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El Río Blanco baja del Cerro Altar hasta unir sus aguas con las del Río Juncal,

conformando el río
que hoy llamamos Aconcagua y que antiguamente llamamos Chile. Todos quienes habitamos el
Valle de Chile le debemos la vida a este cuerpo de agua. Riega el tomate que comí al almuerzo, y la
palta que le pondré a mi pan después de escribir esto. Michimalogko bebió de sus aguas.

Hace unos años, en La Cruz, nos bañamos en el río con una amiga. Cada tanto escuchamos los
disparos de los guardias protegiendo las plantaciones de paltos de los mecheros rurales. Un
“favorecido” con el negocio lavaba su camioneta en el río. Luego, en casa, un evangélico tocó la
puerta para predicarnos y, cuando le contamos que nos habíamos estado bañando, con extrañeza
nos preguntó “¿Todavía hay río?”.

Hoy en la portada de La Tercera el Ministro Juan Andrés Fontaine aclara que los propietarios de
derechos de agua podrán seguir sintiendo plena confianza en que continuarán siendo dueños de
ella a perpetuidad, e Iván Arriagada, ejecutivo de Antofagasta Minerals, anuncia un nuevo auge
minero.

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