Me vienen a la memoria unas palabras muy acertadas de la obra Un curso de milagros que
dicen así: “el mundo que ves, es tu propia obra y no existe.” Tomando este hecho como
referencia, hemos de saber que el punto de partida en el budismo es simple: es nuestra
propia mente la que crea la realidad que tiene ante sus ojos. Los seres humanos básicamente
sufrimos por un error cognitivo. Esta es la ignorancia, una falta de sapiencia, producto de
un proceso perceptivo desajustado, incompleto y condicionado. Este es el sueño de la
ilusión que sueña nuestro personaje. Ahora bien en el Lankâvâtara sutra se lee:
La mayoría de los contenidos que recibimos a través de las ondas de la radio y en especial
de los nefastos programas televisivos de supuesta actualidad, merecen el mínimo esfuerzo
de atención por nuestra parte. Derrochamos la energía sin prestar la debida atención y
perdemos el tiempo sin saber que nuestras cotidianidades más inmediatas la necesitan
verdaderamente, sin embargo, ¿cuántos de nosotros estamos optando libremente por dirigir
nuestra mirada hacia el crecimiento verdadero? ¿Por qué no dirigirla también hacia otros
perfiles y paisajes de la vida? Nadie nos tiene atados ni sujetos a la inconsciencia más que
nuestra propia incapacidad para ver las cosas tal cual son. En el Sandokai (La esencia y los
fenómenos son no dos) uno de los libros más relevantes de la tradición chan se dice:
Tenemos la posibilidad de elegir dónde, cuándo y cómo queremos ver y vivir la vida.
Podemos y debemos desarrollar el máximo del potencial que nos ha otorgado el universo,
esto es, el hecho de ser y estar atentos. Sin embargo, esta libertad implícita en los seres
humanos, no quiere decir que todo lo que estamos haciendo, esté bien, de hecho hay
muchas cosas por corregir. Nuestra mayor responsabilidad supone retomar el timón de la
conciencia y hacer del manejo de la mente una funcionalidad correcta.
Debemos despertar y abrir los ojos al qué estamos haciendo. Depende única y
exclusivamente de nosotros ser felices o seguir viviendo en las oscuridades de la ilusión.
Hace ya muchos siglos que los humanos dejamos escrito en el papel indeleble de la
memoria colectiva mitos como el de Sísifo, cuyo empecinamiento en subir una roca que no
existe, representa cómo agotamos en vano y por completo el propósito de la vida. En
palabras de José Carlos García Fajardo “no existen más cadenas que las de nuestra mente y
nuestros miedos. Es posible construir otro mundo más justo y solidario, quizás mediante
una explosión de silencio.”
Al Budha lo llamaban también “el gran silencioso”. Shakyamuni sólo enseñó una cosa, el
sufrimiento y su cesación. Dejemos a un lado el ruido generado por una mente agitada y
reencontrémonos en el espacio de la mente única y tranquila. Es de la paz mental de donde
surge una relación pacífica con la realidad, con uno mismo y por ende con todas las
existencias. Otro mundo es posible. ¿Cuánto estás aportando tú para reeducar las miradas?