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Según testimonian diversas obras de la literatura castellana y como ya hemos analizado a partir del corpus Commented [A1]: Tengo

1]: Tengo que agregar: maría de zayas


(enganchado con Calderón), cambiar Quijote, agregar novelas
correspondiente a Literatura española I, desde el medioevo en adelante los códigos de honor se fueron ampliando ejemplares
progresivamente a lo largo de la historia. Este conjunto de expectativas y deberes sociales surge en la sociedad
medieval castellana vinculado a lo épico militar, cuando la condición de noble podía adquirirse como reconocimiento
por el valor de los servicios en el combate. Sin embargo, a medida que fue complejizándose la trama de relaciones
sustentadoras del tejido social, el concepto de honor llegó, gradualmente, a implicar otros discursos sociales:
política, religión, pureza de sangre, moral, fidelidad conyugal, identidad son tan solo algunos de los aspectos que
comienzan a formar parte del concepto de la honra. A lo largo de este trabajo, me he propuesto analizar una serie de
obras literarias pertenecientes al Siglo de Oro español focalizando en el problema de la honra.

Diálogo renacentista

Entre los géneros que sostienen la práctica humanista en la mitad del siglo XVI, se encuentra el
diálogo. Se trata de un género que permite la comunicación abierta y extensa del conocimiento y la difusión de un
saber. Los diálogos renacentistas se construyen a partir de tradiciones tomadas de los escritores clásicos, los
humanistas italianos, Erasmo y los discursos silogísticos de la Edad Media. Más que hacer hincapié en la solución
permiten dar cuenta del proceso de conquista del saber.

A continuación, analizaremos de qué modo se presentan el honor y la honra en estos dos diálogos
renacentistas: El Crotalón de Villalón y El Cortesano de Catiglione.

El Crotalón

Si bien no hay precisión en cuanto a la fecha en que El Crotalón fue escrito, se lo sitúa aproximadamente en
1555. Este diálogo sigue el modelo Lucianesco de la antigüedad. La tarea de la enseñanza y el aprendizaje se llevan
adelante pero a partir de un tono más humorístico e irónico. Asimismo, se tocan temas sociales y se realizan críticas
a diversas instituciones, oficios y problemáticas de la época. En este caso, el intercambio dialógico se produce entre
el maestro Gallo (reencarnación del filósofo Pitágoras) y el alumno Micilo, zapatero dueño del animal. El hecho de
que el maestro sea un gallo le otorga el tono humorístico propio del modelo en el que la obra se basa. En cada
capítulo, Micilo recibirá una enseñanza y accederá a un conocimiento comunicado por su maestro Gallo.

Para analizar de qué modo se presenta el honor en este diálogo me centraré en el capítulo 11. En este
episodio, Gallo comienza diciéndole a Micilo que no hay motivos para temerle a la muerte porque desde el
cristianismo la muerte es tan solo la separación del cuerpo y el alma. Gallo asegura que aquel que llevó adelante una
buena vida, tendrá una muerte tranquila, despojada del dolor. Las muertes dolorosas las sufren quienes en vida no
actuaron siguiendo los parámetros del buen cristiano. A continuación, Gallo le cuenta a Micilo la experiencia que
atravesó al presenciar en Milán el entierro del marqués del Gasto, capitán general del emperador de Italia. Durante
este funeral, miles de personas muy reconocidas acompañaron el cuerpo del marqués desde el palacio hacia la
iglesia mayor. Todas estas personalidades (muchos de ellos clérigos, frailes y monjes de todas las ordenes y
religiones) vestían prendas sumamente lujosas y llevaban hachas encendidas de cera blanca en las manos. Según
Gallo fueron más de mil seiscientos y se trató de uno de los funerales más importantes. Este ejemplo que cuenta el
gallo tiene como objetivo tratar el principio de la vanidad que se ve claramente reflejado en los entierros. Me
interesa particularmente la distinción que realiza Gallo entre lo que es la honra mundana y la honra espiritual1 o
celestial (la cual el cristianismo dio en llamar Gloria). Gallo encuentra cierta contradicción por parte de los cristianos
que gastan demasiado tiempo alimentando la vana experiencia y la ambición y terminan olvidando que lo única que

1
Vinculado con el humanismo que concibe la vida trascendental alejada de lo mundano.

1
debe importarle al buen cristiano es el alma. Para esclarecer esto, nada mejor que leer las palabras exactas que
utiliza el maestro para dar cuenta de esta especie de sobrevaloración de la honra mundana:

¿Qué cosa es que vosotros siendo cristianos, hagáis tanta cuenta al tiempo de vuestra
muerte, de acumular y juntar todas vuestras honras para allí? (…) Al tiempo de la muerte, la rica
sepultura y la pompa funeral, tanto luto, tanta cera, tanto clérigo, tanta cruz, tanto tañer de
campanas con tanta solemnidad, tanto acompañamiento de tanto noble(…), pues todo esto, ¿qué es
sino memoria y honra mundana? Que vean grandes aparatos y lean grandes rótulos: “aquí yace
sepultado, etc.” Que si vos sois más rico que otro y teniades mejor casa, bien consiento que tengáis
mejor sepultura, pero que gastéis en vuestra muerte grandes aparatos y hagáis rica sepultura
deziendo que es obra muy santa y muy cristiana, desengañaos, que mentís, que antes es cosa de
gentilidad, que con sus estatuas querían dexar memoria eterna; hacéis gran honra a vuestro cuerpo
en la muerte viendo que peligra el alma de vuestro próximo por pobreza en la vida.

