El Virreinato de Nueva España fue una entidad territorial integrante del Imperio
español, establecida en gran parte de América del Norte por la Monarquía
Hispánica durante la colonización española de América, entre los siglos XVI y
XIX. Se originó tras la caída de México-Tenochtitlan, acontecimiento principal de
la conquista, la que propiamente no concluyó sino hasta mucho después, pues
su territorio siguió creciendo hacia el norte.
Se creó oficialmente el 8 de marzo de 1535. Su primer virrey fue Antonio de
Mendoza y Pacheco, y la capital del virreinato fue la Ciudad de México,
establecida sobre la antigua Tenochtitlan.
Abarcó una superficie enorme que comprendió los territorios de España en
América del Norte, América Central, Asia y Oceanía.
Incluyó lo que actualmente es México, más los actuales estados de California,
Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington,
Florida y partes de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana, por
parte de los actuales Estados Unidos; así como la parte suroeste de la Columbia
Británica del actual Canadá; más la Capitanía General de Guatemala (que incluía
los actuales países de Guatemala, el estado de Chiapas, Belice, Costa Rica, El
Salvador, Honduras, Nicaragua); más la Capitanía General de Cuba (actuales
Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Guadalupe); así
como, finalmente, la Capitanía General de Filipinas, (comprendiendo las
Filipinas, las islas Carolinas y las islas Marianas, en el océano Pacífico, en Asia
y Oceanía). Desde 1626 hasta 1642 los españoles se establecieron en el norte
de la isla de Taiwán (llamada por los portugueses Formosa ("Hermosa" en
castellano).2
La organización política dividía el virreinato en reinos y capitanías generales. Los
reinos fueron los de Nueva España (diferente al virreinato en sí); Nueva Galicia
(1530); Capitanía General de Guatemala (1540); Nueva Vizcaya (1562); Nuevo
Reino de León (1569); Santa Fe de Nuevo México (1598); Nueva Extremadura
(1674) y Nuevo Santander (1746). Hubo cuatro capitanías: Capitanía General de
las Filipinas (1574), Capitanía General de Cuba, Capitanía General de Puerto
Rico y Capitanía General de Santo Domingo. Estas subdivisiones territoriales
tenían un gobernador y capitán general (que en la Nueva España era el propio
virrey, quien añadía este título a sus otras dignidades). En Guatemala, Santo
Domingo y la Nueva Galicia, estos funcionarios eran llamados presidentes
gobernadores, dado que encabezaban reales audiencias. Por esta razón, estas
audiencias eran consideradas como "pretoriales".
Existieron dos señoríos. El más importante fue el marquesado del Valle de
Oaxaca, propiedad de Hernán Cortés y sus descendientes que incluía un
conjunto de vastos territorios donde los marqueses tenían jurisdicción civil y
criminal, y derecho a conceder tierras, aguas y bosques y dentro del cual se
hallaban sus principales posesiones (estancias de ganado, labores agrícolas,
ingenios azucareros, batanes y astilleros).4 El otro señorío fue el ducado de
Atlixco, otorgado en 1708, por el rey Felipe V a José Sarmiento de Valladares,
ex virrey de Nueva España y casado con la condesa de Moctezuma, con
jurisdicción civil y criminal sobre Atlixco, Tepeaca, Guachinango, Ixtepeji y Tula
de Allende.5
El rey Carlos III introdujo reformas en la organización del virreinato en 1786,
conocidas como reformas borbónicas en Nueva España, en las que se creaban
las intendencias, que permitieron limitar, en cierta forma, las atribuciones del
virrey.
Desde principios del siglo XIX, el virreinato cayó en crisis, agravada por la Guerra
de la Independencia Española, y su consecuencia directa en el virreinato, la crisis
política en México de 1808, que acabó con el gobierno de José de Iturrigaray y,
más adelante, dio pie a la Conjura de Valladolid y la conspiración de Querétaro.
Esta última fue el antecedente directo de la guerra de independencia mexicana,
la que, al concluir en 1821, desintegró el virreinato y dio paso al Primer Imperio
Mexicano, en el que finalmente se coronaría Agustín de Iturbide.