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PONENCIA: SOCIALIZACIÒN Y CRIMINALIDAD

FAMILIA, CONTROL SOCIAL Y DESVIACIÒN: CAUSAS DE LA


CRIMINALIDAD EN VENEZUELA

Desde hace algunos años, varios investigadores han


coincidido en que los problemas de desviación en la
adolescencia guardan relación con algunos contextos
sociales como la comunidad, la familia y el grupo de
iguales (Haynie, Silver y Teasdale, 2006).
El presente trabajo desde la Sociología Criminal, se
enfoca al estudio del fenómeno de la criminalidad en
Venezuela, relacionando los elementos del control
social informal, esto es la familia y los grupos de
iguales, como factores detonantes en la desviación de
los jóvenes y en el aumento de la criminalidad en
nuestro país. Para ello, se analiza la familia como
institución y sus funciones en el proceso de
socialización, así como el papel de los denominados
grupos de pares en la conformación de la personalidad
desviada y su incidencia en los altos índices de
criminalidad que ha afectado nuestra sociedad.
Finalmente, se hacen un conjunto de propuestas, a los
fines de que se tomen en cuenta, en la conformación de
las políticas criminales que contribuyan a la
prevención y disminución de dicho fenómeno.

PALABRAS CLAVES: control social, familia, grupos de


iguales, criminalidad.
PONENCIA: FAMILIA, CONTROL SOCIAL Y DESVIACIÒN: UNA
MIRADA A LAS CAUSAS DE LA CRIMINALIDAD EN VENEZUELA

Un conjunto de investigaciones teórico-prácticas


coinciden en afirmar, que las tasas de delincuencia
juvenil, varían de forma sustantiva entre las ciudades
y esto guarda relación con las propias características
del medio social,(Chung y Steinberg, 2006;
Sampson,2004;Sampson, Raudenbush y Earls, 1997;.
Una de ellas es la característica estructural de la
comunidad (v. gr. pobreza, clase social, desempleo,
movilidad residencial, etc.) y la otra por los procesos
sociales que en ésta se desarrollan (v. gr. lazos
vecinales, vinculaciones sociales, control social
informal, desorden, etc.) (Leventhal y Brooks-Gunn,
2000; Mrug y Windle, 2009). En el marco de lo anterior,
existe una discusión acadèmica muy valiosa sobre la
manera en cómo las características tanto estructurales
como sociales de los controles sociales informales se
asocian con la delincuencia juvenil en Venezuela
(Leventhal y Brooks-Gunn, 2000).
Con base en estos estudios, el propósito principal de
este trabajo es analizar en una muestra de adolescentes
venezolanos, si los desordenes en la familia y en los
grupos de iguales, presentan una relación en la
conformación de la delincuencia juvenil, mediante
prácticas parentales y del grupo de pares desviados.
La Criminología ha desarrollado una base teórico-
empírica que respalda un conjunto de argumentos sobre
relaciones directas, indirectas e incluso,
bidireccionales entre variables referidas al
funcionamiento familiar, amigos de pares desviados y
delincuencia juvenil(v. gr. Chung y Steinberg, 2006;
Gottfredson y Hirschi, 1990; Rodríguez, Mirón y Rial,
2012.
Con referencia a esto, los problemas de crianza se han
asociado a la desviación de los hijos, pero también a
la toma de contacto de ellos con amigos delincuentes.
El grupo de iguales antisociales, representa uno de los
instigadores más fuertes de la delincuencia juvenil,
cuya influencia es explicada regularmente por
mecanismos de aprendizaje y/o de presión grupal (Mirón
y Otero-López, 2005; Patterson, Dishion y Yoerger,
2000). Las investigaciones han revelado que la
implicación con amigos desviados puede contribuir
substancialmente a explicar los efectos de las
prácticas parentales en la delincuencia juvenil
(Deutsch, Crockett, Wolff y Russell, 2012; Mirón y
Otero-López, 2005).

Un enfoque sociológico de la familia

El significado intensamente emocional de las relaciones


familiares para la mayoría de los miembros de la
sociedad ha sido observado a través de toda la historia
del hombre. Los filósofos y los científicos sociales
han afirmado que la sociedad es una estructura formada
de familias, y que las peculiaridades de determinada
sociedad pueden ser descritas delineando sus relaciones
familiares.
La familia, pues, está formada por individuos, pero es
igualmente parte de una red social más grande. Así,
todos estamos bajo la constante vigilancia de nuestros
parientes, que se sienten en libertad de criticar,
sugerir, ordenar, halagar, elogiar o amenazar para que,
desempeñemos nuestras obligaciones funcionales. Aun en
las sociedades más industrializadas y urbanas, en donde
se supone que la persona sigue una vida desarraigada y
anónima, la mayor parte de las personas están en
frecuente interacción con los otros miembros de la
familia.
Los deberes familiares son responsabilidad funcional
directa de todo el mundo en la sociedad, con raras
excepciones. Casi todo el mundo nace dentro de una
familia y funda una propia. Cada persona es pariente de
muchas. Por otro lado, muchas personas pueden escapar
de sus deberes religiosos que otros dan por supuestos,
o de las cargas políticas de la sociedad. Casi ninguna
de las responsabilidades funcionales familiares pueden
ser delegadas en otros, como pueden serlo obligaciones
más especializadas en una situación de trabajo. La
participación en las actividades familiares tiene una
interesante cualidad más y es que aun cuando no está
respaldada por los castigos formales que sostienen a
otras muchas clases de obligaciones, no obstante, casi
todo el mundo toma parte en ellas. Por ejemplo:
nosotros debemos ocuparnos en actos económicos o pro-
ductivos o enfrentarnos a la alternativa de morir de
hambre. Debemos pagar impuestos, comparecer en los
tribunales o afrontar los castigos físicos y la fuerza.
Sin embargo, el individuo que no quiere casarse o
rehúsa hablar con su hermano o padre, no afronta tales
castigos. Sin embargo, tan penetrantes y recurrentes
son las presiones sociales, y tan entrelazadas se
hallan con premios y castigos directos o indirectos,
que casi todos o se conforman o pretenden conformarse a
las imposiciones familiares.

Además, como sugeríamos anteriormente, la familia es la


base fundamental e instrumental de una más amplia
estructura social, porque todas las demás instituciones
dependen de sus contribuciones. La conducta funcional
que se aprende dentro de la familia llega a ser el
modelo o prototipo de la conducta funcional requerida
en otros segmentos de la sociedad. El contenido del
proceso de socialización es la tradición cultural de la
sociedad; al pasarlos a la siguiente generación, la
familia actúa como conducto o correa de transmisión por
medio del cual la cultura se mantiene viva.
Además, la gama total de comportamientos de cada
individuo, cómo distribuye su tiempo y su energía, es
más fácilmente visible a la familia que a los extraños.
Los miembros de la familia pueden evaluar cómo está
distribuyendo el individuo su tiempo y su dinero en
varias de sus actividades funcionales.
Consecuentemente, la familia actúa como una fuente de
presión sobre él, para ajustarlo (para trabajar más
fuerte y jugar menos, o ir a la iglesia menos y
estudiar más sus lecciones de la escuela). En todas
estas formas, la familia es un instrumento o agente de
una sociedad más extensa; su falla al no desempeñar
adecuadamente su cometido significa que no pueden
alcanzarse efectivamente las metas de la sociedad más
extensa.
Una nueva característica impresionante de la familia,
es que sus principales funciones son separables una de
la otra, pero de hecho no se separan en ningún sistema
familiar conocido. La familia contribuye a la sociedad
con los siguientes servicios: reproducción de los
jóvenes, manutención física de los miembros de la fami-
lia, colocación social del niño, socialización y
control social. Claramente, todas estas actividades
podrían separarse. La madre podría enviar a su hijo a
ser alimentado a los comedores públicos de su vecindad,
y naturalmente algunas madres haraganas mandan a sus
hijos a comprar sus comidas ya hechas en la bodega más
cercana. Aquellos que dan la vida a un niño, no
necesitan necesariamente socializarlo. Pueden enviar al
niño a los especialistas, y ciertamente éstos adquieren
una responsabilidad cada vez mayor en esta tarea según
va creciendo el niño. Los padres pueden seleccionarse,
como han sugerido algunos autores, por sus cualidades
como reproductores; pero tales cualidades pueden no
incluir gran talento para adiestrar a los jóvenes. La
atribución de situación social puede realizarse por un
fortuito sorteo de lotes, por pruebas de cociente de
inteligencia o exámenes periódicos de habilidades
físicas o intelectuales, o por encuestas de
popularidad, sin hacer caso de los padres del
individuo, los que lo socializaron o alimentaron u
otros que dirigieron su comportamiento diario.

Concretamente, algunos de los factores señalados como


“causantes” de la desviación del ideal de la vida
familiar son los siguientes: Algunos hombres y mujeres
ambiciosos o de éxito desean evadirse del control de
grupo, y dejarlo para establecer sus propias vidas en
algún otro ambiente. Ahí, naturalmente, no intentan
desarrollar un patrón comunal de vida familiar. Los
padres tratan de ayudar a sus propios hijos a
asegurarse algunas ventajas sobre los otros niños,
donde esto es posible. Los padres no sólo se sienten
infelices por no estar con sus hijos con bastante
frecuencia (adviértase que los jóvenes no “estarán en
casa a la hora de las comidas”), sino que tal vez
algunos sienten que la misma relación esposo-esposa
está un tanto vacía porque los hijos no ocupan en ella
su habitual sitio central. La pareja generalmente
desean más intimidad de la que se permite en los
ordenamientos comunales. Finalmente, es más bien alto
el costo de cuidar a los niños fuera de la familia.

El papel básico de la socialización

¿Cómo se estableció este eslabón? El control social so-


bre el cuidado del niño, y por tanto sobre la unidad
social responsable de él, ha llegado a ser más
importante precisamente en la medida en que el animal
humano al evolucionar ha venido a depender cada vez más
de la cultura y no de sus instintos o impulsos. Esto
es: la comunidad humana y su cultura han venido a
depender de la efectividad de la socialización; por
ejemplo: cómo adquiere el niño los valores, actitudes o
comportamientos de su comunidad y familia.
Consecuentemente, la comunidad debe modelar o guiar la
unidad que pasa los valores a su siguiente generación.
El momento exacto en que se da este cambio evolutivo,
de una dependencia de los patrones biológicos a una de-
pendencia de los patrones culturales, del poco o ningún
interés de la comunidad acerca de quién se une con
quién o sobre la efectividad del cuidado del niño, a
los sistemas de matrimonios arreglados por los padres,
se entierra en lo pasado. Parece claro, sin embargo,
que una creciente dependencia de la socialización
requiere que la comunidad humana controle más la
elección del compañero, al igual que el subsecuente
comportamiento familiar de la pareja.

En épocas pasadas, la dependencia del hombre de su


cultura lo presionaba a establecer reglas de
legitimidad; es decir: reglas que definen quién tiene
el derecho a procrear y a educar a un miembro
completamente aceptado de la sociedad. Estas reglas
determinan la colocación social del niño. Hasta que tal
decisión se tome, ninguna decisión puede tomarse en
relación con su cuidado físico de socialización.
Así, pues, la legitimidad, y por lo tanto la
ilegitimidad, es una característica fundamental de la
familia humana, no compartida por ninguna agrupación
animal, y es un concepto central para entender el
comportamiento familiar. Por estas razones,
consideraremos ahora varios de sus aspectos.

