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La violencia de los derechos humanos

Gregorio J. Pérez Almeida


Rebelión

I . Lugar común

Decir "la violencia de los derechos humanos", es una contradictio in terminis, porque en el lenguaje
dominante (léase burgués, liberal y católico) los derechos humanos (ddhh) se asocian con paz, solidaridad,
dignidad, respeto a la vida, amor al prójimo, formación concientizadora, etc. y sus defensores se asemejan al
Mahatma Gandhi. Inclusive se habla de una "pedagogía de la ternura" como ejercicio ideal de los derechos
humanos en la escuela… ¿Un defensor de los derechos humanos ejerciendo violencia contra sus semejantes?
¡Por amor de Dios! ¡Imposible! ¡Qué horror! ¡Qué aberración! Frente a este lugar común asumimos la "razón
de la sospecha", es decir, de la Teoría Crítica, (pero criticando a su vez la razón que critica) y entonces
dudamos de ese lenguaje hipostasiado (que se ha hecho uno con la realidad que representa: un dogma) y
diferenciamos lo que se dice/creemos (y se ha dicho/creído) de lo que se hace (y se ha hecho) en ese campo
social e histórico denominado derechos humanos (ddhh): separamos el discurso (la palabra) de la realidad (la
cosa) y apenas ahondamos en la realidad que se dice/creemos representa ese lenguaje descubrimos que no hay
nada más falso. Que la historia –lo que se hace- es otra. Aún peor: que el lenguaje oculta la realidad y que, por
lo tanto, el problema más grave en ddhh no es que "la brecha entre lo que se dice y lo que se hace es cada día
más grande", sino que esa brecha es el fundamento y la razón de ser de dichos derechos y sin ella no
podríamos hablar de ddhh. Esquizofrenia pura. En otras palabras: lo que se llama ddhh es la ideología (en la
concepción desarrolada por Teun A. van Dijk en su libro "Ideología: una interpretación multidisciplinaria")
(1), que funciona como pegamento suprasensible para cohesionar al sistema capitalista. O, en un símil más
popular: la lucha por los ddhh es la rueda del Hámster del capitalismo: corres y corres dentro de ella y nunca
llegas a ninguna parte porque no hay dónde llegar. Pero, pensemos otro sistema que no se sustente
exclusivamente en la propiedad privada de los medios de producción, que no esté orientado por la lógica de
acumulación individual realizada en el mercado y veremos como se para la rueda y se escapa el roedor. Nos
curamos.

