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Quizás no lo sepas, pero la agroecologia emplea diariamente numerosos

modelos matemáticos, que le permiten mejorar constantemente los


resultados agronómicos, con un impacto medioambiental cada vez más
reducido, y unos costes de producción contenidos.

¿Por qué necesita la agricultura modelos matemáticos?

Para responder a la necesidad permanente de adaptarse a los ciclos


biológicos, de las plantas y de los animales, de los cultivos y del
medioambiente, de los parásitos y sus depredadores, que pueden ser muy
variables. Las variaciones climáticas son uno des de los factores clave de
variabilidad, así como la diversidad de las condiciones de cultivo (especies,
variedades, métodos de cultivo, tipos de suelo, tipos de riego, altitud,
pendiente y orientación, configuración geográfica, etc.).
Sin embargo las plantas y los animales van a reaccionar de manera
relativamente homogénea, a pesar de las condiciones muy variables. Es
esta homogeneidad de reacción y de comportamiento que los modelos
matemáticos intentan evidenciar, medir y anticipar.
Tendremos posibilidad de prever los comportamientos en todas las
situaciones, si sabemos poner todas las condiciones variables unas con
otras. Los modelos matemáticos son uno de los medios más efectivos para
predecir los ciclos agrícolas y biológicos.
Permiten especialmente anticipar los desarrollos de insectos y de muchas
enfermedades, prever las necesidades de las plantas, sus ciclos, las fechas
de floración, sus adaptaciones climáticas.
Por ejemplo, es gracias a la puesta a punto de un modelo matemático
específico que las autoridades sanitarias pueden prevenir las nubes de
langostas en África, y así evitar o limitar las hambrunas que pueden
provocar.

¿En qué se basan los modelos matemáticos adaptados a la agricultura?

En general se basan sobre registros climáticos, que es una información


fiable, fácil de recoger y de tratar, que van a servir de elemento de
referencia, y sobre observaciones biológicas como el ciclo de las plantas o
la evolución de las poblaciones de insectos dañinos y de sus depredadores.
La puesta en comparación de esas dos categorías de elementos, y la
acumulación de referencias de los años anteriores permite, por una parte de
establecer correlaciones, y por otra parte de confirmarlas y de afinarlas año
tras año. Este trabajo a largo plazo permite establecer la fiabilidad del
modelo y de determinar sus márgenes de seguridad.
Cuando estén los modelos fitosanitarios puestos a punto, permiten a los
agricultores anticipar los daños de plagas o enfermedades, gracias a
acciones específicas o a tratamientos curativos en algunos casos,
preventivos en otros, situados en el momento ideal, o a poner implantar
métodos de vigilancia o de profilaxis.

Tomemos un ejemplo muy común, que también es uno de los primeros


modelos fiables establecidos en frutales. Se trata de la tabla de Mills,
publicada en 1944, y desde entonces modificada varias veces por equipos
científicos. La puesta a punto de este modelo otorgo, en la época de su
divulgación, una drástica reducción de los tratamientos contra el moteado,
combinada con un aumento enorme de la eficacia de la protección, lo que
le dio una muy gran popularidad entre los profesionales de la producción
de manzana y pera.
El moteado es un hongo que se desarrolla después de la lluvia. Pero
algunas lluvias provocan contaminaciones, y otras no, y su gravedad es
variable. Por otra parte, la protección contra el moteado es principalmente
preventiva, ya que las manchas, cuando aparecen son casi imposibles de
parar, exigen un gran número de tratamientos para evitar que vayan a más,
y deprecian mucho la fruta.

¿Qué puede hacer el agricultor para evitar daños?


Debe tratar antes de ver las manchas. Pero en eso tampoco es algo sencillo.
¿Esta lluvia es contaminante?
¿Puede provocar daños una simple niebla?
¿En qué plazo después de la lluvia tengo que intervenir para evitar daños?
¿Al cabo de cuánto tiempo van a aparecer las manchas?
El agricultor podría por ejemplo decidir tratar una vez por semana, pase lo
que pase, para no complicarse la vida. Pues debería tratar muy a menudo,
sin siempre conseguir la efectividad requerida, y con un coste
medioambiental y económico disparatado.
Pues tiene la solución de emplear los modelos matemáticos, como la tabla
de Mills o de uno de los modelos más modernos. Le es suficiente estar
equipado de un humectómetro, que mide la duración de humectación de las
hojas, y de un termómetro registrador, equipos fáciles de encontrar y
asequibles, o más simplemente estar registrado en una de las estaciones
agroclimáticas especializadas de su región.
De un modo o del otro tendrá, en tiempo real, las informaciones fiables
sobre los riesgos. Esas informaciones le permitirán tomar la decisión la más
adecuada sobre la necesidad de tratar y sobre la gravedad de la
contaminación, con lo que también sobre el tipo de producto a utilizar.
El agricultor, haga producción ecológica, convencional o integrada, utiliza
las mismas referencias y los mismos métodos. Solo cambia la lista de los
plaguicidas utilizables en cada situación.