DISOLUCION DE LOS SISTEMAS DE OBLIGACIONES FAMILIARES

La desorganización familiar es un tópico común de


murmuraciones, debido en parte a que todos pueden su-
frir uno u otro de sus varios tipos y debido a que
estas experiencias son probablemente dramáticas, por
implicar difíciles elecciones morales y ajustes
personales. Todos nosotros, al morir, dejamos una
brecha en el sistema de obligaciones de nuestra
familia. Muchos de nosotros nos divorciamos o somos
hijos del divorcio. Y aún más: muchos que no han sido
tocados por el divorcio saben que su familia,
aparentemente intacta, no es más que una fachada que
esconde a personas que no comparten verdaderamente un
mismo hogar.
La disfuncionalidad de la familia puede definirse como
“el rompimiento de la unidad familiar, la disolución o
fractura de una estructura de funciones sociales,
cuando uno o más miembros dejan de desempeñar
adecuadamente sus obligaciones funcionales”. Con esta
definición, los principales tipos de desorganización
familiar son los siguientes: Ilegitimidad. Esta es una
unidad familiar incompleta. Puede incluirse aquí, junto
con otras formas de fallos funcionales en la familia,
debido a que falta el “padre-esposo” y por lo tanto no
desempeña sus deberes, tal como éstos son definidos por
la sociedad o por la madre. Además, cuando menos una
fuente de ilegitimidad, se encuentra en el fracaso de
los miembros de la familia, tanto del padre como de la
madre, en llevar al cabo sus obligaciones funcionales.
Anulación, separación, divorcio y abandono. Aquí, la
disolución familiar se presenta debido a que un esposo
o ambos deciden dejarse mutuamente y así cesan de
desempeñar sus obligaciones funcionales.
“Las familias de nuez vana.” Aquí, los miembros de la
familia continúan viviendo juntos, pero tienen muy poca
comunicación o interacción mutua y especialmente dejan
de prestarse apoyo emocional entre sí.
Ausencia involuntaria de uno de los esposos. Algunas
familias se disuelven debido a que el esposo o la
esposa muere, está en prisión o se separa de la familia
debido a guerras, depresión o alguna otra catástrofe.
Principales fallos funcionales “involuntarios dentro de
la familia pueden incluir graves patologías mentales,
emocionales o físicas. Un niño puede ser retrasado
mental; un niño o un esposo pueden volverse psicópatas.
Las graves y continuas patologías médicas, pueden
igualmente provocar una falla funcional importante.
A continuación haremos hincapié en el divorcio y la
muerte de preferencia a las otras disfunciones; pero un
estudio más completo las incluiría a todas ellas.
Una mirada a esa gama de procesos y resultados sugiere
que ocasionalmente todos somos testigos o experi-
mentamos alguna forma de desorganización familiar.
Obsérvese también que la sociedad más extensa está más
interesada en ciertas formas de desorganización que en
otras e intenta ponerles solución. Es probable que la
sociedad se interese acerca de un caso de ilegitimidad,
por ejemplo, y recientemente las agencias sociales se
han interesado algo en el efecto del grave retraso
mental o de la enfermedad emocional o mental en la
estructura funcional de la familia, y han empezado a
ofrecer ayuda profesional en un intento de resolver
este problema. A las agencias formales de la sociedad,
virtualmente no les interesa la “familia de nuez vana”,
sin embargo, y no existe ningún procedimiento oficial
por medio del cual las agencias exteriores puedan
intervenir en tales casos.
El índice de desorganización familiar de todos los ti-
pos permanece desconocido. No sabemos cuántas familias
en nuestro país sufren o han sufrido una o más de estas
dificultades, con excepción del divorcio y la muerte.
Aunque la sociedad presenta un alto índice de
desorganización de un tipo, esto no quiere decir que el
sistema familiar se está rompiendo o los resultados
estén cambiando; por ejemplo: el índice de divorcio en
Japón durante el principio del Período Meiji (después
de 1868) era extremadamente alto, al igual que lo era
en los países árabes durante el mismo período. Sin
embargo, estas dos grandes culturas han tenido altos
índices de divorcios anteriores al período moderno.
Debido a que los cambios fundamentales en los sistemas
familiares introducen nuevos valores, generalmente sig-
nifican un aumento de las fallas funcionales. Ya que
algunas personas aceptarán los nuevos modos y otras no,
habrá un considerable desacuerdo sobre cuáles son, en
verdad, las obligaciones funcionales. Entonces,
necesariamente se juzgará que muchas personas han
fallado en el desempeño de sus obligaciones
funcionales, de acuerdo con los viejos o los nuevos
estándares.
En cualquier sociedad, el divorcio puede verse como un
infortunio personal de uno o de ambos esposos, pero
debe verse igualmente como un invento social, una
especie de válvula de escape a las tensiones
inevitables del matrimonio mismo. No sólo se permite el
divorcio en casi todas las sociedades del mundo, sino
que en las sociedades más primitivas el índice de
divorcio ha sido más alto que en Estados Unidos
actualmente. En nuestro país los índices de divorcios
en los últimos 10 años….Pero aunque el divorcio es
común entre las sociedades del mundo, expresa el alto
grado de hostilidad entre el hombre y la mujer
Un patrón universal, es el intento que hacen las
familias de casar a sus jóvenes con individuos con
similares antecedentes aproximadamente. Esto significa
que ambos tendrán hábitos y gustos similares,
eliminando así muchas zonas de desacuerdo potencial.
En segundo lugar, todas las sociedades definen ciertas
clases de desacuerdos o dificultades como poco
importantes y no deben tomarse como base para el
divorcio. Naturalmente que lo que es trivial y lo que
es importante variará de una sociedad a otra. Por
ejemplo: en la China clásica, cualquier desacato por
parte de la mujer hacia los parientes ancianos de su
esposo se veía como causa suficiente para el divorcio.
Por otro lado, aunque en los países occidentales se
requiere que las jóvenes esposas sean atentas con los
padres políticos, ninguno requiere que sean es-
pecialmente deferentes hacia ellos. Algunas molestias
se definen como características del sexo, y por lo
tanto no deben ser tomadas en serio. Por ejemplo, en
Estados Unidos, los esposos se quejan “típicamente” de
que sus esposas no pueden manejar el presupuesto, que
no llegan a tiempo y que se preocupan demasiado por los
vestidos; pero éstos rasgos se ven como “típicos de
mujeres” y no suficientemente graves como para
justificar un divorcio.
Otro patrón por medio del cual la infelicidad y tensión
marital se mantienen dentro de ciertos límites es sim-
plemente disminuir las expectaciones acerca de lo que
traerá la vida matrimonial. En las sociedades
occidentales se da a los jóvenes una perspectiva un
tanto romántica del matrimonio y del amor, y es
decepcionante encontrar que, en el mejor de los casos,
el matrimonio está contento y aburrido, y en el peor de
los casos, tiene un continuo padecer. En la mayor parte
de las sociedades, sin embargo, se enseñaba a los
jóvenes que en el mejor de los casos ellos podían
contar con el respeto y el adecuado desempeño de los
deberes por parte de su esposa, pero que no podrían
esperar la felicidad y naturalmente no podrían
divorciarse si fracasaban en obtenerla.
Las sociedades igualmente varían en sus definiciones
de: 1) cuánto debe soportar o tolerar una persona antes
de buscar una solución formal a su problema marital, y
2) cuáles son las soluciones permisibles. Los esposos y
las esposas en este país en el siglo XIX, se mostraban
deseosos de tolerar un más alto nivel de discordia
antes de buscar el divorcio que sus correspondientes
actualmente.
Como soluciones a la hostilidad marital, en algunos
países como el nuestro, (España, Italia y Brasil) sólo
se permiten separaciones legales y, durante ese tiempo,
las parejas no pueden buscar nuevos esposos. En el
antiguo sistema familiar chino, un hombre podía
introducir a una concubina en su propio hogar como
solución a sus dificultades maritales.

Aumento del índice de divorcio


A pesar de la infelicidad personal que causa el
divorcio y la difundida condenación de su propagación,
los índices de divorcio han aumentado en todos los
países del mundo. En la mayoría, los índices se han
elevado más rápidamente que en Estados Unidos, donde el
aumento empezó hace un siglo. Este cambio es el
resultado de la interacción de varios factores. Tal vez
el más importante es la reprobación del divorcio mismo.
Con seguridad puede decirse que hace medio siglo casi
todo el que se divorciaba perdía alguna estima en su
círculo social, en el caso de que no fuera expulsado
completamente. Segundo, las alternativas disponibles a
los divorciados han cambiado, respecto a la forma
apropiada de llevar un matrimonio y considerar un mayor
o menor error moral el contraer un nuevo matrimonio, y
así, estar más o menos propensas al divorcio.
Por ejemplo: como mencionamos anteriormente, el índice
de divorcio es más alto en las sociedades
matrilineales, el ajuste marital es bajo entre las
parejas con antecedentes sociales distintos, y el
índice de divorcios es más alto hacia la clase social
inferior. Veamos otras diferencias en la propensión al
divorcio.
Entre la población campesina de los países occidentales
el índice de divorcio es más alto para los
terratenientes que para los trabajadores campesinos.
Así, la introducción gradual del moderno sistema de fa-
milia conyugal, frágiles como son sus unidades, puede
en realidad hacer que descienda el índice de divorcios
entre los agricultores de este segmento de la población
mundial.

Aunque las Iglesias en muchos países, no aprueban el


divorcio, varían en el grado en el cual lo deploran o
condenan. Consecuentemente, deben de existir
diferenciales de divorcio en relación con la afiliación
a las Iglesias. Sin embargo, es difícil medir hasta qué
grado los miembros de las diferentes Iglesias son
propensos al divorcio, ya que los censos nunca
preguntan por la afiliación religiosa de la población,
y así faltan los datos básicos.
Los factores sociológicos que pueden crear estas apa-
rentes diferencias deberían ser evidentes. Primero, las
Iglesias varían en su oposición al divorcio, pero la
afiliación a una Iglesia en sí misma no determina si
las parejas se divorciarán o no. Como ya se ha
mencionado, deben tenerse en cuenta muchas otras
variables además de las predisposiciones hacia o en
contra del divorcio. Además, el índice de disolución
marital total y voluntaria, esto es, incluyendo todas
las formas de abdicación voluntaria de las obligaciones
funcionales, no solamente el divorcio, puede ser casi
tan alto entre las personas que se oponen enérgicamente
al divorcio como entre el resto de la población.
Segundo, es probable que aquellos que no están
afiliados a ninguna Iglesia se opongan ideológicamente
menos al divorcio, y que por otra parte puedan
desviarse en otras formas secundarias, y así su índice
de divorcio es un tanto más alto. Tercero, cualquier
forma de matrimonio mixto es un índice de distintos
antecedentes sociales entre la esposa y el esposo, y
así puede esperarse que lleve a un índice de divorcios
un tanto más elevado. En cualquier caso, parece
probable que las diferencias de comportamiento entre
aquellos que no son creyentes y los que se adhieren
llenos de fe a su Iglesia son probablemente mayores que
las diferencias entre aquellos que pertenecen a
diferentes Iglesias. Por último, parece probable que
habrá más conflicto en los matrimonios mixtos entre un
esposo católico y una esposa protestante. En los
matrimonios mixtos es probable que el padre católico
insista en que sus hijos sean educados como católicos
más de lo que los padres protestantes insisten en que
sus hijos sean educados como protestantes. Además,
cuando la esposa es la católica y el esposo el
protestante, es probable que ella tolere más conflicto
que las mujeres protestantes antes de iniciar una
demanda de divorcio. (En la mayoría de los casos es la
mujer la que inicia la demanda.)
A estas asociaciones entre los antecedentes sociales y
el divorcio se deben agregar algunas cosas. Una es la
mayor propensión al divorcio cuando el matrimonio tiene
lugar a muy cortas edades (quince a diecinueve años).
Otra es la reprobación del matrimonio por los amigos o
parientes, y las diversas opiniones del esposo y de la
esposa con respecto a sus mutuas obligaciones
funcionales. La importancia de ambosfactores podría
parecer generalmente evidente por sí misma, pero debe
hacerse un breve comentario con respecto a la
reprobación de tal matrimonio por parte de los
parientes o amigos. Este puede considerarse como un
índice de dos series de factores. Una es la simple
predicción que los parientes y amigos hacen acerca de
la posibilidad del buen éxito del matrimonio. Después
de todo, ellos conocen a uno o a ambos de los futuros
esposos. Además, sin embargo, su apoyo puede igualmente
ser un factor directo para unir más a la pareja.
Analizar el por qué se divorcian las personas, al igual
que el análisis de cualquier decisión importante que se
extiende a un largo período, es especialmente difícil.
Como ya se ha anotado, está compuesto de valores y
predisposición.

