Resumen
Se reflexiona sobre las implicaciones del contacto entre áreas protegidas (AP) y urbanas, incluso, sobre
la posibilidad de que existan áreas protegidas dentro de las ciudades. La presencia humana y sus
actividades económicas, plantea problemas relacionados con la restricción que imponen los límites de
un AP a la expansión urbana; y los impactos de la proximidad de áreas urbanas sobre las AP. Cabe
preguntarse, entonces, sobre la posibilidad de lograr una simbiosis entre ambos sistemas a través de
ordenamiento territorial, planificación urbana, toma de decisiones oportunas y un accionar sinérgico.
Abstract
The implications of contact between protected areas (PAs) and urban areas, including the possibility of
the existence of protected areas within cities, are discussed. The human presence and its economic
activities raise problems related to the restriction imposed by the limits of a PA to urban expansion; and
the impacts of the proximity of urban areas on PAs. It is worth asking, then, about the possibility of
achieving a symbiosis between both systems through territorial and urban planning, timely decision-
making and synergistic actions.
1
1. Áreas protegidas y asentamientos humanos: Paradigmas y conceptos
Santos (2009) ubica el surgimiento de la noción de área protegida (AP) a mediados del Siglo
XIX, en relación con la expansión de actividades económicas de países industrializados sobre
territorios naturales. El concepto implicó la “... gestión del territorio por parte de una autoridad
central (el Estado Nación) por un lado, y la propia noción de Parque, que supone una actitud
contemplativa y, sobretodo, externa al territorio.” (p. 629). El primer paradigma se refirió, por
lo tanto, a naturaleza pura y ausencia humana. Los parques nacionales de Yellowstone y
Yosemite, declarados por USA en 1872 y 1865, respectivamente, constituyen los primeros
ejemplos de esta manera de pensar. Otro ejemplo temprano, lo constituye el Parque Nacional
de Kruger, en la Sudáfrica colonial, el cual implicó el desplazamiento de la población nativa.
Luego de la segunda guerra mundial, la concepción de las AP como zonas libres de
intervención humana, se desplazó gradualmente hacia el aprovechamiento de los recursos en
su interior. En la década de los 60 existían en el mundo, aproximadamente, “... 1000 áreas
protegidas oficiales...”, mientras que en 2006 esta cifra superaba las “108.000”, lo cual
representa - sin contar las áreas acuáticas protegidas - más del 12% de la superficie
planetaria, es decir, unos “... 30 millones de kilómetros cuadrados” (Santos, 2009, p. 627).
En el desarrollo de este concepto, Sanz y Torres (2006) identifican dos momentos importantes
relacionados con eventos auspiciados por la UICN: 1) El IV Congreso Mundial de Parques
realizado en Caracas, Venezuela en 1992; y 2) el V Congreso Mundial de Parques,
«Beneficios más allá de las fronteras», convocado en Durban, Sudáfrica en 2003. En el
primero, se propusieron seis figuras de AP: “Reserva natural integral”; “Parque nacional”;
“Monumento natural”; “Área de manejo de hábitat o especies”; “Paisaje terrestre y/o marítimo
protegido”; y “Área protegida con recursos manejados” (pp. 142 y 143); mientras que en el
segundo, se abrió “... una nueva etapa en las estrategias de conservación de la naturaleza”
(p. 144), en la cual se reconoce el imperativo de innovación en la gestión de las áreas
protegidas.
2
Según Arias (2009) “Las áreas protegidas en conjunto representan cerca de un 21,85% del
área total de Venezuela.” (p. 20), cifra tomada de un informe del Ministerio del Ambiente y de
los recursos Naturales Renovables (MARNR) elaborado en 1997. Huber (2001) afirma que el
primer Parque Nacional de Venezuela fue Rancho Grande, declarado en 1937 en la cordillera
de la costa. Sin embargo, es en la década de los 70 cuando comienzan a proliferar AP en el
país, en parte, por la preocupación científica sobre los posibles efectos negativos del
Programa Conquista del Sur (CODESUR), impulsado por los gobiernos democráticos de los
60. La preocupación se focalizó en el Territorio Federal Amazonas elevado a la categoría de
estado en 1992. Allí, se han declarado desde 1978, cuatro parques nacionales, 17
monumentos naturales y una reserva de biósfera, con una superficie aproximada de “... 175
750 km2.” (p. 1627).
