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Para hablar sobre la religión hoy, podemos leer los siguientes rasgos

Rasgos de la modernidad

1) Un proceso de racionalización en el que se va configurando un tipo de hombre orientado al


dominio del mundo, con un estilo de pensamiento formal, una mentalidad funcional, un
comportamiento austero y disciplinado y unas motivaciones morales autónomas, junto con un
modo de organizar la sociedad alrededor de la institución económica y la burocracia estatal.

2) Un centro productor de relaciones sociales: la economía. La religión, que tradicionalmente


había ocupado este lugar, es desplazada hacia la periferia y se recluye, cada vez más, en la
esfera privada.

3) Una visión del mundo (cosmovisión descentrada, desacralizada y pluralista. Ya no hay un


centro, una ideología única. Aparece el relativismo y se comienza a cuestionar la posibilidad de
un fundamento, una verdad. Estamos en la sociedad del politeísmo de valores dioses y
demonios)

4) Una razón que muestra varias dimensiones o esferas (ciencia, moral, arte) que tienen su
propia autonomía. Cada vez aparece más difícil la posibilidad de una unificación e incluso de
una interacción mutua.

5) Una de estas dimensiones de la razón, la científica-técnica adquiere una preeminencia social


que tiende a oscurecer la validez de las demás dimensiones de la razón. La razón tiende de a
confundirse con la racionalidad científico-técnica.

6) Una estructura social configurada por dos instituciones o sistemas predominantes: la tecno-
económica y la burocrático-administrativa. Constituyen la manifestación objetiva de la
racionalidad funcional (tecno-burocrática), que tiende a colonizar todos los ámbitos sociales y
humanos.

7) Un tipo de hombre celoso de su autonomía individual, pero con ambivalentes manifestaciones


de híper-individualismo narcisista.

“La muerte de Dios” va a mostrar todas sus consecuencias sacudiendo, hasta resquebrajarlo,
el edificio racional moderno.

Rasgos del proyecto postmoderno:

1) Resistencia radical al denominado proyecto de la modernidad, basado en el progreso, el


desarrollo, la emancipación y la libertad. A juicio de los postmodernos, este proyecto se ha
deslegitimado en la realización histórica mediante la producción de sus contrarios.
2) Ofrece una utopía que consistirá en una estetización general de la vida, donde adquieren
unidad un pensamiento fruitivo e inaugural con una ética postmetafísica sin fundamento,
una micro-política de la deliberación republicana y un individualismo débil a la búsqueda de
sí.

3) Suscita entre los teóricos críticos, defensores del proyecto no realizado de la modernidad, la
sospecha de si tal utopía no es el correlato de una sociedad y un hombre entregados a la
lógica del sistema tecno-burocrático dominante.

4) Señala que nos hallamos ante dos modos contrapuestos de entender el proyecto de la
modernidad y aun el proyecto humano. La dialéctica modernidad-postmodernidad expresa
un debate sobre la sociedad actual, donde una persuasión va tomando cada vez más
cuerpo: la necesidad de reformular las propuestas de la razón ilustrada con sus
consecuencias socio-políticas, estéticas y morales.

Quizás lo más valiosos que aporta la postmodernidad sea su sensibilidad disgustada y crítica ante
las propuestas modernas no realizadas, generadoras de realidad opuestas, y el deseo de ir más
allá de la situación actual. Las cuestiones que plantea amenazan con arrojar el grano con la paja,
pero tienen la virtud de hurgar en las debilidades de la época

Sus sugerencias:

1) Rechazo de todo tratamiento objetivistas, de presencia, del Absoluto, bajo cualquier de las
formas del pensamiento u ola sensibilidad

2) Actitud mística silente, abierta a su presentación negativa, desvaneciente en las cosas. Una
valoración del presente, como lugar de la manifestación del Absoluto, que se niega, sin
embargo a cosificarla en ningún momento.

3) Oposición frontal a cualquier reconciliación apresurada de la realidad actual en nombre del


Absoluto. Rechazo de cualquier legitimación de lo dado en nombre de Dios.

4) Depuraci9ón drástica de los ídolos de Dios a través del nihilismo positivo.

5) Una atención cuidadosa a las legitimaciones cosmovisiones o de proyectos de hombre y


sociedad por la vía del relato de salvación cristiana; en concreto, la legitimación del proyecto
de la modernidad.

6) Un impulso hacia una estética de la religión de lo sublime, cultivadora del silencio frente al
absoluto y contemplativa de su presencia ausente en el ahora de cada acontecer.

Dios no es el contrincante del hombre, sin o el imposible Absoluto que se nos desvanece en la
experiencia radica de la relatividad de todo.

