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Documenta2 - Lenin, Gorki, la Revolución a destiempo

TRANSCRIPCIÓN COMPLETA

(Música cabecera)

LENIN, GORKI, LA REVOLUCIÓN A DESTIEMPO

San Petersburgo, en el estuario del río Nevá.

A un lado del río está la ciudad industrial,

con su puerto y sus fábricas;

al otro, la antigua capital del Imperio ruso,


con sus monumentos y palacios.

El célebre Palacio de Invierno es uno de ellos.

Hasta la Revolución de 1917,

fue el palacio del zar de todas las Rusias.

El águila bicéfala coronada, símbolo de su poder absoluto,

regresa renovada tras una larga ausencia.

En la plaza del palacio,

otras águilas aguardan su restauración,

cubiertas de plásticos,

como si quisieran protegerlas de la próxima tormenta.

(Música tétrica)

En el otro extremo de la ciudad,

hay un museo dedicado a la Gran Revolución.

En los 73 años que duró el poder soviético,

había decenas de ellos.

En una habitación que hace las veces de trastero,

hay un retrato del padre fundador,

Vladimir Ilich "Lenin".

Y en la habitación contigua, uno del escritor Máximo Gorki,

famoso por su activismo y por describir sin tapujos

los bajos fondos de la sociedad rusa.

Lenin, jefe de la facción bolchevique

del Partido Socialdemócrata ruso,

el gran actor de la Revolución de 1917.

Gorki, su gran testigo, su conciencia preocupada.

El escritor y el dirigente.

La leyenda soviética ensalza su amistad.


Sin embargo, solo existe una fotografía de los dos juntos

y se trata de una imagen trucada.

Stalin la mandó retocar en los años 30.

En la fotografía original, Gorki y Lenin no estaban solos,

posaban junto a los delegados

del II Congreso de la Internacional Comunista de 1920.

Pero muchos de ellos fueron expulsados

en el curso de las grandes purgas estalinianas

y, para no equivocarse, los borraron a todos.

Dos años después de posar junto a Lenin,

Gorki se vio obligado a abandonar la Unión Soviética.

Oficialmente, se iba al extranjero para curar una enfermedad pulmonar,

pero, en realidad, seguía el consejo de su amigo Lenin.

Se trataba de un exilio en toda regla.

Vagó por Europa durante algún tiempo

y terminó instalando sus veinte baúles llenos de archivos

en una villa de Sorrento, al sur de Italia,

enfrente del Vesubio.

La elección de Sorrento no fue fortuita,

Gorki había vivido algunos años en la cercana isla de Capri

durante su exilio del poder zarista,

tras el fracaso de la Revolución de 1905

en la que desempeñó un papel importante.

Fue en este primer exilio cuando el célebre escritor,

publicado en todo el mundo,

se convirtió en compañero de ruta de los bolcheviques,

financiando sus actividades clandestinas


y acogiendo en Capri a militantes y dirigentes.

Lenin en casa de Gorki, en 1908,

jugando al ajedrez con Bogdanov,

su principal opositor en el partido.

Cuentan que después se enfrentó a Gorki en una partida legendaria

que ganó Gorki en veinticuatro movimientos.

En la década que transcurrió entre los dos exilios

se produjo una revolución y una guerra.

La guerra estalló en Europa en 1914.

En un bando, Alemania y el Imperio austrohúngaro;

en el otro, Francia, Inglaterra

y su aliado, el Imperio ruso:

un país inmenso y arcaico sometido al despotismo zarista.

La guerra puso de manifiesto su debilidad y su fragilidad.

Tres años de derrotas militares,

represión política y social, miseria.

En febrero de 1917, comenzó la Revolución.

Con motivo del Día Internacional de la Mujer,

se produjeron disturbios provocados por la hambruna

en la capital imperial

que, desde 1914, se llamaba Petrogrado:

versión rusa de "San Petersburgo", que les parecía demasiado alemán.

La mayoría de los trescientos mil soldados de la guarnición

se puso del lado de los amotinados.

El régimen zarista fue derrocado en cuatro días.

Amnistiado por el emperador al inicio de la guerra,

Gorki había regresado a Petrogrado en 1914.


Vivía en un edificio Art Noveau, Nevski Prospekt,

situado en pleno corazón de los disturbios.

En ausencia de los grandes líderes, en el exilio o en prisión,

Gorki era la figura más emblemática de la Revolución.

Tenía contactos en todos los medios de la capital

y además, tenía teléfono.

Su piso se convirtió

en un improvisado cuartel general del movimiento;

todo el mundo acudía en busca de noticias.

Gorki salía muy poco, observaba a distancia,

fascinado por lo que sucedía en el parque,

al otro lado de la avenida.

Pero lo más sorprendente es que el gran escritor no escribía.

Aquel febrero de 1917, se limitó a tomar notas

y a guardarlas en sobres para más tarde.

"Más tarde" fue en 1924, durante su exilio en Sorrento.

Allí retomó las notas para escribir una crónica

que llamó "Instantáneas de revolución".

(OFF) "El jardinero",

febrero de 1917.

Los automóviles aceleran en la calle;

rugidos de motores,

estruendo de chatarra.

Salpicando y manchando de barro las paredes y a los peatones.

Soldados y marinos se agolpan en la calle.

