. Ella insistió que se aclare la ley de la locura. En consecuencia, el Presidente del Tribunal Supremo y quince jueces se reunieron y formularon lo que llego a ser conocida como la regla M'Naghten. Bajo las reglas de M'Naghten un hombre puede ser absuelto por demencia sólo si se demuestra que "en el momento de la comisión del acto, la parte acusada estaba actuando bajo un defecto de la razón tal, de una enfermedad de la mente, al no conocer la naturaleza y la calidad del acto que estaba haciendo, o, si lo sabía, no sabía que estaba haciendo lo que estaba mal. "la dificultad central de la regla es que en la experiencia psicológica conocer y actuar se pueden dividir. Un hombre puede ser incapaz de controlar sus acciones sin embargo, ser capaz intelectualmente de hacer distinciones. Él puede incluso ser capaz de actuar sobre esas distinciones, por ejemplo, escondiéndose de la policía, sin embargo, ser incapaz de evitar la conducta infractora.
La regla de Durham. Un cambio importante no ocurrió hasta 1954,
cuando el tribunal federal de apelaciones para el distrito de Columbia, escuchó el caso de Monte Durham. El tribunal rechazó a M'Naghten y estableció un nuevo criterio de responsabilidad penal. Un hombre no sería responsable "si su acto ilícito era el producto de una enfermedad mental o de un defecto". No se dijo nada acerca de saber o de "bien o mal". Sólo era necesario demostrar que el acusado sufría de incapacidad mental y que la enfermedad o defecto fue la causa del acto infractor. La regla de Durham es un ejemplo de la ley hecha por el juez. Como tal, sólo se aplica a la jurisdicción del tribunal, en este caso el Distrito de Columbia. (Cuando la Corte Suprema hace una nueva regla, se aplica a todo el país.) Sin embargo, la importancia de la decisión de Durham derivó del considerable fermento legal que creó.
LA CRIMINALIDAD COMO PRODUCTO DE LA SOCIALIZACIÓN *
Casi todos los miembros de las sociedades modernas cometen algunos delitos, pero la mayoría de las personas no se consideran criminales y no son considerados así por los miembros de sus grupos. Incluso los presos que no se identifican con el criminal típico insisten en que no son realmente criminales. En la conversación cotidiana usamos frases como "personalidad criminal", "criminal endurecido", "criminal confirmado" o "delincuente incorregible" para referirse a personas que se conciben como criminales y persisten en su criminalidad. Por lo general, cuando hablamos de un delincuente o criminal, tenemos en mente a una persona que aparentemente es un incorregible paria, pero la criminalidad de tales personas, como la criminalidad de las personas que cometen sólo crímenes ocasionales, se aprende.
En los esfuerzos de las familias y otros grupos para prevenir la
delincuencia, a menudo los niños son conducidos involuntariamente a grupos en los que la adquisición de una "personalidad criminal" es casi inevitable. La secuencia de la alienación puede ser delineada como sigue: 1. A los ojos de un niño, un comportamiento apropiado como juego puede incluir romper ventanas, subir sobre techos o engrasar las vías del tranvía. Tales definiciones de "juego" son similares a "diversión" en Halloween. Pero para muchos adultos, incluyendo padres, policías y las víctimas de la obra, el comportamiento es malo o delincuente y debe ser restringido o suprimido. 2. Las demandas para la supresión del mal son hechas en el niño por los miembros de la comunidad, incluyendo sus padres. Las exigencias pueden conducir a un cambio de la definición de los actos específicos como mal a una definición del actor como mal. 3. Ante las demandas de los adultos, el niño siente que se le está haciendo una injusticia y, lo que es más importante, que su comunidad y, quizás, sus padres, lo consideran diferente de los niños buenos. Este reconocimiento, por su parte, conduce a una mayor integración con el grupo que comparte sus actividades lúdicas, ya que los otros miembros se encuentran con experimentos similares. 4. La comunidad entonces examina y mira con recelo sobre todas sus actividades, sus compañeros, sus lugares de reunión, su habla y su personalidad, y se hace más seguro de su definición de él como mal o malo. 5. El niño descubre que ha sido definido; Tan malo y que incluso sus esfuerzos por ser buenos son interpretados como evidencia de su maldad. Se integra más estrechamente con su grupo de juego, que ha sido redefinido como pandilla delincuente tanto por la comunidad como por los miembros del grupo, y comienza a considerar a sí mismo y a sus compañeros como malos. Se define como malo y se vuelve malo porque ha sido definido como malo. 6. Una vez que la comunidad lo ha definido como malo, Sabe cómo hacer frente a él; De hecho, no sabe cómo tratar con él hasta que lo define como malo. Es amenazado, castigado, aconsejado, analizado, supervisado y comprometido con una institución. Obtiene un "record" con la policía y otras agencias. 7. A medida que la comunidad se enfrenta con él, aclara su concepción de él y su concepción de sí mismo. Se define a sí mismo como lo definen, como "incorregible", "delincuente" o "criminal". Ha adoptado el sistema de clasificación de la comunidad, la separación entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Se hace leal a los grupos en los que la membrecía consiste en personas malas como él, se educa en el crimen y aprende que la comunidad que lo ha definido como malo, contiene muchos elementos que apoyan su maldad. Esta dramatización del mal desempeña probablemente un papel más importante en la toma de la personalidad criminal o criminal confirmada que cualquier otra experiencia. Un proceso para hacer un criminal, es un proceso de etiquetado, definición, identificación, segregación, descripción, dimensionamiento, toma de conciencia y auto-consciente; Se trata de una forma de estimular, sugerir, enfatizar, y evocar los mismos rasgos de los que se quejan.