Más adelante agrega:

Gran locura es estar el cuerpo hediendo en la sepultura un estado debajo de tierra, hecho manjar de
gusanos, y estar muy ufano por tener acuestas una lancha que pessa cinquenta quintales dorada por
encima; o estar encerrados en ricas capillas con rejas fuertes como locos atados aun en la muerte.
Gran confusión es de los cristianos aquella palabra de verdadera religión que dixo Sócrates philosofo
gentil; siendo preguntado de sus amigos cuando bebía el veneno en la cárcel donde quería que le
enterrasen, respondió: “echad este cuerpo en el campo”.

Los hombres le dan demasiada atención a la apariencia y la ambición. Gallo cuenta que los santos en el cielo
mueren de risa al ver el modo en que aquí en la tierra enterramos a nuestros muertos. No olvidemos que la voz de
Gallo se presenta como una voz autorizada en la medida en que ha viajado al cielo y al infierno. Habla desde la
experiencia.

El Cortesano

El cortesano, a diferencia de lo que sucede con El Crotalón, sigue el modelo clásico de Cicerón, el cual se
caracteriza por el poco diálogo y la escasa intervención de los personajes. En la Praeparatio del libro IV, el maestro,
Pietro Bembo, comienza preguntándose si el cortesano viejo se encuentra o no mejor dispuesto para el amor para
finalizar convenciendo a la audiencia de que, efectivamente, los cortesanos mayores (hombres de las armas y de las
letras) pueden amar con mayor prosperidad que los jóvenes.

En la contenio (intercambio de proposiciones), el maestro buscará acercar a su discípulo a la verdad


o como dice el narrador “haceros ver claramente” ya que considera necesario “quitar de estos señores el error que
tienen”. En el diálogo, se vuelcan un conjunto de argumentos hasta llegar a la conclusión y verdad definitiva
(resolutio).

Subyace en torno a este debate, una concepción neoplatónica 2 sobre el amor. Se trata de una
reinterpretación de las ideas platónicas atravesadas por la visión cristiana. En el Banquete de Platón se distingue el
amor vicioso (apariencia/engaño) del verdadero amor, amor virtuoso. El primero tiene que ver con amar el cuerpo
más que el alma. El segundo, en cambio, no ama lo aparentemente bello sino la esencia, lo que perdura, es decir, el
alma. La idealización del amor alcanza otra etapa ya que se transforma en la búsqueda de un amor mayor, el amor
hacia Dios. El hombre, cuando ama verdaderamente, alcanza la bienaventuranza del amor acercándose a Dios.

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La apariencia del amor está dada por una de las formas de conocer: el sentido del cual nace el apetito.
Pietro Bembo dice que los jóvenes se dejan llevar por esta apariencia, se engañan alimentando al loco amor (deseo
carnal). Los jóvenes sufren por amor porque a estos los puede la sensualidad principalmente. Frente a la mocedad,
los que son de edad más madura se encuentran más preparados para el amor, “cuando ya el alma no está tan
cargada del cuerpo, pueden corregir por medio de la razón la malicia del sentido y, de tal modo, subir al verdadero
amor”. Acceder a lo hermoso y lo bueno que son una misma cosa dado que la verdadera hermosura no es a la que
mora en el cuerpo sino la hermosura divina del alma. En tal sentido, el Cortesano viejo está en mejores condiciones
para alcanzar este gozo que se produce “con el sentido de la vista y no con el tacto”.

Podemos pensar que en este pasaje honra equivale a virtud. Y la virtud está precisamente del lado
del buen amor, del amor que responde a la bondad divina y a la hermosura y logra ir más allá del loco amor, del
deseo y del placer sensual que es falso en sí mismo. Incluso Bembo le asegura a su discípulo que la hermosura es una
cualidad propia de alguien honrado. De todos modos, considero necesario aclarar que el amor sensual no es
entendido en términos negativos siempre y cuando se lo considere una herramienta para llegar al buen amor y no
un fin en sí mismo. Si bien el amor sensual en un momento de la vida es inevitable, la razón y la fortaleza del alma
son las que le permiten al hombre superar este falso sentimiento para poder acceder al verdadero amor.

Tanto en este pasaje de El cortesano como en el soneto de Garcilaso que analizaremos a


continuación encontramos que las preocupaciones presentes se alejan considerablemente de los grandes problemas
sociales y políticos que atravesaba la sociedad por aquellos siglos. Aquí la honra no está vinculada con el linaje de
sangre ni tampoco con la economía dineraria que acrecentaba de manera muy fuerte por aquellos años. Para
entender esto debemos tomar conciencia de que El cortesano fue una obra pensada para mostrar las virtudes del
hombre ideal del renacimiento. La tendencia del verdadero cortesano debería ser llegar a captar la belleza perfecta y
estar en comunión con la divinidad, aspirando a la perfección moral y espiritual. Ya desde el propio título de la obra
podemos reconocer que Castiglione se introduce en el ámbito cortés y en divagaciones cultas y eruditas. Se propone
perfilar el perfecto hombre de la corte tomando en cuenta el canon físico, cultural e incluso literario que refleja un
código de comportamiento del hombre superior.

Garcilaso de la Vega

Como ya hemos adelantado durante el análisis del libro IV de El Cortesano, con la lírica renacentista de
Garcilaso de la Vega sucede algo similar. Aquí estaremos lejos del planteamiento del honor y la honra ligados a
cuestiones de pureza de sangre, de la opinión y de la apariencia. Esta es una poesía aristocrática. Volvemos a
encontrarnos con una valoración espiritual de la trascendencia del amor. Para tener una idea más clara de esto,
echemos una mirada al Soneto XII:

Si para refrenar este desseo


Loco, imposible, vano, temeroso
Y guarecer de un mal tan peligroso
Que es darme a entender yo lo que no creo,
No me aprovecha verme qual me veo,
O muy aventurado o muy medroso,
En tanta confusión que nunca osos
Fiar el mal de mi que lo posseo.
¿Qué me a de aprovechar ver la pintura
D’aquel cayendo, fama y nombre al mar a dado,
Y la que un fuego y su locura
Llora entre aquellas plantas conocidas,
Apenas en el agua resfriado?

