fluir”. La
poesía de
Edgar Bayley
María Amelia Arancet
Ruda
ISBN 950-05-1657-8
A Fernando Bracco, sin cuyos brazo y corazón
nada sería posible.
A Juan Marcos y a Tobías Bracco Arancet:
el resto de la vida.
1
Arancet Ruda, María Amelia
Innumerable fluir: la poesía de Edgar Bayley – 1ª ed. - Buenos
Aires: Corregidor, 2006.
288 pp.; ISBN 950-05-1657-8
2
Contenido
Brevísima introducción al presente trabajo .................................. 6
Agradecimientos .......................................................................... 8
2. Panorama de un proceso....................................................... 13
4
1. Contexto poético. El poeta mayor ........................................ 132
5
In memoriam Luis Martínez Cuitiño
1
No nos detuvimos ahora, sin embargo, en este aspecto, que tomamos tan sólo en el
margen y como apoyatura de confirmación, porque se trata de una faceta que ha sido
más estudiada y, fundamentalmente, porque comprobamos que cuanto Bayley desarrolla
en sus ensayos ha sido antes practicado en su poesía; todo está en ella.
6
sistemáticos; sí, algunos comentarios muy acertados y esclarecedores,
sobre todo los de Rodolfo Alonso (1982) y de Enrique Molina (1978), que
tuvieron el acierto de ver al poeta completo y de no encasillarlo como
invencionista, según ha hecho la crítica en general. Cabe ponderar
también el artículo más extendido de Mariano Calbi (1999), que ha dejado
margen para otear un poco más allá. Fuera de estos acercamientos, todo
se reducía a hablar de Bayley en la distancia, a partir de las categorías
recién mencionadas o, peor aun, bajo el rótulo condenatorio de esteticista
o de hermético. Nos sorprendió comprobar hasta qué punto se repetía
este juicio, evidentemente no fundado en un verdadero contacto con la
poesía en sí misma.
Frente a este estado de la cuestión, decidimos analizar la obra
poética completa de Edgar Bayley guiados por tres intuiciones iniciales
que, finalmente, se convirtieron en probadas certezas: 1) Edgar Bayley no
se agota en la búsqueda ni en el logro de una novedosa imagen
inventada; 2) Bayley no pretende abolir el referente; 3) la modulación de
lo subjetivo en Edgar Bayley se podría sintetizar en el sintagma 'la
emoción contenida y la palabra desplegada'. Éstas fueron las hipótesis de
partida, que reaparecen a lo largo de nuestro desarrollo en las páginas
siguientes, hasta la fecha el único abordaje metódico de este poeta. Por
este mismo carácter hasta ahora exclusivo hemos seguido un orden
cronológico, con el fin de estudiar cómo se sucede la producción poética
de Bayley y, en consecuencia, de deslindar etapas.
7
2- la referencia a las obras de Bayley es siempre a la edición
hecha por Julia Saltzmann para Grijalbo/ Mondadori (1999).
3- en cada referencia que sigue a una cita o a una alusión
incluimos entre paréntesis los siguientes datos: (título del libro
del que proviene la cita, año de publicación del libro; año de la
edición que usamos: número de página). Por ejemplo:
(Celebraciones, 1976; 1999: 34).
4- para los títulos de los poemarios y conjuntos de poemas
inéditos -siempre según la edición de Saltzmann) usaremos las
siguientes siglas y abreviaturas:
EC: En común (1949).
LVEV: La vigilia y el viaje (1961).
NRNP: Ni razón ni palabra (1961).
ED: El día (1968).
Cel: Celebraciones (1976).
NP: Nuevos poemas (1981).
AL: Alguien llama (1983).
APM: Algunos poemas más (1984-1990).
OP: Otros poemas.
PI: Poemas inéditos.
Agradecimientos
Un especial agradecimiento póstumo a Luis Martínez Cuitiño, quien ha
sido mi maestro.
Otro agradecimiento, entrañable, a la Profesora María Soledad
Gómez Novaro, por haber contribuido a la maduración de este trabajo
mediante la lectura paciente y el diálogo fecundo y esclarecedor.
Asimismo, mi agradecimiento a Javier Cófreces, por su generosa y
cordial disposición de tiempo y de material, y a Jorge Santiago Perednik
por haber accedido a una iluminadora charla sobre Bayley.
Finalmente, gracias al Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet), bajo cuyo amparo esta investigación fue
realizada y pudo ser llevada a prensa como libro mediante un subsidio
especial brindado por el mismo Organismo.
9
Capítulo 1 - “una rama en la luz": propuesta de un
nosotros2
1. Identidad nacional
La identidad como tema es una fuerte presencia en la literatura
latinoamericana, ya sea en lo que tradicionalmente se llama ficción o en
desarrollos ensayísticos. Esta recurrencia, como es sabido, responde al
hecho de que históricamente nuestra identidad continental está
compuesta por fusiones más o menos prolijas. El caso específico de la
literatura argentina no escapa de este marco, aunque el individualismo
que acarreamos como una suerte de estigma a menudo nos torne reacios
a considerar una posibilidad colectiva.
En este capítulo nuestra intención no es otra que hacer un aporte
más a esa amplia página de identidad y literatura (Jitrik, 1970; Fernández
Moreno, 1972; Verdevoye, 1984; Maturo, 1987; Pagés Larraya, 1987;
Pérez, 1995; Rotker, 1999). Puede parecer extraño tomar este tema en
relación con un autor como Edgar Bayley (1919 -1990), tildado por
algunos de hiperesteticista y de alejado de la realidad. Sin embargo, tal
simplificación no sólo es empobrecedora y falsa, sino que constituye una
falta de conocimiento, incluso un acto de injusticia. Para quien este
compromiso no resulte suficientemente claro en sus poemarios, basta leer
cualquiera de los ensayos de Realidad interna y función de la poesía.
Lo que diseña nuestro carácter a través de la literatura, entonces,
no está dado exclusivamente por uno u otro tema; si así fuera, tal vez nos
quedaríamos sólo con la gauchesca y con algunos relatos costumbristas.
Hablar de identidad es referirse a una manera de ser, tanto para sí mismo
como frente al otro. Y Bayley en su poesía hace patente al menos una
parte de esta modalidad que, según veremos, se define más bien como
deseo.
Noé Jitrik afirma que la poesía posterior al peronismo -más que la
narrativa- ha demostrado una maduración por parte de los escritores en
cuanto a “lo que les concierne como tales en el trabajo total de la
2
Todos los poemas pertenecen a EC (1949).
10
colectividad” (1970: 195)3. Jitrik incluye a nuestro autor en ese grupo de
poetas, que tienen el mérito de “no haber eludido la representatividad de
su clase, una pequeña burguesía que tiene mucho para hacer en el país”.
(1970: 196)4
Francisco "Paco" Urondo también ha observado y valorado que la
labor creativa de Bayley tiene qué aportar al tema de la identidad
nacional. Este otro poeta identifica en Bayley el firme intento de “nombrar
lo propio”, acción que es un modo concreto de ejercer la identidad: poder
decir lo vivido otorga carta de ciudadanía a una experiencia, y sabemos
que en una comunidad son algunos pocos los que asumen la función de
ser voz cabal.
Por otra parte, hay quienes destacan el papel del invencionismo en
cuanto a la problemática identitaria; y hablar de tal -ismo es,
inevitablemente, hablar sobre todo del primer Bayley. Así Carlos Giordano
observa que si bien la búsqueda invencionista es contraria a todo
nacionalismo, su insistencia en la cotidianeidad y en el hecho de que lo
importante es el tono de las palabras, deja ver formas típicas de una
manera de ser nacional (1983: 796). Unos años antes, en su famoso
artículo sobre la poesía argentina entre dos radicalismos, Noé Jitrik
pondera el “atraso” de esta segunda vanguardia, porque cambia el
sentido del epigonismo históricamente constitutivo de nuestra poesía;
afirma que en el 50 no es reverencial. Esto significa que hay sentido
crítico y, por lo tanto, un primer asomo auténtico de lo propio, un yo o un
nosotros que cuestiona y, a través de tal actividad cuestionadora, se
perfila.
***
3
“Lo que quiero decir es que parece vivirse con más claridad el aspecto cultural de la
actividad literaria y que ello naturalmente puede crear mejores bases para las
expresiones universales [...]. En este sentido, la actual poesía argentina está en un nivel
superior a las restantes manifestaciones literarias” (Jitrik, 1970: 195). Según Jitrik esto se
debe a varios factores: 1- el ininterrumpido esfuerzo de Poesía Buenos Aires por crear la
conciencia de un oficio poético; 2- los hallazgos de diversos intentos vanguardistas; 3-
ciertas preocupaciones por universalizar socialmente la poesía. “Todo ello ha confluido
en torno a una poesía que se puede identificar claramente como de pequeña burguesía,
voluntaria y decididamente representativa de ese hombre singular por el que dicha clase
se manifiesta y en la práctica de cuyos valores reside su convicción”. (196)
4
Jitrik menciona a Trejo, Urondo, Brascó, Gelman, Vanasco, Aguirre, Bayley, Madariaga,
Fernández Moreno y Zárate (1970: 196).
11
El Bayley invencionista de Realidad interna y función de la poesía quiere
que el lector siga el camino que las palabras le sugieran en tanto son un
"excitador de estados mentales". (1966: 20) Estas palabras operan, tanto
para la escritura como para la lectura, por libre asociación en virtud de sus
"valencias poéticas". (1966: 20)5 De este modo, la poesía puede surtir su
efecto de "liberación creadora de la energía emocional de las palabras"
(1966: 21) al no encerrarse en los usos más frecuentes. Para que esta
palabra y sus valencias produzcan la reacción química esperada deben
estar insertas en un marco inhabitual o, dicho de otro modo, el poema no
debe reproducir ni reconstruir el contexto que las haga fácilmente
reconocibles y ubicables. Por el contrario, lo propio del lenguaje poético -
que según Bayley existe (1966: 21)- es el extrañamiento. De aquí la
primera dificultad de acercamiento que presenta la poesía de nuestro
autor.
En su primer libro, En común (publicado en 1949 y que reúne
poemas compuestos entre 1944 y 1949), el efecto transformador de la
poesía está orientado en la dirección de evocar en nuestro espíritu todo
cuanto nos hermana, lo común. En este poemario el fervor vanguardista 6
5
Bayley habla de estas valencias en su ensayo “Realidad interna y función de la poesía”
(el cual da nombre al libro que lo incluye) cuando explica el proceso de escritura poética:
“[...] una vez que el acto de escribir comienza se produce lo que René Char llamó la
elección objetiva. Vale decir, que el poeta comienza a trabajar con las palabras;
comienza a elegir las más adecuadas para su propósito expresivo. Inventa, no traduce.
Su interés no está en mantenerse fiel a la emoción inicial, sino en aprovecharla
estéticamente, combinando las valencias poéticas de las palabras que la emoción hace
surgir en su espíritu”. (Bayley, 1966: 20) Esa palabra poética actúa para nuestro autor
como un “excitador de estados mentales. O sea, que la palabra aislada cobra sentido
para nosotros merced a una actividad libre del espíritu, distinta en cada uno, pero de un
tono igual en todos”. (1966: 20)
6
En común resuma optimismo. Basta leerlo una vez para descubrir en él un fervor que,
por la intensidad (no por el objeto), es similar al fervor de Buenos Aires del Borges de
1922. Ese entusiasmo creador asociado con la esperanza puesta en el arte son lo propio
del espíritu vanguardista. Como ejemplo podemos mencionar el penúltimo poema de En
común, “La poesía”, prosa poética que es una suerte de declaración de principios: “La
poesía es invadida por momentos, pero la resistencia existe, no lo dudemos”.
Básicamente hay dos elementos que permiten hablar de espíritu vanguardista al leer
este texto: el vocabulario relativo a lo bélico, tal como si estuviéramos en los felices años
20, y “el entusiasmo, el fervor, la emoción y la energía” que Mihai Grünfeld destaca como
propios de la vanguardia, cualquiera sea su variante (1995: 1).
No obstante la similitud inicial entre la primera y la segunda vanguardia, este
fervor de EB es más maduro que el del martinfierrismo. La poesía del 50 presenta menos
desenfado, hay menos lugar para la alegre despreocupación que signó los años
12
se ha volcado a la tarea de conformar un nosotros; el sujeto lírico
manifiesta expresamente una fuerte voluntad de destacar lo que nos
iguala y de precisar un sitio de pertenencia. En este sentido la
composición "la poesía" actúa como un manifiesto de este nosotros,
según veremos más adelante.
La identidad del nosotros propuesto por Edgar Bayley en En común
se forma, como toda identidad, por medio de la dialéctica entre „yo y el
otro‟, o entre „nosotros y los otros‟. Veremos qué rasgos se le adjudican a
una y a otra parte y qué momento dentro del proceso de formación de la
identidad viene a encarnar esta obra.
2. Panorama de un proceso
De manera muy general consideraremos dicho proceso de formación de
la identidad a través de cómo lo fue registrando nuestra literatura. El
primer momento es el del descubrimiento, cuando el choque y la
extrañeza son los frutos del inicial encuentro de culturas en América;
tenemos entonces las crónicas con su función de textos fundantes, como,
por ejemplo, las obras de Luis de Miranda, de Martín del Barco Centenera
y de Ruy Díaz de Guzmán. Hecha aquella primera fusión, sobreviene la
colonia y las expresiones de este lado del Atlántico comienzan a surgir,
pero siguiendo a los mayores; en este segundo momento crecemos a la
luz, o a la sombra, del modelo por entonces jerarquizado: España, y
encontramos al cordobés Luis de Tejeda y Guzmán con su El peregrino
en Babilonia
Ya más maduro, hacia principios del siglo XIX, lo propio comienza
a querer ser y manifestarse de manera autónoma. Podemos mencionar
obras como el “Himno Nacional Argentino”, El matadero, La cautiva y
Facundo que, claramente, buscan puntualizar un nosotros y lo hacen por
oposición a un otro que se pretende absolutamente ajeno. Esta oposición
representa una de las primeras maneras de definir la identidad7. Un poco
individuo), construyo, delimito, defino al enemigo, al Otro, al que es diferente de mí. Esto
deja más claro mi propio ser: no soy eso”. (Rotker, 1999: 118/119)
8
Susana Rotker, con gran lucidez y hondura, se explaya sobre estas poco estimables
cualidades.
14
identificado con una única faceta; por el contrario pretende incorporar
múltiples aspectos simultáneamente. De algún modo lo que en Bayley es
planteo consciente, está prefigurado en Borges como intuición de un
conflicto constitutivo9.
La propuesta formulada por nuestro autor en En común representa
una etapa de madurez en el proceso de formación de una identidad.
Propuesta que ha quedado abierta para ser realizada y que se asocia con
la necesidad de un sistema democrático, para el cual la realidad no es un
todo homogéneo, hay diferencias; lo que nos unifica son las
circunstancias.
9
Alberto Julián Pérez lo analiza claramente en “Borges y el dilema de la identidad en
Hispanoamérica”. (1995: 235/243)
10
"El invencionismo lleva a cabo una negación enérgica de toda melancolía, exalta la
condición humana, la fraternidad, el júbilo creador, y apoya su fe en una definición de la
realidad". (1999: 738)
11
Publicado en 1945 en el cuadernillo Invención 2.
15
designar esta propiedad no es casual la ausencia de sustantivo en el
título, ya que el acento no recae en qué cosa debe ser idéntica para
todos; si se determinara ese qué, se estaría dictando una norma. Lo que
importa es que ese algo pone en pie de hermandad: “[...] con el mismo
fuego/ hemos llegado y partido/ ningún camino/ podrá hacernos
diferentes” ("poema 7"; 1999: 36). El único requisito es que la propiedad
"en común" sea compartida de manera innegable.
***
16
De los veinte poemas que componen el poemario casi todos hacen
presente al nosotros, ya sea a través de la primera del plural en
pronombres personales y en desinencias verbales, o mediante
designaciones genéricas, como “el hombre”. Hay otras variantes para
aludir a esa 1° del plural. En algún caso, como en el "poema 9" (1999:
38), se elude la forma „nos‟ y se usan las correspondientes a la 1° y a la
2° del singular, “tu misma confianza”, “mis palabras”, “mis ojos”, “mi
horizonte” y “tus brazos”, que configuran un nosotros asociado a la
expansión, a la apertura y a la integración según connotan los sustantivos
citados.
Otras veces figura un tú que no está claramente personalizado12,
por lo que puede ser el de cualquiera y al mismo tiempo el de todos: “[...]/
en el mismo lugar/ enriquecido por tu rostro/ los esfuerzos de la noche/ la
libertad de conocerte” ("poema 11"; 1999: 40). Simultáneamente el tú
puede entenderse como un desdoblamiento del yo, puesto que entre otras
cosas se le adjudica a la segunda persona propiedades como voz,
palabra y hablar, relacionadas con el oficio de ser poeta: así lo vemos
especialmente en el "poema 2" (“tus palabras guardan para todos el
hábito de las pupilas” -1999: 30-), en el 5 (“tu voz reposa en las virtudes
del error” -1999: 34-) y en “encontrar es decir” (“has hablado un idioma
muy nuevo todavía” -1999: 48).
Diremos, entonces, que el nosotros delineado en En común es
inclusivo (Kerbrat-Orecchioni, 1993: 52). Cuando se hace presente por
medio de la 1° del plural o de la 1° y la 2° del singular, este nosotros es
inclusivo porque se plantea como la suma „yo + tú‟, por lo que el alocutario
y el lector concreto siempre están dentro del discurso. En la mayoría de
los poemas está subrayado ese afán de contención (“nuestra unión”
["poema 1" -1999: 29-], “nuestra amistad” ["poema 3" -1999: 31-],
“nuestro amor” ["poema 6" -1999: 35-]), para el que nada humano es
ajeno. A fin de reforzar esta noción, cuando hallamos propiedades del
12
“al comienzo de toda razón” (1999: 41) podría ser la excepción, ya que sin tener
noticias al respecto, este poema parece señalar que existe una referencia anecdótica en
la evocación que el sujeto lírico hace (“recuerdo”) de un tú y de una relación amorosa
pasada, evocación que termina siendo una queja en los dos últimos versos: “oh lucidez
inocencia/ perdidas entre el polvo y la renuncia”.
17
nosotros suelen también mencionarse sus opuestos: “tu alegría/ tu
tristeza” ("poema 2" -1999: 30-), “nuestra constancia y nuestra
inconstancia” (“la poesía” -1999: 49/50-); ambos términos de la
antinomia, sea la que fuere, son acogidos. La consigna parece ser no
dejar nada al margen.
***
[...]
la alegría de las conversaciones ingeniosas
13
“nuestra libertad futura hace su nombre/ y el curso de sus manos” ("poema 4" -1999:
33-), “equilibrados y sin límites/ el porvenir ha hecho de nosotros/ su color extremo”
("poema 8" -1999: 37-), “nuestra frontera vendrá” (ibídem), “los años entregarán tu
aventura” (“encontrar es decir” -1999: 48-), “distancia crepitante, llena de futuro” (“la
poesía” -1999: 49/50), “podemos recordar y construir los deseos futuros” ("poema en
homenaje” -1999: 44-), etc.
18
el contagio de los sentidos
el buen apetito la sed de buena ley
el olvido y la palabra absorbidos en la fronda
la siesta a ras del suelo
el debate moroso de los reptiles
el plácido quejido del pajonal
el polvo del camino ahogando las viñas
el apremio de las multiplicaciones
y el vacío irremediable
del signo viejo y nuevo
(“los hombres y los años”; 1999: 46/47)
20
perdido. La enunciación de momentos queda más clara en la estrofa
tercera:
[...]
hablo de los vidrios lentos a la madrugada
de la parturienta amenazando la medianoche
con sus gritos y sus cadenas puras
hablo de los fusiles y de la carne fluyente
herida
descompuesta
de las horas por llegar
de los frutos de la ternura
de los ojos digitales
mezclados a la multitud en las manifestaciones
[...]
