Anda di halaman 1dari 5

Laura Alvear Roa

201425581
Literatura

Ética y estética patriarcal dentro del salón de belleza

El salón que le da el nombre a la novela de Melba Escobar es un espacio casi completamente


femenino. A excepción de la visita del doctor Del Castillo junto a su mujer para hacerse el
manicure, solo encontramos mujeres como clientas y como esteticistas. A pesar de la
preminencia femenina, el salón funciona como un microcosmos de la Bogotá contemporánea
en la que predomina un sistema capitalista patriarcal caracterizado por las relaciones de poder
determinadas por la clase, el género y la raza. El orden patriarcal se evidencia en el salón
tanto por las relaciones mantenidas entre las distintas mujeres que lo habitan como el tipo de
tratamientos que se realizan. En este trabajo quiero explorar la relación que existe entre el
espacio, la ética y la estética dentro de la novela.
“Para mujeres como usted, La Casa de la Belleza es un hogar, y así queremos que se
sienta, como en casa” (91), le dice la recepcionista a Claire, la narradora que se ha convertido
en una cliente frecuente del salón. “Como usted”, relee la lectora y piensa: como usted,
Claire: una mujer de la clase alta de Bogotá que puede pagar a menudo precios exorbitantes
en tratamientos de belleza. La lectora comprende al tiempo que en ese tipo de mujeres no se
incluyen las esteticistas, más bien son ellas las encargadas de generar la sensación hogareña.
¿Cómo es una casa de estas mujeres de la élite?, ¿qué tanto puede compararse el salón con
sus casas? En la novela, la lectora tiene acceso a dos casas, la de Claire y a la de Lucía. Son
casas no tradicionales puesto que viven solas, no hay un paterfamilias ni hijos. Sin embargo,
el orden que ellas han mantenido se rompe cuando entra el paterfamilias: Eduardo, el
exesposo de Lucía, que impele a su anfitriona atenderlo y a escucharlo a pesar de su
cansancio. Luego, parte a la madrugada sin recoger su rastro: deja el vaso, el whiskey y el
olor a “pucho” que opaca el olor a incienso y el ambiente de yoga (41). Por su parte,
Diazgranados espera a Claire sentado en su sillón de consulta, no en el sofá del paciente, él
le da órdenes a la señora del servicio, quien las obedece, y amenaza a la psiquiatra en su
propio consultorio que ya no parece suyo, pues no tiene control sobre él (191). Ambos
invasivos, ambos restregando el poder que el ser hombres blancos heterosexuales adinerados
les otorga.
Alvear 2

A diferencia de estas casas, el orden de La Casa de la Belleza no es alterado por los


hombres, ellos no aparecen ni están presentes. El orden está dispuesto para la comodidad de
las clientas. Es un orden que no solo se refiere a la limpieza del espacio, la manutención
adecuada de las cabinas, sino a las normas que rigen el comportamiento de las esteticistas.
Cuando Karen entra a trabajar, Josefina de Brigard, la dueña del salón, le dice: “en la Casa
las mujeres debemos ser excelentes en nuestro trabajo, pero también cálidas, comprensivas
y saber escuchar. [...] no se les contesta a las clientas; si quieren conversar, se les conversa;
si quieren callar, nunca debe ser usted quien inicie una conversación.” (20) Todo en la Casa
funciona al rededor del bienestar de las clientas, solo es cuestión de que ellas pidan algo y se
les cumplen sus deseos. Las clientas tienen poder por su clase y por su raza. El género, que
les hace perder status frente a figuras masculinas, no es importante en un espacio habitado
únicamente por mujeres aparentemente heterosexuales. La lectora recuerda la escena en la
que Claire se encuentra con un ministro y su esposa en el matrimonio de su hija. El ministro
le dice a la psiquiatra que no han encontrado un espacio para programar una cita con ella.
Claire se sorprende y le dice que no acostumbra hacer terapia de pareja, a lo que el ministro
responde: “Verá, señora, las inquietudes de mi mujer son también las mías, así que si ella
quiere hablar con una terapeuta, no puedo sino apoyarla acompañándola.” (109) Por más
dinero que tenga, la esposa del ministro, es la esposa del ministro, así es presentada, no tiene
nombre propio, es definida por sus relaciones, no por ella misma y, de la misma manera, no
tiene agencia sobre su propia vida, está subordinada al poder de su marido. La ausencia de
hombres en la Casa permite a las mujeres ostentar un poder que generalmente se ve opacado
por el de los hombres. Son ellas, sin embargo, las encargadas de perpetuar las diferencias
creadas por el orden patriarcal en estos espacios en los que no hay figuras masculinas.
Aunque se podría pensar que la Casa puede ser un espacio de sororidad y apoyo mutuo, es
un espacio donde el apoyo solo lo pueden recibir las clientas mientras las esteticistas tiene el
papel de apoyar, soportando cualquier tipo de maltrato e irrespeto generado por estas mujeres
de clase alta en su afán de evidenciar su superioridad. La Casa es de hecho un hogar, pero no
a la manera en la que es un hogar bogotano, es mucho mejor, pues estas mujeres son la punta
de la jerarquía en este espacio y gozan de privilegios similares a los que tienen los hombres
poderosos, como Diazgranados, por fuera del salón a los que ellas no tienen total acceso: sus
acciones no tienen consecuencias, no se les exige nada y pueden exigirlo todo.
Alvear 3