3
En este poema amoroso del poeta renacentista Garcilaso, la voz lírica busca por medio del entendimiento
comprender por qué atraviesa el amor sensual, amor que reconoce como peligroso. La confusión, el sentimiento de
desconcierto y de ambivalencia se hacen presentes en estos cuartetos: por un lado, el entendimiento me inclina a
frenarme y, por el otro, el sentimiento amoroso me hace seguir. Este soneto refleja claramente la tensión que
atraviesa el yo lírico ante estos sentimientos. Ya, desde del primer verso, el objeto en torno al cual gira el poema
aparece presentado: el deseo. En el segundo verso, por medio del recurso del encabalgamiento, se presentan los
epítetos que van a describir ese deseo: “loco, impossible, vano, temeroso”. Estas denominaciones están cargadas de
negatividad y son utilizadas para ornamentar el verso y también para dar cuenta de la gravedad del sentimiento. El
loco deseo es una resignificación realizada por Garcilaso de un tópico que posee una gran tradición literaria y que
está relacionado con el apetito sexual y con la locura amorosa. Ese deseo no solo es loco sino que también es vano,
en cuanto sentimiento pasajero y superfluo, finalmente, es temeroso porque se conoce que puede causar un gran
mal: “un mal tan peligroso” que hasta puede provocar la muerte: “guarecer”.

Resulta necesario aclarar que en este soneto vemos las influencias que recibe Garcilaso de la poesía
contradictoria y atormentada de Ausìas March3. El poeta retoma elementos del patetismo de March con relación al
sufrimiento por la herida amorosa: se habla de peligro, de poseer un gran mal. Cabe aclarar que la apropiación que
hace Garcilaso de March no es solo temática sino también formal: se apropia tanto del loco amor entendido como
deseo carnal y del sentimiento de confusión así como también del recurso de la antítesis y de la presencia narcisista
por medio de ese yo poético tan presente en los cuartetos del soneto. Sin embargo, la poesía de Garcilaso nos
resulta menos atormentada y menos desgraciada que la de March gracias a las influencias que aquél recibe de
Petrarca, quien otorga mayor flexibilidad de las composiciones de Garcilaso.

“El sueño del juicio final” Quevedo

Los sueños de Quevedo son publicados en 1627. Si bien esta obra está compuesta de cinco partes, nos
detendremos en el sueño del juicio final. El narrador, en primera persona, describe el juicio final con el que sueña a
la manera de Horacio luego haber leído la obra de Beato Hipólito.

No necesitamos más que analizar el título que Quevedo elige para estos sueños para poder
reconocer la intención crítica y satírica: “Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños
en todos los oficios y estados del mundo”. Los sueños realizan una fuerte crítica social a distintos oficios: escribanos,
mercaderes, médicos, taberneros, abogados, procuradores y dispensores de cuentas, entre otros. El estilo
conceptista de Quevedo está presente en esta obra mediante, por ejemplo, el recurso de la deformación grotesca,
en la exacerbación de lo feo y en el retrato caricaturesco: “a cuál faltaba un brazo, a cuál un ojo”, “barajados unos
con otros se ponía las piernas y los miembros de lo vecino”, “mercaderes que se habían calzado las almas al revés”.
Como observamos, en el barroco, los límites comienzan a confundirse y se accede a un conocimiento de una
naturaleza ya no armónica sino compuesta por elementos contrarios, opuestos, desordenados y en tensión.

La mirada crítica de Quevedo, lejos de estar dirigida a la corrupción de la nobleza, se dirige hacia la
burguesía. La clase burguesa se presenta como un nuevo grupo social que afecta los valores españoles. Ahora la
economía de base dineraria rige la totalidad de las relaciones sociales. Este valor se expandió desde el ámbito
puramente económico hasta abarcar órdenes diversos: los nuevos valores demostrables, tales como la acumulación
de dinero, la capacidad de gasto y la ostentación pasaron a ser pautas del comportamiento honorable. Desde la
perspectiva de Quevedo, en estas profesiones bulle una apetencia de la riqueza como un bien en sí mismo pues -
según los nuevos dictados sociales-, su posesión honra y enaltece a la persona, la ennoblece. Asoma así un concepto

4
de honra desligado de la ética, fundamentado en la opinión y estimación ajenas. Si ponemos atención, reconocemos
de qué modo se acusa a la gran mayoría de estos oficios de engañar a las personas para obtener beneficios
económicos (pensemos en el caso de los taberneros que eran conocidos por vender vino diluido en agua).4 Al
estudiar obras pertenecientes a la literatura de los siglos de oro españoles, debemos evaluar con ciertas
precauciones el particular modo en que se conformó su capitalismo como sistema económico. Sus características
distintivas lo diferencian de otros modelos nacionales como por ejemplo el capitalismo británico o el capitalismo
americano, entre otros. Nos enfrentamos ante la versión del capitalismo a la española en la medida en que éste se
ve atravesado por las cuestiones sociales e identitarias muy propias de España. En el caso de “El sueño del juicio
final”, si bien sobre la superficie podemos analizar la clara crítica a la clase burguesa, tampoco podemos olvidar que
por aquellos años en España, quienes cultivaban el intelecto u oficios que exigían alguna técnica particular, se habían
hecho sospechosos de impureza de sangre. Nada importaba que hubiese algunos humanistas que no eran ni judíos
ni protestantes; lo que el hispano-cristiano contemplaba desde su morada cristiana de vida era que con el ejercicio
del pensamiento crítico se abría la puerta a maneras de estar en la vida social muy calamitosas para la “casta”
dominante hispano-cristiana, encastillada en la honra personal, no necesitada de cosas ni de ideas, ni de que la
realidad fuese así o de otro modo. La honra era sentida como el culto a una creencia, como un amor indivisible con
otro amante, como una totalidad de conciencia. La cultura era un bien sacrificable como tantos otros en el altar de la
honra nacional o personal. Se creía manchado de semitismo islámico-hebreo cualquier trabajo por encima del de
labrar la tierra, justamente por no dedicarse éste a los judíos. Este es el motivo por el cual el labrador alcanza alta
cima de dignidad. Toda riqueza adquirida con trabajo o negocios se hará sospechosa, lo cual ha de tenerse en cuenta
para entender el descredito de los enriquecidos.

El lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormes es una novela española anónima cuyas ediciones conocidas más antiguas datan
de 1554. En ella se cuenta de forma autobiográfica la vida de un niño, Lázaro de Tormes desde su nacimiento y
mísera infancia hasta su matrimonio, ya en la edad adulta. Es considerada junto con El Guzmán de Alfarache
precursora de la novela picaresca.

Para continuar con nuestro análisis me centraré en el tratado tercero de esta obra, el cual puede leerse
como un desafío a las rígidas leyes de la honra, la fama y el qué dirán. Este tratado se vuelve clave en la medida en
que Lázaro parece descubrir el lado falso de la honra5. En éste, Lázaro se va a encontrar con la figura de un escudero
y se van a producir situaciones que anteriormente no se habían producido. Dos imágenes nítidas salen de este
tratado. El problema de las apariencias y el de la afectividad. Pues si bien Lázaro se da cuenta del lado falso de la
honra, también libera un sentimiento hacia el escudero que no había sentido por los amos anteriores: cariño y
compasión. Las palabras "sentir", "lástima", "querer", "sufrir", aparecen muy a menudo en este tratado en boca de
Lázaro, mostrándonos así la empatía que se da por parte de él y permitiéndonos empatizar desde nuestro lugar de
lectores. Además, la carencia de prejuicios de nuestro ingenuo pícaro le permite adaptarse fácilmente a las diversas
situaciones y entrar en contacto con el "otro", aunque ese otro sea un cristiano viejo (por su origen), obsesionado
por el qué dirán y por la honra externa.

Lázaro se encuentra mendigando en Toledo, cuando va a dar con un escudero que iba por la calle “con
razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden”. El escudero le propone a Lázaro ser su amo y éste
acepta de buena gana. Era de mañana cuando se encuentran, caminando pasan por las plazas donde vendían pan

4
Recordemos que estos nuevos valores ya empiezan a aparecer en La Celestina de Fernando Rojas.

5
pero el amo no se decidió a comprar nada de comida. Caminaron prácticamente todo el día. Al llegar a la casa ya
había pasado el mediodía. La fachada de la casa era oscura y lúgubre pero muy elegante. Sin embargo dentro de esta
no había absolutamente nada, tan solo paredes (ni bancos, ni mesa, ni sillas). Nada más claro que esta descripción
para comprobar que lo que oro parece se torna oscuro al entrar en la casa, la guardiana de la honra. Al llegar
empiezan a conversar pero el amo en ningún momento le ofrece comida. Lázaro escoge un pedazo de pan que tenía
guardado y empieza a comerlo. Su amo le pregunta qué come y en cuando puede empieza a comer junto con él.
“Llevándolo a la boca, comenzó a dar tan fieros bocados como yo en el otro”. En ese momento Lázaro reconoce la
miseria de su amo. Se acuestan a dormir y Lázaro desea estar muerto. A la mañana siguiente su amo comienza a
vestirse “muy a su placer”. Se echa aguamanos, se peina y puso su espada en el talabarte. Se va a la plaza y a misa y
le pide a Lázaro que cuide la casa para que no les roben (humor). La calle se presenta como el lugar de las
apariencias, espacio para lucir su "razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden" y su buen "hábito y
continente". “Por lo que toca a su negra, que dicen, honra, tomaba una paja, de las que aun asaz no había en casa, y
salía a la puerta escarbando los dientes que nada entre sí tenían”.

Lázaro, luego de esperar a su amo largas horas, decide ir a mendigar. Al llega a casa, ya encuentra a su amo.
Luego de que Lázaro le confiesa haber estado mendigando, su amo le dice lo siguiente:

Solamente te encomiendo no sepan que vives conmigo, por lo que toca a mi honra, aunque bien
creo que será secreto, según lo poco que en este pueblo soy conocido.

Más adelante asegura Lázaro:

y quien pensará que aquel gentil hombre se paso ayer todo el día sin comer con aquel mendrugo de
pan, que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar
mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos se hacía servir de la
halda del sayo? Nadie por cierto lo sospechará. ¡Oh, Señor, y cuántos de aquèstos debéis vos tener
por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que por vos sufrirán!

Todo este tratado no hace sino poner en tela de juicio la sociedad de la honra que conduce a los hombres a
un mundo de engaños y mentiras. Se nos muestra de qué modo la honra nos puede llevar a la muerte como única
realidad. Con honra no se come ni se vive y el escudero llega a ser mantenido por el indigno. Por eso Lázaro concluye
que es mejor no tener "tanta presumpción" y "bajar la fantasía" mientras la necesidad sea mucha, porque de lo
contrario, llegará a morir de ese mal de la honra.6

El Guzmán de Alfarache

Así como en el análisis en torno al Lazarillo nos centramos en la figura del escudero, para continuar
profundizando sobre estas problemáticas nos centraremos en la figura del pícaro presente en el Guzmán de
Alfarache. En la España cristiana de los siglos XVI y XVII aparece un personaje que personifica la indignidad, la
deshonra, el descaro y la desvergüenza: este personaje es el pícaro.