Las puntas de acero de sus bayonetas recuerdan

las púas de un erizo gigante y furioso.


De vez en cuando,

se escucha el chasquido seco de los disparos.

La Revolución ha empezado.

Y el pueblo ruso se mueve, corre,

como si intentara atrapar la libertad,

como si la libertad pudiera estar en otro lugar.

En el parque, hay un jardinero trabajando.

Está solo, limpiando con el rastrillo tranquilamente los senderos.

La agitación de la calle no le interesa.

Es como si no oyera los cantos,

las detonaciones,

como si no viera las banderas rojas.

Y lo miro...,

esperando a que levante la cabeza

y vea el brillo de las bayonetas en los coches.

Pero... mantiene la cabeza baja,

sigue trabajando obstinadamente, como un topo...,

tan ciego como él.

(Música tétrica)

El punto de encuentro de los manifestantes

y de los soldados insurrectos era

uno de los palacios más hermosos de Petrogrado: el Palacio Táuride,

sede de la Duma imperial, un parlamento sin poder real.

La única concesión

que el emperador Nicolás II hizo a la democracia

tras la fallida Revolución de 1905.

En la Gran Sala de la emperatriz Catalina de Rusia,


marinos y soldados insurrectos prestaron juramento

ante los dos poderes nacidos en la Revolución:

por un lado, el Gobierno provisional,

formado por los representantes de la oposición política,

procedentes de la antigua Duma;

por otro, el Sóviet, gran asamblea popular

en donde se votó la Revolución a mano alzada,

compuesto mayoritariamente por soldados.

El primer decreto del Sóviet,

la Orden número uno, de importancia crucial,

les liberaba del deber de obediencia a los oficiales.

El Sóviet, dominado por los partidos revolucionarios,

también estaba dividido:

estaban los socialistas revolucionarios,

que eran mayoría, pero que se separaron

en socialistas revolucionarios de derecha

y socialistas revolucionarios de izquierda;

y luego estaba la gran tribu marxista,

dominada por los mencheviques,

divididos en mencheviques de derecha,

mencheviques de izquierda y mencheviques internacionalistas.

Y, por último, los bolcheviques,

la facción marxista más pequeña, pero también la más radical.

El gran ausente era su líder, Lenin.

Seguía en el exilio, atrapado en Suiza

por la guerra que le impedía regresar a Rusia.

Se enteró de la abdicación del zar por los periódicos,


y descubrió que el Sóviet revolucionario

y su propio partido apoyaban al Gobierno provisional.

Un compromiso que le enfurecía.

Pero ¿qué podía hacer él a 2500 kilómetros?

Solo podía mandar cartas a Petrogrado;

las llamó "cartas desde lejos".

(OFF) "El Gobierno provisional, ese Gobierno burgués,

quiere seguir con la guerra hasta el final".

"El proletariado no puede ni debe apoyar a este Gobierno de guerra".

"Lo que hay que hacer es armar al pueblo

bajo la dirección de los obreros

para que tomen las riendas del poder del Estado".

Las cartas iban dirigidas a la "Pravda",

el periódico del partido dirigido por dos militantes:

Kamenev y Stalin que, al contrario que Lenin,

estaban a favor del apoyo al Gobierno provisional

y en contra de la toma del poder.

Así que se apresuraron en meter las cartas de Lenin en un cajón.

En la última carta,

Lenin responsabilizaba directamente a Gorki.

(OFF) "He leído en los periódicos que Máximo Gorki

ha enviado al Gobierno provisional un mensaje entusiasta

invitándole a coronar su obra de liberación firmando la paz".

"Pero no una paz a toda costa,

una paz que permita a Rusia mantener con honor

su puesto entre los pueblos del globo".

"Me produce mucha amargura leer unas palabras como esas


llenas de sentimientos de pequeño burgués".

"En nuestros encuentros en la isla de Capri,

ya le advertí de sus errores políticos".

"Gorki es un escritor con un talento prodigioso

que ha prestado, y aún prestará, un gran servicio

al movimiento proletario internacional".

"¿Por qué tiene que meterse en política?".

Son las dos caras de la Revolución de febrero:

por un lado, la enorme explosión de furor popular

que quemaba cárceles y tribunales, destruía archivos de la Policía

y perseguía a los agentes del antiguo régimen;

y por otro, grupos tranquilos

que celebraban la abolición de todos los privilegios:

la sonrisa bondadosa de un soldado insurrecto

apuntando con su bayoneta a un águila imperial

tapada con una bandera roja.

(Música dramática)

La estación de Finlandia de San Petersburgo presenta

la arquitectura típica de la era soviética.

Pero al borde de un andén, encontramos un sorprendente collage

a tamaño natural.

Es la fachada de la antigua estación,

integrada en el hormigón a modo de reliquia de la gesta de Lenin.

En abril de 1917,

Lenin llegó a esta estación.

Por fin regresaba a Petrogrado

para emprender la marcha hacia el poder.


Nada más salir del tren, el líder bolchevique despreció

a los representantes moderados del Sóviet

que habían acudido a recibirle y se dirigió a sus partidarios.

(OFF) "El Sóviet, dirigido por oportunistas, social-patriotas,

solo puede ser un instrumento de la burguesía".