3
a esto, la comunidad no se ha involucrado en la vigilancia ni en el manejo del parque. La
población local pobre subsiste con base en la pesca disponible en el AMP, y debe competir
con un modelo macroeconómico de explotación de recursos marinos promovido por el
Gobierno, cuyo principal mercado está en Yakarta. Además de las disputas sobre el manejo
del KSMNP, observaron factores que favorecen la sobreexplotación, entre ellos, vigilancia
limitada debido a la poca educación de los guardias y bajos salarios; desempleo de la
población pobre que la lleva a sobrevivir a partir de la pesca; poca productividad de la pesca
artesanal en contraste con métodos más agresivos que utilizan venenos y explosivos, y poca
identificación de los locales con el turismo, al cual ven con recelo debido a la inequidad
existente. La sobreexplotación ha acelerado el deterioro del KSMNP.
4
2.3. Un sistema de AP puede ser afectado por la presencia de ciudades. Kenya, 50 AP.
Kiringe, Okello y Ekajul (2007), entrevistaron a los encargados del manejo de 50 AP en Kenya,
África, con el fin de identificar la severidad de las amenazas, jerarquizar las AP según su grado
de vulnerabilidad y explorar las implicaciones de estos resultados sobre las estrategias de
manejo actuales y propuestas. Encontraron que la caza ilegal de subsistencia, la caza furtiva
de grandes mamíferos para tráfico, la invasión humana con propósitos de explotación o
asentamiento, la pérdida de corredores migratorios y la fragmentación de áreas, constituyen
las mayores amenazas a las AP. En este contexto, la extracción de recursos por parte de las
comunidades locales, puede comprometer a largo plazo la biodiversidad. Las AP más
vulnerables son las AMP, y las que se encuentran en la proximidad de ciudades, industrias y
zonas de agricultura. En estos casos, los impactos son más severos debido a la ocupación
humana, la contaminación y el turismo.
1
La meseta del Deccán define la forma de triángulo invertido del subcontinente Indio. Posee dos bordes de
cadena montañosas: El Ghat occidental y el Oriental.
5
observación y protección de la vida silvestre; mejor calidad del aire y disfrute de las bellezas
naturales (p. 212). Los autores clasificaron estos costos y beneficios en económicos, sociales
y ambientales, y concluyeron que la integridad a largo plazo del AP de Dandeli, dependerá de
involucrar más activamente a las comunidades rurales en su vigilancia y protección, y lograr
un equilibrio con sus actividades económicas.
Los criterios de ordenamiento territorial influyen sobre la gestión de las AP. Battisti y Giappoliti
(2004) encontraron en Italia que la inconsistencia entre ecología urbana y la designación de
AP, tiene efectos negativos en la conservación de la biodiversidad a largo plazo. La Ley
italiana prohíbe que más del 30% de la superficie de cada una de las 21 regiones puedan ser
AP. Los esquemas regionales de distribución resultantes, dificultan tanto la integración de
sistemas como la asignación de recursos. En la región regida por Roma, las áreas con mayor
densidad urbana tienen un mayor porcentaje de AP, intra y periurbanas. Los habitantes
urbanos demandan más áreas verdes y, por lo tanto, se focalizan en ellos más recursos de
conservación, descuidando grandes aéreas menos densas pero con mayor biodiversidad. Los
autores destacan la necesidad de levantar data biológica fidedigna, tomando en cuenta los
procesos de los ecosistemas, con el fin de establecer sistemas regionales coherentes,
priorizando la asignación de recursos de acuerdo a esta información y no según la densidad
poblacional urbana. La incorporación de data biológica en la formulación de planes urbanos
es poco frecuente.