21
significativo se hacen presentes las nociones de vegetalidad, de
renacimiento, de florecimiento. A ello se agrega el sintagma circunstancial
“en la luz”, que viene a constituir su ámbito de expansión y dice un
espacio abierto, sin límites perceptibles. Por medio de esta imagen
entendemos que el nosotros se ve a sí mismo creciendo sin obstáculos,
en una amplitud promisoria, pleno de vitalidad.
En “encontrar es decir” (1999: 48) el sujeto es un tú que,
nuevamente, es el de todos y también el del poeta. La facultad de este tú
es hablar: “has hablado un idioma muy nuevo todavía”, “puedes hablar/ no
importa fuera de qué lecho/ puedes hablar en los muelles”. Este sujeto
busca ubicarse más allá, o más acá, de lo convencionalmente dado, para
ser a través de la palabra:
[...]
y [puedes hablar] en la esfera común de la miseria
cuando todo calla
y no hay brazos ni nombre para tu aurora
puedes hablar de cerca
vivir al borde de los días
[...]
14
“Desvastar” tal como lo usa Bayley estrictamente no existe; podría ser devastar
(„destruir un territorio‟) o desbastar („quitar las partes más bastas‟). Sea como fuere, por
el cotexto ambos sentidos son admitidos.
22
quiere anular la vieja dicotomía civilización/barbarie. Lo único que queda
es la "rama en la luz", totalmente virgen, para fundar nueva vida.
***
En el "poema 8" (1999: 38) una tercera del plural (“los jueces”)
encarna a los otros, no sólo por la coincidencia de persona y número
(ellos), sino por la facultad que les es adjudicada, la de juzgar, contraria a
las de igualar e incorporar, propias del nosotros.
En “poema en homenaje” (1999: 44) ellos, bajo el rótulo de “los
enemigos”, están lejos del nosotros porque se ubican “lejos del fervor en
la caravana interna del desprecio”.
En “la poesía” (1999: 49/50) más que en ninguna otra
composición se enfrentan nosotros y los otros, de hecho el sujeto enfrenta
abiertamente a esos otros:
[...] No, vuestra opacidad no alcanzará a destruirla [la poesía].
Vuestros suaves compromisos y gemidos no alcanzan a deglutir su
tierra. [...] ¿Pero cuál de vuestras leves concesiones puede vaciar la
23
infancia de sus árboles? [...]. Están los ojos puros en que amanecen
los años, la alegría, el porvenir luciente; está, y es lo más peligroso
para vosotros, la muerte, segura de su fecundidad. [...]
4. El desafío de la inclusión
En común es emergente de una tradición cultural, registro de una
preocupación candente en cierto momento histórico y propuesta concreta,
por lo que articula pasado, presente y futuro. En primer lugar representa el
emergente de una vieja y continuada necesidad de integración,
característica del continente latinoamericano, culturalmente compuesto
por elementos de las más diversas procedencias. Tal necesidad en sí
misma constituye una tradición: la de buscar la propia identidad, la de
querer conformar un nosotros. Este poemario desde el título se enrola en
esa búsqueda.
En común actúa como un registro, ya que da cuenta de uno de los
momentos de nuestro devenir en que el cambio era imperioso. A mitad del
siglo XX el mundo entero está modificando estructuras, y esa presión de
la realidad es tomada por Bayley con ánimo optimista y vivido con el ardor
de un inminente renacimiento.
En consecuencia, En común presenta un nosotros que incita, que
apela y que desea unificar, pero sin imponer nada: busca la unidad sólo a
partir de la vida cotidiana compartida, donde brega por descubrir facetas
desconocidas. Expresado en otros términos, sostenemos que el nosotros
que es sujeto en En común no es grupo (nación) por motivos raciales ni
24
contractuales, sino culturales. El punto de encuentro está en la vida diaria
de la comunidad15, que es lo que verdaderamente hace a su cultura. En el
caso del Bayley de En común lo cotidiano no es referido tanto
anecdóticamente, cuanto por el lenguaje en su funcionamiento poético.
A su vez, este nosotros se ve a sí mismo inocente (ligado siempre
al origen), valiente, lleno de fuerzas y de posibilidades, plural (es multitud),
y por lo mismo casi invencible, meritorio, digno.
El nosotros es conscientemente en relación con un otro, y se define
por el deseo de integrarlo, pero no con un sentido de disolución de
identidades, sino con la clara conciencia de una identidad compartida. En
el proceso de formación de una identidad hay momentos donde el franco
contacto con el otro es impostergable. Frente a esta inminencia, por
supuesto, se pueden asumir muy diversas actitudes. Como ejemplo de
dos experiencias extremas hallamos a Edgar Bayley y a Alejandra
Pizarnik (Calbi, 1999)16. El sujeto de Bayley vive este contacto como un
enriquecimiento, destaca a la vez tanto lo distinto como lo que une, por lo
cual no cae en el universalismo, que puede correr el riesgo de la
abstracción o bien del etnocentrismo. Así el nosotros de En común admite
todo17. Dicho de otra manera, supera la instancia de la negación, según
Rotker tan propia de la cultura argentina. Es capaz de mirarse en el
espejo y reconocer aun lo que hasta entonces era visto como ajeno.
Claro que, si bien se anhela la unión con el otro, aunque sea
mínimamente, éste subsiste como distinto. Sus rasgos fundamentales, los
rechazados por el sujeto, son la negativa al cambio y el silencio. Es decir
15
Y a diferencia de los lazos étnicos o legales, que son fijos, los culturales son
naturalmente modificables, con el solo transcurso del tiempo.
16
Mariano Calbi compara a estos dos poetas por sus distintas reacciones ante el trato
con cuanto existe. Calbi señala que Bayley propone la empatía con el mundo a través
del poema. Podemos interpretar esta afirmación desde nuestra perspectiva de la
siguiente manera: cuando una identidad deviene (no olvidemos el existencialismo
latente), la relación con el otro, con el ser, produce un efecto de ampliación, enriquece,
jamás quiebra. En cambio Pizarnik se sitúa en el polo opuesto a la hora de tomar
contacto con lo que es. Frente a la empatía que propone Edgar Bayley, para Alejandra
Pizarnik el contacto con el otro, con lo otro, es vivido como una amenaza, equivale a la
disolución, peligrosa y temida; es algo así como la nada que acecha. Ignoramos a qué se
debe esta diferencia. Posiblemente sean dos maneras de experimentar el ser.
17
Esta propuesta está acorde con la de varios cuentos de Jorge Luis Borges según
Alberto Julián Pérez (vid. “Historia del guerrero y de la cautiva”, “Biografía de Tadeo
Isidoro Cruz”, “Deutsches Requiem”, “El inmortal”, por ejemplo).
25
que según el sujeto de la obra, el otro se identifica con el ser recortado y
encastrado en un molde, fosilizado en una posición.
Contrariamente, lo más destacado del nosotros son la apertura y la
capacidad de decir, según los dos versos que, desde la óptica escogida,
interpretamos claves: el nosotros como “una rama en la luz” y para el cual
“decir es el potro de la invasión”.
Para el nosotros de En común, que se orienta a abolir la negación
a fin de abrazar la realidad completa, la palabra es lo definitorio. La
palabra como término al que se arriba al cabo de un camino de
percepción, de intelección, de entrañamiento y de designación. De aquí la
insistencia en el “nombre” de las cosas a lo largo de En común. Poseer
ese nombre implica haber calado hondo en la realidad y, desde ese lugar
de autoridad moral e intelectual, tratar con el mundo. Decir esta palabra,
traerla a la vida, en tanto lo opuesto de callar, significa invalidar toda
dicotomía, por extensión equivale a no polarizar el propio ser. Esta
palabra se convierte en un modo de existencia, como el canto del gaucho
Martín Fierro; una manera de vivir que sólo puede ser en libertad y con
pleno sentido de la propia dignidad, valor que no se subordina.
Lo más rico del nosotros propuesto por Edgar Bayley en En común
es, finalmente, que no suprime las diferencias, sino que las adopta como
partes constitutivas. Esta actitud representa un momento de madurez en
la ruta para lograr una identidad, ya que se nos invita a salir de los límites
inmediatos, pero no con un gesto destructivo, sino para ensanchar el
grupo de pertenencia, sin temor a que sea borrado. La idea es vislumbrar
un horizonte más amplio, tanto que todo nosotros más pequeño tenga su
lugar en él. Desde otra perspectiva, se pueden aplicar a En común unas
palabras de Noé Jitrik a propósito del Facundo: “sin resultar de
determinadas fuerzas sociales, [la escritura] se presenta como un resorte
que las pone en acción y les otorga conciencia de sus posibilidades a
desarrollar, no actualizadas todavía en su propia esfera práctica” (Jitrik,
1982: 131). Así, más que por lo que es, el nosotros de En común existe
por cuanto puede llegar a ser. Y lo que puede llegar a ser sólo se articula
26
como desafío de inclusión, -parafrasenado a Todorov- "no lo uno o lo otro,
sino lo uno y lo otro" (1989: 13).
27
Capítulo 2 - El vigilado instante y el fluyente viaje
28
sustantivos adjetivos verbos
“hontanar”, “cauce” (dos entre los adjetivos se “hundir”, “fluir”, ”se
veces), “corriente”, destaca la idea de sumerge”, “disuelves”.
“espuma” (dos veces), „inmersión‟: “inmerso”,
“llanto”, “fuente”, “lecho”, “mojada”, “bañadas”,
“fondo”, “lluvia” (tres veces), “submarino”, “sumergido”
“torrentes”, “canales” (dos (tres veces, con variantes
veces), “cascada”, “olas” morfológicas)
(dos veces);
29
Esta idea de brotar y correr como movimiento hacia lo nuevo se
hace presente en “cuello distante” (LVEV, 1961; 1999: 68), donde
leemos “el viento de los trenes/ abriendo el ocaso/ las visiones más altas/
rodeados por las comunes orillas”; o en “poeta en la ciudad” (LVEV,
1961; 1999: 69), en los sintagmas “mar sin culpa abierto/ al celo del estío”
y “tu tiempo de canales y deslices”.
El fluir y el cambio quedan especialmente destacados en los dos
últimos poemas del libro. En “el brazo” (LVEV, 1961; 1999: 75/76) el fluir
se transforma en una consigna de acción: “Deja fluir tu brazo/ sobre el
mundo”; y en “la puerta” (LVEV, 1961; 1999: 77) –cierre de la obra- se
afirma:
[...]
Con los vientos
y el golpe de las olas
todo mudará.
30
corresponde con el concepto de paragrama en sentido generador de Julia
Kristeva.
“las sombras” (LVEV, 1961; 1999: 56) es una composición
especialmente significativa para descubrir esta función del FLUIR,
generadora y sintetizadora del poema:
deja que esta noche llegue hasta el borde del agua
deja que la sombra oculte poco a poco el mar
él no interrumpe su ronda
no hace pausas en su camino y sigue cantando en tu corazón
deja que esta noche sorprenda nuestro eco
y la tierra firme de tu alma
18
En un trabajo anterior, acerca de la poesía de Jacobo Fijman, hemos empleado mucho
más extensamente este concepto, que se explica en los siguientes términos: “Consiste
en el desarrollo del poema mediante el despliegue de los rasgos específicos de los
sememas, ya sea por medio de otra palabra o bien de la misma pero en otro cotexto. Así
los versos van generándose unos de otros”. (Arancet Ruda, 2001: 216)
31
En los dos versos iniciales de “las sombras” (paralelos por
construcción y por significado) leemos una exhortación: “deja que esta
noche llegue hasta el borde del agua/ deja que la sombra oculte poco a
poco el mar”. La primera actitud requerida es la de dejar que algo ocurra,
la de no poner trabas para que esa noche/ sombra llegue, se manifieste.
Esta imagen simbólica de la noche que llega se repetirá hacia el final, ya
mucho más cargada semánticamente (“Hasta la noche siguiente/ hasta
que se acerquen otra vez los bordes del agua”).
Se podría decir que hay un advenimiento de la oscuridad, que
opera en conjunción con el mar, el cual “[...] no interrumpe su ronda/ no
hace pausas en su camino y sigue cantando en tu corazón”. Constatamos
que es ese movimiento continuo lo que permanece, operante más allá de
la razón (por eso las designaciones de “oscuridad”, “mar”, “noche”),
siempre y cuando se le dé cabida y se lo deje fluir (“deja que esta noche
sorprenda nuestro eco/ y la tierra firme de tu alma”19); este “advenimiento
de la oscuridad” no es una fuerza irrefrenable, tiene que consentirlo la
voluntad subjetiva.
A continuación se pide al sujeto (al emisor y al receptor) la actitud
de mirar, enunciada en las estrofas segunda y tercera:
[...]
si miras mejor20 las sombras perderán su equilibrio
se abrirán en claridades y el agua volverá a su cauce
19
Evidentemente “esta noche”, por oponerse a “tierra firme”, adquiere en el poema el
sema „líquido‟.
20
El subrayado es nuestro.
32
previo desborde (no olvidemos que la visión es un sentido que imprime
orden).
Las tres primeras estrofas, pues, especifican qué es necesario para
que ocurra lo deseado, enunciado en la cuarta estrofa: “entonces
podremos andar por los atajos y los montes”. Todo apunta como meta a
andar, a moverse, a recorrer. Sin duda, estas “sombras” atesoran para
quien se atreve a mirarlas, a penetrarlas visual e intelectualmente, una
posibilidad de conocimiento y de ampliación existencial, dos sentidos
indicados, respectivamente, por la promesa de acceder a “claridades” y la
de andar libremente por una espacio más amplio (amplitud connotada por
“los atajos y los montes”).
En todo el poema las figuraciones de la noche/ sombra y del agua
se repiten con variantes y llegan a superponerse en su significado. Así
“las sombras” (“ellas”) se asimilan al agua especialmente en la tercera
estrofa, al adquirir carácter femenino por dar a luz21:
[...]
si miras mucho ellas rasgarán sus entrañas
y el alba saldrá del mar
para tendernos una mano mojada
y un silbido largo y limpio
[...]
Esta alba que brota del mar, don y logro, inviste carácter de
iluminación y de encuentro, que no existen en forma aislada, sino
inseparables de un devenir sin interrupción (fluir).
21
Este poema tiene algo de cosmogónico: las sombras (agente masculino) cubren las
aguas (agente femenino) y nace, en consecuencia, el alba; nace del mar con algo de
humano: “y el alba saldrá del mar/ para tendernos una mano mojada/ y un silbido largo y
limpio”. Las reminiscencias que despierta esta imagen, altamente estética, son muy
amplias y va desde los más diversos textos cosmogónicos (el Génesis bíblico, el Popol
Vuh) hasta la Venus de Sandro Botticelli surgiendo del mar.
33
movilidad ininterrumpida subyace una idea, que capta nuestro interés
porque es uno de los ejes en torno de los cuales la obra produce su
semiosis.
El sujeto en los poemas de Edgar Bayley está inmerso en el
mundo22 y de las tres marcas o condiciones propias de la existencia
mundana, tiempo, espacio e individualidad, en La vigilia y el viaje se
subraya especialmente la primera. El tiempo es una dimensión casi
omnipresente en el poemario; e identidad y espacio son tomados siempre
en su aspecto temporal, específicamente en su devenir. Así, por ejemplo,
en cuanto a la identidad en “ligera liviana libre” (LVEV; 1961; 1999: 65)
hay un tú que es y no es, a merced del transcurrir:
[...]
ayer
hoy
tu rostro regresa igual
ligera liviana libre
no haberte tomado nunca
no ser como tú misma
encendida
disuelves y rehaces nuestras islas
prisionera del alba
a tu lado
muy cerca
florecen los ríos que amaste
22
Así, rodeado de vida material cotidiana, se lo ve, por ejemplo, hacia el final del poema
“martes de carnaval”: “[...]/ hoy recorres las calles de tu ciudad/ es un martes de
carnaval/ quisieras ver otra vez algunos rostros/ hace unos años pasaste la treintena/ y
procuras dominar unas pocas palabras/ desconoces el nombre del porvenir/ y el horario
de los trenes/ tengo hijos y amigos/ voy al encuentro del día siguiente/ las máscaras me
rodean/ bebo en un viejo vaso/ entre la caravana/ oh mis lecturas mis embarcaderos/
abro las puertas de par en par”. (LVEV; 1961; 1999: 70/71)
34
libre
herida
llama de mi frontera
violencia callada
sin desmayo
la mano se contrae
y el corazón
enturbia el despertar
tu canto volverá entre las hojas
ramaje de piedad
alba presente
salve canción infinita
me detengo
veo muy poco
antigua faz
sangre del desamor
odio alado
pasión escindida
pero
libre se levanta el ruiseñor
nuevas mañanas llegan
se mueve el oro del aire
y entre la hierba
crecen nuevas voces
oh valle compartido
a medianoche
breve sosiego del agua
isla hermana en elocuencia
país de sombra y aire
paraje de corriente
una y otra vez
se cruzan los heraldos
36
y la música nace
venciendo los sentidos
tú volverás
los ojos
mirarás
a lo lejos
preguntarás
23
Uno de los argumentos de Gaston Bachelard contra la existencia de una duración es
preguntarse cómo hablar del comienzo de un acto, ya que cualquier cosa para durar
debe primero comenzar. Ese comienzo debe ubicarse en algún momento puntual,
presente, en «una hora fecunda». (1932: 20)
24
Esta isotopía del inicio en La vigilia y el viaje está compuesta por “mañana”, “alba”,
“madrugada”, “recomienzo”, “comienzo”, „nacer‟, „renacer‟, „comenzar‟, „despertar‟,
nuevo/a‟. Podemos establecer una conexión entre el sujeto despojado y tal isotopía, que
continúa la valoración del tiempo cero, originario, “limpio”, de En común.
25
Analizaremos más detenidamente este poema en un próximo capítulo, a propósito de
una particular relación intertextual.
26
Gaston Bachelard designa el pasado y el futuro respectivamente como una
“perspectiva de instantes desaparecidos” y “una perspectiva de espera” (1932: 54);
también los llama “el fantasma del pasado” y “la ilusión del porvenir” (1932: 15).
37
nunca podrás
saberlo
exactamente
no puedes
mi amigo
comprender
cómo
por tu mismo trabajo
por los días
y ella
ha podido quedar
tan breve la memoria
y el pasaje
en la noche
27
“[...] no es el ser el que es nuevo en un tiempo uniforme, sino el instante que
renovándose, devuelve al ser a la libertad o a la suerte inicial del devenir”. (Bachelard,
1932: 30/31)
38
- TIEMPO: “aquí las horas adquieren nuevas costumbres/ en el
interior de las horas el amor sonríe y arroja al viento tus
secretos/ son episodios desconocidos que la boca de un
adolescente narra susurrando”.
Mejor aun: lo que el sujeto percibe es el instante, con todo lo nuevo
que trae (v.g., “espacios abiertos a la claridad del deseo” y “las horas
adquieren nuevas costumbres”), el instante como punto insondable en el
espacio–tiempo, según la definición científica de Albert Einstein.
Poco más adelante FLUIR e INSTANTE se unen cotextualmente y
en cuanto a sus sentidos:
[...]
el día con millones de ríos deja fluir28 sus manos hacia todos
los [rincones del universo
en cualquier lugar puede encenderse la palabra que nos
permita ver [entrar en el corazón de la madera en el mar de tu
mano
extensión del instante29 bella confabulada
una voz todavía para que el aire deje libres los fuegos del alba
y otra [vez para siempre sin nombre la espera y el sueño se
confundan
[...]
28
El subrayado es nuestro.
29
El subrayado es nuestro.
30
Esta doble faz donación/expoliación es lo que lleva a Bachelard a hablar del “carácter
dramático del instante” (1932: 17).
39
en silencio
[...]
No te expliques nada
[...]
Yo entrego mi temor
y la esperanza
[...]
deja tu nombre
[...]
Abandona más todavía
[...]
Deja fluir tu brazo
sobre el mundo
31
“Porque el ser entero, lo inmediato, que no tiene otro fin que sí mismo y no puede
sobrepasar el instante, no sale del límite de lo pueril más que superando el límite de lo
posible. Si pretende/ el poder [esto es, relación con la acción], ante él se abre la
omnipotencia; pero es la omnipotencia del instante [...], es el colmo de la impotencia”.