Desviación secundaria. Cuando la sociedad responde a la conducta
desviada degradando, aislando y estigmatizando al infractor, puede convertirse en una persona "cuya vida e identidad se organizan alrededor de los hechos de la desviación". "Mientras que la desviación inicial o" primaria "pudo haber sido causada por cualquier número de factores, tales como excitación sexual o presión de grupo, la desviación secundaria resulta de la reacción de la sociedad a la conducta original. Además de definir al individuo como desviado y, por lo tanto, influir en su concepción de sí mismo, las respuestas punitivas de la sociedad a menudo se consideran injustas y degradantes. La amargura, la retirada y la última La aceptación de la desviación como una forma de vida puede ser el resultado. De esta manera, las reacciones de la sociedad, especialmente cuando involucran un sentido de indignación y rechazo, pueden agravar un problema en lugar de resolverlo.
La concepción del niño de la justicia
Moralidad y reglas. Piaget comienza con la premisa de que "toda moralidad consiste en un sistema de reglas, y la esencia de la moralidad debe buscarse en el respeto que el individuo adquiere por estas reglas" (p.13). Estudiar la concepción del niño de las reglas. Observando a los niños y pidiéndoles que explicaran el juego y respondieran a las posibles variaciones, descubrió una intrincada "jurisprudencia" de los mármoles, un sistema de reglas que regula casi cualquier contingencia que pudiera surgir en el curso del juego. Sin embargo, Piaget no estaba interesado principalmente en el contenido de las reglas sino en cómo el niño percibía su obligación. Se identificaron dos tipos de reglas: 1. Reglas basadas en el respeto a la autoridad, en las cuales el sentimiento de obligación del niño se deriva de su respeto por la persona que enuncia la regla -un adulto o un niño mayor. Para el niño la regla es una "ley divina", cuyo significado es incomprensible, pero que debe obedecer ciegamente. No entiende que hay un propósito para una regla; En cambio, el cumplimiento se efectúa mediante castigo. Así, el primer tipo de regla es una regla coercitiva. 2. Reglas basadas en el respeto mutuo entre compañeros. En este contexto el niño entiende que las reglas son necesarias para asegurar una competencia justa y abierta en el juego.
La moralidad de la restricción. Después de haber formulado sus
conceptos básicos - coercitivo v. Reglas racionales, respeto a la autoridad v. Respeto mutuo, restricción v. Cooperación - Piaget los aplica en el estudio de las diferencias de desarrollo. Concluye que hay dos etapas principales en el desarrollo del juicio moral en los niños, la primera (de 3 a 8 años) caracterizada por el respeto a la autoridad y la moralidad de la restricción, la segunda (de 9 a 12 años) por el ascenso gradual del respeto mutuo y la moralidad de la cooperación. Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget advierte contra el exceso de énfasis en las edades específicas), el niño tiende a percibir las reglas como leyes fijas y externamente impuestas. Él los interpreta literalmente y no entiende que el espíritu de las reglas debe a veces anular la letra si el propósito para el cual se establecieron las reglas es alcanzado. Para el niño pequeño, el bien se define en términos absolutos: todo acto que se ajusta a la regla literal es bueno; Cualquier acto que no sea conforme, independientemente de las circunstancias atenuantes, es malo. A pesar de esta rígida adhesión a la letra de las reglas, hay poca aceptación interna de ellas. Las reglas son exteriores al niño. Asì como las leyes físicas, son percibidas como "realidades" externas que influyen en el comportamiento por fuerza de la naturaleza. Esta orientación Piaget la llama "realismo moral".
