El ácido nítrico es uno de los ácidos más fuertes desde el punto de vista iónico
pero lo que de verdad lo caracteriza químicamente es su capacidad oxidante,
que se manifiesta sobre casi todos los metales excepto en el caso del oro y el
platino.
El ácido nítrico, a pesar de no ser combustible facilita la combustión de otras
sustancias. Así, el HNO3 reacciona violentamente con sustancias orgánicas
como acetona, ácido acético, anhídrido acético, alcoholes, etc. causando
riesgo de fuego y explosión. Del mismo modo, puede ser agente de reacciones
explosivas si se mantiene en presencia de polvos metálicos, carburos o sulfuro
de hidrógeno.
Además de su capacidad corrosiva, cabe destacar su toxicidad ya que una
exposición prolongada puede provocar daños importantes en el tejido blando
de las fosas nasales, las vías respiratorias, el tracto respiratorio, el tracto
digestivo y los pulmones. En suma, el contacto con él puede ser causa de
irritaciones y quemaduras agudas. En las zonas donde es manipulado, se
necesita tanto una ventilación adecuada así como una correcta protección
corporal (usando trajes de protección y pantalla facial). En caso de darse su
vertido accidental, el ácido debe neutralizarse con arena o tierras inertes.
El ácido nítrico, HNO3, (también conocido por sus nombres ancestrales como
“Aqua Fortis” o “Spirit of Nitre”) es en la actualidad uno de los ácidos más
usados tanto a nivel industrial como a nivel de laboratorio; su producción
anual en los últimos años asciende a 60 millones de toneladas. El proceso
industrial más frecuente para la producción del ácido nítrico está basado en
la oxidación catalítica del amoniaco, proceso patentado por vez primera por
el químico alemán Wilhelm Ostwald en 1902.