Ajuste a la muerte y al divorcio

Tal vez se muere un poco cuando, como en el cuso del


divorcio, una liga que empezó con amor termina con
hostilidad, sin que ninguno sea por completo inocente y
ninguno intente en realidad tal resultado. Debido a
este elemento destructivo en el divorcio, muchos
analistas sociales han destacado las similitudes entre
el ajuste al divorcio y a la muerte. Esta es una forma
de afirmar que el verdadero significado de la muerte es
social y no biológico. Las cualidades únicas de cada
relación hacen la experiencia universal de la muerte
peculiarmente dolorosa: ninguno puede verdaderamente
reemplazar a la persona que ha muerto.
Pero aunque cada muerte y cada divorcio es único,
aquellos que lo sufren pasan a través de muchas
experiencias comunes. Empiezan con ciertas semejanzas
en la situación vital tanto de los dolientes como de
los divorciados. Estas pueden enumerarse brevemente.

1. La cesación de la satisfacción sexual.


2. La pérdida de la amistad, amor o seguridad.
3. La pérdida de un modelo adulto para los niños.
Un aumento del peso del trabajo doméstico del
esposo que se queda, especialmente en el manejo de los
niños.
4. El aumento de los problemas económicos, especial-
mente si el esposo ha muerto o abandonado el hogar; y
5. Una redistribución de las tareas y responsabilida-
des del hogar.
Sin embargo, en contra de estas similaridades no debe
perderse de vista una diferencia fundamental entre
estos dos problemas de ajuste. En todas las sociedades,
los ritos y costumbres en relación con la muerte y el
duelo están íntimamente tejidos dentro de una red
institucional. Las obligaciones y los derechos están
íntimamente especificados y apoyados por los parientes
y amigos.
Sin embargo, en algunas sociedades (los países
occidentales son los ejemplos más conspicuos) los
patrones del ajuste posterior al divorcio no están bien
institucionalizados. Consideremos un caso, el de los
árabes, en los cuales un alto índice de divorcio ha
sido parte de la tradición familiar por muchas
generaciones.
Según la costumbre árabe, una parte del precio de novia
(de un tercio a una mitad) no se pagaba cuando se cele-
braba el matrimonio, pero tenía que pagarse si había
divorcio. Esto servía como un pequeño freno a la
decisión caprichosa del hombre de repudiar a su esposa.
Entre los ricos, los intercambios matrimoniales eran
costosos, y cuando menos las primeras esposas era
probable que fueran de familias de alto rango. Además,
ya que un hombre podía agregar una esposa o una
concubina si la primera esposa le disgustaba, tenía muy
pocos motivos para el divorcio.
En todos los niveles de rango y de riqueza había un
sentimiento bastante fuerte de que un hombre no debería
divorciarse de una mujer que le había dado hijos. Así,
el divorcio era más probable que tuviera lugar entre la
clase social que había invertido poco dinero en el
matrimonio específico (de modo que hubiera poco litigio
acerca de la división de la propiedad) y entre las
parejas con pocos hijos.
Bajo la ley mahometana, una mujer era heredera tic
parte de la propiedad de su familia; tenía derecho a la
mitad de la parte de un hermano. Ella no tomaba
posesión de esta propiedad; pero, como consecuencia,
siempre tenía derecho moral a ser protegida por su
línea paterna. Así, cuando regresaba a su familia
paterna después de haberse? divorciado, podía contar
con un apoyo.
Si sus hijos eran muy pequeños se los llevaba con ella;
pero no había duda alguna sobre quién era responsable
de su cuidado; su anterior esposo. Además, su propia
lamí lia podía contar con que recibiría un precio de
novia adicional en su segundo matrimonio, debido a que
el alto índice de movimiento marital casi garantizaba
que habría disponible un segundo marido.
Finalmente, no era probable que el matrimonio hubiera
estado basado en una relación amorosa, por lo que el
choque emocional del divorcio no sería grande. Estos
arreglos significaban que la mayoría de los cabos
sueltos creados por el divorcio estaban bien cubiertos.
Similarmente, en la mayor parte de las sociedades pri-
mitivas, el lugar del niño siempre estaba claro. Si era
una sociedad matrilineal, el niño pertenecía a la línea
materna; si era patrilineal, a la línea paterna. En un
sistema matrilineal, el hombre podía regresar a la casa
de su madre y esperar ser bien recibido. Un divorcio
requería la devolución del precio de novia; pero en una
sociedad en donde el índice de divorcios es alto, el
precio de novia es bajo, de modo que no se presentaban
grandes dificultades. También en este caso las
obligaciones específicas y las posiciones de todas las
personas interesadas se conocen con anterioridad y por
tanto disminuyen los problemas posteriores al divorcio.
Por lo contrario, en los países occidentales existen
muy pocos arreglos estructurales para manejar los
problemas de ajuste posterior al divorcio. El
divorciado no es ni soltero ni casado. Su familia (de
él o de ella) y sus amigos no tienen una verdadera
obligación de ayudarlos a arreglar un nuevo matrimonio.
No está claro qué obligaciones mutuas tienen los ex
esposos y las éx esposas. Sólo las reglas legales
definen las obligaciones del padre para con sus hijos.
Muy raramente se le concede al padre la custodia, y al
pasar del tiempo él puede ver tan raramente a sus hijos
como para perder su voluntad de obedecer las estipula-
ciones legales.
Por otro lado, tanto los amigos como los parientes
sienten una fuerte obligación moral de ayudar al viudo
o a la viuda y de consolarla o consolarlo.
Por otra parte, al ser forzadas a moverse a través de
una serie de ritos, se recuerda a la persona doliente
la obligación de seguir formando parte del grupo
social. Tanto los amigos como los parientes tratan de
interpretar el significado de la muerte, y en esta
expresión de interés se obtiene algo de consuelo.
Se exige moralmente a los parientes que ayuden si se
les requiere, y no afrontan una situación de lealtades
divididas como es el caso típico cuando la familia
está desorganizada por el divorcio. Los esposos
muertos son buenos esposos. Si había hostilidad entre
las familias y los parientes políticos o disgustos
familiares, se hacen a un lado. La mayor parte de los
esposos que sobreviven se sienten culpables de ello;
pero algunas de las costumbres y de los ritos de
muerte dan considerable apoyo a la persona so-
breviviente. Por lo contrario, la culpa que nace del
divorcio no se mitiga por tranquilidades
institucionalmente requeridas. Ninguno tiene la
obligación de solidarizarse.
Se supone que uno debe demostrar su compasión a los
miembros supervivientes de una familia; pero en el
caso del divorcio no está claro si uno debe compadecer
u ofrecer un brindis y empezar a ayudar al divorciado
a buscar un nuevo compañero.
En casi todas las sociedades es más probable que la
mujer quede viuda que su esposo quede viudo, debido a
que la mortalidad masculina es más alta. Por otra
parte, la muerte del esposo pone de relieve una serie
más elaborada de ritos mortuorios debido a que se le
considera de mayor importancia social. Se piensa que
su pérdida produce mayor efecto en la estructura
familiar.
El luto, que en el aspecto psicodinámico es necesario
para integrar completamente la muerte del esposo en
los patrones vitales del esposo superviviente, se
lleva con más detalles en los países no occidentales.
Generalmente se requiere que una viuda mantenga su
posición como viuda por un período más largo que el
que un hombre debe guardar a su esposa. En la India,
la viuda brahman se suponía que no debía volver a
casarse, y aparentemente había una considerable
conformidad con esta regla hasta en época reciente, en
tal grado, que el índice de fertilidad de los
brahmanes ha sido más bajo que el de otras castas
indias principales.
En China, y en menor grado en Japón, se tenía la misma
regla. La evidencia demográfica sugiere que las viudas
de hecho se casaban, aunque sin duda alguna esto
ocurría mucho más frecuentemente en las clases
sociales inferiores que en las superiores.
Esta idealización de lo que la viuda debía a su
difunto esposo está probablemente ligada con la
definición de que la mujer depende del hombre. El
mandato de permanecer fiel aun después de la muerte,
sin duda alguna, intensificaba la regla por la cual
ella debía serle fiel mientras vivía.
Debido a que el significado social de la edad difiere
en el hombre y en la mujer, de modo que un hombre
viejo puede casarse con una mujer más joven, y debido
a que las sociedades casi nunca obligan al celibato a
los viudos, es más probable que el viudo encuentre
nueva esposa que no que lo haga la viuda. En Estados
Unidos, aproximadamente doble número de viudos, en
relación con las viudas, se vuelven a casar durante
los primeros cinco años después de la muerte de sus
cónyuges.
Por otro lado, los países occidentales han derribado
generalmente sus detalladas reglas acerca de la
duración de los períodos de luto, incluyendo la
reprobación de aquellos que se vuelven a casar poco
después de que su cónyuge muere. Actualmente hay pocas
o ningunas reglas formales que regulen la duración del
período de luto, y los hombres y las mujeres que se
casan relativamente pronto no son criticados con
severidad.
Por otra parte, las cambiantes determinaciones de edad
y la insistencia tanto de la generación joven como de
la vieja en que las personas mayores deben vivir en
familias separadas, presionan nuevamente hacia el
matrimonio como una forma de ajuste. Por último, ya
que un creciente número de divorciados se encuentran
disponibles para casarse nuevamente, las oportunidades
de volverse a casar tanto para las viudas como para
los viudos son mucho más altas de lo que eran hace una
generación.

