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Aunque ya en el año 1949 EE.UU.

había incluido en su base reglamentaria el


primer Manual de Operaciones Psicológicas, se conoce, a partir de determinados estudios, que
fue en la guerra de Corea (1950- 1953) donde por primera vez- de forma planificada- se valió de
elementos asociados a lo que se conoce hoy como guerra psicológica.[14] A partir de entonces,
no han promovido golpe de estado, intervención militar o incluso "humanitaria", según las
denominaciones actuales del Pentágono, en los cuales no se hayan auxiliado de este tipo de
guerra como complemento cardinal para el logro de sus objetivos político- militares.
En la guerra de Irak, por ejemplo, desde tiempo de paz la inteligencia estadounidense había
descubierto debilidades en la moral combativa de las tropas iraquíes, que se convirtieron en
centro de atención de las operaciones psicológicas.
Las líneas de mensaje se dirigieron a quebrantar el espíritu de resistencia y conminar al
abandono del campo de batalla. Enfatizaban la nostalgia por el regreso a casa, la hermandad
árabe, el poderío de la coalición, las penalidades que afrontarían quienes no desertaran, e
incluso, la forma más segura de hacerlo.
Estos llamados fueron incluidos en la programación de la emisora radial La Voz del Golfo,
retransmitida desde aviones de guerra psicológica EC-130E, Comando Solo, desplegados en
Arabia Saudita y Turquía.[15]
Las transmisiones radiales se complementaron con el lanzamiento de volantes. En total,
durante la Operación "Tormenta del Desierto" fueron esparcidos más de 29 millones de
volantes.
Ya a mediados de los años 80 el presidente norteamericano Ronald Reagan subdivide la
Estrategia de Seguridad Nacional de los EE.UU. en cuatro componentes fundamentales: el
diplomático, el económico, el militar y el de información.
Los más recientes conflictos que involucran a las fuerzas armadas norteamericanas demuestran
que lo informativo y lo psicológico constituyen componentes principales de la guerra cultural
actual, a partir del empleo-tanto con fines militares como de apoyo a la subversión- de Internet,
la telefonía celular y una amplia gama de nuevas tecnologías de la informática y las
comunicaciones.
Se acepta por los entendidos que fue en el contexto de las invasiones norteamericanas a
Granada (1982) y Panamá (1989), donde el elemento información debutó de forma orgánica
como complemento de los conflictos militares. Luego, en Yugoslavia (1996- 99)
y Afganistán (2001) se perfeccionó el sistema e integraron en un plan único los componentes
psicológico e informativo.[16] En otras palabras, elementos principales de la guerra cultural.
En la era actual se procede a luchar al unísono, según conceptos imperialistas, "por ganar la
mente y el corazón de las personas", así como por la formación de una "correcta" opinión
pública y el control de los flujos informativos. Como reconoció el general Skalikaschvili,
presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor durante la administración Clinton: "Nosotros
no ganamos, hasta que la CNN no informa de que ganamos".
La cultura y el pensamiento único que se pretenden erigir en una especie de culto secularizado
del Imperio, al negar el respeto a la diferencia, aún cuando pueda enarbolar conceptos y valores
de cierto significado universal, como son, por ejemplo, los de la democracia y los derechos
humanos, terminan actuando de manera tiránica, excluyente, reaccionaria, incluso racista. Es
la ofuscación de la dominación cultural, fruto de la manipulación de los productos culturales en
la idea de que se conviertan en mensajeros indulgentes del sistema, no importa si alguna vez
surgieron para oponérsele.

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