"Para servir a la Revolución Socialista mundial,

tiene que ser conquistado, tiene que ser proletario".

"No reconozcamos la necesidad de un Gobierno burgués".

"No necesitamos una república parlamentaria,

ni una democracia burguesa,

no necesitamos ningún Gobierno fuera del Sóviet".

"¡Todo el poder al Sóviet!".

El primer Primero de Mayo de una Rusia liberada,

el Día Internacional de los Trabajadores.

Precisamente este simbólico día fue el elegido por Gorki

para sacar el primer número del periódico que acababa de crear,

como si el regreso de Lenin le empujara a un mayor compromiso.

El nombre del periódico era "Novaya zhizn", "Nueva vida".

Durante un año, fue el periódico más leído de toda Rusia,

con una tirada de dos millones de ejemplares.

Debajo del nombre, un eslogan retomaba

el célebre llamamiento del manifiesto comunista:

"Proletarios de todos los países, uníos".

El periódico no dependía de ningún partido,

y se oponía tanto a la derecha y al Gobierno provisional

como a las posturas extremistas de los bolcheviques.

Gorki renunció a los grandes artículos políticos,


conformándose con breves artículos titulados

"Pensamientos intempestivos, pensamientos a destiempo".

(LEE) "25 de abril de 1917".

Los justos de todas las tendencias me ponen en la picota,

son muy generosos;

me siento en la obligación de proporcionarles más razones

para que me quemen en la hoguera de sus discursos apasionados.

Me considero socialdemócrata desde hace diecisiete años

y he servido a la causa del partido en la medida de mis fuerzas.

Pero siento que discrepo.

No cabe duda de que hay muchas contradicciones

en mis opiniones políticas,

contradicciones que no puedo ni quiero conciliar

porque, para que mi alma estuviera en paz,

tendría que acabar con esta parte de mí

que ama apasionada y dolorosamente

al hombre ruso vivo, pecador, patético.

Y eso es todo, ya he dicho suficiente

para que los justos puedan llamarme de todo.

Los encantos del antiguo régimen:

la bailarina Mathilde Kschessinska, amante del último zar, Nicolás II,

abandonó Rusia el 27 de febrero.

Los bolcheviques ocuparon su magnífica villa

y establecieron en ella su cuartel general.

Tiempo después,

la villa se convirtió en Museo de la Revolución

y, cuando la Revolución pasó de moda,


en Museo de Historia Política.

Han reproducido con una precisión casi obsesiva

el despacho en el que, la misma tarde de su llegada,

Lenin volvió al trabajo para retomar el control del partido.

Algo más recargado es este plato decorado de los años 30

en el que un Stalin sonriente acude a recibir a Lenin al tren.

Y este otro plato con la siguiente inscripción:

"Quien no está con nosotros está contra nosotros",

eslogan que Lenin tomó de San Marcos.

Lo aplicó al pie de la letra negándose a hacer ninguna concesión,

rechazando todo compromiso.

En unas semanas, Lenin consiguió reconquistar el partido

e imponer su línea de ruptura a los moderados Kamenev y Stalin.

(OFF) "Rusia es el país más libre del mundo".

"La propaganda es el trabajo más efectivo

para que la Revolución avance marcando el paso".

"Todavía somos una minoría en el Sóviet,

tenemos que llegar a ser mayoría".

"Debemos explicar la línea proletaria,

denunciar la política burguesa que apoya al Gobierno provisional,

continuar con la propaganda y las protestas

en todos los regimientos y en todas las fábricas;

organizar, organizar y organizar al proletariado

barrio por barrio, fábrica por fábrica".

(Música dramática)

Separadas de la ciudad imperial por el río Nevá,

estas fábricas daban trabajo a cuatrocientos mil obreros


en 1917.

Eran "la punta de lanza de la Revolución",

decían los eslóganes.

Pero la realidad era una economía en plena dislocación:

paro, encarecimiento de la vida,

hambre causada por las dificultades de abastecimiento.

El Sóviet prometía la revolución social,

pero no hacía nada para cumplir la promesa.

En el campo, sucedía tres cuartos de lo mismo:

la tierra seguía en manos de los terratenientes;

la esperada reforma agraria era letra muerta.

Y, por último, estaba el Ejército.

La única guarnición de Petrogrado contaba con 300 000 soldados.

Habían hecho la Revolución; la mayoría procedía del campo,

querían la confiscación y distribución de las tierras,

pero no la colectivización.

Querían el fin de la guerra,

pero sin traicionar a los camaradas del frente.

La guerra contra Alemania seguía, no sin dificultades.

El alto mando, cuestionado por los comités de soldados

y paralizado por la Orden número uno del Sóviet,

era incapaz de imponer disciplina.

En mayo y junio, al llegar la época de la cosecha,

se multiplicaron las deserciones.

(LEE) "9 de junio de 1917".

"Un lector me escribe:

'Un soldado me ha dicho que había desertado


porque tenía que ocuparse de sus dos hijos

a los que su mujer, la muy guarra, había abandonado'".

"'Cientos de miles de soldados desertan a causa de las mujeres,

¿cómo se puede solucionar este problema?'".

