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1.

Nombres de la península IbéricaSENTAMIENTOS GRIE


La situación geográfica de la península ibérica en el extremo occidental del mar Mediterráneo hizo
de ella, desde los comienzos de la Antigüedad, una tierra de misterio y de leyenda. Aquí tenían lugar las
hazañas de personajes mitológicos como Hércules y se consideraba que más allá del estrecho de Gibraltar
(columnas de Hércules) no había tierra habitable, siendo, por tanto, un verdadero finis terrae, el fin del
mundo conocido. También se denominó a la península ibérica Hesperia, o tierra de occidente, donde se
creía que estaba el mítico jardín de las Hespérides.

Según el poeta griego siciliano Estesícoro, en su poema la Canción de Gerión, y el geógrafo griego Estrabón,
en su libro Geografía (volumen III), las Hespérides estaban en Tartessos, un lugar situado en el sur de la península
Ibérica. Apolonio de Rodas, por su parte, situaba el jardín cerca del lago Tritón, en Libia.
El Jardín de las Hespérides era un huerto propiedad de Hera, donde crecían manzanas doradas que
proporcionaban la inmortalidad. Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera
como regalo de su boda con Zeus. A las Hespérides (las mélides o ninfas de los árboles frutales: Hesperetusa, Egle y
Eritia, hijas del titán Atlas) se les encomendó la tarea de cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la
fruta para sí mismas. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado
Ladón como custodio añadido.
Según algunas versiones, Heracles, en su undécimo trabajo (robar las manzanas de este jardín), se encontró
con Atlas, el titán conenado a cargar el peso de los cielos, quien dijo saber dónde encontrar el jardín y que se ofreció a
traerle las manzanas a cambio de que sostuviese el peso de los cielos mientras tanto. Al regresar con los preciados
frutos y no querer volver a su condena de cargar la cúpula celeste sobre sus hombros, Atlas dijo que él mismo llevaría
las manzanas a Euristeo, pero Heracles le engañó pidiéndole que sujetase el cielo un momento para que pudiera
colocarse su capa sobre los hombros, a lo que éste accedió. Entonces Heracles tomó las manzanas y se marchó.

Grecia siempre ha sido un país pobre, sin grandes extensiones de tierra fértil. Este hecho originó la
emigración a través del mar hacia oriente y occidente. Había también razones políticas: en los estados de
gobierno aristocrático había gran descontento entre los desfavorecidos, de modo que las gentes buscaron mejorar sus
condiciones de vida en otras tierras. Los griegos se interesaron por dos zonas del occidente mediterráneo: el sur de la
Galia (por el comercio interior a través del río Ródano), y el estrecho de Gibraltar, por donde llegaban, desde Gran
Bretaña y desde el interior de la Península Ibérica, metales como el estaño, que tenían gran importancia para la
industria metalúrgica.
Entre los siglos VIII y VI a. C., el Mediterráneo fue viendo cómo los griegos iban creando una serie de colonias,
de manera que, salvo la zona de influencia fenicia y cartaginesa, el Mediterráneo se convirtió en un mar griego. Los
griegos colonizaron hacia el siglo VI a.C. la costa oriental de la Península: Rhode (Rosas), Emporion
(Ampurias1), Hemeroscopeion (Denia), y denominaron Iberia a ese territorio por las tribus que lo habitaban
(los íberos), y el río Íber (posiblemente el Ebro).
En cambio, las fuentes latinas utilizaron el término Hispania, de posible origen fenicio-cartaginés (y-
spny -"costa del norte"-). Los comerciantes fenicios habían establecido factorías en las islas Baleares y en la
zona meridional de la Península, siendo Gadir o Gades (Cádiz), el enclave que se considera más antiguo de
España. Aunque no está totalmente admitido, se ha querido ver en el nombre de Hispania una evolución de
un topónimo fenicio o hebreo que significaría "tierra de conejos" por la abundancia de este animal en estas
tierras. Además, todavía en el siglo I a.C., el poeta romano Catulo se refería a la Celtiberia (interior de la
Península habitada por tribus celtas) como "cuniculosa", es decir, abundante en conejos.

