Palabras clave
Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución principal
del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los avances en
el terreno del apego se delinean dentro de este contexto, empezando con la teoría
etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las primeras descripciones de
Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el bebe en Uganda y Baltimore.
Utilizando un procedimiento de laboratorio llamado la situación extraña, Ainsworth
identificó tres patrones organizados de respuestas infantiles ante la separación y
la reunión con la madre. Se aportarán narraciones derivadas de la conducta ante
la situación extraña grabadas en vídeo de los niños en cada categoría (seguro,
evitativo y ambivalente, junto con una discusión de las secuelas prototípicas de
cada categoría (e.j. conducta en el colegio, narraciones relacionadas con la
separación y dibujos a la edad de seis años). La “Entrevista del Apego del Adulto”
(EAA) también es descrita así como el movimiento hacia el nivel de la
representación. Las transcripciones de las entrevistas EAA se analizan
actualmente según la capacidad del que habla para adherirse a las máximas de
Grice sobre el discurso racional cooperativo, y se han identificado tres categorías
de “Entrevista del Apego del Adulto” del tipo organizado, o estados mentales con
respecto al apego, (autónomo-seguro, desentendido y preocupado). Cuando se
administra la entrevista a padres que han sido observados con sus infantes en la
situación extraña, cada categoría de EAA nos ha mostrado repetidamente la
posibilidad de predecir la respuesta del niño hacia los padres en la situación
extraña. Se proveen ilustraciones del discurso característico de cada categoría y
se observa que individuos con historias aparentemente desfavorables tienen una
prole segura siempre y cuando su historia se narre coherentemente. Como en la
conducta del infante en la situación extraña, las diferencias en la seguridad del
adulto identificadas a través de patrón del discurso son interpretadas en términos
de flexibilidad o inflexibilidad de la atención bajo una situación de estrés
relacionada con el apego.
El objetivo principal de este trabajo es proporcionar una introducción al campo del
apego. Con esta intención, presento lo que puede ser el primer relato descriptivo
completo de la conducta y el lenguaje que usan los investigadores para identificar
las tres categorías principales, u organizadas, del apego del infante, del niño y del
adulto, (1,2), y quisiera destacar que estas categorías pueden ser entendidas en
parte como reflejando grados relativos de flexibilidad de la atención frente al estrés
relacionado con el apego. Además, hago un énfasis considerable sobre lo que yo
creo que es, todavía, la profundidad no explorada de la relación entre el apego y el
uso del lenguaje.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus
observaciones naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el infante
en los hogares de Kampala, Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland
(Ainsworth et al, 1978). Junto con el estudio de Baltimore, Ainsworth desarrolló el
procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña. Aquí se usaban
las respuestas del infante frente a separaciones muy breves de uno de los padres,
y reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre
como seguro, evitativo, o resistente/ ambivalente (5). La organización segura se
encontró que era predecible a través de la sensibilidad de la madre a las señales
del infante y las comunicaciones en el hogar, mientras que las dos formas de
organización de apego inseguro – indiferente evitativo, y el abiertamente
ansioso ambivalente/resistente – estaban relacionadas respectivamente con
rechazo materno y falta de predictibilidad (6). Sorprendentemente, Ainsworth
descubrió que las respuestas desfavorables en la forma de la reunión con los
padres, que previamente se habían asociado con infantes de dos y tres años de
edad que habían tenido separaciones importantes, podían aparecer en niños de
doce meses que no habían sufrido separaciones, con toda probabilidad
simplemente como resultado del estrés acumulativo (Kriss, 1956; Sandler, 1967),
impuesto por una respuesta materna limitada o impredecible.
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el nivel
de la representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo lugar a
mediados de los ochenta y que está mayoritariamente asociado con un estudio
presentado en un trabajo monográfico editado por Bretherton y Waters (1985). Mi
propia preparación para este cambio hacia un énfasis representacional en el
estudio del apego, se apoyaba en parte en una revisión anterior de una serie de
películas desarrolladas por James y Joyce Robertson (1967-1972). Mientras el
trabajo de Ainsworth había mostrado que el rechazo repetido en la conducta de
apego por parte de la madre podía llevar al infante a evitarla en situaciones
estresantes, las películas de los Robertson sobre separación demostraban que en
niños de 1-2 años, quienes, con toda probabilidad nunca habían sido
significativamente rechazados, podían evitar a sus madres en base a cambios en
procesos mentales o emocionales que tenían lugar en la ausencia de interacción.
Me llamó especialmente la atención la película “Thomas” (Robertson y Robertson,
1967 –1972), en la cual a un niño de dos años que había disfrutado de una
relación previamente armoniosa con su madre, se le presentó una fotografía de
ella durante su ubicación en una familia de acogida, durante un período
prolongado. Al principio Thomas besaba y acariciaba la foto. Varios días más
tarde, sin embargo, daba marcha atrás al verla, mirando hacia abajo y se distraía
con un juguete que llevaba. En respuesta a una presentación final de la foto de su
madre, Thomas activamente volteó la espalda con una expresión de ansiedad.
Como una fotografía no puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber
despertado las reacciones cambiantes de Thomas. Como Thomas además no
había visto a su madre durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación
de la foto tiene que haber incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.
Las manifestaciones conductuales del apego humano nos son familiares a todos.
