1 Agradecemos los comentarios críticos de Renato Athias, Juan Álvaro Echeverri, Jean Jackson,
María Clemencia Ramírez y Marta Zambrano.
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16 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
OCÉANO ATLÁNTICO
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OCÉANO PACÍFICO
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BOLIVIA 20° S
Límite internacional
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0 500 1,000 2,000
km 15 Investigador
Investigadores
COLOMBIA ECUADOR BRASIL 17 AMAZONIA COLOMBIANA
10 Wílson 13 Conklin y Graham FRONTERA: BRASIL-
1 Ruiz 6 Chaves 14 Nugent PERÚ-COLOMBIA
2 Del Cairo 7 Franky PERÚ
GUYANA Pacheco de O. Tobón
3 Rozo 8 Londoño 11 Santos-G. 15 López Santoyo Turbay
4 Cabrera 9 Echeverri y Pereira Goulard Sánchez
5 Jackson BOLIVIA VENEZUELA Micarelli
12 Sanabria 16 Freire
en este libro nutren su proyecto intelectual. Así, el volumen puede inscribirse dentro
de una “antropología amazónica”, pero no en el sentido clásico del término como
estudio especializado de esta área geográfica, sino como una antropología contem-
poránea que se hace en y sobre la Amazonia.
Sin embargo, la aproximación metodológica y el lugar que en ella ocupan el
trabajo de campo y la etnografía varían de un artículo a otro. Algunos de quienes
escriben en este libro llevan más de tres décadas ligados con la región y tuvieron la
oportunidad de desarrollar experiencias de trabajo de campo de duración prolongada
(Conklin, Chaves, Echeverri, Goulard, Graham, Jackson, Nugent, Oliveira, Ramírez,
Santos-Granero, Turbay). Otros, en cambio, se iniciaron en el trabajo de campo en un
período en el que las condiciones sociopolíticas y de financiación limitan, aunque no
excluyen, esa posibilidad (Franky, Freire, Londoño, Micarelli, Pereira, Ruiz, Sanabria,
Tobón). Muchos han tenido un contacto directo más puntual con la Amazonia y sus
pobladores, pero se interesan por la profundidad histórica de procesos que los han
familiarizado con los fondos documentales especializados de los archivos históricos
o con las producciones impresas sobre la región (Cabrera, López, Rozo, Santoyo). En
lo que va de un extremo a otro, se encuentran quienes hacen trabajo de campo con
indígenas amazónicos que habitan hoy en ciudades fuera de la región (Sánchez),
quienes se desplazan entre centros urbanos amazónicos y allí recaban la información
sobre procesos regionales (Del Cairo, Rozo) y quienes combinan varias de las estrate-
gias anteriores de un modo original para responder preguntas que se formulan desde
ángulos novedosos (Iglesias, López, Wilson).
En cualquiera de los casos, es innegable que el trabajo de campo como “reso-
cialización en una cultura extraña” (Guber, 2004) es hoy más la excepción que la
norma, y que la práctica prolongada de trabajo de campo es menos un requisito
indispensable para los antropólogos que trabajan en Amazonia que una opción per-
sonal. En efecto, el volumen destaca que para hacer etnografía sobre la Amazonia
no se requiere necesariamente “estar allí” (Geertz, 1989); las etnografías sobre la
región pueden originarse en lugares por fuera de la Amazonia, bien sea por medio
del análisis de objetos mediáticos, como la prensa escrita, las imágenes de video,
los archivos históricos o las visitas a una de las oficinas del Ministerio del Medio
Ambiente. Ahora bien, los artículos compilados en este libro, más que ejercicios de
escritura innovadora, nos ofrecen lecturas sobre relaciones sociales, políticas y cultu-
rales entre grupos diversos de pobladores de la región. El aparente empoderamiento
que los discursos sobre diversidad biológica y cultural han dado a las poblaciones
indígenas, con consecuencias para ellas y para otros grupos de la región, está en la
mira de varios de quienes aquí escribimos. Bien sea para escudriñar los dispositivos
culturales y de poder que se despliegan detrás de los discursos que los empoderan y
de las maneras como se ponen en juego (Conklin y Graham, Del Cairo, Jackson, Mica-
relli, Nugent, Wilson), bien para examinar los efectos de las políticas territoriales en
las construcciones hegemónicas sobre la identidad indígena y el acceso a derechos
territoriales (Chaves, Freire, Micarelli, Oliveira, Sánchez, Santos-Granero), para hacer
20 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
una etnografía del estado por medio del análisis de las políticas de desarrollo alter-
nativo para la erradicación de cultivos de coca y sus consecuencias discriminatorias
