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¿CÓMO SON BIENAVENTURADOS LOS

MANSOS?
Bíblicamente, la palabra manso significa tener un espíritu apacible
con un dominio propio que sólo se recibe de Dios a través del
Espíritu Santo.
Ser manso es tener el poder del Espíritu Santo, para ser
comprensible con el prójimo, y son frutos de ello: amor, gozo, paz,
paciencia, bondad, fe, benignidad, templanza, y
sobretodo mansedumbre.
El hombre que practica la mansedumbre es feliz porque el Espíritu
Santo está en su corazón, evita las discusiones, la violencia, el
atropello hacia el otro y más aún perdona al que le ofende.
Todas estas cualidades hacen al manso obediente ante la voluntad de
Dios, por ello recibe su bendición que redunda en su felicidad.
Jesucristo nos enseña que toda devoción con Dios tiene su
recompensa, y en este caso, bienaventurados los mansos porque
ellos poseerán en herencia la tierra.
Esta herencia de la tierra, no se vincula a una posesión material, sino
que va más allá, ya que practicando la mansedumbre se obtienen
bienes intangibles no sólo enriquecen el espíritu sino que también
constituyen los tesoros más divinos que Dios promete.
Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia
la tierra, en otras palabras, heredaran la bendición eterna y celestial
del reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. —Mateo 5:5

Un problema con la palabra española manso es que rima con ganso, y durante
años, la gente ha vinculado ambos conceptos. Un diccionario popular da una
segunda definición para manso: demasiado sumiso; fácilmente controlable; sin
carácter; sin espíritu». Por esta razón, algunos cuestionan las palabras de Jesús:
«Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad»
(Mateo 5:5).

El erudito en griego W. E. Vine afirma que la mansedumbre, como se define en


la Biblia, es una actitud hacia Dios «que considera que su trato para con
nosotros es bueno, y por lo tanto, no hay discusión ni resistencia». Esto lo
observamos en Jesús, cuyo deleite fue hacer la voluntad de su Padre.

El autor continúa diciendo que «la mansedumbre manifestada por el Señor y


que se les recomienda practicar a los creyentes es fruto del poder […].
Jesucristo era “manso” porque tenía a su disposición los recursos infinitos de
Dios». Él podría haber llamado a los ángeles del cielo para impedir que lo
crucificaran.

Jesús les dijo a sus agobiados y cansados seguidores: «Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas» (Mateo 11:29). Él fue el modelo perfecto de la
mansedumbre.

Cuando estamos cansados y turbados, Cristo nos invita a descubrir la paz que
produce confiar mansamente en Él.

Dios tiene dos moradas: en el cielo y en un corazón


manso y
agradecido.
Jesús era manso y humilde de corazón, sin embargo, él sacó a los cambiadores de dinero del
templo con un celo y una ira justa. Entonces, ¿qué significa realmente ser manso?

¿Cuál es el verdadero significado de ser manso?

Jesús dijo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por
heredad.” Mateo 5:5.

La palabra manso a menudo puede venir con connotaciones negativas.


Puede ser que la gente vea ser manso como una alfombra de puerta, para
que la gente camine por encima. De hecho, un diccionario lo define como
“sumamente sumiso o complaciente; sin ánimo; domado.” Sin embargo,
Jesús mismo es descrito como manso, y sabemos que el hombre que
desafió a los fariseos, volcó las tablas de los cambistas en el templo, y que
nunca retrocedió al blandir la verdad como una espada de dos filos,
nunca podría ser descrito como sin espíritu o domado. Así que, si
queremos heredar la tierra, necesitamos aprender a entender lo que
realmente significa ser manso.

En el siguiente artículo, Elias Aslaksen señala la gran diferencia entre ser


manso y ser tímido, y por qué uno es una virtud, y uno es un vicio:

Mansos y tímidos son opuestos


Ser manso nunca debe confundirse con ser tímido. ¡Un espíritu tímido es
exactamente lo opuesto a un espíritu manso! La tranquilidad que
acompaña la mansedumbre es el resultado de la confianza de uno en el
Señor, mientras que la tranquilidad de la timidez es el resultado de la falta
de confianza en uno.

Tampoco debemos ser llevados a pensar que una persona mansa siempre
está tranquila. Él es tranquilo cuando debe estar tranquilo: cuando es
injuriado o tratado injustamente; cuando otros pierden su temperamento;
cuando estos charlan sobre esto y aquello; cuando ellos luchan por su
propio beneficio y ventaja, etc…- pero no cuando él debe presionar a Dios
con grandes gritos por ayuda; no cuando va a clamar a Dios tanto de día
como de noche, o cuando levante su voz como una trompeta para
declarar al pueblo de Dios sus transgresiones (Isaías 58: 1); o cuando tiene
que defender las verdades del evangelio abiertamente; o arrancar al
cordero de las fauces del león.

La naturaleza divina tiene dos lados. Es tranquila cuando es adecuado


para estar tranquilo, y puede tronar como el sonido de truenos y
relámpagos cuando es adecuado para hacerlo. La naturaleza pecaminosa
también tiene dos lados. Es bulliciosa cuando debe estar tranquilo, y es
tranquila y tímida cuando debe gritar con toda su fuerza.

Ser manso conduce a la salvación


“Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que
había sobre la tierra.” Números 12: 3. Sin embargo, al ver el becerro y las
danzas el arrojó las tablas de sus manos y las quebró. (Éxodo 32:19) Jesús,
que nos rogó que aprendiéramos mansedumbre de Él, ardía con tanto
celo que volcó las mesas de los cambistas y los echó del templo con un
azote. (Juan 2: 13-17) No andes buscando mansedumbre en tales
situaciones. Podemos estar seguros de que está presente en la vida de las
personas espirituales; pero en ocasiones como esa, otros atributos divinos
son más prominentes por la sencilla razón de que son más apropiados.

Debemos recibir con mansedumbre las palabras implantadas en nosotros.


(Santiago 1:21) Cuando la palabra nos juzga y nos castiga; cuando divide
entre el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos; cuando nos
aplasta y nos humilla; cuando nos quita; cuando nos pone al descubierto
– entonces es vital estar callado y manso y admitir que la palabra es
correcta. ¡Entonces tenemos que mantener la boca cerrada en lugar de
responder, defendernos y perdonarnos a nosotros
mismos! Entonces seremos conducidos más lejos en el camino de la vida;
seremos cada vez más embellecido con la salvación, paso a paso.

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