Sin embargo, aunque tanto los adultos como los niños tienen figuras de apego
(personas a las cuales más probablemente se dirigirían cuando están bajo estrés
(ver Hazan y Shaver, 1994; Simpson y Rholes, 1998), el apego es más fácilmente
observable en la preocupación intensa que muestran los niños pequeños en
entornos poco familiares con respeto a la localización exacta de las figuras
parentales. Durante la infancia temprana (y más tarde en formas menos explícitas
y más modificadas), el apego se identifica con: un interés insistente en mantener
proximidad con una o con unas pocas personas seleccionadas (normalmente pero
no necesariamente familiares biológicos); la tendencia a usar a estos individuos
como una base segura desde la cual explorar los entornos desconocidos; y huida
hacia la figura de apego como un refugio de seguridad en momentos de alarma.
Los primeros vínculos de apego están formados a los siete meses y los vínculos
de apego se forman hacia sólo una o unas pocas personas. Entendemos que es
el infante el que selecciona a su(s) figura(s) de apego principal(es), generalmente
en base a interacciones sociales contingentes (ver Main, 1999). Como han
demostrado Cicchetti, Crittenden y otros (ver Main, 1995), los vínculos de apego
surgen tanto como producto de interacciones con personas maltratantes como con
personas que responden con sensibilidad. Y la proclividad, basada en la biología,
a formar vínculos de apego asegura que sólo en circunstancias extremadamente
anómalas, un niño permanecería no apegado.
Mientras que Bowlby estaba refinando su teoría, Mary Ainsworth estaba realizando
sus estudios sobre interacciones infante-madre en Uganda. En esta investigación,
de un año de duración, terminada en 1954, ella había diseñado seguir el desarrollo
del apego en 26 infantes durante el primer año de vida –fijándose, por ejemplo, en
las edades a las cuales los infantes empezaban a discriminar a su madre de los
demás y, más tarde, a llorar específicamente cuando ella se iba. Además, observó
que algunos infantes parecían estar seguros en el apego con sus madres, algunos
inseguros, y otros todavía no apegados. Ella formuló la hipótesis que estas
diferencias estaban relacionadas con diferencias en la interacción infante-madre.
Era característico de Ainsworth el ver a las madres de los niños “con apego
inseguro” en un contexto más amplio, y tomó en cuenta los factores que
disminuyeran el grado de respuesta parental de casi cualquier persona. Estos
factores incluían la enfermedad familiar grave, relaciones infelices con el marido,
presiones laborales abrumadoras, o la presencia de una o más co-esposas en la
casa. He aquí la descripción que hizo Ainsworth sobre Muhamidi:
Como Bowlby (1969), Ainsworth tenía la mente muy abierta con respeto a la
posibilidad de cambio en las relaciones tempranas. Los infantes inseguros tenían,
ella creía, el potencial de hacerse seguros, como ella ilustró en la descripción de
un infante con apego muy inseguro, cuya relación con su madre mejoró una vez
que ella tuvo y ganó una pelea con una esposa más antigua – una mujer grande y
mandona, que subsecuentemente abandonó el poblado. Al mismo tiempo,
Ainsworth creía que algunos niños, que estaban seguros durante la infancia,
tenían riesgo de ser inseguros más adelante. Por ejemplo, un infante llamado
Paulo fue considerado como de apego seguro en el momento de las
observaciones de Ainsworth, pero dándose cuenta de los otros niños de la familia,
se preocupó sobre si él permanecería con apego seguro y, comparaba a William
con Paulo de la manera siguiente:
Dos de los bebés de mi muestra, Paulo y William, están en los grupos de apego
seguro. Sin embargo, el pronóstico sobre su salud mental difiere si uno lo juzga
desde la conducta de la madre hacia los otros hijos de la familia, y la respuesta de
éstos hacia ella. La madre de William reparte su tiempo y afecto entre todos sus
hijos. La madre de Paulo dedica su atención mayoritariamente al bebé lo cual
hace sentirse abandonados y rechazados a los hijos. Quizás esto ilustra una
causa por la cual la relación entre el apego del infante y la salud mental futura no
es muy simple [1963, págs. 111-112].
Mientras que una mayoría (trece de veintitrés) (8) de los infantes se comportaron
como se esperaba, y fueron más tarde denominados como seguros (Grupo B),
ante la sorpresa de Ainsworth seis de los infantes mostraron muy poco o ningún
malestar al ser dejados solos en el entorno desconocido, y además ignoraron o
evitaron a la madre al volver esta. Se comportaban curiosamente como niños más
mayores que ya habían alcanzado la etapa de desapego como respuesta a
separaciones prolongadas según describieron Robertson y Bolwby (1952). Estos
infantes, llamados evitativos (Grupo A) le parecían a Ainsworth que respondían a
estas situaciones estresantes reprimiendo las expresiones de ansiedad y enfado.
Como la imagen de un espejo, los cuatro infantes restantes diferían de todos los
otros en que estaban demasiado angustiados como para involucrarse en
exploración o en juego, incluso cuando la madre estaba presente. Llamados
ambivalente / resistentes (Grupo C), estos infantes parecían preocupados con sus
madres durante toda la prueba, y sin embargo demasiado enfadados y/o
angustiados como para reconfortarse con la vuelta de ésta. Las proporciones
medias de los infantes de A, B, y C en trabajos realizados en todo el mundo
replican muy estrechamente las proporciones de la muestra de Baltimore de
Ainsworth, siendo la mayoría juzgados como seguros, en casi todas las culturas
(van Ijzendoorn y Sagi, 1999). Sorprendentemente, el apego infantil no ha sido
consistentemente relacionado ni con el sexo ni con el orden de nacimiento.