y criminalizadoras de los campesinos (Ramírez e Iglesias, Sanabria), o para debatir
los marcos conceptuales (Nugent) y los posicionamientos políticos (Franky, Goulard,
Ruiz) detrás de la corriente de etnización que domina el panorama de las relaciones
interétnicas y que niega el espacio cultural de los no indígenas. Lo anterior va de la
mano de quienes vuelven sobre el camino de las mediaciones de la dominación colo-
nial y pasan examen a los flujos de la historia en procesos contemporáneos, bien sea
encarando las fronteras internas e internacionales (Cabrera, López, Rozo, Santoyo)
o las reactualizaciones del mito para narrar el pasado desde el presente (Echeverri
y Pereira, Londoño, Micarelli, Santos-Granero, Turbay). El corte etnográfico de la
mayoría de ellos brinda una rica descripción de escenarios geográficos y sociales,
análisis e interpretaciones apoyados en perspectivas teóricas plurales (deconstruc-
tivismo posestructuralista, estructuralismo perspectivista, antropología histórica,
historiografía y análisis del discurso, por ejemplo).
Ahora bien, muchos temas y perspectivas de análisis están ausentes o tangen-
cialmente tratados en el libro, y los incluidos no agotan los existentes sobre la re-
gión. Los efectos del conflicto armado, el género, las sexualidades y el parentesco,
así como el impacto de la bioprospección y del turismo étnico y ecológico son, a
nuestro modo de ver, las ausencias más notables sobre las cuales, sin embargo,
desde que concluimos la selección, empezaron a aparecer trabajos que apuntan en
ese sentido (Belaúnde, 2005; Espinosa, 2008; Greene, 2006; Lasmar, 2005; Nieto y
Palacio, 2007; Ochoa, 2008; Reyes, 2009; Trejo, 2002). La especificidad regional que
circunscribe los artículos nos invita a contextualizar esta compilación en los debates
y las aproximaciones generados en la antropología amazónica en sus más de sesenta
años de producción. Y si las teorías cambian pero las buenas etnografías permane-
cen, como lo sugiere la trayectoria de esta antropología, la vigencia del volumen está
garantizada.
tradicional (Hymes, 1972; Asad, 1973, Leclerc, 1972). Los antropólogos británicos,
franceses y norteamericanos que trabajaban sobre la Amazonia tuvieron que res-
ponder a las demandas del nuevo contexto sociopolítico. Bajo el supuesto de que las
sociedades indígenas constituían todos orgánicos limitados por culturas localizadas
adaptadas a una naturaleza determinada y preexistente, la antropología amazónica
de este nuevo período prestó una atención más cuidadosa a las especificidades culturales
regionales, sin cuestionar el supuesto aislamiento de las sociedades indígenas que
privilegiaba en sus estudios. Influenciada por las teorías estructural-funcionalistas y
estructuralistas del momento (Vickers, 1993; Pineda, 2005), se concentró en las es-
tructuras de parentesco (Århem, 1981; Correa, 1996; C. Hugh-Jones, 1983; Jackson,
1983; Kensinger, 1984), la estructura del mito y su eficacia simbólica (S. Hugh-Jones,
1979; Lévi-Strauss, 1968, 1968a, 1972; Reichel-Dolmatoff, 1968, 1996; Bidou, 1974,
1979), las cosmologías sociales y el manejo ecológico (E. Reichel, 1987; Reichel-Dol-
matoff, 1978, 1978a, 1996a; Von Hildebrand, 1984) y las redes de intercambio social
y cultural (Jackson, 1975; Silverwood-Cope, 1990; Whitten, 1976), que en conjunto
se convirtieron en los temas privilegiados del momento. No obstante las críticas que
hoy podamos formularles, los estudios de este período dejaron en un lugar destacado
la producción antropológica sobre la Amazonia gracias a que el universo empírico
de las sociedades indígenas se mantuvo en el centro de la teorización sobre el pa-
rentesco y el mito (Lévi-Strauss, 1968a). Al mismo tiempo, marcaron el despegue de
la producción antropológica suramericana sobre la región (Pineda, 2005). Aunque
hubo notables excepciones (Llanos y Pineda, 1982; Hill, 1988), la preocupación por
las discusiones eminentemente académicas alejó a algunos de estos antropólogos de
la interpretación de los procesos políticos y de la consideración de la historia como
medio para superar el aislamiento anacrónico de la antropología amazónica (Taylor,
1996). Cuando más, se interesaron por los procesos de cambio que a su parecer aten-
taban contra la reproducción de la especificidad cultural de las sociedades indígenas,
en lo que se conoce como monografías etnográficas y estudios de rescate sobre la
aculturación, en muchos de los cuales se percibe una suerte de nostalgia por lo que
se consideraba que se estaba perdiendo (Pineda, 2005).