(Bataille, 2001: 75/76)
40
Abandona más todavía:
espanto
trinos
el agua de siete colores
tu mano sumergida
aquella rosa
estos labios y el sombrero
de los cuatro puntos cardinales
[...]
y sin embargo
se sumerge
viaja
y no conservo nada
entre mis manos
41
Desde el punto de vista de la discontinuidad, la expresión más
adecuada de „siempre‟ es „todas las veces‟, por lo que no es casual que
para expresar esa reiteración el poema enuncie la anécdota particular. De
modo semejante ese ‟cada vez‟ que tiene límites precisos está dicho en el
sintagma “Toda noche vuelve/ al borde del espejo”; ese „borde de...‟
refiere el inminente contacto con lo nuevo y, en tal sentido, hablamos del
instante revelador32.
En “la puerta” (1999: 77) –última composición- la actitud de
vaciamiento reaparece, y el sujeto declara: “He perdido la sombra”, “He
perdido mi amor”, y afirma finalmente una certeza con visos de fatalidad:
“Con el viento/ y el golpe de las olas/ todo mudará”. Esta certeza del
cambio arrasador extiende aun más su alcance con el cierre del poema:
[...]
No queda ningún nombre
sino el deseo
y la revuelta luz
de otro lenguaje.
La puerta.
El mar.
32
El „fluir‟ que detectamos tiene sus límites, presentados en el poemario mediante otra
isotopía compuesta por bordes, lindes, fronteras, costa, orilla. En La vigilia y el viaje una
y otra imagen (fluir y borde) generan su semiosis en combinación: el fluir se da en un
cauce y la orilla se define como límite o borde del agua. Si analizamos los sintagmas y
las figuras que incorporan estos términos, vemos que son altamente condensadores de
significado.
“Borde del agua” figura dos veces; sus equivalentes en tanto límite entre tierra y medio
acuoso son: “litoral”, “playas” (dos veces), “costa”, “riberas” (otra vez en singular), “orillas”
(dos veces), “embarcadero”, “muelle”.
Esta noción de estar „al borde de‟ se repite tres veces con variantes: “borde del agua”,
“borde del espejo”, “borde del instante”, y siempre comporta la idea de próximo contacto
sutil.
42
atención “recibe todo su poder de intensidad en un solo instante”
(Bachelard, 1932: 40) y puede rehacerse y permanecer entera cada vez
que lo hace. El nexo entre atención y fluir está expreso ya en el título del
libro, La vigilia y el viaje. Esta vigilia es la conciencia atenta al instante, un
estado de alerta racional que busca expandirse.
Es así que la intuición del tiempo discontinuo no sólo se manifiesta
a través del instante y de las varias figuraciones del fluir, sino también
mediante la deliberada atención puesta en el presente.
Esta atención es especialmente identificable en las
enumeraciones33 de lo nimio, como en “sobre toda respuesta” (1999:
73):
sobre el hierro y el tiempo de tus manos
sobre tu puerta y la arena sobre el aire
sobre tu llama
sobre todas tus auroras y tu habla mecida
sobre el horizonte del asombro
sobre la tormenta y el sueño
y mi pregunta y la extensión de los castores
sobre tu socorro y tus olas dormidas
como el hacha y el viento
sobre tu lecho llano
herido en sus costumbres
[...]
33
Al detenernos en las enumeraciones se hace aun más evidente el tipo de lenguaje que
emplea Bayley. Un lenguaje que evita las referencias unívocas (acorde con el momento
invencionista) y las alusiones emocionales y personales demasiado claras. Esta
restricción autoimpuesta sin duda apunta a lograr la intención declarada de nuestro autor
de alcanzar un lenguaje poético con suficiente fuerza evocadora para el lector, esto es
familiar y universal al mismo tiempo.
43
y de las plazas a la hora del amor
lejos del insulto
[...]
34
Hay un poema en prosa del libro siguiente, Ni razón ni palabra, que manifiesta esta
misma valoración de cuanto sencillamente ES, poema por completo distinto en cuanto a
su estética, ya que abandona el ideal invencionista: “Es muy pequeña la sombra del
espinillo. Muy pequeño su abrigo. Sus ramas, retorcidas, dirigen su rechazo a todos los
vientos, al cielo, a los paseantes del camino.// Inhóspito, no sabe sonreír a la mañana
que llega y en la noche sólo es un brazo más, un sentido. No sabe sonreír y rechaza el
brillo espontáneo y el abandono de la hierba.// Se contiene y se resiste en medio de la
libertad que lo rodea, y, sin embargo, no tiene imperio alguno sobre sí mismo ni sobre la
tierra que lo origina.// No puede abandonarse ni cobrar un brillo que no le pertenece.// No
obstante, surge y se desarrolla espontáneamente. Y si no puede ofrecer la sombra ni la
sonrisa ni el abrigo, nos ofrece en cambio una entrada, una amistad en su mundo, una
fiebre distinta y necesaria: una existencia al lado de la nuestra” ("el espinillo", NRNP,
1961; 1999: 89) [desde ya, el subrayado es nuestro].
44
En “clown” (1999: 60) el presente está más que destacado en el
verso inicial, “ahora ahora”, que luego se repite. Y en un enunciado entre
cómico, cruel, paradójico –como el de un clown- y desafiante se afirma la
falta de validez de todo lo sabido: “solo unas palabras/ para recordar que
estas palabras no son palabras”35.
A pesar del acento puesto en el presente, pasado y futuro
aparecen y con intensidad emotiva:
[...]
muchacha azul y clara
mi corazón te habita
al cabo de estos años
entre sombras escucho tu voz más verdadera
[...]
vas a venir lo sé
[...]
35
Desde ya, aquí resuena Magritte con su "ce n'est pas une pipe", en el mismo sentido
de negar el carácter representacional del arte.
45
Estos recuerdos son interrumpidos de un golpe por el tiempo
presente: “tú VES36 la frente azul del gran árbol nocturno/ [...]/ ves tus
manos tendidas/ estás en el trópico”. Es un presente incluso definido por
el sujeto como una detenida toma de conciencia: “y marchas despacio
mirando la cara y la cruz de tu vida”. Pero finalmente la atención inmersa
en el instante se impone: “y te sientes [hoy] conducido a la nueva razón/
al cálido RECOMIENZO37 de las aguas combadas/ al lenguaje
RENOVADO38 de otros deseos”.
En “martes de carnaval” (LVEV, 1961; 1999: 70/71) el sujeto se
define también luego de una larga enumeración que señala todo aquello
de cuanto está lejos. En verdad, cuando lo hace, más que definirse, se
presenta:
[...]
bebo en un viejo vaso
entro en la caravana
oh mis lecturas mis embarcaderos39
abro las puertas de par en par
36
La mayúscula es nuestra.
37
La mayúscula es nuestra.
38
La mayúscula es nuestra.
39
En Alguien llama hay un poema, “profesión saludos” (1983; 1999: 289), donde el
poeta vuelve a emparejar “lecturas” y “embarcaderos”. Más allá de la función simbólica
de la lectura, una constante del sujeto es percibirse a sí mismo como parte de un fluir.
46
y un adiós solamente
y un tango sin camino
hay un día que es tuyo al comienzo del mundo
[...]
***
47
Georges Bataille reflexiona sobre “la aprehensión del instante, sin
concesiones indulgentes ni justificativos” (2001: 73) y observa que supone
una nueva disciplina, ya que dicha aprehensión está completamente
desligada de cualquier fin externo40. En Edgar Bayley, sin duda, la
aprehensión del instante se manifiesta como un movimiento anímico
integrador, exigente y, sobre todo, vital, movimiento que vislumbramos en
el hecho de que en este poemario el sujeto de la percepción, el del deseo
y el de la enunciación se unen, ya que el que intuye/percibe la
discontinuidad temporal es el mismo que afinca su atención en el
presente, y con ella su deseo, para decirlo, para acceder a una palabra
poética que se concibe, en consecuencia, como un clímax.
***
Revivo el sol
y la sombra calcinada
de los dioses que fueron
y siguen siendo
en islas plantas montes
continentes
y seres y momentos diversos
y en el humano transcurrir
Tus labios
convoco
y alabo
y doy gracias
por estar los dos
plenamente
en este instante
No evoco
ni el prestigio
ni la leyenda
ni la lectura
de este o aquel nombre del cielo
49
4. El fluir en los textos posteriores
El fluir como tema, como preocupación, como eje semántico, será una
constante en la poesía de Bayley, quien enunciará en “Aclaración” (OP;
1999: 375): “En medio del laberinto/ y de la guerra y la paz/ un hondo
hontanar subsiste”. El fluir seguirá vigente, ya sea como condición del
sujeto (v.g., cuando afirma “navego otra vez/ este mar me lleva hacia mis
bodas” ("Llego nadando", NP, 1981; 1999: 234) o “hacia el mar la
sangre” ("Bermellón 1 y 2", NP, 1981; 1999: 255) o como carácter de lo
percibido, así en “Aire libre” (OP; 1999: 366):
aire libre
llama libre
tempestad canción que corre a tus flancos
breve río herida
para mis años ausentes
escucho veo tus riberas
la altura dispersa en tus manos
aire libre
onda libre
para el fondo de tus hojas
de tu lumbre
de tu valle presente o tu deseo
41
“Una espiral se levanta/ y por los aires el viento/ hasta el molino la lleva/ muy cerca
cerca del mar./ Entre la tierra y el cielo/ entre el molino y el mar/ esa espiral es tu vida/ y
es amor mi paz mi fuego/ lo que te doy y me das./ Todo el azul todo el mar/ hacia arriba y
hacia adentro/ la ayudan en su incesante/ inocente reiniciar./ Más que en la flecha o la
lanza/ la saeta o el punzón/ en esta espiral se encuentra/ mi voto y mi devoción./ Aunque
parezca mudar/ en derrota su ventura/ perderse marchar muy lejos/ por muchas vueltas
que dé/ la espiral sigue subiendo/ hacia adentro y hacia arriba/ hacia sí misma y el sol./
Por el pasado el presente/ y lo que está por venir/ a la espiral lleva el viento/ mas no deja
de subir./ En esta marcha ascendente/ viene y va/ la espiral/ que en sí contiene/ hacia
arriba/ y hacia adentro/ todo el mal y el bien que viene/ dicha amargor alabanza/ frío
calor y esperanza/ el voto y la devoción/ que te ofrece/ en lengua franca/ tu amador”.
50
poéticamente; se trata de “canto del eterno” (Cel, 1976; 1999: 168/169),
que hace presente esta fluidez desde lo literal (“innumerable fluir”),
pasando por su isotopía característica (subrayada), hasta llegar al
desarrollo mismo del texto, cuyo avance emula una especie de corriente:
con mi nombre vengo con el verano hundido
con la perdida aniquilada faz el horizonte
que sucumbió con fingimiento y sol entre dos curvas
vengo de ayer rodeado violento
tajamar ardido
caída huella helada salmo de la primera hora errante inmóvil
y aquí aquí en un recodo del pobre domingo de tus ojos
blanqueado de durar solo secreto
camino fiesta de sed cada mañana
con mi nombre vengo y la estación y el rito
ciénaga ladrido círculo de fuego que envolviste
el ensueño frutal la despedida
qué muro final contiene la marea
y abate la victoria de la isla
con mi hora vengo con mi pasada guerra
a entregar los restos de la fiebre
aves de paso silencios piel del padre río
fantasma erosión de la vertida luz
salpicada de furias y de redes
y comunión de carne un solo vaso
colmado por la lumbre de tu infancia
innumerable fluir serena boca
y cubrirá otra vez el mar los labios
la memoria el deseo la presa cotidiana
con mi día vengo con mi fondo
oscuro sin orillas prosiguiendo
en hontanar en noche en alimaña
vengo a tu encuentro la cita ya tan lejos
la cita mujer toda la mano diste
para olvidar así tanto rocío
a cada instante se encienden nuevamente
las naves las estrellas novia mía red incesante
sortija ángel solo orilla helecho tempestad
paso luz espera desconcierto
porque al verano llegan el hijo y el hermano
el extendido brazo y la cuerda del aire
dormir dormir soñar porque no hay gancho
ni espuela ni facón ni llanto ni galope
no hay compostura me retraso me cambio me ilumino
y equivoco mi sombra lo sé me he dado cuenta
equivoco la vez el cauce la herramienta
y voy partiendo te amo tanto que te dejo
y te tomo de nuevo en otro viaje
o cristal o cuerpo o rama o embeleso
no puedo renunciar pregunto me desnudo
y aguardo al sol espero los milagros
del llamado imposible y el puente reconstruido
51
Este modo de avanzar el discurso, como una densa corriente
ininterrumpida, es característico de Edgar Bayley.
43
Cabe señalar que en La vigilia y el viaje el instante ofrece equivalentes
semánticos, como “noche” y “sombras”. Estos sememas ocupan el lugar de instante en
tanto manifiestan presente, pasado y futuro a la vez y no son cesura en el fluir, es decir
que no establecen un mero corte intelectual en la duración. De este modo “mar”, “noche”,
“sombra” e “instante” se tocan y forman un complejo semántico rico e interesante.
54
ello; por el contrario, halla su disparador en la experiencia del aquí y el
ahora, es un descubrimiento en lo íntimo de las cosas y de los hechos
(otra vez, el instante).
Edgar Bayley entiende la existencia como fundamentalmente móvil,
pero no por experimentar la angustia de la no permanencia, sino la
celebración de lo nuevo. Nuestro poeta se muestra ávido de mundo, y
esta avidez44 está atravesada por un optimismo radical, sostenido en la
mera percepción del devenir, de lo cotidiano y del cambio en la síntesis de
posibilidades que representa el instante, esa “llama verdadera”.
El fluir, relevante por múltiples motivos, finalmente es la figura a la
que arriba el sujeto para condensar su propia cosmovisión; es el diseño
que revela su percepción del mundo según un orden que está signado por
la movilidad, “hacia otro cauce/ siempre” ("siempre").
44
Esta avidez constitutiva puede verse aun más clarificada y ligada a la idea del fluir en,
por ejemplo, un poema de Celebraciones, “es distinto”: “es igual/ queda igual/ viene a
ser lo mismo/ todo corre el mismo cauce/ y esto de hoy es igual/ lo repetimos/ vano
esfuerzo ser de nuevo// apuesto contra todo/ esto que soy/ apuesto el nacimiento/ que
amo tanto/ la libertad posible/ mis ganas de vivir/ el mundo que vendrá/ las sombras/ los
que habrán de llegar/ de a poco/ apuesto/ creo/ vivo”. (1976; 1999: 212)
55
Capítulo 3 - San Juan de la Cruz en Edgar Bayley45
45
El poema analizado en este capítulo pertenece a LVEV (1961; 1999: 57/58).
46
Recordemos que según Gaston Bachelard (1932: 46) esta expresión es el sinónimo de
„siempre‟ en una visión del tiempo discontinuo.
56
poesía de Edgar Bayley a partir de la intertextualidad, ya que en las
palabras del autor está implícita la idea, la experiencia, del diálogo entre
textos, así como la convicción de estar inserto en una tradición.
Justificado nuestro enfoque en lo siguiente analizaremos cómo es la
relación intertextual.
57
La “llama” en Bayley, por otro lado, tiene valor de verdad (“llama
verdadera”), propiedad que para un sujeto empeñado en ver47, como es el
sujeto propio de sus primeros poemarios, es un valor supremo. Este
instante es, por lo tanto, REVELADOR, por lo cual nuevamente coinciden las
llamas, aunque se trate de revelaciones diversas. Para Edgar Bayley la
intelección es un objetivo primordial; en San Juan, por el contrario, las
potencias del sujeto quedan suspendidas.
La “llama” y la “herida” de Edgar Bayley se asocian inmediatamente
en el cotexto con una “violencia callada”:
[...]
herida
llama de mi frontera
violencia callada48
sin desmayo
la mano se contrae
y el corazón
enturbia el despertar
[...]
47
En En común hemos sopesado con detenimiento la visión como actitud y como deseo
(cfr. capítulo 2/ "encontrar es decir"). Los mismos se prolongan en La vigilia y el viaje,
donde podemos leer manifestaciones expresas al respecto: “has querido ver/ en el fondo
del día lo has conseguido algunas veces” (en “es infinita esta riqueza abandonada”).
48
El subrayado es nuestro.
49
Estas transformaciones se pueden efectuar en varios niveles (léxico, gráfico,
semántico, morfológico), combinados o no (Arancibia, 1991: 63). Son muy frecuentes las
sustituciones léxicas y las morfológicas (v.g., del singular al plural).
58
relieve sus semas „impetuosidad' y 'fuerza‟, y por tales cualidades
destruye cualquier objeción, neutraliza cualquier otra realidad.
Ya que estamos hablando del instante, viene al caso, una vez más,
Bachelard, y es necesario aquí repetir algunas de las características antes
aludidas. El instante siempre es violento y dramático, en tanto que aísla al
individuo y pone la conciencia de esa separación en primer plano. Y es
creador puesto que acarrea la novedad. Estos dos aspectos, aislamiento
y novedad, hacen presente su doble faz, la de donación/expoliación, que
puede leerse en la tercera estrofa de “llama verdadera”, cuyos seis
primeros versos presentan la expoliación:
[...]
me detengo
veo muy poco
antigua faz
sangre del desamor
odio alado
pasión escindida
[...]
60
entre la hierba) se suma que el contexto delineado en Bayley conjuga, lo
mismo que el “Cántico...”, noche y amanecer, tanto como oscuridad y luz;
algunos sintagmas que componen esta isotopía son “noche”, “oscuro”,
“alba”, “veo muy poco”, “mañanas”, “luz”, “medianoche”, “sombra”. Se
agregan a esta recurrencia los indicadores de que algo transcurre más
allá de lo perceptible: “un aire nace/ temblor oscuro/ que nadie detendrá”,
“y la música nace/ venciendo los sentidos”.
Además se podría hablar de una reminiscencia bastante menos
transparente, pero admitida por el marco, claramente evocador de las
composiciones de San Juan. Nos referimos a una inversión en la estrofa
cuarta, la de bajar al cielo (“ahora puedes bajar/ al claro del cielo” 50), por
la cual algo usualmente ajeno, que está en “el cielo”, en un nivel superior,
se sitúa en lo inmediato, se torna accesible. De manera semejante en
cuanto a la percepción de algo imperceptible, en el “Cántico...” asistimos a
la unión del alma con Dios ocurrida en un plano horizontal, según lo
expresa por analogía el lenguaje que reproduce un encuentro amoroso en
medio de la naturaleza.
La fuerte reminiscencia de la atmósfera del “Cántico...” en el
momento de la unión, lo es en especial de las canciones 13 y 14,
presentes en la estrofa quinta de “llama verdadera”:
50
Por otro lado, los versos “ahora puedes bajar/ al claro del cielo” encuentran un
interpretante dentro del mismo poemario: se trata del poema “el cielo se abre”. La
proximidad no viene sólo por la afinidad léxica y semántica entre los sintagmas (tanto en
“el cielo se abre” como en “ahora puedes bajar/ al claro del cielo” hay un sujeto que
puede ver momentáneamente lo que ese cielo guarda), sino porque precisamente éste
es uno de los otros poemas donde el instante figura expresamente, sobre todo con la
idea de ser revelador: “el día con millones de ríos deja fluir sus manos hacia todos los
rincones del universo/ en cualquier lugar puede encenderse la palabra que nos permita
ver entrar en el corazón de la madera en el mar de tu mano/ extensión del instante bella
confabulada”.
61
la música callada,
la soledad sonora
la cena que recrea y enamora
[...]
[...]
oh valle compartido
a medianoche
breve sosiego del agua
isla hermana en elocuencia
país de sombra y aire
paraje de corriente
una y otra vez
se cruzan los heraldos
y la música nace
62
venciendo los sentidos.
63
En cuanto a CÓMO figuran los elementos del hipotexto y de qué
CARÁCTER son, hallamos que en algunos casos esos elementos están
íntegros (tales los ejemplos de citas mencionados en el párrafo anterior) y
en otras oportunidades introducen variantes, como en el ejemplo de
“violencia callada” por “música callada”, que es una cita modificada.