Intrigada por estas diferencias inesperadas, que observó en las respuestas de los
niños criados en casa a separaciones mínimas, Ainsworth decidió emprender una
investigación del tipo “a ciegas” de los datos correspondientes a los extensos
registros de narrativas que había recogido de la interacción infante-madre en la
casa. Este estudio reveló tres patrones de cuidado diferentes, cada uno de los
cuales estaba notablemente asociado con una categoría particular de la conducta
del infante en la situación extraña (9). Ahora, proveerá unas de las narrativas de
los videos de la conducta en la situación extraña de tres infantes de entre doce y
quince meses de edad que habían sido respectivamente juzgados como apego
seguro, evitativo, y resistente / ambivalente durante la situación extraña. Siguiendo
cada narrativa, presento una revisión más completa de las conductas de cuidado
asociadas, tal como las describió Ainsworth. Luego, comentaré las probables
secuelas conductuales y representacionales que aparecerán más tarde en los
niños originalmente clasificados en las tres diferentes categorías de respuesta
frente a la madre cuando tenían un año. Los evaluadores puntuaron a cada infante
en cuatro escalas distintas de siete puntos cada una, en búsqueda de proximidad,
evitación de proximidad, mantenimiento de contacto, y resistencia de contacto en
cada reunión. Sólo después de esto, se asigna cada niño a una categoría – de
hecho, a dos categorías, una general y a una subcategoría más específica. Las
limitaciones de espacio, sin embargo, nos reducen a las discusiones de la
categoría general.
Ben
Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño entra
en la habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose contra
sus rodillas. La extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le anima a
que lo haga.
Los estudios realizados con una muestra de gente pobre en Minnesota, cuyos
pioneros fueron Sroufe, Egeland y sus colegas (ver Suess, Grossmann, y Sroufe
1992 para una muestra alemana comparable) demostraron que las relaciones
entre iguales de los niños seguros con sus madres durante la infancia, tienen
mucha probabilidad de ser positivas y que estos niños tienen más probabilidades
que otros de ser líderes. Sus profesores (que desconocián totalmente su forma de
apego) típicamente consideraban a estos niños como poseyendo un yo-resistente,
y los trataban de forma realista. Los niños con apego seguros no victimizan a
otros niños ni son victimizados por ellos, ya que los victimizadores de los grupos a
los que pertenecían los encuentran asertivos (Troy y Sroufe 1987; Weinfield y
otros 1999).
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como
Ben. Main y Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de una
hora de larga de sus madres, los niños de apego seguro típicamente saludarían a
su padre o madre inmediatamente pero calmadamente expresan placer e interés.
Estos resultados han sido reproducidos en varias muestras de bajo riesgo (ver, por
ejemplo, Wartner y otros 1994).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo
imprevisto ha ocurrido como imaginar una forma de “resolver” esta crisis
constructivamente. Resultados similares a los nuestros fueron hallados en la
muestra de niños pobres de Minnesota, en la cual se estudió el juego libre con
arena, en vez de narrativas sobre separaciones. Aquí Rosenberg (1984) encontró
que—en curioso contraste con los niños de apego inseguro—los niños de apego
seguro tendían a: (a) inventar una crisis –“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre se come al niñito!”—
y después (b) seguirla con un final feliz—“¡Y después el tigre lo escupe! Y el niño
está bien otra vez”. (Utilizando el juego con muñecos para estudiar las
separaciones, se observaron respuestas similares a las obtenidas por Kaplan y
Rosenberg en niños con apego seguro en el estudio de Solomon, George y
Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución” ha
resultado estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre en tres
muestras independientes es útil considerar la conducta en la situación extraña de
infantes tratados con sensibilidad, donde el niño (1-2 años) responde abierta y
emocionalmente cuando se enfrenta a una crisis, pero “la resuelve” llorando y
consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre, creando así un final feliz. La
capacidad para crear activamente una crisis que resolver es especialmente
demostrativa: aparentemente los niños seguros en la muestra de Minnesota
podían crear (en el juego) situaciones de peligro conscientes de que encontrarían
un final feliz.
Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?
(Nótese que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de
extenderse sobre sus experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he mirado
algunas fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las fotos
estaban un poco pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice una
granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un gran
perro, pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus
familias al principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes en
este momento mientras se les administraba la Entrevista de Apego para Adultos).
Los niños con apego seguro típicamente producían un dibujo que mostraba figuras
centradas y apoyadas, de tamaño moderado, con distancias moderadas entre uno
y otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad para dibujar –, detalladss y bien
diferenciadas. Aunque las expresiones faciales eran ordinariamente agradables y
tranquilas, no todas las figuras necesariamente estaban sonriendo. Los miembros
de la familia, sin embargo, eran dibujados a menudo como de pie con los brazos
extendidos, como si estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese
entrar en el dibujo.
Aunque hay algo simbólico en la representación de tal postura, esta postura puede
ser fácilmente asumida de hecho y, por lo tanto, estos dibujos no pueden ser
considerados fundamentalmente como no realistas. Los niños seguros también
tuvieron una respuesta realista a la foto familiar tomada al comienzo de la sesión
de laboratorio, y que se les enseñó durante la separación. Típicamente,
aceptaban la foto indicando placer (“la camisa se parece a la mía, ¿eh?”), y la
devolvían.
Adrián
Adrián es un niño delgado, de apariencia seria, en cuya cara de alguna forma falta
el afecto. Su madre está bien arreglada y es rápida y decidida en sus
movimientos. Adrián juego con los juguetes en el episodio de apertura, y es
neutral pero acepta la aproximación del extraño. No da muestra visible de notar
que su madre se va, y juega con la extraña durante los tres minutos completos sin
siquiera mirar a la puerta.
La primera reunión empieza cuando su madre aparece en la puerta y le llama.
