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La tercera mujer un libro en el que analiza la situación de la mujer moderna en los

90. Un estudio, además, que le ha costado varias discusiones con las «feministas
más radicales».

Desde hace tres décadas, se mueve en la escena del mundo occidental una mujer
que conquistó el poder de disponer de sí misma, de decidir sobre su cuerpo y su
fecundidad, el derecho al conocimiento y a desempeñar cualquier actividad.

LA PRIMERA

Durante el período más largo de la historia de la humanidad, la mujer fue


considerada como un mal necesario, un ser inferior, sistemáticamente despreciado
por los hombres. Esa es la primera mujer, de acuerdo a Lipovetsky, de la que tanto
griegos como romanos y predicadores cristianos denunciaron sus vicios y la
estigmatizaron como un ser tramposo y funesto. Inferiorizando sus roles, las
actividades masculinas eran consideradas dignas de gloria e inmortalidad.

SEGUNDA MUJER

Un cambio cultural e histórico muy importante empezó a producirse después de la


segunda edad media, Ya en los siglos 18 y 19 es a la esposa, madre y educadora de
los niños a la que ponen en pedestal. De acuerdo al análisis de Lipovetsky, esa es la
segunda mujer, no reconocida aún como sujeto igualitario y autónomo pero cuyos
roles son reconocidos socialmente, celebrándose de manera especial ese nuevo
poder de formar a los niños, de educar lo masculino y civilizar comportamientos y
costumbres.

LA TERCERA MUJER

La Tercera Mujer rechaza el modelo de vida masculino, el dejarse tragar por el


trabajo y la atrofia sentimental y comunicativa. Ya no envidia el lugar de los
hombres ni está dominada. Representa una suerte de reconciliación de las mujeres
con el rol tradicional, el reconocimiento de una positividad en la diferencia
hombre-mujer. "La persistencia de `lo femenino' no sería ya un aplastamiento de la
mujer y un obstáculo a su voluntad de autonomía, sino un enriquecimiento de sí
misma".

El autor aborda la figura de la tercera mujer, como «un compendio entre la


autonomía individual de la propia mujer y la tradición».
Lipovetsky «Muestra que hay normas y valores sociales que desaparecen, mientras
que otros se mantienen». Es decir, el culto a la belleza, las formas de seducción y la
posición de la mujer en el hogar» han permanecido, mientras que, por ejemplo, «el
culto a la virginidad ha desaparecido por completo».

Asegura el filósofo. «Que la mayor parte de las mujeres desean ser cortejadas,
deseadas... y esto explica que la tradición se perpetúe», «existe la necesidad
imperante de recomponer la identidad femenina».

Una identidad que viene de la revolución de los 60 pero que, a su vez, se opone a
ella. Así, el filósofo argumenta: «En los 60 no querían ser mujeres objeto, no se
maquillaban..., mientras que ahora la industria de la estética está viviendo su etapa
dorada». «Las mujeres tienen el poder de estudiar, de trabajar y tener éxito, pero a
la vez no quieren renunciar a su feminidad», subraya.

AMOR

Significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.» En ella, prosigue el
filósofo, el amor es renuncia, fin incondicional, «Entrega total en cuerpo y alma».
No ocurre en absoluto lo mismo con el hombre, que quiere poseer a la mujer,
tomarla, a fin de enriquecerse y acrecentar su potencia de existir: «La mujer se da,
el hombre se aumenta con ella.

En el hombre, el amor no se da como una vocación, una mística, un ideal de vida


capaz de absorber la totalidad de la existencia; es más un ideal contingente que
una razón exclusiva de vivir. Muy diferente es la actitud de la mujer enamorada, la
cual sólo vive para el amor y piensa únicamente en el amor; toda su vida se
construye en función del amado, único y supremo fin de su existencia. «Sólo sé
amar», escribía Julie de Lespinasse. Y Germaine de Stael: «Las mujeres sólo existen
por el amor, la historia de su vida empieza y acaba con el amor.»

BELLEZA
La belleza no tiene el mismo valor en el hombre que en la mujer, sostiene
Lipovetsky. La valoración de la estética femenina surge con la división social entre
clases ricas y clases pobres, correlato de las mujeres exentas del trabajo. Así, las
largas horas de holganza llevan a las mujeres de clases superiores a tener cuidados
de belleza, con el propósito de agradar a su compañero. La idolatría del “bello
sexo” es, para Lipovetsky, una invención del Renacimiento.
También aborda un problema muy actual, que afecta sobre todo a las jóvenes
generaciones: la fiebre de la belleza y el mercado del cuerpo. ¿Qué mujer no sueña
estos días con estar delgada? «La delgadez», dice, «se ha convertido en un mercado de
masas.
TRABAJO
Actualmente, el hombre –afirma Lipovetsky– ya no es cabeza de familia y la mujer
dispone de recursos económicos de su trabajo, por lo que el poder de decisión dentro
de la pareja ha cambiado. El nuevo modelo formado por la autonomía femenina, el
descrédito de los comportamientos machistas y la incursión de la mujer en el mercado
laboral, favorecen la participación igualitaria de ambos cónyuges en las decisiones
importantes. De la misma manera, aparece la pareja igualitaria-participativa y también
el individualismo gestionario entre los propios cónyuges.
PODER
La mujer puede ahora elegir lo que desea ser; tiene el poder de inventarse a sí misma.
“Nace un nuevo feminismo que reivindica el poder en igualdad con los hombres, que se
esfuerza por reconciliar a las mujeres con el placer de ganar y el espíritu competitivo,
que las invita a emprender el asalto de la jerarquía tras desembarazarse de sus viejas
inhibiciones. Tras el feminismo victimista, ha llegado la hora de un «feminismo del
poder»10. Gilles P.214”
Lipovetsky defiende que la que llama «tercera mujer», en contra de la primera -de la
época medieval- y la segunda -símbolo de belleza-, se forma a partir de la mezclar de
la modernidad y la tradición.
«La mujer reivindica tener estudios y trabajo, pero al mismo tiempo no rechaza las
diferencias existentes entre ambos sexos», lo que sí «ha rechazado es el feminismo»,
asegura el filósofo.
La ONU y la Igualdad de Género
La Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, fue el primer acuerdo internacional
para afirmar el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Desde entonces, la
ONU ha ayudado a crear un legado histórico de estrategias, normas, programas y
objetivos acordados internacionalmente para mejorar la condición de las mujeres en
todo el mundo.
Con los años, la ONU y sus organismos técnicos han promovido la participación de las
mujeres en condiciones de igualdad con los hombres en el logro del desarrollo
sostenible, la paz, la seguridad y el pleno respeto de los derechos humanos. El
empoderamiento de la mujer sigue siendo un elemento central de los esfuerzos de la
Organización para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y políticos en todo
el mundo.

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