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La familia Perico: Un estudio de caso de cómo el

narcomenudeo se infiltra en la red familiar.


Zamudio-Angles Carlos Alberto, 1 (zamudioangles@yahoo.com.mx)

(1) Etnólogo. Candidato a Maestro en Medicina Social, UAM-Xochimilco.

Introducción
El objetivo de esta ponencia es presentar el estudio de caso de una familia

marginada en la que se reproducen las actividades del narcomenudeo. Esto a

partir de mostrar las distintas acciones y reacciones de los parientes que

coadyuvan en la realización de tales actividades al interior de esta familia, la cual,

por motivos de seguridad nombraremos Perico, precisamente por ser

distribuidores de la droga conocida con ese apelativo.

La información aquí presentada se recopiló mediante el uso de la observación

participante en un expendio de drogas que comerciaba en una colonia marginada.

La observación se llevó a cabo durante un período de un año nueve meses,

aunque no de manera continua debido a los riesgos inherentes al fenómeno

estudiado. Esto es, hubo períodos en que debido a operativos policíacos prefería

ausentarme, tanto para no ser confundido por un policía por parte de los

narcomenudistas, como para no ser aprehendido en caso de que alguno de los

operativos llegara a la tiendita o expendio estudiado.

Así, utilizando un árbol genealógico muestro como distintos integrantes de una

familia extensa realizan diferentes actividades de lo que sería una “microempresa

familiar”. Se enfatiza en el uso de rasgos culturalmente atribuidos a los distintos


grupos de edad: jóvenes, adultos y adultos mayores, para ocultar las actividades

ilícitas. A continuación se presentan los resultados:

La familia Perico
La Familia Perico, es una red familiar compuesta por 6 familias nucleares que

participaban de manera directa o indirecta en el narcomenudeo; la red se

densifica en uno de los núcleos, el 2, pues en éste cinco de sus seis miembros

participan del comercio de cocaína y piedra. En la figura 1 se puede ver la

genealogía de la Familia Perico: son 26 parientes vivos divididos en 4

generaciones, son 13 jóvenes, 11 adultos, 2 niños y 1 adulta mayor; del total, 9 se

encuentran relacionados directamente en el comercio y 1 más en la compra de

objetos a consumidores adictos. De los relacionados con el comercio, 5

pertenecen a la generación de jóvenes, todos varones, y 4 a la generación de

adultos, 2 hombres y 2 mujeres, una de las cuales dirige la empresa: La Jefa,

madre del núcleo. Todos los hermanos de esa generación cuentan casa propia en

el mismo barrio, tres de ellas en la misma calle, entre ellas la madre del núcleo B.

La vecindad facilita la constante comunicación y en los otros dos hogares también

hay miembros que participan del narcomenudeo, uno comerciando la droga y otro

comprando objetos que consumidores adictos llevan con intenciones de cambiar

por droga. La complicidad en familias como la Perico es un ejemplo de las redes

familiares extensas que funcionan como unidades económicas, reminiscencia de

lo que Bonfil Batalla nombraba como “cultura indiana”1. A continuación describo

las actividades que cada uno de los integrantes de la familia Perico desempeñaba

dentro de la empresa familiar. La descripción comienza con los miembros más

1
Bonfil Batalla, México profundo, México, Grijalbo.
jóvenes de la familia pues fue con ellos con quienes empecé a desarrollar la

observación, siendo posterior la percepción de que también intervenían en el

narcomenudeo varios familiares adultos. Son 5 los jóvenes que participan del

narcomenudeo, 3 de ellos pertenecen a la familia nuclear de referencia y otros 2

son primos de distintos núcleos.

La Familia Perico

N1
11 2
GI
GII
N2 N3 N4 N5 N6

33 44 5 66 7 8 9 10 11
11 12 13
GII
GIII

14
14 15
15 16
16 17 18 19 20
20 21 22 23 24 25
25 26

GIII N7
GIV
Parientes Perico

1. La Abuela 10. Tía 3 19. Prima 1 27 28 Núcleos familiares


2. El Abuelo 11. Tío Político B 20. Shoker
3. El Don 12. Tía 4 21. Prima 2 N1. Núcleo 1
4. La Jefa 13. Tío C 22. Primo C Generaciones N2. Núcleo 2
5. El Padre 14. El Yuko 23. Primo D N3. Núcleo 3
15. El Tigre 24. Prima 3 GI. Primera generación N4. Núcleo 4
6. El Tío
16. El Guaguaras 25. Primo E GII. Segunda generación N5. Núcleo 5
7. Tía 1
17. La hermana 26. Primo F GIII. Tercera generación N6. Núcleo 6
8. Tía 2
18. Primo A 27 y 28. Sobrinos GIV. Cuarta generación N7. Núcleo 7
9. Tío A