"Un grupo de campesinos me escribe:

'Le rogamos nos diga cómo interpretar la igualdad

que se ha proclamado oficialmente entre las mujeres y nosotros;

a los campesinos abajo firmantes nos preocupa una ley

que puede tener como resultado el aumento de la desigualdad

ahora que las mujeres se encargan solas del pueblo'".

"'Han abolido la familia, será la ruina para la agricultura'".

"Un grupo de soldados me escribe:

'Cada vez hay más casos de soldados

que, al ser engañados por sus mujeres,

les infligen un castigo brutal'".

"'Por favor, utilice su influencia

para que la prensa social denuncie este fenómeno

y muestre que las mujeres no son las auténticas culpables'".

"Me preguntan qué hacer con los popes, cómo curar la sífilis,

me piden que mande folletos informativos

sobre los derechos de la mujer".

"Estas cuestiones no tienen respuesta en nuestros periódicos,

enfrascados en sus controversias tóxicas".

"Los editores olvidan que, fuera del círculo de su influencia,

existen decenas de millones de hombres

que ven cómo se despierta en ellos

el profundo deseo de edificar nuevas formas de vida".


"No responderles es despreciarlos,

y eso es un terrible error".

Al igual que el tema social,

la cuestión de la guerra era acuciante.

Presionado por los aliados,

el Gobierno provisional y una parte del Ejército

querían proseguir con la guerra hasta el final,

"hasta la victoria final", como decían las pancartas

de los grupos que reclamaban el envío de Lenin a Alemania,

el traidor de Lenin que se atrevía a reclamar

una paz inmediata y sin condiciones.

Estos patriotas tenían un nuevo héroe:

el ministro de la guerra Kérenski, un socialista revolucionario

al que, tanto sus partidarios como sus adversarios,

llamaban el Bonaparte ruso.

Para recuperar el control del Ejército

y fortalecer el poder del Gobierno provisional,

Kérenski lanzó en junio una gran ofensiva

contra las tropas alemanas.

Fue un desastre.

Los alemanes rechazaron el ataque

y avanzaron varios cientos de kilómetros.

Las pérdidas rusas fueron enormes:

cuarenta mil muertos, diez mil prisioneros.

El fracaso de la ofensiva dio un nuevo impulso

a las palabras de Lenin que, a partir de entonces,

se repitieron en cada manifestación contra el Gobierno provisional:


"Abajo los ministros capitalistas, todo el poder al Sóviet".

O, como dijo un marino bolchevique interpretando a Chjeidze,

presidente moderado del Sóviet:

"Toma el poder, hijo de puta, ya que te lo están dando".

27 de junio de 1917.

Un honorable ciudadano me escribe:

"Se me encoge el alma,

y siento pavor cuando, en los mítines de la calle,

escucho a los soldados defender

las teorías extremistas de los leninistas,

al ver con qué facilidad ceden a la propaganda antisemita

que denuncia el control que ejercen los judíos sobre el Sóviet".

"Le he preguntado a un soldado cómo conciliaba las dos actitudes;

su respuesta: 'Somos gente sin estudios,

no nos corresponde a nosotros resolver estos problemas'".

Otro lector me escribe:

"Un conductor de tranvía, al que le he dicho

que los socialistas luchaban por la igualdad de todos los pueblos,

me ha contestado: '¿A quién le importan los socialistas?'".

"'El socialismo es un invento de ricos,

los obreros somos bolcheviques'".

La fortaleza naval de Kronstadt, en la isla de Kotlin,

protege la entrada del estuario del Nevá.

En invierno, el mar se hiela y pueden recorrerse a pie

los treinta kilómetros que la separan de Petrogrado.

En 1917, Kronstadt era

el cuartel general de la flota del Báltico


y el semillero más intenso de la Revolución.

A partir de mayo, el Sóviet de Kronstadt rechazó

la autoridad del Gobierno provisional

y los marinos, muchos de ellos bolcheviques o anarquistas,

embarcaban regularmente hacia Petrogrado,

donde formaban las tropas de choque de las grandes manifestaciones

y aterrorizaban a los burgueses.

(Música suspense)

Lenin se apoyaba en ellos,

incluso cuando tenía conflictos con los demás bolcheviques.

Cuando sentía que podía estar en minoría,

decía que estaba dispuesto a dejar el partido a sus oponentes

y marcharse "a casa de los marinos", como decía él.

"Muerte a los burgueses", dice esta bandera.

(OFF) "Cada día que pasa crece mi angustia".

"Temo que la política delirante de Lenin

pronto nos lleve a una guerra civil".

"Está totalmente solo, pero sus consignas son populares

entre las masas obreras no cualificadas

y parte de los soldados".

"El Estado ruso se resquebraja, está haciendo aguas

como una vieja barcaza durante una crecida".

En junio de 1917, Lenin siguió un doble juego:

por un lado, provocaba al Gobierno provisional

mediante sus llamamientos a la masas

y, por otro, intentaba contener a dichas masas

para manejar los tiempos de la Revolución.


(OFF) "La mínima iniciativa

un poco desafortunada de nuestra parte

podría hacer que todo fracasara".

"Aunque fuésemos capaces de tomar el poder hoy,

sería de ingenuos pensar que lo íbamos a poder mantener".

"Incluso en los Sóviet de las dos capitales somos minoría,

por no mencionar los demás".

