(Compiladoras)
a vuelta de página
ISBN 978-987-628-509-4
© María Lía Munilla Lacasa, Sandra M. Szir, Mariela Monsalve, Diego Guerra, Julia Ariza,
Georgina G. Gluzman, Juan Buonuome, Marcela Gené, Amadeo Gandolfo, Pablo Turnes, 2018
© de la presente edición Edhasa, 2018
ISBN: 978-987-628-509-4
Impreso en Argentina
Índice
Introducción.................................................................................... 9
Gráfica y consumo
Diego Guerra
tumbres desplegaban ante sus lectores un paisaje donde la incuria hacia los
muertos, la escasa solemnidad del rito y el borramiento de los límites que
separan el luto de la fiesta funcionaban como indicadores de una bárbara
familiaridad rural con la muerte, desprovista, con todo, del fantasma de la
hipocresía que por otra parte rondaba a la creciente sofisticación del rito
entre las clases medias y altas urbanas.2 En nuestro cuento, Patricio es en-
terrado en un ataúd improvisado con tablas y clavos reutilizados de cajones
de bebidas de la pulpería, previo traslado en carreta durante más de ocho
horas por caminos de tierra, y tras un velorio al que asistió todo el pueblo
y donde “se tomaron bastantes copas; dicen que se arreglaron dos carreras
para el domingo siguiente, y (...) si el dueño de casa lo hubiera permitido,
hubiera sollozado la guitarra algún canto”.3 Finalmente, al llegar a la co-
misaría descubren los achispados “cocheros” que el cadáver se ha caído por
el camino, donde lo hallarán tras desandar unas leguas, tirado boca abajo
en un lodazal.
Asimismo, la narración da cuenta de algunos ecos del proceso de mo-
dernización en lugares apartados de los centros urbanos, así como del con-
secuente cambio de costumbres. De ese modo, tanto las circunstancias de
la muerte del peón –un gringo superado por la etiqueta local del duelo a
cuchillo– como las marcas de Cinzano y Bitter de los Vascos visibles en las
tablas del ataúd señalan el tipo de alteraciones introducidas por la moder-
nidad en la vida cotidiana, cuya incidencia en la práctica funeraria se ve,
por ejemplo, en el hecho de que la posibilidad de fabricar un ataúd con las
herramientas y los materiales del almacén permita desoír a los viejos que
sugieren sepultarlo “á la moda antigua”, esto es, envuelto en un cuero de
potro.4
Ahora bien: el tema y la tónica de este cuento, repetidos en un sin-
número de ejemplos publicados en esos años por el semanario, resultan
indicadores de un pacto de lectura más amplio que Caras y Caretas estable-
cía en torno a cuestiones como la muerte, sus elaboraciones rituales y su
incidencia en la vida cotidiana en el contexto de la modernidad del cambio
de siglo.
La construcción de un consenso tácito con los lectores en torno a
estas temáticas aparece, así, en otros soportes discursivos tan o más cen-
trales a la política editorial de la revista y especialmente a su postura en
relación con lo visual, la utilización y las modalidades de consumo de las
Diego Guerra 105
El mercado de la muerte
Como en otros avisos de la página –la elegante clientela del Restaurant Ame-
ricano y el Aue’s Keller, la tintorería Prat donde hasta el Sol se quita las
manchas–, la imagen articula la necesidad del producto con una pertenencia
de clase indicada en el sillón capitoné, la ropa del enfermo –bata, pantu-
flas, gorro de dormir– y su ubicación en el entorno de contención afectiva
y socioeconómica que el imaginario burgués del siglo XIX asociaba, según
una amplia tradición historiográfica, con el hecho de morir en el hogar.11 El
deseo de emulación social se articula aquí –como en aquella otra funeraria
que, en palabras de un cronista de Caras y Caretas, “nos ha hecho risueña y
agradable la idea de morir”–12 con una asociación entre consumo y placer
tan típica del capitalismo como estructural al lenguaje publicitario moderno.
Diego Guerra 109
BUENO, BARATO
Estos son los dos extremos que muy difícilmente se tocan.