a) La generación joven
El mayor de los hermanos Perico es Guaguaras, de 25 años, a los 10 años

decidió abandonar el hogar cansado de la pobreza en que vivían, años después

volvió para “hacer algo” por el bienestar familiar y le propuso a su madre vender

drogas ilícitas. Al iniciar el negocio, hace más de 6 años ninguno de sus

hermanos se atrevió a ir por la mercancía, en su papel de hermano mayor terminó

yendo él, “un día que hubo retén en la [calzada] Zaragoza”, recuerda el temor
sentido ese día, pero que no le haya pasado nada lo tomó como señal de buena

suerte. Es en esta situación que Guaguaras sustenta su posición en la economía

familiar, pues lo maneja como argumento para enfrentar al padrastro y a los

hermanos en la pretensión de ser reconocido como el mero bueno. Durante

mucho tiempo cubrió los horarios que consideraba más riesgosos, a partir de las

10 de la noche, ya que llegan consumidores habituales o que ya han consumido

varias dosis el mismo día; decía haber llevado una vida “más dura” que la de sus

hermanos, por lo que había aprendido “a enfrentar los peligros que acechan en la

calle”, entre ellos los vinculados a los policías.

El segundo hermano Perico es Tigre, de 23 años de edad. Lo conocí cuando salió

de un anexo donde había estado unos meses, “de vacaciones” decía él, ya que

había llegado al grado de delirar cuando dejaba de consumir piedra. Durante las

primeras ocasiones que conversamos me cuestionó sobre mis actividades o hacia

comentarios sobre la posibilidad de que fuera policía. Con el tiempo, conocí mejor

sus actividades, entre las que destaca su función como repartidor semifijo; esto

es, no sólo vendía en la tiendita sino que salía a vender a otros espacios de la

comunidad. Esta variación en su manera de comerciar, en parte, fue propiciada

por las reacciones precedentes en la red familiar, ya que cuando consumía varias

dosis el mismo día quedaba imposibilitado para dar seguimiento al Orden

Precautorio Básico, nombre que le he dado al código no escrito a través del cual

se relacionan vendedores y consumidores de drogas.

Poco después que la red familiar reaccionó internando al Tigre en un centro de

ayuda, fue el momento en El Don y El Tío se hicieron responsables del turno de 7


a 10 de la noche. Cuando Tigre retornó había perdido su turno y optó por

comerciar en las fiestas los fines de semana, aunque entre semana vendía a

quienes llegaban antes de las 7, abriendo el horario de venta a partir de las 5 de

la tarde. Sin embargo, a pesar de la complicidad mantenida en su red familiar,

Tigre no ha participado desde el principio en La Tiendita de la Jefa pues se había

ido a Estados Unidos cuando la hermana vivía allá, pero cono no logró el éxito

económico esperado se regresó “con sólo 50 dólares” ya que no le gustaban las

condiciones en que tenía que vivir. Frecuentemente decía que volvería a irse a los

Estados Unidos, pero dudaba obtener la ganancia que obtenía en la venta de

droga, especialmente por la facilidad con que lo ganaba; por otro lado, las

condiciones en que viven ya no son las mismas de cuando se fue con la hermana,

la ampliación de la casa ha permitido a cada hermano tener su propio espacio

donde habitar.

Con intención de alcanzar mayores ganancias Tigre y un vecino fueron un par de

ocasiones a Michoacán, de allá traían mariguana para venderla “de un kilo

pa’rriba”, pedían entre 600 y 800 pesos por kilo, “según el sapo la pedrada”; lo

cual era más barato que en la zona central de la Delegación donde Aarón, otro

informante, en ese mismo tiempo decía que sus compas vendían en 1000 pesos

el kilo de “mostaza”.

Posteriormente, cuando en La Tiendita de la Jefa despidieron a los repartidores

que no eran parientes, Tigre se convirtió en quien atendía a la mayoría de los

clientes, platicaba con ellos y los intentaba convencer de que compraban buen

material; los clientes preferían comerciar con él que con cualquier otro repartidor
de la tiendita. Para el final del trabajo de campo Tigre había recaído y volvió a

consumir varias veces al día, entonces los clientes empezaron a preferir a Yuco o

a Shocker.

