Rasgos de la modernidad
4) Una razón que muestra varias dimensiones o esferas (ciencia, moral, arte) que tienen su
propia autonomía. Cada vez aparece más difícil la posibilidad de una unificación e incluso de
una interacción mutua.
6) Una estructura social configurada por dos instituciones o sistemas predominantes: la tecno-
económica y la burocrático-administrativa. Constituyen la manifestación objetiva de la
racionalidad funcional (tecno-burocrática), que tiende a colonizar todos los ámbitos sociales y
humanos.
“La muerte de Dios” va a mostrar todas sus consecuencias sacudiendo, hasta resquebrajarlo,
el edificio racional moderno.
3) Suscita entre los teóricos críticos, defensores del proyecto no realizado de la modernidad, la
sospecha de si tal utopía no es el correlato de una sociedad y un hombre entregados a la
lógica del sistema tecno-burocrático dominante.
4) Señala que nos hallamos ante dos modos contrapuestos de entender el proyecto de la
modernidad y aun el proyecto humano. La dialéctica modernidad-postmodernidad expresa
un debate sobre la sociedad actual, donde una persuasión va tomando cada vez más
cuerpo: la necesidad de reformular las propuestas de la razón ilustrada con sus
consecuencias socio-políticas, estéticas y morales.
Quizás lo más valiosos que aporta la postmodernidad sea su sensibilidad disgustada y crítica ante
las propuestas modernas no realizadas, generadoras de realidad opuestas, y el deseo de ir más
allá de la situación actual. Las cuestiones que plantea amenazan con arrojar el grano con la paja,
pero tienen la virtud de hurgar en las debilidades de la época
Sus sugerencias:
1) Rechazo de todo tratamiento objetivistas, de presencia, del Absoluto, bajo cualquier de las
formas del pensamiento u ola sensibilidad
2) Actitud mística silente, abierta a su presentación negativa, desvaneciente en las cosas. Una
valoración del presente, como lugar de la manifestación del Absoluto, que se niega, sin
embargo a cosificarla en ningún momento.
6) Un impulso hacia una estética de la religión de lo sublime, cultivadora del silencio frente al
absoluto y contemplativa de su presencia ausente en el ahora de cada acontecer.
Dios no es el contrincante del hombre, sin o el imposible Absoluto que se nos desvanece en la
experiencia radica de la relatividad de todo.
• La polaridad política e ideológica del mundo ha sido sustituida por una inestabilidad generalizada
(Minc) y una necesidad de identidad que favorece los movimientos nacionalistas y la proliferación
de “centro”. Nuevos países y nuevas mezclas étnico-religiosas propician una des-
occidentalización que puede degenerar en confrontaciones religioso-culturales a nivel mundial
(S. P. Huntinghton)
• La política (democrática), cada vez más deseada y justificada, se vuelve impotente para resolver
problemas como el desempleo, al dualización de las sociedades, la creciente diferencia
Norte/Sur, etc.; impotente, en suma, para habérselas con los grandes mecanismo anónimos –
sistemas- de nuestra sociedad moderna. Paradójicamente, cunde el malestar democrático y una
sensación de impotencia de la política frente al sistema tecno-burocrático y productivo. Asistimos
a una despolitización y des-burocratización de las masas que se torna necesidad de “proxemia”
(Mffesoli), de cercanía, de agregación en la des-personalización del grupo, de la tribu urbana, de
los ultra, de los “tifosi”...
• El arte parece agotado por la comercialización y en pleno estado melancólico. Visto desde sus
exposiciones en este fin de milenio, se advierten las tensiones del paso a una nueva fase
estética, en la que predomina una visión catastrofista (J. Beuys), quejumbrosa, doliente y
resignada (Calvo Serraller).
• En éste clima se declare cancelado el proyecto moderno y se trate de hablar de lo que viene
después de la modernidad. La postemodernidad no como al superación de la modernidad, sino
como lo que viene -y ya vemos presente- después del fracaso del proyecto de la modernidad.
• Declive de las creencias religiosas tradicionales y una preocupación creciente por el significado y
el propósito de la vida
• Una religiosidad que pone el énfasis en el individuo. La persona concreta, con sus gustos y su
capacidad de elección, sería la que elige y determina el tipo de religiosidad.
• Una religiosidad que pasa por la experiencia afectiva. Vale lo que se experimenta; lo sagrado, lo
religioso, se valida si pasa el “test” de la experiencia personal, afectiva, emocional. Dará lugar a
grupos y comunidades emocionales.
• Una religiosidad que ofrece una salvación “aquí y ahora” y que se ha de experimentar mediante
la integración personal, el bienestar corporal, psíquico y espiritual. Ya se ve el carácter
pragmático, utilitarista, individualista y temporal que tiene este tipo de “salvación”
• Una religiosidad sin problemas de ortodoxia, donde prima un fuerte eclecticismo. Esta nueva
religiosidad está hecha de retazos obtenidos de diversas fuentes: la ecología y el pensamiento
científico supuestamente último, el esoterismo y a las tradiciones orientales, el cristianismo y la
psicología transpersonal...