Nuevamente, la corriente hacia fuera puede ser atraída por algo que ejerce un fuerte
asidero a la atención, una persona que lo divierte, una persona que lo irrita, un libro que
interesa, un sonido grato y así sucesivamente. 0, por último, por simple esfuerzo de
atención, la corriente puede ser retenida durante cierto tiempo en una dirección deseada.
Como hemos dicho, estos diferentes modos en los cuales la materia fina es consumida
normalmente, representan diferentes aspectos de la función particular en actividad – un
aspecto puramente automático, un aspecto emotivo, o un aspecto intelectual. Más aún,
son característicos de tres procesos distintos y producen tres grupos de resultados muy
diferentes. Al mismo tiempo, estos son igualmente mecánicos y la característica principal
de todos ellos es que la atención sólo es suficiente para hacer posible que la materia fina
que trae el estado de alerta, se aplique a una cosa cada vez. Este es el estado ordinario del
hombre. Solamente puede darse cuenta de una sola cosa cada vez. Puede darse cuenta ya
sea de la persona a quien está hablando, o de sus propias palabras; puede darse cuenta
del malestar de alguien o de un dolor en su propio cuerpo; puede darse cuenta de una
escena o de sus propios pensamientos. Pero, excepto en muy raras ocasiones, no puede
darse cuenta simultáneamente de sus propias palabras y de la persona a quien las está
dirigiendo; o de su propio dolor y del de alguna otra persona; o de la escena y de sus
pensamientos acerca de aquélla. Así, al darse cuenta de todos los hombres en este estado
ordinario puede clasificarse como ‗fascinación‘. Porque si se da cuenta de algún
fenómeno exterior pierde su darse cuenta de él mismo; o al devenir alerta de algo en él
mismo, pierde su darse cuenta del mundo exterior – esto es, deviene “fascinado” por una
cosa, interna o externa, con exclusión de todo lo demás. Ciertamente la experiencia de
cada hombre contiene casos de atención dividida y de no ser así, no tendríamos indicio
alguno de cómo proceder. Por ejemplo, una de las razones para el extraordinario poder
que las sensaciones del amor y del sexo tienen sobre los hombres, es que en
determinadas circunstancias provocan un intenso estado de alerta de uno mismo y de
otro, al mismo tiempo. Esto es un verdadero pregustar del siguiente estado de conciencia.
Pero si esta sensación llega a hombres después de todo impreparados, es enteramente
accidental y totalmente más allá de su control. Una de las cosas principalmente enseñadas
en las escuelas del cuarto camino es la división intencionada de la atención entre uno
mismo y el mundo exterior. Mediante larga práctica y el ejercicio constante de la
voluntad, la materia fina del estado de alerta no se le permite que fluya
ininterrumpidamente en una dirección, sino que es dividida, por decir así. Una de cuyas
partes es retenida en uno mismo, mientras que la otra se dirige al exterior, hacia aquello
que pueda estar haciendo o estudiando. Mediante la división de la atención, el estudiante
aprende a darse cuenta de él mismo cuando habla a otro, de él mismo mientras
permanece en determinado escenario, de él mismo actuando, sintiendo o pensando en
relación con el mundo exterior. De este modo aprende a recordarse a sí mismo, primero
por momentos y luego con frecuencia creciente. Y en proporción a su aprendizaje de
recordarse a sí mismo, sus acciones adquieren consistencia y significación en la misma
proporción, las que le habrían sido imposibles mientras su darse cuenta se movía
únicamente de una a otra fascinación. La característica de este segundo estado,
recordarse a si mismo, es la atención dividida. Hay varias cosas extrañas respecto a este
estado. Primero, por ciertas razones cósmicas, nadie puede intentarla o practicarla hasta
que se le haya hablado de aquella y se le nava explicado.