6
Arias (2009) comenta la contradicción entre objetivos de desarrollo y conservación ambiental
en el caso venezolano. Es frecuente la discusión acerca de los desequilibrios implícitos en la
distribución de la población sobre el territorio nacional. Las regiones costeras del centro,
occidente y oriente del país se caracterizan por poseer la mayor cantidad de población.
Paradójicamente, es la zona de mayores riesgos geológicos y de menores recursos. En
contraste, el sur del país ha sido caracterizada como de mayores recursos, más estable
geológicamente y con menos densidad de población. Esto ha llevado a algunos entes
planificadores a proponer la desconcentración de las zonas costeras el norte, en especial del
eje central que abarca el sistema de ciudades de Puerto Cabello, Valencia, Maracay, Área
Metropolitana de Caracas, Altos mirandinos, Guarenas - Guatire y Valles del Tuy. Esta
desconcentración, supone la imposición de límites al crecimiento poblacional centro – norte –
costero, y el poblamiento del sur, ejes de desarrollo y nuevos sistemas de ciudades. Esta
hipótesis de desarrollo obvia lo más importante, que el desarrollo de Venezuela se ha dado,
principalmente, sobre la costa norte debido a las ventajas de accesibilidad que brinda su
localización geográfica. Varias iniciativas de ordenación territorial han tratado, sin éxito, de
lograr un mayor equilibrio en la distribución poblacional.
7
restauración y reconstrucción de ecosistemas. El desarrollo de métodos empíricos para
caracterizar a las MR constituye un territorio del conocimiento por explorar.
Karim y Main (2009) afirman que la destrucción de hábitats y su fragmentación son las
principales causas mundiales de pérdida de biodiversidad. Otros autores incluyen en estas
causas los cambios en la cubierta de suelos, la pérdida de suelos autóctonos y la proliferación
de especies invasoras vegetales y animales (Clarkson et al, 2007; Figueroa et al, 2009). La
expansión de las ciudades - posible sólo a partir del trazado y construcción de nueva vialidad
urbana e interurbana - es en gran parte responsable de estos procesos destructivos (Karim y
Main, 2009; Xu et al, 2010). Por lo tanto, es necesario incluir criterios ecológicos
Keil y Young (2009) encontraron en Canadá que el paisaje suscitado entre la centralidad
urbana y los suburbios (In-beetwen city) consiste en usos mezclados que no están planificados
adecuadamente. La explosión de una planta de gas Propano en Toronto en 2008, les permitió
identificar vulnerabilidades y riesgos asociados al paisaje urbano de transición. La explosión
ocurrió en una instalación aeroespacial de la empresa Candiense Bombardier, ubicada entre
el único Parque Nacional Urbano de Canadá (Downsview Park) y la Autopista 401 de tránsito
muy intenso. Los problemas de fragmentación de usos interurbanos, generan condiciones de
vulnerabilidad, en particular, en zonas residenciales y parques que coexisten con empresas
que manejan sustancias peligrosas. Su evaluación mostró que el modelo de planificación
anglosajona privilegia al espacio privado en lugar del público. Es necesaria una mejor
planificación de las zonas interurbanas, con corredores que respondan a la lógica de sistemas,
y la localización de actividades urbanas según criterios de compatibilidad y seguridad.
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hábitat naturales y que están presentes en zonas urbanas. Los investigadores creen que se
da poca importancia a la protección de biodiversidad en las ciudades, y que existe apatía en
relación con su pérdida. Al igual que otros autores, identifican a la destrucción de hábitat, la
fragmentación y las especies invasoras como las causas principales de la disminución de
biodiversidad. Considerando que el índice de riqueza de especies no discrimina entre
especies autóctonas y exóticas, y que no describe adecuadamente procesos cualitativos,
propusieron la evaluación del porcentaje de suelos que representan coberturas de especies
autóctonas. Determinaron que esta proporción es muy baja en los núcleos urbanos (2%) pero
que alcanza casi 9% en las zonas periféricas de las ciudades. Es decir, el gradiente es
directamente proporcional a la distancia al centro urbano. En relación con las especies
exóticas, consideran que se deben proponer formas adecuadas de control y manejo en lugar
del exterminio. En Nueva Zelanda, es necesario fortalecer la relación entre los gobiernos
regional y municipal, para el ordenamiento de las zonas periurbanas. El país tiene mucha
experiencia en la conservación de la vida salvaje, pero necesita reforzar sus conocimientos
en biodiversidad urbana, la cual es clave para la biodiversidad en general.
