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SÍNTOMA Y NOMINACIÓN , PRESENTACIÓN CLÍNICA

LILIANA CAZENAVE

La función de nominación del síntoma pone la letra en relación con la


cadena significante, articulándola al inconsciente. Se trata de la
relación de la función del padre como nombrante con el Nombre del
Padre en su función idealizante. Podría ubicarse la función del
síntoma como un uno en más que pone en relación el S1 a letra con
el S1 Amo de la cadena.
Ya en "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde
Freud", Lacan afirmaba que el sentido se produce desde el sin
sentido. El síntoma como un sin sentido fuera de la cadena, causa el
ciframiento del inconsciente, lo que posibilita su desciframiento. De lo
que se trata en la interpretación, es de descifrar el sin sentido del
síntoma a partir de la equivocación de los sentidos.
Si podemos equiparar el nombre propio a la función del síntoma, es
en tanto que no se articula en la cadena. En efecto, la característica
del nombre propio es la de no estar articulado a una significación, se
trata de un significante que nombra al sujeto sin encadenarlo al
sentido. Por ello, es intraducibie. Su forma de decirse y escribirse
pasa de un idioma a otro sin modificación. Lacan pone en relación la
función del Nombre del Padre con la función del nombre propio, en
tanto que articula la identificación del sujeto, con la letra. No es una
letra, pero designa el ser del sujeto poniendo una barra en todo lo
que significa ("Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano").
Pasemos, entonces, a articular síntoma y nominación en la clínica:

Constitución del trauma


Comenzaré por el momento de la consulta en que una irrupción de
goce se hace presente en Violeta (edad: 10 años). Una escena que
operó como traumática, fue el relato de la muerte de un adolescente
golpeado por la policía. Lo Real del goce del Otro amenaza aquí desde
el interior del cuerpo, haciéndola presa del pánico. Violeta tiene
miedo de que la lengua se le vaya para atrás o de vomitar sin poder
parar. Es decir, allí emerge algo del orden del goce que ella no puede
ligar, este goce viene del interior del cuerpo.

La escena traumática es comentada por Violeta junto con otras


escenas violentas que ella presencia: las frecuentes peleas de su
madre y su hermano Javier, de 18 años, en las que se gritan sin poder
parar. En una entrevista, el padre se revela impotente para poder
intervenir en estas peleas, dice: "Javier se enfrenta mucho con la
madre, lo que tendría que decirle yo, se lo dice él, me cuesta hablar
con Rita (la madre) y decirle que no acose a Javier, que lo deje
tranquilo". Es decir, que las palabras que el padre no alcanza a
formular son vomitadas por Javier y tragadas por Violeta.

La escena de esta pelea entre su madre y su hermano se asocia a las


preferencias de una madre por uno de sus hijos, lo que ha sido una
cuestión de vida o muerte en la historia materna. En efecto, su abuela
materna, perteneciente a una familia judía que intentaba escapar del
nazismo, fue la elegida para huir primero a la Argentina, y fue la
única que logró salvarse ya que sus padres y su hermana melliza no
alcanzaron a escapar.

Violeta se pregunta por la razón de esta elección y no aparece ningún


rasgo significante que haya determinado por qué una hermana fue
elegida para ir primero a la Argentina y la otra para quedar con la
madre. Es decir, no hay un rasgo que ubique el por qué de esta
elección en el deseo materno. De modo tal, que en esta historia sólo
queda el propio ser como razón del existir.

Esta cadena del peso del ser se transmite de generación en


generación entre madres e hijos. Diríamos que en esta historia hay
una hija que es elegida para quedar con la madre y una hija que es
elegida para irse. La que es elegida para irse se salva, pero la
pregunta de Violeta es: ¿cuál es la elegida? y ¿bajo qué rasgo?
Aparecen sueños donde se trata de la pregunta de por qué se elige a
alguien y para qué.

Rita dice que su madre prefirió a su hermana mayor y que ella fue
concebida simplemente para llevar el nombre de su tía melliza
muerta.