Yuco, de 21 años, es el menor de los hermanos Perico. Regularmente

permanecía dentro de casa para servir de transmisor entre los repartidores y La

Jefa a través de una rejilla. Después del cateo de la AFI, cuando despidieron a

los no familiares, Yuco empezó a despachar antes de las siete, lo hacía a través

de la rejilla y salía sólo en contadas ocasiones para recibir el dinero y entregar la

mercancía. Después de las 7 compartía el horario con Tigre y El Tío. De los tres

hermanos, Yuco era quien consumía menor cantidad de droga, en parte porque

siempre estaba cerca su madre. Del núcleo 2 de la familia Perico, sólo de la

hermana no obtuve información que la vinculara con el comercio de drogas

ilícitas, nunca observé que despachara y ninguno de sus parientes llegó a

mencionar que participara. Poco después del cateo realizado por la AFI en la

tiendita volvió a los Estados Unidos, lo que parece ser una reacción de rechazo

ante los riesgos por las actividades efectuadas en su red familiar.

En la misma generación que los hermanos Perico se encuentran otros 9 jóvenes,

3 mujeres y 6 hombres; 2 de ellos, los primos B y E, también participaban en la

tiendita. El primo B, conocido como Shoker, tenía 19 años y formaba parte del

núcleo 4, se insertó en el narcomenudeo a partir de acompañar a Tigre a las

fiestas del barrio y colonias aledañas. Con el despido de los no parientes empezó

a acompañar a El Tío durante su horario de venta; ante ello, ninguno de los

parientes de su núcleo reaccionó de manera negativa. Por su parte, el Primo E,


Güero, acompañaba a Tigre a las fiestas desde adolescentes, juntos habían

comenzado a comerciar de manera ambulante en ellas.

b) La generación adulta
La generación adulta de la familia Perico se compone de 4 hermanas, 1 hermano

y sus parejas. La Jefa enviudó de su primer marido, el padre de los hermanos

Perico, quien falleció poco antes que Guaguaras volviera con su familia, no

comentaron más sobre el asunto. Los 10 adultos vivos son los padres de familia

de 5 núcleos, 3 de los cuales: 2, 4 y 5, se encuentran en la calle donde se ubica

La Tiendita de la Jefa. Sólo tres de los adultos participaban del narcomenudeo: La

Jefa y El Don del núcleo 2, y El Tío del núcleo 3, ninguno como consumidor. En la

casa del núcleo 2 era donde se escondía la droga que se vendía, en ese mismo

núcleo se encontraban la mitad de los parientes vinculados al comercio y era el

único donde participaban más de un pariente; era pues la base de la red familiar

que participa del narcomenudeo.

La Jefa es el nódulo central de la red de relaciones familiares vinculadas al

narcomenudeo, no solamente era la dueña de la casa donde escondían la droga

sino que también era quien se encargaba de organizar y administrar la empresa.

Yuco decía que ella sabía que sus 3 hijos consumían y por eso era quien pesaba,

envolvía y guardaba la droga, y no se las daba hasta que le entregaban el dinero

del cliente. De esta manera La Jefa evitaba que sus hijos cargaran el cuerpo del

delito en caso de ser aprehendidos, además de evitar que tuvieran la tentación de

ser quienes consumieran la cocaína o la piedra. Esta medida también se extendía

a Tigre cuando repartía en las fiestas, por lo que sólo llevaba unos pocos papeles

y tenía que volver constantemente por más.


Con la participación de la Jefa, el negocio de la familia Perico parecía tener mayor

fortaleza que otras tienditas de la zona de estudio que habían funcionado menos

tiempo, incluso se sobrepuso a un cateo policial. Esta fortaleza no sólo muestra

una de las dificultades que encuentra el Estado para enfrentar las actividades del

narcomenudeo: las relaciones de complicidad entre parientes, también difiere un

poco de lo planteado por Monod, cuando escribe que “los jóvenes delincuentes

son el subproducto de una estructura social en desintegración. Sus mismos

padres son personas inadaptadas”2, pues en el caso de la familia Perico

encontramos a una madre plenamente adaptada a las condiciones marginales del

entorno, lo que permitía a los miembros de la red familiar extensa perdurar como

participantes del narcomenudeo.

El Don es el segundo esposo de la Jefa y padrastro de los hermanos Perico.