En un ámbito más regional, algunos antropólogos de los países de la cuenca
se vieron compelidos a contrastar los modelos estructuralistas y funcionalistas con
los procesos acelerados de cambio que experimentaban las poblaciones indígenas
amazónicas. Imbuidos de la “fe estructuralista”, como la denomina el antropólogo
Roberto Pineda Camacho (2009), pionero de los estudios de la antropología histórica
en la Amazonia colombiana, los antropólogos colombianos de los años setenta tuvie-
ron que ponerla a prueba al corroborar empíricamente que los análisis sincrónicos de
escenarios y problemas debían integrar el curso de la historia infame que los produ-
cía. Quienes atendieron a este dilema produjeron etnografías que pueden clasificarse
entre las que tuvieron parcialmente en cuenta los contextos y las articulaciones que
propiciaban el cambio, pero se enfocaron en el funcionamiento sincrónico de las
sociedades (Reichel-Dolmatoff, 1968), y aquellas que hicieron del cambio su objeto
24 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
A nuestro modo de ver, tres son los procesos socioculturales más importantes en curso
en la Amazonia colombiana, los cuales tienen su correspondiente desarrollo en la Pana-
mazonia. El primero se relaciona con el surgimiento de una esfera pública transnacio-
nal en la que se debaten asuntos relacionados con el manejo de la diversidad biológica
y cultural regional. Como espacio de producción y circulación de discursos, esta esfera
tiene su origen en las preocupaciones ambientalistas y multiculturalistas noratlánti-
cas que, simultánea y contradictoriamente con la promoción de visiones idealizadas
de relaciones armónicas entre sociedades nativas y medio amazónico, aparentemente
cuestionan la expansión global de los mercados (Chaves, 2010; Conklin y Graham, en
este volumen; Hale, 2006; Martínez, 2009). La configuración de esta esfera en los años
ochenta ha consolidado una tendencia de análisis histórico sobre la dependencia de la
Amazonia frente a centros de poder de decisión ubicados fuera de ella.
El segundo proceso –en parte una consecuencia del anterior– está relacionado
con la instauración de un nuevo régimen de representación sobre las poblaciones y
introducción | 27
el medio amazónico (cfr. Rojas, 2001). En concordancia con las preocupaciones sobre
la diversidad biológica y cultural, este nuevo régimen ha revertido la valoración ne-
gativa de las poblaciones indígenas y del medio selvático, que predominó hasta bien
entrados los años setenta (Chaves, 1998; Del Cairo, 2006). Al enaltecer a los indíge-
nas como nativos ecológicos, el nuevo régimen de representación ha degradado a los
pobladores no indígenas como desecho de relaciones capitalistas de producción, que
no encuentran asidero en las retóricas de la conservación del patrimonio cultural y
natural del nuevo ordenamiento (véanse Conklin y Graham en este volumen; Nugent
y Harris, 2004; Redford, 1990).
Estos dos procesos se ven reflejados en un tercero que, a su vez, se conecta con
los anteriores. Se trata de la ejecución de políticas de ordenamiento territorial y de
desarrollo que les han permitido a los estados afianzar su hegemonía en la periferia,
responder a las directrices de instituciones multilaterales y transnacionales interesadas
en la explotación de recursos naturales y energéticos, y establecer controles represivos
a la expansión de cultivos de uso ilícito, en el caso de los países andino-amazónicos,
muchas veces asociados con el fortalecimiento de los movimientos armados insurgen-
tes, particularmente en Colombia (Fontaine, 2003, 2006; Houghton, 2008; Léons y
Sanabria, 1997; Ramírez, 2001; Sanabria y Ramírez e Iglesias, en este volumen).