Adrián se inclina – de hecho, casi se agacha – sobre el juguete con el que estaba
jugando, y gira su cuerpo, apartándose ligeramente de ella. Cuando ella se
acerca más, Adrián se dobla sutilmente hacia abajo y más lejos. La madre se
acerca, se va a su silla, comentando sobre los juguetes con los que está jugando
Adrián, y tratando de dirigir su atención hacia los nuevos. Él sigue mirando
fijamente hacia fuera.
Cuando su madre sale de la habitación la segunda vez, Adrián está totalmente
solo. Sorprendentemente, no muestra ninguna reacción afectiva y continúa
centrándose en los juguetes durante los tres minutos enteros. Cuando entra la
extraña hay poco cambio en la conducta de Adrián. Sin embargo, si acaso, es
más amistoso con la extraña que con su madre.
En la segunda reunión, Adrián hace un pequeño sonido de displacer al oir la
llamada de su madre (“¡unh!”), y se vuelve hacia otro lado cuando ella se acerca.
Cuando ella se agacha hacia él, él se dobla y se pone ligeramente rígido.
Cogiéndole en sus brazos mientras ella se pone de pie, ella intenta atraer su
atención pero Adrián permanece sin expresión y se inclina hacia fuera, señalando
de una manera neutral un juguete del suelo. La madre le baja y comenta sobre su
interés en el juguete.
Dos minutos más tarde se termina el procedimiento. Adrián ni ha mirado a su
madre ni ha atendido a su conversación una sóla vez.
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes más
evitativos de Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso cuando
sus madres se movían de habitación en habitación en sus casas. Este hallazgo,
sin embargo, era, siguiendo el concepto de Ainsworth de evitación, como un tipo
de defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia provocadas en situaciones
inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en Berkeley, encontré que
las puntuaciones (por definición, sin afecto) de la evitación de la madre durante la
situación extraña estaban en contraste altamente relacionadas con el grado en
que el infante mostraba conductas de rabia hacia la madre en casa. Sin embargo,
a pesar del hecho de que ni el enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de
expresión directa en la situación extraña, estudios posteriores llevados a cabo por
Sroufe y Waters(1977), y más recientemente por Spangler y Grossmann
(1993,1999), indican que durante el procedimiento de la situación extraña, los
infantes evitativos experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel
fisiológico.
En las reuniones del sexto año grabadas en video en nuestra propia muesta y en
muestras sucesivas, los niños evitadores de su madre en la infancia la evitaban de
nuevo (aunque más sutilmente), hablando mínimamente cuando se dirigían a
ellas, a la vez que se mantenían ocupados con la mirada e incluso con el cuerpo a
menudo dirigido hacia otro lado. En general las puntuaciones de evitación de
cualquier progenitor a la edad de seis años habían sido altamente predecibles con
el mismo progenitor cinco años antes. Strage y yo encontramos que las
conversaciones en las díadas evitativas estaban muy limitadas. El progenitor
tendía a hacer sólo preguntas retóricas o de si o no, ninguna de las cuales anima
a un verdadero diálogo. La discusión se centra principalmente en objetos
inanimados, tanto el padre como el niño son ”minimizadores” de la conversación y
a menudo hay pausas precediendo a una respuesta:
Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido? (Nótese
que no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más la respuesta
del niño está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como
invulnerables a menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy separadas,
poco diferenciadas, con sonrisas estereotipadas. Sorprendentemente, uno o dos
niños, sin embargo, menudo dibujaban uno o más de los individuos sin brazos (la
versión materna temprana al contacto táctil debe ser recordada aquí), incluso
cuando otros aspectos del dibujo indicaban que el dibujar brazos estaba dentro de
las capacidades de dibujar del niño (Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los
dibujos realistas de los niños seguros, las personas no flotan en el aire, ni pierden
brazos.
Es llamativo comparar el tratamiento poco realista que los niños evitativos hacen
de una petición orientada a la realidad como la de “dibuja tu familia” con sus
respuestas al presentarles la fotografía familiar. Aquí, sorprendentemente, los
niños evitativos de la madre cuando eran infantes frecuentemente se negaron a
coger la foto, miraron hacia otro sitio, dieron la espalda e incluso pusieron la foto
boca abajo. En otras palabras, mientras que los dibujos familiares estaban a
menudo llenos de simbolismo (quizás no intencionado), por el contrario trataron lo
que era sólo un símbolo o una representación como si fuera real.
Cecilia
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno o
hacia los dos miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en el
caso de Adrián, hay ausencia de una trama narrativa. Cecilia estaba angustiada
desde el principio, haciendo dramáticamente insignificante el que también
estuviese angustiada durante la separación y mucho después de la vuelta de su
madre.
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la
reunión, acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto
exageradas (Main y Cassidy, 1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un brazo
sobre el padre, inclinando la cabeza y mirando la cámara – pero el mismo niño
que hace esto en un momento puede apartarse impacientemente acto seguido.
Había demasiados pocos niños de éstos como para identificar un patrón de
discurso en nuestra muestra original, pero combinando la nuestra y otras
muestras, observamos lo que a nosotros nos pareció como un foco excesivo en
los sentimientos y en la relación:
Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de Kaplan
(1987), pero sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior. Uno
describió al niño del dibujo como corriendo detrás de los padres, pero después les
disparaba. Otro habló de darles flores a los padres al reunirse, pero después
escondía las ropas de éstos. Los dibujos de familia de niños como Cecilia a los
seis años fueron llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984, 1986).
Representaban figuras típicamente demasiado grandes o demasiado pequeñas
(por ejemplo, una familia muy pequeñita junta en una esquina de la hoja). En
otros ejemplos se enfatizaba los aspectos blandos y vulnerables de los cuerpos
como por ejemplo en estómagos grandes y redondos con ombligos. La foto
parecía molestar a estos (pocos) niños: uno se movía incómodamente y después
de pellizcaba la piel.