Porque en el momento que cese de necesitar recordarse a sí mismo, pierde –en todo
grado por algún tiempo– la posibilidad de hacerlo. De este modo recordarse a sí mismo o
la práctica de la atención dividida –aunque a la primera mirada pueda parecer
extraordinariamente sencilla, fácil y obvia–– requiere en realidad tina reconstrucción
completa de toda la vida de uno y de puntos de vista tanto hacia uno mismo tomo hacia
otras personas. Mientras uno cree que se puede alterar a uno mismo o alterar a otra
gente; mientras uno cree que tiene el poder de hacer, esto es, de hacer cosas distintas a
como son, sea interna o externamente, el estado de recordarse a sí mismo parece
retirarse de uno cuanto más esfuerzos se hacen para alcanzarlo. Lo que en un principio
pareciera estar al alcance de la mano comienza a parecer infinitamente lejano, imposible
ele lograr. Y, sin embargo, muchos años de lucha y, de fracasos pueden ser necesarios
antes de arribar a un curioso hecho psicológico, que en realidad se conecta con ley en
verdad muy importante. Este hecho es que, aunque es extraordinariamente difícil dividir
la atención de uno en dos, es mucho más posible dividirla en tres: aunque es
extraordinariamente difícil recordarse uno mismo y el medio ambiente de uno
simultáneamente, es mucho más posible recordarse uno mismo, el medio ambiente ele
uno y alguna cosa más. Como hemos visto, ningún fenómeno es producido por dos
fuerzas: cada fenómeno y cada resultado real requiere de tres fuerzas. La práctica de
recordarse a sí mismo o La división de la atención se conecta con el intento de producir un
determinado fenómeno, el nacimiento de una nueva conciencia en uno mismo. Y para
hacer esto con éxito, La atención debe ser dividida no en dos sino en tres – debe
dedicársela simultáneamente al propio organismo de uno, al sujeto del experimento, la
situación a La cual este organismo está expuesto en el momento y, finalmente, a algo
permanente que se mantiene en un nivel más alto que ambos y el cual sólo puede
resolver La relación entre Los dos. ¿Qué es este tercer factor que debe ser recordado?
Toda persona debe encontrarlo por sí misma y su propia forma de aquel – su escuela, su
maestro, los principios que ha aprendido, el sol, algún poder superior en el universo, Dios.
Debe recordar que é1 mismo y su situación permanecen ambos en presencia de poderes
superiores, ambos están bañados por La influencia celestial. Fascinado, es absorbido
totalmente por el árbol de que se da cuenta con la atención dividida, ve tanto al árbol
como a sí mismo que lo mira: recordando, se da cuenta del árbol, de él mismo y del Sol
que imparcialmente brilla sobre ambos. Hemos hablado del mundo mineral, del mundo
celular, del mundo molecular y del mundo electrónico. La situación del hombre, sus
problemas, su medio ambiente, las dificultades existentes en el mundo material, celular –
esta es la fuerza pasiva; la energía fina de la conciencia dirigida por su atención existe en
el mundo molecular– esta es la fuerza activa; y aquella que puede resolver la lucha eterna
entre estos dos mundos puede derivar solamente ele un modo todavía alto – el mundo
del Sol, el mundo electrónico. A semejanza de la luz del Sol que une e interpenetra a todo,
creando y disolviendo ambas la individualidad, este tercer factor debe ser (le tal manera
que en el recuerdo de él, el que recuerda está unido a su medio ambiente, él adquiere
tanto como pierde la individualidad separada. Si un hombre puede descubrir tal tercer
factor, recordarse a sí mismo deviene posible para él y puede llevarlo éste mucho más
lejos de lo que prometiera en un principio. Recordarse a sí mismo debe, así, contener tres
principios, tres cosas para ser recordadas. Y si una está sola y ocupada con alguna tarea
interior, será entonces necesario recordar tics mundos en unzo mismo, tres lugares en
uno mismo. Por esta división de la atención en tres, la materia fina que es la conductora
de la fuerza creadora del hombre derechamente se divide en tres corrientes – una dirigida
a la acción directa en el inundo exterior, otra dirigida hacia la creación de una conexión
con poderes superiores y otra que se retiene en uno mismo. Aquella que es retenida en
uno mismo en el curso del tiempo se cristalizaría en un vehículo permanente de la auto-
conciencia, esto es, en un alma.