Cuando lo conocí comerciaba la droga en el horario de 7 a 10 de la noche, pero

después del cateo de la AFI regresó a trabajar a una ruta de camiones en la que

había laborado previamente; con ello intentaba ocultar el origen ilícito de los

ingresos familiares. El Don intentaba ocupar la posición de el mero bueno, en ese

papel había organizado una serie de acciones que habían ayudado a perdurar en

el comercio; entre éstas acciones se encontraban vender sólo durante unas horas

y contratar a jóvenes que servían de intermediarios con los clientes, a la vez que

ayudaban en la vigilancia. El Don había hecho valer sus propuestas

argumentando que los jóvenes Perico descuidaban el negocio por consumir la

droga que debían repartir. La posición de mero bueno era dada por los clientes a

2
Monod, Jean, Los Barjots. Etnología de bandas juveniles, Barcelona, Ariel, 2002, 33p.
Negro, quien era el principal vendedor de los que tenían contratados; Negro era

empleado para cubrir el horario entre las 7 y las 12, por lo que no sólo ayudaba a

El Don sino también al Guaguaras, pero al cubrir más tiempo que cualquiera de la

familia muchos clientes lo confundían con el mero bueno, situación a la que

contribuía diciendo que él era el bueno cuando no había familiares Perico que lo

escucharan. Al darse cuenta de la situación El Don le ordenó a Negro que dijera a

los clientes que él era el bueno, incluso llegó a negarles la atención hasta que lo

reconociesen.

El Tío es el único varón de los hermanos que conforman la generación de Pericos

adultos. Aunque no vive en la calle en la que se encontraba La Tiendita de la Jefa

llegaba todos los días a cubrir el horario de 7 a 10 de la noche, el cual compartía

con otros miembros de la familia; hubo un tiempo en que acompañaba a El Don,

otro en que fue acompañado por Guaguaras y otro más por Shoker. Sin embargo,

El Tío no despachaba drogas sino que solamente permanecía en el lugar para

supervisar las acciones y reacciones de repartidores y clientes; de esta manera El

Tío hacía una especie de presencia que tenía como objetivo que los clientes

desistieran de cualquier posibilidad de salirse del OPB. Cuando lo conocí, El Tío

llevaba a la tiendita una bolsa con dulces, chicles y otras golosinas que vendía a

diez pesos por paquete, sin embargo nunca los ofrecía pero decía que los vendía

en el metro durante la tarde. Tiempo después empezó a vender pollo en su casa,

decía que no sabía del negocio pero otro vendedor le enseñó a cortar el pollo y

despacharlo, con lo que no sólo obtenía mayores ganancias sino que también

disfrazaba los ingresos ilícitos.


Había un Tío político que participaba de manera indirecta en el narcomenudeo, no

consumía ni repartía sino que compraba algunos artículos llevados por

consumidores crónicos cuando ya no tenían dinero para comprar más droga;

generalmente celulares, calculadoras y relojes, que tienen la ventaja de tener

buena demanda en el mercado negro ya que el comprador puede verificar si

funciona o no antes de llevar a cabo la compra, así “no hay queja”, aspecto de

suma importancia en este tipo de negocios donde “nadie conoce a nadie”. Hay

que tomar en cuenta que solo si el comprador vende rápido el objeto habrá

ganancias, pues si se llega a rezagar el artículo tenderá a devaluarse.

Conforme a los parámetros culturales típicos de la familia mexicana los varones

laboran en la parte pública del negocio, la calle, mientras que las mujeres realizan

su parte al interior del hogar. Es así que para la venta de drogas los hombres

Perico se turnaban para estar en la calle, esto tenía dos razones netamente

económicas: la primera fundada en que el responsable del horario se quedaba

con una parte de la ganancia de cada papel que vendía, si vendía un papel de 60

se quedaba con 10, si era de 30 se quedaba con 5 y así; la segunda razón estaba

fundada en el riesgo, cuya percepción dependía del horario, decían que en la

madrugada el comercio es más riesgoso que en la tarde o en las primeras horas

de la noche, ya que para tales horas muchos clientes ya han consumido

previamente varias dosis de piedra, alcohol y quizás otras sustancias, por lo que

suponían que podían actuar inesperadamente.

c) La generación adulta mayor


La Abuela es la única integrante de la generación de adultos mayores, ella

también participaba del narcomenudeo, no comerciando ni consumiendo drogas

sino transportándola desde el lugar donde la compraban hasta La Tiendita de la


Jefa. Los parientes Perico confiaban en que la Abuela difícilmente despertaría

sospechas como para ser registrada por la policía, además que la gente del barrio

no permitiría que registrasen a una anciana sin razón aparente. Así la familia

Perico utilizaba este aspecto de nuestra cultura para disminuir los riesgos en el

transporte de la mercancía, situación que tiene antecedentes en ‘El Apando’,

novela de José Revueltas que fue llevada a la pantalla grande.