En la práctica, estos procesos no se presentan independientemente sino en entre-
lazamientos múltiples, complejos y contradictorios, que han sido aprovechados por
grupos de poder político y económico, nacional y transnacional, para recomponer
hegemonías sirviéndose de este régimen de representación. Al mismo tiempo, des-
pejan el camino para la intervención de capitales privados que, vía la adjudicación
de derechos territoriales y licencias de exploración y explotación, negocian con los
estados las formas más convenientes para apropiarse de los recursos y llevar el “pro-
greso” a la región.
La configuración de la esfera pública global amazónica alrededor de las preocu-
paciones ambientales y culturales ha promovido políticas multiculturales en las que
los nativos indígenas se empoderan y a la vez se subordinan a las lógicas de los
discursos que los empoderan (véanse los trabajos de Wilson y de Conklin y Graham
en este volumen). En la base de estas políticas se encuentra el régimen de reconoci-
miento de derechos territoriales para los pueblos indígenas amazónicos, sustentado
sobre dos premisas interdependientes: por una parte, que los indígenas constituyen
colectividades culturalmente diferenciadas que hay que proteger, dado su uso susten-
table del medio amazónico. Por otra, que este medio es frágil y hay que preservarlo en
virtud de su papel regulador de las dinámicas ambientales y climáticas globales. En
la confluencia de estas premisas gira la puesta en práctica del reconocimiento de la au-
tonomía para los pueblos indígenas, bajo el supuesto de que la delimitación de
territorios les permite recuperar o afianzar sus prácticas tradicionales de producción
y las estructuras organizativas tradicionales que las garantizan.
Acorde con el régimen de representación, los estados y las agencias internacio-
nales de cooperación, por su lado, han redefinido los discursos sobre el desarrollo
28 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
los procesos arriba descritos muestran una vez más las promesas incumplidas del
desarrollo (cfr. Escobar, 1996).
Finalmente, la gobernabilidad de los estados en la mayoría de los países de la
cuenca se ha afianzado por medio de planes de ordenamiento espacial en los que se
superponen figuras administrativas como las de resguardo indígena, reserva de la
biósfera, parque natural, bloques de explotación petrolera, concesiones mineras y
municipios, a las que podríamos añadir la de territorios bajo el control de grupos in-
surgentes o narcotraficantes en el caso colombiano. Esta superposición de figuras te-
rritoriales ha generado escenarios de disputa y confrontación en los que los problemas
administrativos y legales que de ella se derivan acentúan los conflictos relacionados
con la ocupación y el uso de territorios, en detrimento de las poblaciones locales. Por
ejemplo, el otorgamiento de derechos territoriales a las comunidades indígenas no
ha ido aparejado con derechos de propiedad para otros grupos de población regional
y, a la vez, los derechos territoriales de indígenas y campesinos están siendo vulne-
rados por las concesiones a grupos privados. De este modo, la política de protección
territorial indígena queda en entredicho, dado que se privilegian los intereses de
compañías privadas para la exploración y explotación de recursos biogenéticos o no
renovables (Sawyer, 2004) y no se materializan los supuestos intereses públicos que
sustentaban la delimitación de áreas de reserva natural. Aunque la superposición de
jurisdicciones territoriales sugiere que el ordenamiento espacial es paradójico porque
justamente no ordena, la misma le permite al estado sustraerse como parte en la
negociación de los conflictos y ubicarse como árbitro para satisfacer los intereses del
capital, al ubicar a los grupos económicos como interlocutores directos con las pobla-
ciones locales en las negociaciones para la explotación de recursos. Ahora veamos lo
que al respecto de estos procesos plantean los autores de esta obra.
Las territorialidades
El cambio en el régimen de representación no solo tiene que ver con las imágenes de la
Amazonia como despensa de recursos naturales y minerales y de los indígenas como
ecologistas por naturaleza (cfr. Ulloa, 2004). También se relaciona con las presuncio-
nes hegemónicas sobre “la” identidad indígena que promueven visiones idealizadas de
comunidades armónicas y homogéneas en cuanto a sus destinos e intereses políticos
(Graham, 2002). Estas imágenes otorgan un poder relativo a los indígenas a la hora
de negociar sus intereses en la escala nacional e internacional; sin embargo, como lo
señalan Conklin y Graham, en la medida en que ese poder se soporta en estereotipos
externos queda supeditado a intereses ajenos a los de las comunidades indígenas.