El salón también puede ser pensado como una casa por la cotidianidad con la que
asisten las clientas. Los tratamientos que se realizan, desde el manicure hasta el bikini, les
demanda una asistencia reiterada para mantener el resultado. Los tratamientos que buscan
estas mujeres cumplen con unos estándares de belleza y de feminidad impuestos por el
sistema patriarcal predominante. Para ser aceptadas dentro de su clase deben estar arregladas
siempre, hacerse el blower, tener las uñas pintadas, ser delgadas y para las relaciones sexuales
haberse depilado el bikini. Paula Black, en su libro The Beauty Industry:gender, culture,
pleasure, escribe sobre los distintos tipos de tratamientos que ofrecen los salones de belleza:
tratamientos de salud, el “pampering” que tiene que ver con la relajación, tratamientos de
belleza y los tratamientos correctivos. Black al describir lo tratamientos correctivos afirma:
There is little evidence here that the client is drawn to pleasure. Rather,
corrective treatments are aimed at producing what is regarded as ‘normal’. [...]
This area of treatment in particular throws into relief the work that must be
done to police the boundaries of feminine normality and the artifice of such a
supposedly natural state. (12)

Los tratamientos correctivos son, por ejemplo, la depilación o los masajes de adelgazamiento,
incluso el cepillado del cabello. Se corrige lo que no coincide con los ideales de feminidad
que están relacionados directamente con lo que se considera bello o no. Las mujeres no
pueden tener pelos en las piernas ni pelos de más en las cejas, por eso deben depilárselas.
Los pelos son para los hombres, para los machos. Karen se da cuenta que las mujeres que
van a depilarse el bikini completo lo hacen porque se lo han pedido sus amantes, sus novios
o sus esposos. Nunca por decisión propia. (21) El acto de la depilación es violento. Causa un
dolor que no se quiere y atenta con un proceso natural del cuerpo que cumple funciones
higiénicas. Pero si no se depilan las mujeres no pueden tener relaciones sexuales. La
depilación funciona como peaje violento que al parecer solo lleva a las mujeres a otras
situaciones violentas. ¿Qué tipo de relaciones sexuales se pueden esperar de un tipo que
imponga normas en el cuerpo de su novia? Karen le cuenta a Claire que Sabrina Guzmán va
a depilarse porque “su novio había intentado coronarla dos veces, pero la había dejado sin
hacerle los honores, por no estar pelada como una manzana.” (21) Después de hacerse el
bikini, Sabrina asiste a una cita pendiente con su novio, quien la espera drogado y borracho,
la viola y finalmente la mata.
Alvear 4