Resumen
La categoría segura-autónoma
Finalmente, los padres de los bebés seguros, exhibían más que otros lo que yo he
llamado monitorización meta-cognitiva (Main, 1991; ver también Fonagy, et al.
1991). Tendían a buscar más insistentemente la exactitud que los padres de los
niños inseguros (“pienso que estaba equivocado sobre esa primera gran
separación, no podía haber tenido todavía diez años, tenía que haber tenido ocho,
o incluso menos;” “yo sé que he elegido distante pero ahora que lo pienso tímido
hubiese sido más exacto”). A la misma vez, curiosamente, también mostraban
tolerancia frente a la imposibilidad última de distinguir la apariencia de la realidad
(“Bueno, eso es lo que yo pienso, pero mi hermana piensa que yo idealizo
enormemente a mis padres, ¿quién sabe?” o “Bien, así es como lo veo hoy,
pero mañana puede que lo vea completamente distinto”).
La categoría preocupada
Al final de los ochenta, sin embargo, encontré el trabajo del filósofo lingüista
británico H. Paul Grice, cuyas discusiones de las variaciones en el discurso eran
altamente congruentes con las escalas de la EAA y las directrices para su
clasificación que habíamos desarrollado algunos años antes. Grice (1975, 1989),
había identificado el discurso ideal o racional como siguiendo el principio de
cooperación que requería adherencia a cuatro máximas: (1) cualidad: ser
sinceros y tener evidencia de lo que uno dice; (2) cantidad: ser sucinto, y sin
embargo, completo; (3) relevancia: que la dirección de tu conversación sea
relevante al tema entre manos; y (4) forma: ser claro y ordenado.
Ahora presentaremos una serie de ejemplos ilustrativos del discurso que tipifica
las tres clasificaciones organizadas de la entrevista. Empiezo con un padre
colaborador, y consistente quien tenía, bajo nuestro punto de vista y bajo el suyo
propio, una infancia relativamente fácil. En el análisis de la EAA, nuestro acuerdo
con la perspectiva afirmada por el interlocutor sobre su infancia se basa en parte
en las explicaciones sobre su elección original de adjetivos. He aquí uno de los
incidentes que este hombre relata para mostrar su elección de la palabra cariñosa-
amorosa con respecto a la relación con su padre:
Hubo una vez que accidentalmente prendí fuego al garaje porque estaba
experimentando con mi juego de química con el cual mis dos padres me habían
dicho que no debía jugar allí; después de los bomberos mis padres fueron los
primeros en aparecer y desgraciadamente el juego de química era la evidencia
descarada. Pensé que me esperaba la paliza de mi vida. Pero, incluso cuando
todo estaba lleno de humo, mis padres se olvidaron de pegarme. Bueno, mi madre
dijo después que, desde luego, esperaba que en el futuro prestase más atención a
sus instrucciones. Pero mi padre simplemente corrió hacia mí me cogió en brazos
y me abrazó con mucha fuerza. Tanta que mis pies quedaron colgando.
Posteriormente tenía una especie de guiño cuando mencionaba “aquella vez que
tuvimos una pequeña combustión espontánea en el garaje”.
Bueno, para empezar, mi madre no era muy alegre, y le puedo decir ahora mismo
que la razón era que tenía exceso de trabajo. Nos tuvo a cuatro de nosotros en
tres años, lo cual hubiese sido mucho para cualquiera, y yo era la mayor de todos.
Yo creo que de los cuatro he sido la que he tenido más dificultades con esto, y me
acuerdo que ella se metía mucho conmigo preguntándome constantemente sobre
cosas que eran – o cosas que al menos yo pensaba que no eran - relevantes para
ella. Al mismo tiempo, cuando estaba dolida o enfadada, nunca era capaz de
responderme, y me acuerdo que una vez me rompí el brazo y no se lo dije durante
horas porque tenía miedo de que se enfadase.
...intrusiva sería uno, siempre estaba metiéndose en mis cosas. Y no alegre sería
otro. Me imagino que me está preguntando sobre toda la relación, ¿verdad?
Entonces pongámonos a las dos como no contentas la una con la otra. Me
imagino que estábamos, bueno, distantes mucho tiempo. Ahora necesitamos un
cuarto...eh, haciendo un esfuerzo sería otro, quiero decir que algunas veces se
esforzaba en ayudarme. Y enfadada, algunas veces ella estallaba.
Bueno, como he dicho, mi madre era bastante intrusiva y nunca era capaz de
responder cuando yo estaba mal. Y me dolía mucho por aquel tiempo, y todavía
estoy como hiperalerta sobre si la gente me responde cuando estoy molesta o por
lo menos mi marido me encuentra hiperalerta en ese departamento. Y otra cosa
es que me siento fatal por ello, y digo que nunca sucedería, pero a veces me pillo
a mí misma actuando exactamente como ella.
Infancia muy normal, definitivamente una infancia normal, con ambos padres, yo
diría. Mi madre me apoyaba en todo lo que hacía, siempre estaba muy interesada
en el trabajo del colegio y siempre me preguntaba sobre cómo me había ido el día
en el colegio. Ella ponía mucho énfasis en nuestra independencia. Me enseñó a
no preocuparme por problemas pequeños lo cual es bueno.
Cuidadora. Bueno quiero decir que ella siempre era muy cariñosa y nos apoyaba
mucho-(“Bueno, ¿podría usted darme un recuerdo o incidente específico que me
ayudase a entender la palabra cuidadora?”). No recuerdo tan lejos, Quiero decir
que fue hace mucho tiempo: (Bien, piense un poco. Esto puede ser difícil)...Pues
me preguntaba cómo me iba en el colegio, si tenía buenas notas, si tenía buenos
amigos, ya sabes, cosas que te importan. Quería estar segura de que me vestía
bien, que me comportaba bien. Estaba allí siempre cuidándome, asegurándose
de que hiciese las cosas bien, de que no hiciese nada malo.