II . Todo tiene un comienzo…

La primera vez que el lenguaje ocultó la realidad fue en el siglo XVI, durante la conquista de América por los
españoles y la iglesia católica. Entre 1492 y 1542, año en que Bartolomé de las Casas comenzó la redacción
de su "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", ya los españoles habían destruido las estructuras
políticas de dos de los más grandes imperios de América: el azteca y el inca y una gran parte de la población
había sido destruida por las armas y las enfermedades. Antes de culminar su diorama, Las Casas había
logrado que en 1537 el Papa Pablo III emitiera una bula, Sublimis Deus, en la que ordenaba que los
amerindios no fueran esclavizados y que se evangelizaran exclusivamente por medios pacíficos y en 1543 el
emperador Carlos V decretó unas leyes nuevas que ponían en ejecución muchas de sus propuestas, como la
culminación de nuevas encomiendas, "Sin embargo, tanto la bula como el decreto real se toparon con
considerable resistencia de los encomenderos y de sus compinches y partidarios en España y en la iglesia [y]
finalmente tanto la bula papal como las nuevas leyes fueron suspendidas" (2) El lenguaje de Las Casas era
contradictorio con los intereses del poder, porque mostraba la cruel realidad de la conquista. Sostenía que los
amerindios tenían derechos como los mismos españoles, por lo que fue silenciado y su discurso sustituido por
otro acorde con dichos intereses: el de Juan Ginés de Sepúlveda, para quien los amerindios eran "bestias
totalmente incapaces de aprender nada que no sean habilidades mecánicas, por lo que deben aceptar el yugo
español como enmienda y castigo por sus crímenes en contra del derecho divino, especialmente la idolatría y
los sacrificios humanos. Y los españoles estaban obligados por ley divina y natural, primero, a prevenir el
daño y las grandes calamidades que los indios habían ocasionado a un sinnúmero de inocentes con los
sacrificios y, segundo, a utilizar la violencia para evangelizar sin el peligro de que sean atacados por los
gobernantes y sacerdotes paganos. De manera que el comienzo de la universalización de los ddhh, con la
conquista de América, lleva la impronta de la violencia de los europeos sobre otros seres (in) humanos que
por diferentes no tienen derechos… Y todos los poderosos dijeron AMÉN. En la conquista de Norteamérica el
Sepúlveda inglés, esto es: más refinado, es John Locke, quien convierte los ddhh en la justificación del
colonialismo y el aniquilamiento masivo de todos los otros seres que no concuerdan con el prototipo humano
occidental, es decir: europeo, burgués, blanco, capaz de implantar y defender, por voluntad propia, el estado
civil como confirmación racional de la ley natural que hace a cada individuo poseedor de unos derechos
naturales como es ser un propietario, libre e igual a todos ante la ley. El problema de los indígenas de
Norteamérica fue que no eran aptos para implantar –y muchos menos defender- el estado civil. Su naturaleza
era radicalmente distinta: satánica, irreversible, réprobos, y, por ello, sin derechos, lo que los hacía enemigos
acérrimos del progreso civilizatorio representado por el protestantismo anglosajón. No es cuento, nos lo dice
Leopoldo Zea en el Prólogo del libro "La Evangelización Puritana en Norteamérica" (3): "El nomadismo, la
falta de conciencia del sentido de propiedad, y otras costumbres más, que eran la negación de la concepción
de la vida europea, mostraban, a todas luces, que si bien todos los hombres nacen iguales, no todos se
mantienen en esta igualdad. Los peregrinos y colonizadores, formados en las doctrinas de Calvino, tendían a
dividir a la humanidad en elegidos y réprobos. Ellos, los que escucharon el calling eran, obviamente, parte de
los primeros. Pero ¿qué eran esos hombres que se resistían a abandonar, libre, conscientemente, su vida
primitiva y que no hacían del trabajo sedentario una expresión de la voluntad divina? Se trataba de hombres
que por largos siglos habían formado parte del alejado reino de Satán, creado allende los mares, y que ahora
insistían en mantener sus viejos hábitos y costumbres, o que al menos, encontraban gran dificultad en formar
parte de la comunidad cristiana" (4).

Cruz menos, Biblia más, o viceversa, la verdad es que católicos y protestantes creyeron en una naturaleza
humana cerrada, portadora original de unos "derechos humanos" y de una "dignidad" que excluía a quienes no
coincidían con ella y "En nombre de 'derechos humanos' naturales se hace entonces posible acosarlos,
reducirlos, forzarlos a ser distintos o incluso exterminarlos" (5) . Este es el origen histórico de los sacrosantos
derechos humanos… ¿Alguien habló de violencia?

III …y un final.

Cuatrocientos cuarenta y cuatro años después del comienzo del exterminio de los habitantes originarios de las
tierras americanas en nombre de la dignidad humana, los poderosos volvieron a decir AMÉN cuando el 6 de
agosto de 1945 se cumplió el sueño del recién fallecido presidente norteamericano F. D. Roosevelt de poseer
un arma nuclear y el B-29, Enola Gay, autorizado por su sustituto, el senador Harry S. Truman, dejó caer
sobre Hiroshima la bomba atómica que asesinó instantáneamente a más de 80.000 personas, bajo el pretexto
rendir a Japón y acabar la guerra. Se cumplió la lógica racionalista de los ddhh: si quieres tener derechos,
mata por ellos… por lo que tres días después lanzaron otra bomba sobre Nagasaki con más de 70.000
asesinados (6). El AMÉN se escuchó también en París, el 10 de diciembre de 1948, cuando la comisión
presidida por la (ex)primera dama estadounidense Eleanora Roosevelt, terminó de redactar la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre (como se llamó hasta 1952) y fue aprobada unánimemente por todos
sus aliados que eran mayoría en la recién creada ONU. AMÉN dijeron luego los poderosos cuando el ejército
estadounidense invadió y destruyó a Vietnam para salvar la libertad y la democracia del comunismo rojo
negador de los ddhh, a pesar de que Hô Chi Minh había redactado la nueva Declaración de Independencia de
los vietnamitas comenzando con "Todos los hombres son creados iguales. Les ha sido otorgado por su
creador…", etc., etc., copiando el modelo estadounidense, pero era un comunista, satánico, réprobo,
irreversible. Los estadounidenses salieron derrotados militarmente, pero dejaron estéril la tierra, el agua y a
mucha gente para impedir el despegue económico del país. Todavía retumba en los oídos de la humanidad el
AMÉN gritado cuando la OTAN (es decir: USA bajo la presidencia del "demócrata" Bill Clinton) destruyó
Kosovo y Serbia, para castigar a los kosovares y servios violadores de sus propios ddhh. Y AMÉN musitó el
poder cuando… (Complete usted la frase, porque se me acaba el espacio. Le recomiendo el libro de Fernando
Bossi, Estados Unidos y los Derechos Humanos, para que escoja el caso que más le arreche).