Además detectamos múltiples componentes de “llama verdadera” que
manifiestan una reminiscencia innegable de las composiciones de San
Juan de la Cruz.
En lo que se refiere al COTEXTO del hipertexto, “llama verdadera”
ocupa en este segundo poemario un lugar destacado, está en lo que
entendemos como su núcleo semántico. Por eso la trascendencia de este
diálogo textual, ya que se encuentra en un poema clave para desentrañar
uno de los sentidos insoslayables: el del tiempo discontinuo.
La presencia de los textos de San Juan de la Cruz pone aun más
de relieve la hondura y la elevación del instante en La vigilia y el viaje. A
su vez, considerar esta relación intertextual enriquece el poema de Bayley
al cargarlo con un componente afectivo que en San Juan de la Cruz está
en la superficie, pero en “llama verdadera” no es tan manifiesto. Es decir
que, tal como observa María Teresa Girbal, el hipotexto actúa como un
motivo que va dándose parcialmente, en proporciones distintas según su
ocurrencia, como una de las redes estructurantes que privilegian el
sentido global (Arancibia, 1991: 113). En la poesía del argentino esa
mayor densidad hipotextual está en los últimos versos, cuando el
“instante” cede por un momento su lugar protagónico a “amor”. Así la
intertextualidad con San Juan de la Cruz destaca la emergencia del
elemento emocional, deliberadamente velado en la poética de Bayley.
Para este autor, según él mismo afirma en “Realidad interna y función de
la poesía”, esa emoción es el “impulso nutricio de la actividad poética”
(1999: 619), pero cuando el trabajo creador comienza, debe diluirse o
pasar a un plano secundario. Ese pasaje de plano es descubierto en
“llama verdadera”, donde gracias a la conexión con la famosa “Llama de
amor viva” y con el “Cántico espiritual” aquella emoción aflora, depurada,
a la superficie.
64
Si bien la “llama” de San Juan y la de Edgar Bayley son ambas
reveladoras, transformadoras e intensas, hay una diferencia básica en
cuanto al referente. En San Juan la “llama” señala una unión amorosa y
en Edgar Bayley, un encuentro con el instante, esto es una plena
coincidencia consigo mismo en presente. En otros términos podemos
decir que en San Juan de la Cruz hay un vivo deseo de superar la
discontinuidad del ser propia de la existencia mundana (Bataille, 1957).
Tal superación se logra mediante la unión, y tal unión mediante la muerte
al propio yo (eso es lo que ocurre en el momento de la unión mística,
cuando el sujeto de alguna manera muere para este mundo). En Bayley,
en cambio, la dirección del deseo es contraria, en tanto la experiencia es
la de estar plenamente instalado en la discontinuidad, y el anhelo es
celebrar ese presente simultáneamente absoluto y relativo: absoluto
porque no importan las proyecciones que puedan hacerse hacia adelante
o hacia atrás; relativo porque un instante es sucedido por otro en un
movimiento fluido. Bayley, a diferencia de San Juan de la Cruz, busca la
máxima intensidad y una rica conciencia de sí, como una suerte de
revelación, en su estar plenamente instalado en el devenir temporal con
todos sus accidentes.
65
Capítulo 4 - Amor constante... Poesía amorosa y
discontinuidad temporal
51
(Bs.As., Catálogos/ El Caldero, 1994).
52
(Bs.As., Andrómeda, 1976).
53
(Bs.As., Planeta, 1996). A pesar del objetivo puramente comercial de esta antología,
está bastante bien hecha, ya que consigna fuentes; muchas otras no lo hacen.
66
apariencia, el amor en nuestro poeta pide ser entendido de manera
diversa. El amor en la obra poética que nos ocupa se constituye en un
componente clave por desempeñar dos funciones vertebrales. Una de
estas funciones es estructural y la otra está vinculada con la percepción
del tiempo discontinuo, que ya hemos analizado siguiendo la teorización
al respecto hecha por Gastón Bachelard en La intuición del instante
(1932) -cfr. capítulos 3 y 4-. Reiteramos que elegimos seguir a este
pensador francés a causa de la destacable coincidencia entre sus
reflexiones y las percepciones temporales de Bayley. Ahora iremos
relacionando unas y otras cada vez que resulte pertinente para subrayar
el verdadero peso que asume lo amoroso, por un lado mucho menos
crucial de lo que señala Herrera y, por otro, mucho más; veremos en qué
sentidos.
54
El destacado en mayúsculas es nuestro.
67
("noticias", Cel, 1976; 1999: 170), o cuando es simplemente un
condicionante más en "prisionero de la aurora/ del AMOR ciego/ de un
nombre/ de una aventura/ de un perdón" ("el mar", NP, 1981; 1999: 232).
Introducido frecuentemente de esta manera, como al pasar, como una
cosa más, carece de jerarquía. No obstante, sí hay algunos poemas
donde ocupa el primer plano; veremos qué rasgos tiene en ellos.
Específicamente, nos ceñiremos ahora a los poemarios del período de
pasaje entre las dos etapas principales de la producción poética de
Bayley, por destacarse en ellos como elemento que permanece en medio
del cambio. En Ni razón ni palabra estas composiciones son: “ella se
prolonga”, “el poeta recuerda un viejo amor al terminar el año”,
“cerradas en los dos estas palabras”, “la isla”, “no está parís” y
“canto”; y en El día: "por esta noche" y "se pierde mi amor".
***
56
"Sueño frío” y “fría locura” son sintagmas equivalentes en tanto “sueño” y “locura” se
asocian por su proximidad con el deseo y están acompañados por el mismo modificador
(“frío/a”).
69
tu cabeza/ y pensando crear tu vida sólo la has repetido”. Tan solo
después de esta rápida revisión, como al pasar, entre los motivos de
brindis se menciona el amor:
[...]
mirarse brindar
por la libertad y las pequeñas gotas de lluvia
y el amor (tus ojos) y el amor (todos pero principalmente tú)
hemos viajado diciendo esperando en las cavidades del mediodía un
[nuevo cántico para todos y además en forma ligeramente diferente
hemos [dicho cuando éramos amantes las mismas cosas que se
dicen los otros
[...]
71
“de una tierra a otra” (NRNP, 1961; 1999: 85) está planteado sobre el
eje de la relación yo-tú desde el título mismo. La estructura del poema es
muy sencilla: hay tres enumeraciones (vv. 1-10, 15-16 y 21-22) que trazan
las circunstancias, específicamente el ubi y el unde (recordemos que
Bayley considera al hombre exclusivamente en situación):
Al lado de las calles
de la noche
que abre tus manos y la tierra
al lado de los rayos
de los brazos vacíos de la lluvia
al lado del sílex
de las manos
de la lluvia
al lado del sílex
del hambre
[...]
sobre las líneas vivientes
sobre el horizonte y las alturas germinantes
[...]
de un punto a otro
de mi voz a la tuya
El sintagma “Al lado de”, que, explícito o elidido, inicia casi todos
los versos, está señalando la presencia de algo que dura junto al fluir de
“calles”, “noche”, “manos”, “tierra”, “rayos”, “brazos”, “lluvia”, “hambre”,
“tatuajes”, etc. Esta poco tangible pero segura permanencia es, luego,
confirmada en el verso “hay puentes posibles”, que condensa el poema y,
en consecuencia, es central. Este papel de núcleo de sentido queda
realzado a través de la reiteración, más adelante, en “hay puentes
violentos posibles”. Por vía de redundancia de semas y por vía de
repetición, entonces, se destacan algunos rasgos decisivos de la relación
de dos (“de un punto a otro/ de mi voz a la tuya”): es canal de
posibilidades -carácter doblemente presente en “puentes” y en “posibles”-,
es medio de unión, es violento y ofrece un efecto de continuidad. Esta
semblanza del amor concuerda con la del instante, que es, igualmente
vital, en tanto da cauce a todos los mundos posibles; violento, por su
carácter simultáneamente donador y expoliador; “puente” hacia otro
instante, por lo que en perspectiva produce la sensación de algo que no
se interrumpe; especificamos un poco más: este idéntico efecto de
continuidad se sustenta sobre una sucesión de puntos, es decir que no se
72
trata de algo inmóvil y constante, sino de “una yuxtaposición de resultados
huidizos e incesantes, cada uno con su base solitaria” (Bachelard, 1932:
27). Debido a esta múltiple coincidencia, el instante tiene su mejor y más
bella figuración en el amor.
73
y túneles de viento o la inocencia
nos llamaba a la distancia para dejar abandonado
en nuestro sueño nuestro cauce?
y nos volvía hacia atrás [...]
en otro ahora
imposibles los dos
en la oscura agua revuelta?
[...]
57
Este asomo emotivo aparece pocas veces en Bayley; encontramos un ejemplo anterior
en "clown": "ahora vuelvo a ver a mi amante de otros días/ muchacha azul y clara/ mi
corazón te habita/ al cabo de estos años/ entre sombras escucho tu voz más verdadera/
ahora ahora/ ni arena ni llanto/ vas a venir lo sé/ tierra mía mujer/ espuma del olvido/
islas venas que arderán cuando me vaya/ el sol abre sus alas/ tu mano oprimirá la mía/
antes del olvido/ unas palabras de furia de sombra o de silencio/ para alimentar la
espera/ pero no pagaré el rescate". (LVEV, 1961; 1999: 60)
74
inocente, despojado, habilita al sujeto para que se ponga en contacto con
la potente instancia germinal.
58
“primer día”, “el primero que el sol tocaba”, “el primer enamorado”, “en el primer
silencio”, “como el día primero”, “el primer amor”, “en el primer silencio”.
59
La bastardilla es nuestra.
60
La bastardilla es nuestra.
75
El mundo nuevo de “la isla” trae la plenitud del amor erótico y en
él no existe absolutamente nada que lo perturbe; no se avista otra cosa
más que la pareja idílica:
[...]
con los ojos abiertos
los dos se alejan
y el sol
desvelo copa de furia
traerá en otros viajes el nombre de la isla
se alejan
los dos
como el día primero
hirviente mar que llama a sus costados
y el remo y la gruta donde surgen las horas
los dos se entregan
recomponen
la inocencia
con los ojos abiertos
[...]
61
Hay un poema en Celebraciones que también insiste muy especialmente en el
carácter de inicio propio del el instante amoroso, pero en él se trasluce mucho más el
sujeto de la percepción, de modo que el poema resulta más asequible. Se trata del más
o menos extenso "Mi amada estanque azul huerto cabellos" (1976; 1999: 199/200);
en él queda en evidencia el lugar del amor como repetida ocasión de búsqueda
("regresamos una y otra vez al centro del fuego/ del dolor/ del huerto" y "[...] eternamente
otra y eternamente igual") y como experiencia del origen ("[...]/ desciendo al día primero/
a la primera mañana/ al aviso inicial/ por tus ojos por tu boca por tu sexo penetro").
76
composición el semema “parís” actúa como metáfora de ese amor, por
eso se enuncia reiteradamente que “no está”.
Hay una anécdota breve, apenas indicada por los elementos que
remiten al contexto parisino, la de un episodio amoroso nimio,
insignificante62:
[...]
algo muy especial inesperado
pasó
junto a mí
hemos tenido un pequeño
muy pequeño
inexistente
momento maravilloso
para nosotros dos
[...]
El elemento de peso no es, entonces, el amor, sino las vías que faculta
para el sujeto, como una especie de llave con la que podrá abrir vivencias
similares:
[...]
porque sólo así
iluminado
casi alegre
lo tendré junto a mí
62
Varios años después, en los versos finales de un poema de Cel, "Amiga" (1976;
1999: 177), hallamos nuevamente el amor como deseada ocasión efímera: “no hablo de
esta luna hierba río aurora/ cabellos tajamar/ no digo aquí está el mundo/ [...]/ digo
claramente un momento una presencia/ un golpe de azadón en el huerto vacío/ un
temblor unas manos una tiza un nombre/ que va llamando en mí todos/ los nombres/
para decir este amor/ incesante/ abierto/ amanecido”.
77
cada vez que ame o comprenda
78
"por esta noche" (ED; 1968; 1999: 113) es un poema de baja
cohesión, donde se intenta narrar un breve episodio, alguna visita, pero
se emplean sintagmas incompletos, de modo que no queda bien definida
la situación hasta llegar a los versos finales, donde la declaración de un
breve amor es lo único nítido sobre ese fondo de relaciones difusas: "no
digo que/ te quiera para siempre/ pero en este instante/ por esta noche".
En verdad, sin ninguna opacidad, queda destacado el carácter
instantáneo, suspendido entre dos nadas, de todo acto.
79
actos”. (Bachelard, 1932: 26). No es el ser el que es nuevo, “sino el
instante que, renovándose, devuelve al ser a la libertad o a la suerte
inicial del devenir” (Bachelard, 1932: 31). Para atravesar verdaderamente
el instante, el sujeto tiene que entregarse por completo y, luego,
sustraerse de un modo igualmente drástico, tal como lo hace el yo poético
en los poemas amorosos de Bayley. Las experiencias amatorias que se
presentan son tan poco susceptibles de admitir una prolongación como lo
es el instante; unas y otro coinciden en definirse como factor de síntesis
del ser, frente al cual el sujeto se inviste de todo el deslumbramiento
intelectual y de toda la cortedad emotiva.
4. ...constante reinicio...
...umbral, avenida o calle lateral, pero siempre acceso. En los poemas de
Bayley que hemos revisado, el amor aporta la más indubitable certeza del
tiempo discontinuo. La vida, especialmente registrada en sus hechos
amatorios, no es una continuidad de fenómenos que se derraman unos en
otros. El instante amoroso, al captar toda la atención del sujeto, permite
mejor que ningún otro actualizar el inicio, con toda su carga de
posibilidades, y alcanzar la visión, meta que en Bayley se articula,
además, a través de la palabra poética. De esta manera, el amor es
también la ocasión y el instrumento para acceder a una palabra que sea
63
Explica Gastón Bachelard que una aptitud, un hábito, no sigue siendo él mismo sino
cuando se esfuerza en superarse, cuando es un progreso. “Si el pianista no quiere tocar
hoy mejor que ayer, entonces se está abandonado a hábitos menos claros. Si se
ausenta de la obra, sus dedos perderán pronto el hábito de correr sobre el teclado. El
alma es la que en verdad mueve la mano. Es preciso pues aprehender el hábito en su
crecimiento para aprehenderlo en su esencia; resulta así, por incremento de logros, la/
síntesis de la novedad y de la rutina y esta síntesis es llevada a cabo por los instantes
fecundos”. (1932: 73/74)
81
eficaz. Amor y poesía, acto amoroso y acto poético, son equivalentes en
tanto encarnaciones del instante más completamente vivido.
No encontramos en estos poemas a un sujeto enamorado, no al
menos en el sentido convencional. No encontramos a un yo sufriente ni
gozoso ni exaltado por el amor que puede, o no, compartir con alguien. Sí
hay un yo lírico que quiere estar y mostrarse en control de la situación, de
allí su claridad intelectual para señalar las diversas circunstancias: ubi,
quando, quo, qua, quomodo, etc. Es el mismo sujeto que no puede evitar
traslucir su avidez ante la relación amorosa descubierta como brecha para
acercarse a una suerte de revelación. Esta experiencia erótica en Bayley
emula el comienzo en tanto preñez de probabilidades, a partir de la cual
se esclarece la insistencia en una isotopía relativa al amanecer y a lo
primero.
Este sujeto controlador pretende distanciarse de las emociones, de
lo pulsional en el lenguaje, pero, aun así, algo asoma. ¿Qué es lo que se
deja vislumbrar? Prácticamente no hay cuerpo, y, si velada o
indirectamente lo hay, casi nunca es un cuerpo sintiente, puesto en juego,
sino vehículo de un concepto.
Este amor en sus distintas figuraciones y en tanto anécdota va
adquiriendo diversos matices: es pasión (“fuego” y “sangre que trepaba al
sol en el verano”, en "ella se prolonga"), es fiesta y regocijo64, es
encuentro (“hay puentes posibles”, en "de una orilla a otra"), es misterio
que ha de develarse (“entrevisto/ en la mirada/ unos instantes”, en
"cerradas en los dos estas palabras"), es sorpresa (“algo muy especial
inesperado”, en "no está parís"), es cuerpo escamoteado (“noches” +
”besos” + ”piel” + ”tu boca” + ”tus brazos"), es insignificancia (“pequeño”,
“inexistente”, también en "no está parís"), es creación (“nombre del
mundo”, “realidad del alba”, en "canto"), es vida (“palpitación
recomenzada/ siempre/ del sol”, también en "canto"). No obstante, a
pesar de este panorama de ofertas promisorias y tentadoras, el yo
permanece reticente, discursivamente sobrio a la hora de mentar
64
Ambos connotados en la breve escena de “el poeta recuerda un viejo amor...”:
“abríamos la puerta a la mañana y entraban el sol los sombreros arrojados al viento por
los trasnochadores /de la víspera/ los ecos de sus conversaciones/ y tu risa”.
82
emociones profundas; es un yo con la emoción contenida y la palabra
desplegada.
Esta contención se pone en evidencia en la acción de rememorar.
Cuando el sujeto poético permite que se desencadene la memoria suele
repetirse, compulsivamente, el mismo gesto subjetivo: interrumpir la
evocación de manera subitánea y pasar, sin conexión aparente, a otro
tema. Este síntoma de negación busca evitar el desborde emotivo (hemos
hablado de un conflicto entre represión y libre curso de las emociones)
para preservar al yo racional. Sin embargo, este sujeto que mide la
efusión y la expresión, no puede desactivar el recuerdo, aunque intente
hacerlo al elegir fijarse en presente. Y cuando la memoria opera, las
emociones se transparentan y se plasman de algún modo, aunque sea
muy solapado e intelectual. Hallamos el mejor ejemplo de este desliz en la
complementación que se da entre “cerradas en los dos estas palabras”
y “la isla”: lo que cada composición aislada retacea, se cuela en los lazos
tendidos entre ellas, lazos que en verdad son fisuras, escapes.
El yo lírico que recuerda65 suele evocar siempre el mismo momento
de diversas relaciones. Ese momento es el del comienzo idílico, que
irradia en la memoria, como señala Roland Barthes en sus Fragmentos de
un discurso amoroso (1977). Ciertamente este sujeto está bajo el haz de
tal irradiación, y su efecto ayuda a que el recuerdo no sea un lamento
demasiado sentimental. De todos modos, el factor determinante para
mantenerse en las orillas de la emotividad profunda y de la nostalgia
desatada es la voluntad de que el amor sea conducto hacia la visión que
posibilita el instante.
Así, sin mayor trascendencia, en Edgar Bayley el amor es una
forma de cotidianeidad, individual e íntima. Es un amor “pequeño”,
“inexistente”, siempre efímero. En esa vida ordinaria de todos los días el
erotismo no se diferencia de cualquier otro acontecimiento. Lo amoroso,
65
La evocación, muy poco frecuente en Bayley, pone un imprudente dedo sobre una
carencia actual (recordemos que busca la manera de decir una ausencia), de modo que
la atención sí está afincada en el presente, pero un presente que es inquietud e
insatisfacción. Otra vez, indirectamente, hay un sello de fuerte emotividad oculta: el
sujeto no se explaya en una lamentación quejumbrosa, sino que, al nombrar lo que ya no
es.
83
entonces, viene a ser un instante más dentro del fluir que para Bayley
diseña, esperanzadoramente, el universo. Incluso, en la temporalidad
discontinua que ese fluir figurativiza, la vivencia erótica porta un único
valor: el de ser, por excelencia, el instante del comienzo, o del
recomienzo. La asociación del amor y el fluir está explícita en el sintagma
“amor camino” (de “canto”). Nunca este amor es lugar de permanencia;
si lo fuera, cambiaría de identidad y caducarían sus poderes reconocidos,
los de apertura e inauguración; por lo tanto, jamás es transformador en sí
mismo ni supera la etapa del embeleso.
