Tony Wagner es un revolucionario. Para ello no necesita alzar la voz, montar broncas o
recitar consignas. Él prefiere el análisis riguroso y la honestidad intelectual. No en vano
es uno de los mayores expertos en educación del mundo. Director del Laboratorio de
Innovación de la universidad de Harvard, Wagner es consejero de numerosas
instituciones educativas y organismos públicos. Y cuando habla de educación, sabe de
lo que habla, puesto que ha ejercido como profesor de secundaria y catedrático de
universidad. Es decir, que no se trata de un teórico, sino de alguien bregado en las aulas.
¿Qué consecuencias tiene para nuestros hijos la exposición ante las distintas pantallas?
¿Cuánto tiempo deben usarlas al día? ¿Son todas iguales? A Dimitri Christakis, uno de
los mayores estudiosos del mundo en esta materia, estos temas le preocupan por partida
triple: como pediatra, como profesor y como padre de dos niños.
Durante ese período de tiempo, el cerebro de los críos está en pleno desarrollo,
multiplicando por tres su tamaño. Según Christakis, la exposición al vertiginoso ritmo
que le ofrecen las pantallas les producirá una sensación de “lentitud” cuando se
enfrenten al mundo real -que no gira a la misma velocidad que la televisión- y en
muchos casos les creará problemas de aprendizaje y de déficit de atención.
La irrupción en los últimos años las pantallas táctiles ha despertado nuevas inquietudes
en Christakis. Para el investigador, tabletas y smartphones cuentan con una gran
diferencia respecto al televisor: la interactividad.
Mientras que la tele es para el niño una experiencia pasiva, en las ‘touch screens’ se
produce un interesante efecto de “lo he hecho yo”. Según sus primeros estudios, todo
parece indicar que esa capacidad de interactuar tendrá efectos diferentes sobre el
desarrollo y la cognición del cerebro infantil.
Esto no quiere decir que su uso deba ser ilimitado. Ni mucho menos. La Academia
Americana de Pediatría cuantifica el tiempo de ocio de calidad de los niños delante de
las diferentes pantallas: media hora diaria para menores de 3 años, una hora para los
niños entre 3 y 5, y dos como máximo para los chavales de entre 6 y 18 años.
Christakis va más allá y se atreve a añadir que, además de este “tiempo de conexión”, es
importante atender al tiempo diario de nuestros hijos apartados de todas las pantallas. Es
claro y concreto: al menos dos horas diarias de completa desconexión entre niño y
dispositivo.
¿Cómo afectarán las máquinas
inteligentes a nuestros puestos de
trabajo?
Por Zuberoa Marcos | 23-12-2015
Es muy probable que Ned Ludd jamás existiera. Que se tratara simplemente de un
personaje legendario o que este alias ocultara el nombre de otra persona. Pero por más
ficticio que aparezca Ludd, sus acciones y el movimiento al que dio nombre (ludismo)
fue muy real. Tanto que llegó a atemorizar a los grandes industriales ingleses del siglo
XIX cuando sus partidarios comenzaron a destrozar las máquinas de innumerables
fábricas textiles. Aquella rebelión que señalaba a la maquinaria como un enemigo que
destruía empleo, finalizó en Gran Bretaña cuando intervino el ejército. Su huella y sus
ideas, sin embargo, se expandieron por todo el mundo industrializado y renacen cada
cierto tiempo. Es el miedo del hombre frente a la máquina.
Pero en este siglo XXI cada vez más tecnificado, la pregunta ha vuelto a surgir: ¿cómo
afectarán las máquinas inteligentes a nuestros puestos de trabajo? Según Andrew
McAfee (autor de “La segunda era de las máquinas” junto a Erik Brynjolfsson) es
probable que la tecnología deje sin empleo a millones de personas. Las máquinas ya no
sólo realizan tareas repetitivas y rutinarias, sino que cada vez más son capaces de
realizar cosas que antes se nos antojaban imposibles como conducir vehículos,
diagnosticar enfermedades u ofrecer asesoría financiera.
Joi Ito es un tipo extraordinario. Tanto que dirige el MIT Media Lab (uno de los centros
de innovación más prestigiosos del mundo) sin haberse graduado en la universidad. Lo
que vendría a ser algo similar a llegar a ejercer como director de un colegio sin haber
acabado los estudios de primaria. En el caso de Ito, sin embargo, lo inusual es normal.
Si se conoce su historia y sus logros, no resulta descabellado afirmar que se trata de uno
de los constructores más influyentes de la cultura digital en las últimas décadas. Y
frente a eso, los títulos académicos paliceden.
Como director del MIT Media Lab, Joi Ito anticipa algunas de las novedades
tecnológicas que veremos en un futuro muy cercano y cambiarán nuestra vida cotidiana:
ciudades eficientes y conectadas, casas en las que el mobiliario y los muros se mueven
para adaptarse a nuestras necesidades, robots sociales que se relacionan con humanos o
medicina a molecular capaz de modificar las neuronas del cerebro.