Violeta evoca en el mito de su nacimiento una hermana melliza no


nacida a causa de una cesárea. Ella dice que nació por cesárea y que
por esto no tuvo una hermana melliza.-

Identificada a esta abuela queda atada a esta cadena holofrásica


materna donde el rasgo significante que diferencia a las hermanas
frente al deseo de la madre no se ubica, por lo que deducimos una
dificultad en la función de nominación. La no ubicación de este rasgo
que da la función del Ideal, la ubicamos como una falla en la
nominación. No decimos que el Nombre del Padre no esté, pero hay
una falla en la ubicación del rasgo en la cadena, representación del
sujeto. O sea, la nominación que inscribe el rasgo unario ligado al
Otro y sostiene las identificaciones.

La no ubicación de este rasgo, lo ubicamos como una falla en la


nominación. La niña queda confrontada al deseo materno, que

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podemos ubicar del lado del significante traumático superyoico que
acarrea un goce que se presentifica en el cuerpo.

Sueña: "Estaba en un lugar con un viejito con una cara que no conocí
nunca. Decía que había ocurrido un horror: a una chica subida a una
tortuga, un cocodrilo la comenzó a comer. Quedaba la cabeza
flotando en el agua, cuando le comió la cabeza sentí que mi cabeza
estalló".

La elaboración onírica no alcanza a ligar el Real en juego bajo el


principio del placer. Violeta tiene muchas pesadillas. La pesadilla
consiste en la confrontación con este significante enigmático,
traumático, que no alcanza a ligarse en la cadena, por eso el
despertar de la pesadilla. La angustia es allí experimentada como
goce del otro, sin que el recorte de lo Simbólico la transforme en
angustia de castración, que sabemos, es la formadora de síntomas.

La función del padre que escribe el falo queda elidida, por lo que el
síntoma no alcanza a constituirse y el goce no llega a sujetarse bajo
el régimen fálico. En este caso hay un largo tiempo donde lo
predominante es la angustia y no la constitución de un síntoma. Voy a
trabajar cómo llega un síntoma a constituirse en relación a la función
de nominación.

Hay un despliegue de la devoración materna que vemos en este


sueño, despliegue fantasmático por lo que no podemos pensar al
sujeto como psicótico. Esto es índice de que la función paterna está
en la estructura. Pero el goce del Otro que estos fantasmas
denuncian, indica que la función del padre falla al sujetar el goce bajo
el régimen fálico.

A los dos meses de la consulta se le detecta a Violeta un tumor


maligno alojado en el conducto medular, por lo que debe ser operada
de urgencia y. sometida a tratamiento quimioterapéutico. La relación
con la madre se torna entonces ambivalente, dándose por un lado un
apego amoroso donde se juega un pacto de entendimiento y secretos
mutuos, mientras por el otro lado emerge la hostilidad ante el
incremento de la demanda materna en los múltiples cuidados que el
síntoma somático ofrece.

La falla en la nominación se hace presente en la representación de su


cuerpo. Al no articularse la letra en la cadena, el Ideal no se ubica.
Sabemos que el Ideal es el que sostiene la imagen en el espejo, o sea,
la identificación imaginaria al yo ideal. En Violeta, los cambios
producidos por la enfermedad y más adelante, por la pubertad son
vividos como la emergencia de un goce extraño que acarrea la
fragmentación. Violeta escribe repetitivamente su nombre en grandes
caracteres, nombre que aparece con carácter holofrásico porque ella
lo repite sin ninguna asociación al respecto, digamos que aparece allí
como un significante desencadenado. En ese caso es su nombre, su
nombre de pila, "Violeta" y en otras ocasiones, este nombre aparece
desarticulado de la imagen corporal. Por ejemplo, ella dibuja varias
veces representaciones de figuras femeninas y pone: "Esta es
Violeta" o "esta no es Violeta" o "esta podría ser Violeta"... Diríamos
que la articulación entre el nombre y la imagen no está allí
firmemente ubicada.

Es decir, el ideal sostenido por la posición del Nombre del Padre vacila
en ubicarse, por lo que Violeta no encuentra un lugar desde lo
Simbólico por donde poder soportar la imagen.