En los países occidentales, ninguna norma moral de-


clara que las personas deben volver a casarse después
del divorcio o del duelo, pero innumerables presiones
sociales conducen hacia esa solución.
En nuestra sociedad, los adultos viven en parejas,
alternan en parejas y conversan mutuamente acerca de
sus unidades familiares. La persona que estuvo casada,
pero que en la actualidad no lo está, no encaja
fácilmente en estos arreglos. Cuidar a los niños sin
un esposo es cansado y difícil. Es muy probable que
los mismos niños, acostumbrados a las relaciones en
parejas, sugieran a sus padres, ya sean divorciados,
viudos o viudas, que se vuelvan a casar. También es
muy probable que los amigos de una y otra parte les
presenten a compañeros elegibles.
A pesar de que en nuestra generación hay un poco más
de tolerancia acerca de las relaciones sexuales fuera
del matrimonio, es probable que éstas sean torpes,
tediosas o embarazosas, si continúan por un largo
período, sin la legitimación del matrimonio.
Parece probable que la mayor parte de la gente empieza
a tomar parte en el proceso del cortejo y “citas”
antes de haberse ajustado completamente a la pérdida
de sus anteriores esposos, ya sea por divorcio o por
muerte.
Su habilidad para participar en tal interacción es, en
parte, un índice de su ajuste, pero a su vez conduce a
un ajuste más completo, ya que la persona doliente o
divorciada empieza a verse a sí misma bajo una nueva
Luz, como un compañero elegible, o simplemente como un
hombre o mujer más que como el ex esposo de Tal y Tal.
En relaciones de trabajo, el individuo encuentra que
tanto los parientes como los amigos no están deseosos de
mantener viva la vieja serie de relaciones y que se
orientan hacia lo presente o lo futuro. Cada persona
debe alimentar su propia pena dentro de sí misma, y con
el tiempo cada vez menos personas desean compartirla.
Como consecuencia, en el mercado relativamente libre del
cortejo en Estados Unidos, mucho más de 90% de aquellos
que pierden un esposo por la muerte o el divorcio,
eventualmente se ve Los hijos y la disolución familiar

¿Qué les pasa a los hijos cuando la familia se rompe?


Actualmente no es posible una respuesta precisa a esta
pregunta si consideramos seriamente las diferencias de
patrones funcionales entre los diversos tipos de
disoluciones familiares esbozados al principio de este
capítulo. Es claro que los niños que se crían en un
hogar feliz es más probable que crezcan felices y
psicológicamente saludables. Sin embargo, los niños de
una familia “de nuez vana” no lo son, aunque el divorcio
no haya tenido lugar. Los estudios acerca de la
disolución familiar generalmente sólo han enfocado las
diferencias entre los niños del divorcio y los otros;
pero una comparación tan grosera deja de averiguar los
hechos centrales; es decir: lo adecuadamente que los
diversos miembros de la familia desempeñan sus
obligaciones funcionales mutuas.
En verdad, ni siquiera podemos saber cuántos niños están
comprendidos cada año en estas diversas formas de
disolución familiar, ya que no sabemos cuántos casos se
dan de cada una. Durante 1955, aproximadamente 343,000
niños menores estuvieron comprendidos en casos de divor-
cio o de anulación; en ese año quedaron huérfanos
350,000 niños. Hacia esa época, a mediados de 1955,
había “3.3 millones de niños menores de dieciocho años,
o sea, 5.9% de la población total, cuyos padres se
habían divorciado, y solamente 2.7 millones de
huérfanos”. Así unos 6 millones de niños menores
tuvieron que ajustarse a estas formas principales de
desorganización marital en ese período.
Los estudios psiquiátricos hacen hincapié en las difi-
cultades experimentadas por las personas que cuando
niños vivieron en familias “de nuez vana”, en las cuales
las personas cumplían sus deberes formales mutuamente,
pero no daban comprensión, afecto o apoyo, y tenían muy
poco interés en comunicarse unos con otros.
Investigaciones recientes han empezado a descubrir los
efectos destructivos, especialmente en una hermana
mayor, cuando un niño que es retrasado mental grave
continúa en la familia. Consecuencias caóticas similares
pueden resultar cuando un niño o un padre se vuelven
psicópatas.
Estas diversas categorías sugieren, por su complejidad y
gravedad potencial, que muchos hogares superficialmente
intactos pueden producir en los niños un efecto insano,
y que muchos hogares con un solo padre pueden tener un
relativo éxito al producir niños saludables y felices.

Sin los datos necesarios, entonces, la pregunta no puede


contestarse adecuadamente. Un tipo de encuestas subraya
la necesidad de categorías más significativas en nuestra
información acerca de lo que les pasa a los niños cuando
el hogar se rompe. Muchos estudios han demostrado que la
delincuencia está ligada a los hogares rotos. Parte de
esta liga se crea por el hecho de que los índices de
divorcio y mortalidad son más altos en las zonas de
arrabales, en donde los índices de delincuencia son
igualmente más altos. La asociación, pues, puede ser en
parte espuria.
Otro elemento en este eslabón es la falta de una ade-
cuada sociabilización. El padre faltante no puede ser un
modelo adecuado para los niños ni servir de fuente adi-
cional de autoridad para reforzar la conformidad con las
leyes sociales. Esta última falla se daría,
naturalmente, tanto si el matrimonio se rompiera por la
muerte como por el divorcio.

En cualquier caso, si la posición de clase de los padres


se mantiene constante, los índices de delincuencia son
más altos para los hogares rotos que para los intactos,
y más elevados para los niños de hogares rotos por la
separación o por el divorcio que para los hogares rotos
por la muerte del padre. Esta diferencia era de esperar,
debido a la ayuda y el apoyo que la persona doliente
recibe y la menor probabilidad de que los niños que han
perdido a un padre por la muerte hayan vivido a través
de un período de discordia, peleas o problemas de
identificación o lealtad.
Sin embargo, los padres que conocen estos hechos no
pueden decidir con éxito vivir en mutua armonía. Casi
todos crearían un hogar feliz si pudieran. La verdadera
elección es si continúan viviendo juntos en desarmonía o
si se divorcian. Y ¿cuáles son las consecuencias de
estas elecciones para los hijos?
Como se mencionó anteriormente, los datos no son claros;
pero un cuerpo importante de información sugiere que la
“separación” que generalmente significa que los padres
continúan interactuando infelizmente el uno con el otro,
pero evitan el divorcio, puede llevar a la delincuencia
juvenil más que el divorcio mismo.
Sheldon y Eleanor Glueck relacionaron la delincuencia
juvenil con varios tipos de hogares rotos. Es
ligeramente más probable que los delincuentes vengan de
hogares divorciados que de hogares intactos. Sin
embargo, los niños de hogares de viudos o viudas tienen
casi 50% más de probabilidades de ver delincuentes que
los de hogares intactos.
LA CRIMINALIDAD COMO PRODUCTO DE LA SOCIALIZACIÓN
Casi todos los miembros de las sociedades modernas
cometen algunos delitos, pero la mayoría de las personas
no se consideran criminales y no son considerados así
por los miembros de sus grupos. Incluso los presos que
no se identifican con el criminal típico insisten en que
no son realmente criminales. En la conversación
cotidiana usamos frases como "personalidad criminal",
"criminal endurecido", "criminal confirmado" o
"delincuente incorregible" para referirse a personas que
se conciben como criminales y persisten en su
criminalidad. Por lo general, cuando hablamos de un
delincuente o criminal, tenemos en mente a una persona
que aparentemente es un incorregible paria, pero la
criminalidad de tales personas, como la criminalidad de
las personas que cometen sólo crímenes ocasionales, se
aprende.

En los esfuerzos de las familias y otros grupos para


prevenir la delincuencia, a menudo los niños son
conducidos involuntariamente a grupos en los que la
adquisición de una "personalidad criminal" es casi
inevitable. La secuencia de la alienación puede ser
delineada como sigue:

1. A los ojos de un niño, un comportamiento apropiado


como juego puede incluir romper ventanas, subir sobre
techos o engrasar las vías del tranvía. Tales
definiciones de "juego" son similares a "diversión" en
Halloween. Pero para muchos adultos, incluyendo padres,
policías y las víctimas de la obra, el comportamiento es
malo o delincuente y debe ser restringido o suprimido.
2. Las demandas para la supresión del mal son hechas en
el niño por los miembros de la comunidad, incluyendo sus
padres. Las exigencias pueden conducir a un cambio de la
definición de los actos específicos como mal a una
definición del actor como mal.
3. Ante las demandas de los adultos, el niño siente que
se le está haciendo una injusticia y, lo que es más
importante, que su comunidad y, quizás, sus padres, lo
consideran diferente de los niños buenos. Este
reconocimiento, por su parte, conduce a una mayor
integración con el grupo que comparte sus actividades
lúdicas, ya que los otros miembros se encuentran con
experimentos similares.
4. La comunidad entonces examina y mira con recelo sobre
todas sus actividades, sus compañeros, sus lugares de
reunión, su habla y su personalidad, y se hace más
seguro de su definición de él como mal o malo.
5. El niño descubre que ha sido definido; Tan malo y que
incluso sus esfuerzos por ser buenos son interpretados
como evidencia de su maldad. Se integra más
estrechamente con su grupo de juego, que ha sido
redefinido como pandilla delincuente tanto por la
comunidad como por los miembros del grupo, y comienza a
considerar a sí mismo y a sus compañeros como malos. Se
define como malo y se vuelve malo porque ha sido
definido como malo.
6. Una vez que la comunidad lo ha definido como malo,
Sabe cómo hacer frente a él; De hecho, no sabe cómo
tratar con él hasta que lo define como malo. Es
amenazado, castigado, aconsejado, analizado, supervisado
y comprometido con una institución. Obtiene un "record"
con la policía y otras agencias.
7. A medida que la comunidad se enfrenta con él, aclara
su concepción de él y su concepción de sí mismo. Se
define a sí mismo como lo definen, como "incorregible",
"delincuente" o "criminal". Ha adoptado el sistema de
clasificación de la comunidad, la separación entre lo
bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Se hace
leal a los grupos en los que la membrecía consiste en
personas malas como él, se educa en el crimen y aprende
que la comunidad que lo ha definido como malo, contiene
muchos elementos que apoyan su maldad.
Esta dramatización del mal desempeña probablemente un
papel más importante en la toma de la personalidad
criminal o criminal confirmada que cualquier otra
experiencia.
Un proceso para hacer un criminal, es un proceso de
etiquetado, definición, identificación, segregación,
descripción, dimensionamiento, toma de conciencia y
auto-consciente; Se trata de una forma de estimular,
sugerir, enfatizar, y evocar los mismos rasgos de los
que se quejan.