3.2.3. Escenarios de expansión urbana que impactan a las AP. Phoenix, Arizona, USA.
9
4. Gobernabilidad y Gobernanza
Huber (2001) describe el desarrollo de los temas ambientales en el estado Amazonas, durante
el período 1981 - 2001, y analiza sus posibles tendencias en los contextos regional e
internacional. La creación de las AP en Amazonas, fue una respuesta - en parte científica - al
Programa Conquista del Sur (CODESUR) de 1969. En el marco del Programa “El Hombre y
10
la Biósfera” (MAB), se llevaron a cabo estudios en San Carlos de Rio Negro y se descubrieron:
la baja fertilidad del suelo selvático, su vulnerabilidad ante la deforestación y la importancia
de los procesos naturales de reciclaje biológico que sostienen la selva. Tres aspectos positivos
de las AP en Amazonas se refieren a: su selección con base en criterios científicos para
garantizar su representatividad, el logro de zonas atractivas para el ecoturismo, y su carácter
propicio para atraer recursos multilaterales. Huber (2001) estimó que “25 millones de dólares
estadounidenses han sido destinados por completo al propósito de fortalecer algunas de las
áreas protegidas más importantes en el Amazonas venezolano”2 (p. 1638, Trad. propia). Sería
interesante indagar si actualmente existe inversión multilateral para la conservación de las AP
en Venezuela.
2
Original: “US$25 million have been raised altogether for the purpose of strengthening some of the most
important protected areas in the Venezuelan Amazon.”
3
Actualmente, Ministerio del Poder Popular para el Ambiente (Minamb).
11
referencia a una reflexión del ecólogo Domenech (1999) según la cual, las AP deben
orientarse a la protección de procesos y se debe trascender el pensamiento de límites rígidos.
Sanz y Torres (2006) destacan cuatro preocupaciones acerca de AP y áreas naturales que no
han sido protegidas: a) la superficie de áreas naturales no protegidas ha disminuido; b) la
protección prevista en las leyes no se pone en práctica; c) los costos de las AP recaen sobre
las comunidades locales y, no se les compensa adecuadamente por los beneficios globales;
y d) hay poco financiamiento disponible para la gestión de las AP. Las implicaciones de
reconocer los derechos previos de las comunidades afectadas por declaratorias de AP, su
permanencia y el respeto o mejoramiento de sus actividades económicas, para hacerlas más
sustentables, requieren un examen más detenido.
Díaz (2008) evaluó cuatro casos de AP de Colombia, desde la perspectiva de los conflictos
jurídicos generados por las declaratorias, estos son: 1) la expectativa de dominio por actividad
económica no es procedente en el caso de las AP; 2) muchas veces la declaratoria vulnera
derechos fundamentales; 3) inconsistencia administrativa; y 4) contraposición de los derechos
de diversos actores. En especial, si la declaratoria de AP implica la reubicación de
comunidades pre-existentes, se vulneran sus derechos ancestrales, entre ellos el acceso a
sus fuentes de subsistencia. En algunos casos, existe obligación de vender al Estado la tierra
que está en propiedad privada, pero no se encuentra respuesta debido a la ineficacia
gubernamental. Por estas razones, las comunidades se debaten en el dilema de dar
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cumplimiento a las normas que implican prohibición, y cumplir al mismo tiempo con la
participación como estrategia de manejo conservacionista. La autora distingue entre
comunidades dentro del AP y aledañas. En el contexto de la legislación colombiana, “aledaño”
(p. 59) se refiere la zona de amortiguación de los parques nacionales naturales, en la cual
procede el pago de mejoras, la indemnización y la reubicación.
