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Las raíces del positivismo

Positivismo.

Una de las corrientes idealistas más difundidas en la filosofía burguesa. El


positivismo pretende haber terminado con la filosofía y apoyarse no en
“especulaciones abstractas”, sino exclusivamente en hechos “positivos”. Pretende
elevarse por encima del materialismo y del idealismo, y no ser lo uno ni lo otro. En
realidad, el positivismo es una variedad del idealismo subjetivo. La “negación” de la
filosofía constituye un subterfugio de los filósofos burgueses para introducir el
idealismo en la ciencia. Afirmando que los sabios pueden y deben desentenderse
de la filosofía, que lo esencial son los hechos, los positivistas se esfuerzan en dar a
esos hechos una interpretación idealista. “Negar” la filosofía se reduce a luchar
contra la filosofía científica del materialismo y defender el idealismo. El rasgo
característico del positivismo, es la concepción idealista de la experiencia y de la
ciencia, consideradas como un conjunto de sensaciones, de representaciones, de
afecciones subjetivas, la negación de las leyes objetivas de la naturaleza y de la
sociedad. El papel de la ciencia consistiría en describir (y no en explicar) los hechos
considerados como ciertos estados de la conciencia. El positivismo resucita el
agnosticismo de Hume y de otros idealistas, y se aplica a demostrar que el
conocimiento no va más allá de las percepciones y que los problemas de la
existencia del mundo exterior, objetivo, independiente de las percepciones, no
pueden ser planteados científicamente, que tendrían un carácter “metafísico”.
Augusto Comte es considerado como el fundador del positivismo. En Materialismo
y empiriocriticismo, Lenin hace una crítica aplastante de esta doctrina.
Los revisionistas mecanicistas del marxismo en la U.R.S.S., consideraban la
filosofía desde un punto de vista positivista, y la reducían a los “últimos resultados
de las ciencias de la naturaleza”. Preconizaban la consigna positivista “la filosofía
por la borda”. Diga lo que diga el positivismo, el progreso de las ciencias no suprime
la filosofía. Para llegar a conclusiones justas, las ciencias deben desarrollarse sobre
la base del materialismo dialéctico, la única doctrina filosófica científica. Los
positivistas burgueses contemporáneos (los sostenedores de lo que se llama el
“tercer positivismo”, siendo el “machismo” considerado como “segundo positivismo”)
continúan practicando el idealismo bajo divisas nuevas: positivismo lógico, filosofía
semántica, realismo crítico.

El positivismo se halla ampliamente difundido en la sociología burguesa. Los


sociólogos positivistas, que se declaran “por encima” del materialismo y del
idealismo, son en realidad, representantes típicos de la concepción idealista de la
historia, y luchan contra la teoría materialista de la sociedad. Por su naturaleza de
clase, la sociología positivista representa una amalgama de “argumentos” y de
“consideraciones” de toda especie en favor del capitalismo. La sociología positivista
actual tiene por finalidad principal la lucha contra el materialismo histórico y la
justificación de la política agresiva del capital financiero. Los sociólogos positivistas
Bernard, Angell, Ogburn y otros, al negar la posibilidad de descubrir las leyes de la
historia, se ingenian en “demostrar” que las contradicciones del capitalismo se
reducen a las contradicciones de la mentalidad humana. Por eso recomiendan que,
en lugar de luchar contra el capitalismo, se adapten las conciencias al régimen
capitalista.

Sosteniendo una lucha intransigente contra la sociología positivista, el materialismo


histórico denuncia su carácter anticientífico, su naturaleza reaccionaria.
Principales representantes:

Aguste Comte (1789 – 1857)

Filósofo y sociólogo burgués francés, idealista subjetivo,


fundador del positivismo, vale decir, la filosofía del
“término medio” que se consideraba “por encima” del
materialismo y del idealismo. Al declararse partidario de
los conocimientos positivos, Comte calificaba de
metafísica toda aspiración a penetrar la esencia de los
fenómenos, y negaba la existencia de leyes objetivas tanto en la naturaleza como
en la vida social. Su Curso de filosofía positiva proclama, en el espíritu del
agnosticismo activo, que la investigación de lo que se llama las causas primeras y
las causas finales es absolutamente inadmisible y quimérica.

Según Comte, la ciencia tiene por objeto la descripción de las sensaciones


subjetivas del hombre. Por esa razón, Lenin, en Materialismo y Empiriocriticismo,
subrayaba la unidad de principio entre el positivismo de Comte y el
empiriocriticismo. En sociología, Comte se dice defensor del “orden”, entendiendo
por ello el régimen burgués libre de sus contradicciones internas. Comte se
pronunciaba contra la lucha de clases, por la propiedad privada de los medios de
producción, identificaba la sociología con la mecánica y la biología y proponía la
creación de una “física social”. Según Comte, la sociología se divide en “estática
social” y en “dinámica social”. Partiendo de esta teoría anticientífica, ampliamente
difundida, los sociólogos burgueses sostienen que la sociedad es un sistema
inmóvil, estático, que puede modificar a veces algunos de sus rasgos bajo la acción
de choques mecánicos exteriores. Comte sólo reconocía el progreso en el marco
del capitalismo y, apoyándose en la concepción idealista de la historia, la cual,
según él, es el resultado de la evolución de las ideas, desarrollaba la ley de los “tres
estados” de la evolución social: el teológico, el metafísico y el positivo. Comte
identificaba la última etapa con la dominación de la ciencia por la burguesía.
De ahí la conclusión de que el régimen capitalista era el más racional y fruto de la
victoria del pensamiento científico.