PERO
Con la constancia, la corrección, la puntualidad, y sus tarifas, lo
consigue
MIRÁS16
Bebés con anteojos y fumando, niños negros con ropitas blancas sobre
una alfombra oriental, slogans en un bajorrelieve que sugiere una lápida,
Diego Guerra 115
un texto sólo legible a través de rayos X y otro, bajo una lupa; retratos del
Príncipe de Gales, Humboldt y el General Roca; un granjero cuáquero
de origen claramente norteamericano y el fotomontaje caricaturesco de
un hombre con la cabeza de otro, tomado de una postal francesa: tan he-
terogénea como disparatada, la galería desplegada en los avisos de Mirás
resalta de modo particular al recorrer los ejemplares de Caras y Caretas,
tanto más cuanto que sus contenidos –imagen y texto– varían siempre de
una semana a otra. Con esto y la fuerte retórica apelativa de los avisos el
anunciante obtiene –asegurada, shock mediante, la atención del lector–
una instancia de comunicación constantemente renovada cuyo principio
ordenador es precisamente su propio nombre, destacado al pie como la
firma de una carta.
Aunque la inclusión de estos temas en publicidades de Caras y Caretas
estaba lejos de ser una invención de Mirás –ahí están, después de todo, el
niño negro que sirve Chocolate Godet, o la bataclana de rotundas panto-
rrillas al aire que se repantiga en un sillón, cigarrillo Somay en mano–,26
en todo caso el español les otorgó un protagonismo discursivo claramente
inédito en el medio publicitario local.
Resulta interesante en ese sentido constatar el origen de algunas ilus-
traciones, en tanto exhibe el contacto del anunciante con las novedades
que le ofrecía un vasto mercado internacional de imágenes impresas –pu-
blicitarias o no–, pasibles de ser apropiadas y resignificadas: es el caso del
bebé negro mencionado anteriormente, procedente de una tarjeta publi-
citaria inglesa del jabón Sunlight, editada en 1890 y reproducida en The
Graphic y The Illustrated London News; o la púber de la rosa en el pecho,
emblema de lo chic y lo nuevo en el número 203 y procedente de una pos-
tal romántica húngara reproducida a su vez en una figurita coleccionable
de los Cigarrillos Londres.27
Pero a estos ejemplos, reveladores de una red de circulación tan vas-
ta como compleja y variada, se suma un género particular de imágenes
del que Mirás primero, y otros colegas después –especialmente Lázaro
Costa–, echaron mano recurrentemente en estos años, sentando un pre-
cedente cuya importancia para la publicidad del siglo siguiente huelga
mencionar.
116 Vendrá la muerte y tendrá coche a la puerta…
Poco debe sorprender, por otra parte, que desde ese momento y durante el
siglo subsiguiente, ambas empresas se posicionaran en un lugar de indiscu-
tido liderazgo en el mercado de la pompa fúnebre argentina.
Conclusiones
Queda claro hasta qué punto los ejemplos analizados hasta aquí nos re-
cuerdan la importancia de analizar de cerca el fenómeno de la inserción
temprana de la imagen en el discurso publicitario, tanto en lo que respecta
a su incidencia en el desarrollo posterior de este lenguaje y sus alcances
Diego Guerra 121
actuales como al modo en que pudo afectar el devenir de las prácticas mor-
tuorias y los ritos de duelo.
Si ya en 1955 Geoffrey Gorer equiparaba –algo hiperbólicamente,
quizá– al fenómeno solitario y culpable del duelo moderno con la mas-
turbación, los casos analizados proponen una interesante instancia de dis-
cusión de las formas concretas en que la mercantilización de la pompa
fúnebre pudo tener alguna incidencia, si hacemos caso de las hipótesis
principales de Philippe Ariès, en el retroceso de las referencias a la muerte
en la vida cotidiana.31
En ese sentido resulta sugestivo que el borramiento sistemático de las
referencias a aspectos concretos del servicio funerario –traslado de cadáve-
res, tipo y material del ataúd, número y estilo de carruajes– sea correlativo,
en los avisos de Mirás y Costa, no sólo a la proliferación de imágenes
cómicas, curiosas o sexualmente sugestivas acompañadas de elusivas obser-
vaciones sobre el comercio moderno, el progreso individual o las ventajas
de la tecnología, sino también a la aparición recurrente de aclaraciones de
que los coches de paseo de Mirás “en ningún caso” se usan para entierros,
toda vez que el servicio fúnebre constituye en esta empresa una “sección
completamente independiente de la de carruajes de paseo”.32
Si, en atención a los múltiples aspectos en que la publicidad y el con-
sumo condicionan actualmente nuestra vida cotidiana, asumimos con
Foucault que la obliteración moderna de la muerte está ligada “menos a
una nueva angustia que la tornaría insoportable para nuestras sociedades
que al hecho de que los procedimientos de poder no han dejado de apar-
tarse de ella”,33 la coexistencia de estos silencios, enunciaciones, imágenes
y proyecciones de expectativas y deseos se convierte en un elemento fuer-
temente ilustrativo de esta clase de problemáticas y su desarrollo desde las
etapas iniciales de la sociedad de masas.
