Positivismo.
Saint-Simon (1760-1825)
Creía, sin embargo, que las fuerzas motrices del desarrollo social radicaban en el
progreso de los conocimientos científicos, de la moral y de la religión.
Consecuentemente, la historia pasa por tres fases de desarrollo: teológica (período
en que domina la religión; y abarca las sociedades esclavista y feudal), metafísica
(período en que se hunden los sistemas feudal y teológico) y positiva (futuro régimen
social, basado en la ciencia). Pese a su manera idealista de enfocar la historia, la
idea de que el progreso social posee un carácter objetivo, las conjeturas sobre el
papel de la propiedad y de las clases en el desarrollo de la sociedad constituyen un
gran mérito de Saint-Simon.
Su concepción sociológica servía, además, para fundamentar la necesidad histórica
de un nuevo régimen social como resultado sujeto a ley, de la historia precedente.
La sociedad futura, según Saint-Simon, se basará en la gran industria organizada
de manera científica y según un plan, si bien conservando la propiedad privada y
las clases. En dicha sociedad, el papel dominante pertenecerá a la ciencia y a la
industria, a los sabios y a los industriales. En la categoría de industriales, incluía
Saint-Simon a los obreros y a los fabricantes, a los mercaderes y a los banqueros.
La planificación de la industria se realizará en interés de la mayoría de los miembros
de la sociedad, sobre todo en interés de su parte más pobre. Todos han de tener
garantizado el derecho al trabajo: cada hombre trabajará según sus aptitudes. Es
sobre todo importante la conjetura de Saint-Simon en el sentido de que en la
sociedad futura el gobierno de las personas será sustituido por la administración de
las cosas y por la dirección de la producción. El carácter utópico de las ideas de
Saint-Simon se revela con singular claridad en la incomprensión del papel histórico
del proletariado como creador de la nueva sociedad, y de la revolución como medio
para transformar la sociedad vieja, en la ingenua esperanza de que con la
propaganda de la filosofía “positiva” se podría alcanzar una organización racional
de la vida de las personas.
Sus primeros escritos aparecieron publicados en las páginas de los diarios The
Traveller y The Morning Chronicle, y se ocuparon fundamentalmente de la defensa
de la libre expresión. En 1824, la aparición de The Westminster Review, órgano de
transmisión de las ideas filosóficas radicales, proporcionó a Mill un atrio privilegiado
desde el que difundir su ideario liberal.
En el campo de la ética, John Stuart Mill defendió una suerte de matizado utilitarismo
en el que pueden entreverse influencias de Bentham y en el que introdujo una
constante preocupación por incluir en el concepto habitual de «utilidad» las
satisfacciones derivadas del libre ejercicio de la imaginación y la conciencia crítica.
Sobre las principales tendencias filosóficas de su tiempo, Mill se manifestó a favor
del positivismo de Auguste Comte y contrario al intuicionismo de Hamilton.