Mascia y Claus (2008) analizaron casos de AMP en Australia, Filipinas, Islas Cook, Islas
Comores, Brasil y Belice, para identificar derechos perdidos, ganados y reasignados por la
población desplazada: derecho al acceso y a la extracción de recursos - los cuales configuran
el derecho de uso -; el derecho de manejo; el derecho de excluir a otros del propio territorio;
y el derecho de enajenar. En el contexto del desplazamiento, la exclusión se refiere al proceso
social entre los que ganan y los que pierden poder en el espacio protegido, esto lleva a una
definición de AP como construcción social de arreglos institucionales formales e informales.
Los autores concluyeron que los diferentes tipos de manejo de AP, deben fundamentarse en
la comprensión de la pérdida, ganancia y reasignación de derechos. Este conocimiento debe
formar parte de la evaluación de impactos sociales de las AP, un tema poco estudiado. Para
estos autores, los elementos de la gobernanza se refieren a los mecanismos de resolución de
conflictos, roles del género en la toma de decisiones, y la inserción en procesos políticos más
amplios (p. 19). La gobernanza depende de los derechos ganados o perdidos en relación con
aumento o disminución en el control de los recursos; derechos de propiedad perdidos o
ganados; derechos de uso perdidos o ganados; y si los mecanismos de resolución de
conflictos son débiles o fuertes.
Sanz y Torres (2006) señalan que “... la gobernanza ocupa un lugar central para la
conservación de las áreas protegidas.” (p. 146), y se logra a través de la aplicación de cinco
principios: “...legitimidad y voz, eficiencia, rendición de cuentas, equidad y dirección...” (p.
147). Estos principios deben aplicarse en el contexto de políticas públicas de orden superior,
orientadas controlar la sobreexplotación y las actividades ilegales, a través la superación de
la pobreza y la marginalidad (Fauzi y Buchari, 2002). De la experiencia de la Selva Lacandona
en México, comentada por Tejeda-Cruz (2009), se desprende que las comunidades deben
involucrarse antes de la creación de un AP. La información suministrada a las comunidades
debe ser veraz, oportuna y sin intenciones de manipulación. Es necesario crear canales
expeditos de comunicación entre las partes involucradas, e incluir a las comunidades en todas
las fases del proceso: fijación de objetivos, metas y estrategias en el diseño de los planes de
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manejo; incorporación en el manejo propiamente dicho, incluyendo reconocimiento de
derechos, y participación en vigilancia, control, monitoreo, seguimiento y evaluación. Las
autoridades deben estar dispuestas a compartir el poder con las comunidades, y éstas
requieren capacitación y asistencia técnica permanentes, para cumplir con nuevos roles y
actividades.
Cuando Colding, Lundberg y Folke (2006) compararon las superficies de áreas verdes
manejadas por particulares en Estocolmo, Suecia, con las AP extraurbanas manejadas por el
Estado, encontraron que las AP representaban un 8,1% del área total, mientras que las áreas
verdes urbanas y periurbanas abarcaban un 18%. La alta proporción de suelo verde en manos
privadas, condujo a reflexiones relacionadas con su potencial para la protección de la
biodiversidad, y con la necesidad de incorporar en su manejo a los propietarios y grupos de
usuarios. Las áreas verdes urbanas y periurbanas son de tres tipos: a) zonas adjudicadas a
familias para cultivos bajo la figura de allotment; b) campos de Golf y c) jardines domésticos.
Las AP extraurbanas consisten en a) reservas naturales; b) sitios "Natura 2000" establecidos
según normas de la Unión Europea (UE); y c) bosques hábitat que protegen a especies en
peligro incluidas en una lista roja. Esto, considerando que existe poco conocimiento científico
comunicado acerca del manejo de áreas verdes por particulares con fines ecológicos. Estas
áreas se distribuyen en diferentes escalas a lo largo del gradiente de transición rural – urbano,
por lo tanto, constituyen un sistema que debe ser integrado a las AP extraurbanas. Además
pueden servir de áreas de transición (buffer) y cumplir un rol importante en la resistencia de
los ecosistemas urbanos. Estos potenciales deberían ser comprendidos por los planificadores,
para compatibilizar el desarrollo urbano con las políticas ambientales, y lograr una mayor
Gobernanza. La estrategia sería de utilidad en la aplicación de la Agenda 21 Local. Asimismo,
la planificación urbana debe contemplar los conceptos de restauración y reconstrucción de
ecosistemas, es decir, las inversiones para restituir los elementos bióticos y abióticos de un
ecosistema deteriorado, de manera que pueda seguir su desarrollo, y su integración con otros
ecosistemas a través de corredores biológicos.