Herida. Déjeme pensar, una vez me rompí el brazo jugando en el jardín. Cosas
como esa hacían que mi madre se enfadara mucho, odiaba episodios como esos.
Me dolió durante mucho tiempo, pero nunca se lo dije. Se enteró por algún vecino
o por la forma en que yo ponía mi brazo... No le gustaban los llorones. Yo siempre
trataba de no llorar porque ella era una persona muy fuerte.
Mi relación con mis padres durante la infancia. Bueno, empecemos con mi madre,
eso es fácil, porque los temas personales de mi madre totalmente dominaron mi
niñez... Por ejemplo ella intentaba que le contase cada detalle de lo que me
pasaba cada día, y yo me inventaba cosas pero eso no era suficiente porque ella
tenía tantas cuestiones de ella que tenía que saber todo y contarlo todo. Pero yo
siempre supe lo que ella buscaba y (aquí la que habla quita el pronombre), tenía
mucho material sobre eso pero ella fracasa en comprender que yo tenía, todavía
tengo, y de ahora en adelante voy a tener mi propia vida.
Bueno, amorosa ella era amorosa, nos besaba, nos abrazaba y nos decía que nos
quería. Pero al mismo tiempo estaba enfadada. Ahora entiendo que esto venía de
su propia relación con su madre. Algunas veces ella intentaba entender sus
propios asuntos aunque debo decir que no los reconocía, me refiero a sus asuntos
y de dónde procedían asi que dejé los problemas personales. Ahora Ceci y yo no
tenemos problemas, no como ella tenía conmigo, yo le digo, Ceci si tienes
problemas vienes y me los cuentas directamente a mí. Y intrusiva, y....
Amorosa. Mi madre era amorosa. Todas las noches nos daba un beso de buenas
noches, abrazos y me decía que me quería, que me adoraba, bla,bla,bla... Por lo
tanto eso era bueno y le estoy agradecida por ello pero al mismo tiempo me hacía
sentir culpable, como si le debía a ella algo y le tuviese que devolver diciéndole lo
mismo, y he aprendido ahora que los hijos no te deben nada, no tienen que decir
nada. Pero sabe, yo estaba agradecida por ello, y todavía lo estoy pero lo que
trato de decir es que era doloroso tener que oírle y yo solía preguntarme si la
heriría si no le decía nada de vuelta, pero ella era amorosa. Y yo pagué el precio.
Bueno, como resultado de todo lo que mi madre hizo, quiero decir sus problemas y
de su forma de proyectarlos sobre mí, yo solía ser una persona bastante insegura.
Esa era mi forma de ser, yo actuaba como si fuera fuerte y todo el mundo pensaba
que yo era fuerte, nadie se daba cuenta de que yo podía estar sufriendo, eso hizo
mi crianza, me hizo ser la cuidadora de todo el mundo de la misma forma que era
la cuidadora de ella. Pero ya lo he resuelto , quiero decir con Ceci, las formas en
las que me ha afectado, ahora simplemente tomo todo lo que mi madre hacía, y
hago lo contrario (16) . Como ayer, vino a cenar y le dije: Madre si no te gustan
las cebollas a la crema, no las comas, no necesito que me lo digas cada vez que
las hago, eso es algo que no necesito...
Al decir que tiene dificultad al recordar su infancia y que ha dejado esta de lado y
que –en sus propias palabras—es una “escapista” que trata de ver las cosas
positivas de sus padres y no recordar las negativas, un codificador inexperto
podría tender a pensar que esta persona debería ser colocada en la categoría de
los que se desentienden. Nótese sin embargo, que no ha violado
significativamente la consistencia interna porque trata de contarnos e intenta
mantenerse positiva con respecto a su madre y también nos cuenta que la relación
temprana no fue de hecho positiva. En el nivel más básico su lenguaje implica
que es demasiado consciente de sus propios esfuerzos de ser positiva con
nosotros para identificar violaciones de la verdad desconectadas o inconsistencias
manifiestas del tipo de las que vimos en el interlocutor que de hecho era de los
que se desentienden. Finalmente, su afirmación sobre su dificultad para recordar
su niñez no la utiliza para bloquear el discurso, sino se mantiene colaboradora y
no viola la cantidad.
La “Entrevista de Apego del Adulto” es famosa, sobre todo, por sus correlatos
externos -por ejemplo, su capacidad para predecir la sensibilidad parental y
también para predecir la conducta del infante en la situación extraña frente al
interlocutor, y para discriminar entre muestras clínicas y no-clínicas. Sin embargo
las características de la EAA como herramienta de evaluación (ej. sus propiedades
de medida o psicométricas) han sido evaluadas en una serie de estudios y han
demostrado una sorprendente fiabilidad y validez (ver Hesse 1999, para una
revisión). Por ejemplo la organización del apego del adulto ha sido encontrada
altamente estable cuando se administra la entrevista al mismo individuo a lo largo
de periodos de tiempo que van de dos meses hasta cuatro años; el acuerdo entre
jueces en lo que respecta a la clasificación también ha resultado satisfactorio; y las
respuestas a la entrevista no varían si cambiamos al entrevistador.