El sistema también funciona al revés, es decir poniendo en relación el ciclo


del cultivo con las condiciones climáticas, para determinar los periodos de
sensibilidad a ciertos problemas sanitarios o fisiológicos, y de actuar en
consecuencia.
Ginés de Haro nos explica:
“Hemos tomado diferentes alturas sobre el nivel del mar y orientaciones
(fincas del norte y del sur) (…)
Del modelo podemos sacar algunas conclusiones. Como era de esperar,
los ciclos están relacionados directamente con la cota sobre el nivel del
mar (ya que la temperatura es más fría según ascendemos), pero también
influye la orientación. Por ejemplo una finca a 45 metros en Fuencaliente
tiene un ciclo de unas dos semanas más corto que una en Gáldar a 16
metros sea cual sea la época de parición.”
En el caso de Canarias, es especialmente importante, en la medida en que
son islas, bastante alejadas unas de otras, diversas y montañosas, en las que
los factores de variabilidad son enormes, y a pesar de esto, el modelo
permite hacer unas previsiones fiables en cualquier situación.

El uso de las matemáticas es incluso uno de los desafíos del futuro, ya que
la agricultura de precisión, concepto reciente que pretende optimizar la
producción agrícola por la precisión de las técnicas empleadas, es una vía
obligada para el futuro de la humanidad. Esta agricultura de precisión pasa,
entre otras cosas, por la modelización de un gran número de conceptos,
para hacer previsible todo el aspecto actualmente imprevisible de la
agricultura, es decir la influencia de condiciones climáticas variables sobre
los seres vivos.

Mira lo que se ha producido este año en muchos países de Europa.


Condiciones climáticas anormales han gravemente perturbado las cosechas
de numerosos cultivos. Los cerealistas franceses han sido muy afectados
por esas perturbaciones. Pero reconocen haberse dejado sorprender. A
finales de junio, el trigo tenía una densidad aparente normal, las plantas
eran bonitas. Nadie se imaginaba que las espigas estaban tan vacías.
Es el tipo de problema que es importante aprender a evitar, o al menos a
gestionar. El agricultor, un poco por cultura, un poco por su ritmo de vida,
vive a menudo día a día, y la anticipación de los fenómenos futuros es a
veces difícil.
El uso de modelos puede ser de gran ayuda en la optimización del trabajo.
La aparición de nuevas tecnologías en agricultura también ha sido ocasión
del desarrollo de modelos matemáticos adaptados. Por ejemplo, las
imágenes satélite, combinadas con las coordenadas GPS, la invención de
nuevos sensores y la adaptación de los equipos ha permitido, una reducción
de 5% de los aportes de fertilizantes, a veces más.
¿De qué manera? La imagen satélite nos entrega un estado de la
homogeneidad del campo, bien por una simple imagen, bien por
colorimetría (intensidad de la fotosíntesis), bien por imagen térmica
(temperatura de la hoja, lo que corresponde a la capacidad de la planta a
regular su propia temperatura). Esas imágenes son reveladoras del estado
de salud y de homogeneidad del cultivo y permiten, gracias a modelos
matemáticos adecuados, ajustar exactamente la dosis de abono a aportar a
cada sector de la parcela. Esas tecnologías también se pueden utilizar para
aplicaciones localizadas de plaguicidas, para siembras más exactas, y se
están estudiando para el riego.

¿En qué medida los modelos matemáticos tienen un papel importante


para el desarrollo de la agroecología?

Uno de los fundamentos de la agroecología es la agricultura, es decir la


producción de alimentos y de materias primas renovables para las
necesidades humanas. El objetivo es de minimizar el impacto negativo
sobre el medioambiente de una agricultura que debe ser cada vez más
productiva para poder asegurar las necesidades de la población. Esas
necesidades aumentan con el aumento de la población, y con la mejora de
las condiciones de vida de las poblaciones más pobres. Pero es
imprescindible no aumentar la superficie agrícola, para no incrementar el
impacto medioambiental negativo del aumento de población.

Los modelos matemáticos tienen como objetivo final la optimización de la


producción agrícola, la reducción de su impacto sobre el medioambiente, y
también la reducción del desperdicio de alimentos, al menos en la parte
importante que ocurre en el campo.

La mayoría de los modelos existentes han sido enfocados hacia la


optimización agronómica de los cultivos, o para la optimización de las
intervenciones culturales y fitosanitarias.
El medioambiente es un sistema muy complejo, en el que cualquier acción
humana tiene impacto, más o menos fuerte, más o menos perturbador, más
o menos negativo. Es obvio que la agricultura es una de las actividades
humanas cuyo impacto medioambiental es importante. Aun es necesario
poder medirlo. El agricultor trabaja con un objetivo de producción, le mejor
que puede, pero en general sin tener medios para medir o estimar las
repercusiones medioambientales de su trabajo.
Es ahora importante que equipos científicos se preocupen de elaborar
modelos, destinados a los agricultores, que pongan en relación las acciones
agronómicas con sus efectos medioambientales. Es todavía un punto débil
del sistema agrícola.
Los cálculos de huella hídrica o de carbono son un primer paso, pero son
extremadamente complejos, lentos y costosos, exigen generalmente de
contratar a especialistas, y no dan soluciones concretas al agricultor en sus
prácticas diarias. Solo es un índice para medir una situación concreta en un
momento concreto. Es lo que explica que muy pocos agricultores lo hayan
iniciado realmente.
Los agricultores necesitan sistemas rápidos y sencillos, que puedan
implantar ellos mismos en su propia finca, y que les ayude a trabajar de
manera más eficiente.

La aplicación concreta de modelos matemáticos, combinada con la


implantación de técnicas y de métodos de cultivo procedente de la
agricultura de precisión y de la agroecología, deben permitir a la
agricultura hacer frente al enorme desafío de alimentar a una población
mundial en crecimiento constante sin aumentar su impacto
medioambiental, por un mejor aprovechamiento de los recursos
disponibles, mientras se adapta a los cambios climáticos.

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