14
La realización de estudios psicosociales en campo, debería vincularse con la utilización de
métodos y técnicas de percepción remota - tipo SIG - para evaluar la pérdida de biodiversidad
y tomar decisiones relacionadas con ordenamiento territorial, planificación urbana,
gobernabilidad y gobernanza. Seguidamente, se analiza la importancia del monitoreo, el
seguimiento y la evaluación de la relación entre AP y expansión urbana.
15
5. Monitoreo, seguimiento y evaluación de la expansión urbana y sus impactos sobre APs
Las decisiones de política pública sobre AP, deberían basarse en el monitoreo, seguimiento
y evaluación de los procesos urbanos. Por esta razón, los sistemas de información geográfica
(SIG) desempeñan un papel cada vez más importante en el ordenamiento y la planificación
urbana. Un aspecto crítico es la evaluación estratégica e integrada de impactos ambientales
(Nooteboom y Wieringa, 1999; Partidário y Arts, 2005). Para que las decisiones sean
oportunas, lo ideal sería disponer de información en tiempo real. Seguidamente, se comentan
tres estudios transversales (Clarkson et al 2007; Colding et al 2006; Turkyilmaz et al, 2007), y
cuatro longitudinales (Aguilar, 1999; Figueroa et al, 2009; Karim y Main 2009; Xu et al 2010),
en los cuales se destaca la importancia de la utilización de los SIG, en combinación con otros
métodos y técnicas, con el fin de evaluar la pérdida de biodiversidad debido a procesos
urbanos.
16
Tabla 2. Comparación de estudios transversales
Turkyilmaz et al , 2007 Planificar AP en Izmir, Turquía. SIG. Suelo cultural y natural, Nuevos polígonos por
hidrología, geología, intersección de suelo
geomorfología; imágenes cultural y natural
satelitales Landsat e Ikonos de
2003 y 2004. Datos de campo.
Clarkson et al, 2007 Analizar patrones de cubiertas 2 bases de datos ambiental y Gradiente: Cobertura
de suelos autóctonos en 20 de suelos. Imágenes Landsat. autóctona en núcleos
ciudades más grandes de Datos censales. urbanos = 2% aumenta
Nueva Zelanda. hasta 8,9% en radio de 20
Km.
Colding et al, 2006 Comparar superficie de AP SIG con datos urbanos del Área Áreas verdes en el AM de
extraurbanas manejadas por el Metropolitana de Estocolmo y Estocolmo, manejadas
Estado con AV intra y SIG con datos de AP en la por particulares (18%) vs.
periurbana manejadas por región. AP regional (8,1%).
particulares en Estocolmo,
Suecia.
Aguilar (1999) utilizó el Indicador holístico de salud de ecosistemas (HEHI-WHI), para explorar
las interrelaciones entre sostenibilidad y salud de ecosistemas, en 7 AP de Costa Rica, través
de la medición de productividad, organización y resistencia de ecosistemas. El período
analizado fue de tres años (1995 – 1998). Los indicadores sociales resultaron relativamente
altos (56,03% - 61,47%), mostrando el impacto positivo de las inversiones públicas en
educación, salud y recreación, pero los indicadores interactivos resultaron bajos en las 7 AP.
Esto refleja que las políticas públicas no coordinan los aspectos sociales, económicos y
ambientales, y que existe poca participación y poca conciencia ambiental ciudadana.
17
correspondencia canónica. Se encontró que el 60% de las RB reportaron disminuciones de
5%, lo cual las caracteriza como resistentes al cambio, y que los factores socioeconómicos
explican el 87% de la variación del Indicador LULC.