Desviación secundaria. Cuando la sociedad responde a la


conducta desviada degradando, aislando y estigmatizando
al infractor, puede convertirse en una persona "cuya
vida e identidad se organizan alrededor de los hechos de
la desviación". "Mientras que la desviación inicial o"
primaria "pudo haber sido causada por cualquier número
de factores, tales como excitación sexual o presión de
grupo, la desviación secundaria resulta de la reacción
de la sociedad a la conducta original. Además de definir
al individuo como desviado y, por lo tanto, influir en
su concepción de sí mismo, las respuestas punitivas de
la sociedad a menudo se consideran injustas y
degradantes. La amargura, la retirada y la última
La aceptación de la desviación como una forma de vida
puede ser el resultado. De esta manera, las reacciones
de la sociedad, especialmente cuando involucran un
sentido de indignación y rechazo, pueden agravar un
problema en lugar de resolverlo.
La concepción de justicia en el niño
Moralidad y reglas. Piaget comienza con la premisa de
que "toda moralidad consiste en un sistema de reglas, y
la esencia de la moralidad debe buscarse en el respeto
que el individuo adquiere por estas reglas" (p.13).
Estudiar la concepción del niño de las reglas.
Observando a los niños y pidiéndoles que explicaran el
juego y respondieran a las posibles variaciones,
descubrió una intrincada "jurisprudencia" de los
mármoles, un sistema de reglas que regula casi cualquier
contingencia que pudiera surgir en el curso del juego.
Sin embargo, Piaget no estaba interesado principalmente
en el contenido de las reglas sino en cómo el niño
percibía su obligación. Se identificaron dos tipos de
reglas:
1. Reglas basadas en el respeto a la autoridad, en las
cuales el sentimiento de obligación del niño se deriva
de su respeto por la persona que enuncia la regla -un
adulto o un niño mayor. Para el niño la regla es una
"ley divina", cuyo significado es incomprensible, pero
que debe obedecer ciegamente. No entiende que hay un
propósito para una regla; En cambio, el cumplimiento se
efectúa mediante castigo. Así, el primer tipo de regla
es una regla coercitiva.
2. Reglas basadas en el respeto mutuo entre compañeros.
En este contexto el niño entiende que las reglas son
necesarias para asegurar una competencia justa y abierta
en el juego.

La moralidad de la restricción. Después de haber


formulado sus conceptos básicos - coercitivo v. Reglas
racionales, respeto a la autoridad v. Respeto mutuo,
restricción v. Cooperación - Piaget los aplica en el
estudio de las diferencias de desarrollo. Concluye que
hay dos etapas principales en el desarrollo del juicio
moral en los niños, la primera (de 3 a 8 años)
caracterizada por el respeto a la autoridad y la
moralidad de la restricción, la segunda (de 9 a 12 años)
por el ascenso gradual del respeto mutuo y la moralidad
de la cooperación.
Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget
advierte contra el exceso de énfasis en las edades
específicas), el niño tiende a percibir las reglas como
leyes fijas y externamente impuestas. Él los interpreta
literalmente y no entiende que el espíritu de las reglas
debe a veces anular la letra si el propósito para el
cual se establecieron las reglas es alcanzado.
Para el niño pequeño, el bien se define en términos
absolutos: todo acto que se ajusta a la regla literal es
bueno; Cualquier acto que no sea conforme,
independientemente de las circunstancias atenuantes, es
malo. A pesar de esta rígida adhesión a la letra de las
reglas, hay poca aceptación interna de ellas. Las reglas
son exteriores al niño. Asì como las leyes físicas, son
percibidas como "realidades" externas que influyen en el
comportamiento por fuerza de la naturaleza. Esta
orientación Piaget la llama "realismo moral".

El tipo de muestreo elegido para esta investigación fue


no probabilístico. Por dificultades presupuestarias se
resolvió usar una muestra por conveniencia. Los
planteles educativos, que han colaborado en estudios
anteriores, se localizan en comunidades en las que
habitan familias con un nivel socioeconómico medio-bajo.
En total, formaron parte de este estudio 470 (46,9%)
chicos y 532 (53,1%) chicas. La edad promedio de estos
adolescentes fue de 14, 46 años (D.T: 1,77). Un 53,2% de
la muestra reportó vivir con ambos padres, una cuarta
parte con su madre y hermanos, 6,2% solo con su madre y
1,4% solo con su padre. El 33% de las madres de estos
jóvenes son amas de casa, una cuarta parte
profesionales, 26% trabajadoras calificadas y 15,1% no
calificadas. Un 20% de los padres son profesionales, 45%
trabajadores calificados y un tercio desempeñan trabajos
no calificados.
3.2. Variables
Conducta parental
El Abusive and Supportive Environments Parenting
Inventory (EASE-PI) (1997), es un cuestionario elaborado
para evaluar el apoyo y el maltrato que se da en el
entorno familiar. En esta investigación se consideró la
subescala de apoyo (12 ítems) para medir esta forma de
conducta parental (ver lista de los ítems de esta escala
en el Anexo). Aplicando una escala de 5 puntos que va de
0(Nunca) a 4(Con mucha frecuencia), los adolescentes
reportaron la frecuencia con la que perciben ayuda,
consuelo y afecto de sus padres.
Para medir la supervisión familiar se adoptó el
Parental Monitoring Index de Esbensen y Weerman (2005).
Para esta investigación se ajustaron 3 de los ítems
originales y se añadieron 2 más para evaluar la
supervisión paterna con los amigos (ver lista de los
ítems de esta escala en el Anexo). Las categorías de
respuesta también sepresentan en escala tipo Likert que
varía de 0 (Nunca/A ninguno) a 3 (Siempre/A todos)
puntos. Se obtuvo un coeficiente alpha de Cronbach de .
70.
Amigos antisociales
Se decidió elaborar un grupo de ítems para estimar la
conducta antisocial y
delincuencia de los amigos. Estos indicadores, aun
cuando son propios, se soportan en
la revisión de la literatura en el área. Esta variable
se midió preguntándole al
adolescente sobre la cantidad de amigos residentes en su
comunidad que incurren en
consumo de drogas ilegales, vandalismo, agresión, robo
y, además, que portan armas y
han sido arrestados por la policía (ver lista de los
ítems en el Anexo). El rango de
respuesta, formulado en escala tipo Likert, varía entre
0 (Ninguno) y 3 (Todos) puntos.
El coeficiente de confiabilidad alpha de Cronbach fue de
.83.
Percepción de desorden social y eficacia colectiva
Es importante acotar que para medir los efectos de la
comunidad, en este estudio se
asume un enfoque subjetivo fundamentado principalmente
en información a nivel
individual. Con referencia a esto, Gracia, Fuentes y
García (2010) comentan que para
estudiar la influencia de la comunidad en la conducta de
los jóvenes hay cierto acuerdo
en lo valioso de ofrecer mayor importancia a las
experiencias y percepciones sobre las
condiciones de este entorno. En algunos casos resulta
más útil este tipo de información
con respecto a las medidas objetivas como, por ejemplo,
las basadas en censos o en
registros de unidades geográficas pre-determinadas. Una
razón es que este tipo de
medidas no son totalmente coherentes con la manera como
la comunidad es vista por
sus residentes. Es más, para algunos autores son las
percepciones de la comunidad las
que afectan la conducta mediante su impacto en el
adolescentes y en el funcionamiento
familiar (Ver Roosa, White, Zeiders y Tein, 2009, para
una revisión).
La percepción de desorden social se evaluó con algunos
ítems adaptados de una
medida empleada en la Encuesta Internacional de
Autoinforme (ISRD-2) (Birkbeck,
Morillo y Crespo, 2010). A los adolescentes se les
consultó sobre 7 características
relacionadas con la presencia en su zona residencial de
violencia, delincuencia,
comercio y consumo de alcohol/drogas y escándalo en
espacios públicos (ver lista de
los ítems en el Anexo). Los estudiantes respondieron a
una escala Likert de 4 puntos
que oscila entre 0 (Totalmente en desacuerdo) y 3
(Totalmente de acuerdo). La
consistencia interna hallada fue de .88 (alpha
Cronbach).
La percepción de eficacia colectiva fue estimada con
tres ítems tomados también
de la Encuesta Internacional de Autoinforme (ISRD-2)
(Birkbeck et al., 2010) y que han
sido empleados en otras investigaciones sobre contextos
comunitarios (v. gr. Cohen,
Inagami y Finch, 2008). El primero hace referencia al
vínculo entre los vecinos (v. gr.
Los vecinos está muy unidos en mi comunidad), el
segundo, al hecho de si los vecinos
son personas que generan confianza (v. gr. Los vecinos
de mi comunidad son de
confiar) y el tercero evalúa el control social informal
(v. gr. Mis vecinos se dan cuenta
cuando me estoy portando mal y me lo hacen saber) (ver
lista de los ítems en el Anexo).
Los participantes calificaron cada ítem en una escala
Likert de 4 puntos. Para esta
investigación se construyó un indicador de eficacia
colectiva sumando las puntuaciones
de los tres ítems. La confiabilidad fue de .70 (alpha
Cronbach).
Delincuencia juvenil
En esta investigación se usó una adaptación del
Cuestionario de Conductas Antisociales
(CCA) propuesto originalmente por Luengo y su grupo de
investigación (Luengo,
Carrillo, Otero y Romero, 1994; Mirón y Otero-López,
2005). Con este auto-informe se
midieron 21 ítems relacionados con delincuencia juvenil
(ver lista de los ítems en el
Anexo). Es conveniente aclarar que estas variables
evalúan acciones que, de ser
detectadas por los órganos de control social de este
país, se convertirían en delito. Por
ejemplo, se evaluó si el adolescente ha incurrido en
algunos comportamientos como
lesiones personales, robo, hurto, porte ilícito de arma,
instigación para delinquir, intento
de homicidio, desacato a la autoridad y tráfico de
drogas. Las categorías de respuesta
presentadas en formato tipo Likert varían de 0 (Nunca) a
4 (Siempre) puntos. Para
calcular un índice global de delincuencia juvenil se
sumaron las puntuaciones de los 21
ítems.
4. Resultados
4.1. Descriptivos y coeficientes de correlación de
Pearson
La Tabla 1 resume los estadísticos descriptivos de las
variables de estudio. En
promedio, los adolescentes de esta muestra perciben
altos niveles de apoyo tanto de la
madre como del padre, así como de supervisión parental.
El número de amigos que, por
término medio, están implicados en conductas
antisociales es muy bajo; pero, al
examinar el rango observado, se encuentran jóvenes que
reportan que la mayoría de sus
amigos han incurrido en casi todas las conductas
antisociales evaluadas.
Con base en estos resultados, los niveles de desorden
social percibido son, en
promedio, de moderados a bajos; aunque, el rango
observado revela que hay sujetos que
perciben muy altos niveles de incivilidad en sus zonas
residenciales. Por término medio,
los niveles de eficacia colectiva percibida también son
de moderados a bajos aun
cuando la variabilidad de las puntuaciones en este
indicador es considerable, toda vez
que hay adolescentes que revelan no percibir eficacia
colectiva en su comunidad y, al
contrario, otros que perciben altos niveles. Sin
embargo, no se observa ningún
adolescente que consiga puntuar el nivel máximo de
eficacia colectiva percibida medido
en este estudio. Por último, se puede detallar que la
máxima puntuación conseguida en
la escala de delincuencia juvenil fue de 44 puntos. La
incidencia de conductas que
pudieran ser susceptibles de sanción jurídica es, en
promedio, muy baja en esta
muestra2.
Esta tabla también contiene el patrón de relaciones
entre las variables de estudio.
Hay que destacar el hecho de que todas las correlaciones
fueron significativas y se
dieron en la dirección esperada. En particular, se
observa que el apoyo de la madre y del
padre, así como su supervisión, se relacionan
negativamente con la delincuencia de los
hijos. Interactuar con amigos que experimentan
comportamientos antisociales se asocia
positivamente con la actividad delictiva de los
adolescentes. Desde una perspectiva
contextual, el desorden social percibido correlaciona
positivamente con la desviación
2 Como dato adicional, el 70% de los adolescentes de
esta muestra reporta nunca haber experimentado conductas
delictivas, con
respecto a un 30% que sí ha incurrido en alguna de
ellas, lo que significa que también la prevalencia de
este tipo de
comportamientos es baja.
juvenil mientras que la
ANEXO
Escala de apoyo parental

