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La democracia republicana:

pasado y presente1
The Republican Democracy:
Past and Present
Natalio R. Botana ·

Natalio R. Botana es Profesor Emérito de la Univer-


sidad Torcuato Di Tella, CABA (Argentina).

Recordemos brevemente los orígenes de siana» consistente en reducir una plura-


la tradición republicana en nuestro país y lidad de poderes territoriales a la unidad
en América Latina. de una organización suprema basada en
Cuando se fueron decantando los efec- la pertenencia obligatoria de habitantes
tos de las guerras de Independencia, a y ciudadanos, las marchas y contramar-
comienzos del siglo XIX, la tradición chas de los regímenes políticos y de los
republicana que pusimos en marcha en cambios sociales remitían a los hallazgos
nuestro continente tuvo en mira, por del constitucionalismo y a las concepcio-
efectos queridos y no queridos, tres ob- nes predominantes acerca de la sociedad
jetos simultáneos: establecer el Estado democrática y de la sociedad industrial
fijando sus fronteras territoriales; instau- también llamada capitalista. Todo esto,
rar una forma de gobierno: república en que a primera vista parece cosa del pasa-
Hispanoamérica, monarquía constitucio- do, está en estos días muy presente entre
nal y después república en Brasil; y, por nosotros. Son las demoras propias de la
fin, desarrollar una sociedad civil que, de sociedad industrial unidas a la fáustica
acuerdo con su definición clásica en los irrupción de la sociedad digital y, como
siglos XVIII y XIX, suponía el desarrollo veremos de inmediato, son las turbulen-
de una economía. Si los actos de levantar cias que, día tras día, sufren el Estado y
un Estado evocaban la incógnita «hobbe- los regímenes de democracia republicana.

1
El siguiente texto reproduce la conferencia pronunciada el 4 de mayo de 2016 en la Universidad
Nacional de Rosario con motivo del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa.

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Subrayo pues los tres términos: Estado, En su versión elemental, tantas veces ci-
régimen político y sociedad civil. Esta si- tada, el Estado es una unidad política de
multaneidad de propósitos es característi- pertenencia obligatoria que, dentro de lí-
ca de nuestra tradición republicana, la ter- mites territoriales, reclama la instauración
cera tradición en occidente luego de que del monopolio tanto de la fuerza legítima
comenzara en América del Norte (1776) y como de la recaudación fiscal. Este diálo-
se prolongase en Europa a partir de 1789- go entre Weber y Schumpeter nos permite
1793. En la primera tradición, la palanca fijar un punto de partida en el análisis de
impulsora fue el antecedente de la praxis nuestra circunstancia, pero no toma en
republicana, con o sin esclavitud, duran- cuenta los atributos complementarios ínsi-
te el período colonial; en la segunda, la tos en una definición democrática y repu-
consolidación en naciones como Francia blicana del Estado: el atributo de la sobe-
de la soberanía del Estado, en tanto fenó- ranía legal y limitada, que necesariamente
meno previo al estallido revolucionario. encuadra las acciones tendientes a traducir
Nosotros no contamos con esas palancas. libertades en derechos e instituciones, y el
Hubo que hacer las tres cosas a la vez: atributo que engloba otros bienes públicos
Estado, república y sociedad civil. Este co- dignos de ser promovidos y garantizados.
mienzo abrió curso a un itinerario de dos A menor capacidad para instituir sobera-
siglos, como si los tres objetos, hoy como nías e incorporar bienes públicos a la vida
ayer, abriesen en conjunto un horizonte en sociedad, mayor probabilidad de que
de legitimidad. La cuestión del Estado, este tipo de Estado caiga por la pendiente
del régimen político y de la sociedad civil de una progresiva desintegración.
tiene entre nosotros rotunda actualidad. Si hablamos de la definición democráti-
Compartimos en Latinoamérica, pues, ca y republicana del Estado, es porque la
este punto de partida. Si hace medio siglo, conjunción entre democracia y república
las cuestiones más acuciantes eran las crisis que veremos de inmediato se ubica, hasta
que sufríamos en el nivel de los regímenes prueba en contrario, en un contexto esta-
políticos con las dictaduras y la política tal. Pero este contexto ha variado sustan-
armada, en la actualidad, resueltas parcial- cialmente, pues está ubicado y hostigado
mente aquellas gravísimas perturbaciones, por un contorno más amplio, el contor-
nos interpelan nuevas cuestiones. Las se- no de la globalización en el cual estamos
ñalaré a continuación, pero antes quiero inmersos. De aquí surge en la actualidad
precisar lo que entendemos en esta con- una contradicción mayor, porque mien-
ferencia por Estado, por república y, por tras la economía, las comunicaciones y la
extensión, por democracia republicana. cultura adquieren un perfil global, la de-

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mocracia republicana conserva un perfil una democracia republicana es una demo-
nacional y estatal, sea éste de carácter uni- cracia que la ciudadanía ejerce conforme a
tario o federal. El ocaso del Estado nación derechos, reglas e instituciones.
es por tanto externo a nuestra circunstan- Las reglas e instituciones no son facto-
cia; no lo es, en cambio, en el plano inter- res pétreos, indemnes al cambio. Como
no de nuestros conflictos y armonías (por en todo proceso democrático, están su-
parafrasear a Sarmiento). jetas a modificaciones e impugnaciones
Vayamos a continuación a lo que en- a través de las cuales se van instituciona-
tendemos por democracia republicana. La lizando otros valores, nuevos intereses e
república es una forma de gobierno o régi- inéditas relaciones de poder; pero en este
men político que se refiere más al ejercicio incesante proceso, las tensiones que de él
del poder y a sus límites que al origen de derivan provienen de una suerte de pie-
éste, punto omega, como sabemos, de la dra de toque de la legitimidad republica-
teoría democrática. Cuando el origen de- na. Si, en efecto, es necesario cambiar, ese
mocrático del poder se radica en la sobe- cambio no es posible si no acatamos las
ranía el pueblo en su sentido más amplio, reglas de juego establecidas. Como decía
la república haría las veces de un regulador un politólogo de fama, a mediados del
del régimen sobre la base de seis compo- siglo anterior: conflicto en el régimen o
nentes: 1) los derechos que se proclaman, conflicto por el régimen. La apuesta del
2) las instituciones que los garantizan, 3) reformismo republicano se juega dentro
el cuerpo representativo que en ese marco del régimen y no fuera de él.
gobierna, 4) el gobierno que hace públi- Hechas estas aclaraciones, voy a las
cos sus actos, 5) la responsabilidad que cuestiones a que he hecho referencia.
esos representantes y gobernantes asumen En primer lugar creo que deberíamos
y 6) las obligaciones que el ciudadano in- subrayar una tensión histórica, de rotun-
corpora a su conducta para apuntalar ese do impacto en estos días, entre los dos
complejo edificio. La democracia y la re- postulados sobre los que se asienta la re-
pública conforman por tanto una unidad. pública en una democracia, como seña-
La democracia sin república es una fuerza la Dominique Schnapper2: primero, los
que no tiene puntos de referencia; la re- ideales abstractos y universales escritos
pública sin democracia es una estructura muy pronto en nuestros estatutos provi-
vacía de contenido popular. En síntesis, sionales y constituciones de una república

2
Dominique Schnapper, La democracia providencial. Ensayo sobre la igualdad contemporánea,
Rosario, Homo Sapiens, 2004, pp. 15 y ss.

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de ciudadanos libres e iguales; segundo, cionalismo. El nacionalismo esencialista,
las herencias históricas, étnicas, míticas, fundado en excluyentes criterios étnicos,
religiosas y culturales, que también con- lingüísticos o religiosos, es hoy un desafío
forman el vínculo social. El choque aún enorme tanto en América Latina como en
no resuelto entre ambos postulados des- Europa o Medio Oriente.
pertó la imaginación política. Con ella he- Para contrarrestar este desafío es ne-
mos abonado toda clase de experiencias, cesario armar con estas piezas diversas,
desde designios revolucionarios hasta el dotadas algunas de una violenta pulsión
proyecto reaccionario de eliminar por la agonal, un nuevo pacto pluralista funda-
fuerza aquel principio –verdadera prome- do en la inclusión y no en una dialéctica
sa de la democracia republicana– de una de exclusión. Ahora se ha puesto de moda
comunidad de ciudadanos libres e iguales. la palabra inclusión. El problema consiste
La gran sacrificada en esta pretendida ges- en saber qué tipo de régimen republica-
ta entre extremos ha sido la ética reformis- no habrá de acoger a los excluidos en las
ta y el Estado que debería dar el marco de márgenes y que, al incorporarse, amplían
pertenencia obligatoria a este cometido. la esfera de la ciudadanía. Incorporarse a
En la actualidad, estas tensiones siguen qué; incorporarse para transformar qué
presentes debido al influjo de varios fenó- cosa. Ya lo dijo Tocqueville: la igualdad,
menos. Si en el pasado del siglo XIX la de- que señalo es la fuerza motora de la inclu-
finición abstracta de la república produjo sión, puede combinarse con las libertades
reacciones caudillistas y represiones racis- o puede hacerlo a despecho de las liberta-
tas sobre las poblaciones nativas y la po- des. Pienso que este problema no está del
blación esclava de origen africano, en los todo resuelto en América Latina.
albores del siglo XXI corremos el riesgo de En segundo lugar, es claro que en el
recorrer el camino inverso, que implica plano normativo, los proyectos de inte-
la dominación de una cultura sobre otra, gración, tanto regionales como subre-
dejando de lado el apetito de universali- gionales (hoy en discusión en Europa y
dad de los derechos y la riqueza del plu- aletargados en el Cono Sur), significan
ralismo. Vivimos actualmente, en algunos una reformulación del Estado y llevan
países más que en otros, un proceso de implícito el objetivo de instaurar la «paz
reconocimiento de postergaciones histó- perpetua» a que aludía Kant en el extenso
ricas y deudas pendientes. Esto se advierte espacio de nuestra región. Kant decía que
en diversos lenguajes: en los lenguajes del la posibilidad histórica de instaurar un
indigenismo o en los lenguajes del na- pacto de paz perpetua entre los Estados

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dependía de una condición necesaria. garantías y derechos». Después de innu-
Vale decir: de la constitución republica- merables pruebas, hoy nos hemos desem-
na de los Estados que intervienen en ese barazado de aquel fardo, pero la anarquía
pacto. Dicha constitución se establecía belicosa que siempre impregnó el mundo
conforme a tres principios. Primero, el rural en América Latina se manifiesta de
de la libertad de los miembros en cuanto nuevo en nuestras megalópolis: ese univer-
seres humanos; segundo, el de la depen- so urbano formado vertiginosamente en el
dencia de todos respecto a una legislación último medio siglo, donde conviven varios
común; tercero, el de la igualdad de todos planos superpuestos: las luces de la ilustra-
en cuanto ciudadanos. Con excepciones, ción –ciencias, arte y espectáculo–, las lu-
me parece que hemos alcanzado niveles ces de la opulencia junto con el ascenso de
razonables de libertad política si compa- las clases medias, nuevas o viejas, en fin,
ramos estos logros con el período de las la oscuridad de la exclusión. Todo junto,
dictaduras; pero padecemos privaciones arremolinado en un espacio estrecho, muy
evidentes (algunas son fallas geológicas) estrecho, en el cual coexisten ya poblacio-
en cuanto a los niveles de sujeción a la nes que superan holgadamente los diez
ley y a los niveles de igualdad como ciu- millones de habitantes y hasta los dupli-
dadanos. La igualdad ante la ley, función can. Cuatro de nuestras megalópolis –una
irrenunciable del Estado de derecho, res- en México, otra en Argentina y dos en
paldada por las adquisiciones de derechos Brasil– ya suman probablemente en total
económico-sociales, ha sido la meta que más de sesenta millones de habitantes. Las
nos planteamos, al menos, desde el últi- megalópolis son pues grandes urbes escin-
mo medio siglo. Meta aún lejana. En este didas. De seguir este proceso de expansión
punto no estamos bien, pese a los progre- de las megalópolis, esta será en los años ve-
sos alcanzados. Esto requiere, entre otros nideros la materia sobre la cual habrá que
objetivos, echar las bases de una política delinear la fisonomía de una democracia
de adhesión a la ley legítima en el con- republicana. Es un cambio de escala frente
texto de la megalópolis latinoamericana. al cual no podemos permanecer indiferen-
En tiempos de la Independencia hace tes (añado al pasar que la cuestión de la
dos siglos, poco antes de su asesinato, el escala más conveniente para perfeccionar
Mariscal Sucre presentía el impacto de una un régimen republicano, siempre ha des-
«aristocracia militar» que «apoderándose pertado la atención de la teoría política,
del mando en todas partes, hacía gemir al desde Montesquieu hasta nuestros días).
ciudadano por un absoluto olvido de las En este ámbito de urbes escindidas,

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como las llamó José Luis Romero3, se ma- de la democracia pretende ser, en cambio,
nifiestan tres comportamientos que están transparente. Pero hay algo más, porque
oxidando, obviamente en algunos países el Estado no es solamente una estructura
más que en otros, el resorte que impele de dominación, sino que debería ser una
al cumplimiento de la ley. Son los com- estructura capaz de irradiar confianza.
portamientos que fracturan el circuito Creo, en este sentido, que la revolución
de la coacción; los comportamientos que digital puede hacer del Estado una agen-
rompen el circuito de la confianza; y los cia mejor capacitada en la gestión y el
comportamientos que corrompen la ad- control del servicio público. Las grandes
ministración del Estado merced a una interpretaciones en cuanto al Estado y a
concepción patrimonialista y corrupta de la estatalidad olvidan a veces el lado coti-
la cosa pública. Los tres comportamientos diano del Estado que, si es bien atendido,
son factores que erosionan tanto la legi- puede mejorar la confianza hacia lo públi-
timidad republicana como la legitimidad co. Hoy la confianza en América Latina
de la representación política. se ha apartado del Estado y circula por
No es necesario explayarse en deta- instituciones pre-políticas o parapolíticas:
lle para señalar que nuestros regímenes las iglesias, la familia, los vecindarios, las
en América Latina contienen uno de los asociaciones espontáneas, las ONG, los
niveles de desigualdad y violencia social movimientos sociales. Señal de que la
más altos del mundo; que los niveles de confianza se está desplazando hacia otro
confianza en los jueces y policías, en los lado, no hacia la cosa pública, que es el
parlamentos, servicios públicos y parti- corazón de la tradición republicana, sino
dos políticos están por debajo del 30% hacia la cosa privada o hacia una combi-
(datos de Latinobarómetro), y que los nación de lo público con lo privado.
escándalos de corrupción están estreme- Por otra parte, las promesas de mejo-
ciendo las bases de idoneidad y calidad ra estatal gracias a las nuevas tecnologías
ética de la administración pública. Estas conllevan un aspecto negativo, porque la
malformaciones plantean una contradic- revolución digital se ha convertido en un
ción entre realidades e ideales: la lógica de arma poderosa y paradójica. De un lado,
un régimen colonizado por estos hechos acrecienta el control del Estado sobre los
de corrupción –pensemos en Argentina habitantes; de otro, la acción de quienes
y Brasil– es opaca; la lógica republicana penetran redes secretas de impunidad

3
Véase José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976,
cap. 7.

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–evoco el caso reciente de los «Panama Latina no es pre-política; es, al contrario,
Papers»– pone al descubierto el lado per- política porque marca a fuego la insufi-
verso de la globalización financiera y de ciencia de las instituciones.
la ruptura del pacto fiscal. Planteo el de- Por otra parte, la sujeción a una ley co-
safío: ¿es acaso posible, con los controles mún, capaz de generar una distribución
civiles de la tradición republicana que he- más igualitaria de la libertad, requiere
mos heredado, poner límites tanto a estos una coincidencia práctica, que ya hemos
avances sobre la intimidad y las libertades señalado, entre legitimidad de origen y
personales, como al colosal flujo, legal e legitimidad de ejercicio. Este vínculo se
ilegal, de las transacciones financieras? está desgastando a caballo de una tenden-
Dejo la pregunta abierta sin desconocer el cia que recorre algunos países en América
hecho no menos preocupante de la con- Latina y que busca vaciar nuestros regí-
centración de los flujos de información en menes en antiguos moldes, típicos del
pocas y poderosas empresas tecnológicas hiper-presidencialismo. Tras la reivindi-
de planetaria irradiación. cación de los «verdaderos» o «auténticos»
Adviértase que estos fenómenos no son intereses del pueblo, esta forma unani-
patrimonio exclusivo de América Latina, mista de dominación busca controlar las
pues se trata de procesos de carácter libertades constitucionales para someter-
mundial, pero lo que nos singulariza y las a los dictados –me atrevo a parafra-
emparenta con otras regiones es el hecho sear a Maquiavelo– de unos pretendidos
de la megalópolis escindida tanto por las «príncipes nuevos».
desigualdades como por las oligarquías Como se deduce de estos comentarios,
armadas del delito organizado y por las no estaríamos confrontando en estos años
oligarquías de la corrupción que también, el modelo clásico de corrupción ideoló-
como decía Sucre, hacen gemir al ciuda- gica de los regímenes democráticos y re-
dano. En este desafío se condensan los publicanos. Hoy, en cambio, estaríamos
logros y fracasos de la representación po- más cerca de un escenario en el cual las
lítica en América Latina. Tal vez encon- incongruencias y alteraciones en lo que se
tremos en este punto una agenda compar- refiere al ejercicio republicano de la de-
tida: la de levantar el reto del gobierno de mocracia llegan a generar metástasis ins-
repúblicas representativas montadas sobre titucionales. Por eso, los conflictos a que
un escenario que, muchas veces, remeda hemos aludido abren interrogantes acerca
un gigante invertebrado. Acaso sin darnos del porvenir de la representación políti-
cuenta hemos invertido el argumento de ca. Este, creo yo, es un punto crucial a
Hobbes: la violencia urbana en América la altura del siglo XXI. Como decíamos

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al comienzo de estas reflexiones, ¿podrá, visibles sin duda hasta hace muy pocos
en efecto, el régimen de democracia re- años, está cambiando aceleradamente la
publicana hacer frente al desafío que la percepción del tiempo y del espacio de la
mutación planetaria en curso –mutación acción humana.
social, económica y cultural– plantea a la De esta manera, se están dejando de
representación política de los ciudadanos? lado los vínculos tradicionales de media-
Para intentar alguna respuesta, ensa- ción entre el ciudadano y el Estado, lo
yemos una triple distinción. En los re- cual hace que las demandas y expectativas
gímenes democráticos del siglo xxi se terminen volcándose de manera directa
conjugan, muchas veces en conflicto, la sobre la arena pública. Estas expresiones
dimensión electoral, la dimensión institu- son tributarias de un descontento, sor-
cional y, en el horizonte utópico de esta do o manifiesto, con la insuficiencia de
forma de gobierno, la dimensión igualita- la democracia institucional y el carácter
ria y fraterna de la ciudadanía. republicano de la misma. ¿Por qué digo
Entre estas tres dimensiones la que esto? Porque la democracia institucional
más resalta, casi como si fuera una prác- es la bisagra que abre el comportamiento
tica cotidiana, es la dimensión electoral. electoral hacia una democracia de ciu-
Votamos, elegimos, a simple vista los par- dadanos; vale decir: si, en este contexto
tidos compiten envueltos en un mundo radicalmente novedoso, la democracia
de sondeos y encuestas de opinión que es- electoral no produce instituciones que
crutan las demandas de la sociedad; pero, respondan a la demandas inmediatas de la
acaso sin darnos cuenta, no percibimos ciudadanía de bienes públicos, el Estado
del todo como también está cambiando se estremece y hace las veces de una or-
la escala de la representación, como si ganización fofa, con bolsones de corrup-
se tratase de un repliegue del ciudadano ción, estancada y poco flexible. De aquí
sobre sí mismo que, con el concurso de que deben ser bienvenidas la reformas
las redes sociales, crea él mismo su propio que puedan efectuarse en el plano jurí-
sistema de representación. Si la represen- dico para ir salvando las distancias entre
tación política fue concebida atendiendo democracia electoral y democracia ins-
a la mediatez entre gobernantes y gober- titucional. Sin embargo, no todo lo que
nados, las redes sociales ponen hoy en reluce en las normas se refleja en las rea-
agenda el carácter inmediato de la vida lidades cotidianas. Los cuerpos de leyes
pública y privada. Tras estos itinerarios son frondosos; las adecuaciones vitales a
comunicacionales, que se arman y re- la normas mucho más escuálidas.
arman con inusitada velocidad, impre- Este es un problema que enlaza nuestros

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pasados con el presente. Siempre brilló en de ideas públicas que, en general, se ad-
América Latina un genio caligráfico en la vierte en el mundo. La política hoy avanza
producción legislativa que sobrevolaba a remolque de fáusticas mutaciones cultu-
los privilegios sociales establecidos y no rales, valorativas y tecnológicas. Mientras
aterrizaba en el campo de las conductas. la sociología à la page se aplica a describir
Desde las primeras constituciones del xix, estos fenómenos mediante adjetivos como
tan bellamente escritas, hasta las actuales, «leve», «líquido» o «fragmentario», la po-
tan generosamente abiertas a la incorpo- lítica prosigue razonando a la sombra de
ración de un amplio espectro de derechos, grandes principios elaborados en siglos
nuestros regímenes no han elaborado to- anteriores. Si el XVIII y el XIX nos trans-
davía un razonable compromiso entre de- mitieron los principios de los derechos
rechos y obligaciones. La experiencia no individuales, de la representación política
debería caer en saco roto porque de lo que derivada de la soberanía del pueblo y de
se trata es de pasar de los derechos escritos la división de poderes, el siglo XX, junto
a los derechos instituidos y de estos a las con los derechos sociales, trajo la nove-
obligaciones asumidas por la ciudadanía. dad del partido político en tanto centro
Son tres escalones a través de los cuales de convergencia de valores, intereses e
se puede subir o bajar. Este es un desafío ideología. Con su organización duradera,
enorme para la democracia republicana, que no se confundía con la biografía de
porque en este mundo en transformación, sus fundadores sino que la trascendía, el
la visión de un ciudadano creador de de- partido político dio cuerpo a dos clases de
rechos y obligaciones libre y espontánea- regímenes: los regímenes democráticos de
mente asumidas, también se está transfor- carácter constitucional pluralista (así los
mando. Desde luego, esto repercute en el llamó Raymond Aron), dotados como he
porvenir de nuestros partidos políticos. dicho de derechos sociales, y los regímenes
Se ha dicho durante gran parte del siglo de dominación totalitaria. Así, el partido
XX que la democracia republicana es un político fue la envoltura de la sociedad
régimen de partidos. ¿Lo es todavía? industrial cuando esta adquirió su plena
Para mí es claro que deberíamos refor- madurez: los partidos políticos eran, en
mular un nuevo pacto representativo en suma, organizaciones permanentes que
un momento histórico en este aspecto incorporaban en su seno fuerzas sociales.
poco favorable. Debemos obrar pues a La rapidez de los cambios ha demoli-
contracorriente. Quizás esta inédita en- do muchos aspectos de esta experiencia.
voltura de la mediación política, endeble y Los partidos son ahora organizaciones
con otro tono, obedezca también al vacío más frágiles, en no pocos casos mucho

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más atentas a las demandas sociales que lugar, en fin, los derechos que reclaman
a las ofertas programáticas emanadas de protección frente al desempleo. Este sex-
sus liderazgos. Lo mismo vale, analógica- teto no tiene la armonía de una pieza mu-
mente, para los principios y fundamentos. sical sino que se radica en un escenario
Cuando permanecen como principios conflictivo indisolublemente vinculado al
de legitimidad de alcance universal (por contrato fiscal que sustenta los Estados, al
ejemplo, los derechos humanos) se los rendimiento de la economía y a la aper-
suele reivindicar en las democracias como tura hacia nuevas dimensiones, entre ellas
un dato adquirido, muchas veces desliga- la ecológica, las de género y, sin cerrar la
do del conjunto de obligaciones ciudada- lista, a las nuevas concepciones en torno
nas que dichos derechos suponen, y olvi- al matrimonio y la familia. El sexteto pues
dando de paso la larga y dolorosa historia se amplía constantemente. Lo que no se
ínsita en sus comienzos, en su ampliación amplía con tanta aceleración son sus bases
y en su perfeccionamiento. Esta referen- materiales. Aunque suene a lugar común,
cia a los derechos muestra a las claras, la y esto los saben muy bien los gobernantes
extraordinaria circunstancia en que ac- y hombres de Estado, los derechos cuestan
tualmente está situado este venerable pa- dinero y enfrentan a diario profundos cam-
trimonio histórico. Señalo este punto con bios en su contenido y en la manera como
énfasis porque, más allá de la discusión en son asumidos por la conciencia ciudadana.
torno a la definición del derecho –una dis- Señalo, al respecto, la transformación por
cusión que lleva siglos– no me cabe duda la que atraviesan el derecho a la educación
alguna de que el sujeto que hoy forma la y las tradicionales concepciones, tan caras
ciudadanía en las democracias republica- en el Río de la Plata a partir del siglo XIX,
nas es un sujeto histórico que, por ser tal, del papel del magisterio, en la mayor o
viene adquiriendo progresivamente un menor autoridad de los maestros en tanto
conjunto de derechos que conforman y referentes sociales, y en el rol de los medios
dan sentido a su dignidad. tecnológicos puestos a su servicio.
Primero fue el derecho a la vida y a la Empero este análisis debería completar-
seguridad física. En segundo lugar, se in- se desde otro ángulo porque, tratándose
corporaron los derechos civiles y políticos. de un fenómeno histórico, los derechos
En tercer lugar, el derecho a la educación suponen una escala a través de la cual se
común y obligatoria. En cuarto lugar, el puede ascender o se puede descender. Mi
derecho a la salud. En quinto lugar, los generación y las camadas de estudiantes
derechos atinentes a la seguridad social más jóvenes hemos sido educados a la
y al combate contra la pobreza. En sexto sombra del antiguo criterio de que los de-