Estos hallazgos implican, por supuesto, que diferentes estados mentales por parte
de los progenitores con respecto al apego predicen diferentes patrones de crianza
(cuidado). Si éste fuera el caso, los padres seguros-autónomos deberán ser más
sensibles y responder más a sus infantes que los padres inseguros, y en el
resumen de van Ijzendoorn (1995), las entrevistas seguras-autonomas en varias
muestras resultaron poder predecir crianza sensible y con respuesta hacia sus
retoños, tanto por los padres como por las madres.
El desarrollo de la EAA estaba anclado en la respuesta de los infantes en la
situación extraña en una muestra de clase media de bajo riesgo. Por lo tanto, no
podía esperarse que también pudiese servir para distinguir unos individuos de
poblaciones con problemas psicológicos de otros tipos de poblaciones. Sin
embargo, ahora ha sido demostrado repetidas veces que las proporciones de
transcripciones juzgadas como seguras-autonomas en tales muestras es
sorprendentemente pequeña, (aproximadamente 8%, frente al 45 % o más en las
muestras controles), aunque los investigadores hayan realizado “a ciegas” las
transcripciones del estatus psiquiátrico y hayan excluido pacientes con dificultades
orgánicas y con trastornos de pensamiento (van Ijzendoorn y Bakermans-
Kranenburg 1996). Otros estudios han encontrado inseguridad en la mayoría de
las madres de niños con problemas clínicos (teniendo en cuenta que los trastornos
de los niños no sean de base predominantemente biológica), en criminales, en
individuos violentos o abusivos y en juventudes alemanas de extrema derecha (ver
Hesse 1999b para un resumen).
Me gustaría considerar brevemente el futuro del campo del apego (ver también
Main, 1999). Hasta ahora, la mayoría de los investigadores que trabajan con
poblaciones humanas han estado involucrados en describir, clasificar y predecir
conducta (en su sentido más amplio), más que en tratar de intervenir en ella. Esto
ha sido una empresa necesaria, pero los descubrimientos que he revisado aquí
son, sin quitarles su gran importancia, en su mayor parte correlacionales. La
próxima fase en el desarrollo de este campo será poner a prueba nuestra
comprensión de estos fenómenos observados intentando controlarlos y alterarlos.
En esta tarea, por ejemplo los clínicos pueden aumentar nuestra comprensión del
apego inseguro explorando la posibilidad de intervenir para ayudar a los individuos
inseguros a lograr estados de seguridad. Con este fín, la Entrevista de Apego del
Adulto está siendo utilizada ahora como una valoración del estatus del paciente
antes de la terapia (ver Korfmacher et al. 1997) o, cuando se combina con tests
posteriores, como una evaluación de su efectividad (ver por ejemplo, Diamond et
al. 1999 y Fonagy et al. 1996). Aunque el apego inseguro no puede proveer una
explicación completa del surgimiento de dificultades clínicas o de tendencias
criminales, la capacidad para ayudar a los individuos a desarrollar un estado
mental seguro con respecto a sus historias de apego podría actuar como un factor
protector y facilitar más cambio positivo (ver Schuengel, van Ijzendoorn, y
Bakermans-Kranenburg, 1999).
Otra nueva dirección para el campo del apego será sin duda definida por el
crecimiento de nuestra comprensión de la neurociencia, y probablemente surgirán
estudios para evaluar las diferencias en el estatus de apego combinados con
evaluaciones de fisiología, imágenes del cerebro y genética de la conducta (Main,
1999). Dichos estudios serán más útiles si no nos limitamos a simplemente tratar
de identificar “el” cerebro o sus correlatos fisiológicos de apego inseguro frente a
seguro sino si en su lugar incluimos valoraciones del estatus neurológico y/o
fisiológico hechos antes de una intervención clínica exitosa.
Notas de la autora
1. Para ahorrar espacio, este artículo y el artículo que lo acompaña (Hesse y Main
2000) en este tomo del Journal of the American Psychoanalytic Association,
comparten una lista de referencias bibliográficas, que son las que aparecen al
final. Además, muchas citas individuales no han sido incluidas. Los autores
lamentan estas exigencias; sin embargo, los lectores interesados podrán encontrar
los estudios individuales mencionados en el citado resumen y artículos de
revisión.
2. Las categorías desorganizada / desorientada del apego del infante, del niño y
del adulto son descritas en un artículo adjunto (Hesse y Main 2000; en este tomo
del Journal of the American Psychoanalytic Association).
3. Discusiones sobre el apego en lo que atañen en particular al trabajo clínico
pueden ser halladas en dos tomos de Consulting & Clinical Psychology (1996;
Tomo 64, Números 1 y 2) y dos ejemplares de Psychoanalytic Inquiry (1999;
Tomo.19, Números 4 y 5); la revista Attachment and Human Development, y
muchos capítulos escritos por clínicos para el Handbook of Attachment (Cassidy
and Shaver 1999).
4. Mientrás que Bowlby comenzó con un énfasis en la conducta de los infantes y
niños pequeños, propuso que los vínculos de apego existen durante toda la vida,
como se ve,por ejemplo, en la conducta de base segura que lleva a los miembros
de una pareja a apoyarse el uno al otro en momentos de estrés (ver también
Hazan y Shaver 1994; Simpson y Rholes 1998), y en las respuestas frente a la
muerte del compañero, (ver Bowlby 1980).
5. La conducta y el lenguaje de algunos individuos no están lo suficientemente
organizados como para poderlo ubicar en una sola categoría. Algunos infantes ,al
igual que algunos adultos, son repetidamente inclasificables por lo que una quinta
categoría “no clasificable” se está utilizando cada vez más, (Hesse
1996.1999ª).
6. Más tarde, una cuarta categoría de la conducta del infante en la situación
extraña fue desarrollada y descrita por Judith Solomon y yo (Hesse y Main 2000;
este tomo), que llamamos desorganizada/ desorientada.