"No hay que anticiparse a los acontecimientos;

el tiempo está de nuestro lado".

Pero el 4 de julio, la situación se fue de las manos.

300 000 manifestantes probolcheviques,

entre los que había 30 000 marinos de Kronstadt armados,

se dirigieron una vez más hacia el Palacio Táuride

haciendo caso omiso de los llamamientos a la calma

de los dirigentes bolcheviques.

En el cruce entre la calle Sadovskaya

y la perspectiva Nevski, las tropas fieles

al Gobierno provisional y al Sóviet moderado

abrieron fuego contra los manifestantes

provocando una centena de muertos.

(LEE) "Las imágenes de la locura que se apoderó de Petrogrado

la tarde del 4 de julio

permanecerán grabadas en la memoria".

"Un camión pasó cargado de fusiles y metralletas,

como un erizo furioso, en el que se apretujaban

diversos miembros del ejército revolucionario".

"Uno de ellos gritó: '¡La Revolución Social, camaradas!'".


"Quienes aún no habían perdido la cabeza, sin armas,

detuvieron al monstruo y le quitaron la cresta de fusiles".

"Los soldados y los marinos desarmados

se mezclaron con el gentío;

el vehículo grotesco vacío desapareció como una pesadilla".

"De repente, sonó un disparo

y cientos de personas se dispersaron presas del pánico".

"Rodaban por el suelo, se empujaban unos a otros gritando:

'¡Los burgueses están disparando!'".

"Evidentemente, no eran los burgueses".

"No disparaban porque tuvieran miedo de la Revolución,

sino porque tenían miedo por la Revolución".

"Muchos de nosotros sentimos ese temor".

"Pero los principales responsables del drama

no son los leninistas ni los contrarrevolucionarios".

"El principal responsable,

el enemigo más pernicioso y más poderoso,

es la gran estupidez rusa".

Al día siguiente del tiroteo,

el Gobierno provisional ordenó la persecución de los bolcheviques.

Sus soldados desarmaron y detuvieron a los militantes,

ocuparon y saquearon el cuartel general.

Pero Lenin se les escapó por poco

ya que, apenas unas horas antes, había estado allí.

Oficialmente acusado de ser un espía alemán,

Lenin estaba bajo orden de arresto.

Temiendo por su vida, pasó a la clandestinidad.


El partido lo ocultó en el piso de un militante

que más tarde se convertiría en el suegro de Stalin.

Otro museo.

El joven Stalin.

Stalin en 1917.

Lenin compartía habitación con Zinoviev,

uno de sus principales opositores políticos en el Comité Central,

que también se escondía.

Lenin dormía en la cama;

Zinoviev, en el sofá.

Por la noche, un biombo separaba a los dos adversarios.

En el cuarto de baño,

encontramos la principal atracción de la colección:

la navaja con la que Stalin afeitó a Lenin

para hacerlo irreconocible.

Lenin posó sin barba y con peluca

para la foto de su nuevo documento de identidad falso.

Es el único retrato de 1917 que tenemos de él.

En el despacho del museo, hay una foto del mismísimo barbero,

tomada en los 50, que hace las veces de calendario.

(OFF) "La contrarrevolución ya no es una expresión,

sino un hecho".

"Los bolcheviques son exterminados en las calles como ratas,

solo que ahora tratan de bolchevique

a cualquiera que hable de contrarrevolución".

El Sóviet supremo y los partidos de izquierdas

se negaron, por solidaridad revolucionaria,


a unirse a la purga antibolchevique

y fueron obligados a abandonar el Palacio Táuride,

que ocupaban desde febrero.

Se replegaron a los edificios del Instituto Smolni,

un internado para jovencitas de la nobleza

fundado por Catalina de Rusia.

Kérenski, convertido en jefe del Gobierno provisional,

Mostrando claramente sus ambiciones,

se instaló en el Palacio de Invierno,

antiguo palacio imperial,

donde ocupó el despacho del zar derrocado.

Kérenski tenía un competidor a su derecha,

el general Kornilov.

Soldado republicano, con mano dura, querido por oficiales y burgueses

que soñaban con verle restablecer el orden.

A finales de agosto de 1917,

Kornilov se lanzó a la aventura del golpe de Estado.

Sus hombres, la temida "división salvaje",

avanzaban hacia Petrogrado.

Pero el resto de comandantes del cuerpo del Ejército

no le siguieron.

Tras un tiempo de vacilación,

Kérenski denunció la contrarrevolución

y pidió auxilio al Sóviet.

En aquel momento, los bolcheviques eran

los únicos que podían movilizar a las masas,

así que fueron rehabilitados.


Petrogrado se convirtió en una ciudad sitiada,

protegida por cientos de miles de hombres armados:

soldados y milicias obreras.

Los ferroviarios sabotearon las vías férreas

bloqueando a la división salvaje de Kornilov

a unos cien kilómetros de la ciudad.

Los delegados del Sóviet de Petrogrado

pudieron así establecer contacto con los soldados golpistas

y ganarlos para su causa.

La división salvaje depuso las armas;

el golpe había fracasado sin combate alguno.

Y durante todo este tiempo, Gorki permaneció en silencio.

Ningún artículo suyo cuando el periódico "Nueva vida"

llamó a defender la Revolución contra Kornilov

y acusó a Kérenski de connivencia con el general golpista.