2. Cartagineses y las Guerras Púnicas


Los cartagineses (habitantes de Cartago, una colonia fenicia fundada en el año 814 a.C. cerca de la
actual Túnez) habían creado un verdadero imperio comercial y militar en el Mediterráneo. En la Península
Ibérica ya habían sometido a varios pueblos (sobre todo en el Sur y Levante) y habían desplazado a los
griegos. Como era previsible, pronto se inicia una lucha abierta contra la otra gran potencia de la zona:
Roma. Hispania era muy importante para cartagineses y romanos. Aparte de la importancia estratégica la
Península, ofrecía recursos casi ilimitados, que eran muy apreciados por ambos bandos.

1 Ampurias, cuya fundación es de alrededor del 600 a. C., es el establecimiento griego más conocido de la península
ibérica. En el año 218 a. C., Ampurias se usó como primera base militar romana. Los griegos, temerosos de la
competencia comercial y política de los cartagineses, llamaron a los romanos y les abrieron sus puertas. Con el
tiempo, el campamento romano se convirtió en otro núcleo urbano, añadido al asentamiento griego.
Hacia el 226 a.C., un año después de la fundación de Carthago Nova (actual Cartagena) y ante la
expansión de los púnicos en la Península, Roma promovió la firma del llamado Tratado del Ebro, por el cual
ese río marcaba el límite de la expansión cartaginesa hacia el norte. Pero la concordia entre ambas
potencias duraría muy poco. La toma por parte del líder cartaginés Aníbal de la ciudad de Sagunto (219
a.C.), que algunas fuentes romanas situaban al norte del Ebro, fue considerada por Roma como casus belli y
al año siguiente comenzaron las hostilidades de la que conocemos como Segunda Guerra Púnica (218-202
a.C.).
Durante ese conflicto, las primeras tropas romanas desembarcaron en la Península. Lo hicieron en
Emporion (Ampurias), desde donde se dirigieron hacia el Ebro y fundaron la ciudad de Tarraco (Tarragona),
como un importante asentamiento en la costa. En esa época, Roma se limitaba a causar problemas a los
cartagineses en su retaguardia, ya que el conflicto principal se desarrollaba en tierras italianas.
Sin embargo, tras algunos reveses en el sur de la Península, Roma decidió enviar a uno de sus
militares más importantes, Publio Cornelio Escipión (el Africano), para invadir territorios cartaginenses y,
gracias a un ataque inesperado, Carthago Nova fue tomada y la propia Gades (Cádiz) se entregó a los
romanos en el año 206 a.C. tras la victoria de Escipión el Africano en Ilipa, fecha que se toma como el fin de
la presencia cartaginesa en la Península y el comienzo de la romanización. Cartago sufriría la invasión de su
propio territorio, en el Norte de África, que sería prácticamente arrasado por Roma. Su capital será
destruida con tal ensañamiento, que quedará como ejemplo de castigo a los que se oponían a Roma
(Cartago delenda est).
En las Guerras Púnicas el prestigio personal alcanzado por el general romano Escipión mantuvo la
influencia romana en España. Pero poco después empezaron las rebeliones de los pueblos de la Bética y,
especialmente, de los celtíberos de la Meseta, que querían preservar su independencia y modo de vida más
orientado a actividades nómadas y ganaderas o, con frecuencia, al pillaje.

3. Romanización y conquista
Por romanización entendemos el proceso de conquista e imposición de los principios de
administración, cultura, organización social y autoridad militar a los pueblos que habitaban la Península por
parte de Roma. Fue un proceso largo e implacable que comenzó cuando los romanos derrotaron a los
cartagineses (hacia el 206 a. C.), y que no terminará, oficialmente, hasta el sometimiento de los pueblos
cántabros y astures en el 19 a. C.
A comienzos del siglo II a.C., concretamente en el año 197 a.C., los territorios conquistados por
Roma en la península ibérica se extendían por la costa oriental (Hispania citerior) y por la zona meridional y
regiones del interior (Hispania ulterior). Antes de retirarse de la Península, Escipión había organizado la
fundación de un enclave romano, concretamente en Itálica (cerca de Sevilla), que pronto actuaría como
centro de romanización.
Durante la primera mitad del siglo II a. C. el cónsul romano M. Porcio Catón trató de atraerse a la población
celtíbera y, posteriormente, T. Sempronio Graco se dio cuenta de que la única política posible era la de asimilación.
Para ello fundó una ciudad en el valle del Ebro. Además, se procuró atender a sus quejas sobre algunos gobernadores
codiciosos o crueles.