El sujeto revive algo de lo pasado, pero los datos ofrecidos no
alcanzan para reconstruir una experiencia. El yo no se detiene, no vuelve
a recorrerla, su vida no se muestra signada por ninguno de estos amores
en particular; sí, en todo caso, por el conjunto de ellos, de los que espera
una iluminación súbita, una armoniosa unidad y una pujante expansión
vital. Pensemos en “canto”, donde se funden el amor-isla y el amor-
fuente, destino final y origen, en un instante erótico iluminador.
A lo largo de toda la obra poética édita de Edgar, efectivamente, los
poemas amorosos presentan más o menos los mismos rasgos de
distanciamiento. Salvo uno: "Llegaré por siempre a tu costado"
(AL,1983; 1999: 302/303), que formula el anhelo de un amor definitivo:
[...]
alguna vez alguna
tendremos juntos
caolín lámpara fuego
entonces sí
habrá llegado
no un minuto
ni dos
sino por siempre
llama bordón canto guijarro
la incandescente noche
y el día prodigioso
[...]
66
"es el momento mismo en que te amo/ y llego a ti penetro/ en tu valle en tus dos
manos// es el momento mismo en que el amor/ brota un río verde en cada uno/ y nos
vuelve a otro sueño/ en otros corredores// un cielo nuevo nos abre su puerta lateral/ un
pájaro un pulpo negro y blanco/ una arcilla un rayo un niño nos recibe/ y el aire cambia y
la tierra grita/ en nuestras bocas// cielo serpiente día tuyo y mío/ noche entreabierta/
asombro de tenerte/ viajero en tu verano lento// vamos lejos no volvemos/ no hay
memoria ni días castigados/ es el momento mismo// ¿cómo oponer un yo desventurado/
tan solo tan pequeño tan hambriento/ a esta incesante clara abierta incandescencia?".
(Cel, 1976; 1999: 191)
85
Capítulo 5 - Campo de presencia en el cambio. Las caras
del sujeto
67
Luisa Ruiz Moreno acuña este concepto –que nos parece rico y altamente operativo-,
por el cual, “además de aparecer en el discurso como un sintagma resultado de una
cierta disposición del sujeto del enunciado (frente a los objetos, los sujetos y los
discursos), la percepción estaría comprometida en la estructura de la enunciación, en el
acto de convocación del nivel semionarrativo y del nivel de la tensividad fórica. En
consecuencia la percepción sería la instancia de conjunción entre lo sensible y lo
inteligible”. (La percepción..., 1999: 10) En definitiva se trata de una serie de estrategias
que hacen presente en el discurso al sujeto de la percepción; en un punto posiblemente
no sea más, ni menos, que el emerger en la superficie de la modalidad semiótica de la
significancia de que habla Julia Kristeva, ya que tal modalidad está ligada con el cuerpo
en tanto pulsional.
86
arrepentido (poema modificado, ampliado y vuelto a publicar en 1957 con
el título de Al público, diálogos I y II; la misma obra con más agregados
reaparecería en 1965 bajo el nombre de Las patas en la fuente). En 1957
Bayley tradujo El escritor y su sombra. Introducción a una estética de la
literatura, de Gaëtan Picon, y, en 1961, Forma y poesía moderna de
Herbert Read, dos textos teóricos que serían de importancia en nuestro
medio. En 1960 dejó de salir Poesía Buenos Aires (iniciada como
publicación en 1950); con ello, sin duda, quedó cerrada una etapa.
También fueron los años del semanario Primera plana (1962-1969),
así como de Contorno (1953-1959) y de Zona de la poesía americana
(1963-1964). Esta revista, de la que Edgar Bayley fue uno de los
editores68, sería decisiva para delimitar el rumbo de la poesía argentina de
los 60, sobre todo desde la teoría. Finalmente, como acontecimiento de
trascendencia en la Argentina, particularmente en Buenos Aires, se dio la
apertura del Di Tella en 1963, año en que César Fernández Moreno
publicó Argentino hasta la muerte.
Vemos que basta mencionar unos pocos hechos para que se haga
palpable la atmósfera de transformación en la literatura argentina,
específicamente en poesía, y para apreciar que el marco temporal
coincide con la actitud del sujeto en estos dos poemarios, vivificados por
el espíritu de cambio.
68
Lo fue junto con Miguel Brascó, Ramiro de Casasbellas, César Fernández Moreno,
Julio E. Lareu, Noé Jitrik, Jorge Souza, Francisco Urondo y Alberto Vanasco.
69
("pepe", ED, 1968; 1999: 133).
87
determinados momentos, pide un reacomodamiento. Ante tal
requerimiento, el sujeto no permanece indiferente ni aislado; responde
con una actitud afable y reflexiva, expresa en su hacer balance, en su
afirmar principios, en su buscar sentido y en su proyectarse.
Hemos elegido algunos poemas, los que nos parece dejan
despuntar mejor todo lo relativo a este aspecto más bien consciente del
ego. Veremos en ellos cómo y dónde se presenta el sujeto respecto del
cambio en cuestión, esto es: cómo lo percibe, en qué aspectos lo focaliza,
con qué disposición lo vive, etc.
En primer lugar consideraremos las composiciones donde el sujeto
enuncia el advenimiento de lo nuevo como la evidencia de algo que está
ocurriendo, lo confirma como una necesidad y lo acompaña con su deseo.
Lo hallamos así, por ejemplo, en “cualquier ventana” (ED, 1968; 1999:
134), donde los dos primeros versos anuncian con certeza absoluta lo que
sobrevendrá: “vas a ordenar por fin tu cabeza/ hablar claro entender
entenderte”. El aspecto corporal que destaca es su cabeza, así como el
afán de ver, que sigue vigente desde el primer poemario. Para este sujeto
mental el conocimiento canaliza un vehemente anhelo de posesión:
[...]
vas a tener revelaciones
en tus manos
vas a comprender por fin70
en la oscura mañana
la libertad de no esperar
de no culpar ni disculparte
vas a ocupar con el mismo interés
cualquier ventana
harás tuyo por fin71 cualquier paisaje
la voz que tengas ese día
70
La bastardilla es nuestra.
71
La bastardilla es nuestra.
88
las yemas de los dedos, se dan a la tarea de hacer de los objetos, y aun
de las partes de los objetos, unidades discretas; revisan, miden, separan y
examinan”. (La percepción..., 1999: 264) Vista y tacto sirven igualmente,
entonces, a la capacidad analítica, que en Edgar Bayley da lugar a un
actividad apasionada, ya que quiere conquistar nuevos territorios,
volcarse sobre nuevas perspectivas (“vas a ocupar con el mismo interés/
cualquier ventana/ harás tuyo por fin cualquier paisaje”).
La satisfacción de este anhelo de conocimiento y de posesión se
presenta en el poema como necesariamente asociada con la negación de
toda atadura (“La libertad de no esperar/ de no culpar ni disculparte”).
Como contrapeso del apasionamiento por “entender entenderte” hay, en
oposición, una especie de ascetismo emocional que debe mantener
disponible al sujeto.
En “todo el viento del mundo” (ED, 1968; 1999: 119/120) el yo
expone no tanto el cambio a futuro, sino un movimiento que opera ya en
presente. Ahora el acento está puesto en la voluntad del sujeto, que
afirma la toma de una decisión en la negativa enunciada en las dos
primeras estrofas: “No he de volver al aire” y “No he de volver a la playa
secreta ni cosecharé en la noche los frutos ocultos”. Si el verbo es „volver‟,
esto es „regresar‟, es porque ha habido una partida. Algo quedó atrás. El
sujeto ha abandonado un lugar, un estado o una actividad cifrada en “aire”
y en “playa secreta”, dos sintagmas que en el cotexto de cada estrofa, por
oposición a lo que les sigue inmediatamente, destacan sus semas
„inmaterialidad‟, „abstracción‟, „pureza‟ y „apartamiento‟:
No he de volver al aire. Caminos. Caminos del libre odio, sombras,
torpezas que rescatas en la espiral. Serpiente del lanzamiento. Odio,
razón de vida, vino del sueño vidente, cosecha entre las rocas. No he
de volver al aire. Condena, sospechas, abolición del hermano,
cuerpo renegado de un pan sin justicia, cielo negro, tronco hostil,
heridas del alba, floración lenta del rechazo.
Sin embargo (por suerte viene el “pero” para dar una salida, y esto
también es característico de Bayley), en medio de esas “arenas del
desprecio”, de esos “juegos del odio” y de esos “milagros de la crueldad”,
“pero [repito] el viento prosigue”. Pero, entonces, la realidad exterior no se
agota en su dureza. La estrofa cuarta marca el ingreso de la posibilidad
de algo diferente y da vía libre a la expresión del cambio que el sujeto no
sólo anhela, sino que presiente inevitable:
[...]
Pero el viento prosigue, más allá de la humillación y la alegría,
cantando la transformación de los colores, igualando el desprecio
con la esperanza, el cuidado con la inocencia. El rechazo, al quedar
90
solo, se hace habitable. Se establece, habla sin declamación ni
cálculo.
[...]
Ese tiempo y ese espacio, distintos del ahora y del aquí, tanto
como el “extremo del cielo”, señalan el horizonte, es decir la instancia en
que se abrirá (“crecerá”) lo nuevo:
[...]
al día siguiente del mundo siguiente
donde crecerá el misterio el alga verde
la luz dentro del pino
y la verdad repentina
en la barraca de las atracciones
3. Autocuestionamiento. El inquisidor
A su vez –como hemos observado- el sujeto que percibe y avizora el
cambio lo acompaña con su deseo desplegando acciones,
fundamentalmente internas, que señalan el momento como una bisagra.
Esta transformación se hace discurso a través del autocuestionamiento.
En algunos casos la pregunta es explícita, como en “aún” (ED, 1968;
1999: 115), donde se introduce el mismo verbo performativo „preguntar‟:
“¿para qué? preguntas”.
En este poema la pregunta por la finalidad (“¿para qué?”) se da
sobre un fondo marcado por la idea de persistencia, de algo que continúa,
invariable. El “aún” del título se reitera nueve veces en medio de
sintagmas que representan el estado y las circunstancias subjetivas:
aún en sueños
herido
humo de zarzas
aún aún
con el viento a tus espaldas
calle solitaria calle
con las manos hundidas
fatiga y tierra y falta de sentido
aún así
con las manos
sin nombre
cansado desde abajo
en la espera y el hueso
y la magnolia
[...]
72
La bastardilla es nuestra.
93
si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes
reencontrados
[...]
El poema, que empieza con una respuesta (“para” tal o cual cosa),
supone la pregunta por la finalidad. ¿Finalidad de qué? Otra vez el sujeto
se presenta en su HACER: “te has abierto a todo/ has extendido tus
propiedades” y:
[...]
has mezclado tu acento
en el tumulto
y has perdido o ganado
tu silencio
un lugar entre los hombres
95
Hay una autorecriminación implícita; pero, a pesar de la dureza con que
se mira a sí mismo, las estrofas segunda y tercera son una especie de
autobiografía revisada que actúa como justificación:
[...]
tu herencia tus propiedades te obligaban a un oficio
apenas perceptible bajo la luz del sol
te obligaban a no mirar con complacencia tu fatiga o tu sueño
te obligaban a saber medir pesar palabras y sentidos
hasta tanto pudieras alabar sin reservas
y no ver más ni soledad ni miseria ni usura
entre los límites de la calleja empinada
[...]
4. Desde el mirador
En general, el sujeto se autoindaga desde una ubicación en perspectiva
que le permite sopesar pasado, presente y futuro. Este observador se
coloca en un punto de mira desde donde pretende abarcar un cuadro
completo. Allí lo encontramos en “otros verán el mar” (NRNP, 1961;
1999: 107); desde ese lugar evalúa y puede enumerar propiedades y
circunstancias características de la vida humana:
otros verán el mar
la soledad del sueño
encenderán nuevos nombres
viajes felices al extremo de la mañana
otros tendrán secretos
olvido tolerancia
[...]
96
En “cuestión de tiempo” (NRNP, 1961; 1999: 99) el sujeto
también revisa su trayectoria personal de esta forma. Evidentemente mira
su vida, la ve como la de cualquier hombre en general y distingue
constantes:
cuestión de tiempo quizá
de andar en trenes
de encontrar a la luz del sol
la guerra y la paz
el camino que lleva al hermano
al enemigo
cuestión de tiempo
la música vendrá
un tribunal enjuiciará tu miedo tu pobreza
y otro mañana de distinto modo
al vagabundo que se extravía balbuceando
el idioma que hablarán los hombres
cuestión de tiempo
colonizadores de la riqueza y la claridad
en todos hablará el difícil amor
la transparencia
[...]
73
El sujeto empático de Bayley no necesita más que mencionar a hombres y mujeres, de
manera genérica, para encontrarse él mismo considerado.
97
composición completa, elidido hasta el final, donde muy indirectamente se
enuncia y en forma de carencia: “[hablar] sin amparo/ sin encontrar la
palabra apropiada/ el nombre de la noche”. La nominación parece ser la
actividad (HACER) humana por antonomasia74. En los mismos versos se
define, también indirectamente, el ESTAR del sujeto: soledad, intemperie,
desamparo e insatisfacción son sus circunstancias, aunque dichas sin
mayor queja.
“acumulaciones” (ED, 1968; 1999: 125) es una larga tirada de
versos paralelos y anafóricos, casi todos comenzados en “y tanto...”. La
repetición, la acumulación –para seguir la idea del título- del adverbio de
cantidad presenta a un sujeto que ha vivido y que, otra vez, observa su
propia vida, pasada y presente:
y tanto decir mal equivocarse
y tanto oficio norma enemistarse
y tanto discutir "yo creo me parece"
y tanto tanto tuyo y mío
me voy he regresado
y tanto sostener “yo creo que hace falta
para escribir o amar o distanciarse”
y tanto andar a tientas ser hermano
y tanto tanto no mirar dormir vestirse a ratos
y tanto recordar y espejo y biografía
y tanto no sé qué y mírame a los ojos
y tanto comprender dudar arrepentirse
y tanto hacer el fuerte el suave el iracundo
y tanto preferir o molestarse
y tanto tanto andar buscando el absoluto
[...]
74
En el capítulo “Hablar” Herman Parret identifica el discurso humano como
esencialmente nominativo, a diferencia del de Dios, que es performativo, y del de los
ángeles, que es comunicativo (1995: 11). “El segundo relato sobre la enunciación en el
Génesis cuenta el ejercicio de la palabra por parte de Adán y su poder instaurador. El
Hombre Adán no profiere palabras performativas: éstas no instauran ni necesidad ni
obligación, sólo lo nombran [...] . Este poder de/ nominación permitirá al hombre
administrar la tierra: dar un nombre a las criaturas es darles un lugar en su universo y
situarlos en relación con él, conocerlas y manejarlas”. (14/15)
75
Tono ya presente, aunque más acotado, y con una forma similar en “otros verán el
mar” (NRNP, 1961; 1999: 107): “tanto descenso soledad y absurdo/ tanto desprecio y
lagos de sombra y brujas/ tanto perdón y puerta sin llamado”.
98
duplica76 y se triplica el adverbio “tanto”, que así se modifica a sí mismo
intensificando esa misma idea de exceso. La enunciación adquiere
carácter hiperbólico.
El sujeto ha presentado la vida como una repetición cansadora de
acciones. Ha evaluado, entonces, su HACER. Y en el discurso se
manifiesta su ESTAR: harto y saturado, deseoso de cambio.
En todos estos casos el connotador de esa ubicación en
perspectiva es el empleo de enumeraciones, donde se alude a una
multiplicidad de rasgos que, en su conjunto, apuntan a brindar una
totalidad, la que el sujeto, humano como cualquier otro –e insiste en esto-,
percibe y conoce.
***
76
“y tanto tanto tuyo y mío”, “y tanto tanto no mirar dormir vestirse a ratos”, “y tanto tanto
andar buscando el absoluto/ en libros calles vasos mujeres hermandades”, “y tanto tanto
equilibrio intemperancia”.
99
5. Hacer=poesía
En esta especie de arqueo y en esta búsqueda de nueva identidad lo que
queda claro es que lo verdaderamente consistente, el punto neurálgico,
es el quehacer poético, allí se centra todo el interés.
Ya lo hemos ido viendo de algún modo. En “un lugar entre los
hombres” (NRNP, 1961; 1999: 98), tanto lo que el sujeto ha tenido antes
como lo que busca, se define en función de su ser voz. Lo concluyente
para ser quien es es su “palabra”, que debe juzgarse meritoria de
confianza y auténtica, ya que el artificio es visto como el peor insulto para
esa palabra. En “cuestión de tiempo” (NRNP, 1961; 1999: 99) se
presenta, indirectamente, como el “vagabundo que se extravía
balbuceando/ el idioma que hablarán los hombres”. En “oficio de viento
y sombra” (NRNP, 1961; 1999: 104) el sujeto es “voz”, “manos” y
“pasajero”, y pone en primer plano su actividad, que requiere ante todo
“coraje”: “coraje de prolongar con tu voz/ el silencio opulento” y “coraje
otra vez para ser/ al mismo tiempo/ la piedra y el horizonte”. “dará quizás
sentido” (ED, 1968; 1999: 136) es un cuestionamiento expreso sobre su
escritura (“no haberte preguntado por qué escribías”).
En “pasaje del poeta” (ED, 1968; 1999: 132) el yo se percibe en
su ser pasaje y –como el título lo indica- en su ser “poeta”, semema que
ha reemplazado completamente al de „hombre‟.
En “fidelidad en la encrucijada” (NRNP, 1961; 1999: 108), muy
claramente, el sujeto es el poeta, ya que se refiere abiertamente a su
quehacer poético. Esta composición es semejante a un manifiesto, ya no
de un movimiento, como en el caso del Invencionismo, sino
personalísimo77. En este punto de inflexión de su obra, el poeta necesita
volver a presentarse, a afirmar lo que considera esencial a su propia
constitución poética que quiere –conforme declara la composición- lograr
la “incandescencia de la palabra”. Así enuncia los siguientes principios
77
Incluso consideramos que este poema, muy próximo del ensayo, tiene algo de
autobiográfico, especialmente en un párrafo donde el yo lírico se desdobla en distintas
facetas propias, entre las que están los enemigos: "Fatalidad de las apariencias. A mitad
de camino entre la concesión y la protesta, expuesto a todos los excesos de la
ingenuidad y el cálculo, este amigo verdadero, este amante fiel, este lúcido conocedor,
es confundido a menudo con sus enemigos: el narciso. el borracho, el inconsecuente".
100
(algunos de los cuales ya mencionamos en el capítulo 5, sobre los
poemas alegóricos, a propósito de su metapoética):
- la poesía como “relámpago que hace posible la fraternidad”.
- el poeta como “testigo de su propia existencia”.
- la palabra como “vida con los demás. Bien común”.
- la poesía como “modo de nadar, de estar presente, ajena a las
retribuciones del espectáculo [...]. Poesía – esperanza viril entre
los hombres”.
- el rechazo de “la declamación y la ortopedia del espíritu”, “la
retórica de la pureza y la organización de los elegidos”.
- la “forzosidad de una voz”.
Es a estos principios, que representan los lineamientos
fundamentales de su identidad como poeta, a los que quiere guardar
“fidelidad en la encrucijada”.
Otra vez surge “un camino” –como al principio del poema-, pero
ahora unido al viento, “todo el viento del mundo”. Se forma así una íntima
conexión entre apertura (“camino”), cambio (“viento”), el yo y el otro
(“Nos”). Pareciera que la chance de una identidad nueva incluye
necesariamente todos estos términos en proporciones variables;
podríamos hablar de elementos en danza.
El poema “a ser otro” (ED, 1968; 1999: 126) destaca el papel de
la otredad desde un lugar diferente. Afirma con suma claridad cuál es el
cometido del sujeto: “he venido a ser otro”:
he venido a ser otro
a ser el mismo
a entrar salir a estar despierto
no quiero eternizarme en una cara
en un traspié canal en un cuidado
[...]
102
El cambio en relación, en conexión con otro, es un destino asumido
y deseado, ya que ese otro siempre detenta lo que uno no tiene.