¿Con qué frecuencia tu madre/padre realiza las conductas


que aparecen a continuación?
1. Consolarte cuando estás triste
2. Confiar en ti
3. Abrazarte para mostrarte afecto y/o apoyo
4. Ayudarte cuando tienes problemas
5. Decirte que le importas
6. Ayudarte a superar momentos de crisis
7. Decirte algo para hacerte sentir bien
8. Respetar tu individualidad, tu manera de ser
9. Respetar tus sentimientos
10. Escuchar tu punto de vista y hacerte ver que le
importas
11. Hablar contigo de temas importantes para ti
12. Apoyarte emocionalmente
Nunca= 0; Pocas veces= 1; Algunas veces= 2; Bastantes
veces= 3; Con mucha frecuencia= 4
Ítems sobre supervisión parental
1. ¿Tus padres se dan cuenta cuando llegas tarde a casa?*
2. ¿Tus padres saben dónde estás cuando no te encuentras en
casa?
3. ¿Cuando estás fuera de casa te comportas de acuerdo con
lo que tus padres consideran correcto?
4. ¿Tus padres te piden que les informes dónde y con quién
te encuentras mediante llamadas, mensajes de texto, correos
o notas?
5. ¿Tus padres conocen a tus amigos?**
*Nunca= 0; A veces = 1; A menudo = 2; Siempre = 3
**A ninguno= 0; A algunos= 1; A casi todos= 2; A todos= 3

Ítems sobre amigos antisociales


¿Cuántos de tus amigos/as que viven en tu comunidad han
realizado o les ha sucedido lo que te indicamos a
continuación?
1. Destrozar cosas en lugares públicos
2. Llevar armas de fuego/armas blancas
3. Amenazar o atacar a otras personas
4. Discutir violentamente con los padres o los profesores
5. Robar
6. Destrozar cosas de otras personas
7. Ser detenido por la policía

Ninguno= 0; Algunos= 1; Muchos= 2; Todos= 3 Escala de


desorden social

¿Qué tan de acuerdo estás con las siguientes afirmaciones


con respecto a la comunidad o lugar en el que vives?
1. Hay mucha delincuencia en mi comunidad
2. Hay muchas ventas de droga en mi comunidad
3. Hay muchas peleas en la zona donde vivo
4. En mi comunidad hay mucho consumo de alcohol
5. Hay mucho consumo de drogas en la zona donde vivo
6. Hay mucha venta de alcohol en mi comunidad
7. En la zona donde vivo se escucha música a alto volumen
en espacios públicos (parques, calles, plazas, etc.)
Totalmente en desacuerdo= 0; En desacuerdo= 1; De acuerdo=
2; Totalmente de acuerdo= 3

Escala de eficacia colectiva


¿Qué tan de acuerdo estás con las siguientes afirmaciones
con respecto a la comunidad o lugar en el que vives?
1. Los vecinos están muy unidos en mi comunidad
2. Los vecinos de mi comunidad son de confiar
3. Mis vecinos se dan cuenta cuando me estoy portando mal y
me lo hacen saber
Totalmente en desacuerdo= 0; En desacuerdo= 1; De acuerdo=
2; Totalmente de acuerdo= 3

Ítems sobre delincuencia juvenil


¿Tú has realizado, y con qué frecuencia, las conductas que
aparecen a continuación?
1. Darle una golpiza o paliza a alguien
2. Robar cosas de un carro estacionado
3. Entrar a robar en una vivienda
4. Forcejear con alguien para robarle
5. Pegar una patada a alguien
6. Robar cosas de una tienda estando abierta
7. Robar en una vivienda en particular
8. Andar con un arma (navaja, pistola, etc.) por si se
necesita en una pelea
9. Robar una moto, bicicleta, para dar una vuelta
10. Atacar a un policía, para impedir que detenga a alguien
11. Convencer a alguien de que haga algo ilegal
12. Agredir a alguien con intención de matarlo
13. Robar objetos del colegio
14. Ofrecer resistencia a un policía que pretende detenerte
15. Formar parte de un robo utilizando armas
16. Robar el bolso o la cartera de alguien cuando va por la
calle
17. Vender drogas
18. Ser detenido por vender drogas
19. Robar cosas de los morrales de tus compañeros de
colegio
20. Atracar a alguien
21. Entrar a robar una tienda cerrada

Nunca= 0; Casi nunca= 1; Algunas veces= 2; Casi siempre= 3;


Siempre= 4
Esta sección considera tres aspectos de la socialización y la
ley: (1) el desarrollo de un sentido de la justicia; (2) el
problema de la responsabilidad penal; y (3) la criminalidad como
un producto de la socialización.

La ley es una manera de hacer a los hombres responsables de sus


actos. En la cultura occidental, la responsabilidad moral y
legal se atribuye únicamente a la conducta que es deliberada y
para las personas que son capaces de tomar decisiones maduras.
El accidente pura tiene la responsabilidad moral; un accidente
causado por la negligencia se atribuye a la persona que estaba
descuidado. Los niños pequeños no son considerados responsables,
y por lo tanto la ley no los reconoce el capaz de formar
contratos o cometer delitos.
El problema irritante para el sistema legal es el hecho de que
no todos los miembros de la sociedad tienen la capacidad de
ajustarse a las normas legales. Esta incapacidad puede ser
debido a los defectos biológicos, que limitan las posibilidades
de socialización Efectiva, o los trastornos mentales que a
menudo tienen su origen en la primera infancia.
La regla M'Naghten inicia el moderno derecho de la
responsabilidad penal, donde los afectados por una enfermedad o
deficiencia mental. Comienza con un caso en Arose en 1843,
cuando Daniel M'Naghten intentó asesinar al primer ministro de
la reina Victoria. El primer ministro escapó, pero su secretaria
murió. M'Naghten al parecer sufría de delirios de persecución, y
el jurado lo encontró "no culpable por razones de demencia".

En el juicio sobre la locura de M'Naghten se introdujeron nuevas


ideas acerca de la insanidad, las cuales ponen en duda tras un
siglo XVIII, la denominada "bestia salvaje", donde un hombre
puede no ser responsable de sus actos, si él no sabía lo que
estaba haciendo, así como una bestia salvaje. Los abogados de
M'Naghten, Refiriéndose al tratado del Dr. Isaac Ray de
Jurisprudencia Médica de la locura, argumentaron que en los
aspectos básicos de la personalidad no debería ser Considerado
decisivo, porque la mente es una unidad, cada parte o aspecto
afectan a la otra. El hombre podría saber lo que estaba
haciendo, o podría ser capaz de distinguir entre el bien y el
mal, y sin embargo ser gobernado por la enfermedad mental tanto,
como para hacerlo incapaz de tomar decisiones sensatas.

Hubo malestar considerable en los altos niveles sobre la


absolución de M'Naghten, y la Reina, que ya había sufrido tres
intentos contra su vida, no estaba de humor para consentir a los
asesinos. Ella insistió que se aclare la ley de la locura. En
consecuencia, el Presidente del Tribunal Supremo y quince jueces
se reunieron y formularon lo que llego a ser conocida como la
regla M'Naghten.
Bajo las reglas de M'Naghten un hombre puede ser absuelto por
demencia sólo si se demuestra que "en el momento de la comisión
del acto, la parte acusada estaba actuando bajo un defecto de la
razón tal, de una enfermedad de la mente, al no conocer la
naturaleza y la calidad del acto que estaba haciendo, o, si lo
sabía, no sabía que estaba haciendo lo que estaba mal. "la
dificultad central de la regla es que en la experiencia
psicológica conocer y actuar se pueden dividir. Un hombre puede
ser incapaz de controlar sus acciones sin embargo, ser capaz
intelectualmente
de hacer distinciones. Él puede incluso ser capaz de actuar
sobre esas distinciones, por ejemplo, escondiéndose de la
policía, sin embargo, ser incapaz de evitar la conducta
infractora.

La regla de Durham. Un cambio importante no ocurrió hasta 1954,


cuando el tribunal federal de apelaciones para el distrito de
Columbia, escuchó el caso de Monte Durham. El tribunal rechazó a
M'Naghten y estableció un nuevo criterio de responsabilidad
penal. Un hombre no sería responsable "si su acto ilícito era el
producto de una enfermedad mental o de un defecto". No se dijo
nada acerca de saber o de "bien o mal". Sólo era necesario
demostrar que el acusado sufría de incapacidad mental y que la
enfermedad o defecto fue la causa del acto infractor.
La regla de Durham es un ejemplo de la ley hecha por el juez.
Como tal, sólo se aplica a la jurisdicción del tribunal, en este
caso el Distrito de Columbia. (Cuando la Corte Suprema hace una
nueva regla, se aplica a todo el país.) Sin embargo, la
importancia de la decisión de Durham derivó del considerable
fermento legal que creó.

LA CRIMINALIDAD COMO PRODUCTO DE LA SOCIALIZACIÓN *


Casi todos los miembros de las sociedades modernas cometen
algunos delitos, pero la mayoría de las personas no se
consideran criminales y no son considerados así por los miembros
de sus grupos. Incluso los presos que no se identifican con el
criminal típico insisten en que no son realmente criminales. En
la conversación cotidiana usamos frases como "personalidad
criminal", "criminal endurecido", "criminal confirmado" o
"delincuente incorregible" para referirse a personas que se
conciben como criminales y persisten en su criminalidad. Por lo
general, cuando hablamos de un delincuente o criminal, tenemos
en mente a una persona que aparentemente es un incorregible
paria, pero la criminalidad de tales personas, como la
criminalidad de las personas que cometen sólo crímenes
ocasionales, se aprende.