Por otra parte, aunque el régimen de representación construye la idea de un empo-
deramiento distribuido de manera uniforme entre todos los indígenas, el estudio de
escenarios concretos muestra la producción de un terreno desigual de distinciones,
jerarquías y diferenciaciones entre ellos, generando nuevas dinámicas de inclusión/
exclusión entre actores étnicos, no suficientemente étnicos o no étnicos.
En esta línea de argumentación, Jackson cuestiona y al mismo tiempo resalta el
empoderamiento desigual y la politización parcial de los indígenas que concentran
los beneficios de la representación. En ese sentido, los artículos de Tobón, Del Cairo
y Wilson muestran cómo los discursos globales de celebración de las comunidades
indígenas amazónicas generan una política de la identidad que articula, en el plano
local, escenarios cotidianos en los que se dirime la legitimidad de la representación
indígena unificada, por medio de luchas y negociaciones, por la representación de los
asentamientos, la política regional o el lucro de los proyectos culturales.
En el primer caso, Tobón analiza los conflictos entre facciones indígenas en tor-
no a las representaciones canónicas de la identidad en un mismo resguardo y las
concepciones acerca de la autenticidad y el estatus social y político, asociados con
los estilos de vida urbana o rural. En el segundo, Del Cairo muestra cómo el régimen
de representación enmarca las experiencias electorales de dos organizaciones locali-
zadas en regiones amazónicas altamente contrastantes. En las dos organizaciones,
la eficacia de las estrategias políticas está relacionada con el seguimiento del canon
del “más indio”, el cual tiene vicisitudes para aquellos grupos distantes del mismo,
pero que se pliegan a él con el fin de hacer prevalecer sus intereses frente a otros
grupos políticos. En ambos casos, el surgimiento de jerarquías étnicas y sociales se
alimenta de las representaciones normativas de indígenas amazónicos “hiperreales”
introducción | 33
Franky, Ruiz y Londoño ofrecen elementos para repensar las identidades étnicas indí-
genas y la génesis de esta forma de clasificación social en el medio amazónico.
Para Nugent, la renuencia a reconocer otros actores amazónicos más allá de
los indígenas se relaciona con las limitaciones del concepto de cultura con el cual
la antropología ha construido su objeto. En su acepción más general, la cultura ha
sido utilizada como un marcador que se asigna a los grupos humanos que se per-
ciben como unidades culturales diferenciadas de la sociedad occidental moderna.
En la medida en que las poblaciones amazónicas no indígenas, como los caboclos,
los campesinos o los ribereños, son partícipes de relaciones sociales modernas de
producción económica, han sido tradicionalmente descritas como carentes de cul-
tura. De ello se deriva el problema político del concepto de cultura. Como lo sugiere
Nugent, con este concepto sucede algo similar que con el de identidad: a pesar de
sus deficiencias para representar adecuadamente a las sociedades que hacen parte
de la cultura occidental moderna, o que son resultado de relaciones capitalistas, no
puede ser reemplazado por uno más adecuado y debe ser utilizado en tachadura, ya
no en la acepción que describe una cosa objetivada y delimitada, sino como parte
esencial del discurso que construye la representación de la identidad de ese otro
dentro de límites discretos.
En esta línea argumentativa, Ruiz también cuestiona el sesgo empobrecedor de
la representación de la identidad y de la agencia de los colonos cuando se piensa la
cultura como la capacidad humana para simbolizar, pero se priva a los colonos de tal
capacidad una vez están frente a la naturaleza. Sobre esta base, rescata sus dimen-
siones culturales por medio del análisis de sus relaciones con el entorno selvático y
las diferentes significaciones con las que lo organizan. Desvirtuando las insalvables
distancias que algunos analistas establecen entre los colonos y los indígenas, de-
muestra que aquellos construyen simbólicamente la naturaleza de acuerdo con las
lógicas imperantes en cada una de sus actividades económicas. Cuando sus prácticas
económicas responden a las expectativas de su participación en el mercado, la selva
es apenas un medio de producción que hay que utilizar y explotar para obtener el ma-
yor rendimiento posible. En este caso, las particularidades del medio amazónico se
traducen en desventajas en relación con sus expectativas de producción. Sin embar-
go, cuando la actividad se orienta a la satisfacción de autoconsumo, como en el caso
de la cacería, ellos y la selva son parte de un continuum que los lleva a establecer
pautas de interacción con sus presas, en las que prevalecen representaciones simbó-
licas, alimentadas por cosmologías que les adjudican agencias cuasihumanas a las
entidades animales de la selva, de manera muy similar a como lo hacen los indíge-
nas. Si atendemos a la interdependencia empírica entre las nociones de clase y etni-
cidad indígena, podemos avanzar en desvirtuar la disyuntiva, bastante generalizada
en los estudios amazónicos, según la cual los indígenas tienen cultura mientras que
los mestizos, campesinos o caboclos son apenas una clase social carente de ella.