Simultáneamente el designio es básicamente existir: “he venido a
estar a empobrecerme/ a seguir con mi apuesta/ entre los hombres”. Este
sujeto se siente a sí mismo y, en consecuencia, se concibe, en un devenir
continuo. Esa es su identidad: “he venido a ser otro/ a convertirme/ [...]/ a
no decir ya está he terminado”.
Por vía recurrente existir y fluir son sinónimos. El sujeto muestra la
alegría de cambiar, no dicha como tal, pero sí connotada:
[...]
he venido a morir o no morir
enamorado
a partirme en cielotierra
entre dos pasos
habitando el desamor
y la alabanza
***
78
Puede verse un mecanismo similar en “pequeño tragasables” (NRNP, 1961; 1999:
105) y en “el hombre moderno” (ED, 1968; 1999: 123).
79
Esta relación entre dos poemas, de enunciación de un deseo en uno ("a ser otro") y
realización en otro ("el recién llegado"), ya la habíamos encontrado cuando
consideramos, en el capítulo anterior, “cerradas en los dos estas palabras” y “la isla”,
respectivamente.
104
de permanecer lejos de las emociones. En nuestra hipótesis inicial del
trabajo sobre Edgar Bayley habíamos acuñado una fórmula: “la emoción
contenida y la palabra desplegada”, noción que corroboramos
ampliamente hasta ahora.
En “cuestión de tiempo” (NRNP, 1961; 1999: 99), por ejemplo, el
sintagma del título, reiterado tres veces, es el que marca la mayor
distancia del sujeto, que contempla y evalúa las que considera constantes
humanas. Esta frase hecha busca evitar el compromiso emocional; es una
aseveración que esconde lo efectivamente vivido y sentido, aunque de
todos modos algo se entrevea en la enumeración de acciones. Es decir
que hay momentos en que la contención parece menor y el sujeto de la
enunciación deja traslucir su intimidad afectiva en el discurso. Pero
generalmente esas emociones son apenas aludidas desde el concepto;
son dichas, el sujeto afirma tener esos estados anímicos, pero no los
muestra. Así, por ejemplo, cuando habla del “vértigo” no lo hace desde el
vértigo, aunque lo mencione.
A simple vista el poder comunicativo es menor en el segundo caso
–decir, en lugar de mostrar-. Parecería que una cosa es dar curso a la
expresión de una carga emotiva y otra, afirmarla. En verdad, desde el
punto de vista de la autenticidad son lo mismo; no, en cambio, en cuanto
al efecto en el receptor ni al modo de presentarse el sujeto.
En “otros verán el mar” (NRNP, 1961; 1999: 107) se emplea el
mismo distanciador emocional que en “cuestión de tiempo”, recurso que
funciona al exponer una conclusión racional y tranquilizadora. Consiste en
repetir un sintagma varias veces (en ocasiones, con variantes), el mismo
que precisamente por todo lo que condensa se convierte en título:
“cuestión de tiempo” y “otros verán el mar”. Idéntica solución se observa
en “aún” (ED, 1968; 1999: 115), donde la conclusión es “aún aún/ es
todo”.
Sin embargo, al mismo tiempo que esta estrategia discursiva
encubre la emoción, está delatándola por la metataxis de la repetición. En
este punto podemos afirmar con Parret que “la emoción ya no es [...] un
contenido expresado de alguna manera, sino un operador que modifica
105
todos los contenidos, aun aquellos expresados como aserciones o frases
declarativas./ Se puede, por lo tanto, recuperar al «hombre de pasión en
su discurso», considerando la emoción como una operador de fuerza”.
(1995: 46/47)
80
Así denomina/explica Greimas la figuratividad, "cuya virtud -dice- consiste en
entreabrir, en dejar entrever, gracias o a causa de su imperfección, como una posibilidad
de otro sentido". (1987: 77)
81
“Si el hombre de pasiones está presente en su discurso, no es porque las pasiones se
traduzcan sustancialmente en las figuras del discurso, como lo pensaba Lamy, sino
porque, al igual que la fuerza emotiva, la fuerza figurativa modifica, a la manera de un
operador radical, todo texto, todo enunciado y todo sintagma. El discurso como tal está
«figurativizado» y la subjetividad toma la forma de discurso no sólo «performativizando»
sino, igualmente, «figurativizando»”. (Parret, 1995: 50)
106
Esas figuras, entonces, unas conscientes y otras no tanto, permiten
captar al sujeto más allá de su faz expuesta deliberadamente. Algunas de
ellas son: viento, sombra, mano, voz, silencio y vértigo.
Ya hemos observado que este yo poético a menudo es “voz” (“una
voz solamente” -NRNP, 1961; 1999: 97-) y es “mano”, técnicamente
prolongación de esa voz. Ha elegido autodenominarse de modo que
quede de relieve su oficio de escritor, su HACER. Esta voz, metonimia del
sujeto y de su cuerpo, suele aparecer con este mismo semema o
mediante “palabra” y –una que otra vez- “canto”. Sólo en una ocasión
asciende en su intensidad a „grito‟: “-6- gritar gritar/ porque no tienes/
dónde gritar de veras” (“memorias”).
El poema que mejor sirve de modelo para verificar este presentarse
como voz y como mano es “un lugar entre los hombres” (NRNP, 1961;
1999: 98), en que la identidad se dibuja en función de su hacer:
Para poder hablar
solamente para eso
para que tu palabra
mereciera tu propia confianza
te has abierto a todo
has extendido tus propiedades
107
1999: 97) se insiste dos veces en “es todo lo que tengo”. Y en “todo el
viento del mundo” (ED, 1968; 1999: 119) el sujeto se presenta como
“una voz al borde de la destrucción”. El yo está próximo a la
desintegración, no sólo porque “la voz es ese pedazo de cuerpo que va
desapareciendo, [...] que va alejándose” (Parret, 1995: 17), sino porque
aquí se subrayan las circunstancias de desnudez y de desvalimiento; no
hay accesorios ni resguardos.
Otra imagen autorreferencial es la de “vértigo”, que aparece en
“cuestión de tiempo” (NRNP, 1961; 1999: 99) y por única vez; por esta
exclusiva ocurrencia resulta una figura particularmente llamativa:
[...]
en todos hablará el difícil amor
la transparencia
pero siempre el vértigo82
extenderá sombras sobre los senderos
abrirá cielos sobre las voces y el silencio
[...]
82
El destacado es nuestro.
108
ya sean de signo positivo o negativo: “viento” habla de „cambio‟, de
„locura‟, de „alivio‟, de „violencia‟, de „destrucción‟, de „purificación‟; y
“sombra” alude a „protección‟, a „oscuridad‟, a „maldad‟, a „misterio‟, a
„descanso‟, etc. Además es “voz”, con todo su desamparo y con toda la
contundencia del “coraje” (“coraje de prolongar con tu voz/ el silencio
opulento”).
Otra figurativización se cumple en “arena” y en “mar”. En “nuestro
país” (ED, 1968; 1999: 124) directamente el sujeto se desintegra (“me
voy haciendo arena”):
[...]
yo no busco frente al mar
una salida
no quiero ser llamado
y tirando hacia abajo
me voy haciendo arena
sin nombre
hago mi camino
unos pasos
ando
muerte de flor
ni suerte habrá
ni recuerdo
nada
podrá retener
amor tu sendero antiguo
[...]
Del otro lado, o debajo, del yo reflexivo aparece este sujeto que por un
lado apenas ES, y por otro puede tornarse arrasador (se detecta una
fuerza ciega latente). Y uno y otro son el mismo. No hay una oposición
apariencia/realidad, sino distintos niveles de constitución de la identidad, y
sus límites, vivos y por tanto móviles, no son precisos.
111
8.2. Opuestos yuxtapuestos: un recurso característico
Hay un recurso discursivo constante en Bayley, es decir ya no exclusivo
de Ni razón ni palabra ni de El día, que consiste en el hábito de introducir
siempre opuestos yuxtapuestos. Veamos algunos ejemplos:
- “pero el sendero tiene su propia manera de cambiar/ de irse/ de
volver” (de “el camino”).
- “terminaré empezaré por el olvido” (de “canto”).
- “refundirán la noche la vigilia” (de "otros verán el mar”).
- “un hombre una mujer” (ibídem).
- “al principio al fin del mundo” (ibídem).
- “a los millones que a esa hora morían de verdad nacían” (de ”el
hombre moderno”).
- “nuestro país es éste/ es otro” (de “nuestro país”).
- “me voy he regresado” (de “acumulaciones”).
- “y tanto comprender dudar” (ibídem).
- “y tanto hacer el fuerte el suave” (ibídem).
- “y tanto regresar partir” (ibídem).
- “y tanto tanto equilibrio intemperancia” (ibídem).
- “y tanto parecer bueno perverso” (ibídem).
- “a entrar salir” (de “a ser otro”).
- “he venido a morir o no morir” (ibídem).
- “a partirme en cielotierra” (ibídem).
- “la luz la noche” (de “abrir la puerta”).
- “se enredan en el pasado en el presente” (de “el recién
llegado”).
- “partirás volverás” (ibídem).
- “tendrás puerto y camino” (ibídem).
- “asunción derrumbe” (de “Homenaje a Oliverio Girondo”).
- “que tengo que no tengo” (de “memorias”).
83
Así lo explica Julia Kristeva: “Los procesos semióticos que introducen lo vago, lo
impreciso en el lenguaje y a fortiori en el lenguaje poético son, desde un punto de vista
sincrónico, marcas de los procesos pulsionales (apropiación/rechazo, oralidad/analidad,
amor/odio, vida/muerte) y, desde un punto de vista diacrónico, se remontan a los
arcaísmos semióticos del cuerpo, que, antes de reconocerse como idéntico de un espejo
y, por lo tanto, como significante, está en situación de dependencia respecto de la
madre”. (Lévi-Strauss, 1977: 262)
112
del que habla Georges Bataille, y que citamos en el capítulo 3, sobre la
relevancia del fluir.
A su vez los opuestos yuxtapuestos (O.Y.) funcionan como
metáfora del sujeto mismo, las lindes de cuya identidad no se cierran
nunca. Si a este recurso que plantea continuamente la opción, la
bifurcación, le agregamos la enumeración (otro recurso usual en Bayley),
que ya ni siquiera obliga a quedarse con lo binario, encontramos que, en
verdad, las posibilidades de SER son múltiples, tantas que acercan a la
atomización infinita.
114
variados componentes, da vida en el texto a la modalidad de la
significancia que permanece más en contacto con la chorá semiótica.
Es esta cara velada la que nos permite acceder al SER del sujeto.
Lo estrictamente ontológico es el área menos sólida de esta identidad. En
verdad se trata de un aspecto entrevisto como avasallante –se percibe un
temor implícito a incursionar en sus vericuetos- y al mismo tiempo como
inaprehensible. Mientras el HACER y el ESTAR se presentan claramente
delimitados, el SER carece de bordes precisos: es “mar”, es “viento”, es
“arena” (sus figurativizaciones) y su ámbito natural es la “intemperie”.
Como ya señalamos, está en íntima relación, entonces, con una identidad
que predica de sí que ha venido “a ser otr[a]”, y para la cual el
desprendimiento, la incertidumbre y la disolución son, paradójicamente,
las marcas constitutivas. Sin embargo, esta indeterminación no angustia;
cumple la función del vacío en tanto ámbito donde la vida en su mutación
sigue siendo posible.
***
115
- la introducción del tú alocutario: este tú, muy frecuente en estos
poemas, es en realidad él mismo, mejor aun, el otro en sí
mismo. Esta forma de distanciamiento facilita la reflexión y la
contención emotiva. Mediante este recurso la voz del yo de la
enunciación adquiere un cierto tono imperativo y con él, peso de
autoridad.
- etc.
En Edgar Bayley el desborde emotivo, o simplemente su expresión
más o menos libre, está asociado con el riesgo de anular el lenguaje. Lo
que le ocurre al sujeto de estos poemarios en relación con cualquier
emoción es similar a lo que vive el enamorado en su experiencia de
fascinación, según lo pinta Barthes: “Lo que clausura así el lenguaje
amoroso es aquello que lo ha instituido” (1977: 29). Es la intensidad de la
emoción la que conduce a tocar el límite del lenguaje, frontera de la que el
yo poético de Bayley escapa porque presiente allí el peligro de ser
aniquilado.
Este sujeto experimenta una situación de sutil equilibrio entre la
posibilidad de decir y el lenguaje como estrato prelógico, que siempre
puede arrasar y destruir. Ante el temor de tocar esa zona, el sujeto se
repliega, preserva su identidad desviando la atención discursiva. Es un
juego de balanceo en el ámbito de la interocepción, donde seguramente
surge el “vértigo” -una de sus figurativizaciones-.
***
116
cuarto irrumpe un elemento más acorde con la modalidad simbólica 84 (v.g.
en lo que hemos llamado “poemas alegóricos”) y con la conciencia
predicativa y judicativa del sujeto.
Aclaremos que estas dos modalidades significativas no son
excluyentes. Pero, teniendo en cuenta que venimos de leer a un Bayley
vanguardista, el repentino acento puesto en el mensaje y en la
comunicabilidad (y no siendo éste tampoco un rasgo plenamente
extendido) crea una zona de contrastes violentos.
***
84
La función simbólica de la significancia, en oposición a la función semiótica, es “ese
elemento ineluctable del sentido, del signo, del objeto significado para la conciencia del
ego trascendental”. (Kristeva, 1981: 260)
117
Capítulo 6 - "memorias": el gozne
85
Dice Edgar Bayley en su manifiesto “La batalla por la invención” de 1945, “El
invencionismo lleva a cabo una negación enérgica de toda melancolía, exalta la
condición humana, la fraternidad, el júbilo creador, y apoya su fe en una definición de la
realidad”. (Bayley, 1999: 737)
118
(publicado en 1976), donde aparece con mayor claridad la estética más
propia de Bayley, centrada en una sencilla y a la vez rica imaginería de lo
dado en presente. El deseo puesto en lo inmediato, latente desde el
principio de su producción, ocupa ahora la estructura de superficie, como
anécdota referencial y como matriz generadora. El nuevo rumbo poético
de Edgar Bayley estará definido por este afecto hacia las cosas, un
respeto admirativo nada sentimental y por cierto gozoso que nos permite
hablar del objetivismo de este poeta. En verdad es el mismo Bayley del
principio, pero ahora alejado de la necesidad de combatir la melancolía
crónica y el autobiografismo narcisista que tanto lo exasperaban de
muchos de los poetas del llamado grupo del 40.
***
2. "memorias": el gozne
Hay particularmente un poema de El día que opera como óptimo índice
del cambio, o, mejor aun, como innegable testimonio de ese cambio. Se
119
trata de “memorias” (1968; 1999: 148/154), la composición que cierra el
libro, bastante distinta del resto de las de Edgar hasta ese momento, entre
otras cosas por su considerable extensión -veintiún fragmentos
numerados-, poco común en nuestro autor. Este poema se destaca,
además, porque asume en sí, y de manera lograda, casi todos los
grandes temas de Bayley (la más o menos directa pregunta por el pasado,
el presente y el futuro; lo cotidiano; lo erótico-amoroso; el oficio poético; el
otro, prójimo), de manera que funciona como núcleo condensador de
sentido en su producción total, reúne hilos que antes y después participan
de otras realizaciones.
Estas recurrencias semánticas son presentadas por un sujeto lírico
cuya actitud es una de las que en el capítulo anterior hemos visto como
más extendidas en Bayley, la de reflexionar y preguntarse. Ya el título,
“memorias”, alude en parte a ese „sopesar y sacar cuentas‟. Esta
subjetividad autoindagadora mantiene, no obstante, cierta distancia
respecto de sí mismo, rasgo que venía dándose también a lo largo del
tercero y del cuarto poemario, y que en este poema está instituido por el
género mismo al que apela desde su título.
3. ¿Autobiografía?
“memorias” guarda relación con un esquema discursivo preexistente que
es el de elaborar las propias memorias. En consecuencia, la actitud
discursiva que preside esta composición es la de hacer balance.
La mayoría de las veces el género „memorias‟ supone como fuente
de emisión un sujeto ya mayor que recapitula su vida. Bayley no era tan
añoso para la época de El día (contaba con 49 años), pero estaba
abandonando la etapa de excusa invencionista, que había embargado
buena parte de su entusiasmo juvenil. A la par, en el contexto de la
poesía argentina iba surgiendo una línea que adquiriría importante
desarrollo, la del sesentismo. En consonancia con ella Bayley depura su
poética, ahora abiertamente orientada a una adhesión fervorosa a lo
inmediato cotidiano, aunque con una estética propia algo diferente de la
120
más extendida, donde -según la diferencia que César Fernández Moreno
hace en el prólogo de Argentino hasta la muerte, de 1963- las palabras
tienden a juntarse como diamantes más que como barro, y donde cada
una sigue manteniendo alta densidad poética.
Tradicionalmente la elaboración de las propias memorias consiste
en una narración que arranca en el pasado. En esta composición, en
cambio, el inicio está en un presente absoluto, presente que sostiene una
actitud del sujeto totalmente distinta de la sabiduría otorgada por el
cúmulo de experiencias vividas. El yo lírico abre su discurso enunciando
su ignorancia (“porque no sé no he visto bastante”), de manera que la
añosa quietud y el sabio reposo quedan invalidados. El conocimiento
posible y el mundo “visto” son lo que importa, pero afirma no poseerlos;
hace falta más.
En las subsiguientes estrofas va presentándose lo que debería ser
recuerdo y es, en su lugar, una sucesión, como al acaso, de las
recurrencias semánticas antes mentadas, bajo la forma de fragmentos
oníricos, de expresiones de deseo, de frases insertas sin conexión lógica,
de anécdotas sencillas, de agradecimientos y de aseveraciones varias.
Estos componentes van alternándose con el movimiento natural, un tanto
desordenado, de quien rememora su vida en presente para ver dónde
está parado:
1
porque no sé no he visto bastante
estos soles me parecen distintos
y la furia y la gana
van camino de marchitarse
2
en qué robledal
en qué recodo
viví vivieron antes
ella apareció de pronto
cómo pude entrar en ese mundo denso
[...]
3
entro en la cocina
con radichón lechugas
coloco el mortero sobre la mesada
y miro por la ventana hacia el parque vecino
[...]
7
escribo en las paredes que estoy solo
121
que tengo que no tengo
como sabes escribo
que te quiero
y seguiré
hasta cuando no haya más paredes
ni escritura
8
me sorprenden en mi oficio
en un andamio
me sorprenden como soy
no me molesta
no soy más que el andamio
esta rama y este oficio
9
parece muy difícil explicarlo
y me desmando y callo de repente
gracias por todo
por el día que hiciste dentro de mí
y más allá en el aire
en el espacio entre las manos
[...]
11
con un traje nuevo
a caballo con rosas
ella está aquí
con ríos y rosas y nosotros todos
es como se dice al empezar
el muchacho no es malo
nadie es malo aquí
por haberme ayudado
por haberme
podré salir con ella
y me darán el bastón
[...]
86
Esta preferencia por „convocar‟ en adelante se hará explícita, por ejemplo en
“Profesión saludos” (AL, 1983; 1999: 289).
87
Tomamos la distinción que hace Mieke Bal (1977) entre focalizador y focalizado, por
parecernos más precisa que hablar llanamente de focalización al modo genettiano.
122
percibido, encontramos que voz y focalizador están juntos en este poema.
En él el yo lírico se instala en un presente muy marcado, desde donde
habla y percibe, hacia adelante o hacia atrás, pero siempre con el foco
puesto en el instante actual. Es decir que la atención está centrada en
qué sensaciones, dudas y sentimientos le provoca su vida –toda- hoy, y
no en el recuerdo del qué ni del cómo.
Estas memorias, entonces, no responden tanto a un deseo de
recapitulación al cabo de ya haber vivido, cuanto a un agudo
autocuestionamiento, a una crisis personal que pide y ejecuta el cambio.