Resistencia a la colonización romana


En general, las áreas que habían sido previamente colonizadas por fenicios o griegos se mostraron
mucho más proclives a aceptar la presencia romana, mientras que los otros territorios del interior, que no
habían tenido contacto con los pueblos colonizadores, la Lusitania y la Celtiberia, opusieron una fuerte
resistencia a los invasores. A la pérdida de su libertad hubieron de añadir el pago de un tributo o
stipendium a Roma.
El líder de los lusitanos que se enfrentaron a Roma fue El cónsul romano Q. Servilio Cepión
Viriato. A mediados del siglo II, a.C., el pretor romano Sulpicio Galba sobornó a 3 embajadores lusitanos
había engañado a este pueblo diciendo que iba a repartirles tierras. enviados por Viriato para firmar la
Cuando acudieron desarmados los mató o vendió como esclavos. paz con Roma. Estos asesinaron a su
Viriato consiguió durante años vengar esta afrenta. Este caudillo líder mientras dormía y, tras
mantuvo en jaque al poderoso ejército romano gracias a su astucia cometer ese crimen, no recibieron
y a la guerra de guerrillas, cuya invención se le atribuye. Finalmente de Roma más que la frase "Roma no
paga traidores".
fue asesinado por tres de sus amigos a los que Roma había
comprado. De la amenaza que había supuesto para Roma da testimonio Annio Floro.
El último episodio de esta guerra fue Numancia. Numancia era la capital de la tribu celtíbera de los
arévacos y foco principal de resistencia que había desafiado durante años el poder de Roma, a pesar de que
esa ciudad contaba solo con unos 8000 habitantes. Finalmente los romanos recurrieron a Escipión Emiliano,
que había destruido Cartago unos años antes, y a un ejército de 60000 soldados. Escipión montó un
impresionante dispositivo para sitiar la ciudad y lo mantuvo durante meses. Los numantinos sucumbieron a
consecuencia del hambre y las epidemias. Los dirigentes de la ciudad prefirieron el suicidio antes que la rendición.
La respuesta de Roma fue la que aplicaba a todos aquellos que no aceptaban su dominio: la ciudad fue arrasada y los
supervivientes vendidos como esclavos. Numancia ha pasado a la Historia como uno de los mayores ejemplos de
resistencia al invasor.

Con la conquista de Numancia se consolidó la presencia romana en la Meseta, y por esas mismas
fechas una expedición alcanzaba el territorio de la actual Galicia.

La importancia de las ciudades


No sería hasta el año 19 a.C. cuando se completó la conquista de la Península con las llamadas
guerras cántabras, en las que intervino el propio emperador Augusto. Durante la conquista de la Península,
Roma no dejó de fundar nuevas ciudades que contribuyeron enormemente a la romanización:
– Muchos de esos enclaves se constituyeron a partir de asentamientos militares romanos, lo que
suponía la proliferación de centros de control y pacificación de grandes áreas.
– El reparto de tierras entre los veteranos asentados en la zona permitía la puesta en marcha de la
colonización agrícola.
– El aumento del número ciudades estimulaba el intercambio comercial y hacía progresar la zona
circundante.

De una manera lenta pero imparable, las lenguas autóctonas (como el íbero) dieron paso al
predominio absoluto del latín como lengua de comunicación. Se han conservado, sin embargo, monedas
con doble nomenclatura para algunas ciudades.

Las guerras civiles


Pero después de las guerras contra los pueblos indígenas, Roma traslada a Hispania sus luchas políticas. Así
Sertorio, un general romano, después de derrotar a sus adversarios del partido aristocrático, llegó a convertirse en un
auténtico rey de Hispania durante siete años. Tan solo su asesinato, en el 72 a. C. pudo devolver el control de la
Península a Roma. El general Pompeyo pacificará Celtiberia poniendo fin a las "guerras sertorianas" y, a su regreso,
será aclamado como héroe y nombrado cónsul de Roma. Aquí se convertirá en aliado de Julio César y,
posteriormente, en su gran rival. Este enfrentamiento también se trasladará a Hispania, que vivirá más años de guerra
civil, hasta la derrota de Pompeyo en el 48 a. C.
Tras la muerte de César, y tras nuevas guerras en todo el Mediterráneo contra su rival Marco Antonio, el
nuevo "príncipe" romano será Octavio Augusto que, además de consolidar un gigantesco Imperio, acabará de
romanizar la Península Ibérica tras la derrota de Cántabros y Astures. Muchos de los soldados romanos que
participaron en esta empresa se establecerían en la colonia de Emerita Augusta (Mérida) al final de la guerra.

