Por consiguiente, el contrato didáctico respalda la toma de decisiones; fomenta una actitud
crítica frente a un hecho particular de enseñanza -aprendizaje: invita al docente a reflexionar
sobre su labor instructiva y al alumno a ser autónomo y responsable de su aprendizaje, sin
depender excesivamente de las demandas y/o requerimientos del docente. Por tanto, el
contrato didáctico es un proyecto que docentes y alumnos ponen en marcha con la finalidad
de democratizar la educación; estimular la capacidad crítico-reflexiva del alumno; socializar los
aprendizajes; precisar los objetivos y fines de cualquier contenido temático a validarse; evaluar
la producción de los alumnos atendiendo a sus características personales y ritmo de trabajo;
tutorar o reorientar el trabajo y/o progreso alcanzado por el estudiante a través de sesiones o
entrevistas personalizadas; incentivar las competencias lingüísticas y comunicativas del
educando; ejemplificar los conocimientos teóricos para fines prácticos; negociar las fases u
objetivos básicos generales de una determinada asignatura/ módulo de trabajo; seleccionar el
material o recurso instruccional que sea conveniente y accesible; resolver problemas o
conflictos actitudinales relacionados con el abordaje formativo de los educandos y la técnicas
instructivas empleadas por el docente.