Piaget pidió a los niños que compararan dos historias, la
primera sobre un chico que accidentalmente rompió quince tazas de té que habían quedado fuera de la vista detrás de una puerta y la segunda sobre un niño que rompió una taza mientras estaba robando mermelada de un armario. Aquí hay dos respuestas características: Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget advierte contra el exceso de énfasis en las edades específicas), el niño tiende a percibir las reglas como leyes fijas y externamente impuestas. Él los interpreta literalmente y no entiende que el espíritu de las reglas debe a veces anular la letra si el propósito para el cual se establecieron las tules debe ser alcanzado. Para el niño pequeño, el bien se define en términos absolutos: todo acto que se ajusta a la regla literal es bueno; Cualquier acto que no sea conforme, independientemente de las circunstancias atenuantes, es malo. A pesar de esta rígida adhesión a la letra de las reglas, hay poca aceptación interna de ellas. Las reglas son exteriores al niño. Al igual que las leyes físicas, son percibidas como "realidades" externas que influyen en el comportamiento por la fuerza ni en la naturaleza, no en la fuerza del principio o del propósito, orientación que Piaget llama "realismo moral". Piaget pidió a los niños que compararan dos historias, la primera sobre un chico que accidentalmente rompió quince tazas de té que habían quedado fuera de la vista detrás de una puerta y la segunda sobre un niño que rompió una taza mientras estaba robando mermelada de un armario. Aquí hay dos respuestas características: G., 6 años de edad: "¿Has entendido estas historias? -Sí. -¿Qué hizo el primer muchacho? - Rompió once tazas. - ¿Y la segunda? -Ha roto una taza moviéndose bruscamente. -¿Por qué la primera rompió las copas? -Porque la puerta las golpeó. -¿Y la segunda? -Era torpe. Cuando estaba cogiendo el atasco, la taza cayó. -¿Es uno de los muchachos más traviesos que el otro? -Lo primero es porque él tocó doce tazas. -¿Si fueras el papá, cuál castigarías más? -Quién rompía doce tazas. -¿Por qué los rompió? -La puerta se cerró demasiado y los golpeó. No lo hizo a propósito. -¿Y por qué el otro muchacho rompió la taza? -Quería conseguir la mermelada. Se movió demasiado lejos. La taza se rompió. . . ¿Tienes un hermano? No, una pequeña hermana. -Bueno, si fuiste tú quien había roto las doce tazas cuando entraste en la habitación y tu hermana pequeña que había roto una taza mientras estaba tratando de conseguir la mermelada, ¿quién de vosotros sería Castigado más severamente? -Me, porque rompí más de una taza. S., 6 años: "¿Has entendido las historias? Escuchemos que se lo digas. - Un niño fue llamado a cenar. Había quince platos en una bandeja. No lo sabía. Abre la puerta y rompe los quince platos.- Eso es muy bueno. Y ahora la segunda historia? -Había un niño. Y entonces este niño quería irse a casa y conseguir algo de mermelada. Él se sube a una silla, su brazo se aferra a una taza, y se rompe. - ¿Son estos niños tanto traviesos, o no tan travieso como el otro? Ambos son tan traviesos. - ¿Los castigarías igual? El que rompió quince platos. - ¿Y castigarías al otro más o menos? - El primero rompió muchas cosas, el otro menos. - ¿Cómo las castigarías? El que rompió las quince tazas: dos bofetadas. La otra, una bofetada. El hecho sorprendente de estas respuestas es que ambos niños ignoran las intenciones de los muchachos. Es el número de tazas rotas, no el intento, que define la calidad moral del acto. Más allá de los ocho años, lo contrario es cierto: los niños mayores tienen al ladrón responsable. Piaget ve el fracaso de los niños más pequeños a tener en cuenta la intención como resultado de su concepción de que las reglas no tienen nada que ver con las "entrañas" de las personas. La externalidad de las reglas es a la vez causa y consecuencia de la restricción del adulto. Debido