Karim y Main 2009, estudiaron los ecosistemas de hamacas (hammocks) en los cayos de
Florida, USA. Las “hamacas” son hondonadas húmedas y boscosas que sirven de refugio a
las aves migratorias. Estos ecosistemas se han perdido progresivamente debido a la
destrucción y fragmentación del hábitat. Se analizó un período de trece años (1991 – 2004),
mediante los datos de un SIG referidos a cobertura, distribución y status (protegido y no
protegido) de los parches de hamacas en cayos altos y bajos. Se encontró una pérdida del
31% del hábitat. Los parches muy fragmentados, con superficies inferiores a las 20 Has.,
representan ecosistemas muy deteriorados y difíciles de restaurar. Los parches con
superficies superiores a 20 Has. tienen potencial de restauración y ampliación, por lo que
deben ser protegidos. Las características y resultados de cada estudio se comparan en la
Tabla 3.
18
Tabla 3. Estudios transversales. Pérdidas de ecosistemas por expansión urbana
Investigadores Objetivo Método / Indicadores Resultados
Período
Figueroa et al, 2009 Cambio de cubiertas de GIS. Uso del Suelo/Cambio 60% de las RB reportaron
suelo asociado a de cubierta (LULC). disminuciones de 5%. (Resistentes).
procesos 10 variables Factores socioeconómicos explican
socioeconómicos. socioeconómicas. 87% de la variación LULC.
[17 RB y eco-regiones, Correlaciones no
México] paramétricas Regresión
1993 – 2002. (10 años). Lineal Canónica.
Xu et al, 2010 Cambios en humedales GIS. Uso del suelo, Decrecimiento de áreas naturales;
urbanos. Fragmentación imágenes TM (Landsat) y aumento de artificiales; fragmentación
y soluciones de datos de campo. Regresión de grandes lagos en pequeños;
sustentabilidad. Lineal Canónica. Índice de disminución de índices de
[Wuhan, China ] fragmentación. biodiversidad.
1987 – 2005. (18 años).
Karim y Main , 2009 Pérdida de “hamacas” en GIS. Cobertura, Vialidad ppal. Amenaza.
Cayos de Florida distribución y status Pérdida 31% del hábitat . Parches
1991 – 2004. (13 años) (protegido/no protegido) muy fragmentados < 20 Ha. Parches >
de los parches de bosques 20 Ha. deben ser protegidos.
de hamacas en cayos altos
y bajos.
6. Conclusiones
El nuevo paradigma de AP implica que éstas no son islas y que es necesario enfrentar la
presencia humana. Esto implica el desarrollo de enfoques, métodos y técnicas que integren
los conceptos de la ecología urbana, con el ordenamiento territorial, la planificación urbana y
la ejecución del urbanismo. Los conceptos más importantes a ser considerados en dicha
integración son la transición, los corredores ecológicos, la restauración y re-construcción de
ecosistemas en función de la proximidad urbana. Asimismo, es necesario incluir políticas
urbanas y rurales para proteger las áreas naturales “no protegidas”. En cuanto a la definición
19
de las AP, es posible que la integración de los conceptos de núcleo, zona de amortiguación
(buffer), límites difusos y exterior determinen que el concepto de AP en general, evolucione
hacia figuras similares a las reservas de biósferas actuales (Arias, 2009).
Los SIG, combinados con otros métodos y técnicas, facilitarían la evaluación de series
históricas de pérdida de biodiversidad, y la identificación de restricciones y oportunidades
20
actuales. Esto, para el ordenamiento territorial, la planificación urbana y la toma de decisiones
en tiempo real (Aguilar, 1999; Clarkson et al, 2007; Colding et al, 2006; Figueroa et al, 2009;
Karim y Main, 2009; Turkyilmaz et al, 2007).
Son necesarios estudios psicosociales para conocer las actitudes de habitantes urbanos y
rurales ante las AP. Estas investigaciones pueden alimentar la formulación de políticas para
compatibilizar el desarrollo urbano con el desarrollo sostenible, la focalización de inversiones
para educación ambiental y el fortalecimiento de la participación comunitaria (Battisti y
Giappoliti, 2004; Kiringe et al, 2007; Triguero-Mas, 2009).
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