Y quien lee se preguntará ¿Quiénes son los poderosos que dicen AMÉN? Son las élites dominantes de los
países centrales del sistema-mundo-capitalista que históricamente han controlado los grandes bancos, las
grandes empresas multinacionales y los organismos multilaterales como la ONU, la OEA, la UE, etc., (cuyo
pionero fue el prestamista que exigió las joyas de la Reina para financiar el primer viaje de Colón) y sostienen
con su dinero a algunas iglesias y a algunas instituciones benéficas sin "fines de lucro", etc., que a su vez
financian de buena fe a muchas de las ONG de derechos humanos que luchan, sobre todo en los países del
Sur, también de buena fe, para que se realice, aquí en la tierra, el mito burgués de todos los derechos para
todos.

Notas

1) Teun A. van Dijk en su libro "Ideología: una interpretación multidisciplinaria". Edit. Gedisa; 2006),

2) (I. Wallerstein, Universalismo Europeo. El discurso del poder. p. 17. Edit. FCE, 2007).

3) Juan A. Ortega y Medina,"La Evangelización Puritana en Norteamérica", Edit. FCE, 1976)

4) op. Cit. p.16

5) (Helio Gallardo. "Derechos humanos como movimiento social". p. 31. Edit. Desde abajo. Colombia, 2006)

6) Es poco comentado el bombardeo a Tokio perpetrado por la aviación estadounidense, en la madrugada del
10 de marzo de 1945, en el que perecieron casi 200 mil personas, en su mayoría civiles indefensos.

Política y derechos humanos

Gregorio J. Pérez Almeida


Rebelión

El mito

El mito moderno de los derechos humanos (dh) está contado en la “Declaración Universal de los Derechos
Humanos” (DUDH), redactada previamente por una élite blanca y liberal y aprobada por la Asamblea General
de la ONU, en París, el 10 de diciembre de 1948. ¿En qué consiste este mito? Primero: Da como un hecho que
todos los seres humanos tienen los mismos derechos a la vida, a la libertad (de pensamiento, religiosa, etc.), a
la igualdad y a la justicia tal y como las conciben los blancos. Segundo: Concibe al individuo blanco como la
fuente natural de la que fluyen los dh fundamentales. En otras palabras, considera los derechos individuales
(civiles y políticos) como principales o fundamentales y los colectivos (económicos, sociales y culturales)
como secundarios y de dudosa existencia. Y, tercero: Concibe al Estado, sin calificativos, como el único
responsable de la protección y/o la violación de los dh.

Este mito relatado en la DUDH y en otros documentos “inalterables”, descansa sobre un dogma que afirma
que los dh existen desde que el ser humano está sobre la tierra. Que son consustanciales a su ser. Sobre este
dogma hay que decir dos cosas cardinales.

Primera : es falso que los dh existan desde siempre y en todas partes, porque dichos derechos, tal y como los
conocemos hoy, se parieron entre 1941 y 1948 en una sala de parto ubicada en Washington, USA. Segunda:
la consecuencia de la hegemonía mundial de este dogma liberal es que los individuos creen que poseen
derechos humanos así como tienen ojos para ver y que por poseer esos derechos el Estado tiene la obligación
de satisfacerlos a como dé lugar sin deberes de su parte. Como si el Estado es una madre recién parida que
debe amamantar a su bebé cada vez que llora. Esto crea unos individuos que piden sus “derechos” a gritos
como el neonato la teta.

El colmo de este mito es que quienes se lo creen, aseguran que los dh nada tienen que ver con la política. Que
son apolíticos como una mata en un porrón. Y convierten al individuo en un portador de derechos
fundamentales que está frente al Estado concebido como un aparato mecánico de satisfacción de derechos. Lo
escuchamos entre algunas personas que permanecen en los refugios y protestan, arrechas, porque aún no les
han entregado las viviendas. Lo dicen sin tapujos: es mi derecho y el Estado tiene que satisfacerlo y no tengo
que agradecerle a nadie. Para nada toman en cuenta, ni valoran, que el gobierno los socorra en la emergencia,
les dé un refugio gratuito, comida, medicina, etc. Asumen, con vehemencia, su condición de poseedores
naturales del derecho a una vivienda propia y ven al Estado como un ente que tiene la obligación “natural”,
como el Sol tiene que generar luz, de proveérselas.

