Es posible que este esquema nos pueda servir como marco referencial a partir del cual
podamos realizar una lectura más sistémica y amplia de los fenómenos relacionados
con la educación en los actuales momentos, así como dar cuenta de muchas de las
acciones pedagógicas que como acciones comunicativas se viven el diario discurrir
institucional. Por ahora ocupémonos del esquema antes anunciado y que nos servirá
de apoyo para el desarrollo de algunas ideas preliminares sobre la formación
universitaria desde una perspectiva integral como se lo propone claramente la
Facultad de Administración de Empresas: “Formar líderes promotores del
desarrollo de las organizaciones y la sociedad con sentido humanista,
visionarios y responsables de la biósfera". Este propósito del programa hace eco
de lo que la misión y visión institucionales subrayan:
Misión
Visión
Como se puede inferir de este esquema triangular, una educación integral entendida
como acción dialógica o comunicativa comporta de manera holística las tres
perspectivas racionales (vértices) que desde los Griegos vienen fundamentado la
pedagogía occidental (dimensión epistemológica, dimensión ética y dimensión
estética), ámbitos de racionalidad que pensamos necesarios, complementarios y
equilibrados (triángulo equilátero), pero que casi siempre y según los intereses propios
de cada época terminan por desequilibrarse, privilegiando entonces, a veces una sola,
a veces dos o incluso las tres dimensiones, pero en una proporción desigual que
termina rompiendo la equilateralidad en detrimento o eclipsamiento de unas
dimensiones por las otras: se acentúa la dimensión ética, con alguna consideración
por la estética pero dejando poco espacio para la epistemológica (educación antigua),
o se privilegia la formación epistemológica por encima de la ética y en franca
minusvaloración de la estética (la educación moderna), o bien, se reivindica la
dimensión estética por encima de la ética y de la dimensión la epistemológica solo se
retoma su desarrollos tecnológicos (educación posmoderna).
FORMACIÓN EPISTEMOLÓGICA
Pero además de la apropiación reflexiva y crítica de los saberes específicos y sus fines
meramente instrumentales, la educación ha de tener en cuenta la dimensión social
que comporta toda acción y comunicación humana en tanto ella genera efectos
intersubjetivos. Acá se habla entonces de una racionalidad por normas, es decir, de
una acción humana orientada por normas y valores que constituyen el vínculo social.
En tanto se habla de la presencia del otro, estamos en el ámbito de la
intersubjetividad y el pronombre personal que mejor se ajusta es el tú. Así pues,
además de la techné y los saberes específicos, la educación como acción racional
comunicativa se preocupa también por los asuntos normativos y axiológicos que tejen
el lazo social: obrar por un valor, acatar una norma, ser solidario, respetar las
diferencias, ser tolerante, asumir posturas críticas y de responsabilidad social frente a
determinadas situaciones, son entre otras, acciones sociales que requieren
comprensión intersubjetiva, constituyendo de esta forma el espacio de las razones,
justificaciones y motivaciones implícitas en los comportamientos humanos y cuya
finalidad apunta al Aprender a vivir y trabajar Juntos.
FORMACIÓN ÉTICA
(Ethos: carácter)
La Educación como Acción Racional Ética (por Normas y valores)
Una consideración más rigurosa del ámbito de lo subjetivo no solo deberá tener en
cuenta el sujeto de la conciencia, el sujeto epistémico del interés y la voluntad de
saber, sino también el sujeto del deseo en tanto inconsciente, sujeto en falta y en el
cual las vicisitudes sufridas por sus pulsiones epistemofílicas (amor al conocimiento)
que muchas veces se ven obstaculizadas por las demandas de estandarización que
vienen del Otro dominante, lo promoverán hacia el deseo de saber en su resistencia a
la uniformidad, o hacia la pasión por la ignorancia en su sumisión. Si es cierto eso de
que solo se aprende lo que se desea, entonces la labor educativa mucho a de ver no
sólo con la transmisión rigurosa de saberes sino principalmente con la promoción del
deseo de saber en el educando, promoción necesariamente correlativa al deseo de
saber y de enseñar del educador, pues a fin de cuentas “se transmite un deseo, una
pasión, y no tanto un conocimiento”.