En los esfuerzos de las familias y otros grupos para prevenir la


delincuencia, a menudo los niños son conducidos
involuntariamente a grupos en los que la adquisición de una
"personalidad criminal" es casi inevitable. La secuencia de la
alienación puede ser delineada como sigue:
1. A los ojos de un niño, un comportamiento apropiado como juego
puede incluir romper ventanas, subir sobre techos o engrasar las
vías del tranvía. Tales definiciones de "juego" son similares a
"diversión" en Halloween. Pero para muchos adultos, incluyendo
padres, policías y las víctimas de la obra, el comportamiento es
malo o delincuente y debe ser restringido o suprimido.
2. Las demandas para la supresión del mal son hechas en el niño
por los miembros de la comunidad, incluyendo sus padres. Las
exigencias pueden conducir a un cambio de la definición de los
actos específicos como mal a una definición del actor como mal.
3. Ante las demandas de los adultos, el niño siente que se le
está haciendo una injusticia y, lo que es más importante, que su
comunidad y, quizás, sus padres, lo consideran diferente de los
niños buenos. Este reconocimiento, por su parte, conduce a una
mayor integración con el grupo que comparte sus actividades
lúdicas, ya que los otros miembros se encuentran con
experimentos similares.
4. La comunidad entonces examina y mira con recelo sobre todas
sus actividades, sus compañeros, sus lugares de reunión, su
habla y su personalidad, y se hace más seguro de su definición
de él como mal o malo.
5. El niño descubre que ha sido definido; Tan malo y que incluso
sus esfuerzos por ser buenos son interpretados como evidencia de
su maldad. Se integra más estrechamente con su grupo de juego,
que ha sido redefinido como pandilla delincuente tanto por la
comunidad como por los miembros del grupo, y comienza a
considerar a sí mismo y a sus compañeros como malos. Se define
como malo y se vuelve malo porque ha sido definido como malo.
6. Una vez que la comunidad lo ha definido como malo,
Sabe cómo hacer frente a él; De hecho, no sabe cómo tratar con
él hasta que lo define como malo. Es amenazado, castigado,
aconsejado, analizado, supervisado y comprometido con una
institución. Obtiene un "record" con la policía y otras
agencias.
7. A medida que la comunidad se enfrenta con él, aclara su
concepción de él y su concepción de sí mismo. Se define a sí
mismo como lo definen, como "incorregible", "delincuente" o
"criminal". Ha adoptado el sistema de clasificación de la
comunidad, la separación entre lo bueno y lo malo, lo correcto y
lo incorrecto. Se hace leal a los grupos en los que la membrecía
consiste en personas malas como él, se educa en el crimen y
aprende que la comunidad que lo ha definido como malo, contiene
muchos elementos que apoyan su maldad.
Esta dramatización del mal desempeña probablemente un papel más
importante en la toma de la personalidad criminal o criminal
confirmada que cualquier otra experiencia.
Un proceso para hacer un criminal, es un proceso de etiquetado,
definición, identificación, segregación, descripción,
dimensionamiento, toma de conciencia y auto-consciente; Se trata
de una forma de estimular, sugerir, enfatizar, y evocar los
mismos rasgos de los que se quejan.

Desviación secundaria. Cuando la sociedad responde a la conducta


desviada degradando, aislando y estigmatizando al infractor,
puede convertirse en una persona "cuya vida e identidad se
organizan alrededor de los hechos de la desviación". "Mientras
que la desviación inicial o" primaria "pudo haber sido causada
por cualquier número de factores, tales como excitación sexual o
presión de grupo, la desviación secundaria resulta de la
reacción de la sociedad a la conducta original. Además de
definir al individuo como desviado y, por lo tanto, influir en
su concepción de sí mismo, las respuestas punitivas de la
sociedad a menudo se consideran injustas y degradantes. La
amargura, la retirada y la última
La aceptación de la desviación como una forma de vida puede ser
el resultado. De esta manera, las reacciones de la sociedad,
especialmente cuando involucran un sentido de indignación y
rechazo, pueden agravar un problema en lugar de resolverlo.

La concepción del niño de la justicia


Moralidad y reglas. Piaget comienza con la premisa de que "toda
moralidad consiste en un sistema de reglas, y la esencia de la
moralidad debe buscarse en el respeto que el individuo adquiere
por estas reglas" (p.13). Estudiar la concepción del niño de las
reglas. Observando a los niños y pidiéndoles que explicaran el
juego y respondieran a las posibles variaciones, descubrió una
intrincada "jurisprudencia" de los mármoles, un sistema de
reglas que regula casi cualquier contingencia que pudiera surgir
en el curso del juego. Sin embargo, Piaget no estaba interesado
principalmente en el contenido de las reglas sino en cómo el
niño percibía su obligación. Se identificaron dos tipos de
reglas:
1. Reglas basadas en el respeto a la autoridad, en las cuales el
sentimiento de obligación del niño se deriva de su respeto por
la persona que enuncia la regla -un adulto o un niño mayor. Para
el niño la regla es una "ley divina", cuyo significado es
incomprensible, pero que debe obedecer ciegamente. No entiende
que hay un propósito para una regla; En cambio, el cumplimiento
se efectúa mediante castigo. Así, el primer tipo de regla es una
regla coercitiva.
2. Reglas basadas en el respeto mutuo entre compañeros. En este
contexto el niño entiende que las reglas son necesarias para
asegurar una competencia justa y abierta en el juego.

La moralidad de la restricción. Después de haber formulado sus


conceptos básicos - coercitivo v. Reglas racionales, respeto a
la autoridad v. Respeto mutuo, restricción v. Cooperación -
Piaget los aplica en el estudio de las diferencias de
desarrollo. Concluye que hay dos etapas principales en el
desarrollo del juicio moral en los niños, la primera (de 3 a 8
años) caracterizada por el respeto a la autoridad y la moralidad
de la restricción, la segunda (de 9 a 12 años) por el ascenso
gradual del respeto mutuo y la moralidad de la cooperación.
Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget advierte
contra el exceso de énfasis en las edades específicas), el niño
tiende a percibir las reglas como leyes fijas y externamente
impuestas. Él los interpreta literalmente y no entiende que el
espíritu de las reglas debe a veces anular la letra si el
propósito para el cual se establecieron las reglas es alcanzado.
Para el niño pequeño, el bien se define en términos absolutos:
todo acto que se ajusta a la regla literal es bueno; Cualquier
acto que no sea conforme, independientemente de las
circunstancias atenuantes, es malo. A pesar de esta rígida
adhesión a la letra de las reglas, hay poca aceptación interna
de ellas. Las reglas son exteriores al niño. Asì como las leyes
físicas, son percibidas como "realidades" externas que influyen
en el comportamiento por fuerza de la naturaleza. Esta
orientación Piaget la llama "realismo moral".

Piaget pidió a los niños que compararan dos historias, la


primera sobre un chico que accidentalmente rompió quince tazas
de té que habían quedado fuera de la vista detrás de una puerta
y la segunda sobre un niño que rompió una taza mientras estaba
robando mermelada de un armario. Aquí hay dos respuestas
características:
Hasta que tiene siete u ocho años de edad (Piaget advierte
contra el exceso de énfasis en las edades específicas), el niño
tiende a percibir las reglas como leyes fijas y externamente
impuestas. Él los interpreta literalmente y no entiende que el
espíritu de las reglas debe a veces anular la letra si el
propósito para el cual se establecieron las tules debe ser
alcanzado.
Para el niño pequeño, el bien se define en términos absolutos:
todo acto que se ajusta a la regla literal es bueno; Cualquier
acto que no sea conforme, independientemente de las
circunstancias atenuantes, es malo. A pesar de esta rígida
adhesión a la letra de las reglas, hay poca aceptación interna
de ellas. Las reglas son exteriores al niño. Al igual que las
leyes físicas, son percibidas como "realidades" externas que
influyen en el comportamiento por la fuerza ni en la naturaleza,
no en la fuerza del principio o del propósito, orientación que
Piaget llama "realismo moral".
Piaget pidió a los niños que compararan dos historias, la
primera sobre un chico que accidentalmente rompió quince tazas
de té que habían quedado fuera de la vista detrás de una puerta
y la segunda sobre un niño que rompió una taza mientras estaba
robando mermelada de un armario. Aquí hay dos respuestas
características:
G., 6 años de edad: "¿Has entendido estas historias? -Sí. -¿Qué
hizo el primer muchacho? - Rompió once tazas. - ¿Y la segunda?
-Ha roto una taza moviéndose bruscamente. -¿Por qué la primera
rompió las copas? -Porque la puerta las golpeó. -¿Y la segunda?
-Era torpe. Cuando estaba cogiendo el atasco, la taza cayó. -¿Es
uno de los muchachos más traviesos que el otro? -Lo primero es
porque él tocó doce tazas. -¿Si fueras el papá, cuál castigarías
más? -Quién rompía doce tazas. -¿Por qué los rompió? -La puerta
se cerró demasiado y los golpeó. No lo hizo a propósito. -¿Y por
qué el otro muchacho rompió la taza? -Quería conseguir la
mermelada. Se movió demasiado lejos. La taza se rompió. . .
¿Tienes un hermano? No, una pequeña hermana. -Bueno, si fuiste
tú quien había roto las doce tazas cuando entraste en la
habitación y tu hermana pequeña que había roto una taza mientras
estaba tratando de conseguir la mermelada, ¿quién de vosotros
sería Castigado más severamente? -Me, porque rompí más de una
taza.
S., 6 años: "¿Has entendido las historias? Escuchemos que se lo
digas. - Un niño fue llamado a cenar. Había quince platos en una
bandeja. No lo sabía. Abre la puerta y rompe los quince platos.-
Eso es muy bueno. Y ahora la segunda historia? -Había un niño. Y
entonces este niño quería irse a casa y conseguir algo de
mermelada. Él se sube a una silla, su brazo se aferra a una
taza, y se rompe. - ¿Son estos niños tanto traviesos, o no tan
travieso como el otro? Ambos son tan traviesos. - ¿Los
castigarías igual? El que rompió quince platos. - ¿Y castigarías
al otro más o menos? - El primero rompió muchas cosas, el otro
menos. - ¿Cómo las castigarías? El que rompió las quince tazas:
dos bofetadas. La otra, una bofetada.
El hecho sorprendente de estas respuestas es que ambos niños
ignoran las intenciones de los muchachos. Es el número de tazas
rotas, no el intento, que define la calidad moral del acto. Más
allá de los ocho años, lo contrario es cierto: los niños mayores
tienen al ladrón responsable. Piaget ve el fracaso de los niños
más pequeños a tener en cuenta la intención como resultado de su
concepción de que las reglas no tienen nada que ver con las
"entrañas" de las personas.
La externalidad de las reglas es a la vez causa y consecuencia
de la restricción del adulto. Debido a que el niño aún no es
capaz de comprender que las reglas tienen un propósito, que son
medios para el fin del orden y la co-operación, es difícil para
los padres controlar el comportamiento del niño sin ejercer
restricciones. El niño de cuatro o cinco años no puede ser
"persuadido" de que la obediencia a las reglas es buena porque
promueve la solidaridad y el respeto mutuo. Al mismo tiempo, la
restricción de los adultos sirve para reforzar la concepción
restringida de las reglas del niño.
La idea de la justicia Después de los ocho años, la moralidad de
la cooperación gradualmente reemplaza la moralidad de la
restricción. Piaget estudió este desarrollo examinando la
Concepción infantil de la justicia. Entre los aspectos de la
justicia considerados se encuentran: (1) la equidad en el
castigo (justicia retributiva); (2) equidad en la asignación de
beneficios (justicia distributiva); Y (3) actitudes hacia la
autoridad.
(1) Piaget preguntó a sus jóvenes sujetos sobre la "justicia" de
varios castigos por las violaciones de las reglas, usando
historias como las siguientes para obtener respuestas:
Historia I. Un niño ha roto un juguete perteneciente a su
hermanito. ¿Lo que debe hacerse? ¿Debería (1) darle al pequeño
de sus propios juguetes? (2) pagar por haberlo reparado? (3) no
se le permite jugar con ninguno de sus juguetes durante una
semana entera?
Historia II. Un niño está mirando un libro ilustrado
perteneciente a su padre. En lugar de tener cuidado, hace
manchas en varias de las páginas. ¿Qué hará el padre?
(1) El niño no irá al cine esa noche. (2) El padre no le
prestará más el libro. (3) El niño presta a menudo su sello-
álbum al padre; El padre no se ocupará de él como siempre lo ha
hecho hasta entonces.