El yo lírico plantea sus memorias en torno del cuestionamiento de
su identidad, que quiere verse a sí misma. De allí que en los distintos
fragmentos del poema este sujeto enunciante y actante vaya intercalando
sus propias partes, las que más que compartimentos estancos, son cuatro
fuerzas urdidas en distinto grado, en una trama variable, que crean el
entramado móvil de su identidad: su ESTAR (en el mundo, en “un lugar
entre los hombres” -poema homónimo, NRNP, 1961; 1999:98-), su
HACER (poesía y reflexión, pero sobre todo poesía), su SER (que se
ofrece inestable, incierto y muchas veces disolviéndose, como “propiedad
en la arena” o como “una voz al borde de la destrucción” -"todo el viento
del mundo", 1968; 1999:119-) y su DESEAR (la claridad, la visión, y
siempre otras vidas, para más claridad y más visión):
[...]
5
una jarra de vidrio verde
es todo lo que tengo pero la conozco bien
tengo sólo esta jarra
me ha quedado ella sola
y es bastante
una jarra vacía
no hace falta
llenarla
ni moverla
está bien allí
y yo estoy bien
mientras la miro
por una vez
los dos
nos comprendemos
en el reposo de ser
cada uno
por su lado
123
[...]
14
pagaré las cuentas
y leeré los diarios
no quiero declamar
lo cierto es que vivo aquí
no puedo ocultar
que al final del túnel
hay espejos muchachas como peces
prendidas a mi garganta
[...]
16
no
este rostro seco
esta equivocación
pienso mal del compañero de viaje
que me ha tocado
[...]
20
que cante esta guitarra
y cante cante y cante
que la luz sea del día
y renazca en otro cielo
en otra infancia
que yo vuelva a ser tu novio
y a perderte
y olvido
[...]
88
El poema más claro respecto del papel simbólico tradicional que adquiere „camino‟ es
precisamente “el camino” (NRNP, 1961; 1999: 90).
125
adentro bajo techo/ prefiero salir a caminar aunque haga viento”,
“mientras hacíamos nuestro recorrido”).
Podría afirmarse la vigencia aquí de un modelo perceptivo
consciente; hay un focalizador consciente de sí mismo, del propio cambio,
de su pasado, de su relación con el mundo, del otro (hay variados
enunciatarios: nosotros, tú, ustedes) y que se fija deliberadamente en
presente. Esta capacidad perceptiva toca/ve/siente a la vez la levedad del
ser y la posibilidad de nueva vivencia en cada acaecer y en cada cosa;
como culminación de la experiencia, acto seguido, la voz –la poesía-
viene a decir89 la “esperanza viril entre los hombres” ("fidelidad en la
encrucijada", NRNP, 1961; 1999: 108).
89
No olvidemos que Bayley es el poeta para quien “encontrar es decir”, como lo
consigna el poema homónimo de En común (1949; 1999: 48).
126
lo dicho. Este sujeto, con todo su bagaje así presentado, se asume a sí
mismo con el sello de la incertidumbre. No una duda sistemática ni
patológica, sino la de cualquiera en cualquier día de su vida, cuando, si
bien puede proyectarse hacia atrás y hacia delante, siempre quedan
espacios no abarcados, aspectos sin controlar, fisuras del ego racional.
Varios sintagmas destacan esta condición incierta, por lo pronto la que, de
hecho, abre el poema: “porque no sé no he visto bastante”. Las
preguntas, sin respuesta ahora, continúan (“cómo pude entrar en ese
mundo denso”), no hay explicación (“parece muy difícil explicarlo/ y me
desmando y callo de repente”) ni palabras (“qué quieres que diga/ qué
quieres/ antes que amanezca”). El sujeto pierde algunos puntos seguros
(“era por aquí/ te juro/ aquí estaba la puerta ella”) y llega a desconocer su
propia imagen (“no/ este rostro seco/ esta equivocación”).
4. ¿Monólogo interior?
El logro mimético que acabamos de destacar da pie para observar que
esta composición tiene, a la vez, otro modelo pragmático en su base: el
monólogo interior. Si tomamos la caracterización que de él hace Susana
Reisz lo podemos comprobar; ella sostiene que el monólogo interior es:
[...] una suerte de „hablar‟ interior, de verbalización de percepciones,
sentimientos, ráfagas de pensamientos actuales mezclados con
recuerdos, fantasías pasadas o presentes, con una organización
sintáctica suficientemente incoherente y fragmentaria como para
sugerir la simultaneidad y las complejas interacciones de procesos
que se desarrollan en distintos estratos de la conciencia. (Reisz,
1989: 237)
127
El cambio de voces indica un cambio de sujeto lógico, pero no
implica cambio de focalizador, que sigue instalado en un presente
contundente. Así la identidad del yo lírico es levemente difusa en cuanto a
su voz y muy específica en cuanto a su percepción. Se dibuja de esta
manera un sujeto lábil, oscilante, que puede interpretarse perfectamente
como en trance de cambio y que cobra consistencia a partir de lo que
percibe. De hecho, en medio de este desarrollo de la conciencia,
frecuentemente confuso, parece haber dos evidencias. Por un lado, la de
las cosas insignificantes, su presencia indubitable, como la de la jarra de
vidrio verde o la del mortero. En segundo lugar, una vez más, el sujeto
posee la certidumbre de fluir, esto es la de devenir de una realización en
otra, la de sentir sus bordes como débiles y la de necesitar el
desprendimiento para continuar:
[...]
hasta los corazones más heroicos
sólo obtienen honor
un amigo
ansias
muerte prematura
están los que aguardan
y no saben qué hay
en aquel tan precioso lugar
y sólo obtienen fidelidades
consuelo y memoria
pero amanece corremos
y la danza recomienza
con los recién llegados
128
5. Acuerdo con el nuevo 'manifiesto'
Tal como señaláramos anteriormente, “fidelidad en la encrucijada”
(NRNP, 1961; 1999: 108) actúa como nuevo manifiesto, personal, y es el
poema que mejor expresa el deseo y la búsqueda por parte del yo lírico
de que su lenguaje cumpla una función existencial, en sociedad 90. Sin
duda sus postulados (cfr. capítulo anterior) intervienen directamente en el
balance que es “memorias”, donde el yo lírico declara abiertamente que
no quiere declamar, que lo único que posee es una jarra verde (“una jarra
de vidrio verde/ es todo lo que tengo pero la conozco bien”) y su oficio
(“no soy más que el andamio/ esta rama y este oficio”) y que no le
interesan reconocimientos, no quiere placas oficiales (“hasta los
corazones más heroicos/ sólo obtienen honor/ [...]/ y sólo obtienen
fidelidades/ consuelo y memoria/ pero amanece corremos/ y la danza
recomienza/ con los recién llegados”). Su interés está en lo fenoménico,
nunca permanente, y en la palabra poética asociada con lo vital:
[...]
que cante esta guitarra
y cante cante y cante
que la luz sea del día
y renazca en otro cielo
en otra infancia
que yo vuelva a ser tu novio
y a perderte
y olvido
[...]
6. Bayley "invenit"
Magnífico ejemplo de transgresión lírica, “memorias” se ofrece en
principio como autobiografía y como monólogo interior, y en realidad no es
acabadamente ninguna de las dos cosas. En verdad, transgrede ambos
modelos pragmáticos, porque la atención se desvía para poner el acento
en un presente que ya está marcando y reclamando nuevos rumbos,
donde el mayor peso recae en el objeto.
Esta preeminencia “objetual” –si se nos perdona el neologismo-
emerge insistentemente con posterioridad, como por ejemplo en “Nada
más que una piedra/ nada menos” (de “Está presente”, APM, 1999:
310), o en “un ladrido es un problema de garganta/ [...]/ ¿para qué más?
¿qué otra certidumbre?” (de “Certidumbre”, NP, 1999: 235), o en “si
estoy o no estoy/ (quimera verdad campana)/ lo mismo da/ para el mar y
la araucaria” (de “Reconquista”, NP, 1999: 239), o en “me convenzo del
fuego/ me convenzo del agua/ del vapor/ del crisantemo/ de la alondra”
(de “Nos conocemos”, Cel, 1976; 1999: 197).
“memorias” más que balance es una bisagra entre dos etapas,
porque subraya el cambio de estética y muestra la actitud inquisitiva del
yo lírico, cuestionador de su propia constitución al replantear su oficio
poético y su trayectoria previa.
En este poema el sintagma “ni razón ni palabra”, que da título al
tercer poemario y a una composición homónima dentro de él, cobra pleno
sentido: la existencia, este fluir, no tiene explicación ni puede ser
aprehendido más que en retazos, tal como aparece en “memorias”. La
disposición para el cambio ahora en curso preexistía y estaba ya
enunciada, entre muchos otros lugares, en el poema recién aludido, “ni
razón ni palabra”:
[...]
es necesario empaparse herirse hundirse
buscar el estallido hasta decir: perdón no soy el mismo
130
pero el fuego desgrana tus razones de tierra
debes perder la luz plena
los motivos de la victoria
agrio pesado cruel
la ciudad te vuelca te vacía
corazón vacío
miseria burbujeante
[...]
91
Más adelante lo dirá: “Todo lo visto y vivido/ cabe en muy pocas palabras” (de “Todo
lo visto y vivido”, NP, 1981; 1999: 249).
131
Capítulo 7 - Poesía de Bayley en los 80: "ésta es la
canción"
92
Paralelamente a su quehacer más netamente lírico, en esta segunda etapa Bayley
desarrolla más un personaje que viene desde los años 50, según testimonio de Juan-
Jacobo Bajarlía: el Dr. Pi. En el mismo año, 1976, Bayley publica Memoria del Dr. Pi
Torrendell. Este extraño doctor es un personaje entre cómico y patético que
protagonizará peripecias en dos libros de relatos.
93
En esta antología no figura su primer libro, En común, omisión que -dice Bayley en la
entrevista que le realizara Luis Martínez Cuitiño- "se debe principalmente a razones de
espacio", y agrega: "No, no excluyo ese libro de mi hipotética obra definitiva". (Martínez
Cuitiño, 1984: 32)
94
En esta antología grabada se incluyen: "Es infinita esta riqueza abandonada"
(1953), "Como los ríos, las nubes y las rosas" (1983), "La lámpara del que amó"
(1987), "La sola solución" (1989), "Como el ramo, el agua y la manzana" (1987),
"Dificultades de la traducción" (1980), "A ser otro" (1961), "Pepe" (1963), "Un
hombre trepa por las paredes y sube al cielo o riesgo y ventura del poeta Enrique
Molina" (1983) y "La mano tendida" (1989).
95
Aparte, según señalan los editores de las Obras de Bayley (1999), en una Nota que
abre el grueso volumen, existe una larga serie de poemas que nuestro autor no llegó a
publicar y que nosotros también consideraremos. Son:
132
***
135
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo esto ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue, no distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que está viendo.
("Poética", Señales de una causa personal, de 1977; en: Obra
poética, Bs.As., Emecé, 2000, p. 194).
Por otro lado, hallamos una conexión con, por ejemplo, Alejandro
Rubio. Tan distantes a simple y superficial vista, no parece sólo
anecdótico y casual el hecho de reparar ambos en el mismo objeto, el
ladrido de un perro, aunque en cada uno se agreguen cargas personales
y generacionales distintas. En un poema de Edgar, "certidumbre",
leemos:
un ladrido es un problema de garganta
de corazón más bien
es disonante en un coro de callados
concuerda con el estruendo y la violencia
¿para qué más? ¿qué otra certidumbre?
136
[...]98
(NP, 1981; 1999: 235)
98
Continúa así: "[...]/ gota a gota cae el sentido/ de las voces y ladridos// las cuerdas
vocales han durado/ en esta sonora certidumbre".
137
Del mismo poemario, Nuevos poemas (1981), el más objetivista de
Bayley, leemos en "la cañada" similar detenimiento en lo dado, en este
caso, al caminante urbano -papel que el yo lírico desempeña a menudo-:
"la cañada puede ser cubierta/ facilitar el tránsito de las gentes/ no es
bueno una cañada en plena ciudad". (1999: 221)
¿Por qué esta preferencia por los objetos? Entre las respuestas
probables surge el saber que esta atención en el afuera no es nueva en
Bayley, quien siempre ha rechazado lo emocional en poesía -más bien en
el arte en general-. Dice en la segunda parte de un poema de
Celebraciones:
-2-
si estoy o no estoy
(quimera verdad campana)
lo mismo da
para el mar y la araucaria
("Reconquista", 1976; 1999: 239)
139
[...]99
99
De "memorias".
100
"y conjugados/ mundo dicción/ y la presencia". ("El decidor, la naranja y la
distancia", NP; 1981; 1999: 403/405)
140
digo amiga con palabras con horas
con ojos con adioses
con claridad y sombras
y una estrella
[...]
("un sentido iluminado y cierto", Cel, 1976; 1999: 208)
141
ocasiones, para inmediatamente cada vez predicar de ella algunas notas.
En esta caracterización, como es usual en él, Bayley se vale de los
opuestos yuxtapuestos (cfr. capítulo 7, punto 8.2.): "que te quedas allí/ y
que te vas", "en la cumbre/ y en el llano", "en soledad/ compañía", "que te
vas/ y que vuelves", "por un solo día fuiste/ y para siempre", "en el
páramo/ en el frío", "en el cálido reencuentro/ y en el no encontrarse
nunca".
La palabra "flor", que ha cobrado entidad a fuerza de repetición,
queda invalidada, sin embargo, en el poema mismo por el objeto flor, en
dos versos donde resuena Pedro Salinas: "pues todo lo dices tú/ con solo
tu florecer", y también más adelante:
[...]
no puede palabra alguna
darnos entera
flor
tu presencia
[...]
[...]
-3-
avanzan las sombras y las luces
poco a poco
143
en la bahía
¿estoy despierto?
¿juego mal?
¿elijo bien la flor de mi destino?
[...]
("Reconquista", NP, 1981; 1999: 240)
[...]
seco y casi dorado el aire
los trinos de los pájaros
cruzan el bosque
("El aire, el bosque, los trinos y el arroyo", AL, 1983;1999:
283/284)
[...]
la madrugada se extiende
sobre el sueño perdido
las casas
los árboles
los caballos
recuperan sus formas habituales
("la madrugada", AL, 1983;1999: 293)
de repente el air;
e se abrasa
y pasa
¿¿quién
qué
de ayer o de
mañana
llegó y sef ue
el aire alojó a quienqué
(["de repente el air;"], Cel, 1976; 1999: 158)
[...]
la misma enredadera
el mismo búho
reciben la mirada
la palabra que entonces ofrecimos
("los mismos"; NP, 1981; 1999: 252)
144
explicar algo ("La madrugada es inexplicable/ como el cedrón" -"la
madrugada", AL, 1983; 1999: 293-), como una salvedad insoslayable:
no puedo explicar cómo es la casa
cuántos pisos tiene
por dónde vengo voy
por qué descubro la senda que me lleva
[...]
("hasta el aire", NP, 1981; 1999: 222)
el follaje
el fulgor
se han conmovido
y no pueden traducirse
101
En verdad esta íntima relación de mirada y palabra no hace más que reeditar la
asociación indisoluble de ver y decir que ya encontramos en el segundo poemario (cfr.
capítulo 2/ "encontrar es decir").
145
así como nosotros
árbol tierra
ida vuelta
contigo estoy
es mi argumento
no puede traducirse
("dificultades de la traducción", NP, 1981; 1999: 225)
flor
solo flor
que no vas
a parte alguna
ni vienes
y nada escondes
ni esperas
pues tú vives porque sí
146
Hay un yo que deliberadamente renuncia a las disquisiciones
analíticas y a las proyecciones subjetivas para ser sólo mirada:
no digo nada
no explico
no contesto
no excusaré
no espero
me acuesto
miro al cielo
miro
al espacio
al aire
al río que me nombra
[...]
("isla feliz", Cel, 1976; 1999: 211)
Este sujeto que mira, que quiere desentenderse de toda otra cosa
que no sea ese mirar, está propiciando ansiosamente un encuentro con
los objetos dados, una y otra vez. La misma actitud es poetizada en el
poema 11 de Celebraciones, donde el sintagma "he aquí tus párpados"
marca el epicentro en que todo acontece:
la puerta de entrada
de las horas
del espejo
de las horas desveladas
he aquí tus párpados
el día siguiente EN su carro celeste
los pinares y la isla
del recomienzo
de los minutos contados
(1976; 1999: 166)
102
Nuevamente aludimos a los comentarios de Ricardo Herrera sobre la obra del último
Bayley. Vemos que este poeta y crítico sí fue más allá del rótulo del invencionismo para
encontrarse con la poesía de nuestro autor en esta segunda etapa: "Bayley, el último
Bayley, por el contrario, se arriesga: se simplifica, renuncia al ritual de un estilo críptico,
147
por existir
por estar
y por marcharme y volver
cesa la lluvia
viene la llama
como si nos dijera: no busco el efecto, busco la manifestación sensual de una evidencia
que viví y que está viva en mí". (Herrera, 1991: 83)
148
("Bermellón 1 y 2", NP; 1999: 254/255)
149
[...]
Si al menos
alguien nombrara
mi destino
mi centelleo y albur
entonces sí
me diría:
he llegado
este es el puerto
por fin.
150
327). El sujeto que se va, que se separa de las cosas verbalmente, lo
hace bien al estilo de Edgar, sin sentimentalismos ni ánimo trágico: "árbol
tierra/ y desgano pasión ternura/ les doy las buenas noches". Este yo no
canta lo perdido, lo que dejará atrás, sino que enumera las presencias:
[...]
ternura buenas noches
y pan bondad juego fanal
esta mirada
mano infancia
y sueño espliego parral quimera
pena alacrán y olvido bendición
palabra
"pido ser como soy/ y merecerme": estos versos recién citados dejan
inferir el conflicto de que hablábamos al plantear la presencia de
ingredientes autobiográficos. Este conflicto relativo a la identidad
subjetiva, que ahora emerge con mayor claridad y que ya había aparecido
aisladamente antes103, no señala tanto una molesta división interna, sino
el choque con los otros, con sus expectativas: "que confundan mi rostro/
el que traigo algunas noches/ me entristece y aparta". ("que confundan
mi rostro", Cel, 1976; 1999: 175) Claramente hay dos aspectos, uno
amable ("[...] la madera leal/ que me contiene a diario") y otro que genera
rechazo ("[...] también soy el rostro confundido/ el ademán torpe y la voz a
trancos largos").
103
Por ejemplo, en "fidelidad en la encrucijada": "Fatalidad de las apariencias. A mitad
de camino entre la concesión y la protesta, expuesto a todos los excesos de la
ingenuidad y el cálculo, este amigo verdadero, este amante fiel, este lúcido conocedor,
es confundido a menudo con sus enemigos: el narciso, el borracho, el inconsecuente".
(NRNP, 1961; 1999: 108)
151
La misma dualidad personal es tratada como anécdota en
"costumbre de los alcobranes" (Cel, 1976; 1999: 180/181), que
introduce un germen narrativo y, más extensamente, una descripción. El
yo cuenta haberse topado dentro de su casa con este pájaro enorme,
semejante a un albatros, que también tiene dos facetas muy marcadas:
torpeza suma en tierra y magnificencia cuando finalmente logra levantar
vuelo. Esta brevísima comparación, sin duda, no es inocente; detrás late
el albatros/poeta de Baudelaire con su idea de la inadaptación del
pájaro/poeta a los requerimientos de la vida pedestre.
Los alcobranes -dice- "cambian mucho de personalidad", y luego
explicita este rasgo al enumerar sus cualidades opuestas104; los defectos
son sintetizados en el sintagma "errores en sociedad" y tienen su ápice en
la incapacidad amorosa: "[...] el amor que no pueden expresar ni ejercer/
es su verdad más honda la única inalterable". Lúcido y consciente de sí
mismo, el alcobrán se recluye:
[...]
por eso es muy posible aunque no te lo he preguntado
que después de muchos viajes y experiencias
prefieras para no causar involuntarios inevitables males
mantenerte apartado en esta casa
porque sabes que no hay fiesta posible
ni otra vía que la soledad y el olvido
104
"[...]/ y tanto pueden ser simpáticos corteses hábiles y atractivos/ y brillar en sociedad/
como volverse ásperos torpes insolentes agresivos y coléricos/ que tanto pueden divertir
con sus cómicas piruetas/ como asustar con sus violentos estallidos/ que pueden ser
humildes amables y pacientes/ como intemperantes y suciamente orgullosos/ o
inteligentes y de una gracia activa y bondadosa/ o de ingenio lerdo desmañados y de
crueles intenciones/ [...]" ("costumbre de los alcobranes", Cel, 1976; 1999: 180)
152
enunciado sabe de lo inútil de su intento ("Me doy cuenta claramente que
estoy solo;/ estoy solo claramente en esta esquina"; "Mi sola/ solución/ es
la partida", "Mi sola/ solución/ es el olvido").