Otra salida a la dificultad de representación de los grupos que han quedado
por fuera del régimen de representación de alteridades culturales es la que sugiere
introducción | 35
Goulard por medio del concepto de “común identitario”. Este engloba las experiencias
de grupos diferenciados étnica y socialmente que habitan en una región determinada.
Aplicado al caso del Trapecio Amazónico, donde conviven indígenas adscritos a nu-
merosas filiaciones étnicas con pobladores mestizos y “blancos” como resultado de
procesos históricos diversos, revela un horizonte en el que los sujetos disponen de una
variada gama de posibilidades de identificación, conforme a sus prácticas culturales
y económicas, y permite que “lo propiamente amazónico” trascienda el componente
étnico indígena.
Esta interpretación tiene puntos de coincidencia con la propuesta de las comuni-
dades del bajo Apaporis, quienes construyen horizontes identitarios de confluencia
antes que de diferencia, sobre la base de los elementos que la memoria histórica y
el mito les ofrecen para pensar los dilemas políticos del presente. La consigna “el
camino del pensamiento es uno solo, lo que cambia es la lengua” que orienta sus
intervenciones en las negociaciones con el estado, objeto del estudio de Franky, opera
como un discurso que construye un “sentido de unidad que matiza las particulari-
dades étnicas y reestructura las redes de convivencia”. En el sistema político que
las engloba –regentado por los derechos étnicos que el estado colombiano les ha
otorgado–, la premisa constituye un modelo supraétnico organizativo para la acción
política que permite armonizar y recomponer, en cierto grado, las relaciones entre
grupos étnicos que en el pasado fueron antagónicos.
Existen otras maneras de clasificar a las poblaciones amazónicas por fuera de
los marcos exclusivos de la etnicidad. Basado en el perspectivismo estructuralista,
Londoño atiende ya no a la diferenciación entre pares humanos, sino a la división
jerárquica entre humanos y animales. De acuerdo con la habilidad exclusiva de la
perspectiva visual propia de los humanos, que se acompaña de nociones de cuida-
do mutuo, los indígenas elaboran evaluaciones cotidianas con el fin de establecer
estándares morales de sus propios comportamientos. De allí que las relaciones de
alteridad operen en el análisis entre entidades humanas y animales y no en términos
de diferencias étnicas culturales.
Aunque para algunos antropólogos la corriente de estudios perspectivistas corre
el riesgo de reificar los contornos de la alteridad indígena al sustraerla de las rela-
ciones sociales y de poder que la determinan (Oliveira, 2006), es indudable que este
marco conceptual ofrece una alternativa de aproximación al pensamiento indígena y
al mito que ha abierto horizontes fecundos de investigación. Este debate tiene mucha
vigencia en la antropología brasilera (véanse Grimson y Semán, 2006) y entre los an-
tropólogos noratlánticos que cuestionan la posibilidad que el perspectivismo encarna
para criticar el dualismo naturaleza-cultura en la base del pensamiento moderno
(Descola y Pálsson, 2001: 17-18). Sin embargo, la crítica se desvirtuaría teniendo
presente que la perspectiva etnográfica sobre el pensamiento indígena es necesaria-
mente sincrónica y que es responsabilidad del lector evitar su esencialización.
36 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
***
Desde diferentes ángulos de observación, y con el estudio de múltiples escalas
de integración regional sobre la complejidad del agenciamiento de diversos actores
regionales y su creatividad para responder a las demandas de los contextos socio-
políticos que los afectan, este libro aspira a ofrecer una mirada crítica y a estimular
la pluralidad de perspectivas antropológicas sobre la Amazonia. Esperamos que la
40 | perspectivas antropológicas sobre la amazonia contemporánea
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