Más que hablar, Ito dispara ideas a la velocidad de una ametralladora. Es un defensor
apasionado de la innovación y de las posibilidades del ser humano en un futuro de
conocimiento compartido. Estar conectado. Aprender. Hacer. Esas son las tres claves
que Ito receta para innovar; tal y como aseguró en una entrevista poco después de ser
nombrado director del MIT Media Lab: “si quieres invertir, no lo hagas en casas o
coches. Invierte en ti mismo, en aprender”.
¿Cómo ha transformado la tecnología la
lucha contra la delincuencia?
Por Zuberoa Marcos | 11-01-2016
Un informe publicado el pasado año por Intel Security revelaba que dos de cada tres
correos electrónicos que se envían en el mundo son spam. Su objetivo es extorsionar o
engañar a los receptores para obtener dinero e información. Nuestro país es el tercero
del mundo que más ataques informáticos recibe y, según datos de Instituto Nacional de
Ciberseguridad, se pierden 14.000 millones de euros al año por este motivo. Poca
broma. Se trata de una actividad que compite con el tráfico de drogas en cuanto a
beneficios.
Investigar el crimen que se gesta a través de Internet o localizar delincuentes por las
huellas digitales que dejan en la Red se convierte, pues, en imprescindible para los
cuerpos policiales. Y aquí es donde entran en juego profesionales como Mary Aiken,
ciberpsicóloga forense y asesora del European Cybercrime Centre, el departamento
encargado de combatir la delincuencia digital dentro de Europol (Oficina Europea de
Policía). Su campo de investigación se centra en el análisis de comportamientos
digitales y en concreto en desentrañar posibles perfiles criminales.
Pero más allá de la fama televisiva, lo que sigue incentivando a Mary Aiken es
conseguir desenmascarar a quienes pretenden cometer delitos amparándose en la
tecnología porque, asegura, “estamos llegando a un punto en el que todos los crímenes
serán cibercrímenes”. Es un consuelo pensar que gente tan brillante como ella estará
alerta para evitarlos.
Puede la tecnología reducir la
desigualdad entre hombres y mujeres?
Por Malu Barnuevo | 13-01-2016
Alba y Mario tienen seis años y jamás han visto una película de Star Wars. Sin
embargo, saben quién es Luke Skywalker, cuando quieren imitar a un robot modulan su
voz como C3PO y son capaces de tararear las primeras notas de la banda sonora
compuesta por John Williams para la trilogía original. Eso es cultura pop. Como las
canciones de los Beatles, las princesas Disney o Superman, el universo creado por
George Lucas está tan arraigado en el imaginario popular que no hace falta haber visto
sus películas para conocer los personajes protagonistas e incluso tener una cierta idea
sobre la historia. Tan sólo un eremita encerrado en una cueva y sin comunicación
alguna con el mundo exterior podría librarse de conocer a Yoda. La influencia de Star
Wars es tan enorme que hay una polilla que lleva el nombre de Chewbacca, un trilobite
bautizado Han Solo y ácaro que homenajea a Darth Vader.
Para Chris Taylor, autor del ensayo “How Star Wars Conquered the Universe”, el éxito
arrollador de la saga radica en que “es divertida y muy clara. Los límites entre el bien y
el mal están perfectamente definidos. En diez segundos de película sabemos qué esperar
de cada personaje”. Y pronostica: “cuando todos nosotros nos hayamos muerto,
seguirán estrenándose secuelas de Star Wars”. La próxima, en 2017.
Un artículo del New Yorker publicado en noviembre de 2014 calificaba a los escritores
de código -los programadores- como las nuevas estrellas del rock. Si esto es así, Rand
Hindi podría convertirse en muy poco tiempo en el próximo Mick Jagger. Su biografía
es de las de niño prodigio acostumbrado a consumir etapas a velocidades vertiginosas: a
los diez años su madre le regaló un libro de programación y aprendió él solo varios
lenguajes; a los 14 creo la primera red social en Francia; a los 15 montó su primera
empresa dedicada al desarrollo y gestión de páginas web; y a los 21, después de
licenciarse en Ciencias de la Computación, inició un doctorado en Bioinformática en la
University College London.
La primera propuesta de Snips es conseguir que las ciudades se adapten a sus habitantes
y no al contrario a través de aplicaciones que trabajan con inteligencia artificial y big
data. ¿El objetivo? Que la tecnología desaparezca, que sea ubicua pero invisible, que
vivamos siempre conectados pero sin darnos cuenta. A gran escala las repercusiones de
su trabajo van desde lo más cotidiano como regular los flujos de tráfico, la gestión de
las basuras o racionalizar el consumo energético, hasta propuestas inauditas como
prevenir la criminalidad. Suena demasiado revolucionario porque lo es. Y así lo
reconoció ‘MIT Technology Review’ cuando calificó a Hindi como “un adelantado a su
época”. Un visionario que, afortunadamente, como afirma la web de Snips considera
que “ser humano es mucho más que ser eficiente”.