Deconstrucciones que caracterizan la postmodernidad

• Pérdida de fuerza de los grandes relatos e ideologías, es decir, de la gran utopía de la


modernidad –el progreso- y su corte de co-utopías, con la consiguiente sensación de hallarnos
sin horizonte, sin una prospectiva utópica, de desfallecimiento utópico e ideológico y de falta de
proyecto o programa. Desmodernización y des-historización que nos sitúan en la posthistoria.
• Pérdida de la perspectiva única, que, bajo el influjo de los mass-media y las tecnología info-
telemáticas nos hace contemporáneos de todo el mundo, uniformados funcionalmente, pero con
una aproximación virtual a la realidad (J. Baudrillard). Vivimos en el mundo de la imagen, del
simulacro, de la desrealización y deslocalización de la realidad.

• La especialización del conocimiento y su sectorialidad creciente nos conducen a una


sofisticación del saber que, en el límite, termina sabiéndolo todo de un aspecto minúsculo de la
realidad y resultando irrelevante. La fortaleza de la especialización y la metodología, del saber
limitado, se da la mano con la debilidad del pensamiento. Estamos ante un esteticismo
académico y ante una auténtica desracionalización del saber.

• La polaridad política e ideológica del mundo ha sido sustituida por una inestabilidad generalizada
(Minc) y una necesidad de identidad que favorece los movimientos nacionalistas y la proliferación
de “centro”. Nuevos países y nuevas mezclas étnico-religiosas propician una des-
occidentalización que puede degenerar en confrontaciones religioso-culturales a nivel mundial
(S. P. Huntinghton)

• La política (democrática), cada vez más deseada y justificada, se vuelve impotente para resolver
problemas como el desempleo, al dualización de las sociedades, la creciente diferencia
Norte/Sur, etc.; impotente, en suma, para habérselas con los grandes mecanismo anónimos –
sistemas- de nuestra sociedad moderna. Paradójicamente, cunde el malestar democrático y una
sensación de impotencia de la política frente al sistema tecno-burocrático y productivo. Asistimos
a una despolitización y des-burocratización de las masas que se torna necesidad de “proxemia”
(Mffesoli), de cercanía, de agregación en la des-personalización del grupo, de la tribu urbana, de
los ultra, de los “tifosi”...

• El arte parece agotado por la comercialización y en pleno estado melancólico. Visto desde sus
exposiciones en este fin de milenio, se advierten las tensiones del paso a una nueva fase
estética, en la que predomina una visión catastrofista (J. Beuys), quejumbrosa, doliente y
resignada (Calvo Serraller).

• En éste clima se declare cancelado el proyecto moderno y se trate de hablar de lo que viene
después de la modernidad. La postemodernidad no como al superación de la modernidad, sino
como lo que viene -y ya vemos presente- después del fracaso del proyecto de la modernidad.

La nueva religiosidad moderna se reconfigura en torno a una serie de características como


las siguientes:

• la individualidad, la subjetividad y la emocionalidad de los individuos

• El eclecticismo de tradiciones y cultos

• Una pertenencia institucional flexible e incluso difusa

• Un pragmatismo, en el modo de considerar la salvación, tendente a que ésta se haga de algún


modo palpable para el individuo en el aquí y ahora

• Una conciencia de determinados problemas de nuestro mundo y de nuestra sociedad, desde la


ecología hasta las cuestiones nacionales, sociales o científicas.
Síntomas de la religiosidad

• Declive de las creencias religiosas tradicionales y una preocupación creciente por el significado y
el propósito de la vida
• Una religiosidad que pone el énfasis en el individuo. La persona concreta, con sus gustos y su
capacidad de elección, sería la que elige y determina el tipo de religiosidad.

• Una religiosidad que pasa por la experiencia afectiva. Vale lo que se experimenta; lo sagrado, lo
religioso, se valida si pasa el “test” de la experiencia personal, afectiva, emocional. Dará lugar a
grupos y comunidades emocionales.

• Una religiosidad que ofrece una salvación “aquí y ahora” y que se ha de experimentar mediante
la integración personal, el bienestar corporal, psíquico y espiritual. Ya se ve el carácter
pragmático, utilitarista, individualista y temporal que tiene este tipo de “salvación”

• Una religiosidad sin problemas de ortodoxia, donde prima un fuerte eclecticismo. Esta nueva
religiosidad está hecha de retazos obtenidos de diversas fuentes: la ecología y el pensamiento
científico supuestamente último, el esoterismo y a las tradiciones orientales, el cristianismo y la
psicología transpersonal...

• Una religiosidad postcristiana que ha dejado de lado el cristianismo sin aspavientos ni


agresividades, merced a una valoración relativista de la tradición cristiana como una más entre
muchas otras.

(Mardones, adónde va la religión, pg.34-35)

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