4. División de la Península en provincias


Después de las guerras civiles las "hispanias" tuvieron una vida relativamente tranquila hasta el
siglo IV d. C.. Durante este periodo se organiza la vida peninsular y se consolida la división administrativa y
el poder incuestionable del Imperio. En el siglo II a. C. la Península Ibérica estaba dividida en dos zonas:
Citerior (la de más acá, en relación a su cercanía de Roma) y la Ulterior (o de más allá).
Hacia el año 27 a.C., durante la época de Augusto, la Península quedó dividida en tres territorios o
provincias:
– Tarraconensis, la más grande, incluía el norte, este y centro de la Península, con capital en
Tarraco.
– Baetica, en el sur de la Península, era una de los territorios más romanizados y desarrollados
económicamente, con Corduba (Córdoba) como centro administrativo.
– Lusitania, en el área sudoccidental de la Península, con Emerita Augusta (Mérida) como capital.
Aunque esta división se mantuvo vigente durante más de dos siglos, acabaría por hacerse más
compleja con el paso del tiempo. Para facilitar el dominio de una zona demasiado lejana de su capital, en el
año 212 d.C. el emperador Caracalla subdividió el territorio Tarraconensis en dos creando una nueva
provincia llamada Gallaecia (Galicia), en el ángulo noroccidental de la Península.
Antes de acabar el siglo III, en el año 297 d.C., el emperador Diocleciano volvió a subdividir lo que
quedaba de la antigua Tarraconensis con la provincia Carthaginensis, mientras que a finales del siglo IV (386
d.C.), Teodosio separó las islas Baleares, a las que dotó de categoría provincial (provincia Balearica).

XXX. HERCVLIS ATHLA DVODECIM AB EVRYSTHEO IMPERATA (HIGINO, FÁBULAS)


Infans cum esset, dracones duos duabus manibus necauit, quos Iuno miserat, unde primigenius est dictus. 2 Leonem
Nemeum, quem Luna nutrierat in antro amphistomo atrotum, necauit, cuius pellem pro tegumento habuit. 3 Hydram
Lernaeam Typhonis filiam cum capitibus nouem ad fontem Lernaeum interfecit. haec tantam uim ueneni habuit ut
afflatu homines necaret, et si quis eam dormientem transierat, uestigia eius afflabat et maiori cruciatu moriebatur.
hanc Minerua monstrante interfecit et exinterauit et eius felle sagittas suas tinxit; itaque quicquid postea sagittis
fixerat, mortem non effugiebat, unde postea et ipse periit in Phrygia. 4 aprum Erymanthium occidit. 5 ceruum
ferocem in Arcadia cum cornibus aureis uiuum in conspectu Eurysthei regis adduxit. 6 aues Stymphalides in insula
Martis, quae emissis pennis suis iaculabantur, sagittis interfecit. 7 Augeae regis stercus bobile uno die purgauit,
maiorem partem Ioue adiutore; flumine ammisso totum stercus abluit. 8 taurum cum quo Pasiphae concubuit ex
Creta insula Mycenis uiuum adduxit. 9 Diomedem Thraciae regem et equos quattuor eius, qui carne humana
uescebantur, cum Abdero famulo interfecit; equorum autem nomina Podargus Lampon Xanthus Dinus. 10
Hippolyten Amazonam, Martis et Otrerae reginae filiam, cui reginae Amazonis balteum detraxit; tum Antiopam
captiuam Theseo donauit. 11 Geryonem Chrysaoris filium trimembrem uno telo interfecit. 12 draconem immanem
Typhonis filium, qui mala aurea Hesperidum seruare solitus erat, ad montem Atlantem interfecit, et Eurystheo regi
mala attulit. 13 canem Cerberum Typhonis filium ab inferis regi in conspectum adduxit.

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