Guzmán de Alfarache es una novela picaresca escrita por Mateo Alemán y publicada en dos partes: la primera en
Madrid en 1599 y la segunda en Lisboa en 1604. Nos encontramos en el contexto del Barroco. Durante el Barroco la
sociedad se irá rigidizando cada vez más, y esto va a generar un movimiento interior en aquel español que estaba tan
seguro de su misión en la vida. La escisión ha comenzado y el español va a moverse, desde ahora, entre dos planos:
la apariencia y la realidad, lo digno y lo indigno, el honor y el deshonor, lo falso y lo verdadero, lo moral y lo inmoral,
la virtud y la hipocresía, entre Dios y el Diablo. De esa escisión nace el pícaro.

6
Si para Lázaro la honra es negra y vacía, Guzmán en el capítulo cuarto del libro segundo titulado “En que
Guzmán de Alfarache refiere un soliloquio que hizo y prosigue contra las vanidades de la honra” asegura que la
honra le pesa. Las palabras exactas que emplea son las siguientes:

¡Oh, decía, lo que carga el peso de la honra y cómo no hay metal que se le iguale.

Guzmán siente la honra tan pesada como un metal y por eso la va a envolver entre plomo y piedra y la
sepultará en el mar para que nunca más salga; y lo demuestra quedando en la pura desnudez, desencuadernando su
vestidillo y quedándose en calzas y camisa.

En este soliloquio se refleja claramente la escisión del español de la que hablamos anteriormente. Por un
lado nos encontramos con el que moraliza constantemente enjuiciando y con arrepentimiento, y por otro lado con el
desmoralizado que se dedica a la vida picaresca. Además, nos enfrentamos a uno de los tantos ejemplos en los que
Guzmán elabora un movimiento interior que desemboca en digresiones morales. Estas digresiones no hacen sino
reforzar la idea de que Guzmán es ser escindido, un ser conflictuado que no encuentra salida porque no tiene
diálogo con el mundo; por eso, su única forma de expresión es ese largo monólogo que se convierte en un diálogo
consigo mismo: “Aquí verás, Guzmán, lo que es la honra..”

Para Guzmán, la única honra verdadera es la que se basa en la virtud, y solo tienen la luz los que siguen esa
virtud. Lo demás es falso; la honra basada en la opinión pública y en el dinero se va de la misma forma que viene: "…
lo que llamas honra, más propiamente se llama soberbia o loca estimación…", dice Guzmán. Por eso "no quiero
tener honra ni verla" y "… Nunca la codicié ni le hice cara después que la conocí…". Sin embargo, este mundo no le
pertenece y Guzmán lo sabe. Al final de su historia aparece en galeras, azotado y humillado por actos no cometidos y
víctima, como su padre, de la murmuración. Es que "… Todo anda revuelto, todo aprisa, todo marañado", "… todos
vivimos en asechanza los unos de los otros…". Por eso, toda su vida es un engañar y ser engañado para terminar
desengañado en "la cumbre del monte de las miserias", en la cima de la sima. Si Lázaro termina con una victoria
(aunque sea aparente), Guzmán lo hace con una derrota. El Barroco va tejiendo sus rigideces y el pícaro está
condenado al fracaso. La sociedad se está compactando y no tiene porosidad. El pícaro va a llevar el mundo a
cuestas sobre su espalda, y de allí solo puede venir la caída.

Si bien el soliloquio sobre las vanidades de la honra resulta indispensable para analizar estos aspectos, la
actitud de Guzmán frente a la honra está desde el inicio del libro. Guzmán decide dedicar los primeros capítulos para
contar las deshonras de sus padres y su “confuso nacimiento”, de modo que la impureza de sangre de Guzmán
queda claramente demostrada en su árbol genealógico. Nacido del pecado original, en el "Paraíso Terrenal" (San
Juan de Alfarache), de un padre levantisco y genovés, comerciante, tres veces converso y motivo de murmuraciones.
Para resumir: un cristiano nuevo; y de una madre: "gallarda, grave, graciosa, moza, hermosa, discreta y de mucha
compostura", que si le dio dos padres, ella tenía cien, a los cuales su madre [la abuela de Guzmán] juraba "a cada
padre que era suya".7

A los doce años, al morir sus padres, sale de su casa un "viernes por la tarde". Desde ese momento, el niño
se dará cuenta de que en la vida todo es engaño y de que "… Todos roban, todos mienten, todos trampean…". Un
universal pesimismo recorre las páginas del Guzmán. Vemos de qué modo la impureza de sangre de sus padres
determinará la vida del pícaro aun antes de su nacimiento. Y el pícaro solo se dará cuenta de que su vida está
marcada por el fracaso en el momento que tiene que valerse de sus propios recursos para vivir.

7
Durante el siglo XVII se consolidó en Castilla un esquema social fuertemente estamental, en el que cada
estamento se regía por estrictas normas de comportamiento, por todos aceptadas. Si bien el sentido de pertenencia
y la necesidad de aceptación por parte del grupo se desarrollaron con mayor fuerza entre las clases superiores, su
sistema de valores irradió hacia todos los niveles de la jerarquía social. En este sentido, según afirma Juan Carlos Del
Ama (2007), la presión de la honra provocó, en aquellos individuos contenidos todavía en la trama del orden social,
un efecto de integración. En cambio, para aquellos ya no contenidos -a pesar de la miseria ligada al modo de vida
picaresco-, la privación de la honra pudo significar una liberación, al no tener que hacer pender su existencia de los
juicios de los demás.

Sin embargo, me atrevo a decir que Guzmán, lejos de disfrutar de esa vida de libertad, sufre las
consecuencias de la sociedad de la honra (recordemos que la honra le resulta tan pesada como un metal). Como
lectores podemos deducir que, si bien Guzmán parece burlarse del honrado y asegurar no querer “tener honra ni
verla” en realidad sí le interesaría abandonar los márgenes para formar parte del centro. Esto tiene que ver con una
necesidad humana de pertenencia. Podemos pensar que el mejor escudo que encuentra ante la exclusión y la
imposibilidad de formar parte de la sociedad de la honra es precisamente la negación y el rechazo de esos valores
sociales asegurando que nunca codició la honra “ni le hice cara después que la conocí". Podemos concluir
asegurando que su actitud frente a la honra es de desnudez: él nace sin honra y liberado de ella, se dedica al "oficio
de la florida picardía", el único cargo que puede llevar sobre sus hombros, cargo que tiene muy poco (o nada) de
libertad.

El Quijote

Don Quijote de la Mancha, es una de las novelas más destacadas de la literatura española. Fue escrita por
Miguel de Cervantes y consta de dos partes; una primera publicada a comienzos de 1605 con el título de El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha, y la segunda en 1615 titulada Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote
de la Mancha.

El problema del honor y de la honra aparece durante la obra en reiteradas ocasiones. Numerosos personajes
reflexionan en torno a estos temas y presentan posturas que en muchos casos discuten con lo que sería el discurso
oficial durante el siglo XVII. Me interesaría centrarme especialmente en el episodio perteneciente a la segunda parte
de la novela en el cual Sancho se encuentra al salir del gobierno de la ínsula con un antiguo vecino, el morisco Ricote.
Éste supone un episodio intercalado que refleja la situación de los moriscos. Recordemos que el destierro que los
moriscos se veían obligados a enfrentar era un tema actual dado que entre 1609 y 1613 Felipe II había dictado
sendos edictos de expulsión contra ellos, y Ricote es un representante de todas esas personas que han tenido que
sufrir la amarga experiencia de salir al destierro dejando abandonado todo lo que poseían. Cervantes, muy
humanamente, muestra el vivir del desarraigo de este personaje que llora por tener que abandonar las tierras de su
amada España. Veamos las palabras que Cervantes coloca en la voz de Ricote:

Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro, blanca y suave al parecer de
algunos, pero al nuestro, la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por
España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural. En ninguna parte hallamos el
acogimiento que nuestra desventura desea, y en Berbería, y en todas las partes de África donde
esperábamos ser recibidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No
hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido, y es el deseo tan grande que casi todos
tenemos de volver a España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua como yo,
se vuelven a ella, y dejan allá a sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen;
y agora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria.

Como venimos viendo y volvemos a comprobarlo a partir de este episodio, los dramas de honra tenían como
invisible trasfondo el drama vivo de los estatutos de limpieza de sangre. La cerrazón religiosa, a la cual suele

8
atribuirse el atraso de los españoles, fue solo aspecto de una realidad más profunda. Si la necesidad de mantener la
honra hubiese estado subordinada, ante todo, al ideal de establecer el reino de la palabra de Dios, habría bastado
con cerciorarse de si los descendientes de hispano-hebreos o de moriscos eran auténticos cristianos en cuanto a su
creencia y a su conducta. Sin embargo, no fue así ya que lo importante era el hecho de las ascendencias. De este
modo, la expresión limpieza de sangre refleja hasta qué punto importó la pureza espiritual de la sangre, si cabe
hablar así, en relación con la creencia bíblica de que, a través de la sangre, se transmitían las culpas de los padres.

Por otra parte, el capítulo XXXVIII de la primera parte, Don Quijote manifiesta cierto sentimiento de
inconformidad frente al desplazamiento del sentido de la honra. Este capítulo lleva como epígrafe: Que trata del
curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras. 8 Nos centraremos particularmente en el momento en
que Don Quijote asegura que, a pesar de que cuesta alcanzar la excelencia en las letras, es mucho más arriesgado y
costoso llegar a ser un buen soldado, a quien “la muerte acecha en todos los trances de la guerra”. Sin embargo, a
continuación Don Quijote asegura que estos soldados lamentablemente han quedado en el pasado y elabora una
clara crítica hacia los soldados de su contemporaneidad, quienes dan batalla con armas de fuego:

Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos
endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le
está dando el premio de su diabólica invención, con lo cual dio causa que un infame y cobarde
brazo quite la vida de un valeroso caballero, y que, sin saber cómo ni por donde, en la mitad del
coraje y brìo que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de
quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y
corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.
( I; XXXVIII)

Notamos que los cambios producidos en el antiguo arte de la guerra se hacen patentes es este episodio. Los
campeones individuales medievales, acostumbrados a la acción singular, a la iniciativa propia y al constante ejercicio
particular de las armas como medios para acrecentar la honra personal (rasgos que pudimos reconocer entre las
características heroicas del Cid), son desplazados ahora por masas organizadas de un ejército regular, obediente y
disciplinado bajo las ordenes de un escalafón de jefes militares. En el campo de batalla, en tanto, ya no se emplean
armas de corto alcance- dependientes del valor personal, del ánimo bélico y de la fuerza del brazo de quien las
empuña, pues han sido reemplazadas por armas de fuego. Don Quijote, en el discurso de las armas y las letras,
deplorará las innovaciones de su presente, detestando las armas de fuego y aborreciendo la posibilidad de que el ser
más ruin pueda acabar con la vida del más admirable caballero, seguramente acordándose el autor del arcabuzazo
que le dejó inútil su brazo izquierdo. 9 (Entra en juego un aspecto biográfico)

Podemos vincular esto con los supuestos de Maravall, quien asegura que los tres pilares que sostienen el
estado moderno son la economía dineraria, el ejército regular y la creciente burocracia de letrados y técnicos para su
administración. De este modo, no sólo vemos una sensación de inconformismo con respecto a las nuevas formas de
intercambio económico que generan cierta “Pasión por el dinero” y desplazan una serie de valores medievales sino
también la presencia de una mirada claramente crítica frente a los cambios en el ámbito de las armas en donde

9
En su momento esto es comprendido tan claramente que el llamado Quijote de Avellaneda contiene
precisamente una antítesis a esta apología cervantina de la vida militar, puesto que en el segunda parte apócrifa del
Quijote, el soldado es retratado como inmoral, gentuza de baja estofa que llega a aprovecharse de la generosidad
ajena, y que roba no sólo lo material, sino la honra, como es el caso del soldado que se aprovecha de la mujer de
Japelin en el relato de El rico desesperado, aprovechando que éste le ha dado albergue en su casa.

9
cualquiera puede matar incluso al más valiente de los caballeros. Aquello que durante tantos siglos había sido
condición de un hombre honrado como era la valentía guerrera, ahora ha desaparecido de las características de los
guerreros.

Peribañez y el Comendador de Ocaña - Lope de Vega

El teatro barroco otorgo al honor un carácter fundamental: multitud de piezas de la época analizan con
extrema sutileza complicados casos de honra. Una fórmula acuñada por Lope de Vega en “Arte nuevo de hacer
comedias en este tiempo” (1609) revela su decisivo juicio de valor:

“Los casos de la honra son mejores,


Porque mueven con fuerza a toda gente.”

Estas dos frases, densas y cargadas de sentido, manifiestan el propósito y las razones del éxito de la comedia
de Lope. El poeta estructuró su arte con miras a conmover a todos los espectadores y salió así al encuentro de
inquietudes y situaciones comunes a todos (innovación artística por parte de Lope de Vega). El dramaturgo redujo a
casos situaciones humanas, tensas al máximo, en las cuales se debatía conflictivamente la conciencia del existir de la
persona, escindida en un sentirse siendo y a la vez en trance de no ser. Según Castro, el destello genial consistió en
concebir el problema no como una generalidad humana, sino como una singularidad española, una singularidad que,
en tal coyuntura, iba a mover “con fuerza” el alma de un sujeto colectivo.

Nos centraremos en este análisis en la comedia lopesca titulada Peribáñez y el Comendador de Ocaña. Esta
pieza se publicó por primera vez en 1614, dentro de la Cuarta Parte de las comedias de Lope de Vega. Para analizar
el modo en que visualizamos el honor y la honra en esta comedia nos apoyaremos en los desarrollos teóricos de
Gustavo Correa, quien asegura que la honra se da en dos planos: uno Horizontal que da cuenta de la relación del
sujeto con otros miembros de la comunidad (fama, reputación) y otro Vertical vinculado con la estratificación
vigente en la época (rey, nobles y caballeros hidalgos, labradores). Lo interesante de Peribañez y el Comendador de
Ocaña es que la honra determina la forma de contacto entre dos clases sociales, dos mundos independientes.

Por un lado tenemos el mundo de comendador que es un mundo caballeresco y por otro lado el mundo de
Peribañez que es claramente villanesco. Desde el punto de vista simbólico, el Comendador se rodea de objetos que
determinan un estatus social superior: la cruz guarmecida, la espada de caballero, el olor a rosa y las comidas
refinadas. Por el contrario, Peribañez utiliza objetos que determinan su estatus social inferior como son la capa
pardilla, la espada de labranza, el olor a vino, y la comida modesta. En el sentido vertical Peribañez solo carece de
honra caballeresca. Sin embargo, con el objetivo de liberar el espacio y poder acercarse a Casilda, el Comendador le
otorga honra vertical a Peribañez, primero en forma de regalos, luego por medio de cargos honoríficos (ser
nombrado capitán de una compañía de labradores y ser armado caballero). Todo esto lo hace con el objetivo de
alejar a Peribañez de su pueblo. Antes de ausentarse, Peribañez le solicita que el comendador le ciña la espada y le
recomienda la defensa de su honra y de su casa. El comendador cree ver malicia en las palabras de Peribañez:

Peribañez: vos me ceñiste la espada


Con que ya entiendo de honor;
Que antes yo pienso, señor,
Que entendiera poco o nada.
Y pues iguales los dos
Con este honor nos dejais,
Mirad còmo lo guardais,
O quejàreme de vos.

Sin embargo, el Comendador no parece atender a su pedido y destruye su honra horizontal sometiendo a la
fuerza a su mujer. Recordemos que para la sociedad de la honra, la deshonra femenina recae de forma directa sobre
10
el hombre, ya sea su esposo, su padre o sus hermanos. La mujer en sí misma no tiene honra. Estos parámetros
provienen de la Edad Media y se continúan durante los siglos XVI Y XVII (recordemos lo que sucede con la deshonra
que los infantes de Carrión le ocasionan al Cid injuriando a sus hermanas).

Peribañez se siente ahora elevado a la condición de hidalgo y por consiguiente con poder para defender su
honra. La primera noche de su ausencia deja a su compañía en el camino y retorna presuroso a su casa donde
sorprende al comendador. La deshonra lleva unida siempre la venganza del ofendido, de modo que, como era de
imaginar, inmediatamente a la noticia de la perdida de la honra, Peribañez reacciona con violencia y toma el castigo
sin intervención de la justicia real. Resultan interesantes las palabras que emplea Peribañez antes de matar al
comendador, a uno de sus lacayos y a la prima de Casilda que traidoramente la ha vendido. Si bien se muestra
humano y entero, nuestro protagonista sabe muy bien que, siendo que la honra equivale a la vida, es necesario
vengar su deshonra con la muerte:

Peribañez: Basta que el Comendador


A mi mujer solicita;
Basta que el honor me quita,
Debiéndome dar honor
Soy vasallo, es mi señor,
Vivo en su amparo y defensa;
Si en quitarme el honor piensa,
Quitaré yo la vida;
Que la ofensa acometida
Ya tiene fuerza de ofensa.

La sanción caballeresca le ha conferido simbólicamente el poder de “defender su honra horizontal”10. La


manera de lograrlo es por medio de la muerte del comendador, y con la intervención del rey al final, Peribañez no
solo mantiene el nivel de honra vertical otorgado por el comendador, sino que además es premiado por el rey
siendo nombrado definitivamente capitán de la jornada militar que se avecina.

La vida es sueño – Calderón de la Barca

La vida es sueño es una obra de teatro perteneciente al movimiento literario del barroco. Fue escrita
por Pedro Calderón de la Barca y estrenada en 1635. Para continuar con nuestro análisis me detendré en el
personaje de Rosaura. Si bien la primera impresión que produce Rosaura es la de ser una versión de un tipo literario
muy popular: la heroína a la caza de un hombre que la ha deshonrado, engañado y abandonado, lo que le da
profundidad dramática a Rosaura es el hecho de que ella no solo persigue al hombre que la ha agraviado sino, sobre
todo, al padre que la abandonó dejándola sin identidad, y por ende, condenándola a la deshonra desde el momento
de su nacimiento (recordemos que estamos frente a una sociedad en la cual el linaje y el nacimiento pasan a ser
condición determinante de la honra). De este modo, podemos plantear una doble deshonra en Rosaura.

Me centraré especialmente en la escena XX del tercer acto, escena en la cual Rosaura se dirige hasta donde
está Segismundo vestida de mujer pero armada de espada y daga (tercer disfraz  combinación. Ella aún no sabe
quién es)  Trabajoso camino hacia su identidad). Allí, Rosaura cuenta su propia historia, el deshonor que a ella
misma le sometió Astolfo abandonándola en Moscovia para venir a casarse con Estrella esperando obtener el trono

10
los personajes de alto rango (señores, caballeros, hidalgos) poseían honra inmemorial, y les era lícito y
dramáticamente posible vengarse en secreto. Pero no les cabía hacerlo a villanos ofendidos, de baja clase y de alta
casta, por el simple hecho de ser cristianos viejos, sin borrón judaico o moro en su ascendencia.

11
de Polonia. Segismundo, admirado de su belleza dice que repondrá su honor y se dirige a la batalla. El problema de la
honra aparece definido de forma muy clara en palabras de Rosaura11:

Lo más que podré decirte


los trofeos de mi honor
de mi es el dueño que roba
los despojos de mi honra
Astolfo, ¡Ay de mi!

Me interesa particularmente la expresión que utiliza Rosaura para dar cuenta de su miserable situación. Ella
habla de “los despojos12 de (su) honra” y con esto vuelve explícita su doble deshonra. Astolfo la deshonra por
segunda vez y, siendo que para la sociedad española de estos años la honra vale más que la vida misma, Rosaura se
siente muerta en términos sociales. Veámoslo con sus propias palabras:

Yo ofendida, yo burlada,
quedé triste, quedé loca,
quedé muerta; quedé yo.

El personaje interesa particularmente por su papel claramente activo, aun tratándose de una mujer. Rosaura
viaja a Polonia acompañada de su escudero para tomar venganza de su prometido Astolfo, quien la abandonó por
ser una hija ilegítima, por haber nacido deshonrada, y decide casarse con la infanta Estrella. Rosaura, lejos de
resignarse a lamentar su situación, se une a las tropas del príncipe con el objetivo de matar a Astolfo. Para esto,
decide disfrazarse de hombre. La forma de travestismo le da al personaje femenino la posibilidad de pasar de objeto
del deseo a sujeto, logrando acceder al poder y la defender activamente su honor. Todo esto propicia el surgimiento
de cierto nivel de agencialidad en este personaje.

Sin embargo, si bien no negamos el papel activo de Rosaura, debemos reconocer que, en un mundo
masculino, ella sola no puede recuperar su honra. Recordemos que la mujer por sí misma no tiene honra. La honra o
deshonra femenina recae de forma directa sobre la honra del hombre que pertenece a su núcleo familiar. Quien le
devuelve la honra a Rosaura, lejos de ser Astolfo o Clotaldo, es Segismundo con ayuda de su padre. Rosaura, por más
voluntad que demuestre a la hora de defender su honor, sigue siendo una mujer dentro de un mundo en el que los
hombres tienen el poder. Astolfo finalmente se casa con Rosaura gracias a la intervención de Segismundo, quien no
solo lo incita a hacerlo sino que además renuncia a los sentimientos que tiene por Rosaura. Coloca sus obligaciones
como rey por encima de sus sentimientos personales, actitud que le da carácter heroico al protagonista. Como buen
rey, renuncia a sus aspiraciones personales por el bien de su pueblo.

11
De noble madre nací/en la corte de Moscovia,/en ésa puso los ojos un/traidor, que no le nombra/mi voz
por no conocerle. / Mi madre fue como ninguna bella y fue infeliz como todas.  Deste, pues, mal dado nudo/que ni
ata ni aprisiona/o matrimonio o delito,/si bien todo es una cosa, nací yo, tan parecida/que fui un retrato, una copia.
12
partes o elementos que quedan de algo después de haberlo consumido/cuerpo muerto de una persona o animal.
12
Bibliografía

 Castro, A. (1961) De la edad conflictiva: el drama de la Honra en España y en su Literatura, Taurus


ediciones, Madrid.
 Correa, G. (1958) “El doble aspecto de la honra en Peribañez y el Comendador de Ocaña”, Hispanic
Review 26.3: 188-199.
 Lapesa, R. (1948) Sobre la trayectoria de Garcilaso, Revista de Occidente, Madrid.
 Lázaro Carreter, F. (1972) “Lazarillo de Tormes” en La picaresca, Ariel, Barcelona.
 Maravall, J.A (1973) La cultura del barroco, Barcelona, Ariel.
 Rallo Gruss, A. (1996) La escritura dialéctica: estudios sobre el diálogo renacentista, Universidad de
Málaga.
 Schwartz, L. (1983) “El Crotalòn en la edición satírica”, en Actos del VIII Congreso de la Asociación
Internacional de Hispanistas, Istmo,Madrid,pp. 573-580.

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