nuestros días
La cuestión en juego resulta ser más que nada el hecho de que en los tiempos
actuales la angustia representa un factor decisivo y determinante en la
política -y, por tanto, en la acción e inacción política- y es un dato que de
ningún modo debe de ser ignorado, aunque se trate de un dato difícil de ser
observado. La angustia debe de ser estudiada y analizada, puesto que éstos son
tiempos de fuertes restructuraciones y cambios económicos -y, por
consiguiente, también de cambios laborales y productivos a escala planetaria,
como consecuencia fundamentalmente de una división mundial del trabajo en
continua mutación-, a los que se puede sumar una crisis en términos políticos,
como parece ser que nos ha ocurrido en nuestro país, fundamentalmente y
sobretodo a raíz del procés.
La angustia resulta indudable que existe entre la población, más allá que se
manifieste de una u otra manera. Pero resulta imperioso que este sentimiento
de angustia se reconduzca hacia unos términos virtuosos o éticos en el
sentido político y relacionados con el interés general en su sentido más
eminente y universal; y sin ninguna tendencia dialéctica posible, ni
admisible -es decir, sin una dialéctica como pelea o lucha entre contrarios
igualmente escorados hacia el extremo-. Porque quizás, aquí, el virtuosismo
propiamente dicho consista en el término medio entre el exceso y el
defecto. La angustia puede, como vemos, utilizarse y manipularse con fines
políticos desvinculados por completo del interés general de la sociedad,
pudiendo llegar así a servir únicamente a los intereses espurios de una
camarilla de dirigentes políticos autoritarios y reaccionarios. Porque el
problema se sitúa en la vinculación que se lleva a cabo y se ejerce entre
entre el liderazgo y los partidos autoritarios, y el objeto o fines sociales
deseados por gran parte de la población. Unos fines que suelen ser son
poco claros y hasta poco consistentes, sí; pero que dejan vinculado al deseo y
al objeto del deseo con la acción política a favor del partido autoritario y
reaccionario.