Saint-Simon (1760-1825)

Socialista utópico francés. Pertenecía a una familia condal. Su


educador fue D'Alembert; durante la Revolución Francesa, se
adhirió a los jacobinos; participó en la guerra por la
independencia de los Estados Unidos. Saint-Simon compartía
las ideas de los materialistas franceses. Se manifestó contra
el deísmo y el idealismo, en particular contra el idealismo
alemán, a los que contraponía el “fisicismo”, es decir el estudio
de la naturaleza. Defensor decidido del determinismo, lo hacía
extensivo al desarrollo de la sociedad humana, y trabajó con especial empeño en el
problema de fundamentar la idea de sujeción histórica a ley. Consideraba que la
historia había de convertirse en una ciencia tan positiva como la ciencia natural. A
juicio de Saint-Simon, cada sistema social representa un paso adelante en la
historia.

Creía, sin embargo, que las fuerzas motrices del desarrollo social radicaban en el
progreso de los conocimientos científicos, de la moral y de la religión.
Consecuentemente, la historia pasa por tres fases de desarrollo: teológica (período
en que domina la religión; y abarca las sociedades esclavista y feudal), metafísica
(período en que se hunden los sistemas feudal y teológico) y positiva (futuro régimen
social, basado en la ciencia). Pese a su manera idealista de enfocar la historia, la
idea de que el progreso social posee un carácter objetivo, las conjeturas sobre el
papel de la propiedad y de las clases en el desarrollo de la sociedad constituyen un
gran mérito de Saint-Simon.
Su concepción sociológica servía, además, para fundamentar la necesidad histórica
de un nuevo régimen social como resultado sujeto a ley, de la historia precedente.
La sociedad futura, según Saint-Simon, se basará en la gran industria organizada
de manera científica y según un plan, si bien conservando la propiedad privada y
las clases. En dicha sociedad, el papel dominante pertenecerá a la ciencia y a la
industria, a los sabios y a los industriales. En la categoría de industriales, incluía
Saint-Simon a los obreros y a los fabricantes, a los mercaderes y a los banqueros.
La planificación de la industria se realizará en interés de la mayoría de los miembros
de la sociedad, sobre todo en interés de su parte más pobre. Todos han de tener
garantizado el derecho al trabajo: cada hombre trabajará según sus aptitudes. Es
sobre todo importante la conjetura de Saint-Simon en el sentido de que en la
sociedad futura el gobierno de las personas será sustituido por la administración de
las cosas y por la dirección de la producción. El carácter utópico de las ideas de
Saint-Simon se revela con singular claridad en la incomprensión del papel histórico
del proletariado como creador de la nueva sociedad, y de la revolución como medio
para transformar la sociedad vieja, en la ingenua esperanza de que con la
propaganda de la filosofía “positiva” se podría alcanzar una organización racional
de la vida de las personas.

Muerto Saint-Simon, propagaron su doctrina Barthélémy Prosper Enfantin (1796-


1864) y Saint-Armand Bazard (1791-1832). Sin embargo, la escuela de los saint-
simonistas pronto degeneró en secta religiosa, que defendía los aspectos débiles
de la doctrina de su maestro. Obras principales de Saint-Simon: “Cartas de un
habitante de Ginebra a sus contemporáneos” (1803), “Memorias acerca de la
ciencia del hombre” (1813-16), “Trabajo sobre la gravitación universal” (1821-22),
“El sistema industrial” (1821), “El catecismo de los industriales” (1823-24), “El nuevo
cristianismo” (1825).
Stuart Mill (1806- 1873)

(Londres, 1806 - Aviñón, Francia, 1873)


Economista, lógico y filósofo británico. Hijo del
también economista James Mill, fue educado de
forma exclusiva por su progenitor según los
estrictos principios del Emilio de Rousseau. Dotado
de una inteligencia extraordinaria, a los diez años
estaba versado en griego y latín y poseía un
exhaustivo conocimiento de los clásicos. A los trece años su padre le introdujo en
los principios de la lógica y de la economía política, centrándose en este ámbito en
la obra de Adam Smith y David Ricardo.

En 1823 ingresó en la Compañía de las Indias Orientales, donde llegaría a ocupar


el cargo de jefe de la Oficina para las Relaciones con los Estados Indios. Activo
políticamente en defensa de la causa abolicionista durante la guerra civil
estadounidense, desde 1865 y durante tres años ocupó un escaño en la Cámara de
los Comunes, donde sería objeto constante de polémica a causa de su decidido
apoyo a las medidas a favor de las clases menos privilegiadas y de la igualdad de
derechos para la mujer.

Sus primeros escritos aparecieron publicados en las páginas de los diarios The
Traveller y The Morning Chronicle, y se ocuparon fundamentalmente de la defensa
de la libre expresión. En 1824, la aparición de The Westminster Review, órgano de
transmisión de las ideas filosóficas radicales, proporcionó a Mill un atrio privilegiado
desde el que difundir su ideario liberal.
En el campo de la ética, John Stuart Mill defendió una suerte de matizado utilitarismo
en el que pueden entreverse influencias de Bentham y en el que introdujo una
constante preocupación por incluir en el concepto habitual de «utilidad» las
satisfacciones derivadas del libre ejercicio de la imaginación y la conciencia crítica.
Sobre las principales tendencias filosóficas de su tiempo, Mill se manifestó a favor
del positivismo de Auguste Comte y contrario al intuicionismo de Hamilton.

Políticamente mostró siempre un gran entusiasmo por la democracia como forma


de gobierno, atemperado por el pesimismo sobre la incidencia real en el bienestar
social de su práctica. Sus trabajos sobre lógica y metodología de las ciencias
revistieron gran importancia en su tiempo, fundamentalmente mediante su
búsqueda constante de un principio válido para la inferencia de leyes generales;
tras los pasos de Hume, Mill definió la causalidad como un proceso empírico falsable
que denominó «inducción por enumeración».

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