Ningún artículo tampoco cuando, como represalia,

el periódico fue prohibido

y tuvo que publicar varios números bajo otro nombre.

No se sabe cuál fue la verdadera razón de este silencio.

Durante todo ese tiempo, Gorki no estaba en Petrogrado,

estaba de vacaciones en Crimea,

manteniendo una complicada aventura sentimental.

(Música tétrica)

Lenin tampoco estaba en la ciudad,

se encontraba a dos mil kilómetros al norte,

seguía en la clandestinidad, en busca y captura;

se escondía a orillas del lago Razliv,


cerca de la frontera finlandesa.

Vivió por algún tiempo en una choza de paja

que, en la actualidad, es un museo, el Museo de la choza

o, mejor dicho, de las dos chozas,

porque junto a la efímera choza de paja

han construido otra más duradera de granito.

Contrariamente a Gorki, Lenin no cesaba de escribir en el campo,

bombardeando Petrogrado de consignas y artículos

a un ritmo constante sobre un solo tema:

la toma de poder.

Cerca de las chozas hay expuestos dos troncos

que, según dicen, utilizaba de escritorio.

El escritorio verde, en el que parece que escribió

un artículo titulado "La raíz del mal",

cuyo objetivo era el redactor jefe político de la "Nueva vida",

el menchevique de izquierdas Nikolai Sukhanov,

del que no tenemos más que esta foto de identidad judicial

tomada por la Policía zarista.

(OFF) "Todos reconocen que Nikolai Sukhanov,

redactor jefe de la 'Nueva vida', es el mejor

o, mejor dicho, el peor representante de la izquierda burguesa".

"A pesar de ser un marxista y un internacionalista convencido,

se equivoca por completo

sobre la problemática esencial de la Revolución

al pensar que se puede vencer

solo con la voluntad de la mayoría del pueblo".

"De abril a mayo, la mayoría no estaba a favor de los Sóviet


y, sin embargo, la Revolución siguió adelante".

"De julio a agosto, la mayoría estaba a favor de los Sóviet

y, sin embargo, la Revolución retrocedió".

"De modo que lo que quiere la mayoría del pueblo

no tiene consecuencias en los problemas de la Revolución".

"Es una ilusión burguesa".

"Lo que necesitamos es la fuerza de las clases revolucionarias,

que quieren y van a combatir".

"Una fuerza que, en el momento y en el lugar decisivo,

aplastará a la fuerza enemiga".

Esta fuerza dispuesta a acabar con el Gobierno provisional eran

la Guardia Roja y los soldados probolcheviques.

El fracaso del golpe de Estado les había dado un nuevo impulso,

sobre todo, las armas que a Kérenski tanto le había costado arrebatarles.

Para hacerles frente, Kérenski solo contaba con cadetes

y un batallón de mujeres soldado.

En un momento tan decisivo como ese, Kérenski cometió un grave error.

Los 300 000 hombres de la guarnición de Petrogrado

todavía permanecían indecisos,

y Kérenski mandó al frente a una parte de ellos.

Los soldados se negaron a hacerlo y se pasaron al bando bolchevique.

Los bolcheviques solo tuvieron que poner en práctica

lo que Marx denominaba "el arte de la insurrección":

ocupar los puentes, las oficinas de correos, teléfonos y telégrafos.

Privando así al Gobierno provisional de cualquier medio de comunicación

con las tropas del frente, que todavía le eran fieles.

La Revolución de Octubre y sus mitos.


Una maqueta del crucero Aurora,

montada en un ensamblaje de tuberías y grifos,

regalo de unos fontaneros soviéticos

al director de la compañía de agua de Petrogrado.

El auténtico Aurora está anclado para siempre en el Nevá;

monumento y museo a la vez.

El 25 de octubre de 1917,

el crucero, procedente de Kronstadt,

disparó el cañonazo que fue la señal

para la insurrección que derrocó al Gobierno provisional

y dio todo el poder al Sóviet.

Al menos, aparentemente, porque, en realidad,

fueron los bolcheviques, y solo ellos,

quienes lo tomaron y lo conservaron durante setenta años.

Pero, por lo pronto, Lenin tenía que terminar primero

con el antiguo aparato de Estado,

que se resistía al golpe dado por la fuerza.

Los funcionarios estaban en huelga; los ministerios, cerrados.

(OFF) "Obreros y campesinos, trabajadores y sirvientes,

de ahora en adelante, vosotros dirigiréis el Estado".

"A partir de ahora, vuestros Sóviet son

los organismos de poder de Estado,

provistos de plenos poderes de Estado".

"Poneos manos a la obra en la base sin esperar a nadie".

En realidad, Lenin seguía una doble estrategia.

Paralelamente a sus llamamientos a las masas,

y al tono anarquizante, el restablecimiento,


a partir del 25 de octubre, de la censura en la prensa,

la prohibición de periódicos presuntamente burgueses

y las numerosas detenciones de opositores,

pusieron en marcha la dictadura del partido bolchevique.

En la cima, era un poder sin reparto.

En la base, con la ficción de los Sóviet,

era un reparto sin poder.

10 de noviembre de 1917.

Dirigida a los obreros.