Notas
1
Elias, Norbert, La soledad de los moribundos, México, Fondo de Cultura Económi-
ca, 2009 [1982].
2
En otro relato publicado dos años antes se ironizaba sobre el cementerio urbano por
donde pasea “una que otra viuda reciente, y por lo tanto inconsolable (...) en la tumba del
inolvidable, como dicen con su lengua de mármol las inscripciones que cubren las sepultu-
122 Vendrá la muerte y tendrá coche a la puerta…
ras olvidadas y llenas de ortigas” (Caras y Caretas, nº 71, 10 de febrero de 1900). El tema
del cuento es precisamente la contradicción entre apariencia exterior y sinceridad de sen-
timientos en un dolor ritualizado, en boca de dos esqueletos que conversan sentados en sus
lápidas quejándose del olvido al que los someten los vivos.
3
Caras y Caretas, nº 170, 4 de enero de 1902.
4
Idem.
5
Cfr. Rogers, Geraldine, Caras y Caretas. Cultura, política y espectáculo en los ini-
cios del siglo XX argentino, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2008.
6
Caras y Caretas, nº 170, 4 de enero de 1902. Énfasis en el original.
7
Ebelot, Alfredo, La pampa. Costumbres argentinas, Buenos Aires, Taurus, 2001
[1890], p. 55. Una década después otro cronista celebraba el retroceso entre “la gente
bien educada” de este rito que “no sin horror vemos practicarse todavía por gentes de la
clase baja” (Ceppi, José “Aníbal Latino”, Tipos y costumbres bonaerenses, Buenos Aires,
Hyspamérica, 1984 [1886], p. 206). Cfr. también Bilbao, Manuel, Tradiciones y re-
cuerdos de Buenos Aires, Buenos Aires, Ferrari, 1934; Battolla, Octavio, La sociedad
de antaño, Buenos Aires, Moloney & De Martino, 1908; y Wilde, José Antonio, Buenos
Aires desde 70 años atrás, Buenos Aires, EUDEBA, 1960 [1880].
8
Tagg, John, El peso de la representación. Ensayos sobre fotografías e historias, Barce-
lona, Gustavo Gili, 2005 [1988], p. 27.
9
Ohmann, Richard, Selling Culture. Magazines, Market and Class in the Turn of the
Century, Londres-Nueva York, 1996, Verso.
10
Caras y Caretas, nº 1, 8 de octubre de 1898.
11
Ariès, Philippe, El hombre ante la muerte, Buenos Aires, Taurus, 1999 [1977]; Per-
rot, Michelle, Historia de las alcobas, México, Fondo de Cultura Económica, 2011 [2009].
12
Caras y Caretas, nº 25, 25 de marzo de 1899.
13
Caras y Caretas, nº 378, 1° de enero de 1906. Cfr. asimismo los cuatro reportajes
sobre la funeraria de Marcial Mirás publicados en el nº 5, 5 de noviembre de 1898; el nº
25, 25 de marzo de 1899; y nº 68, 20 de enero de 1900.
14
Cfr. el episodio, largamente citado en diversos trabajos, del enfrentamiento edito-
rial con El Diario a propósito del derecho de fotógrafos y reporteros a invadir la privacidad
de las celebridades, en el que Caras y Caretas, en el número 83 del 5 de mayo de 1900,
sentó posición decididamente a favor de la objetividad de la fotografía y su carácter de
equivalente y sustituto de la palabra escrita. Cfr. entre otros Tell, Verónica, La fotografía
en la construcción de relatos de la modernización argentina (1871-1898), Buenos Aires,
FFyL-UBA, 2009, tesis doctoral, mimeo.
15
Lears, Jackson, Fables of abundance. A cultural history of advertising in America,
Nueva York, Basic Books, 1994, p. 42.
16
Caras y Caretas, nº 207, 20 de septiembre de 1902.
17
Caras y Caretas, nº 203, 23 de agosto de 1902, y nº 208, 27 de septiembre de 1902.
18
Ohmann, Richard, op. cit., y Lears, Jackson, op. cit.