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rechos son acumulativos; es decir, apren- bían firmado hacía pocos años el Tratado
dimos la teoría, o la dimos por supuesta, de Roma era del 25 % del PBI. Con ella se
que asumía que la conquista de un nuevo financiaban los bienes públicos de la edu-
derecho se hacía sobre la consolidación cación, de la salud y de la seguridad social
de los derechos ya adquiridos. Un reco- para una población –prestemos atención
rrido fecundo que nos lleva de Hobbes a a este dato– cuya esperanza de vida al na-
Rousseau, de estos a los pedagogos y ad- cer se ubicaba en los setenta años. Hoy,
ministradores de la salud y, por fin, a los la adquisición de estos bienes públicos es
responsables de las agencias del Estado mucho más cara mientras la presión fiscal
consagradas a la seguridad social. Pero, no cesa de aumentar junto con la evasión
¿qué pasa, por ejemplo, cuando la adqui- fiscal, y la esperanza de vida se ha em-
sición de derechos bienvenidos, como el pinado diez años más hasta los ochenta
de la igualdad de género o el matrimonio años. ¿A qué aludimos con este ejemplo?
igualitario, se instalan sobre el terreno Al hecho de que hoy en día la satisfac-
cenagoso de la inseguridad y del crimen ción de los derechos requiere llevar a cabo
organizado? Ocurre que la imagen de la un difícil ensamble con la economía, la
acumulación de derechos se quiebra y, al demografía y la fiscalidad. En su defecto,
modo de un filme retrospectivo, afronta- como hoy observamos en Europa, cunde
mos, como si fuera una rotunda novedad, el desaliento, el descreimiento y la adhe-
que se impugnen crudamente derechos sión hacia las llamadas «utopías regresi-
tributarios del pacto «hobbesiano» o pro- vas»; esto es: una vuelta de campana que
pios de lo que en el siglo XIX se denomina- nos sumerge en lo peor del pasado, en la
ba Estado gendarme. Ascenso y descenso: contra-ilustración con su secuela de na-
todo en simultáneo. Celebramos los nue- cionalismos, racismos y odio al extranjero
vos derechos y contemplamos, o más bien en la figura del inmigrante.
sufrimos, el deterioro de la plataforma bá- El segundo ejemplo es más cercano y
sica sobre la cual, vuelvo a Max Weber, se ratifica el anterior. En 1984, con el fervor
levantaron los Estados nacionales. que nos suscitaba la instauración de la de-
Y hablando de plataforma básica, tal mocracia, me tocó visitar California y a su
vez convenga ilustrar estos problemas gobernador Jerry Brown, un político del
con dos referencias personales. Hace ya Partido Demócrata varias veces reelecto
más de medio siglo, cuando realizaba mis con intervalos. Cuando le transmitimos
estudios de doctorado en aquella Unión nuestro entusiasmo, Brown nos pregun-
Europea en plena formación, la recauda- tó a boca de jarro: «¿quieren realmente
ción media fiscal de los seis países que ha- consolidar una democracia?» Y añadió:

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«tengan en cuenta que es un régimen muy señales negativas nos muestran que, más
caro porque mientras las demandas popu- allá de la crisis que los aqueja, los partidos
lares son ilimitadas, los recursos fiscales siguen siendo indispensables. Un desafío
son escasos». Esta es una lección trascen- gigantesco y a la vez paradójico: declina lo
dente que se acrecienta entre nosotros que es aún indispensable. Por este motivo,
en la medida en que la legitimidad de la en ausencia de un sistema de partidos que
moneda, como la llamó Hugo Quiroga4, mantenga viva la llama de la renovación,
tambalea y se diluye debido a los proce- los contenidos republicanos de la demo-
sos inflacionarios, a la evasión fiscal, a la cracia se degradan. En consecuencia, los
economía en negro y, en fin, a las tenazas regímenes en los cuales prevalece el talante
opresivas de la desconfianza pública. institucional, la atmósfera ética que rodea
En la tradición republicana esta perma- a los dirigentes y la capacidad para mante-
nente reconversión y declinación histórica ner de pie sus sistemas de partido, serán los
de los derechos tiene su contrapartida en que, posiblemente, podrán avanzar mejor
la estructura de mediación de los parti- en este mundo preñado de incertidumbre.
dos. Aunque suene a otro lugar común, Desprestigiados y a la vez necesarios, los
los derechos son institucionalizados por partidos deberían por tanto recuperar las
los parlamentos donde legislan represen- ganas para plasmar ideas a través de la ac-
tantes propuestos por partidos. Y aunque ción. Es un reto a la inteligencia práctica
suene, insisto, a argumento repetido y en que hoy parece haber desertado de los de-
medio de las transformaciones sociales y bates. Añadiría: es el reto de dar a luz una
culturales que hemos revisado brevemen- nueva versión del arte de combinar valo-
te, nada, en efecto, ha logrado, por ahora, res. La historia nos enseña que los regíme-
suplantar en las democracias del siglo XXI nes de democracia republicana giran en
el rol mediador de los partidos. Hoy un torno a los valores de libertad, igualdad
régimen con partidos frágiles o facciosos y justicia. No hay vueltas: esta es nues-
presenta la imagen de un Estado inerme tra trilogía. Si bien jamás obtendremos
o, en el otro extremo, presenta la silueta de de ella una síntesis perfecta, la trama de
un Estado inclinado a dar albergue, en re- nuestra existencia cívica no debería dejar
emplazo del faccionalismo, a formas poco nunca de lado esta exigencia de combinar
complacientes con una práctica sincera valores. Uno de los riesgos que actual-
del pluralismo político y de la alternancia mente planea sobre nuestra circunstancia
entre oficialismo y oposiciones. Estas dos es precisamente el de recaer –ya lo hemos

4
Véase Hugo Quiroga, La Argentina en emergencia permanente, Buenos Aires, Edhasa, 2005, cap. 3.

28 [La democracia republicana: pasado y presente] NATALIO r. bOTANA


hecho en muchas oportunidades del pa-
sado– en la manía de la simplificación y
en la arrogancia de creer que la política
auténtica se cifra en la pretendida impo-
sición de un valor en detrimento de los
otros. En algunos de nuestros países he-
mos aprendido esta lección; en otros no.
Sería deseable que esta visión tolerante de
la vida, que no rehúye el conflicto sino
que lo asume y encauza hacia un horizon-
te más humano, se proyecte en estos años.

Registro bibliográfico Descriptores · Describers


BOTANA, NATALIO R. democracia / república / representación política
«La democracia republicana: pasado y presen- / América Latina
te», en: ESTUDIOS SOCIALES, revista universitaria democracy / republic / political representation /
semestral, año XXVI, n° 51, Santa Fe, Argentina, Latin America
Universidad Nacional del Litoral, julio-diciembre,
2016, pp. 17-29. Recibido: 15 / 05 / 2016
Aprobado: 23 / 06 / 2016

ESTUDIOS SOCIALES 51 [julio-diciembre 2016] 29

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