Concluyendo con la Familia Perico, se puede observar una serie de situaciones

que propician la complicidad entre sus miembros y la persistencia de la red

familiar en el narcomenudeo, así como la evolución de sus estrategias para

enfrentar los obstáculos puestos por las leyes en la materia, lo cual es ejemplo de

lo establecido por Lomnitz cuando menciona que “existen indicios de que su

evolución y persistencia en la barriada obedece a necesidades de supervivencia

económica y social”3. Situación que fortalece la hipótesis acerca de que el

narcomenudeo se inserta en redes sociales previamente establecidas, siendo la

familia una de las más importantes de estas redes, especialmente por las

dificultades que pueden poner ante quienes se oponen al narcomenudeo, como

autoridades y vecinos inconformes.

Quiero resaltar el reforzamiento de la red familiar a través del parentesco ritual

que significa el compadrazgo; durante el tiempo de observación, la hija de El Tío

cumplió 15 años y éste le hizo una fiesta de celebración, en ella participaron El

Don y La Jefa como padrinos principales, por lo que además de hermana y

cuñado se hicieron compadres de El Tío, quien a partir de entonces se convirtió

3
Adler de Lomnitz, L. Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 1977, p. 100.
en socio del negocio, aunque continuó cubriendo el horario de 7 a 10 de la noche.

Por último, quiero enfatizar en que los jóvenes Perico que comercian también son

consumidores mientras que los adultos se limitan al comercio de droga que sirve

de base a la economía familiar y ven en su consumo un desperdicio de dinero

además de un daño para la salud. Al no consumir drogas, los adultos podían

continuar vendiéndolas cuando los jóvenes pasaban por etapas de consumo

crónico, o por el anexo, de esta forma la tiendita permanecía funcionando a pesar

de los retiros temporales de alguno de los jóvenes repartidores. El que La Tiendita

de la Jefa hubiera perdurado varios años repercutía en que la continuaran

frecuentando muchos clientes que la conocían desde años antes, los cuales

regresaban a buscar los puntos de venta conocidos después de haber pasado por

etapas de anexamiento.

Desde un a posición funcionalista, Merton “Propone 5 tipos de adaptación

individual, en una sociedad competitiva, donde el éxito monetario es el principal

objetivo cultural”: conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento y rebelión4;

cada uno de ellos cuenta con distinto grado de aceptación y/o rechazo por parte

de la sociedad y sus instituciones. Según este mismo autor es en el retraimiento

donde se encuentran “los psicóticos, los egoístas, los parias, los proscritos, los

vagabundos, los borrachos crónicos y los drogados. Todos ellos han renunciado a

los objetivos culturalmente previstos y su conducta no concuerda con las normas

institucionales”5. Sin embargo, según lo mostrado y más allá del plano individual

en que se queda el citado autor, tanto la rebelión habida en el acto de quebrar las

4
Merton, Robert K., “Estructura social y anomia: Revisión y ampliación”, en: Parsons, Fromm, Horkheimer y
otros, La familia, Barcelona, Península, 1970, p.80
5
Ibid p. 97
leyes que prohíben el comercio de drogas como la innovación con nuevas

acciones para disminuir riesgos pueden ser vistas en las redes familiares

marginadas como actitudes colectivas alternativas en la búsqueda de superar la

precariedad en que viven.

En todo caso, las reacciones familiares de complicidad son un caso extremo de lo

observado por Thoumi en redes familiares de otros países de América Latina,

donde “al avanzar en el proceso de modernización, la familia nuclear y extensa se

ha debilitado, la gente frecuentemente se aleja de sus comunidades natales

donde las instituciones locales restringen muchos comportamientos... y la

responsabilidad de controlar comportamientos considerados desviados se

concentra en el Estado”6.

Conclusiones.
El narcomenudeo es un fenómeno social que se inserta en la red familiar de

distintas maneras y no sólo a través de los jóvenes usuarios de drogas. Por tanto,

el enfatizar en programas de salud y seguridad pública en que se encuentra en

los jóvenes como el origen de todos los males no sólo es erróneo sino que es

utilizado por diferentes personas que ven en ellas una oportunidad para pasar

desapercibidos. Así mismo, este estudio de caso muestra como el fenómeno del

narcomenudeo se convierte en una alternativa de obtención de ingresos, aún a

costa de los riesgos que implican para la salud y seguridad de sus integrantes.

6
Thoumi, El imperio de la droga, IEPRI, Bogotá, 2003, p. 87

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