"Vladimir Lenin está introduciendo el socialismo en Rusia

siguiendo el método del nihilista Nechaev:

a toda máquina a través de la ciénaga".

"Trabaja como un químico en su laboratorio,

solo que el químico utiliza material muerto

y obtiene resultados valiosos para la vida

mientras que Lenin trabaja sobre material vivo

y lleva la Revolución a la muerte".

7 de diciembre de 1917.

Cada noche, desde hace dos semanas,

grupos de gente entran a robar en las bodegas,

se emborrachan, se pelean a botellazo limpio;

en los robos, los hombres son abatidos

como si fueran lobos rabiosos.

Exterminar fríamente al prójimo se ha convertido

en una práctica corriente.

Todo esto marca el triunfo de la brutalidad asiática

que nos corrompe por dentro.


Es anarquismo zoológico,

rebeldía rusa.

No es auténtico socialismo.

Aquel mismo 7 de diciembre, el Consejo de Comisarios del Pueblo

confió a Felix Dzerzhinski, militante bolchevique

que había estado en prisión durante el zarismo,

la dirección de una comisión extraordinaria

para luchar contra el sabotaje y la contrarrevolución:

la Cheka.

El público se enteró del nacimiento de la Policía política

mediante un sencillo texto entre las "izvestias", "noticias",

en el que se precisaba la dirección y el horario.

Una Policía que iba a perseguir, detener

y, más tarde, acabar con los opositores,

ya fueran seguidores de Kérenski o revolucionarios moderados.

En cuanto a los burgueses,

de momento, se limitaron a reclutarlos

para realizar trabajos de retirada de nieve.

(OFF) "Sería una total estupidez y una utopía creer

que es posible el paso del capitalismo al socialismo

sin violencia de Estado, sin dictadura".

"Pero dictadura es una gran palabra que no hay que utilizar a la ligera".

"La dictadura es una disciplina de hierro,

un Gobierno que, de forma revolucionaria,

aplasta rápidamente y sin piedad a los explotadores,

saboteadores y delincuentes".

"Desgraciadamente, tenemos que reconocer


que nuestro Gobierno todavía es extremadamente prudente

y se acerca más al algodón que al hierro".

"Eso es lo que no comprenden quienes se hunden

en la histeria hipócrita de los mencheviques de 'Nueva vida'".

Apenas un año antes, habían sido exhumados

los cuerpos de los primeros revolucionarios rusos

para rendirles homenaje:

insurgentes republicanos y demócratas

vencidos y ejecutados por el régimen zarista en 1826.

A ellos estaba dedicado un poema de Osip Mandelshtam,

publicado en "Nueva vida",

que cantaba al dulce sonido de la libertad.

Pero en enero de 1918,

el idealismo democrático de Mandelshtam quedaba atrás.

Otro poeta, Aleksandr Blok,

encarnaba la nueva fase de la Revolución

con su poema "Los doce":

la aventura brutal de una patrulla de guardias rojos en Petrogrado

una noche de tormenta de nieve.

(Música suspense)

(OFF) "Camarada, sujeta el fusil sin miedo".

"Peguémosle un balazo a la Santa Rusia,

a la ladina, a la Rusia de las islas,

la muy culona".

"Para desgracia de todos los burgueses,

provocaremos un incendio mundial,

un incendio mundial lleno de sangre,


y que Dios nos bendiga".

"Divertirse no es pecado".

"Cerrad vuestras puertas, que hoy habrá pillaje".

"Abrid vuestras bodegas, que hoy la chusma va de boda".

-Un día de 1919,

Aleksandr Blok me habló de su ensayo

"El naufragio del humanismo".

Yo no llegaba a comprender

si el naufragio le entristecía o le alegraba;

estaba como un niño pequeño

que, al sentir cómo se acercan los monstruos por la noche,

balbucea exorcismos incoherentes con la esperanza de asustarles

para que le dejen tranquilo.

Después, empezó una crítica

contra la indecisión de los intelectuales

con respecto a los principios bolcheviques,

y dijo exactamente:

"Los intelectuales han invocado al espíritu de la destrucción

del fondo de las tinieblas,

así que que no vengan ahora diciendo:

'Nosotros no hemos provocado toda esta destrucción,

han sido ellos, los bolcheviques'".

Un poco más tarde, recibí la visita de un marino de Kronstadt

que venía a pedirme un libro prestado,

me dijo: "Parece ser que un sabio americano

ha inventado una máquina muy sencilla:

un telescopio, una manivela y una rueda".


"Al girar la manivela, puedes verlo todo:

análisis, trigonometría, crítica...".

"La máquina te enseña toda la historia de la humanidad

y además, silba".

"Lo que más me gusta de su máquina es...

que silba".

"La utopía comunista", una película de 1924,

muestra cómo los bolcheviques van a Marte

para llevarles la Revolución

y liberar a los trabajadores marcianos

de los capitalistas marcianos.

Esa era también la gran apuesta de Lenin

y otros dirigentes bolcheviques en enero de 1918:

exportar la Revolución, convertirla en la plataforma de lanzamiento

de una revolución mundial que acabase para siempre

con el capitalismo y el imperialismo.

Las esperanzas bolcheviques estaban puestas,

sobre todo, en Alemania y Austria;

pensaban que allí su revolución podría germinar

antes de extenderse por el resto de Europa.