***
***
154
mueve a establecer una relación con la autobiografía. Sin embargo, es
más acertado pensar en aisladas introducciones de elementos con una
fuerte referencialidad: escritura, dicción, soledad, sociabilidad e
insociabilidad, búsqueda, que convierten al yo, finalmente, en un objeto
más.
3.¿Bayley socio-político?
La estética del objeto propia de esta segunda etapa es producto de un
cambio progresivo y nada radical, ya que la atención puesta en el mundo
exterior está presente en Bayley desde el principio. Su modo de enfocarlo,
de aprehenderlo y de elaborarlo guarda íntima relación con la lógica que
preside el arte concreto en plástica; nos permitimos esta suerte de
transposición interpretativa teniendo en cuenta la inserción de Bayley en
el grupo de arte concreto-invención y su traducción de Wassily Kandinsky.
Entonces, así como la abstracción en pintura quiere atenerse a los
elementos puramente plásticos, sin anécdota alguna, para que el
espectador tenga una vivencia personalísima, en esta segunda etapa de
nuestro poeta aparece en los poemas, igualmente, el mundo de los
objetos en sí mismos, sin interpretaciones superpuestas, que se ofrecen
para despertar la experiencia.
El pasaje de lo fenoménico a primer plano es, también, la mejor
respuesta que tiene este "decidor" frente a un mundo violento, más
específicamente, frente a la violencia de la década del 70 en nuestro país.
El ingreso de lo referencial incluye el acontecer socio-político argentino a
través de la construcción de una atmósfera hostil, bastante diáfana, por
cierto, textualmente hablando, cuando señala que "[...] los diarios traen
noticias de la violencia reina" y que "[...] el espanto vuelve a ocupar su
lugar de privilegio" ("la evidencia triunfa", Cel, 1976; 1999: 172). En
"date prisa" (Cel, 1976; 1999: 179), que desde el título está marcando la
urgencia, esboza la situación hasta donde era lícito o seguro por
entonces:
que esta lluvia viene de hace mil lluvias
y cae triste quebranto en tu costado
cae vana puñalada en tus dos nombres
155
húmeda pared infancia abierta
[...]
Nótese que todos los poemas que introducen una clara alusión al
momento histórico pertenecen al libro publicado en 1976.
Ante esta situación de confusión, de miedo, de codicia, de soledad,
cuando "alguien es por fin un hombre suelto/ que mataron ayer por un
descuido" ("un hombre suelto", Cel, 1976; 1999: 185), ante los "feudos
del horror", la supervivencia sólo es viable a través del individuo; la
precaria ilusión de seguridad la otorga exclusivamente lo inmediato; y la
palabra tendrá que seguir otros cauces. En el marco de esos años
nefastos la afirmación de la experiencia plenamente consciente del objeto
viene a ser casi la única opción y opera, entonces, también como salida
práctica y ética; no olvidemos que Nuevos poemas precisamente reúne
composiciones de 1979 a 1981 y es, según dijimos, el más objetivista de
sus libros. No existe otro canal para abrir posibilidades a la vida. Así, la
entronización de objeto, del "ladrido de un perro", armoniza con el espíritu
de los tiempos; más bien con el modo de sobrellevarlos. El carácter de
salvavidas de este ladrido es confirmado en el mismo poema que lo
incluye, cuando se predica de él que "es disonante en un coro de
callados/ concuerda con el estruendo y la violencia". ("certidumbre", Cel,
1976; 1999: 235) Sólo los objetos insignificantes se pueden mirar y sólo
de ellos se puede hablar claramente. Varios años después Bayley vuelve
a sentirse urgido a incluir de manera transparente las circunstancias, en
1983 con "la victoria" (PI; 1999: 422/424), que celebra el regreso de la
democracia: "en este día/ en esta noche/ en que las calles se pueblan de
esperanzas/ y el ave fénix traspasa la línea blanca de la libertad/ en que
157
la gente canta baila danza y bebe/ vivando a la democracia/ recordando a
sus muertos y el fin de la tiranía/ [...]".
***
sí
saldrá por fin la luz que encienda nuestra calle
la estrella que nos guíe
la estancia clara
y la memoria en llamas
sí
(PI; 1999: 413)
***
158
acontecer argentino, sino al encuadre de la posmodernidad. La conexión
es más general y menos explícita, pero no más laxa. Esta fase histórica
tiene características que no son extrañas para nuestro autor.
Naturalmente, no aludimos a rasgos estéticos, absolutamente lábiles en
este período, sino a la reformulación de algunas categorías, como por
ejemplo las de individualidad y tiempo.
De cuarenta años a esta parte, la tarea de autoidentificación debe
ser llevada a cabo individualmente, sin parámetros institucionales ni
comunitarios, de modo que prevalece una máxima desprotección. Desde
Cel, Bayley casi no vuelve a presentar al hombre en comunidad, sello y
aspiración en la primera etapa de su poesía, aunque -hay que decirlo-
todavía habla del ser humano como "ciudadano". De todos modos,
propone la acción individual como exclusiva forma de introducir cambio.
En lo relativo al tiempo, se destaca la instantaneidad en términos de una
imposibilidad de hacer nada con vistas a largo plazo, mecanismo regido
por la manipulación de lo transitorio para generar siempre nuevas cosas y
siempre destinadas a promover el consumo. Bayley, desde el ángulo de la
producción de poesía, también subraya la vivencia del presente absoluto
como lo único asible, pero no desde el lugar de consumidor, sino desde el
de viviente.
Las percepciones de nuestro autor coinciden con estos grandes
lineamientos posmodernos. Evidentemente Edgar Bayley no está
apartado del devenir mundial ni de sus condiciones; pero los contempla y
los atraviesa con una diferencia de signo importante.
En sus poemas Bayley ha proclamado largamente la "intemperie",
que en definitiva es una forma de desvalimiento. Sin embargo, no hay
lamentos por esta ausencia de refugio, aunque sí se reconoce la situación
más o menos caótica por la cual es indispensable que sea el individuo
quien ponga en juego todo tipo de recursos propios. Así tiene que hacerlo
el poeta contemporáneo, que -dice- no está "en un momento de
finalización abrupta, sino en un período de transición [...] [y] debe, según
parece, responder por sí mismo, aprovechando todo lo ocurrido, tanto en
159
los últimos siglos, como en la antigüedad, el pre-renacimiento, el
renacimiento y en el período barroco." (1989; 1999: 722)
El desamparo, la carencia de parámetros válidos para todos, pone
en evidencia cruel que aquel sujeto plural de En común, combativo,
fraterno, creciente, ya no existe ni es posible, al menos
momentáneamente. El nosotros ha dejado lugar, mucho lugar, demasiado
lugar, a un yo aislado que anda por la ciudad, que se detiene en los
objetos y que busca la palabra-fenómeno con una persistencia admirable:
[...]
Él
siempre acuciado por el ansia de viajes sin sentido
aguardando el verbo final y renaciente
que nadie pronuncia
aunque sepamos bien
que todo dicho está
y se ha cumplido
[...]
("Para la que está siempre", OP; 1999: 378)
***
160
atemporalidad, de la no significancia, de la diferenciación y de la
multiplicidad de sentidos y de un desencanto que implica una
resignificación de la realidad". (1989; 1999: 730)
Este escueto y final desarrollo de ideas en Edgar nos da el eslabón
justificado para enlazar nuestra visión profunda de Bayley y la fase
histórica mundial.
***
105
"Los fluidos se desplazan con facilidad. [...] a diferencia de los sólidos, no es posible
detenerlos fácilmente -sortean algunos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de
ellos, empapándolos [...] La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia
con la idea de «levedad» [...] Asociamos «levedad» o «liviandad» con movilidad e
inconstancia: la práctica nos demuestra que cuanto menos cargados nos desplacemos,
tanto más rápido será nuestro avance". (Bauman, 2003: 8)
161
que hacerlo cada día106. En el citado "Epílogo" Bayley insiste en esta
condición de soledad con palabras que podrían pertenecer al teórico
polaco: "El artista (o el poeta) se encuentra solo, a la intemperie, sin más
compañía que ese sí mismo, cuya revelación aguarda en plena vigilia,
acosado por la ausencia de certezas y la incertidumbre. Los resultados de
esta actitud pueden ser muy diversos [...]" (1989; 1999: 731). Sin
embargo, en seguida emerge la voz inconfundible:
Cada obra es una apuesta, un salto mortal, la sombra del sueño y
del deseo, de la lucidez y la solvencia. No es un abandono, una
facilidad; es una conjugación de la alarma y la esperanza, del
desencanto y la realidad resignificada. Es la plenitud de un instante.
(731)
4. "Ésta es la canción"
Sin duda se puede hablar de una segunda etapa en la producción poética
de Edgar Bayley. Etapa fuertemente objetivista debido a que el foco está
en lo fenoménico, nunca permanente. Ahora bien, nada más distante del
objetivismo de los 90 en la Argentina que el tono de estos poemas. Bayley
no quiere ser irónico, ni apartarse de la institución literaria, ni hacer crítica
social; no al menos como primera intención. Si lo hace, es más bien por
añadidura; su objetivo primordial es otro.
Su peculiar modalidad objetivista presenta las cosas de todos los
días pero después de un riguroso proceso de decantación y, por qué no,
de transmutación. La mejor muestra explicativa de que su figuración del
objeto es distinta de la recurrente en los objetivistas más jóvenes es su
106
Así lo enuncia en "El reloj": "Y el reloj, en su mundo de siempre, el que todos le
reconocen, se hace cada día a nuestro lado -igual que nosotros mismos, al mismo
tiempo- un modo de vivir, una palabra" (OP; 1999: 370).
162
parentesco con el haiku. El objeto en los poemas de Bayley no compone
una cotidianeidad reconocible, sino que se presenta sublimado, estilizado,
reducido a sus notas indispensables; "desnudo", diría Edgar. Esta
satisfacción en lo mínimo se lee en el sintagma que sigue al ya
emblemático ladrido de un perro: "¿para qué más?".
***
163
Tal vínculo se entabla como un intercambio de "señales de
reconocimiento"107 que -quiere Bayley- teje la trama de sus poemas,
donde los objetos elegidos son los inmediatos y frente a los cuales el yo
íntimo se repliega para posibilitar la expansión objetiva, movimiento
habilitador, a su vez, de la expansión subjetiva al ofrecerle nuevas
experiencias:
[...]
comeré mi pan
tomaré mi vino
y seguiré caminando sin un lamento
mientras el globo humeante y multicolor
[...]
prosigue su curso
Sólo arrancaré un gajo de este árbol
y lo llevaré
como un trofeo vacilante
bajo el viento y el sol
[...]
107
En "fidelidad en la encrucijada" afirma el sujeto: "Es preciso intercambiar a la
intemperie nuestras señales de reconocimiento con las cosas y con nuestros hermanos".
(Ni razón ni palabra, 1961; 1999: 108)
164
es el compromiso; en consecuencia, el yo lírico asevera su deber de
"decir correctamente", de "no ceder posiciones al tumulto", de "salir cruzar
no detener[se]", de "buscar la voz del otro", de "escuchar" ("la violencia",
Cel, 1976; 1999: 182).
***
108
De "cuando el aire" (PI; 1999: 401).
165
Elegimos como síntesis de las conclusiones el verso de Edgar "ésta es la
canción" porque creemos que es su gesto final: el deíctico "ésta" pone el
dedo, toda la atención intelectual y cordial, sobre los fenómenos, de los
cuales su palabra poética, la "canción", es uno más. En esa palabra va
toda la experiencia vital del sujeto, siempre en presente -"es"-, porque
efectivamente allí está. Sin glosas ni retórica, interpretamos el sintagma
elegido como 'esto es lo que hay, aquí termina, aquí lo dejo'. Gesto final
que, tratándose de Bayley, no da curso a la vena emotiva, que sin
embargo late precisamente en la firme contención:
[...]
porque finalmente
después de tanto
no tengo nada
y estoy contento
***
166
A modo de conclusión: instantáneas
167
él se afirma reiteradas veces: “Me ha tentado siempre la claridad". Esa
claridad traduce una percepción de los objetos ("la claridad de las hojas
del saúco", "la claridad del guijarro/ Y de las ramas del abeto", "la rápida y
voraz claridad de la salamandra"), y es, también, la virtuosa condición
subjetiva que permite mirar esas cosas sin dejar nada afuera ("He querido
tener claridad para mirar/ Los terrones del campo recién removido/ Y para
mirar también el mismo arado/ Y el agua que se desliza límpida por la
acequia").
Asimismo, en Bayley la claridad equivale a residir por completo en
el instante (claridad -dice- "De estar totalmente en cada flor/ En cada
herida o condena o semilla"); y se identifica con un conocimiento súbito y
máximo, la suprema revelación, que apenas puede ser dicha, y que
mueve tanto a perseguir más palabras, como al abandono de todas:
[...]
Decidí que era el momento de arrojar estas palabras al mar
Porque la claridad que tanto he buscado
Sólo está en algunos silencios
En algunos espacios en blanco
Antes y después de unas pocas y triviales palabras.
109
Esta conciencia nos permite entablar una clara correspondencia entre el modo de
plantearse la poesía de Edgar Bayley y la fenomenología clásica de Husserl. En efecto,
la conciencia como tejido de vivencias, intencionales y no intencionales, que se orienta
hacia los objetos y que irradia de un polo idéntico que es el yo, es el sujeto lírico de
Edgar. Esta conciencia que se sale de sí para ir al encuentro de los fenómenos lo hace
fundamentalmente a través de la percepción; y en el caso de Bayley el lenguaje se suma
como un fenómeno más (no es una 'intención vacía').
168
impulso erótico, como afirmación de vida, desde lo corporal hasta el
espíritu.
con raíces
y todo
volveremos
nos llamaremos
veremos en
el muro
agrietado
la flor que buscamos.
("con raíces", Poemas inéditos, 1999: 411)
110
El tiempo domesticado incluye cuatro tipos de temporalidad: el tiempo kantiano
ordenador, el tiempo cosmológico, el tiempo del calendario, que es continuo, y el tiempo
musical (Parret, 1995: 127). El tiempo ordenador es el "tiempo de los filósofos", que tiene
su prototipo en la filosofía kantiana del tiempo. Es “aquello que ordena el contenido de
nuestras experiencias” (1995: 125), su función es “la puesta en cosmos del caos
originario” (1995: 126). El tiempo cosmológico es el concebido a partir del Timeo de
171
por Bayley, entonces, posee los rasgos111 que Parret adjudica a la
fluencia cotidiana, sobre todo por la presencia del INSTANTE en su
carácter de síntesis del ser y de instancia reveladora.
Este tiempo salvaje, instantáneo, se asocia con el
INVENCIONISMO de Edgar Bayley, cuya estética tiene en la noción de
„brotar‟, „manar‟ o „deslizarse‟ la clave que define y explica su modalidad
compositiva, ya que la generación de abundantes imágenes encuentra en
ese movimiento su fórmula.
La propuesta del Invencionismo de asumir el poema como un
objeto más en el mundo está conectada con la homologación de los
tiempos del enunciado y de la enunciación (Parret, 1995), lo que equivale
a plasmar una unidad, la del compuesto vida-relato, de modo que queda
suprimida toda distancia112.
Teniendo en cuenta el contacto entre estos componentes, el
Invencionismo de Bayley, señala algo más que una renovación de la
113
Edgar Bayley se opone, en principio, al neorromanticismo del 40 por una estética
diversa, que tiene base en una manera distinta de experimentar la realidad. Bayley
rechaza el tono melancólico y lo mimético; esto es claro. Lo que tal vez no resulta tan
evidente es que esa oposición se desarrolla, además, como otra forma de concebir el
tiempo. El neorromanticismo vive el presente fundamentalmente como momento de
evocación nostalgiosa, más o menos elegíaca. Bayley, en cambio, se instala en un
presente desde donde pasado y futuro no son más que perspectivas.
114
A raíz de este comentario nos parece esclarecedor transcribir un fragmento de uno de
los ensayos que integra Realidad interna y función de la poesía; nos referimos a ”Breve
historia de algunas ideas sobre poesía”, de 1959:
“Están los poetas juglares, que aún conservan en sus manos el laúd o la guitarra, y que
encuentran la poesía sin esfuerzo aparente a lo largo de las calles y de los caminos,
entre los hombres y las mujeres de su pueblo. Y están los poetas sociales o, mejor dicho,
los poetas de partido, para quienes la poesía se nutre de su inserción en la historia, de
su participación en ciertas campañas políticas y acciones liberadoras. Y están los poetas
para quienes su experiencia poética se confunde con su experiencia religiosa, de tal
manera que su poesía es servida y sirve a la vez a la trascendencia. Otras actitudes,
otros argumentos... Y sin embargo no tan distintos en el fondo [...]
Se escribe, se canta, de muchas maneras, y nunca sabemos a ciencia cierta cuál es la
manera que debemos aceptar o preferir, en nosotros y en los demás [...]. No hay aquí
una excusa para no actuar o no comprometerse: su poesía es justamente el modo que
tiene el poeta de comprometerse, de estar en, y de explicarse, el mundo. [...]. Otros
hombres llegarán quizás a utilizar ese modo de residir y de concebir. [...]. Creo que
siempre el poeta trabaja a favor de la comunicación entre los hombres; [...]. La poesía
173
único en nuestro país en las décadas del 60 y del 70, relacionado con la
acción política directa, incluso a veces armada.
Considerar la poesía de Bayley, gozosa y celebrante, como una
evasión, parte de una lectura superficial, tal vez apresurada. Este poeta,
que es y está en el mundo, reivindica con su obra la felicidad privada y,
sobre todo, la pública, como actitud aun en medio de las dificultades, “en
difícil amor y opuesta preferencia” ("poeta en la ciudad", LVEV, 1961;
1999: 69); como una revolucionaria moral que reemplace a la tan
difundida y arraigada del sufrimiento.
115
Recordemos que Bayley exalta, contrariamente, las virtudes del error.
175
polirrizo, multiforme, encadenado, desencadenante, afincadísimo, volátil,
ávido, desprendido, innumerable.
176
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186
En el presente trabajo nos hemos propuesto estudiar la poesía completa
de Edgar Bayley (1919-1990), figura clave en el marco de la lírica
argentina. Esta labor cuestiona la consabida casilla en que nuestra
historia de la literatura lo ha colocado hasta ahora. En el ejercicio
fenomenológico descubrimos un abanico de vertientes que invalidan la
univocidad de todo rótulo. ¿Cómo leer a Bayley? ¿Como invencionista?
¿Esteticista? ¿Objetivista? ¿Posmoderno? ¿Comprometido? ¿Intelectual?
¿Existencialista? Para cada una de estas preguntas, y otras, hallamos,
por lo menos, una respuesta afirmativa y otra negativa. En verdad, la
misma intemperie que este poeta pondera y proclama tantas veces, es el
lugar donde más cómodamente se ubica, o mejor, se desubica,
voluntariamente ajeno a capillas de cualquier tipo.
Situada en su ámbito propio, pero no desconectada, la obra de
Bayley nos ha ofrecido una clave de lectura que condensamos en el „fluir‟:
el „fluir‟ como motivo recurrente y con diversas realizaciones,
conceptuales y figurativas; como matriz generadora del poema; como
mecanismo compositivo; como aprehensión y cauce de la discontinuidad
temporal; como campo de presencia y recorte perceptivo; como diseño
que sintetiza una cosmovisión esperanzada; como fenómeno
“innumerable”; como multiforme marca en el orillo de la poesía de Edgar
Bayley, pasada por el propio tamiz de la “forzosidad”.
***
187