Si, si. Estaban justo en una jugada de gol, eso es lo que le dije, señor juez.
Es que era una cosa y después otra y otra. Así todo el tiempo, todos los días. No se
callaba nucna. Vamos, usted sabe lo que le digo: “hacé esto, cambiá de canal, arreglá
esto, guardá esto, sacá el perro, que no cambias más, que yo no tengo derechos, que ya
ni me miras”. Y así, una y otra vez.
Así que ayer llegué a casa y volvió a empezar: “ya te he dicho mil veces que bla bla
bla” Yo no dije nada. Ella hablando y yo nada. Aguantando. Se quedó callada por un rato,
pero después la escuché llorando. Y ahí, de golpe agarró el trofeo de futbol del estante y
me lo tiró por la cabeza.
Si, señor juez, me lo tiró encima. Mire lo que hizo (muestra la herida en la cabeza). Es que
estaban a punto de meter un gol y eso no se le hace a un hombre, señor juez. Me cegué
y… la televisión se apagó de golpe con un ruido seco, plof. Y creo que vi que le salía
humo. Después no me acuerdo que pasó pero llegaron los suyos enseguida. El trofeo
estaba todavía en mi mano.