A pesar de las escenas de confraternización

entre soldados rusos y alemanes, a pesar de las grandes huelgas

que se produjeron en enero en Viena y Berlín,

la tan esperada tormenta no estalló.

La Rusia bolchevique se vio sola, rodeada al este y al sur

por los ejércitos contrarrevolucionarios

y al oeste, por el ejército alemán.


En febrero, Alemania rompió el armisticio

y lanzó una nueva ofensiva.

El ejército ruso se desmoronó.

La izquierda del partido bolchevique quería proclamar

la guerra revolucionaria y resistir hasta el final.

Pero Lenin, más realista, forzó la mano a la oposición

y, el 3 de marzo de 1918,

los negociadores rusos firmaron en Brest-Litovsk

una paz que les imponía unas condiciones humillantes,

así como grandes pérdidas territoriales.

El mismo Lenin calificó el tratado de "vergonzoso".

El periódico "Nueva vida",

que se había atrevido a hablar de capitulación,

fue prohibido por unos días.

16 de marzo de 1918.

Parte de nuestra inteligencia se ha pasado

al convencimiento pernicioso

de la existencia de una singularidad rusa,

así como una semiadoración por el pueblo

inundado en la servidumbre, el alcoholismo

y las oscuras supersticiones de la Iglesia.

Dicho pueblo,

oprimido hasta el aturdimiento,

débil, ignorante y con tendencia a la anarquía,

está llamado a ser el mesías de Europa.

Curiosa idea sentimental

que no disgusta a los comisarios del pueblo.


Quieren encender, con la leña húmeda de Rusia,

una hoguera para iluminar al mundo occidental.

Han encendido el fuego,

arde mal y esparce por Rusia

un olor nauseabundo a suciedad, embriaguez y crueldad.

Están arrastrando, empujando a la pobre Rusia al Gólgota

para crucificarla en nombre de la salvación del mundo.

¿Acaso no es un mesianismo acelerado?

La gloriosa locomotora número 293,

que llevó a Lenin a Petrogrado en abril de 1917,

se expone actualmente, protegida por una urna de cristal,

en la estación Finlandia.

En cambio, ni rastro del tren número 4001,

en el que Lenin y el Consejo de Comisarios del Pueblo

abandonaron Petrogrado para huir a Moscú

en marzo de 1918.

Temían que los alemanes, que solo estaban a 2 días de marcha,

tomaran la ciudad ignorando el tratado de paz.

La salida se produjo de noche,

bajo la protección de soldados bolcheviques,

de una estación de mercancías que hoy ni siquiera tiene nombre.

La evacuación, que se mantuvo en secreto hasta el último momento,

fue vivida como un acto de traición

por los obreros y los bolcheviques de izquierdas.

Para muchos de ellos, aquel día marcó el fin de la Revolución.

Para Gorki, fue como si algo se rompiese,

como si, con la marcha de Lenin, perdiese a su único interlocutor.


(OFF) "Todo el mundo huye de aquí, a pie, a caballo, en tren".

"En la calle, yacen algunos caballos extenuados,

los perros los mordisquean,

los transeúntes sienten envidia de los perros,

muchos niños mueren".

"¿Qué más puedo decir?".

"Todo es tan detestable y nauseabundo

que no me quedan ganas de hablar de nada".

El único periódico independiente que todavía quedaba, "Nueva vida",

fue prohibido definitivamente el 16 de julio de 1918,

el mismo día en el que el zar derrocado y su familia

fueron ejecutados en Ekaterimburgo, en el Ural.

La Guerra Civil y el hambre causaban estragos.

La revuelta obrera se gestaba de nuevo.

Los atentados antibolcheviques se multiplicaron.

Lenin respondió con el terror rojo: fusilamientos de masas,

ejecuciones sumarias de miles de opositores...

Desde ese momento, Gorki estuvo condenado

a no ser más que un testigo mudo que tomaba notas

y las metía en sobres para utilizarlas más tarde.

La ciudad está agobiada de calor,

helada de estupor,

confinada en un silencio apenas interrumpido unos momentos

por una serie de sonidos delirantes:

una voz canta en falsete, quejumbrosa.

En el arroyo plateado,

en la arena dorada,
busco la huella de una hermosa muchacha.

Una voz ronca le interrumpe:

"¿Qué has hecho esta mañana?".

"Un poco de tiro".

"¿Cuántos disparos?".

"Tres".

"¿Han gritado?".

"No, ¿por qué?".

"¿Dices que se han dejado disparar sin reaccionar?".

"Sí, son muy disciplinados a su manera,

saben que se han metido en problemas y que deben pagar por ello".

"¿Nobles?".

"No,

se han santiguado delante de la fosa;

era gente normal".

Un momento de silencio.

Y después, vuelve a cantar:

"Luna brillante, guíame".

"¿Tú también has disparado?".

"Sí, ¿por qué no?".

La voz ronca se vuelve socarrona.

"¿Cantas, oh, mi bella muchacha?".

"Pero tienes que coserte la camisa tú mismo, cretino".

"Espera un poco,

las chicas llegarán... cuando sea el momento,

todo llegará,

todo".
Oh, dulce brisa,

dime...

con qué puede soñar mi amada.

(Música suspense)

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