Aunque Karen puede reconocer en la depilación un mandato externo y no un deseo


propio, no puede reconocer que el plancharse el cabello no es un acto de libre albedrío, pues
si a ella le parece, como afirma en un momento, que: “al fin de cuentas es que sentirse linda
y estar alisada es la misma cosa para mí” (157), es por la constante manipulación de los
medios que hablan únicamente “del cabello brillante, sedoso, suave y nada de eso es el pelo
de negro.” Y aunque cuando estuvo con Nixón alcanzó a sentir la sangre bulléndole por
dentro al leer autores que vindicaban los valores negros, ganó siempre la presión de su madre
y de los otros hombres quienes se avergonzarían de ella si se dejara su afro.
Los tratamientos de belleza y la relación que mantienen las clientas con las esteticistas
no son eventos espontáneos ni ajenos entre sí. Ambas responden a la aceptación de ciertos
valores que legitiman tanto la belleza como ciertas actitudes. Un ejemplo de esto se puede
ver claramente en el personaje de Karen, la presentadora de televisión. Claire cuenta:
“Desde la perspectiva de Karen (la esteticista), sus implantes (los de
la presentadora) amenazaban con estallar. Era cierto que tenía un
cuerpo escultural y le gustaba exhibirlo, no solo en los catálogos de
ropa interior. Llevaba puesto un bikini de hilo dental en encaje y un
sostén talla treinta y seis en seda negra. Tenía una nariz minúscula y
los rasgos de una princesa de Walt Disney con el cuerpo de una
conejita Playboy.” (53)
No es gratuito que Karen sea presentadora, vende su imagen como ideal a través de los
medios que sistematizan esa idea. Cumple al mismo tiempo cánones establecidos por las
industrias encargada de crearlos: Playboy y Walt Disney. Ambas industrias pertenecen a un
orden patriarcal en donde se "valoran” únicamente las mujeres que cumplen ese canon.
Mujeres para el disfrute de los hombres. Las mujeres que cumplen esos estándares, como
Karen, junto con otros valores patriarcales como la posesión de dinero, tienen poder. El poder
le sirve a Karen, como a todos aquellos que lo tienen, para rebajar y humillar a los y las que
no lo tienen. La esteticista le cuenta a Claire que lo que más le molestó de la presentadora,
más aún que el hecho de haberle puesto un apodo, fue que le haya dado “mil pesos de propina
que no alcanzaban ni para un trayecto de bus, pero en cambio sí llevó una crema de Sisley y
otra de Olay por las que pagó un millón y medio de pesos, el doble del salario de Karen hasta
hace unas semanas.” (54) A pesar de que la actitud de Karen es totalmente reprochable, nadie
se lo va a decir, ella está en su casa, ella tiene el poder, ella puede hacer lo que se le dé la
gana, como Diazgranados. A diferencia, claro, que la casa de Diazgranados es el país.
Alvear 5

Finalmente, la lectora pudo observar cómo el salón de belleza funciona como un


microcosmos donde se recrean los valores establecidos por fuera de él. Eso valores están
regidos por un sistema capitalista patriarcal, en donde lo más importante es tener mucho
dinero. Poco importa cómo se accede a ese dinero, como se puede observar en el caso de
corrupción liderado por Diazgranados, siempre y cuando no se quiebre la jerarquía de raza y
de clase. Al mismo tiempo, la belleza, como se ha pensado históricamente, está relacionada
con la virtud. Para Aristóteles, por ejemplo, el individuo bello era el individuo virtuoso. La
virtud la podemos entender como los valores que rigen una sociedad. Esos mismos valores
crean los parámetros de lo que se considera bello. La belleza, entonces, nunca es subjetiva,
como se puede llegar a creer, como parece creer Karen. La belleza se define socialmente y
se va al salón de belleza para cumplir eso moldes que se imponen. La belleza al ser
considerada un valor también es un medio de tener poder o, por lo menos, ser aceptado dentro
del marco social que la define.

Bibliografía
Black, Paula. The Beauty Industry:gender, culture, pleasure. New York: Routledge,
2014. Impreso
Escobar, Melba. La Casa de la Belleza. Bogotá: Editorial Planeta, 2015. Impreso.

Anda mungkin juga menyukai