a que el niño aún no es capaz de comprender que las reglas tienen un propósito, que son medios para el fin del orden y la co-operación, es difícil para los padres controlar el comportamiento del niño sin ejercer restricciones. El niño de cuatro o cinco años no puede ser "persuadido" de que la obediencia a las reglas es buena porque promueve la solidaridad y el respeto mutuo. Al mismo tiempo, la restricción de los adultos sirve para reforzar la concepción restringida de las reglas del niño. La idea de la justicia Después de los ocho años, la moralidad de la cooperación gradualmente reemplaza la moralidad de la restricción. Piaget estudió este desarrollo examinando la Concepción infantil de la justicia. Entre los aspectos de la justicia considerados se encuentran: (1) la equidad en el castigo (justicia retributiva); (2) equidad en la asignación de beneficios (justicia distributiva); Y (3) actitudes hacia la autoridad. (1) Piaget preguntó a sus jóvenes sujetos sobre la "justicia" de varios castigos por las violaciones de las reglas, usando historias como las siguientes para obtener respuestas: Historia I. Un niño ha roto un juguete perteneciente a su hermanito. ¿Lo que debe hacerse? ¿Debería (1) darle al pequeño de sus propios juguetes? (2) pagar por haberlo reparado? (3) no se le permite jugar con ninguno de sus juguetes durante una semana entera? Historia II. Un niño está mirando un libro ilustrado perteneciente a su padre. En lugar de tener cuidado, hace manchas en varias de las páginas. ¿Qué hará el padre? (1) El niño no irá al cine esa noche. (2) El padre no le prestará más el libro. (3) El niño presta a menudo su sello- álbum al padre; El padre no se ocupará de él como siempre lo ha hecho hasta entonces.
Piaget encontró una clara diferencia entre los niños mayores y
los más pequeños con respecto a los tipos de castigo que ellos consideraban justos. Los niños más pequeños (de 6 a 7 años) eran más propensos a elegir castigos severos, cualquiera que sea la violación de las reglas, mientras que los niños mayores (de 8 a 12 años) favorecían los castigos leves. Para el grupo más joven, la "justicia" se asociaba con la severidad del castigo. En contraste con esta noción "primitiva" de justicia retributiva, los niños mayores desarrollan una concepción más avanzada de la justicia, basada en el principio de la reciprocidad. B., de 9 años, respondiendo a la historia II: "Yo ensuciaría su álbum para él, porque ese sería el castigo más justo. Sería hacer lo mismo que él. -Y de las otras dos, ¿cuál es la más justa? -Yo no le habría prestado el libro porque habría a mancharlo. -¿Y qué hay del primer castigo que le impida ir al cine? -Ese es el menos justo. No hace nada para el álbum, el libro. No tiene nada que ver con el libro.
R., 10 años: "¿Qué castigo crees que es el más justo?" No es el
del cine, porque es demasiado estricto por hacer manchas. -¿Y cuál de los dos? -El de hacer manchas en su álbum . . . Estaba bien hacerle lo que el había hecho.
B., de 12 años, respondiendo a la Historia I: La afirmación más
justa es que "debería darle uno de sus juguetes al niño. -¿Usted eligió uno solo porque le vino a la cabeza, o porque le parece más -¿Qué? -Se llevó un juguete lejos del niño, así que es justo que le devuelva uno. Invocando el principio de la reciprocidad, el niño concibe el "justo" castigo como uno que hace que el ofensor sufra las mismas consecuencias que ha hecho sufrir a otros; De esta manera, se le hace comprender el significado de sus fechorías. Está persuadido de que la regla debe ser obedecida, no sólo porque puede ser castigada, o simplemente porque la regla "es", sino porque desobedecer la regla es destruir el respeto mutuo y la reciprocidad entre los compañeros. Piaget sostiene que esto representa un cambio radical de la idea de castigo coercitivo a un concepto de castigo destinado a restablecer los lazos de solidaridad.