Una salida posible:

Reintroducir lo que ha sido puesto en cuestión -es decir, la función


paterna como función del síntoma- es lo ineludible de este análisis.
La demanda materna se intensifica en los múltiples cuidados que el
fenómeno somático ofrece para obturar la falta y desconocer el
deseo, pero la niña reacciona con una transitoria anorexia. En
transferencia, pone en juego esta posición negándose a hablar
mientras se muerde los dedos en un intento de sustraerse al
engullimiento materno. La intervención analítica suspende entonces,
la atención -se la invita a que sea ella la que llame cuando quiera
hablar-. Se abre así, la dimensión de la falta donde le es posible
retomar la palabra y virar hacia el padre. Esta intervención le permite
iniciar algo de la sutura, es decir, articular este S1, solo a la cadena.

Sueña: "Habían matado a mi mamá y yo me iba con mi papá. Mi


mamá estaba en una silla y se había matado ella. Yo le decía que
reviva, pero no sé si tendría que haberlo hecho, me parece que no. Mi
mamá revivió".

En otro sueño, se sitúa ya fuera de la atención materna, dice:


"Llegaba a casa, tocaba el portero eléctrico, no me atendía nadie. Un
viejo se acercaba, me miraba de reojo, sacaba un revólver para
dispararme en la cara".

Violeta aparece ahora, bajo el revólver del viejo y fuera de la atención


materna. Queda situada frente a la castración paterna, que si bien no
es menos terrible que la castración materna, es más susceptible para
desplegar la falta fálica. En este viraje al padre, empieza a operar la
función del padre como agente de la castración.

Constitución del síntoma:

Surge así, el miedo a salir a la calle por temor a que un loco la viole y
la mate para que no diga nada. Se le interpreta: "No decir viole".
Responde señalando: "Todos me decían Viole".

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La interpretación sitúa al Nombre propio como sin sentido, como
semblante que designa su ser, poniendo una barra en todo lo que
significa. Este intervención operó con el equívoco, ubicando su
nombre en un punto de sin sentido. Esta designación de su ser
permite la caída de la identificación al objeto de la demanda materna.
Si pensamos que los dos complementos del sujeto ante la falta en ser,
son por un lado el significante, y por otro lado (a), ella estaba
identificada del lado del objeto. La ubicación del Nombre propio como
síntoma, como articulación de la letra al inconsciente, permite la
caída de esta identificación.

La función del padre se pone en juego, instalando el nombre propio


como sutura y constituyendo el síntoma que aísla el nombre propio
como sin sentido. En este caso, es eso que se aísla en la
interpretación. Lo que no quiere decir, que la constitución de todo
síntoma sea a partir de un nombre propio, pero lo que se revela acá,
es el parentesco del nombre propio, su función estructural, con el
síntoma como nominación porque en el mismo punto en que se aísla
el sin sentido del nombre propio, se constituye el síntoma.
A partir de aquí, numerosas asociaciones en relación con el nombre
propio metaforizan por vía metonímica el goce letrificado en el
síntoma, letra que ya se articula al inconsciente, posibilitando así su
desciframiento.

Violeta hace un fallido: "Me da vergüenza decirle a mi padre que


tengo miedo que me viole". Me trae un papelito escrito donde dice:
"viola-viole".

Sueña: "Unos chicos violaron las reglas", "antes no me gustaba mi


nombre: me cargaban por el color, por la flor".

Vemos acá, que la respuesta del sujeto una vez que se aisló el sin
sentido por la interpretación, es enlazar este sin sentido a nuevos
sentidos. Puede apreciarse claramente, cómo la operación de la
interpretación articula el síntoma en un camino que va de lo Real a lo
Simbólico. Pero, a su vez, la articulación del mismo es equivalente a
su desciframiento, en un camino que va de lo Simbólico a lo Real.

BIBLIOGRAFÍA:
Lacan, Jaques - La instancia de la letra en el inconsciente o la razón
desde Freud.
Escritos 1, Siglo veintiuno editores, Argentina, 1985.
Lacan, Jaques - Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano.
Escritos 2, Siglo veintiuno editores, Argentina, 1985.

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