En el sostenimiento de este mito juega un papel determinante la conciencia política de las personas. La
derecha conoce el mito porque lo ha cultivado, promovido y lo utiliza en su campaña electoral ofreciéndole a
la gente que: “En mi gobierno no tendrán que ponerse una franela roja para recibir el beneficio de las
misiones”. Es decir, remacha la idea de que los derechos son apolíticos, que nada tienen que ver con la pugna
entre derecha e izquierda que históricamente ha marcado nuestras sociedades, ni con la opción electoral que
ambas representan. Como si votar por la derecha es igual a votar por la izquierda, porque Estado y gobierno
es lo mismo y es apolítico.

Pero no sólo la derecha cultiva el mito, sino que también hay voceros del gobierno revolucionario que lo
tienen grabado en sus mentes y le dicen a los beneficiarios de las políticas públicas que “el gobierno no les
está regalando nada sino que es su derecho…”, con lo que gestionan el mismo resultado que la derecha,
porque derecho sin deber es como un regalo y quien regala no pide nada a cambio. Esto es así, porque el
reconocimiento efectivo y material del derecho no va acompañado del reconocimiento de las luchas sociales
que permitieron que hoy exista un gobierno formado por personas de carne y huesos e identificadas
políticamente con la izquierda, que haga efectivos los derechos.

La realidad

El siglo XX nos dejó sin propuestas políticas claras y firmes. La identificación tendenciosa del marxismo con
la experiencia soviética y la consecuente identificación del desplome de la URSS con la muerte del marxismo,
dejó a las izquierdas más enredadas que gallina picando espaguetis. Poco a poco, el discurso político de
confrontación entre derecha e izquierda como opciones opuestas para organizar y orientar la sociedad y el
Estado fue cediendo lugar al discurso “imparcial” de los derechos humanos. Campo en el que el “capitalismo
real”, con su defensa de las libertades individuales, sacó ventaja sobre el “socialismo real”.

En Venezuela la realidad no ha sido distinta y hoy, a duras penas, se distingue entre derecha e izquierda. La
candidatura de la derecha lo tiene bien claro: 1°) identifica Estado y gobierno, es decir desaparece la
diferencia entre “deber ser” y “ser”; 2°) presenta al gobierno como apolítico, como una máquina impersonal
que debe trabajar para mantener la gobernabilidad, el progreso, la eficiencia, etc., con lo que; 3°) separa la
idea de los derechos humanos de la idea del gobierno revolucionario y de las luchas sociales que lo impulsan,
es decir, invisibiliza la voluntad política colectiva necesaria para hacer efectivos dichos derechos.

Nosotros/as, desde la izquierda, debemos resaltar la diferencia entre Estado y Gobierno en su relación con los
derechos humanos. Enfatizar que el Estado está diseñado en la Constitución (el deber ser), pero que de nada
vale, que es un concepto vacío, inerme, sin la voluntad política de las personas que conforman el gobierno (el
ser) y que son estas personas quienes hacen realidad, con sus decisiones compartidas con el pueblo, los
derechos humanos.

Aclarémosles a nuestros compatriotas, que no hay “derechos humanos” per se. Ni existen porque estén
plasmados en la constitución. Que lo que hay es la confluencia de luchas sociales y voluntades políticas de
izquierda que se hacen gobierno para reconocer la dignidad humana. Que no se trata solamente de la lucha
permanente de los individuos y colectivos contra el Estado burgués para que les reconozcan sus derechos,
sino de largas y dolorosas luchas por tomar el poder del Estado (que se materializa liderizando el proceso
constituyente) y constituir un gobierno de izquierda que entre en sintonía con el pueblo. Sintonía que se
materializa en las políticas públicas y en la organización del poder popular que acompaña al gobierno en su
“mandar obedeciendo”.
En nuestro caso, venezolanas y venezolanos del año 2012, se trata de reafirmar, con nuestro voto el 7 de
octubre, el apoyo al gobierno del Presidente Chávez para que siga la sintonía entre pueblo y gobierno. De no
hacerlo, los derechos humanos volverán a su tradicional papel de fuego fatuo que mantiene a los pueblos
caminando hacia una meta inalcanzable y que el discurso hegemónico liberal señala con la frase iluminada
cual publicidad de neón: “Todas y todos tenemos los mismos derechos” .

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
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