(2) El problema de la justicia distributiva se abordó al
suscitar las actitudes de los niños hacia el favoritismo. Una madre tenía dos niñas, una obediente y la otra desobediente. A la madre le gustaba mas el obediente y le daba el mayor trozo de pastel. ¿Qué piensa usted de eso?. En un grupo de 167 niños, el 70 por ciento de los niños pequeños (de 6 a 9 años), pero sólo el 40 por ciento de los niños mayores (de 10 a 13 años) aprobò la acción de la madre. Piaget concluyò que "las reacciones de los niños evolucionan de acuerdo con una Ley constante Con los más pequeños, el castigo supera a la igualdad, mientras que con los más antiguos ocurre lo contrario., Es decir la igualdad supera el castigo. Piaget también notò una diferencia en la calidad de las respuestas de los niños: [Los niños más pequeños] no intentan entender el contexto psicológico; Los hechos y los castigos son para ellos simplemente tanto material para ser puestos en equilibrio, y este tipo de mecánica moral, este materialismo de justicia retributiva, tan cercano al realismo moral estudiado antes, los hace insensibles al lado humano del problema. Mientras que [los niños mayores muestran un sentido moral singularmente delicado, la preferencia de la madre por el niño obediente disuadirá al otro, lo hará celoso, lo conducirá a la rebelión, y así sucesivamente. . . . Es en este sentido, una vez más, que podemos marcar el contraste entre la cooperación, la fuente del entendimiento mutuo y la restricción, fuente del verbalismo moral. . . Los niños que ponen la justicia retributiva por encima de la distributiva son aquellos que adoptan el punto de vista de la restricción de los adultos, mientras que los que ponen la equidad del tratamiento por encima del castigo son aquellos que, en sus relaciones con otros niños, o más raramente en las relaciones entre ellos y los adultos, Aprendió mejor a entender situaciones psicológicas ya juzgar según normas de un nuevo tipo moral. Piaget reconoce que el deseo por la justicia distributiva, por la equidad en la asignación, puede provenir del ejemplo y la tutela de los adultos. Pero él prefiere claramente la hipótesis, sin poder demostrarlo, que "la idea de igualdad se desarrolla esencialmente a través de las reacciones de los niños entre sí ya veces a expensas del adulto. . . . La relación entre el niño y el adulto como tal no permite la igualdad. Y puesto que el igualitarismo nace del contacto de los niños entre sí, su desarrollo debe al menos acompañar el progreso de la cooperación entre ellos. (3) En sus primeros años, el niño es incapaz de distinguir una regla justa y una regla autorizada. Hasta la edad de 7 años, la justicia y la autoridad son una. Una vez hubo un campamento de Boy Scouts (o Guías). Cada uno tenía que hacer su parte para ayudar con el trabajo y dejar las cosas ordenadas. Uno tenía que hacer las compras, otro lavado, otro traído en madera o barrido el piso. Un día no había pan y el que hacía las compras ya había desaparecido. Así que el Scoutmaster le pidió a uno de los Scouts que ya había hecho su trabajo ir a buscar el pan. ¿Qué debe hacer? Una chica de 6 años de edad: "Debería haber ido a buscar el pan. -¿Por qué? Porque le habían dicho que lo hiciera. -¿Era justo o no justo decirle que se vaya? -Sí, era justo, porque le habían dicho que lo hiciera.
Z un niño, de 6 años de edad: debería haber ido. -¿Por qué? -O
obedecer. ¿Era justo, qué se le había pedido que hiciera? Era su jefe, su jefe. Compare estas respuestas, que asocian la justicia con la sumisión a la autoridad, a las de los niños sólo un poco mayores: L., un niño de 7 años: "No debería haberlo hecho porque no era su trabajo. ¿Era justo o no pedirle que lo hiciera? C., una niña de 9 años: "No debería haberlo hecho, no era su trabajo hacerlo." - ¿Fue justo hacerlo? - No, no fue justo. Ahora el niño diferencia bastante entre la justicia y la autoridad; La cuestión de la equidad de la regla se disocia del hecho de que la regla se originó con la autoridad de un adulto. Piaget sostiene que una característica esencial de la idea de justicia del niño es el creciente sentimiento de igualdad que emerge durante los años séptimo y octavo. Este sentido de la igualdad explica, en gran parte, la nueva capacidad del niño para discriminar entre lo que es justo y lo que es meramente autoritario. La idea de la igualdad de trato para todos proporciona una norma autónoma contra la cual el niño puede evaluar las órdenes autoritarias de los adultos. En la medida en que las normas de los adultos facilitan la igualdad, el niño las juzga justas y justas; Pero donde las reglas de los adultos se oponen a la igualdad, el niño rejuga la autoridad del adulto. Un modelo de desarrollo La figura XII: 1 muestra las principales variables estudiadas