7. Entre estos métodos debo destacar que la evaluación del apego a partir de la
conducta en la reunión a los seis años de edad ha sido ampliamente reproducida
en lo que respecta a la relación de apego en el primer año de vida, así como
también lo ha sido la evaluación de Kaplan de la respuesta de los niños frente a
narrativas relacionadas con la separación (ver Solomon y George 1999 para una
revisión). Las respuestas de los niños en el dibujo familiar también se pueden
predecir a partir de la conducta hacia la madre en la situación extraña en la
muestra de Minnesota; pero, también, han habido varios estudios que no han
podido reproducirse por lo que los dibujos sobre la familia no deben ser utilizados
nunca como una forma de evaluar el apego con una sola herramienta (ver
Main1995). Hasta donde sabemos, el análisis de las transcripciones de las
reuniones niño-padres y la respuesta de los niños a la presentación de una foto
familiar son propias de nuestra muestra.
8. Para tres de los 26 infantes no se realizó el procedimiento o fue inválido
(debido a enfermedad del infante por ejemplo).
9. Muchas investigaciones subsiguientes, tal como nuestro estudio del Area de la
Bahía de San Francisco de 189 familias, han mostrado que la respuesta del
infante hacia uno de los padres no indica cómo responderá ante el otro. En otras
palabras, un infante seguro con la madre podría perfectamente ser evitativo con el
padre. Estos hallazgos son, por supuesto, consonantes con la propuesta de que la
respuesta en la situación extraña hacia una persona representa una historia de
interacción específica más que el temperamento del infante. En el apéndice 1 se
comenta que para la mayoría de los infantes organizados en las muestras de bajo
riesgo, los factores constitucionales probablemente juegan un papel asimismo
limitado.
10. Un meta-análisis que relacionaba varios esfuerzos de evaluar la sensibilidad
materna con la conducta en la situación extraña (de Wolff y van Ijzendoorn 1997)
halló una asociación significativa pero modesta, (con resultados más sólidos
cuando el método de evaluar la sensibilidad materna y la muestra se aproximaban
más al de Ainsworth). Este resultado no es sorprendente dado el hecho de que no
hay disponible información acerca de cómo evaluar la sensibilidad y no hay
investigadores que hayan evaluado la sensibilidad a lo largo de períodos de
tiempo comparable a la de Ainsworth.
11. Para probar esta inferencia, Nancy Kaplan y yo pedimos una vez
informalmente a niños en las diferentes categorías de apego que dibujasen sus
familias y que dibujasen un osito de peluche. Varios de los niños evitativos una vez
más dibujaron a miembros de la familia sin brazos pero dibujaron el osito con
brazos y patas completas, incluso con sus pezuñas.
12. Puede obtenerse el protocolo de entrevista escribiendo a Mary Main o a Erik
Hesse en el Departamento de Psicología de la Universidad de California en
Berkeley, Berkeley, CA 94720, o por fax + 1 510 642 52 93. También se dará
información en cuanto a formación en el análisis de la entrevista y un listado de los
entrenadores certificados en este momento.
13. Muchos lectores ya estarán familiarizados con métodos de evaluación del
apego romántico a través del auto-informe en el cual los sujetos se identifican a si
mismos (ya sea a través de autoclasificaciones o en respuesta a items
individuales) como por ejemplo, seguros, desentendidos o preocupados (y algunas
veces como temerosos). Estos estudios presentan resultados interesantes pero no
tienen relación o tienen muy poca con la Entrevista de Apego del Adulto (ver
Crowell, Fraley y Shaver 1999; Hesse 1999ª). Los auto-informes sobre la
relación con la madre o con los padres también muestran poca o ninguna relación
con la Entrevista de Apego del Adulto, (ver un estudio anterior realizado por
Hamilton en la revisión de Hesse 1999b).
14. Los críticos de Grice han observado que las conversaciones de los
“verdaderos” entrevistados muy pocas veces siguen su principio de cooperación
ideal, pero esto no es un problema preocupante para nuestro sistema, en el cual
los grados relativos de adherencia a estas máximas han sido examinados a través
de varios entrevistados. Nosotros damos nuestra puntuación más alta (nueve) por
coherencia en su transcripción a muchos entrevistados que muestran
transgresiones menores, como por ejemplo: “Si verdaderamente quiere que le
cuente esa parte de mi vida, va a ser una historia tremendamente larga”.
15. Somos conscientes de que la memoria es un proceso de construcción y
reconstrucción; incluso en el caso de individuos seguros (cuyas narrativas son
consistentes internamente) los recuerdos pueden ser inexactos.
16. Uno de los indicadores de un estado mental seguro con respecto al apego es
una conciencia viva, alerta a los efectos no deseados de los procesos
inconscientes de tal forma que está afirmación es tomada como un indicador de
seguridad. Como recordara el lector el entrevistado seguro-autónomo del que
hablamos anteriormente informaba acerca de su frustración al verse en ocasiones
actuar como su propia madre intrusiva y enfadada.
17. Como la próxima entrevistada, ella podría sin embargo ser colocada en una
subcategoría menos prototípicamente segura de la EAA que lo que cabría esperar
por ejemplo para la madre de un niño como Ben.
18. En nuestra muestra, las situaciones extrañas se recogieron con el padre y
también con la madre para cada niño. Aunque, como dijimos anteriormente, la
EAA del padre predice la conducta del infante hacia el padre en la situación
extraña así como la sensibilidad del padre hacia el infante (van Ijzendoorn 1995);
la conducta en la situación extraña hacia el padre no estaba relacionada con las
respuestas de los adolescentes a la EAA en nuestra muestra.