Piaget encontró una clara diferencia entre los niños mayores y


los más pequeños con respecto a los tipos de castigo que ellos
consideraban justos. Los niños más pequeños (de 6 a 7 años) eran
más propensos a elegir castigos severos, cualquiera que sea la
violación de las reglas, mientras que los niños mayores (de 8 a
12 años) favorecían los castigos leves. Para el grupo más joven,
la "justicia" se asociaba con la severidad del castigo.
En contraste con esta noción "primitiva" de justicia
retributiva, los niños mayores desarrollan una concepción más
avanzada de la justicia, basada en el principio de la
reciprocidad.
B., de 9 años, respondiendo a la historia II: "Yo ensuciaría su
álbum para él, porque ese sería el castigo más justo. Sería
hacer lo mismo que él. -Y de las otras dos, ¿cuál es la más
justa? -Yo no le habría prestado el libro porque habría a
mancharlo. -¿Y qué hay del primer castigo que le impida ir al
cine? -Ese es el menos justo. No hace nada para el álbum, el
libro. No tiene nada que ver con el libro.

R., 10 años: "¿Qué castigo crees que es el más justo?" No es el


del cine, porque es demasiado estricto por hacer manchas. -¿Y
cuál de los dos? -El de hacer manchas en su álbum . . . Estaba
bien hacerle lo que el había hecho.

B., de 12 años, respondiendo a la Historia I: La afirmación más


justa es que "debería darle uno de sus juguetes al niño. -¿Usted
eligió uno solo porque le vino a la cabeza, o porque le parece
más -¿Qué? -Se llevó un juguete lejos del niño, así que es justo
que le devuelva uno.
Invocando el principio de la reciprocidad, el niño concibe el
"justo" castigo como uno que hace que el ofensor sufra las
mismas consecuencias que ha hecho sufrir a otros; De esta
manera, se le hace comprender el significado de sus fechorías.
Está persuadido de que la regla debe ser obedecida, no sólo
porque puede ser castigada, o simplemente porque la regla "es",
sino porque desobedecer la regla es destruir el respeto mutuo y
la reciprocidad entre los compañeros. Piaget sostiene que esto
representa un cambio radical de la idea de castigo coercitivo a
un concepto de castigo destinado a restablecer los lazos de
solidaridad.

(2) El problema de la justicia distributiva se abordó al


suscitar las actitudes de los niños hacia el favoritismo.
Una madre tenía dos niñas, una obediente y la otra desobediente.
A la madre le gustaba mas el obediente y le daba el mayor trozo
de pastel. ¿Qué piensa usted de eso?.
En un grupo de 167 niños, el 70 por ciento de los niños pequeños
(de 6 a 9 años), pero sólo el 40 por ciento de los niños mayores
(de 10 a 13 años) aprobò la acción de la madre. Piaget concluyò
que "las reacciones de los niños evolucionan de acuerdo con una
Ley constante Con los más pequeños, el castigo supera a la
igualdad, mientras que con los más antiguos ocurre lo
contrario., Es decir la igualdad supera el castigo. Piaget
también notò una diferencia en la calidad de las respuestas de
los niños:
[Los niños más pequeños] no intentan entender el contexto
psicológico; Los hechos y los castigos son para ellos
simplemente tanto material para ser puestos en equilibrio, y
este tipo de mecánica moral, este materialismo de justicia
retributiva, tan cercano al realismo moral estudiado antes, los
hace insensibles al lado humano del problema. Mientras que [los
niños mayores muestran un sentido moral singularmente delicado,
la preferencia de la madre por el niño obediente disuadirá al
otro, lo hará celoso, lo conducirá a la rebelión, y así
sucesivamente. . . . Es en este sentido, una vez más, que
podemos marcar el contraste entre la cooperación, la fuente del
entendimiento mutuo y la restricción, fuente del verbalismo
moral. . . Los niños que ponen la justicia retributiva por
encima de la distributiva son aquellos que adoptan el punto de
vista de la restricción de los adultos, mientras que los que
ponen la equidad del tratamiento por encima del castigo son
aquellos que, en sus relaciones con otros niños, o más raramente
en las relaciones entre ellos y los adultos, Aprendió mejor a
entender situaciones psicológicas ya juzgar según normas de un
nuevo tipo moral.
Piaget reconoce que el deseo por la justicia distributiva, por
la equidad en la asignación, puede provenir del ejemplo y la
tutela de los adultos. Pero él prefiere claramente la hipótesis,
sin poder demostrarlo, que "la idea de igualdad se desarrolla
esencialmente a través de las reacciones de los niños entre sí
ya veces a expensas del adulto. . . . La relación entre el niño
y el adulto como tal no permite la igualdad. Y puesto que el
igualitarismo nace del contacto de los niños entre sí, su
desarrollo debe al menos acompañar el progreso de la cooperación
entre ellos.
(3) En sus primeros años, el niño es incapaz de distinguir una
regla justa y una regla autorizada. Hasta la edad de 7 años, la
justicia y la autoridad son una.
Una vez hubo un campamento de Boy Scouts (o Guías). Cada uno
tenía que hacer su parte para ayudar con el trabajo y dejar las
cosas ordenadas. Uno tenía que hacer las compras, otro lavado,
otro traído en madera o barrido el piso. Un día no había pan y
el que hacía las compras ya había desaparecido. Así que el
Scoutmaster le pidió a uno de los Scouts que ya había hecho su
trabajo ir a buscar el pan. ¿Qué debe hacer?
Una chica de 6 años de edad: "Debería haber ido a buscar el pan.
-¿Por qué?
Porque le habían dicho que lo hiciera. -¿Era justo o no justo
decirle que se vaya? -Sí, era justo, porque le habían dicho que
lo hiciera.

Z un niño, de 6 años de edad: debería haber ido. -¿Por qué? -O


obedecer.
¿Era justo, qué se le había pedido que hiciera? Era su jefe, su
jefe.
Compare estas respuestas, que asocian la justicia con la
sumisión a la autoridad, a las de los niños sólo un poco
mayores:
L., un niño de 7 años: "No debería haberlo hecho porque no era
su trabajo. ¿Era justo o no pedirle que lo hiciera?
C., una niña de 9 años: "No debería haberlo hecho, no era su
trabajo hacerlo." - ¿Fue justo hacerlo? - No, no fue justo.
Ahora el niño diferencia bastante entre la justicia y la
autoridad; La cuestión de la equidad de la regla se disocia del
hecho de que la regla se originó con la autoridad de un adulto.
Piaget sostiene que una característica esencial de la idea de
justicia del niño es el creciente sentimiento de igualdad que
emerge durante los años séptimo y octavo. Este sentido de la
igualdad explica, en gran parte, la nueva capacidad del niño
para discriminar entre lo que es justo y lo que es meramente
autoritario. La idea de la igualdad de trato para todos
proporciona una norma autónoma contra la cual el niño puede
evaluar las órdenes autoritarias de los adultos. En la medida en
que las normas de los adultos facilitan la igualdad, el niño las
juzga justas y justas; Pero donde las reglas de los adultos se
oponen a la igualdad, el niño rejuga la autoridad del adulto.
Un modelo de desarrollo La figura XII: 1 muestra las principales
variables estudiadas por Piaget. Cada etapa de la evolución
moral es el resultado de tres influencias interdependientes: (1)
el nivel de desarrollo de la personalidad del niño-egocéntrico o
autónomo; (2) la naturaleza de las reglas-coercitivas o
racionales; (3) el tipo de relaciones sociales a las que el niño
está expuesto - restrictivo o cooperativo.
La primera etapa relaciona el egocentrismo, las reglas
coercitivas y la moralidad de la restricción. El ego-centricity
del niño tiene dos aspeets: él es básicamente un "solitario",
incapaz de entablar una cooperación genuina: su juego es
característicamente mecánico e imitativo; Al mismo tiempo, está
dominado por el respeto por los deseos de los adultos. En esta
etapa, el niño no distingue sus propias perspectivas de las
perspectivas de los demás. "Para poder ser consciente de su ego,
es necesario liberarse del pensamiento y de la voluntad de los
demás. La coerción ejercida por el adulto o por el niño mayor
es, por tanto, inseparable del egocentrismo inconsciente del
niño muy joven "(p.93).
La moralidad de la restricción es una moralidad de las reglas
punitivas y subordinaron a la autoridad. No se han establecido
las bases psicológicas para la crítica de la autoridad.
La transición a la segunda etapa está marcada por la creciente
libertad del niño frente a la restricción de los adultos. En el
grupo de pares, la cooperación se apodera. La cooperación
implica la comunicación por medio de significados compartidos.
La participación del grupo fomenta un enfoque más generalizado y
menos egocéntrico del mundo, y ayuda al niño a descubrir los
límites que lo separan de los demás. A medida que crece su
propia autonomía, gana respeto por la autonomía de los demás. La
cooperación presupone la participación de individuos autónomos.
"Mientras el niño no dissocie su ego de las sugerencias
provenientes del mundo físico y social, no puede cooperar,
porque para cooperar uno debe ser consciente de su ego y
situarlo en relación con el pensamiento en general". Página 94)
Las reglas racionales van juntas con autonomía y cooperación. En
contraposición a las reglas coercitivas, las reglas racionales
ganan fuerza de la comprensión del niño de ellas, no del miedo
al castigo. Por consiguiente, las reglas racionales presuponen
un individuo autónomo, capaz de consentir o retirar el
consentimiento.
La familia y la criminalidad. La familia puede fomentar la
delincuencia y la delincuencia de la siguiente manera:
1. Actitudes, valores y patrones conductuales conducentes a la
delincuencia ya la delincuencia pueden estar presentes en el
hogar. Un niño puede llegar a ser delincuente simplemente porque
ha aprendido la delincuencia en casa.
2. La familia determina la posición geográfica y de clase social
del niño en la comunidad. Esto, a su vez, determina en gran
medida el tipo de relaciones primarias que el niño encuentra
fuera de la familia. Si el hogar del niño está ubicado en un
área de alta delincuencia, las actividades de los grupos de
juego que encuentra tienden a definirse como delincuentes. De
manera similar, pertenecer a una clase socioeconómica inferior
puede asociar al niño con grupos primarios vecinales que no
compartan plenamente los valores dominantes de la sociedad en
general.
3. La familia determina el prestigio de varias personas y, en
consecuencia, afecta las preferencias del niño para ciertos
tipos de relaciones sociales. Aprende a valorar a las personas
como importantes o no según su idioma, porte, ocupación,
nacionalidad u otros rasgos. Estas preferencias afectan mucho
sus posibilidades de convertirse en delincuentes. Si las
personas que él respeta y con las que busca relaciones primarias
fuera del hogar son delincuentes en sus actitudes y valores, la
probabilidad es alta de que llegará a ser delincuente. Tanto el
tipo de delincuencia como la incidencia de la delincuencia son
determinados por los tipos de personas que son altamente
estimadas en un barrio.
Según la teoría de la asociación diferencial, una persona puede
estar bien socializada -en el sentido de que su formación no ha
sido descuidada- y convertirse en un delincuente si las normas
de sus grupos son contrarias a las normas oficiales codificadas
en el derecho penal. Los niños empiezan la vida no dispuesta ni
al delito ni al comportamiento legal. Sin embargo, ambos son
entrenados deliberadamente y no intencionalmente para adaptarse
al comportamiento de los grupos que los rodean.

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