por Piaget. Cada etapa de la evolución moral es el resultado de tres influencias interdependientes: (1) el nivel de desarrollo de la personalidad del niño-egocéntrico o autónomo; (2) la naturaleza de las reglas-coercitivas o racionales; (3) el tipo de relaciones sociales a las que el niño está expuesto - restrictivo o cooperativo. La primera etapa relaciona el egocentrismo, las reglas coercitivas y la moralidad de la restricción. El ego-centricity del niño tiene dos aspeets: él es básicamente un "solitario", incapaz de entablar una cooperación genuina: su juego es característicamente mecánico e imitativo; Al mismo tiempo, está dominado por el respeto por los deseos de los adultos. En esta etapa, el niño no distingue sus propias perspectivas de las perspectivas de los demás. "Para poder ser consciente de su ego, es necesario liberarse del pensamiento y de la voluntad de los demás. La coerción ejercida por el adulto o por el niño mayor es, por tanto, inseparable del egocentrismo inconsciente del niño muy joven "(p.93). La moralidad de la restricción es una moralidad de las reglas punitivas y subordinaron a la autoridad. No se han establecido las bases psicológicas para la crítica de la autoridad. La transición a la segunda etapa está marcada por la creciente libertad del niño frente a la restricción de los adultos. En el grupo de pares, la cooperación se apodera. La cooperación implica la comunicación por medio de significados compartidos. La participación del grupo fomenta un enfoque más generalizado y menos egocéntrico del mundo, y ayuda al niño a descubrir los límites que lo separan de los demás. A medida que crece su propia autonomía, gana respeto por la autonomía de los demás. La cooperación presupone la participación de individuos autónomos. "Mientras el niño no dissocie su ego de las sugerencias provenientes del mundo físico y social, no puede cooperar, porque para cooperar uno debe ser consciente de su ego y situarlo en relación con el pensamiento en general". Página 94) Las reglas racionales van juntas con autonomía y cooperación. En contraposición a las reglas coercitivas, las reglas racionales ganan fuerza de la comprensión del niño de ellas, no del miedo al castigo. Por consiguiente, las reglas racionales presuponen un individuo autónomo, capaz de consentir o retirar el consentimiento. La familia y la criminalidad. La familia puede fomentar la delincuencia y la delincuencia de la siguiente manera: 1. Actitudes, valores y patrones conductuales conducentes a la delincuencia ya la delincuencia pueden estar presentes en el hogar. Un niño puede llegar a ser delincuente simplemente porque ha aprendido la delincuencia en casa. 2. La familia determina la posición geográfica y de clase social del niño en la comunidad. Esto, a su vez, determina en gran medida el tipo de relaciones primarias que el niño encuentra fuera de la familia. Si el hogar del niño está ubicado en un área de alta delincuencia, las actividades de los grupos de juego que encuentra tienden a definirse como delincuentes. De manera similar, pertenecer a una clase socioeconómica inferior puede asociar al niño con grupos primarios vecinales que no compartan plenamente los valores dominantes de la sociedad en general. 3. La familia determina el prestigio de varias personas y, en consecuencia, afecta las preferencias del niño para ciertos tipos de relaciones sociales. Aprende a valorar a las personas como importantes o no según su idioma, porte, ocupación, nacionalidad u otros rasgos. Estas preferencias afectan mucho sus posibilidades de convertirse en delincuentes. Si las personas que él respeta y con las que busca relaciones primarias fuera del hogar son delincuentes en sus actitudes y valores, la probabilidad es alta de que llegará a ser delincuente. Tanto el tipo de delincuencia como la incidencia de la delincuencia son determinados por los tipos de personas que son altamente estimadas en un barrio. Según la teoría de la asociación diferencial, una persona puede estar bien socializada -en el sentido de que su formación no ha sido descuidada- y convertirse en un delincuente si las normas de sus grupos son contrarias a las normas oficiales codificadas en el derecho penal. Los niños empiezan la vida no dispuesta ni al delito ni al comportamiento legal. Sin embargo, ambos son entrenados deliberadamente y no intencionalmente para adaptarse al comportamiento de los grupos que los rodean.
2021 Capitolo Libro Messico-GEDISA Ed. Aproximaciones Al Tejido Social Concepto en Disputa-Entre Desgarramientos y Alternativas Emergentes Tejido Social y Crisis Civilizatoria GEDISA
Del desprecio social al reconocimiento: Las prácticas de orientación escolar de niños, niñas y jóvenes desvinculados y desmovilizados de los grupos armados en Colombia