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02 abr 2017
Llegué de Artigas y al poco tiempo, con 16 años, estaba en primera. El titular era Ermindo
Onega, el crack argentino, pero se lesionó y me pusieron a mí. Y al poco tiempo me citaron a la
Selección. Todo fue muy rápido.
Mi primer clásico lo jugué ese año. Creo que perdimos, porque Nacional tenía un gran equipo
entonces y Peñarol se estaba armando todavía. No recuerdo bien cómo fue el partido, pero sí
que mi marcador Ubiña me trató muy bien y jamás me pegó una patada, justo él que tiraba los
punteros a la platea (se ríe). Me habrá visto muy pibe...
Los clásicos eran los partidos que más me motivaban. En aquellos tiempos los campeones eran
siempre Peñarol y Nacional, por eso era el partido que todos querían jugar, porque definían los
campeonatos. Y había que meter, no te permitían ser livianito. Muchos partidos se me
borraron de la memoria, veo los videos y no reconozco mis goles, pero hay clásicos que tengo
muy presentes.
Después llegó al club Fernando Morena y cambió todo. Fernando fue uno de los mejores
jugadores que vi en mi vida. Si yo hubiera jugado de la manera que entiendo ahora el fútbol, él
tendría que tener 300 goles más. Lo asistí en varios, pero yo era un habilidoso que muchas
veces hacía alguna de más y por eso no le hice el pase a tiempo.
El día de mi primer gol clásico salimos campeones. Fue de cabeza contra la Amsterdam, el 1 a
0. Después Morena y Quevedo hicieron dos más, ganamos 3 a 0 y dimos la vuelta olímpica del
campeonato 1974.
La noche que le hice tres goles a Nacional fue el partido soñado de cualquier jugador. Fue por
la Liguilla en 1976, ganamos 5 a 1 y salimos campeones otra vez. Fue uno con remate cruzado,
otro con un tiro de lejos y el último, el quinto del equipo, fue el mejor. Yo estaba lesionado,
con un tobillo a la miseria, pero ya habíamos hecho los dos cambios que se permitían
entonces. Entonces Morena me dijo: "Andá arriba y yo me quedo en el mediocampo". En eso,
me llegó la pelota. Le hice una jopeada a un defensa, eludí al golero y convertí. Lo grité un
largo rato.
Ese año hice otro gol en un clásico que dimos vuelta con diez. Fue por la Libertadores. Nos
expulsaron a un jugador, Nacional se puso 1 a 0 pero por suerte pude empatar con un tiro de
afuera del área, que entró contra un palo. El gol del triunfo lo hizo Pablo Forlán de tiro libre.
A mí me faltó continuidad en Peñarol. Por lesiones o enfermedades, tuve por ejemplo una
hepatitis, no pude jugar muchas veces. Aquel 1976 fue mi mejor año. El técnico del club era
Juan Alberto Schiaffino, el entrenador que más me ayudó en mi carrera.
Mi último clásico fue muy especial. En 1978 me fui a Vélez y luego a Ferro. Más adelante me
llevó Barcelona pero no pude jugar porque los cupos de extranjeros eran de Maradona y
Schuster. En 1985, cuando estaba en Unión de Santa Fe, Peñarol me llamó como refuerzo para
aquella Copa de Oro de los Grandes. Y tuve la suerte de hacer el gol del triunfo. Me emocionó
mucho el recibimiento, porque mostró que la hinchada no me había olvidado.