19
Caras y Caretas, nº 214, 8 de noviembre de 1902, y nº 204, 30 de agosto de 1902.
20
Marin, Louis, Des pouvoirs de l’image. Gloses, París, Seuil, 1993; Foucault,
Michel, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires, Si-
glo XXI, 1984 [1966].
Diego Guerra 123
21
Haug, Wolfgang Fritz, Publicidad y consumo. Crítica de la estética de mercancías,
México, FCE, 1989, p. 146.
22
En 1902 el servicio más caro de Mirás costaba un 30% del de su colega Artayeta
Castex y un 5% del promedio de mercado de 1894. Cfr. Guerra, Diego, In articulo
mortis. El retrato fotográfico de difuntos y los inicios de la prensa ilustrada en la Argentina,
1898-1913, Buenos Aires, FFyL-UBA, 2014. Tesis doctoral, mimeo.
23
Caras y Caretas, n° 198, 19 de julio de 1902. Lemas como ese, repetidos con el
entusiasmo propio de la novedad, sugieren un contacto temprano de Mirás (¿en sus
viajes?) con las ideas de racionalización empresaria y organización científica de la pro-
ducción, difundidas e implementadas por Frederick W. Taylor en trabajos como Piece
rating system, de 1895. Aunque faltaban unos años para las primeras aplicaciones siste-
máticas de la cadena de montaje a la industria argentina –en la industria frigorífica en
1907–, las descripciones en diversos reportajes de las instalaciones del local de Mirás y
de la estricta organización del personal sugieren –junto con su radical política de pre-
cios– la incorporación de algunas de estas nociones. Cfr. Lobato, Mirta Zaida, El
“taylorismo” en la gran industria exportadora argentina (1907-1945), Buenos Aires, Cen-
tro Editor de América Latina, 1988.
24
El Diario, septiembre de 1894.
25
El Diario, noviembre de 1896; cfr. asimismo, además de las notas en Caras y Care-
tas ya mencionadas, Don Quijote, 29 de diciembre de 1897, y la nota “Industriales gallegos
– D. Marcial Mirás” firmada por Dos de Bastos y publicada en Almanaque Gallego, no-
viembre de 1895.
26
Caras y Caretas, nº 13, 1° de enero de 1899, y nº 23, 11 de marzo de 1899.
27
Caras y Caretas, nº 203, 23 de agosto de 1902. Debe recordarse que esta práctica de
apropiación, que Mirás profundizó al máximo, era relativamente habitual en una época
incipiente de la autonomía profesional del creativo publicitario, en la que los grabados y
motivos decorativos de los anuncios eran laxamente apropiados y reutilizados. Así, por
ejemplo, el mencionado niño negro del aviso de Godet de 1899 proviene de una publici-
dad de 1899 de The Illustrated London News. Sobre la apropiación y reutilización de imá-
genes, cfr. Szir, Sandra, El semanario popular ilustrado Caras y Caretas y las transformacio-
nes del paisaje cultural de la modernidad. Buenos Aires 1898-1908, Buenos Aires, FFyL-UBA,
2011, tesis doctoral, mimeo.
28
Tarzibachi, Eugenia, “¿Qué pretende usted de mí? Mujer y mirada en dos
imágenes publicitarias contemporáneas”, en Gutiérrez, María Alicia (comp.), Voces
polifónicas. Itinerarios de los géneros y las sexualidades, Buenos Aires, Godot, 2011, pp. 260-
284. Cfr. Mulvey, Laura, “Placer visual y cine narrativo”, en Documentos de trabajo II,
vol. 1, Valencia, Fundación Instituto Shakespeare/Instituto de Cine y RTV, 1988.
29
Caras y Caretas, nº 278, 30 de enero de 1904.
30
Caras y Caretas, nº 227, 7 de febrero de 1903, y nº 228, 14 de febrero de 1903.
31
Gorer, Geoffrey, “The pornography of death”, en Encounter. Litterature, arts,
current affairs, vol. V, nº 4, octubre de 1955, pp. 49-52, y Ariès, Philippe, op. cit.
32
Caras y Caretas, nº 467, 14 de septiembre de 1907.
33
Foucault, Michel, Historia de la sexualidad. Tomo 1: La voluntad de saber, Bue-
nos Aires, Siglo XXI, 2008 [1976], p. 130.
124 Vendrá la muerte y tendrá coche a la puerta…
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