“Vida de consumo” de Zygmunt Bauman, nos habla de cómo nos hemos convertido en
consumidores y cómo esto ha ido mermando nuestro modo de establecer vínculos y
relaciones sociales. Igualmente aborda temas como las redes sociales y cómo se aplica el
consumo dentro de ellas.
Para Bauman, las redes sociales aparentemente permiten una libertad de acción,
dejándonos exponer un “Yo interior”, dando paso a una satisfacción de nuestros impulsos, ya
que fungen como un confesionario público y a su vez convirtiéndonos en una sociedad
confesional, ya que el no mostrarnos sería similar a la muerte y el no existir, permitiéndonos
“formar” una identidad y actuar nuestra vida privada de manera pública, objetualizandonos y
de cierta manera, volviéndonos discapacitados sociales, el sujeto se vuelve objeto y
producto, ya que se vive una ficción como si fuera una realidad.
Los objetos alimentan nuestros fetiches y el sujeto se vuelve un objeto más, se cosifica e
involuntariamente se vuelve una mercancía más, aplicando las reglas de mercado a nuestras
relaciones humanas.
Entre más se consume se generan más necesidades en vez de saciarse, entre más infelices
más consumimos y eso provoca una “infelicidad e insatisfacción perpetua”.
Se ficcionaliza la vida gracias al medio, nos ayuda a ser seres espectaculares, intentando
parecer lo más “reales” posibles, existiendo cierta confusión entre lo real y lo ficticio, creando
imaginarios de ficción, dramatizando y manipulando para satisfacer necesidades sin
necesidad de consumir objetos, pero entonces comenzamos a consumir a través del mundo
virtual e igualmente nos convertimos en objetos para ser consumidos.
Interactuamos con el otro pero sin tener que hacerlo frente a frente, consumimos más
información de la que nos damos cuenta y a pesar de crear lazos, vemos al otro como algo
desechable y fácil de sustituir.
Si aplicamos lo anterior a las relaciones humanas, se originan lazos más frágiles y con altas
probabilidades de colapsar rápidamente, se tiende a la individualidad, ya que al ser vistos
como productos, se buscan cada vez productos nuevos para saciar nuevos deseos y
necesidades, la obsolescencia viene incorporada y existe inestabilidad, no se sacian los
deseos y se busca consumir lo que "sacie" aparentemente las necesidades.
La cultura consumista busca formar vínculos humanos, de manera de encajar o pertenecer a
la sociedad, relacionándonos de manera fácil pero poco profunda, volviendo todo obsoleto en
poco tiempo y así haciéndolo más fácil de olvidar. Esta cultura nos forza a asumir una
identidad, buscando la felicidad de manera poco profunda, buscando saciar deseos y
necesidades, pero sosteniéndose en base a la infelicidad, si somos felices se cae y la
felicidad o infelicidad se mide con el éxito o fracaso del individuo.
Hoy vivimos simultáneamente en dos mundos paralelos y diferentes. Uno, creado por la
tecnología online, nos permite transcurrir horas frente a una pantalla. Por otro lado tenemos
una vida normal. La otra mitad del día consciente la pasamos en el mundo que, en oposición
al mundo online, llamo offline. Según las últimas investigaciones estadísticas, en promedio,
cada uno de nosotros pasa siete horas y media delante de la pantalla.
En una conferencia impartida en Lignano, Sabbiadoro, Italia con motivo de la XXX edición del
Premio Hemingway, Zygmunt Bauman ha tocado el tema de las redes sociales,
especificamente de Facebook:
Las redes sociales quizás llenan "vacíos" o satisfacen de cierta forma nuestras necesidades
de consumo y la necesidad de sentir que tenemos lazos sólidos y duraderos entre usuarios,
ya que nos vuelve autores de nuevas personalidades casi a manera de autobiografías y nos
permite relacionarnos de manera más fácil sin riesgos aparentes, mostrando sólo nuestra
parte "positiva" y con mayores posibilidades de venta, creando así personajes y objetos
virtuales con un mercado dispuesto a consumirlos.
Bibliografía: